¿Crimenes moralistas?

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Segun los psicólogos evolucionistas hay dos tipos de violencia, una reactiva y otra proactiva. Aqui hay un buen artículo para comprender mejor estas diferencias.

Pero hay otras formas de verlo tal y como podemos ver en este artículo de Michael Shermer, que lleva por título ¿Es el terrorismo una forma de justicia privada?. La tesis sorprendente de este artículo es que el terrorista no es un ser amoral ni inmoral sino todo lo contrario. Es posible hablar pues de que existen crímenes que proceden no tanto de lo que nosotros entendemos como psicopatía, -un término que suele asociarse a la maldad (ignorando que la maldad es un término moral)- sino que suceden por un exceso de moralización.

Y no cabe duda de que la principal factoría -aunque no la única como ya conté en este post– de normas y preceptos morales son las religiones, más concretamente las monoteistas.

El sentimiento innato de justicia.-

Franz de Waal es un primatólogo y etólogo holandés que es famoso en el mundo de la ciencia y la divulgación por sus estudios sobre la agresión, moralidad y alianzas entre macacos. En este divertido video experimenta con capuchinos e intenta demostrar que el sentido de la justicia es innato al menos entre los simios.

No cabe ninguna duda de que el sentido de la justicia es una parte de los sentimientos morales que evolucionó junto con otras emociones con el objetivo de detectar a los tramposos y castigarles. Es interesante señalar que todos tenemos un sentimiento acerca de lo que es justo o injusto (de forma real o equivocada) y que este sentimiento está muy relacionado con la comparación que hacemos sobre lo que reciben los demás y lo que recibimos nosotros, tal y como podemos ver en el video de los capuchinos. Es interesante recordar que el sentimiento de justicia es profundamente egoista y que se activa solo si somos nosotros los que salimos perdiendo en la comparación y permanece inactivo si somos nosotros los ganadores en el reparto.

Algo asi sucede en el juego del ultimátum.

En el juego del ultimátum, en el que a una persona se le da una cantidad de dinero que debe compartir con otra persona, con la condición de que si la oferta es aceptada pueden quedarse con el dinero, pero si la oferta es rechazada no se obtiene nada.

Está demostrado que estamos dispuestos  a pagar el 30 por ciento para castigar a quien no coopera. Esto se llama el castigo moralista.

Donald Black sostiene que sólo el 10% de los homicidios son producidos por rapiña como los que suceden en un robo o hurto, dicho de otra manera: los homicidios que se cometen por incentivos económicos directos son una minoria. El otro 90 por ciento son moralistas, una forma de pena capital en el que los autores son jueces y verdugos de una víctima que perciben que les han hecho daño de alguna manera y son merecedores de la pena de muerte. Ejemplos inquietantes:

Un hombre que «mató a su esposa después de que ella» se atreviera a llevarle la contraria en una discusión,» una mujer que «mató a su marido durante una pelea en la que el hombre golpeó a su hija,» un hombre que «mató a su hermano durante una acalorada discusión sobre los escarceos sexuales de este último hacia sus hermanas menores», «una mujer que» mató a su 21 años de edad, hijo, porque él había sido «tonteando con los homosexuales y las drogas ‘», por no hablar de las discusiones de tráfico, etc.

Dicho en otras palabras: la mayor parte de los homicidios se cometen durante situaciones de ira, situaciones comunes y banales, donde los individuos parecen no tener control sobre sus emociones pero que paradojicamente se perpetran siguiendo una siniestra inspiración de que el «otro» -la victima- se lo merecía. Y dónde el agresor no tiene nada que ganar.

De la venganza privada a la Justicia del Estado.-

Es un fenómeno relativamente nuevo el que el Estado mantenga la exclusiva sobre las penas y castigos a los delincuentes o tramposos.

Después de la Edad Media, la venganza privada fue sustituida en su mayor parte por la justicia penal, una justicia garantista que ha de velar necesariamente por los derechos del reo.

