¿Qué quieren los dioses?

Dios existe pero los dioses que adoramos son todos falsos (Freixedo)

Por alguna razón que no alcanzo a vislumbrar los dioses de todas las religiones conocidas decidieron mantener al hombre en la precariedad, esta es la razón principal que lleva a Freixedo a declarar en este libro, muy interesante no solo por lo que en él se revela sino aun más por lo que calla.

El mito de Prometeo.-

Prometeo no era un Dios sino un titán, es decir una especie de superhombre amigo de nosotros los mortales y a los que trajo el invento del fuego, necesario para calentarnos, cocinar y hacer sacrificios a los dioses. No cabe duda de que el invento del fuego y su administración supuso un antes y un después en la evolución de los homínidos. Pero Zeus no estuvo de acuerdo con esa maniobra del bueno de Prometeo y le condenó a vivir atado a una roca en el Cáucaso donde un águila iba comiéndole poco a poco su hígado mientras que por la noche se regeneraba.

Prometeo era mortal y en otras formas del mito se supone que fue él quien moldeó a su semejanza a los hombres y es por esta razón que es considerado un benefactor de la humanidad y su generosidad se tradujo en el hecho de ofrecerse a Zeus como recambio de la inmortalidad de Quirón herido en su parte animal por una flecha de Heraclés y sometido a grandes tormentos -inmortales- por ser su herida incurable.

De manera que hay que destacar la generosa conducta de Prometeo y compararla con la de un dios como Zeus, celoso, cruel, libidinoso y arbitrario en sus castigos cuando los hombres o los superhombres no obedecen sus designios.

Esta idea de dioses vengativos, celosos o viciosos no es privativa de la mitología griega y podemos rastrearla en el Yahvé bíblico. Recordar la manía de Yahvé por los sacrificios, la sangre y el tratamiento de los despojos de la carne de los animales. En el libro de Freixedó se explora esta debilidad de los dioses por la sangre, por determinadas vísceras (como el hígado o los riñones) y determinados procedimientos para llevar a cabo los sacrificios, usualmente por degollamiento a fin de aprovechar la sangre de la manera más útil para ellos. El resto de los despojos podía quemarse una vez apartados de las -digamos- zonas nobles.

Yahvé es el Dios de los judíos y de los cristianos y como en todas las religiones nos impuso una serie de restricciones sobre la comida, la bebida, los sacrificios y la vestimenta, el decoro y la conducta sexual. Los ayunos, abstinencias, la prohibición de comer carne, del alcohol, o los mariscos. La prohibición selectiva de comer carne de cerdo o de vaca está representada en todas las religiones y la prohibición de matar animales incluyendo a los insectos se encuentra aun activa en otras.

Del mismo modo todas las religiones imponen el culto colectivo en determinados templos erigidos a ciertos dioses, los sacrificios (holocausto) se suelen realizar en sus puertas y requieren la participación activa de todo el grupo de creyentes que están obligados no solo a acudir a esos lugares sagrados de forma obligatoria sino a participar en su liturgia con una frecuencia dispar según religiones. Nosotros los cristianos estamos obligados a oír misa una vez por semana, los Domingos, que fueron creados por Dios para descansar (aunque los judíos celebran el sábado). Todo parece indicar que a los dioses les gusta vernos reunidos, postrados ante ellos. es como si la cohesión y sincronización de los cerebros de los creyentes amplificara algo que para ellos es vital. La mente colmena es el sueño de todos los dioses conocidos y lo que más les gusta a los dioses son ciertas emociones excitadoras como el dolor, el miedo, la expectativa y la incertidumbre. Aunque lo cierto es que nosotros los cristianos hemos sustituido la sangre por el vino, vale la pena recordar que el vino es el sustituto simbólico de la sangre y lo es tanto por su valor calórico y energético, también por el color.

De modo que la creencia de que nuestros dioses son protectores es una verdad a medias. Lo son en un sentido podríamos decir infantil pero al mismo tiempo practican una especie de sadismo contra nosotros que se manifiesta en ordenes arbitrarias, castigos irrecurribles y cierta tiranía en su gobierno espiritual. Uno no acaba de entender que tiene que ver el amor con la sangre y los sacrificios. Es como si los dioses fueran adictos a algo que tenemos nosotros tanto los hombres como los animales. También los vegetales aunque en menor grado. Es por eso que los incendios también son del gusto de los dioses.

En conclusión Prometeo señala en la dirección de que no todos los dioses son benefactores de la humanidad y aunque estos existan los más frecuente es que los dioses inventaran las religiones imponiendo según cada cultura, su propio sistema exóterico, es decir las reglas por las que querían ser obedecidos y que van desde los sacrificios humanos de los aztecas hasta las prohibiciones alimentarias.

En este sentido hay muchos dioses (con d minúscula) pero un solo Dios con mayúscula del que apenas sabemos nada muy probablemente porque escapa a la comprensión de nuestro cerebro.

