El pánico moral y el terror politico

Pánico moral es un concepto sociológico que debemos a Stanley Cohen que en su libro de 1972 «Folk Devils and Moral Panics» aborda la reacción de un grupo de personas, basada en la percepción falsa o exagerada de algún comportamiento cultural o de grupo, frecuentemente de un grupo minoritario o de una subcultura, como peligrosamente desviado y que representa una amenaza para la sociedad.

Estas reacciones son a menudo, estimuladas por cobertura mediáticas o propaganda en torno a un asunto social, aunque algunos pánicos morales semi-espontáneos pueden ocurrir. La histeria colectiva puede ser un elemento en estos movimientos, pero el pánico moral se diferencia de la histeria en masa porque está específicamente enmarcado en términos de moralidad y es usualmente expresado más como un atentado que como un miedo. Es decir no se vivencia como una fobia o temor sino como un asunto moral que es necesario atajar de algún modo. Cohen estudia en su libro el pánico moral en la sociedad británica y USA contra el rock, los rockeros de los sesenta y posteriormente las drogas que se asociaban a estos movimientos.

En realidad hay pocos grupos o fenómenos sociales que hayan escapado a este escrutinio de modo que voy a citar a algunos para que el lector entienda que el término «caza de brujas» tiene mucho que ver con el pánico moral, pues efectivamente las llamadas «brujas», nombre mediante el que fueron perseguidas algunas personas en la Edad media y en la America puritana son buenos ejemplos de pánico moral, contra aquellos que en realidad eran disidentes, enfermos mentales, minusválidos o personas sospechosas de algún tipo de culto prohibido.

Efectivamente los enfermos mentales son uno de esos grupos secularmente perseguidos al entender que podían ser amenazantes para la mayoría, aun hoy lo son, si bien ahora se conoce este fenómeno como estigma, al haber perdido parte de su magia transformadora. La estigmatización es una consecuencia del pánico moral que otrora sufrieran, los cristianos en época romana, las prostitutas, los homosexuales, los leprosos, los albinos, los herejes, los portadores del virus del SIDA, los judíos en Rusia o en la Alemania del III Reich, los comunistas durante la presidencia de Mc Carthy, los negros en la USA sureña o los gitanos en casi toda Europa, las mujeres adulteras, el movimiento psicodélico en los sesenta (recordar que la prohibición y persecución de las drogas procede de ese movimiento llamado hippye) y vale la pena recordar que Timothy Leary abanderado en favor de las drogas fue catalogado como el hombre más peligroso de America.

Como el lector sagaz habrá ya observado parte de estos grupos estigmatizados lo son de modo semi-espontáneo, o por supersticiones, es decir lo son en cualquier sociedad y lo son por parte de las mayorías sociales pero están contaminados por la persecución de los poderes públicos, es decir es el Estado quien declara la guerra a las drogas, los que ejecutan homosexuales en ciertos países, o los que castigan a las mujeres díscolas, pero en otro orden de cosas es la sociedad civil la que persigue a los negros en Alabama a través de sociedades semisecretas racistas como el Ku Klux Clan, los que tienen cierta prevención con los gitanos o los inmigrantes y los que pretenden terminar con la prostitución.

Lo importante en este momento es retener que las sociedades humanas han evolucionado -cada una de ellas- en distintos entornos ambientales (las sociedades del desierto no tienen nada que ver con las sociedades fluviales), bajo el cobijo de distintas religiones y con distintos deseos de crecer, o de hacerse más potentes e importantes. Por ejemplo el pueblo hebreo se considera a sí mismo como el «pueblo elegido» por Dios, nada menos y sabemos por la Torah, el tipo de ley que acataron y acatan. De lo que se trataba era de construir un pueblo políticamente homogéneo, cohesionado en torno a la religión y a la raza. No es de extrañar que el principal mandato fuera reproducirse a la mayor velocidad posible y con la mayor intensidad. Para ello se favorecía que los hombres tuvieran cuantos más hijos mejor, la poligamia estuvo permitida hasta la llegada del cristianismo, esposas y esclavas podían ser madres de hijos del mismo patriarca y con los mismos derechos que se heredaban de forma patriarcal. Es fácil entender que en esa sociedad la homosexualidad estuviera estigmatizada, prohibida e incluso penada. Más aun: los judíos carecían de una palabra para estas prácticas homosexuales, le llamaban sodomía. La sodomía puede practicarse tanto con un hombre como con una mujer pero tiene un mismo resultado: no es una práctica reproductiva . De manera que la reproducción es el bien a proteger en la prohibición de la homosexualidad y no tanto el placer -como piensan algunos autores- que creen que el placer de los otros es amenazante para el estado de las cosas realmente existentes. La homosexualidad era en aquellas sociedades primitivas subversiva en tanto que no contribuía a sostener el valor social más importante en aquellas culturas, que no era otro sino la reproducción.

