Atracción fatal

gatoraton

El sueño de un toxoplasma es volver al gato donde al fin se reproducirá, pues todo es volver.

Todo el mundo sabe que las ratas son coprófagas, es decir que comen «cacas», pero cuando comen cacas de gatos infectados con el «toxoplasma gondii» sucede algo extraordinario. El toxoplasma les cambia la conducta de tal modo que el ratón deja de sentir miedo por el gato (su depredador natural) y aumenta su atracción por él. Me refiero a atracción sexual, como lo oyen.

Podriamos decir que el toxoplasma zombifica la conducta del ratón, la manipula de tal modo que sirva a los planes de su especie, pues el ciclo del toxoplasma no termina hasta que vuelve al gato, es alli donde se reproduce y es alli donde se reencuentra con los suyos. Para ello ha de manipular la conducta del ratón pues necesariamente ha de hacer parada en el cerebro de este animal, una especie de centro de operaciones, una especie de base de aprovisionamiento. Aqui hay un buen post donde cuentan estas cosas. Y aqui un articulo sobre este excitante fenómeno.

Esta historia me servirá de guía para mis próximos argumentos, lo importante es retener una idea: no somos demasiado conscientes de que no somos los dueños de nuestras ideas ni de nuestras conductas. El ratón contaminado por ese parásito nos ilustra sobre una cuestión: podemos ser zombificados por una especie de Alien que determina nuestras conductas a veces de un modo tan especifico como hace el toxoplasma con el ratón: modificando la sensación instintiva de miedo por los gatos y transformándola en atracción sexual. El toxoplasma induce asi el sacrificio del ratón en la pira del ciclo del toxoplasma.

Y otra idea interesante: el ratón puede revertir esta conducta. Con antipsicóticos por supuesto. Lo interesante de esta «cura» es doble: el haloperidol no solo es un antagonista de los receptores dopaminérgicos que están implicados en esta conducta erótica, sino que además inhibe el crecimiento del toxoplasma.

No sabemos si el toxoplasma tiene algun efecto sobre la conducta humana, es decir no sabemos si este zombie influye entre alguna de nuestras conductas aunque algunos investigadores han propuesto al suicidio como ejemplo de una conducta inducida por el toxoplasma.

De lo que no cabe duda es que los humanos podemos ser colonizados por otros parásitos: me refiero a ciertos memes.

Un meme es una idea que pertenece a un libro del culto para la Neurociencia, me refiero al «Gen egoista» de Richard Dawkins, probablemente la idea más original de este autor: Un meme es como un alelo, algo que vive en una especie de limbo cultural, en esa frontera entre el cuerpo y el mundo, alli donde las ideas cohabitan en una especie de magma primordial y que en adelante y para entendernos llamaremos “sopa cultural”. Los memes entran en los cerebros individuales a través de las creencias.(Memes y alelos), se instalan alli y parasitan las ideas y las conductas de los infectados.

Lo cierto es que algunos memes son muy peligrosos tal y como nos contó Dennet en los videos que el lector aplicado puede encontrar en youtube y en español y que podemos entender la historia humana como una historia de creencias que tratan de imponerse a las del vecino. Una idea muy interesante es que efectivamente una creencia siempre tiende a imponerse a las demás pero yo no creo que este potencial maligno se halle en la idea misma sino en la natrualeza vanidosa y corrupta del hombre que trata de imponer a los demás sus propias formas de ver la vida. Por ejemplo la idea de Dios no mata a nadie pero la idea de religión ya es más peligrosa porque agrupa a las personas entre seguidores y no seguidores de esa religión, fieles e inflieles. El culto por la patria o por la propia etnia tampoco tiene esa potencialidad salvo si se confronta con las demás, si nosotros somos el pueblo elegido es porque los demás ni siquiera tienen la consideración de semejantes: Dios les olvidó en el reparto. Por tanto esta justificado que les exterminemos.

Lo cierto es que los virus y los memes se parecen mucho:

  • Están inertes cuando no están dentro de un organismo vivo.
  • Tienen forma aunque no los podamos ver.
  • Contienen información.
  • Se replican sólo en condiciones biológicas, el resto del tiempo viven en una especie de limbo que llamamos “cultura”.
  • Los memes se constelan en una persona concreta del mismo modo que los virus parasitan células vivas.

De manera que a través de ciertas creencias podemos llegar a matar a los que piensan distinto a nosotros pero además de estas personas fanatizadas o zombificadas son necesarias otras complicidades, los aliados necesarios. Los espectadores inocentes.