Las escaleras cósmicas.-

Del mismo modo que un teniente de la Guardia Civil puede llegar a ser general del mismo cuerpo es imposible que ese teniente sea almirante de la Armada. Este es el ejemplo que pone Freixedo para ilustrar la existencia de diversos planos, de un multiverso donde existen escalafones múltiples. En el nuestro están los vegetales, los animales, los hombres y los superhombres. Los dioses pertenecen a otro escalafón y son tan diferentes entre si como lo somos entre nosotros los individuos humanos. De manera que hay múltiples dioses, unos benefactores y otros malvados, si bien ellos nos contemplan del mismo modo que nosotros vemos a las gallinas: sirven para alimentarnos, ellos los dioses no nos quieren para comernos (excepción hecha del tema de la sangre) sino para imponernos su mandato. Lo que pretenden es dominarnos, sin más. Los malos dioses viven de nuestro dolor.

Entre una escalera y otra hay una separación que para nosotros es invisible e impracticable, no podemos convertirnos en dioses pero ellos si son capaces de trasplantarse a nuestra dimensión y por eso a veces se nos manifiestan, con apariciones, contactos, inspiraciones, conversiones y otros fenómenos emparentados con la maldad, la locura o la beatitud.

Según Freixedo estas manifestaciones han estado presentes en toda la historia de la humanidad y han ido tomando formas distintas según las creencias de cada tiempo y cultura. En la antigüedad estas apariciones estaban presididas por formas religiosas: un Dios se aparece a un pueblo a través de un profeta y le ordena usualmente una caminata hacia un lugar concreto: eso sucedió con los aztecas (desde Arizona hasta Mexico) y con el pueblo hebreo (De Egipto a Palestina), bajo la promesa de ser el pueblo elegido, caminatas largas y penosas a veces llevadas a cabo con cierta maldad que incluía dar vueltas y vueltas sobre un mismo desierto. Las apariciones marianas son la versión católica de estas manifestaciones y aunque hay muchas de ellas que han resultado fraudes otras están perfectamente documentadas como las apariciones de Fátima.

Ahora ya no se aparecen vírgenes (hadas) sino Ovnis.

El fenómeno ovni existe más allá de toda duda, no solo existen los testimonios individuales, sino apariciones colectivas, visualizaciones masivas, contactos personales, desapariciones de personas, matanzas de animales (para desangrarles), detecciones por radar, persecuciones aéreas e incluso conversaciones. Lo importante es comprender que según Freixedo, estas apariciones de objetos voladores no identificados representan el mismo fenómeno de los dioses primitivos que se aparecían trasvestidos de animales, de hadas, dragones, tormentas o  elfos.

La mayor parte de la gente interesada en el fenómeno Ovni cree que se trata de extraterrestres que pretenden contactar con nuestro mundo y que tienen intenciones pacíficas. Esta opinión es una novedad que no se dio durante la guerra fría: entonces las intenciones que atribuíamos a los extraterrestres eran siempre bélicas, hace falta ver películas de ciencia ficción de aquella época (años 50-60) para contemplar como han cambiado nuestras opiniones sobre esta colonización extraterrestre. parece que el buenismo de nuestras sociedades ha alcanzado a los extraterrestres.

Pero en realidad -según Freixedo- no son extraterrestres sino dioses que comparten con nosotros el mismo lugar. Están aquí, entre nosotros, solo que al habitar un distinto plano de realidad electromagnética, no podemos verlos. Pero ellos si pueden hacerse de notar cuando quieren y bajo cualquier apariencia como Proteus, aquel monstruo que aparece en la Odisea y que unía su capacidad de adivinar el futuro con una enorme capacidad para mostrarse de cualquier forma.

Los mitos hay que tomarlos muy en serio y de los dioses embaucadores hay que mantenerse alejados.

Un soneto de Borges sobre Proteus:

 

Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo.

Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.

Urgido por las gentes asumía
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera

o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres

Amores abyectos

«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». (Leon Tolstoi)

Estamos en la Rusia zarista alrededor de 1871, la guerra franco-prusiana está en sus estertores y mientras tanto la aristocracia rusa, llena de príncipes, condes y nobles sigue con sus bailes, teatros, operas y flirteos constantes. El 90% de los rusos viven en la miseria, con una agricultura atrasada, el analfabetismo es la regla y se trata de un privilegio cuando las clases populares pueden emplearse como siervos de alguna de esas familias aristócráticas: la élite diríamos hoy.

Los hombres aristócratas o bien sirven en el ejército o bien se dedican a la política o son funcionarios. Las mujeres por su parte viven en sus hogares con poca cosa que hacer debido al servicio que les asiste continuamenente en todas sus necesidades. En ese entorno de ociosidad surgirá una nueva subjetividad, la de Ana Karenina, una de las novelas más leídas de Leon Tosltoi y representante del romanticismo ruso junto con Dovstoyevski, es decir de la decadencia. La decadencia de la nobleza.