Las religiones monoteístas han contribuido sin ninguna duda a prolongar esta estigmatización de ciertas conductas sexuales a pesar de que ya no son necesarias. Hoy ya no es necesario aumentar la población si atendemos al crecimiento de la población en el mundo, por tanto estas obligaciones han pasado a mejor vida y sin embargo ciertas conductas siguen estando estigmatizadas. No cabe duda de que los homosexuales están mal vistos si bien ya no es el Estado, ni la religión quién lo hace sino una especie de miedo o fobia que ha quedado como resto en la población heterosexual mayoritaria. Digo una especie de fobia porque ese resto ha de convivir con otra cuestión: la tolerancia. la mayor parte de nosotros ha de convivir con esos dos extremos que se manifiestan en lo siguiente: «Cada cual que se acueste con quien quiera» o «Yo no me meto ni me importa en lo que hacen en la cama» y al mismo tiempo una cierta incomodidad, un cierto desasosiego ante la idea obsesiva que tienen algunos con «¿Soy homosexual?» o dicho de otro modo: el miedo a serlo. Ser homosexual sigue estando estigmatizado a pesar de que el discurso oficial o particular lo niegue e imponga leyes para desfavorecer la homofobia.

La homofobia no es una incomodidad o un prejuicio sobre los homosexuales. se trata de algo más profundo: un odio. Un odio que tiene sus grados, algunos incluso matan homosexuales, otros les violan, les maltratan, les excluyen o les amenazan para que vuelvan a su armario. Pero no solo pasa con los homosexuales, sino que la fobia es el resultado final de un señalamiento que en algunas personas induce conductas muy agresivas, ataques de ferocidad histérica o incluso atentados terroristas. recordemos el atentado del noruego Breizic contra jóvenes socialdemócratas. Recordemos también a Unabomber que estaba convencido de que la tecnología era el problema que estaba llevando al mundo a un desastre apocalíptico y que por tanto estaba justificada su lucha, a bombazos, contra esos poderes.

La secuencia parece ser la siguiente: un grupo humano siente miedo por las razones que sea, proyecta ese miedo a una minoría que puede o no tener relación con ese miedo. Con el tiempo ese grupo es perseguido y señalado con la bandera del pánico moral y desde esa plataforma social emergerán odios feroces que sostendrán algunos de sus miembros, afortunadamente no todos, sino solo los más fanáticos de entre ellos, el resto se comporta con indiferencia. Hemos pasado del miedo informe o inespecífico al odio. Y de ahí al asesinato o al genocidio.

Ahora bien, los ingenieros sociales conocen muy bien estos mecanismos y han logrado darle la vuelta en una especie de inversión del pánico. Ahora ya no existe pánico moral hacia los homosexuales sino pánico a que te tachen de homofóbico si haces algunas critica al colectivo LGTBi lo mismo sucede con la ideología oficial como el feminismo, o la ideología de género (un nuevo dogma) intocable de palabra y actitudes y en general pánico a discrepar con eso que la izquierda considera fruto del progresismo y la globalización, como el «cambio climático» otro de de los dogmas del progresismo en la idea de que es generado por el hombre y por tanto puede ser atajado por el hombre, dejando de comer carne o de viajar en avión u olvidándose del automóvil familiar. Dicho de otro modo el Estado profundo a través de sus gobiernos sucedáneos son capaces de utilizar en su propio beneficio este principio del pánico moral subvirtiendo cualquier lógica y suplantándola por una doctrina a su medida. Aun recuerdo el llamamiento a la movilización general, -una alerta antifascista- ante el grito de Pablo Iglesias respecto a la victoria de Vox en ya no recuerdo qué elecciones. El pánico moral ahora está en el sitio de la derecha -una amenaza fascista- según el profesor Iglesias que es el peligro más importante que tiene la civilización occidental en este momento.

No es un error conceptual, es una estrategia tan burda que ni siquiera ha conseguido influir en esa España que se sitúa entre el PSOE y el OPUS Dei, y que representa a una mayoría que no tiene representación.

Pero soy muy optimista y aunque el 2023 se presenta con muy serias amenazas para el sentido común y la democracia, estoy seguro de que prevalecerán los valores que esa mayoría de españoles defendemos y que sin duda emergerá con mayor fuerza a medida de que seamos capaces de descifrar los trucos que nos prepara el Gobierno y que he llamado terror político, un derivado artefactado del pánico moral, un simulacro que con frecuencia se transforma en risa.

Elogio del estereotipo

Santiago Armesilla es un youtuber que declara ser marxista y buenista (de Gustavo Bueno) y que es economista y politólogo. Su canal es interesante y dedicado fundamentalmente a entrevistar a personas relevantes del mundo de las redes. Por poner alguna pega a su trabajo, diré que sus videos son demasiado largos y reiterativos aunque no faltos de rigor intelectual. Hace poco he estado viendo (aunque confieso que no llegué hasta el final) una entrevista que le hizo a una chica trans de nombre Sandra Mercado que este mes de Noviembre publicará un libro sobre un testimonio personal: su periplo hasta convertirse en una chica trans y por supuesto su arrepentimiento posterior. El libro es en este sentido una critica a la ideología queer y por supuesto de las técnicas quirúrgicas que se han puesto en marcha en nuestro país y de forma gratuita para amputar el miembro viril a quienes así lo demandan dando por buena cualquier petición -diagnóstico positivo- sin contraste psiquiátrico ni información veraz sobre los riesgos que conlleva esta cirugía.

