La evolución es un proyecto inconcluso.
M. Heidegger
Ahora que estamos en el año de Darwin es el momento de pensar en Gandhi y lo digo como ejemplo de lo va a ser este post: una especie de reflexión sobre lo innato y lo adquirido, una especie de paseo por ese paradigma científicamente correcto que es la idea de que todos nosotros procedemos de una intersección, de la interfase que componen medio ambiente y genética.
Esta idea que es muy buena y probablemente indiscutible tiene sin embargo varios problemas que proceden de la conceptualización de una cosa y la otra: ¿qué es medio ambiente, a qué nos referimos con esa palabra?¿Como encajan o dónde se encajan ambas condiciones? ¿qué es genética , que podemos esperar de esta ciencia? y una pregunta suplementaria: ¿es la genética siempre innata?
Comenzaré por intentar responder a esta última pregunta y lo haré recordando la posición de la ciencia sobre lo innato y lo adquirido: sólo pueden trasmitirse los rasgos innatos que lo hacen a través de los genes, es decir lo adquirido no es susceptible de ser trasmitido. Dicho de otra manera la ciencia se posicionó favorablemente a Darwin y en contra de Lamarck que pensaba que ciertos rasgos aprendidos podian trasmitirse a las siguientes generaciones. La ciencia, hoy por hoy, sólo admite a los genes como vehículos de la herencia descartando otras posibilidades.
Piense usted en sí mismo para apreciar una realidad: su visión del mundo si es usted un adulto y ha vivido lo suficiente es un mar de aprendizajes, de estrategias, de cogniciones, recuerdos y de experiencias, todo ese océano en usted es en realidad un campo neurofisiológico -biocognitivo- que influye no solamente en la manera que usted piensa sino tambien va a influir en la manera en que enfermará. En realidad todo ese campo se manifestará en usted «como si» fuera genético. Si usted desarrolla una diabetes o un cancer de colón, no está enfermando su pancreas o su colon tan solo sino todo usted. Es usted el que enferma -su campo- más allá de un órgano.
Esto no es sólo una idea poética que induce a pensar en el hombre como una totalidad, es una realidad tan genética como la herencia que usted trajo al mundo cuando nació, dicho de otra forma existen inducciones del ambiente frente a determinados genes a través de algo que se conoce como epigenética, en realidad los genes son bastante tontos cuando se les deja solos, es necesario además que sus instrucciones se transcriban, se activen o se inhiban bien en un sentido o en otro.
Además de eso hay que contemplar otro asunto: si usted desarrolla un cáncer o una diabetes esta enfermedad lleva consigo un peaje emocional, un impacto que se transferirá no sólo a usted sino tambien hacia sus familiares que en adelante en su visión del mundo tendrán que contemplar forzosamente que usted tuvo un cáncer o una diabetes. Dicho de otra manera el impacto de la enfermedad suya tendrá consecuencias en la visión del mundo de su familia.
De forma que cuando decimos que usted tiene tal o cual tendencia a enfermar lo que estamos diciendo son dos cosas: que usted tiene un terreno genético que le predispone a esta enfermedad (y a otras muchas parecidas) y que además de eso existe un riesgo a padecerla en función del impacto que recibió de la enfermedad de sus familiar con independencia de su genética, el sólo impacto psiquico de esa enfermedad influyó en su vision del mundo y usted puede enfermar de lo mismo que su progenitor no por herencia sino por la influencia de aquella impresión y la preocupación constante que usted arrastre sobre aquella enfermedad.
Ya tenemos una forma de herencia lamarckiana que no es genética sino que procede de la influencia del estrés sobre sus genes, hoy diriamos epigénetica.
No cabe ninguna duda de que Darwin descubrió un enorme continente pero hay que decir que la teoria de la selección natural, la supervivencia del más apto tiene serias fisuras. En un post anterior que titulé «La selección natural explicada a un médico residente«, expliqué algunas variaciones de este axioma de la selección natural.
Si usted hace una búsqueda por Internet caerá pronto en la cuenta de que existe un debate entre creacionistas y evolucionistas y que a mi me parece una cortina de humo para no orientar el debate hacia los opuestos verdaderamente en juego ahora y aqui: los neodarwinistas radicales como Dawkins o los simbiogenetistas como Lynn Margulis o Stephen Jay Gould. Lo cierto es que no conozco a nadie que hoy niegue la evolución natural, ni siquiera la Iglesia católica la niega ya, pero existen serias discrepancias acerca de los mecanismos que utiliza la selección natural a la hora de construir nuevas especies (la especiación) y el por qué se mantienen serios hándicaps para la supervivencia y la reproducción como las enfermedades ¿como es posible explicar la supervivencia de las enfermedades con un mecanismo tan perfecto como la supervivencia del más apto?
Y sobre todo la idea de que existe tambien una evolución que no depende de la genética sino de un proceso que para entendernos llamaremos incorporación o introyección y que mas abajo explicaré.