Ana Karenina es una mujer casada, con un hijo, esposa de un alto funcionario -Alexei- que vive en uno de esos palacetes con varias alas y un montón de habitaciones sin usar que dan esa impresión de lugares desangelados, impersonales, decorados a golpes de imitación de Francia y donde los niños se educan en francés. Alexei es un hombre adusto, preocupado por su carrera y su ambición política. La apariencia es su única moral y la reserva introvertida la forma de relacionarse con su mujer.

Es interesante resaltar que el matrimonio en aquellos tiempos era bastante distinto al concepto que de él tenemos en la actualidad con otros dilemas que proceden del campo de la igualdad y la isosexualidad. Divorciarse no sólo era bastante difícil sino que además estaba mal visto y podía liquidar más de una carrera. La vida era muy convencional y solo el teatro, las fiestas y una vida social constante y abrumadora para nuestro concepto actual permitían sobrellevar aquella vida sin futuro a las mujeres que como Ana, sentían su propia intimidad como encarcelada y se planteaban un más allá donde la felicidad acechaba siempre en forma de amor para quien osara adentrarse en ese país de los misterios que siempre guía a las heroínas enamoradas, una vida vacía y covencional para cualquier mujer despierta. Y no hay transgresión sin normatividad. Los matrimonios estaban pactados de antemano por personajes con vocación de celestinas y donde el interés mutuo presidía las decisiones.

Fue así que Ana y el conde Brodsky se conocen en una de esas fiestas donde se baila el vals. El encuentro es un flechazo repentino, una explosión, un hallazgo. Brodsky es uno de esos personajes chulescos y echados para delante, militar en retaguardia que vive de la pensión que su madre le pasa y que carece de oficio o beneficio como corresponde a su clase. Brodsky le pone cerco a la confusa Karenina que no sabe qué hacer y se debate entre el deber y el placer cuando se descubre enamorada y decide a abandonarse en sus brazos.

No voy a contar toda la trama de la novela que en cualquier caso podéis seguir en una de las tropecientas películas o series que de ella se han hecho y me voy a ceñir al argumento primordial de ésta que no es otro sino el gran tema de los amores imposibles.

Efectivamente Ana y Brodsky pueden ser amantes, verse en secreto pero no pueden hacer publico su amor. Les está vedada la extimidad. Pero ellos no se conforman con eso: quieren aparecer socialmente como un matrimonio ordinario y poder presentarse como pareja: ellos buscan legitimarse. Algo que no podrán hacer salvo un divorcio pactado que les permitiera casarse de nuevo.

Personalmente lo que me interesa señalar de esta novela es que se trata de la emergencia de algo nuevo: de una nueva subjetividad femenina. ¿Pero qué es una subjetividad?.

Una subjetividad es una manera nueva de ver las cosas y tanto Ana Karenina como la Mme Bovary de Flaubert representan una nueva forma de pensar el amor: más allá de las conveniencias y más allá del bienestar personal. El amor comienza a pensarse como una especie de fatalidad o inconveniencia, que es precisamente el certificado de legitimidad del amor verdadero. De la misma idea era Freud: el amor siempre tiene algo de inconveniente, que es lo mismo que decir que los amores fáciles tienen algo de sospechoso. Se trata de la mitología del amor, algo que ha llegado hasta nuestros días, tanto que nosotros los terapeutas solemos decir que alguien (usualmente una mujer) está enamorada del amor. Es como una vuelta de tuerca, una re-flexion (una flexión doble) que se lleva a cabo en el campo amoroso y que representa en esa época una novedad. Pero entiéndase bien: no es que antes de la Ilustración no existiera el amor inconveniente, no tenemos más que recordar la tragedia shakesperiana de Romeo y Julieta para constatar que el argumento del amor imposible ha existido siempre, solo que por distintas razones a las románticas.

Ni Romeo ni Julieta estaban casados, ni tenían hijos ni obligaciones con la vida más allá que disfrutar de la carnalidad de su juventud. No, pero pertenecían a familias enfrentadas entre sí, algo parecido a los amoríos entre cristianos y musulmanes o entre judíos y no judíos. El amor de Karenina y Brodsky es imposible porque ella está casada y vinculada a su marido por un buen catalogo de razones materiales y además por un hijo cuya mirada es en la novela secundaria, pues Tolstoi prefiere penetrar en la subjetividad de Ana, dejando en segundo plano cualquier identificación, si bien es cierto que el propio Tolstoi aparece en la novela en la figura de un personaje Lyovin, un escritor que vive en una propiedad agrícola dedicado a modernizar la agricultura rusa y tratar de mejorar la vida de los campesinos y que después de un desengaño con Kitti -que a su vez anduvo enamorada en su dia del conde Brodsky que la abandonó cuando se enamoró de Ana-.

 

En este sentido la pareja de Ana-Brodsky y la pareja Lyovin-Kitti son parejas inversas. Una es el espejo de la otra, un espejo invertido. Lyovin y Kitti construyen un matrimonio feliz cuando Lyovin comprende la subjetividad de su mujer que aspira a un matrimonio igualitario basado en la confianza mutua, es decir en la amistad, o en el sentido de «formar un solo ser» acaba imponiéndose a la subjetividad ancestral de Lyovin. Por el contrario los amoríos de Ana y Brodsky acabarán mal y como es sabido Ana acaba suicidándose cuando no encuentra una solución a su desesperación, a su «folie d´amour».