De manera que la entrevista tiene varias partes, una donde Sandra habla de sus traumas infantiles, su vivencia de sexualidad homosexual precoz, y posteriormente su búsqueda de «femineidad» hasta llegar a la solución final con vaginoplastia incluida. La segunda parte es algo así como una puesta al día de argumentos y bibliografía anti-queer y su critica al movimiento que precisamente ahora con la tramitación de la ley trans en el Congreso ha tomado cierta relevancia en la vida publica.

Personalmente no me gustan nada los testimonios de las personas concretas, sean de esta cuestión o de cualquier otra, por una razón fundamental: los testimonios personales -aun aquellos que contienen opiniones relevantes- (y no cabe duda de que Sandra tiene opiniones relevantes y muy juiciosas) no son ciencia, sino relatos. Y los relatos hay que guardarlos para los psicólogos o la intimidad de una consulta psiquiátrica y no para la opinión publica, pues inmediatamente podríamos encontrar otros opuestos que defenderán lo contrario. Por la misma razón la «memoria histórica» es una escucha de relatos pero no es Historia, pues podemos encontrar relatos contrapuestos entre nuestros interlocutores que no aclaran nada sobre lo que sucedió en un acontecimiento histórico determinado, por eso la Historia es una ciencia y los testimonios son solo eso, literatura. Y cada uno no puede sino contar el suyo, lo que vivió y lo que recuerda, cómo cada uno recuerda una cosa bien distinta a la que recuerda su vecino, los relatos son siempre contradictorios.

Una cuestión que me interesó del discurso de Sandra, es cuando habla de los estereotipos y confieso que me hizo pensar mucho sobre esta cuestión. Declara que se sintió homosexual desde pequeño, le gustaban los chicos de su propio sexo y habla de que para gustarles intentó feminizarse poco a poco aunque declara que ya era bastante afeminado lo que le llevó a ser maltratado en la infancia. Lo que plantea no es baladí, ¿qué es feminizarse? o ¿En qué consiste la femineidad?

Si nos hacemos esta pregunta cualquiera de nosotros caeremos en la cuenta de que a la hora de representarnos una mujer o un hombre lo que estamos haciendo es recurrir al estereotipo: Esto es una mujer y esto es un hombre:

No cabe ninguna duda de que cuando pensamos en un hombre o una mujer nos vienen a la mente cientos de imágenes, actitudes, ropas, voces, formas de caminar, tacones, fajas, medias, cosméticos, sombreros, pistolas, coches, deportes, luchas, desafíos, lealtades, etc y toda clase de recuerdos de todo aquello que hemos vivido y experimentado a lo largo de nuestra vida que nos impulsa hacia ese estereotipo, muchas veces observado en películas, pues ni siquiera el cine ha sido capaz de huir de los estereotipos. Más que eso los ha fomentado.

Los estereotipos pueden definirse como los extremos de rasgos que identificamos como masculinos o femeninos pero lo cierto es que estos rasgos no vienen siempre juntos y en realidad no existen mujeres como Laura Antonelli u hombres como John Wayne que son en realidad, eso, relatos, constructos inventados por el cine para el entretenimiento. Lo que quiero decir es que en los sujetos reales -más allá de los extremos- todos tenemos rasgos femeninos y rasgos masculinos tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente. Dicho de otra forma casi todos nosotros tenemos cerebros balanceados.

Cuando fuimos embriones recibimos una dosis relevante de testosterona (como sucede en los varones) o no la recibimos más que en pequeñas dosis como sucede en las niñas. Pero no es todo una cuestión de dosis, también hay que contar con los receptores disponibles para la testosterona. De nada serviría tener mucha testosterona si no hay receptores para que se exprese en el cerebro y más tarde en el cuerpo. Dicho de una forma más clara: la masculinización-feminización de un cerebro no depende solo de la presencia-ausencia de testosterona en periodo fetal, no es una cuestión digital de todo o nada, sino que el baño de testosterona recorre una amplia gama de inundaciones o sequías a o largo del embarazo.

Recorre pues una escalera analógica, unos tienen más y otros menos exposición que se manifiesta en la digit-ratio.

Pero la cosa se complica porque la «digit ratio» no predice la orientación sexual, solo algunos rasgos de la sexuación cerebral.

El lenguaje sin embargo es categorial y construye opuestos y por eso existen los estereotipos (en los extremos) y luego nosotros, en nuestra mente, creemos que los opuestos son contrarios y los tratamos como tales en nuestras operaciones lógicas. La realidad es que lo contrarios no lo son tanto como creemos, pensemos en una escala analógica donde masculino y femenino sean opuestos, uno sería 0 y otro sería 1. Lo usual es pensar -como sucede en política- que cada uno de nosotros estaríamos un poco en el centro, equidistantes tanto de la masculinidad radical como de la feminidad radical.

Pero el centro no existe en genética, lo que existen son polimorfismos que se silencian unos a otros, que vencen en una competición o que cooperan entre sí.

Pero ahora vamos a pensarlo de otra manera, supongamos que masculino y femenino no son contrarios, vamos a pensarlos  (tampoco como suele decirse como complementarios), vamos a pensarlos como despliegues distintos de potencialidades que ocupan un mismo lugar, vamos a pensarlos como un cluster de potencialidades o habilidades que están juntas, ocupando un mismo espacio de ejecución cerebral. Una misma utilidad neurobiológica.