¿Pero qué sucede cuando la gente no confía en el sistema penal o creen que esta justicia está sesgada en favor del ofensor?

Es lo que sucede cuando las personas viven en sociedades tribales, en Estados débiles con gobiernos corruptos o se trata de comunidades apátridas que toman la justicia por su cuenta.

El terrorismo es una de esas actividades, Black  argumenta en un artículo de 2004 en Teoría Sociológica titulado «La Geometría del terrorismo,» que es una forma de auto-justicia cuyos motivos dependerán del grupo terrorista en particular. Estos van desde el marxismo revolucionario en la década de 1970 hasta el terrorismo apocalíptico del Islam de hoy (conocido como ISIS), que no es un estado en absoluto, sino una confederación de yihadistas.

La gente de izquierdas al menos en nuestro pais son bastante comprensivos con el fenómeno terrorista islámico que niegan e interpretan desde unprisma politico: una especie de conspiración norteamericana de espias y CIAs y que minimizan o justifican por los lastres del colonialismo. Se niegan a verlo como lo que es: una forma religiosa de moralización obligatoria.

¿No seria absurdo decir que la matanza del dia de San Bartolomé que enfrentó a protestantes y católicos durante la Reforma protestante no tuvo nada que ver con la religión?

No menos absurda es la creencia de que los yihadistas son agitadores políticos seculares disfrazados. Lo que realmente quiere ISIS,  es volver a una civilización del siglo VII y a su entorno jurídico, y en última instancia a provocar el apocalipsis.

De manera que liquidar el asunto diciendo que aquello que no entendemos es una cuestión de psicopatía (psicologizar el problema) es una forma de blanquear la verdad ocultándola y haciendola opaca a la mirada del lector informado, atento y sagaz que no tiene ningún sentimientos de culpa por lo que hicieron otros y en otro momento de la historia.

Más concretamente, el terrorismo no procede del colonialismo, lo que aprendimos algunos de este periodo de la historia es que los valores democráticos empastan mal con ciertas sociedades que mantienen una cohesión tribal a través de una coacción religiosa más o menos aceptada individualmente.

La evolución de las instituciones que dan lugar al bienestar y la libertad no han ido todas al mismo tiempo como ya comenté en este post. Los musulmanes tendrán que hacer su propio proceso de secularización si quieren integrarse en el mundo del siglo XXI

¿Por qué comemos?

No hay pulsión sin impulso

K. Lorenz

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Uno de los hallazgos más importantes de Konrad Lorenz fue el elaborar una nueva teoria sobre el instinto. Se ocupó para ello de investigar sobre los cuatro grandes: huir, aparearse, comer y luchar. Uno de sus descubrimientos más importantes es la idea de que existe una separación entre causa y propósito, entre pulsión e impulso. Asi la causa del hambre no es la necesidad de alimentarse sin embargo el propósito del hambre es la alimentación. En términos comprensibles significa que por primera vez un etólogo aportó una nueva lectura del instinto que iba más allá de la causalidad o determinismo lineal, una lectura no teleológica. Los animales no comen o dejan de comer sólo porque tengan hambre o falta de apetito, sino que en el hambre intervienen otros factores que no tienen nada que ver con la alimentación. Por ejemplo el hambre puede inhibirse cuando un animal dominante merodea por los alrededores o puede excitarse a raiz de una ganancia de rango.

Lo cuatro grandes son programas filogenéticos que se inhiben o se excitan unos a otros y que se imbrican y confunden en una red intencional cuyo fin es la preservación del individuo y de la especie. Dicho de otra forma el instinto puede entenderse mejor si lo contemplamos como una especie de red neuronal, cuyos elementos compiten entre sí en una suerte de competencia darwiniana (darwinismo neuronal) por imponer unos criterios sobre otros, unos movimientos sobre otros: decisiones bayesianas – probabilisticas-que toman sobre la marcha mientras el individuo decide si huir o luchar, si aparearse o comer, si escapar o aparearse, lo que significa que el cerebro está haciendo continuamente un balance sobre sus posibilidades de éxito enmedio de una enorme incertidumbre que se convierte en decision conductual como una forma de liberarse de la insoportable incertidumbre que ese 50 y 50 % de posibilidades casi siempre impone la realidad a la supervivencia.