La zombificación de la izquierda europea.-

Después de los atentados de Paris del pasado dia 13, ha habido un aluvión de comentarios en las redes a cual más exótico. Reconozco que el seguimiento de estos comentarios me ha servido para darme cuenta de que casi la mitad de la población española está contaminada por un meme: «el Islam es una religión de paz». Los atentados terroristas son siempre justificados por las siguientes ideas, «ellos matan aqui, lo que nosotros matamos alli», «las armas se las venden los americanos, la CIA u oscuros intereses económicos que andan detrás del petroleo».Los argumentos suelen seguir siempre este guión: los culpables somos nosotros los europeos, que hemos participado en guerras en oriente medio, alusiones al colonialismo y a extrañas conspiraciones sionistas, una de las más exóticas ha sido la de relacionar el libro de Houellebecq, «Sumision» con una precognición judía.

Pareciera que nuestros conciudadanos estén infectados por el germen del buenismo y del auto-odio. Por el virus de la culpa y del victimismo que echa balones fuera. Es como si hubiéramos perdido la capacidad de defendernos, carecemos de inmunidad y solo somos capaces de flagelarnos con esa enfermedad autoinmune que llamamos claudicación. Nos hemos rendido.

Y solo esperamos ser devorados por ese gato malicioso que llamamos terrorismo sea islámico o cualquier otro. Pues la izquierda siente-ha sentido siempre- atracción hacia el Islam al que siempre ha contamplado como la victima del capitalismo y la opresión. Al tiempo que mantiene su anticlericalismo cristiano y una renegación crónica de sus origenes culturales.

No deja de ser sintomático que algunas feministas hablen ya de «terrorismo machista» del cual somos culpables todos los hombres y que al mismo tiempo todos los discursos bienintencionados se dirijan a  que los ciudadanos discriminemos a los terroristas islámicos del Islam propiamente dicho. Al fin y al cabo el Islam es una religión de paz, afirman.

Los otros memes

¿Crimenes moralistas?

monos

Segun los psicólogos evolucionistas hay dos tipos de violencia, una reactiva y otra proactiva. Aqui hay un buen artículo para comprender mejor estas diferencias.

Pero hay otras formas de verlo tal y como podemos ver en este artículo de Michael Shermer, que lleva por título ¿Es el terrorismo una forma de justicia privada?. La tesis sorprendente de este artículo es que el terrorista no es un ser amoral ni inmoral sino todo lo contrario. Es posible hablar pues de que existen crímenes que proceden no tanto de lo que nosotros entendemos como psicopatía, -un término que suele asociarse a la maldad (ignorando que la maldad es un término moral)- sino que suceden por un exceso de moralización.

Y no cabe duda de que la principal factoría -aunque no la única como ya conté en este post– de normas y preceptos morales son las religiones, más concretamente las monoteistas.

El sentimiento innato de justicia.-

Franz de Waal es un primatólogo y etólogo holandés que es famoso en el mundo de la ciencia y la divulgación por sus estudios sobre la agresión, moralidad y alianzas entre macacos. En este divertido video experimenta con capuchinos e intenta demostrar que el sentido de la justicia es innato al menos entre los simios.

No cabe ninguna duda de que el sentido de la justicia es una parte de los sentimientos morales que evolucionó junto con otras emociones con el objetivo de detectar a los tramposos y castigarles. Es interesante señalar que todos tenemos un sentimiento acerca de lo que es justo o injusto (de forma real o equivocada) y que este sentimiento está muy relacionado con la comparación que hacemos sobre lo que reciben los demás y lo que recibimos nosotros, tal y como podemos ver en el video de los capuchinos. Es interesante recordar que el sentimiento de justicia es profundamente egoista y que se activa solo si somos nosotros los que salimos perdiendo en la comparación y permanece inactivo si somos nosotros los ganadores en el reparto.

Algo asi sucede en el juego del ultimátum.

En el juego del ultimátum, en el que a una persona se le da una cantidad de dinero que debe compartir con otra persona, con la condición de que si la oferta es aceptada pueden quedarse con el dinero, pero si la oferta es rechazada no se obtiene nada.

Está demostrado que estamos dispuestos  a pagar el 30 por ciento para castigar a quien no coopera. Esto se llama el castigo moralista.

Donald Black sostiene que sólo el 10% de los homicidios son producidos por rapiña como los que suceden en un robo o hurto, dicho de otra manera: los homicidios que se cometen por incentivos económicos directos son una minoria. El otro 90 por ciento son moralistas, una forma de pena capital en el que los autores son jueces y verdugos de una víctima que perciben que les han hecho daño de alguna manera y son merecedores de la pena de muerte. Ejemplos inquietantes:

Un hombre que «mató a su esposa después de que ella» se atreviera a llevarle la contraria en una discusión,» una mujer que «mató a su marido durante una pelea en la que el hombre golpeó a su hija,» un hombre que «mató a su hermano durante una acalorada discusión sobre los escarceos sexuales de este último hacia sus hermanas menores», «una mujer que» mató a su 21 años de edad, hijo, porque él había sido «tonteando con los homosexuales y las drogas ‘», por no hablar de las discusiones de tráfico, etc.