Pensarlo de este modo nos permitiría poder agrupar utilidades en un mismo cerebro con independencia de si se es hombre o mujer. Y también nos permitiría abandonar esa estúpida convicción de que «todos somos iguales».

No lo somos, pero lo importante como más abajo trataré de explicar no son las diferencias que existen entre unos hombres y otros, sino la brecha que se abre entre hombres y mujeres sobre todo en lo que respecta a la personalidad

Y es por eso que algunos autores como Michael Kimmel ha puesto a punto un master sobre la masculinidad. Dice Kimmel:

«Cuando planteo el tema de las masculinidades en plural procuro poner el acento en el hecho de que no existe un modelo único y hegemónico de ser hombre y en que las diferencias y alteridades de la masculinidad no deben entenderse como versiones menores de ese modelo o como fragmentos de una estatua que se ha roto». En lenguaje coloquial: los hombres hoy son, o pueden ser, ‘hipsters’ y ‘canis’, ‘fofisanos’ y ‘lumbersexuales’, ‘andróginos’, ‘normcore’ y ‘muppets’. O no ser nada de esto».

Pero lo más dramático de esta historia, es la cantidad de «machitos» que no daban la talla para adaptarse a este modelo estereotipado, donde los disidentes eran siempre calificados como «niñas», «mariquitas» o «débiles», un modelo excluyente como los nacionalismos.

Y la verdad es que este modelo no se corresponde con la realidad genética de nuestra especie. Hay mucha «masculinidad» en algunas mujeres y mucha «femineidad» en muchos hombres. Pero el problema sigue siendo de etiquetas: no disponemos de ninguna otra palabra para designar estos conceptos. ¿Qué significa que un hombre es femenino? ¿Qué significa que una mujer es masculina?

La verdad es que estos conceptos son muy escurridizos y no están señalando la verdad neurobiológica que ocultan. Lo sabemos por los homosexuales.

Suele decirse que un hombre homosexual es un hombre que quiere ser una mujer. No es cierto en la mayor parte de los casos. Un hombre homosexual es un hombre, que sabe que es un hombre pero que se siente atraído sexualmente por otros hombres y que no desea transformarse en mujer, y que puede conservar entre sus rasgos, preferencias y gustos, muchas utilidades que se atribuyen a la masculinidad, por ejemplo la promiscuidad y otras bien femeninas como la tendencia al embellecimiento, el histrionismo o la locuacidad.

Dicho de otra manera se puede ser muy macho y al mismo tiempo ser homosexual. ¿Entonces qué es la masculinidad?

Podemos adelantar una cuestión: la orientación sexual es independiente de la identidad sexual. No es necesario hacerse trans si eres homosexual buscando ser femenina, pues en realidad lo trans puede interpretarse como una homofobia y desde luego deja a las mujeres y al feminismo en general al pie de los caballos.

Aun no hemos descubierto qué realidades neurobiológicas se ocultan tras eso que llamamos «masculinidad» y «femineidad». Lo que sabemos son «big data», es decir datos que proceden de la estadística que componen correlaciones y otros procedentes de la neurobiología, por ejemplo hoy sabemos que la sexuación cerebral se compone en época fetal y es hormonodependiente, es decir nos desarrollamos con cerebros de hombre o de mujer a través de la testosterona circulante mientras estamos en el seno de nuestra madre. La sexuación cerebral se completa antes de los 3 meses de vida. Sin embargo no está demasiado claro qué es un cerebro masculino o un cerebro femenino. Lo más seguro es que no existan diferencias gruesas -pero sí funcionales- entre ambas anatomías cerebrales, pero que la sexuación se constituya como un mosaico.

Y es también probable tal y como predice la «teoría de la sabana» que cuanto más nos alejamos del entorno ancestral (de cazadores-recolectores) más se bloqueen las diferencias innatas entre hombres y mujeres, lo cual nos permite predecir que las brechas de género al menos en cuanto personalidad se agrandarán en el futuro próximo.

¿Qué hay de común en todos los hombres?

La verdad es que las masculinidades de las que habla Kimmel son axiomáticas y fácilmente reconocibles. Es obvio que la masculinidad tradicional (una masculinidad que procede de entornos agrícola-pastorales) está en crisis y sufriendo un declive quizá como reacción a la liberación de la mujer. Pero si a mí me preguntaran que hay de común en todos los hombres y qué nos diferencia de todas las mujeres diría que a los hombres nos siguen gustando los deportes y las películas de guerra y las mujeres no parecen demasiado interesadas en ello. Por el contrario a las mujeres les sigue gustando ir de compras y adquirir ropa, algo que a ningún hombre que yo conozca le agrada. (Aqui hay un listado de lo que nos gusta a los hombres) Y se trata de algo innato, no de algo adquirido o impuesto por la cultura (esto está también demostrado y no voy a insistir en convencer a los ideólogos del género). Del mismo modo a las mujeres les encantan las profesiones altruistas como la psicología, la enfermería, el profesorado o la medicina mientras los hombre se encuentran más motivados por las ingenierías, la física, las matemáticas o la informática. Y por supuesto la carrera militar. Se trata de la conocida paradoja noruega.

Y este fenómeno es algo biológico, mal que les pese a los ideólogos de la igualdad, se trata de la llamada brecha de género. Hay diferencias entre hombres y mujeres y muchas, – sobre todo cuando podemos elegir profesión-si bien es cierto que al imaginarlas como un continuo hemos desperdiciado otras alternativas.