El amor de la Karenina podríamos hoy considerarlo como una obsesión. Una obsesión que se lleva por delante cualquier cosa: reputación, vida comoda y sobre todo el amor de un hijo que nunca perdonará a su madre su abandono, quizá tampoco a su padre. Una obsesión es una idea que se torna hegemónica en el campo cognitivo, una idea fija. Uno no puede librarse de las obsesiones salvo mediante algún truco mágico como son las compulsiones. Pero la obsesión de Ana no puede resolverse más que de una forma: la canibalización total del conde Brodsky que no solo pierde su rango militar y su puesto en el ejercito sino su fortuna. Brodsky no tiene más remedio que volver al redil de su madre, mientras Ana pierde la vida bajo las ruedas de un tren. Un tren que va y viene de Moscú a S. Petersburgo: un trayecto que representa en cierto modo su vida anterior de comodidades y lujos.

Las obsesiones existen porque existen subjetividades y si existen subjetividades es porque existen agujeros en nuestra mente que rellenamos con relatos sin autor. Relatos sin autor significa que se trata de relatos que se construyen solos y donde la conciencia no interviene salvo para añadirles algún que otro adorno propio. El amor de Ana es en realidad un relato que ella tramita como algo genuino. Hoy hablaríamos de inconsciente o bien de que la subjetividad es un patrón emergente velado (como el velo) de Isis que opera como un atractor para un mente simple, esas que no conocen la complejidad y que ciertas adversidades de la vida no pueden ser resueltas de un modo satisfactorio para todos. Los amores imposibles son imposibles porque no pueden hacerse compatibles con la realidad. He dicho compatibles porque adaptarse es otra cuestión. Y la realidad es inexorable con quienes la pretenden negar o desafiar.

El enigma del inconsciente es revelar como una sola entidad puede ser, al mismo tiempo, la que oculta algo y a la que se le oculta ese algo. Esto solo puede suceder porque la unidad y la transparencia que normalmente adscribimos a nuestra mente son ilusorias. Los huecos y las incoherencias son aspectos constitutivos de lo que somos. Lo que llena esas lagunas son historias que, por tanto, tienen vida propia.

Y -como dice Fisher- el recuerdo en sí ya es un relato, y cuando hay huecos en la memoria, necesitamos fabricar historias nuevas para rellenar esos agujeros, es por eso que los humanos inventamos cada época una o varias subjetividades nuevas aunque muchas de ellas están condenadas al fracaso. Pero ¿quién es el autor de esas historias? La respuesta es que no es tanto un autor como sí un proceso de fabricación de recuerdos sin nadie al mando.

No quiero terminar este post sin nombrar a Jared Diamond quien en su libro «Armas, gérmenes y acero» describe lo que él llama «El principio de Ana Karenina» que viene a decir hablando de la evolución de la domesticación y tratando de encontrar la causa de que tan pocos animales hayan sido domesticados que: para que una empresa sea exitosa, cada posible deficiencia -en cada uno de sus pasos- debe ser evitada.

O lo que es lo mismo, el principio de Peter: si algo puede salir mal, saldrá.

Bibliografía.-

Mark Fisher: «Lo raro y lo espeluznante»

La linea Hajnal

hajnal

John Hajnal es un matemático húngaro que se ha ocupado sobre todo de asuntos demográficos, económicos y geográficos. Se le conoce desde que describió lo que ha venido en llamarse la linea de Hajmal, que es un eje virtual que va desde Trieste a San Petersburgo y que divide Europa en dos partes, al oeste de esa linea y al este (en el gráfico la linea roja).

Según Hajnal  esta linea dividiría Europa en dos zonas de diferente nupcialidad. Con algunas excepciones que afectan a Irlanda, Andalucía, el sur de Italia, Finlandia y Sicilia.

Al oeste de esta línea abunda un sistema de baja nupcialidad, con una edad de acceso al primer matrimonio elevada (más de 24 años para las mujeres más de 26 para los hombres) y una alta soltería definitiva (más del 10%). Al este de esta línea, el matrimonio es precoz y casi universal; (antes de los 22 años para las mujeres y a los 24 para los hombres) y la soltería definitiva es inferior al 5%.

Lo interesante de estas mediciones es que no se refieren a la época actual sino que al parecer estas cifras se mantienen bastante estables desde el siglo XVIII, la consecuencia es que,  la natalidad acumulada es hoy unos 10 puntos más elevada en Europa oriental que en Europa occidental (alrededor del 40 por mil en comparación al 30 por mil).

Pero hay otra cuestión interesante y es que la nupcialidad y la natalidad parecen ser dos variables asociadas, algo que parece antiintuitivo con las condiciones sociales que observamos en nuestros entornos: parejas que conviven fuera del matrimonio, la enorme tasa de divorciados y singles, la anticoncepción y el aborto electivo, etc. A pesar de todas estos elementos que parecen conspirar contra la natalidad, lo cierto es que las parejas prefieren estar casadas para tener hijos y que esta preferencia sigue siendo fundacional en los países del este, mientras Europa occidental decae en su natalidad al tiempo que decae su nupcialidad.