Huir y luchar son asi dos opciones sobre las que un individuo sometido a acoso debe resolver con el fin de activar una conducta destinada no tanto a eliminar al contrincante sino a ponerlo en fuga, de lo que se trata no es tanto matar sino de disuadir. Y para disuadir es necesario poner en marcha determinados mecanismos que hagan verosimil la amenaza. Pero el fin -el propósito- de la amenaza no es terminar con el contrincante sino pornerlo pies en polvorosa o de lo contrario huir si las opciones asi lo aconsejan.

La causa de la agresión no es pues un sadismo estúpido que la naturaleza ha puesto en manos de los individuos para hacerles disfrutar de su poder sino un mecanismo de supervivencia cuyo propósito no es casi nunca la muerte del contrario, salvo en los casos depredador presa, donde no hay esencialmente agresión sino conflicto de intereses, el mismo conflicto que tienen los pollos de mi corral con mis procesos energéticos, ellos pretenden seguir vivos y picoteando entre gallinas y yo pretendo comérmelos, no se trata de agresión sino de alimentación, unos sirven para que otros sigan viviendo.

Comer o no comer. ¿qué hay en juego en la comida?-

La opulencia alimentaria es un fenómeno que no por ser tan reciente y ubicuo en las sociedades occidentales, nos debe hacer perder de vista que hasta hace  poco tiempo las hambrunas consumían grandes partes de la población en nuestra hoy opulenta Europa. Es posible afirmar que el ser humano se ha enfrentado desde su origen como especie a las terribles consecuencias de la falta de alimento tanto por las condiciones climáticas adversas, como por la dificultad en acceder a los alimentos de un modo programado y previsible.

Aun hoy, el hambre es un azote para media humanidad y las enfermedades consuntivas que se derivan de ella la principal causa de muerte infantil tanto en Africa como en Sudamérica sin que hayamos sido capaces de articular estrategias globales para erradicar ese mal.

En un orden de cosas más novelesco es posible imaginarse al Homo Sapiens como un forrajeador constante en busca de frutas, vegetales, raíces, pequeños reptiles y huevos que debía andar varios kilómetros diarios para procurarse el alimento necesario para un solo día para volver después a su base de operaciones. Eso suponiendo que nos lo imaginemos instalado en un campamento o abrigo permanente, cuestión que hoy se pone en cuestión debido precisamente a esa necesidad nomádica que probablemente le hacia alejarse cada vez más dejando atrás paisajes esquilmados por él mismo: una actitud que el hombre sólo pudo abandonar haciéndose sedentario bien entrada la historia reciente y con ella la emergencia de la agricultura.

Las cacerías y la dieta carnívora fueron probablemente una excepción. Con o sin herramientas es difícil imaginarse un Sapiens cazador con la única arma de sus brazos, su resistencia para la carrera o sus trampas artesanales, con todo es posible imaginarse que puntualmente alguna bestia enferma o herida cayera en sus manos y con ella las proteínas necesarias para darse un festín o – en clave más actual – un atracón.

Más probablemente, los humanos se iniciaron como especie carroñera (Isaac, 1978) y probablemente caníbal de donde se procuraban las primeras proteinas que alternaban con sus constantes forrajeos, aunque ambas estrategias no resultaran evolutivamente estables y terminaran por extinguirse a favor de una dieta omnívora pero predominantemente vegetariana que compartieron tanto machos como hembras, aunque en este sentido no hace falta utilizar el verbo compartir en tanto que ese forrajeo necesario para la alimentación pudo ser individual y autónomo con la única excepción de la hembra y sus crías destetadas.