Dicho de otro modo y como conclusión:

Huir del estereotipo es una forma de caer en el estereotipo, pues el estereotipo es el guardián de los significados y no podemos huir o renunciar a él, solo relativizarlo. Hay una verdad en el estereotipo que no cabe menospreciar.

Esto aprendi oyendo a Sandra Mercado.

Y otra cosa: no tomes decisiones irreversibles antes de haber madurado lo suficiente para saber dónde te lleva esa decisión.

La máquina de las experiencias

Robert Nozick es un filósofo de Harvard especialista en una nueva rama de la filosofía llamada filosofía experimental que consiste en tomar herramientas de la psicología para validar hipótesis filosóficas concretas planteadas a través de experimentos mentales. Un experimento mental sería algo así como pedirle a los sujetos que elijan entre dos opciones muy concretas y cerradas como sucede en el experimento del tranvía propuesto por Joshua Greene.

Lo que plantea Nozick en su libro «Anarquía, Estado y utopia» y que pretende ser una refutación del hedonismo es lo siguiente:

Imagina que te dan a elegir entre estas dos opciones: 1) seguir viviendo en la realidad o bien 2) desplazarse a un lugar donde cualquier estado mental pueda ser experimentado en toda su dimensión y a voluntad. En este segundo caso el sujeto sabría que se trata de una simulación agradable e incluso podría aumentar su disfrute siguiendo un amplio catalogo de posibilidades de goce. El experimento es cerrado en el sentido de que el sujeto debe elegir una u otra opción para siempre. No se puede entrar y salir de la elección a voluntad o si el sujeto se cansa de la simulación (en caso de que la hubiera elegido).

Bueno, el experimento en cuestión tuvo un resultado anti-intuitivo. cerca del 60% de los probandos decidieron seguir en la realidad y no conectarse a la maquina. Nozick apela a estas tres cuestiones:

  1. Queremos hacer ciertas cosas, no sólo tener la experiencia de hacerlas. «Ello es sólo porque primero queremos hacer las acciones por lo que queremos la experiencia de hacerlas o pensar que las hemos hecho».2
  2. Queremos ser de cierta forma, ser un cierto tipo de persona. «Alguien que flota de un tanque es una burbuja indeterminada».2
  3. Conectarse a una máquina de experiencias nos limita a una realidad hecha por el hombre, a un lugar donde «no hay ningún contacto efectivo con ninguna realidad más profunda; aunque su experiencia se pueda simular».2

Con este experimento pensó que el hedonismo había sido derrotado pero, años mas tarde volvió sobre el asunto en «meditaciones sobre la vida de 2018 y parece que sus predicciones anteriores sufren de un buen revulsivo como podemos apreciar en este video donde nos cuentan los entresijos de este dilema que por cierto carece de valor empírico alguno porque este tipo de dilemas que plantea la filosofía recreativa carecen de valor predictivo.

Por eso cuando te dice la Agenda: «no tendrás nada pero serás feliz», están cometiendo un gran error ¿pues de qué sirve ser feliz si no puedo tener la grabación histórica de cómo llegué hasta allí?

El ensayo ficción y la integración aperspectivista

Sucede con cierta frecuencia que algunas ideas pugnan por emerger en la conciencia, aun de forma desordenada y a tramos circadianos y que un día, casi sincrónicamente con ese bullicio, uno encuentra un articulo que de alguna manera opera como un abrelatas de la memoria o mejor de ese trabajo de computación que lleva a cabo el cerebro cuando trata de dar forma a algo indefinido, no nato, aun embrionario. Me sucedió ayer leyendo este articulo de Paco Jariego, ese físico amante y teórico de mundos futuros que escribe novelas de ciencia ficción y que forma parte de ese grupo -informal- que tenemos en twitter y que llamamos «Utópicos».

Y le llamamos utópicos porque el tiempo de las distopías ya ha terminado, ya no es ficción, la distopía se ha encarnado en nuestras vidas y ya no necesitamos anticiparnos a ella como hicieran tres de los grandes, Orwell, Huxley y Bradbury para denunciar el mundo que adivinaron. En realidad construir utopias es más difícil que desvelar las distopías, pues casi todo el mundo puede estar de acuerdo en considerar el mundo de «1984» o de «El mundo feliz» o de «Fahrenheit 451» como un mundo invivible, sin embargo es muy probable que no nos pusiéramos de acuerdo en construir un mundo ideal, pues lo ideal se opone al realismo y sin una mente realista es imposible construir ninguna utopía posible.

De manera que las utopías sirven para rozar y bordear otras cosas como la innovación o el emprendimiento tal y como Jariego cuenta en su articulo y sobre todo, una idea recurrente en su obra: la inteligencia colectiva. ¿Qué sucedería si pudiéramos disponer de un repositorio que recogiera por volcados periódicos toda la erudición e inteligencia de todos los ciudadanos del mundo y pudiéramos poner esa inteligencia de colmena en manos de todos y cada uno de nosotros a través de procedimientos telepáticos? Más abajo volveré sobre ese tema, porque el ultimo libro de Jariego escrito al alimón -que difícil debe ser eso- con Isabel Fernandez Peñuelas aborda precisamente esta cuestión.

