¿Es el TDH un trastorno psiquiátrico?

A unos les exigimos demasiado, a otros las cosas equivocadas y a una minoria demasiado poco (Murray 2008).

Real Education

Hace pocos dias se ha viralizado la noticia de que el psiquiatra Leon Eisenberg confesó antes de morir que el TDH es una enfermedad ficticia. Bueno, eso es lo que ha entendido el personal que aprovecha la circunstancia para meterse con los psiquiatras -siempre sospechosos de querer alterar con fármacos- las conductas ajenas.

Lo cierto es que Eisenberg lo que dijo exactamente es que el TDH es un ejemplo de «enfermedad ficticia» y no una enfermedad ficticia. Algo que merece la pena aclarar y vale la pena nombrar ahora a un investigador llamado Smith e introducir aqui su concepto de «no enfermedad».

Una «no enfermedad» es un concepto dificil de pillar si no eres médico, se trata de una patologia en la que no podemos encontrar una causa orgánica que la justifique y donde existe una clara relación con lo que en medicina llamamos factores sociales y muy relacionada tambien con las expectativas racionales de la población. El ejemplo clásico es la fibromialgia (Hazemeijer 2003), una patologia misteriosa que afecta sobre todo a mujeres y donde los factores psicológicos, el dolor, el miedo y la indefensión juegan un importante papel etiológico del mismo modo que las relaciones interpersonales. Más claramente la fibromialgia es una conducta. Una no-enfermedad es una conducta,

No se trata pues de una enfermedad simulada y no significa que no exista un sufrimiento determinado clasificado como TDH o fibromialgia, lo que quiere decirse es que es una enfermedad muy simbolodependiente (no dependiente solo de lo somático) y que tal y como conté en este post depende sobre todo de su conceptualización, es como si la conceptualización (lo que creemos de ella) generara por sí misma más casos, naturalmente a través de las creencias compartidas por la población.

El TDH es pues una conceptualización y tiene sus correlatos neurobiológicos, psicológicos y sobre todo conductuales y los psiquiatras tratamos los TDH por la misma razón que tratamos fibromialgias. La gente nos consulta, los médicos nos derivan los casos y nosotros tratamos de mejorar los enfermos que nos traen a través de lo que se conoce como «evidencia cientifica».

Ahora bien, no puede entenderse el TDH como un trastorno neurobiológico o como un trastorno del cerebro sin más sino como un subproducto de la interacción del individuo con su medio ambiente. ¿Y con quién interactua un niño a la edad en que usualmente diagnosticamos tal enfermedad?

Su medio ambiente es el colegio, y el sistema educativo es el caldo de cultivo de tales disfunciones.

¿A qué colegio van tus hijos?

La mayor parte de las parejas con hijos de corta edad tienen que enfrentarse pronto o tarde con este dilema. ¿Dónde llevar a nuestros hijos? ¿Un colegio publico, privado o concertado? ¿Enseñanza en inglés, religiosa? ¿Qué hacer?

Cuando puedo intervenir en estas conversaciones y aconsejar a mis amigos, lo que suelo decirles es que lleven a sus hijos al colegio más cercano a su domicilio, asi les ahorrarán a los niños largos y aburridos desplazamientos a la vez que podrán mantener a la larga una red social de amigos en su mismo barrio.

Este consejo no es en absoluto gratuito y está basado en una evidencia: el rendimiento escolar de un niño no depende de la calidad de la enseñanza sino de su capacidad individual.

Pero lo más sorprendente de los padres de hoy es que todos están convencidos de que sus hijos son -por definición- unos genios potenciales y que poniendo de su parte la mejor educación les garantizan un futuro espléndido. Lo cual no es más que una falacia progresista, una creencia compartida por la mayor parte de la población.

Y que si no estudian es porque no quieren, porque son vagos o carecen de voluntad o disciplina. No conozco ningún padre que admita que su hijos simplemente no pueden estudiar, que no dan la talla o que simplemente no están interesados en adquirir conocimiento académico.

Una creencia que no sólo está relacionada con el nepotismo parental sino que viene reforzada por la clase de educación que tenemos en España a través de una ley «progresista» como es la LOGSE. Y cuya filosofia resumida es ésta: todos los niños son iguales, y vale más que pasen de curso que aprendan algo. Poner notas es discriminar, juntar a los niños según sus intereses y rendimientos en aulas especiales es discriminar y suspender un crimen de lesa humanidad.