Las actividades a las que más tiempo debieron dedicar nuestros ancestros del paleolítico debieron ser la continua búsqueda para el consumo diarios de alimentos: una búsqueda que debió ir evolucionando desde ese forrajeo individual hacia otras formas de compartir alimentos cuando las estrategias de caza lograron ser más eficaces sobre todo con la invención de las primitivas armas de sílex

Compartir debió representar algo así como especializarse en algo que representó un cambio en la organización social de la horda: si unos se dedicaban a la caza, otros debieron dedicarse a la magia para invocar a la buena suerte, otras debieron seguir dedicándose al forraje y otras al cuidado de las crías. Este reparto de tareas ha sido señalado por Fischer (Fischer 1984) como el resultado de la ganancia de intimidad entre la pareja humana y probablemente lo fue.

Alimentarse, como beber o aparearse no necesitan explicación, simplemente suceden, se trata de la emergencia de un instinto, lo que cambia en los humanos es la organización social que modela este instinto, pero no el instinto en sí. Aunque para ser exactos los instintos necesitan alguna explicación dado que estamos acostumbrados a pensarlos como un fin en sí mismos, de un modo finalista: el instinto de alimentarse puede considerarse una pulsión autónoma, como sucede con los llamados «cuatro grandes» (huir, aparearse, agresión, comer) y toda pulsión precisa de un impulso. No hay pulsión sin impulso (Lorenz 1971) y en este caso, en el caso de la alimentación el impulso es el hambre.

Sin embargo el hambre no es la causa de la alimentación sino que es el propósito de alimentarse, si comemos es porqué existe la pulsión del hambre, pero no a causa del hambre. En la alimentación participan otras pulsiones que nada tienen que ver con el hambre, como por ejemplo la agresión, el rango,  la sexualidad y el gregarismo (otra de las pulsiones menores del instinto). En este sentido el carácter actual con el que se contemplan los instintos tiene en cuenta la necesaria disociación entre propósito y causalidad: el propósito del hambre es satisfacerse pero la causa de la alimentación no es el hambre sino una malla intencional que entronca con otras fuentes del ánimo, al menos con cuatro de ellas, la sexualidad, la agresión, el gregarismo y el altruismo ligado al maternaje.

Comer para los humanos no consiste solamente en el forrajeo individual, comer significa compartir, algo esencialmente humano emparentado con los instintos gregarios que viene a substituir a los rituales alimentarios de los animales, y que – no obstante- siguen manteniendo algunos vestigios derivados del comensalismo.

Comer para los humanos significa algo más que alimentarse tal y como se deduce de la propia etimología de la palabra comer (cum cudere) «estar o compartir algo con alguien». Basta con comer sólo para saber a que me estoy refiriendo: la mayor parte de las personas que comen a solas, comen de pie, rápidamente, comida fría o escasamente elaborada, picotean o apacientan, pero no comen en el sentido ampliado de la palabra. Comer significa sobre todo hablar mientras se come, comentar, educar o instruir, un placer que precisa ser compartido, comunicado y legitimado por alguien que es el que en definitiva opera la necesaria abreacción del resto instintivo que se vincula con el acto de la alimentación.

El comensalismo (Bilz 1971) es una conducta ampliamente representada en la naturaleza que viene a representar algo así como un turno en el acceso a la comida o por decirlo en palabras de Lorenz «un orden de picada», que viene a representar a la propia jerarquía o rango entre los animales. Lo usual es que los machos dominantes se alimenten primero y después las hembras y los cachorros. Un rasgo que es aun observable entre la forma en que se alimentan los grandes depredadores y donde el único altruismo que es posible reconocer es el ubicuo altruismo alimentario de la hembra con su cría. El comensalismo representa pues la alimentación social.