Vuelvo de momento al tema central de este post que no es otro, sino el papel de la ficción en la literatura. Una de las ideas que aparecen en el articulo citado es ésta: una manera de hablar de algo real y actual, no es el realismo su única alternativa, sino -a través de una mirada oblicua-, ponerlo del revés, sacudirlo como una alfombra o contemplar sus reflejos como en un espejismo. Es por eso que la ciencia ficción utiliza a la ciencia como pretexto y al futuro como distancia emocional, aunque muchas historias de ciencia ficción se escribieron en un tiempo que ya ha pasado. Hablar de las cosas literariamente no es lo mismo que hacer un informe administrativo, un peritaje judicial o un paper. Se trata sobre todo de construir un relato que mantenga relaciones coherentes con la verdad, pues verdad y relato se oponen formalmente y la literatura consiste en contar mentiras a sabiendas de que en ellas hay rastros de la verdad. Y que muchas veces la verdad se esconde en las mentiras.

El eneagrama: una psicologia de código abierto

Personalmente siempre me he interesado por ese tipo de literatura alejada del realismo y cualquier lector que lea cualquiera de mis blogs habrá ya percibido que mi estilo se encuentra bastante alejado de otros autores que hablan de mis mismos intereses (neurociencia, psicoanálisis, psicologia evolucionista. psiquiatría, etc) desde el costado de una tesis doctoral, desde el rigor de la ciencia, con ánimo de divulgación. Los lectores de este blog ya saben que lo tengo dedicado a conceptos como la hiperrealidad y el simulacro y en él se pueden encontrar todo tipo de temas siempre bajo esa cúpula cognitiva que he llamado «neurocultura» y que carece de intencionalidad divulgativa sino más bien de poner a trabajar nuestras mentes de forma no convencional acorde con la complejidad. Tomo, pues muchas licencias literarias y si no me creen pueden leer mi ultimo libro donde a propósito del Eneagrama (1) abordo cuestiones quizá relacionadas como los arquetipos, los fractales, la medicina tradicional china, el Zodiaco, los elementos de la medicina hipocrática, los virus y la teoría de grafos. Dicho de otra manera, mi pericia especifica consiste en reunir cosas aparentemente dispares y vincularlas entre sí en un ejercicio que requiere por parte del lector cierta «epoché», es decir cierta suspensión del juicio y llegar al epilogo del libro para alcanzar el climax en mi descripción del concepto de destino.

A este nuevo genero le he llamado «ensayo ficción» y desde luego solo la marca es mía porque el genero ya había sido inventado por otros, los que iniciaron la novela clínica como Siri Huvsted y otros. Hoy el género cuenta con muchos autores que lo frecuentan. Precisamente en este post sobre la ultima ¿novela? de Rosa Montero cuento como la autora mezcla aspectos corrientes de los saberes neurocientíficos, clínicos, psicoanalíticos y estadísticos sobre las relaciones entre la creatividad y la locura y los mezcla con aspectos de ficción que el lector tendrá que descubrir por sí mismo. Efectivamente, el ultimo libro de Rosa Montero no es una novela sino un libro de no-ficción. novelado secundariamente. Una intersección entre los géneros.

Volviendo al articulo de Paco Jariego citado más arriba, lo que plantea es una hipótesis muy osada: dado que la ciencia ficción es un escaparate de ideas que a la larga se constituyen en realidades, como el submarino, los viajes a la luna, el doble pensar, las guerras interminables, la censura, etc, podriamos configurar un futuro elegible a la carta solo con proponer algunas soluciones para los males que abruman a nuestro tiempo, el nuestro el de ahora, poniendo la ficción en el futuro a fin de no promover demasiados temores en el lector. Por eso aconsejo la lectura de «Angel 122» de Jariego y Fernandez Peñuelas.

No habrá misericordia para todos.-

En un mundo futuro, al borde del tercer milenio el sapiens se ha escindido en dos estirpes o razas bien diferenciadas, por un lado existe una civilización subacuática, los ángeles que han perdido la visión pero han ganado telepatía y todos están conectados a un superordenador, un algoritmo llamado Nous, mientras los sidrones gobiernan la tierra pero no han logrado esa prestación de la conciencia y siguen usando sus canales perceptivos habituales si bien han desarrollado tecnologías que les permiten disponer de un escudo cognitivo con el que defenderse de los poderes telepáticos de los ángeles, que aspiran ecuménicamente a la integración de los sidrones. Además existen otras subespecies -las medusas- que son algo así como las becarias de los sidrones y a las que utilizan para volcar sus memorias cuando ya sus cerebros agotados por una enfermedades neurológica degenerativa -la neuronexia- les impide su funcionalidad normal. Los ángeles encuentran una vía de acceso a los sidrones a través del cerebro de Green, una medusa relacionada tanto con Angel 122 y Marlboro, el autócrata dictador de los sidrones.
Pero no hay sitio para todos en Nous.