Pero hay otras variables que también podrían caer dentro de esa división que genera la linea Hajnal, algunos ejemplos: 1) la socialdemocracia ha tenido mucho éxito en Europa occidental (hasta la crisis) pero muy poca en los países que están al este de la linea, 2) la multiculturalidad es otra de las ideas que encajan bien en nuestro modelo político pero mal en los regímenes del este que aun se baten con los conflictos tribales de sus etnias, 3) la individualidad es probablemente una consecuencia del abandono de la tradición y de la familia extendida por parte de los individuos emancipados del oeste 4) el feminismo de Estado ha propiciado que el matrimonio sea una inversión penosa para los hombres mientras que el divorcio genera fuertes incentivos para la mujer, si a esto unimos la relajación de los controles sexuales podemos entender que los solitarios (singles) con o sin hijos sean una población en continua expansión.

El trato con los muertos.-

Quiero ocuparme ahora de otra diferencia que me parece trascendental y es el trato que damos a la muerte y al vinculo con los antepasados. hace poco tiempo me contaba una muchacha rumana los conflictos que le genera la integración de los valores de su familia con su entorno actual, el entorno que vivimos hoy en nuestro país.

En los países del este el duelo no es una tarea individual como sucede aquí en nuestro entorno sino que es un trabajo colectivo , un trabajo que implica a todos los miembros de la familia y de la comunidad, vecinos y conocidos. El trabajo de recuerdo de los difuntos es un trabajo periódico, que es en cierta forma inacabable: no solamente hay que velar al muerto en su propia casa durante dos o tres días sino también festejar con manjares a los que se invita a todos los que asumen esta tarea colectiva, en ciertos periodos: a la semana, al mes, a los tres meses, al año y más allá de él.

Según la muchacha rumana que entrevisté el duelo no existe en su país. Es muy probable que no exista con la malignidad que se presenta en nuestros entorno según casos, lo que es seguro es que el trabajo no es individual sino colectivo y atañe a todos. No se trata de olvidar a nuestros muertos y no pensar más en ellos, sino recordar y sobre todo comer. El banquete funeral me parece la clave de este fenómeno, pero para entender qué es lo que nos comemos en un funeral no tenemos más remedio que retomar algunos conceptos del psicoanálisis y del chamanismo.

Lo que es seguro es que nuestro individualismo está muy relacionado con los sufrimientos mentales que nos complican nuestro estilo opulento de vida.

¿Incorporar o introyectar?.-

Se trata de dos mecanismos bien distintos, el primero descrito por Melanie Klein y el segundo por Sandor Ferenczi y son los precursores ontogenéticos de la identificación. Mientras la introyección consiste en apropiarse de un rasgo, habilidad, una conducta, una manera de hablar, una profesión de alguno de nuestros modelos de referencia, la incorporación es un mecanismo que implica la boca y que está relacionado con comer, tragar o hablar. La incorporación tiene un pálpito canibalístico y tiene como resultado una apropiación indebida, bien distinta a la introyección que es algo muy cercano a la imitación simbólica de algo. La incorporación es literal (en realidad una anti-metáfora) mientras que la introyección es una metáfora.

Mediante la incorporación lo que hacemos es mantener vivo al muerto, y lo hacemos enterrándolo en una cripta, es por eso que Abraham y Torrök han hablado del fantasma en la cripta.

Es por eso que:

“Cuando alguien muere sin que un trabajo o duelo le haga llegar a las puertas de la Gran Luz, entonces se crea, entre el muerto y los vivos, esta entidad relacional denominada fantasma, que les permite, a los dos, seguir viviendo juntos, aunque ilusoriamente. Sin embargo transmitirse de generación en generación, esta entidad relacional se va convirtiendo en patógena, porque no está al servicio de los proyectos de los vivos, sino de los que el muerto no ha podido realizar.”

Pasaje de: Patrice Van Eersel & Catherine Maillard. “Mis antepasados me duelen.”

De modo que la incorporación lo que hace es mantener vivo al fantasma con todos sus proyectos inconclusos, una entidad relacional entre los vivos y los muertos y es por eso que la prevención del duelo consiste en obligar a los vivos a devorar a los muertos y convertirlos en materia fecal. Es así como se expulsa al fantasma y no mediante el silencio o agrandando la cripta.

Bibliografia.-

O duelo o melancolia, de Abraham y Torrok

Los huevos de San Fermin

tetas sanfermin

De San Fermin sabemos muy poco, pero podemos estar seguros de que nació en Pamplona (que entonces se llamaba Pompaelo), que fue obispo de Amiens cuando Navarra era otra cosa bien distinta a la que es ahora y que murió decapitado en el siglo III por un delito de opinión en aquellos tiempos en que irse de la lengua estaba tan perseguido como ahora pasa en Siria o Iraq.

