La psicología del agente secreto

Este post contiene spoilers, es decir revela datos de la trama de la novela de Lorenzo Silva «Púa», el lector no deberá seguir adelante con la lectura del mismo si planea leerla.

Hay novelas que consiguen atrapar al lector y al mismo tiempo decepcionarle al terminar su lectura, es como si los autores pensaran más y mejor en las primera mitades que en las segundas y sobre todo en los finales que casi siempre nos dejan con ganas de preguntarle algunas cosas al escritor. Así y todo, la novela de Lorenzo Silva es una buena novela, muy bien escrita, literatura de alto sabor si quiere decirse así y que además aborda problemas y dilemas éticos y existenciales de la más variada naturaleza.

¿Qué es un agente secreto?

Un agente secreto no es un policía, ni un funcionario ni tampoco un 007 con licencia para matar y para acudir a coctails o acostarse con mujeres de alta gama. La profesión de agente secreto es bastante aburrida y discurre en la irrelevancia y el anonimato, debido a que cuando sus cometidos tienen éxito, el que se lleva todas las glorias es otro: generalmente un comisario de policía. El agente es sobre todo una persona que hace seguimientos y señala una diana (aunque no sabe para qué) Púa el agente de ficción que nos ocupa ni siquiera tiene nombre ni identidad o domicilio y se le conoce por un apodo que le puso su instructor del mismo modo que al resto de sus compañeros, con los que no les une ningún vinculo personal sino solo el de actuar a veces en parejas teniendo restringido el intercambio personal de cualquier cosa que impida una relación totalmente operativa. Es usual incluso que se busquen personas complementarias pero no afines para conseguir que no se den entre ellos intimidades o secretos ajenos a la Compañía, es decir al centro de mando.

Un centro de mando que, aunque en la novela no aparecen nombres identificativos de ciudades o de siglas, no cabe duda de que estamos hablando del CESID hoy CNI y que la trama discurre en torno a la guerra sucia que el Estado en tiempos de Felipe Gonzalez mantuvo con la ETA. La novela va pues del GAL que tiene a sus espaldas 40 asesinatos (ETA tiene 800) y el secuestro frustrado de Segundo Marey. la duración de sus actividades fue de 4 años y comenzó cuando Enrique Casas fue asesinado en la puerta de su casa por los llamados Comandos autónomos, una escisión de ETA que iba por libre y que trató de escalar en su cuenta de resultados asesinando a uno de los socialistas vizcaínos más admirados y querido por sus compañeros. Hay una fotografía (que no encuentro) de Felipe Gonzalez en su entierro mirando a Carlos Garaicoechea que lo dice todo. Ahí comenzó la secuencia de acción-reacción-acción. Una escalada que no sirvió para acallar las armas pero al menos sirvió para que el gobierno francés, ya en tiempos de Jacques Chirac decidiera tomar cartas en el asunto. Desde entonces el santuario francés comenzó a menguar y a larga seria el fin de ETA.

Lo interesante de la figura del agente secreto es que contrariamente a lo que la gente piensa no es un ejecutor, sino una persona que obtiene información y la pasa a la autoridad competente para que decidan qué hacer. Son los liquidadores los que aprietan el gatillo o montan la bomba, generalmente mercenarios, aunque durante los primeros tiempos del GAL fue la guardia civil o incluso los GEOS los que tomaban cartas en el asunto hasta que el gobierno lo pensó mejor y decidió optar por mercenarios, a veces con simples chorizos, traficantes o soplones de la policía bien untados con dinero claro.

Después de leer la novela de Lorenzo Silva me quedé con ganas de recordar una época que ya había vivido y es por eso que busqué libros que hablaran del asunto, una especie de historia de los GAL y creo que la que escribió Jose Amedo, «Cal viva» es una de las mas completas e interesantes, de primera mano por así decir. Necesitaba saber cómo viven los agentes secretos, aunque Amedo no era agente secreto sino policía y ahí comprendí como se las gastan en determinados entornos unos y otros. Las delaciones, trampas, soplos y traiciones están a la orden día sin contar con el laberinto judicial en que se metió a Amedo. El Sr X nunca apareció pero la plana mayor del gobierno acabó entre rejas, si bien por un tiempo limitado. Los chivos expiatorios aparecen siempre en este tipo de entornos.

Así entendí que Púa, el agente secreto diseñado por Lorenzo Silva no las tuviera todas consigo cuando se retiró. Los agentes secretos se consideran quemados una vez que son demasiado conocidos por sus adversarios pero también cuando sus compañeros de aventuras tienen indiscreciones, cosa que sucede con frecuencia cuando se tiene al mismo tiempo una familia e hijos. ¿Pueden ser agentes secretos personas que tienen este telón de Aquiles? Todo parece indicar que una de las fortalezas de Púa es precisamente esa: ser soltero, lo que no significa que no anduviera enamorado de una tal Irene una vasco-francesa a la que enamoró con una identidad falsa y que posteriormente abandonó embarazada. No es dextrañar que la Compañia ponga distancia cuando sus agentes se relacionan con una mujer. Precisamente en el relato de Amedo se cuenta la anécdota de que Idoia «La tigresa» de ETA, pernoctaba con frecuencia con policías y agentes del otro bando. Eso la ponía, según declaró.

Pero sin duda lo que más me interesó de la novela de Silva fueron los párrafos y capítulos dónde Púa se plantea su adscripción al mal. Aunque él no mata a nadie es obvio que tiene responsabilidades en las muertes que otros propiciaron. ¿Cómo resuelve este dilema moral? Lo resuelve como hacen todos los asesinos y terroristas del mundo: apelando a la legitimidad. hay una legitimidad que procede de la ideología (un mundo mejor), otra de la religión (la guerra contra el infiel) y una legitimidad que procede del estado y que se conoce con el nombre de razón de Estado. Por eso se mata, se ponen bombas o se secuestra y tortura por la razón de ese estado que propicia la legitimidad necesaria para pasar por encima de la moral.

En este sentido me parece procedente señalar que al principio de la novela de Lorenzo Silva hay un par de capítulos donde el niño Púa ya muestra ciertas características de la triada oscura, esas torturas a los gatos, incursiones que lleva a cabo con su amigo de la infancia parecen denotar un aspecto bien conocido de la infancia de los psicópatas. No parece que al autor de la novela se haya detenido demasiado en esos aspectos que me parecen cruciales de sus antecedentes patológicos o al menos algunos de sus rasgos psicopáticos.

Sin embargo, la razón que impulsa a Púa a entrar en la Compañía, es la muerte de su hermano en un atentado precisamente de ETA. Se trata de una explicación fácil y comprensible para todo el mundo, aunque es dudoso que los agentes secretos se recluten entre aquellos que buscan venganza, esos son demasiado chapuceros y peligrosos para cualquier organización. Lo interesante es el mundo interior de Púa que tan acertadamente describe Lorenzo Silva y que nos recuerda a esos héroes míticos teñidos de tragedia que aparecían en la escena griega para advertir a los espectadores y que no terminara sucediendo en la vida real lo que aparecía en el escenario.

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