No todos lo animales se alimentan siguiendo estas reglas sociales de los leones, otros optan por otra conducta muy curiosa que se denomina «vagabond feeding» (alimentación vagabunda). Consiste en comer deprisa y a solas, esconder  o enterrar comida, robar comida y sobre todo hacerlo mientras se está de pie o de un modo furtivo. El «vagabond feeding» representa un modo individualista y «esquizoide» de alimentarse en cualquier caso una alimentación codiciosa y desocializada.

En ambos casos, tanto el comensalismo como el «vagabond feeding» están presididos por unas reglas de rango y territoriales no escritas que penalizan ampliamente sobre todo a los intrusos como sucede con la agresión en general, hecho del que se desprende una de las grandes reglas de la etología: «el que lucha en su territorio lleva siempre las de ganar», un aspecto modificado del cual sería «que aquel que conserva su territorio o su rango tiene más posibilidades de sobrevivir y de llevarse el mejor bocado»

En general la alimentación está presidida por grandes reglas que tienen que ver con el territorio, el rango y la agresión.

  • El mayor rango asegura una mejor alimentación.
  • La alimentación se inhibe con la presencia de individuos dominantes en las cercanias.
  • Es imposible alimentarse mientras se huye, luego la huida y la alimentación se inhiben entre si.
  • La agresion asegura un mayor rango y por tanto una mejor alimentación y oportunidades reproductivas.
  • Es imposible alimentarse mientras se lucha.
  • El altruismo alimentario es la conducta universal de madre a cria y a veces tambien- en algunas especies- de padre a cria.
  • En algunas especies el macho muere – es devorado- después de haber copulado con la hembra, la mayor parte de los machos son superfluos.
  • El canibalismo fetal es una conducta presente en muchas especies y que procede de dos supuestos: errores en la identificación de la camada o errores en la valoración de la extensión de la camada en relación con la provisión de recursos.
  • Las hembras aumentan su agresividad y disminuyen su apetito tras el parto.

La pregunta que da origen a este post por tanto tiene una dificil contestación: no comemos para vivir, ni comemos por instinto o porque tengamos hambre sino que comemos porque alimentarse forma parte de un programa participado y compartido con otras redes neuronales que tienen que ver con el precepto: creced y multplicaos y que seguramente mantienen entre si una relación de complicidad y amistad evolutivamente estable, es decir se trata de redes neuronales acostumbradas a salir de copas juntas y que cuando están de fiesta se invitan mutuamente.

Aun no sabemos por qué obedecemos ciegamente este precepto y una de las explicaciones que mejor se ajustan a la realidad es la hipotesis darwinista, es asi porque siempre fue asi, y porque existe una antiquisima tradición de ciertos grupos neuronales para velar por la integridad de los organismos vivos.

Y no porque exista una causa final que provea o diseñe de un modo teleológico tales conductas sino porque tales conductas emergieron conjuntamente en interacción con un medio ambiente hostil donde sólo esas conductas fueron seleccionadas como adaptadas y el resto perecieron sin oportunidad de trasmitir su genoma a las generaciones posteriores.

Comer no es pues la conducta observable de un instinto determinado: la alimentacion, sino una conducta que nos informa de como andan esas redes que se activan sinérgicamente en relación con la preservación y que contienen información sobre el rango, sobre la precariedad de recursos, sobre el altruismo y el gregarismo, sobre el compartir y sobre decisiones bayesianas que tienen que ver con la evaluación de un lugar tranquilo donde alguien cocinó algo para compartir, es decir un hogar.

La lagartija zurda

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Todos sabemos qué es un zurdo: aquel que escribe o se maneja mejor con la mano izquierda. Pero esta es una definición popular y trivial. En realidad un zurdo es aquel que tiene un predominio de su corteza motora situada en su hemisferio derecho, al revés que la mayoria de nosotros -los diestros- que tenemos una hegemonía de nuestro cerebro izquierdo.