No cabe ninguna duda de que los Sapiens somos muy listos y que hemos desarrollado nuestras capacidades cognitivas hasta el paroxismo, pero ¿qué ha sucedido con nuestras capacidades emocionales? ¿Estamos igualmente desarrollados ahi?. No y no lo estamos por una razón de selección -ahora si- natural.
Llevamos unos 50.000 años sobre la tierra y es evidente que las culturas que más han progresado proceden de sólo 5000 años para acá, la egipcia, la babilónica, la griega, la persa, la minoica, la maya, etc lo han hecho porque desarrollaron herramientas tecnológicas, culturales, civicas, agricolas, politicas, religiosas, literarias o plásticas especiales, incluyendo entre estas habilidades el arte de la guerra: hacer espadas fue una conducta seleccionada más selectivamente que el amor por el prójimo porque daba premio evolutivo. Tampoco tengo ninguna duda de que Europa hoy posee un estatus de vida más elevado que Africa o que cualquier civilización asiática descontando Japón. Es evidente que la selección natural ha seleccionado hegemónicamente los aprendizajes cognitivos sobre los emocionales. Es muy obvio que el hombre moderno, el hombre de hoy es un titán cientifico, tecnológico o filosófico tanto como un imberbe emocional. Es por eso que existen las neurosis, los sufrimientos emocionales, las enfermedades psicosomáticas y la locura.
Todas estas enfermedades contradicen en cierto modo la selección natural pero hay que entender que la evolución no ha presionado sobre estas conductas para preservar los genes que las sustentan puesto que la enfermedad por definición es inadaptativa. Todo parece indicar que la enfermedad mental es un subproducto de nuestro infantilismo emocional, es decir de la brecha que existe entre nuestras habilidades cognitivas y nuestras prestaciones emocionales.
Dicho de otra forma: la evolución presionó para que determinados genomas se extendieran quiza al precio de hacer que otros genomas quedaran suspendidos y otras habilidades amputadas. La enfermedad mental en este sentido seria un subproducto de estirar más en una dirección que en otra en el sentido de sacrificar las habilidades usualmente sociales que son un verdadero tampón protector contra la enfermedad mental.
La enfermedad pues no es algo que la evolución haya preservado activamente sino una consecuencia de haber puesto mayor énfasis en la parte cognitiva. Seria algo evolutivamente neutro.
En este momento me gustaria volver al concepto de incoporación o introyección que nombré más arriba como una forma de trasmisión no genética de algo.
Si usted hace algo de memoria convendrá conmigo en que hace poco más de 100 años las mujeres no tenian derecho al voto, ni siquiera tenian derecho a bienes subordinándose civilmente a sus maridos.¿Recuerda esa situación? Ahora piense en la mujer actual ¿que diferencias observa?
¿Que diria usted si le dijeran ahora y aqui que las mujeres no pueden votar?
Seguramente usted tendria un ataque de risa y no comprendería que hubiera detractores y partidarios de esta idea (que aun existen en determinadas culturas) Lo que diferencia nuestra cultura de esas otras que discriminan a la mujer es que ellos aun viven esta cuestión como opuestos enfrentados. Nosotros por el contrario la hemos interiorizado de tal modo que lo damos como un derecho natural de las mujeres. No pensamos más en el asunto y no lo vivimos como una contradicción.
Cuando se supera un opuesto ya no se piensa en ellos.
Hemos interiorizado la conducta de igualdad frente al voto y por lo tanto el mundo ya no está dividido entre detractores y partidarios del voto femenino.
Ahora piense usted en una conducta socialmente perversa como «pegar a alguien». ¿Cree usted que las personas que pegan a sus semejantes no saben que está prohibido pegar? Naturlamente que lo saben, hasta los asesinos saben que matar a alguien es algo que no debe hacerse y que está penado por la ley. ¿Y entonces por qué lo hacen?.
Pues porque ni saber ni deber bastan por sí mismos. Para inhibir algo es necesario interiorizar, que la prohibición de hacer daño a un semejante llegue a penetrar en nuestro campo biocognitivo de tal modo que ya no haga falta pensar más en ello, se trataria entonces de una conducta que ha pasado a constituirse en un tabú, en una prohibición que se acata en nombre de algo que no procede del código penal o de la moralidad o de la religión sino que es un mandato biológico.
Algo asi sucede con todos los tabúes, son parte de nuestro genoma extendido, se trata de inserciones culturales, son parte de algo que heredamos pero no por la via de la genética sino por la via de la cultura.
De forma que deben existir otras maneras de trasmitir información y que no proceden sólo de los genes. Los genes no son el único vehiculo de trasmisión de información relevante o util aunque esta información termine convirtiéndose en una información biológica.