Lo que es seguro es que nunca corrió delante de esos moralcos sean Mihura u otra cosa que recorren las calles de Pamplona y donde los mozos ponen a prueba su virilidad de la única forma que pueden, pues ya no hay iniciaciones consagradas para los varones salvo algunos sanfermines y tomatinas que son en realidad una versión grácil de los sanfermines por aquello de la sangre.

Y no pudo correrlos porque en realidad en aquella época no había toros de lidia y no los había porque el toro de lidia en realidad es un transgénico, algo así como el resultado de una selección artificial. El toro vulgar ese que sirve para dar carne tuvo que atravesar multiples pases de selección para dar con esa nueva especie que llamamos toro de lidia, un toro donde se ha seleccionado su agresividad, su acometitividad. Sus huevos por así decir.

Es por eso que el toro de lidia no sirve para otra cosa sino para la lidia.

toro

En realidad existen muchos experimentos con animales que han demostrado que la selección artificial puede enroscarse muy bien con la selección natural que dio lugar a nuestra especie. Los experimentos mas famosos son los del ruso Belyaev y sus zorros plateados. Lo que Belayev demostró es que los sucesivos cruces de zorros en condiciones de cautividad podían dar lugar a zorros neoténicos, una especie domesticada que parecía retener en los adultos las características de los zorros jóvenes. Asi pudimos entender qué había sucedido en nuestra especie y como fuimos domesticados por la selección sexual: las hembras de nuestra especie a través de sus gustos fueron las impulsoras de una menor agresividad de los machos, quizá a través de felaciones o coitos forzados, pero lo cierto es que casi lo consiguen. Hoy sabemos que la evolución de nuestra especie es una lucha constante contra nuestros huevos, o si se quiere entender de otra manera contra la testosterona.

Otra de las razones que esgrimen algunos autores como Peter Frost es la conocida «pacificación genética». La pena de muerte o el encarcelamiento para los machos mas agresivos aseguraba una menor dispersión de sus genes.

Muy resumidamente significa que dado que la agresividad y otros rasgos de la personalidad relacionados con el crimen tienen un componente genético y hereditario, y que el Estado ha ejecutado/encarcelado sistemáticamente a los elementos más proclives al crimen durante siglos, (perjudicando así a su éxito reproductivo), ha habido un proceso de “pacificación genética” por el que los humanos hoy somos menos violentos. No cabe ninguna duda de que la agresividad tiene un origen genético, el más conocido es el alelo del gen MAO A. Lo que hace especialmente peligroso a este gen no es el gen en si mismo sino los promoteres del mismo.

Un promotor es un trozo de ADN que por ser ADN está sometido a las mismas leyes genéticas que el ADN convencional. Dependiendo del número de repeticiones de este alelo el individuo será más o menos violento. Dos repeticiones representan el modo pacifico, mientras que tres o cuatro repeticiones están mucho más representadas en poblaciones de criminales. Lo que se oculta por ser políticamente incorrecto es que este numero de repeticiones vinculado a la violencia está más representado en unas razas que en otras. Y naturalmente el gen MAO A no es incompatible con otros alelos que seguramente nos faltan por conocer.

Sea como fuere, los humanos se domesticaron a sí mismos como antes habian hecho con el tomate, el pimiento , el perro  o las vacas. Se trata en todos estos casos de selección artificial.

La gracilización de las creencias corre pareja a la gracilización morfológica y está emparentada con el tema de la moralización. No hay moralización sin efectos secundarios, todos los preceptos morales tienen algun inconveniente (Diderot) y muchas veces incluso pueden llegar a los extremos de la patologización de las conductas. Existen victimas de la moralización.

No es de extrañar que ciertas culturas se opongan de una manera “robusta” a la “gracilización” que les propone occidente, en temas “gráciles como “los derechos humanos, “derechos de la mujer”, “derecho a la vida”, “prohibición de la pena de muerte” “libertad de elección sexual y sexo fácil”, “aborto libre como un derecho de la mujer”, etc. Existe una resistencia “armada” a la penetración de estas ideas, y es el islamismo radical el representante político actual de esta resistencia.

Y es por eso que hay animalistas que se manifiestan en los sanfermines con poco éxito y mozas que exhiben sus pechos ante esa orgía de machismo que son los sanfermines y es por eso que no hay mozas que hagan la carrera pues las mujeres no necesitan la exhibición de su testosterona para reproducirse, les basta con exhibir sus tetas. Pero un hombre ha de hacer muchas tonterías para iniciarse como hombre.

Pues la testosterona es una hormona diseñada para meternos en lios y el estradiol una hormona para evitarlos. Todo muy complementario.

Y es verdad que correr los sanfermines es una tontería si lo vemos bajo el prisma de lo racional. ¿Para qué arriesgar la vida corriendo delante o detrás  de un toro y arriesgarse a cornadas, tropiezos y empujones?

Pues para llevar esa marca que los hombres necesitamos para exhibir nuestras cicatrices en el campo de batalla.