Dicho en otras palabras: la mayor parte de los homicidios se cometen durante situaciones de ira, situaciones comunes y banales, donde los individuos parecen no tener control sobre sus emociones pero que paradojicamente se perpetran siguiendo una siniestra inspiración de que el «otro» -la victima- se lo merecía. Y dónde el agresor no tiene nada que ganar.

De la venganza privada a la Justicia del Estado.-

Es un fenómeno relativamente nuevo el que el Estado mantenga la exclusiva sobre las penas y castigos a los delincuentes o tramposos.

Después de la Edad Media, la venganza privada fue sustituida en su mayor parte por la justicia penal, una justicia garantista que ha de velar necesariamente por los derechos del reo.

¿Pero qué sucede cuando la gente no confía en el sistema penal o creen que esta justicia está sesgada en favor del ofensor?

Es lo que sucede cuando las personas viven en sociedades tribales, en Estados débiles con gobiernos corruptos o se trata de comunidades apátridas que toman la justicia por su cuenta.

El terrorismo es una de esas actividades, Black  argumenta en un artículo de 2004 en Teoría Sociológica titulado «La Geometría del terrorismo,» que es una forma de auto-justicia cuyos motivos dependerán del grupo terrorista en particular. Estos van desde el marxismo revolucionario en la década de 1970 hasta el terrorismo apocalíptico del Islam de hoy (conocido como ISIS), que no es un estado en absoluto, sino una confederación de yihadistas.

La gente de izquierdas al menos en nuestro pais son bastante comprensivos con el fenómeno terrorista islámico que niegan e interpretan desde unprisma politico: una especie de conspiración norteamericana de espias y CIAs y que minimizan o justifican por los lastres del colonialismo. Se niegan a verlo como lo que es: una forma religiosa de moralización obligatoria.

¿No seria absurdo decir que la matanza del dia de San Bartolomé que enfrentó a protestantes y católicos durante la Reforma protestante no tuvo nada que ver con la religión?

No menos absurda es la creencia de que los yihadistas son agitadores políticos seculares disfrazados. Lo que realmente quiere ISIS,  es volver a una civilización del siglo VII y a su entorno jurídico, y en última instancia a provocar el apocalipsis.

De manera que liquidar el asunto diciendo que aquello que no entendemos es una cuestión de psicopatía (psicologizar el problema) es una forma de blanquear la verdad ocultándola y haciendola opaca a la mirada del lector informado, atento y sagaz que no tiene ningún sentimientos de culpa por lo que hicieron otros y en otro momento de la historia.

Más concretamente, el terrorismo no procede del colonialismo, lo que aprendimos algunos de este periodo de la historia es que los valores democráticos empastan mal con ciertas sociedades que mantienen una cohesión tribal a través de una coacción religiosa más o menos aceptada individualmente.

La evolución de las instituciones que dan lugar al bienestar y la libertad no han ido todas al mismo tiempo como ya comenté en este post. Los musulmanes tendrán que hacer su propio proceso de secularización si quieren integrarse en el mundo del siglo XXI

El principio del placer y su más allá

El supremo placer erótico es la convicción de estar haciendo el mal (Baudelaire) 

sumision

“En la teoría psicoanalítica adoptamos sin reservas el supuesto de que el decurso de los procesos anímicos es regulado automáticamente por el principio de placer.  Vale decir: creemos que en todos los casos lo pone en marcha una tensión displacentera, y después adopta tal orientación que su resultado final coincide con una disminución de aquella, esto es, con una evitación de displacer o una producción de placer. Cuando consideramos con referencia a ese decurso los procesos anímicos por nosotros estudiados, introducimos en nuestro trabajo el punto de visa económico. A nuestro juicio, una exposición que además de los aspectos tópico y dinámico intente apreciar este otro aspecto, el económico, es la más completa que podamos concebir por el momento y merece distinguirse con el nombre de «exposición metapsicológica”.