Sucede por un fenómeno que se conoce con el nombre de asimetría hemisférica: en nuestro cerebro somos asimétricos. Nuestros dos hemisferios no son iguales, tienen diferencias cuantitativas sutiles pero notables. La mayor parte de la población mundial es diestra aunque existe una cierta indeterminación en eso que llamamos lateralidad. En este post existe una explicación a este fenómeno de la lateralidad y sus relaciones psicoevolutivas con algunas enfermedades mentales.

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Lo cierto es que la lateralidad es ambigüa y no se establece hasta los 11 o 12 años, hasta entonces los niños son ambidiestros y sólo algunos fuertemente influidos por la genética son diestros o zurdos absolutos. El resto de la población, los ambidiestros fluctúan entre ambos polos de la lateralidad y es por eso que existen las dislexias, las disgrafias o ese tipo de enfermedades del desarrollo del aprendizaje que se curan precisamente cuando el psicólogo obliga al niño a definir su lateralidad.

Y no cabe ninguna duda de que existe una presión social hacia la destreza de la diestra: todo está pensado en el mundo para los diestros como todo está pensado para los heterosexuales.

Lo cierto es que con presión social y todo, suele haber un 10 % de zurdos obligados, un número muy parecido al de homosexuales. Tanto es asi que los investigadores han recorrido esta idea sin encontrar nunca ninguna relación entre ambas preferencias, pues lo cierto es que ser zurdo no implica ser homosexual ni heterosexual. Pareciera como si la evidencia genética no tuviera traducción en la conducta real. ¿Cual es pues la relación entre la zurdera y la homosexualidad? o para empezar ¿existe alguna relación entre ambas condiciones?

Si y no. El hecho comprobado de la carga genética de una y otra condición llama la atención, es como si aquello que estira de la población para que sea zurda fuera algo muy parecido a lo que estira de la población para que sea homosexual. Hay algo que estira, algo genético y ese algo que estira es lo que se conoce en genética de poblaciones como un genoma lag, es decir un trozo de basura genética que hasta hace poco se llamaba así porque se consideraba que no estaba codificando nada. Los investigadores siempre se preguntaron acerca del por qué en nuestro genoma habia genes que no codificaban nada, pues si no codificaban nada ¿cual era su función?

En realidad no existen reptiles zurdos puesto que la asimetria interhemisferica tiene que ver con nuestro cerebro mamifero y humano. De tallo cerebral para arriba existe un cruzamiento de las fibras motoras de nuestro hemisferio izquierdo al derecho y viceversa, pero de tallo para abajo (incluyendo médula) no existe tal cruzamiento.

Si existen zurdos es porque existe una corteza motora cruzada.

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Aqui puede observarse como se cruzan los nervios ópticos antes de llegar a la corteza visual

Antes de responder a esta pregunta es necesario entender una cuestión: ni la homosexualidad ni la zurdera son «enfermedades» ni por tanto podemos considerarlas estrategias maladaptativas en relación con la teoria evolutiva. Sin embargo la homosexualidad contiene una paradoja que ha sido investigada por los psicólogos evolutivos bucando alguna clave que explicara el por qué una estrategia reproductiva que no «daba premio» evolutivo -descendencia- podia haberse mantenido a lo largo de la evolución del ser humano. Lo mismo podriamos decir de la zurdera, ¿para qué construir zurdos si no tienen niguna ventaja sobre los diestros? ¿cómo se trasmite la homosexualidad si los homosexuales no tienen hijos?

Lo primero que se les ocurrió a los investigadores fue el pensar que quizá la condición de zurdo u homosexual pudiera conferir determinadas inmunidades a determinadas enfermedades. Vasey, un primatólogo muy motivado para esta cuestión que habia descrito la homosexualidad entre chimpancés  especuló en 1995 -en el articulo abajo reseñado- que quizá la homosexualidad era un subproducto neutro derivado de la selección natural que habia servido para la supervivencia de «algo» que aun no habia podido ser definido. Es evidente que ese algo no es una enfermedad puesto que los homosexuales pueden enfermar de cualquier cosa, no parece pues razonable pensar que la selección natural se haya tomado la molestia de proteger los genes homosexuales o los de los zurdos sin razón alguna.