Una falacia que tiene efectos secundarios en los niños, a los que exigimos más de lo que pueden dar, mientras que en otros -una minoría- nos quedamos cortos. No es de extrañar que los niños comiencen a manifestar problemas emocionales ya en época escolar. Y no es de extrañar que nuestra clase dirigente tenga tan bajo nivel.

Lo cierto es que la mayor parte de los niños no tienen ni tendrán nunca el suficiente nivel ni para ingresar en la universidad, salvo si la universidad se convierte en una guarderia para adolescentes que es por cierto hacia lo que tienden tanto las privadas como la públicas. La mayor parte de los niños – la mitad de ellos- se situa por debajo de la media de inteligencia de la población.

La falacia progresista.-

No hay que olvidar que el sistema educativo en el que creímos la mayoría de nosotros deriva de ciertas ideas de la Ilustración que se conocen con el nombre de «síntesis progresista» y que en relación con la educación tienen estos soportes fundamentales:

  • La idea de una educación gratuita, universal y obligatoria (en nuestro pais hasta los 16 años) y en condiciones de igualdad.
  • La igualdad entre sexos genera otra tercera pata en estas ideas y es la idea de la coeducación, niños y niñas en los mismos entornos y en las mismas aulas.
  • Hay que integrar en las mismas aulas a lo buenos, los mediocres y los ineducables sin hacer distinciones «discriminatorias».
  • El Estado es el garante de la educación, y los padres están obligados a escolarizar a sus hijos en las condiciones que marcan las leyes, tanto si están o no están de acuerdo con los temas de religión, coeducación o inmersiones lingüisticas.

Sobre el tema de la coeducación ya hablé aqui, donde me preguntaba si la coeducación no estaria beneficiando más a un sexo en detrimento del otro, de modo que no voy a insistir en aquellos argumentos y dejo al lector interesado que vuelva sobre aquel post.

De manera que me ocuparé del tema de la igualdad educativa y de sus efectos secundarios.

Pizarrones sin escribir.-

La idea fundamental que suscribe la «síntesis progresista» es que los niños al nacer son todos iguales y que a través de sus interacciones con el medio ambiente y las impresiones e instrucción podían llegar a ser aun más iguales de adultos. Es lo que se conoce como la «tabla rasa» una idea de John Locke que ha tenido una enorme influencia política y que es base de los sistemas educativos modernos que animan  las políticas educativas del mundo llamado occidental.

Y sería una buena idea -me refiero a la idea del igualitarismo educativo- si realmente los niños fueran pizarrones sin escribir y lo seria porque a través de ella podría saltarse la brecha entre ricos y pobres, entre hogares cultos y hogares analfabetos, entre niños y niñas y entre campo y ciudad, entre la abundancia y la deprivación.

El problema es que no lo son, se trata de una idea romántica y bienintencionada que ya ha sido refutada por la neurociencia.

Los niños no nacen iguales y lo mejor que podemos hacer es no tratarles como iguales. Esa es la mejor forma de no hacerles daño.

El TDH existe y su prevalencia está entre un 4-7% del total de los niños, se trata de niños que traen de serie genes específicos que privilegian «conductas de acción» en lugar de conductas de reflexión. Se trata de niños que no entienden los mensajes que reciben no sólo de los adultos sino de sus iguales, que carecen de la potencia simbólica de sus pares y que sufren en la escuela una «discriminación» real al no poder participar en juegos complejos si no hay acción y que terminan siendo ninguneados por sus compañeros. Son sujetos agramaticales que no entienden las reglas en las que se fundamenta el juego y que no encuentran otra opción sino la de saltarse esas mismas reglas.

Pero que exista esa condición llamada TDH no significa que sea una patología. Se trata de una condición neurobiologica que tiene que ver con los genes llamados «cazadores» en contraste con otros conocidos como «granjeros».

El TDH es una clara condición de riesgo para numerosas patologías psíquicas, adictivas y sociales. Y el principal enemigo de un niño con genes cazadores es la escuela. Pues la escuela está diseñada para los granjeros..

Un subproducto del sistema educativo que privilegia la enseñanza basada en la memoria, la docilidad y la homogeneidad y que no está dispuesto a revisar los postulados que se construyeron en la Ilustración y que efectivamente supusieron una democratización educativa que llevó a los hijos de los trabajadores manuales a los puestos más altos del éxito social.

La paradoja es que hoy el hijo de un panadero con un CI de 85 y el hijo de un notario con un CI similar tienen las mismas probabilidades de fracasar escolarmente con o sin TDH.

Bibliografía.-

In search of no disease. Smith R, 2002.

The fibromyalgia problem. Hazemeijer, 2003.

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