[ FREUD, S.: Mas allá del principio del placer)

Lo que Freud quiere decir en este texto un tanto abstruso es que «placer» y «principio del placer» no son la misma cosa. Más aun: «el principio del placer» no requiere ni siquiera el concurso del placer para poderse entender y conceptualizar. En este sentido Freud fue el primero en entender que el principio del placer, lo que en neurobiología conocemos como «teoría del placer-recompensa» no basta para entender la vida anímica, al dejar sin explicar entre otras cosas el principio de repetición, la repetición compulsiva. ¿Como entender que repitamos siempre un mismo patrón a sabiendas de que nos llevará al fracaso? ¿Por qué no aprendemos de nuestros errores?

La repetición compulsiva es un extraño fenómeno al que la Neurociencia actual no ha logrado hincar el diente por falta de una comprensión «económica» del funcionamiento psíquico. Es difícil entender y admitir que la repetición de un mismo patrón -aunque resulte en sí mismo displacentero en un lugar-, ocupe un lugar de placer en otro de la economía psíquica. Es por eso que algunos autores como Lacan hablan de goce como oposición al placer. De este modo el dolor no seria lo contrario del placer sino el goce.

«Se conocen individuos en quienes toda relación humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (…) se muestran ingratos pasado cierto tiempo, y entonces parecen destinados a apurar entera la amargura de la ingratitud; hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten incontables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final. (S. Freud).»

Placer es algo que se añade a la vida, goce es algo que se sustrae a la muerte.

Para entender mejor este concepto de goce el lector puede leer este post donde hablé precisamente de esta amistad peligrosa que reune a ambos en nuestra conducta. Decía allí a propósito de la película «Amistades peligrosas» que:

A ese ir más allá del placer le llamó Jacques Lacan, el goce, (la jouissance) y lo definió del siguiente modo: “placer es aquello que se añade a la vida y goce es aquello que se sustrae a la muerte”. El concepto de goce es algo facilmente reconocible en la conducta de nuestros semejantes y algo además imprescindible para entender el deseo humano, algo que va más allá del reflejo condicionado skinneriano y que situa a lo humano en una dimensión más poperiana que skinneriana, más epistémica que conductual.

Asi Velmont desea seducir a Cecilia Volanges, pero lo que le interesa de ella no es tanto su belleza sino su inocencia. Educada en la moral más rancia y convencional del momento Cecilia acapara en sí los dones que Valmont pretende socavar a través de sus engaños y su constancia en el acecho de la presa. De lo que se trata no es tanto de conseguir a Cecilia sino de retar su resistencia y someterla a la prueba del nueve de la seducción. Es la apuesta que Valmont y la marquesa mantienen y es algo que sólo puede llevar a cabo Valmont, puesto que la marquesa en virtud de su posición no puede acometer por sí misma tamaña heroicidad sin ponerse en entredicho aunque es precisamente ese el deseo que asoma en ella a través de la inducción constante que hace a Valmont acerca de esa posibilidad, asi es la marquesa la que induce, espolea y mantiene.

Y una vez conseguida de lo que se trata es de abandonarla pues el goce no está diseñado para acomodarse a una vida hogareña confortable y práctica, sino precisamente para eludir los compromisos del amor y escamotearle al deseo una cama doméstica aun siendo una cama confortable y acogedora. De eso va el deseo libertino, un deseo que se alimenta en ese recorrido del apetito, resistencia, engaño y consumación. Siempre es necesario el engaño puesto que el plan consiste en abandonar a la presa apenas rendida por amor y es precisamente esta rendición que se hace en nombre del amor lo que hace a la presa tan peligrosa y cuando se ha llegado a este punto lo que se impone es cambiar de víctima y buscarse un nuevo reto, un más difícil todavía dejando a la anterior mancillada de por vida y enclaustrada en un convento.

El goce es pues el deseo del deseo. El deseo de desear.

Es obvio que la conducta humana y de cualquier animal puede resumirse en una palabra: todo ser vivo se orienta hacia la consecución de placer y la evitación del displacer. Pero estamos lejos de haber comprendido el mecanismo de estas conductas de acercamiento/repulsión, puesto que el displacer en sí mismo supone una excitación creciente y el placer es en cierto modo la solución al displacer. Lo que es intolerable es la excitación, proceda del dolor, o de cualquier otra fuente excitatoria. Sea comida o sexo, lo que nos impulsa a buscarles es la expectativa de alcanzarlos y de descargar en ellos esa tensión, sea comiendo o copulando.

Claro que el final del displacer no es siempre el placer, pero si el punto final del displacer no es el placer, ¿qué es?  Es la reducción de esa tensión, pero ¿qué en qué consiste esta reducción?

La anulación del displacer no es necesariamente placer, podemos hacerlo durmiendo, tomando Orfidal,  vomitando, podemos beber alcohol, meditar, correr, conductas que conocemos como «de escape». ¿En el coito, qué es más importante el momento del orgasmo o la eliminación de la tensión displacentera de una excitación?.  Yo diría que muy probablemente el incremento de la tensión erótica no es displacentera por necesidad; y segundo que el orgasmo no es un requisito necesario para la eliminación del displacer de una tensión erótica.