Vasey no se equivocaba en su intuición.

Pero ahora tenemos que volver al tema de la zurdera y de la asimetria interhemisférica porque en realidad la asimetria motora no coincide con la asimetria sensorial que es hormonodependiente. Significa que en realidad un macho de la especie humana -un hombre- es aquel cuyo hemisferio dominante es el derecho y que una mujer es aquel miembro de la especie humana cuyo hemisferio dominante es el izquierdo. La gracia está en que esta ley cambia en los zurdos y en las zurdas.

En terminos conductuales significa que un hombre computa sus emociones desde su hemisferio derecho (con independencia de que motóricamente sea diestro) y las mujeres diestras computan sus emociones desde su hemisferio izquierdo.

Pero hay más porque la mayor parte de los humanos fluctuamos entre tratar las emociones con un hemisferio u otro sobre todo en las etapas conflictivas como la prepubertad o la menopausia: en esos periodos de indeterminación una mujer puede activar su cerebro masculino o un muchacho prepúber puede activar su cerebro femenino. Es posible decir que la mayor parte de nuestra vida estamos fluctuando entre estos dos modos de proceder. Es por eso que con independencia de la conducta sexual mostrada un hombre aun heterosexual puede ser muy femenino o una mujer aun heterosexual puede ser muy masculina segun los patrones sociales que definen estas conductas.

Ser homosexual (mostrar una conducta homosexual) no es pues lo importante sino conocer qué estructuras cerebrales están implicadas en las conductas y en la computación de las emociones, puesto que como todo el mundo sabe existen muchas formas de sentir femeninas en hombres masculinos y heterosexuales.

No es que la libido sea bisexual como especulaba Freud sino que nuestro cerebro es asimétrico y contiene un hemisferio masculino y un hemisferio femenino.

Por ejemplo, una mujer diestra menopáusica tiene la misma probabilidad que un hombre de reaccionar ante un conflicto territorial como aquellos: haciendo un infarto de miocardio (corazón izquierdo). La menopausia deja de proteger a las mujeres -ante el cese de secreción de estrógenos- de las enfermedades masculinas que antes de esa condición son muy raras.

Y ahora viene la respuesta a la pregunta que hacía más arriba y a la que tambien Vasey intuyó de alguna manera:

Imagínense ustedes que existe una enfermedad que se lleva por delante a casi todos los hombres de la Tierra: todas las mujeres diestras sufririan un conflicto territorial que por ser mujeres sentirian como un conflicto de frustracion sexual: a nivel orgánico estas mujeres entrarian en amenorrea viéndose afectado su lóbulo temporal izquierdo y poniendo en peligro la supervivencia de la especie. Las mujeres zurdas verian afectado su lóbulo temporal derecho provocando un sindrome de hipersexualidad.

Y lo mismo sucederia con los machos en el caso de que fueran las mujeres las amenzadas por la extinción: los diestros morirían de infartos de miocardio al sentir como su territorio se desvanece mientras que los zurdos  que sentirían esa perdida de territorio desde su hemisferio izquierdo darian lugar a actividades maníacas hipereróticas incluyendo a los homosexuales al menos a aquellos débilmente determinados por la genética.

De manera que Vasey tenia razón, tanto los zurdos como los homosexuales son una reserva inteligente -un subproducto- que la naturaleza ha propiciado para salvaguardar la especie humana. Vasey no lo sabia pero «ese algo» que se trataba de preservar era nada más y nada menos que un as en la manga que la evolución escondió en forma de genoma lag para ser utilizado por si era necesario.

Bibliografia:

VASEY,P.L: (1995) «Homosexual behavior in primats: a review of evidence and theory«. International Journal of Primatology, 16.

Fernando Callejón: «La lupa de la medicina«: (puedes descargarlo aqui)