Podemos ver en esta pequeña síntesis que he llevado a cabo del libro de Jariego y Fernandez Peñuelas como los autores están hablando de un mundo futuro, donde ha habido una segregación de nuestra especie. Una segregación que ya empezamos a ver en nuestro mundo actual a través de muchas evidencias y vemos también una especie que tiene una tecnología especial, una ventaja que les permite tanto prescindir de los sentidos y de la química cerebral pero no de sus intentos de homogeneizar el mundo conocido a través de ese proyecto que llaman «Misericordia», un proyecto que a mi me recuerda a esos intentos de ciertos poderes terráqueos en impulsar movimientos democráticos en todo el mundo incluyendo en aquellos lugares sin tradición democrática y que rechazan a través de escudos cognitivos todo intento de penetración.

El libro tiene muchas lecturas pero sí lo traigo aquí es para iluminar el leit-motiv de este post que no es otro sino el de la dificultad de separar la ficción de la ciencia, de lo que sabemos de lo que puede llegar. De cómo nos imaginamos esos futuros y de la dificultad de escribir sobre utopias. Pues lo que para nosotros podría ser deseable para otros será rechazable. Aunque todos podemos estar de acuerdo en que el amor es el bálsamo de Fierabrás que puede resolverlo todo a través de ese entrelazamiento cuántico que dispone que dos sean mucho más que dos.

Pero solo de dos en dos.

(1) Francisco Traver (2022). El eneagrama: una psicologia de código abierto

Francisco Jariego y Isabel Fernandez Peñuelas: «Angel 122», Misericordia no puede salvarnos a todos.

El pangolín enmascarado

El síndrome respiratorio agudo grave (SRAS) (en inglés: Severe Acute Respiratory Syndrome, SARS) es una enfermedad respiratoria viral causada por un coronavirus, llamado coronavirus asociado al SRAS (SRAS-CoV). La primera vez que se informó sobre el SRAS fue en Asia en febrero de 2003. A los pocos meses, la enfermedad se propagó en más de dos docenas de país en Norteamérica, Suramérica, Europa y Asia antes de que se pudiera contener el brote global de 2003.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un total de 8,098 personas en todo el mundo se enfermaron del SRAS durante el brote de 2003. De esta cifra, 774 personas murieron. En los Estados Unidos, solo ochos personas resultaron infectadas por el SRAS-CoV según confirmación hecha en laboratorios. Todas estas personas habían viajado a otras partes del mundo donde había la presencia del SRAS. El SRAS no se propagó más ampliamente en los Estados Unidos.

Tan pronto como ocurrió el SARS-1, (claramente un accidente natural), las zoonosis por coronavirus de murciélago cobraron relevancia . Obviamente. Porque habían matado a mucha gente y casi provocan una pandemia. ¿Por qué no saber más sobre este peligroso fenómeno?

Además, ¿qué mejor manera de investigar el problema de que los virus de los murciélagos se adapten a los humanos que simulando el problema de que los virus de los murciélagos se adapten a los humanos? Y podemos hacer algo mejor … adaptando realmente los virus de murciélago a los humanos.

El brote desapareció sin vacuna ni ninguna estrategia de confinamiento especial, prácticamente ni nos enteramos de que estaba sucediendo. El brote de coronavirus SARS-cov1 del 2003 fue un brote natural, saltó desde el murciélago a los humanos como anteriormente había sucedido con la gripe porcina o el MERS, en este caso procedente del dromedario.

El murciélago es la especie que mayor número de coronavirus agrupa en su organismo, es por eso que no es de extrañar que las decisiones sobre investigación de virus respiratorios girarán en torno a este mamífero, recogiendo muestras en las cuevas que se exploraron para la ocasión .Es muy posible que el paciente 0 fuera uno de esos exploradores.

Sabemos que los laboratorios chinos en el área de Wuhan estaban experimentando con coronavirus de murciélago humanizados. Sabemos que los chinos no son comedores de murciélagos; por tanto una de las teorías oficiales es que se trataría de una zoonosis a falta de explicar cual era la especie intermedia: el pangolín fue el sospechoso habitual. De manera que:

La hipótesis de que el SARS-CoV-2 fue un accidente de laboratorio chino es la hipótesis nula. Va en el lugar de tu cerebro donde colocas todas las otras cosas que asumes que son ciertas, aunque todavía estás listo para considerar cualquier evidencia en su contra. Simplemente esta hipótesis no ha sido refutada y probablemente nunca lo será por las consecuencias que tiene de todo tipo, políticas en principio pero también haríamos bien en preguntarnos ¿qué demonios hacían los chinos investigando sobre una especie de virus domesticados por la mano del hombre?

La primera cuestión es que no hay una ciencia china, sino occidental, dicho de otra forma: las investigaciones que se llevaron a cabo en Wuhan lo fueron a través de dinero occidental. Es por eso que, la hipotesis del laboratorio nunca será la versión oficial a pesar de que el pangolín no tuvo -el pobre- nada que ver.

Los especialistas disidentes tienen tan alta preparación como sus colegas oficialistas, su defecto es que son especialistas y si el objetivo de pensar con claridad es seguir la hipótesis y ver qué hay detrás de ella es obvio que a nadie le ha seducido hacerlo. En cambio, estos disidentes simplemente prueban la hipótesis una y otra vez.

Según Mencius Moldbug -un generalista- la pregunta correcta para Covid, al igual que para Chernobyl, es qué errores fundamentales del gobierno humano causaron este accidente. Incluso si asumimos que Covid fue filtrado por un laboratorio chino, ni siquiera podemos decir que la causa última del accidente sea china.