No cabe ninguna duda de que la incorporación de valores (y vicios) es algo que no cabe ni se codifica en los genes sino que se encuentra en el medio ambiente, al menos en ese medio ambiente que llamamos familia o tradición. Existe una trasmisión de caracteres adquiridos a través de las familias que es transgeneracional y que desborda los aprendizajes individuales. La incorporación -la inserción- psicobiológica de un valor (o de un vicio) familiar precisa de tres generaciones al menos para poderse convertir en algo biológico. Si sus padres y abuelos ya no pegaban es muy poco probable que usted pegue a alguien, pero si algunos de esos ascendientes suyos era «pegón», usted tiene riesgo de serlo con independencia de sus genes y de si conoció o no al «pegón» en cuestión. Se trata de un aprendizaje que es posible que no haya sido interiorizado por algunos miembros de su familia y aunque usted sepa que no hay que pegar a nadie puede usted caer en la tentación de hacerlo puesto que no se halla codificado como un no en su linaje.
Hay muchas personas que piensan que los valores morales y éticos proceden de la razón, somos morales y tenemos ideales éticos porque somos muy inteligentes y razonables. Los que así piensan están equivocados, lo moral, las aspiraciones éticas de los seres humanos no proceden de la razón ni son entidades cognitivas sino emocionales que vienen de la otra parte del espejo: se trata además de algo no computable. Si quisieramos construir un robot que pensara como un humano fracasariamos al intentar hacer de él un robot-ético del mismo modo que fracasariamos en conseguir que tuviera emociones y sentimientos. Pero quizá en la tercera generación de robots inteligentes pusieran aparecer atisbos de moralidad siempre y cuando esos robots tengan aseguradas sus necesidades primordiales (fueren las que fueren), si los tratamos como obreros sólo conseguiremos infantilizarlos y nunca adquirirán funciones morales. Pero si lo logran no será por haberlos programado para eso sino que sería una propiedad que emergeria de la tradición-robótica.
Es por eso que aunque sabemos reconocer los valores éticos en sí mismos o cuando se encarnan en alguien somos incapaces de saber ¿por qué es bueno ser bueno? Intente usted contestarse en privado esta pregunta y se encontrará de bruces con el mismo dilema que apresó a Kant y que por cierto no alcanzó a responderse más allá del «imperativo categórico» que no termina de responder la pregunta ontologica que me planteo.
Nuestra dificultad en contestarnos esta pregunta está precisamente relacionada con nuestro infantilismo emocional: sencillamente no existe ninguna razón racional para ser buenos más allá de que nos castiguen por ser malos , lo que señala en la dirección de que la bondad como valor universal -por ejemplo- no está los suficientemente interiorizado entre la población general o al menos no lo está tanto como el «no matarás» al que antes me referí. Lo que parece indicar que cada uno de estos valores ha seguido distinta suerte entre nosotros los humanos, algunas interiorizaciones parecen ser bastante fáciles de trasmitir mientras que otras son bastante dificiles, es como si pertencieran a un nivel distinto de complejidad emocional.
Ahora le ruego que mire usted esta fotografia de aqui arriba. ¿Que es lo que usted ve?
Si, usted tambien la ha reconocido está usted frente a la bondad, la compasión, al altruismo y la humildad, está usted frente a frente a varios absolutos platónicos, frente a valores.
¿De dónde sacó Gandhi esos genes? ¿Cree usted que estos rasgos se computan y transfieren genéticamente?
Más allá del apego de las madres por sus crias y de los progenitores por los suyos, es dificil entender el altruismo como un rasgo genético. A pesar de que algunos evolucionistas han teorizado sobre el tema es evidente que el apego o amor de uno por su descendencia no tiene nada que ver con el altruismo de este señor de aqui arriba que es un altruismo universal, algo que trasciende al tú y el nosotros tribal y que va en busca del nosotros todos.
Para mí está claro que esa clase de sentimientos-rasgos no se transfieren por la via genética sino que proceden de ideales, de qualia que si no se encuentran más distribuidos entre la población general es porque sólo muy recientemente la humanidad ha comenzado a valorar su parte emocional.
Primero efectivamente hay que comer y tener una guarida, después seguridad, más tarde comodidades y ciertos excedentes para el mañana. Cuando todo esto se ha cumplimentado es el momento de comenzar a plantearse otros objetivos e ideales.
Si Gandhi tuviera un hijo, es muy poco probable que ese hijo fuera tan grande moralmente como su padre, pero si este hijo creciera entre hermanos-gandhis, primos-gandhis, madres-gandhis o una sociedad gandhi lo que seria una rareza seria la maldad. No quiero decir que desapareciera del todo, ni la enfermedad, ni la miseria humanas pero estoy seguro de que disminuiría el dolor y el sufrimiento paralelamente a la nivelación del balance entre lo cognitivo y lo emocional.
Porque la felicidad no tiene secreto alguno: consiste en olvidarse de uno mismo y este argumento es muy poco asimilable por el egoísmo genético.
Es lógico, al fin y al cabo de no haber sido por ese egoísmo no estariamos ahora aquí escribiendo este post pues Internet no nació para alcanzar ideales aunque lo cierto es que el que lo inventó para uso militar no podia ni imaginarse como iba a contribuir al diseño de un hombre nuevo.
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