Sin sangre no hay iniciación para los hombres, es por eso por lo que a veces la tomatina sirve.

El principio del placer y su más allá

El supremo placer erótico es la convicción de estar haciendo el mal (Baudelaire) 

sumision

“En la teoría psicoanalítica adoptamos sin reservas el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer.  Vale decir: creemos que en todos los casos lo pone en marcha una tensión displacentera, y después adopta tal orientación que su resultado final coincide con una disminución de aquella, esto es, con una evitación de displacer o una producción de placer. Cuando consideramos con referencia a ese decurso los procesos anímicos por nosotros estudiados, introducimos en nuestro trabajo el punto de visa económico. A nuestro juicio, una exposición que además de los aspectos tópico y dinámico intente apreciar este otro aspecto, el económico, es la más completa que podamos concebir por el momento y merece distinguirse con el nombre de «exposición metapsicológica”.

[ FREUD, S.: Mas allá del principio del placer)

Lo que Freud quiere decir en este texto un tanto abstruso es que «placer» y «principio del placer» no son la misma cosa. Más aun: «el principio del placer» no requiere ni siquiera el concurso del placer para poderse entender y conceptualizar. En este sentido Freud fue el primero en entender que el principio del placer, lo que en neurobiología conocemos como «teoría del placer-recompensa» no basta para entender la vida anímica, al dejar sin explicar entre otras cosas el principio de repetición, la repetición compulsiva. ¿Como entender que repitamos siempre un mismo patrón a sabiendas de que nos llevará al fracaso? ¿Por qué no aprendemos de nuestros errores?

La repetición compulsiva es un extraño fenómeno al que la Neurociencia actual no ha logrado hincar el diente por falta de una comprensión «económica» del funcionamiento psíquico. Es difícil entender y admitir que la repetición de un mismo patrón -aunque resulte en sí mismo displacentero en un lugar-, ocupe un lugar de placer en otro de la economía psíquica. Es por eso que algunos autores como Lacan hablan de goce como oposición al placer. De este modo el dolor no seria lo contrario del placer sino el goce.

«Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (…) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final. (S. Freud).»

Placer es algo que se añade a la vida, goce es algo que se sustrae a la muerte.

Para entender mejor este concepto de goce el lector puede leer este post donde hablé precisamente de esta amistad peligrosa que reune a ambos en nuestra conducta. Decía allí a propósito de la película «Amistades peligrosas» que:

A ese ir más allá del placer le llamó Jacques Lacan, el goce, (la jouissance) y lo definió del siguiente modo: “placer es aquello que se añade a la vida y goce es aquello que se sustrae a la muerte”. El concepto de goce es algo facilmente reconocible en la conducta de nuestros semejantes y algo además imprescindible para entender el deseo humano, algo que va más allá del reflejo condicionado skinneriano y que situa a lo humano en una dimensión más poperiana que skinneriana, más epistémica que conductual.

Asi Velmont desea seducir a Cecilia Volanges, pero lo que le interesa de ella no es tanto su belleza sino su inocencia. Educada en la moral más rancia y convencional del momento Cecilia acapara en sí los dones que Valmont pretende socavar a través de sus engaños y su constancia en el acecho de la presa. De lo que se trata no es tanto de conseguir a Cecilia sino de retar su resistencia y someterla a la prueba del nueve de la seducción. Es la apuesta que Valmont y la marquesa mantienen y es algo que sólo puede llevar a cabo Valmont, puesto que la marquesa en virtud de su posición no puede acometer por sí misma tamaña heroicidad sin ponerse en entredicho aunque es precisamente ese el deseo que asoma en ella a través de la inducción constante que hace a Valmont acerca de esa posibilidad, asi es la marquesa la que induce, espolea y mantiene.

Y una vez conseguida de lo que se trata es de abandonarla pues el goce no está diseñado para acomodarse a una vida hogareña confortable y práctica, sino precisamente para eludir los compromisos del amor y escamotearle al deseo una cama doméstica aun siendo una cama confortable y acogedora. De eso va el deseo libertino, un deseo que se alimenta en ese recorrido del apetito, resistencia, engaño y consumación. Siempre es necesario el engaño puesto que el plan consiste en abandonar a la presa apenas rendida por amor y es precisamente esta rendición que se hace en nombre del amor lo que hace a la presa tan peligrosa y cuando se ha llegado a este punto lo que se impone es cambiar de víctima y buscarse un nuevo reto, un más difícil todavía dejando a la anterior mancillada de por vida y enclaustrada en un convento.

El goce es pues el deseo del deseo. El deseo de desear.

Es obvio que la conducta humana y de cualquier animal puede resumirse en una palabra: todo ser vivo se orienta hacia la consecución de placer y la evitación del displacer. Pero estamos lejos de haber comprendido el mecanismo de estas conductas de acercamiento/repulsión, puesto que el displacer en sí mismo supone una excitación creciente y el placer es en cierto modo la solución al displacer. Lo que es intolerable es la excitación, proceda del dolor, o de cualquier otra fuente excitatoria. Sea comida o sexo, lo que nos impulsa a buscarles es la expectativa de alcanzarlos y de descargar en ellos esa tensión, sea comiendo o copulando.