«De hecho, afirmo, que era no chino. Es cierto: el accidente debería hacernos pensar menos en los procedimientos de seguridad de los laboratorios chinos. Por mi parte, no había pensado mucho en ellos. Creo que la dirección del PCCh tampoco había pensado mucho en ellos. Ahora, creo, lo han hecho. Estoy seguro de que Mikhail Gorbachev aún no ha perdido su profundo disgusto por los reactores de núcleo de grafito.

Pero los científicos chinos que realizaban este trabajo no seguían (ni siquiera mientras trabajaban en instituciones chinas) un programa de investigación chino, sino un programa de investigación occidental . El Instituto de Wuhan incluso fue financiado con dólares de impuestos estadounidenses . ¿Es este Chernobyl de China? ¿O es nuestro?»

Es en este sentido donde hay que poner los ojos y ver ¿por qué esos trabajos de investigación se hacían en uno de los países menos seguros de la tierra? No es seguro, en sus infraestructuras hidrológicas, ni en sus exigencias de seguridad en los edificios, o en las garantías de calidad de sus productos. China solo fabrica «pichiguilis» y es verdad que los fabrica casi todos.

La ganancia de función.-

El término «ganancia de función» consiste en construir un virus a partir del genoma de otro, a fin de hacerlo más virulento, peligroso o letal para los humanos u otra especie, se eligió un virus ya conocido el SARS cov1. La pregunta que muchos de ustedes se harán ahora es para qué queremos esos virus tan peligrosos. Es poco probable que se llevaran a cabo por razones de bioterrorismo. Lo más probable es que lo fueran para probar vacunas o tratamientos por si acaso. Pero lo cierto es que a veces los simulacros se transforman en realidades. Más que eso: el simulacro de algo aumenta la probabilidad de ocurrencia de ese algo. Y esto es lo que finalmente ha sucedido.

Marc Lipsitch de Harvard, quien antes había denunciado tan fuerte como pudo en la investigación de ganancia de función (por ejemplo, humanizando los coronavirus de murciélagos), era no solo peligrosa sino que no era necesaria en absoluto. Así en una entrevista declara que:

«Los experimentos de ganancia de función hasta la fecha nos han proporcionado solo un conocimiento científico modesto y no han hecho casi nada para mejorar nuestra preparación para las pandemias, sin embargo, se han arriesgado a crear una pandemia accidental. Por tanto, creo que una revisión como la propuesta por el gobierno debería desautorizar la mayoría de estos experimentos arriesgados».

Se refiere a una moratoria a través de la cual este tipo de experimentos se declararon prohibidos en USA. Una moratoria que encontró poderosos antagonistas a sus ideas. como nuestro conciudadano burgalés, el famoso virólogo de Mount Zinai, Adolfo Garcia Sastre, fervientes defensor de «la ganancia de función».

El problema general de la ciencia moderna en la actualidad es la relevancia. Sin embargo, la relevancia casi nunca se puede juzgar científicamente. Dado que debe ser juzgado, se juzga doctrinalmente, dicho de otra manera las toma del dinero o si se quiere del poder que dirige la circulación del dinero . Las decisiones científicas siguen siendo científicas per las decisiones metacientíficas, las decisiones sobre qué hacer con la ciencia , se han vuelto completamente dogmáticas y burocráticas.

Lo que hizo el profesor Lipsitch fue realmente muy valiente, si lo piensas bien. ¡Intentó que le quitaran la financiación a sus compañeros! y cuando se retira un proyecto de la lista de relevancia, estás arruinando las carreras de toda una cohorte de científicos : ¿Quién tiene el poder para hacer esto?. Prácticamente nadie. Quizá por eso el profesor Lipsitch no ha vuelto a abrir la boca.

La idea de que la financiación científica debe ser dirigida por científicos parece una idea sensata, ¿pero lo es?. Quizá lo fue en una época donde la motivación que empujaba al científico era la curiosidad, pero esto parece que ha dejado de ser cierto: la gente investiga sobre todo aquello que es relevante para el dinero y no investiga aquello que no proporciona ninguna ventaja económica o política. Quizá por eso hay tanta investigación feminista bien financiada y ninguna sobre el suicidio de los hombres. No sólo es el dinero sino también lo políticamente correcto, de manera que el dinero pueda fluir en la dirección de la corrección.

Al principio, los científicos todavía tomaban buenas decisiones erróneas, porque habían sido entrenados en una cultura anterior a la corrupción de la ciencia por el poder. ¿Cuantos científicos o investigadores hoy pasarían el filtro de no tener conflictos de intereses por lo que están investigando?. Al final, los argumentos para cada proyecto se volvieron estériles y abstractos como este de la ganancia de función en estirpes de murcielagos domesticados.

Lo mejor sería que estas decisiones las tomara un generalista inteligente, con conocimientos y sabiduría y no alguien que deba ser «revisado por pares». Una especie de zar del COVID en palabras de Mencius Moldbug.

Ningún tomador de decisiones sabio, sabiendo lo que sabemos ahora o lo que sabíamos hace diez años, optaría por financiar esta investigación. Por desgracia, la sabiduría no está en ninguna parte del proceso de financiación de la ciencia; y las decisiones están descentralizadas del mismo modo que lo está la industria textil en nuestro país.

El articulo original de Mencius Moldbug