Claro que el final del displacer no es siempre el placer, pero si el punto final del displacer no es el placer, ¿qué es?  Es la reducción de esa tensión, pero ¿qué en qué consiste esta reducción?

La anulación del displacer no es necesariamente placer, podemos hacerlo durmiendo, tomando Orfidal,  vomitando, podemos beber alcohol, meditar, correr, conductas que conocemos como «de escape». ¿En el coito, qué es más importante el momento del orgasmo o la eliminación de la tensión displacentera de una excitación?.  Yo diría que muy probablemente el incremento de la tensión erótica no es displacentera por necesidad; y segundo que el orgasmo no es un requisito necesario para la eliminación del displacer de una tensión erótica.

De manera que el placer es un plus, algo que se añade al coito pero que no justifica al coito en sí mismo como subproducto del principio del placer.

Freud ejemplifica ese problema, lo ha abordado en las «Lecciones introductorias al Psicoanalisis». Y él habla de los sueños de castigo que son distintos de los sueños traumáticos, entre paréntesis. El sueño de castigo es un sueño en el cual efectivamente hay un castigo y un dolor y una molestia y ansiedad; y Freud lo explica diciendo que no se puede abordar el principio del placer desde el ángulo única y exclusivamente de la pulsión, que el principio del placer se conecta también a complacer -que no es lo mismo que tener placer- a complacer a otras instancias psíquicas, por ejemplo al Superyo; con lo cual tú puedes comprender que el principio del placer no puede ser formulado en puros término de placer o dolor, o de displacer y dolor, o de displacer versus placer, o de dolor versus placer; sino que también tiene que ser enunciado o percibido en la clínica a la luz de una especie de circulación intersistémica. ¿Qué es lo que logra que alguien evite el displacer y tenga al mismo tiempo placer?: Un acuerdo intersistémico; un acuerdo entre el yo y el ello, por decir así, una coordinación, una transacción entre el Yo, el Ello y el Superyo o, si tú quieres, en términos de la antigua tópica: una transacción entre consciente e inconsciente. La angustia a nivel preconsciente de un elemento sustitutivo que permita cruzar desplazadamente o condensadamente la pulsión. En ese sentido, la palabra placer pierde sentido y, desde esa perspectiva, tú ya no puedes hablar de placer. (tomado de este articulo de Bernardo Arensburg).

De modo que no todo placer es placentero en sí mismo sino que obtiene legitimidad en el hecho de complacer: a otro o a otra instancia psíquica, algo que entronca con el masoquismo y el narcisismo. Renunciar a un placer es a veces la mejor forma de anular un displacer y alinearse con el placer de otro es sin duda un lugar masoquista donde uno se pone en el lugar imaginario que presupone en el otro.

Pero no se trata solamente de la evitación del displacer a través de una especie de exportación del propio deseo en otro u otra cosa sino que hay aun otra vuelta de tuerca, otro más allá:

El concepto de goce -jouisance- en Lacan, por ejemplo, tiende a dar cuenta de esto, pretende dar cuenta en términos de que sería como la postulación de que en todo síntoma, en toda situación sintomática habría un goce secreto que podemos presumir como un goce masoquista en la medida en que se acompaña de dolor.  Y Freud lo dice muy claramente, por ejemplo en «El hombre de las ratas», cuando el H.R. relata el terror y el desagrado frente a la exposición de la tortura china por el capitán cruel. Freud dice: «Un brillo de goce en su mirada»; no usa la palabra placer, curiosamente, sino que usa la palabra goce que es la que Lacan retoma. Hay un goce, dice él. Ahí podríamos equiparar goce con placer y decir que se trata de un placer masoquista; pero yo no suscribiría el planteo de Lacan. No se trata de una situación estrictamente masoquista; puede tratarse de una situación moral, por ejemplo; puede tratarse de algo ligado al narcisismo que exige no un placer sino una eliminación de los malos pensamientos displacientes, por así decir, lo que no produce placer sino que produce un alivio frente al sentimiento de pecado o al sentimiento de malestar con el propio ideal del yo o con el Superyo. (Arensburg, 1996)

Nosotros los humanos venimos de serie cableados con un sistema de placer-recompensa inacabado, a medio hacer, esto explica el por qué los conceptos neurobiológicos de apetencia y consumación no son suficientes para explicar los trasiegos del deseo que ha de viajar y sortear distintas instancias psiquicas y sociales para poderse vertir al exterior. Los conceptos de excitación-displacentera y su evitación o descarga placentera y su repetición no pueden contener la enorme variedad de combinaciones que aparecen como pactos entre el narcisismo, el Superyó o la parte moral y la histeria con su represión de lo inaceptable con el Yo o la consciencia.

Lo que está más allá del principio del placer apunta a una indiferenciación sistémica.

El deseo del no-deseo, es decir la muerte.

Bibliografía.-

S. Freud (1919-1920). «Más allá del principio del placer».