De manera que el placer es un plus, algo que se añade al coito pero que no justifica al coito en sí mismo como subproducto del principio del placer.

Freud ejemplifica ese problema, lo ha abordado en las «Lecciones introductorias al Psicoanalisis». Y él habla de los sueños de castigo que son distintos de los sueños traumáticos, entre paréntesis. El sueño de castigo es un sueño en el cual efectivamente hay un castigo y un dolor y una molestia y ansiedad; y Freud lo explica diciendo que no se puede abordar el principio del placer desde el ángulo única y exclusivamente de la pulsión, que el principio del placer se conecta también a complacer -que no es lo mismo que tener placer- a complacer a otras instancias psíquicas, por ejemplo al Superyo; con lo cual tú puedes comprender que el principio del placer no puede ser formulado en puros término de placer o dolor, o de displacer y dolor, o de displacer versus placer, o de dolor versus placer; sino que también tiene que ser enunciado o percibido en la clínica a la luz de una especie de circulación intersistémica. ¿Qué es lo que logra que alguien evite el displacer y tenga al mismo tiempo placer?: Un acuerdo intersistémico; un acuerdo entre el yo y el ello, por decir así, una coordinación, una transacción entre el Yo, el Ello y el Superyo o, si tú quieres, en términos de la antigua tópica: una transacción entre consciente e inconsciente. La angustia a nivel preconsciente de un elemento sustitutivo que permita cruzar desplazadamente o condensadamente la pulsión. En ese sentido, la palabra placer pierde sentido y, desde esa perspectiva, tú ya no puedes hablar de placer. (tomado de este articulo de Bernardo Arensburg).

De modo que no todo placer es placentero en sí mismo sino que obtiene legitimidad en el hecho de complacer: a otro o a otra instancia psíquica, algo que entronca con el masoquismo y el narcisismo. Renunciar a un placer es a veces la mejor forma de anular un displacer y alinearse con el placer de otro es sin duda un lugar masoquista donde uno se pone en el lugar imaginario que presupone en el otro.

Pero no se trata solamente de la evitación del displacer a través de una especie de exportación del propio deseo en otro u otra cosa sino que hay aun otra vuelta de tuerca, otro más allá:

El concepto de goce -jouisance- en Lacan, por ejemplo, tiende a dar cuenta de esto, pretende dar cuenta en términos de que sería como la postulación de que en todo síntoma, en toda situación sintomática habría un goce secreto que podemos presumir como un goce masoquista en la medida en que se acompaña de dolor.  Y Freud lo dice muy claramente, por ejemplo en «El hombre de las ratas», cuando el H.R. relata el terror y el desagrado frente a la exposición de la tortura china por el capitán cruel. Freud dice: «Un brillo de goce en su mirada»; no usa la palabra placer, curiosamente, sino que usa la palabra goce que es la que Lacan retoma. Hay un goce, dice él. Ahí podríamos equiparar goce con placer y decir que se trata de un placer masoquista; pero yo no suscribiría el planteo de Lacan. No se trata de una situación estrictamente masoquista; puede tratarse de una situación moral, por ejemplo; puede tratarse de algo ligado al narcisismo que exige no un placer sino una eliminación de los malos pensamientos displacientes, por así decir, lo que no produce placer sino que produce un alivio frente al sentimiento de pecado o al sentimiento de malestar con el propio ideal del yo o con el Superyo. (Arensburg, 1996)

Nosotros los humanos venimos de serie cableados con un sistema de placer-recompensa inacabado, a medio hacer, esto explica el por qué los conceptos neurobiológicos de apetencia y consumación no son suficientes para explicar los trasiegos del deseo que ha de viajar y sortear distintas instancias psiquicas y sociales para poderse vertir al exterior. Los conceptos de excitación-displacentera y su evitación o descarga placentera y su repetición no pueden contener la enorme variedad de combinaciones que aparecen como pactos entre el narcisismo, el Superyó o la parte moral y la histeria con su represión de lo inaceptable con el Yo o la consciencia.

Lo que está más allá del principio del placer apunta a una indiferenciación sistémica.

El deseo del no-deseo, es decir la muerte.

Bibliografía.-

S. Freud (1919-1920). «Más allá del principio del placer».

Ficciones

No es este un post destinado a hablar de Jorge Luis Borges, sino que pretendo hablar de las otras ficciones, las que todos nosotros construimos. Aunque no estoy muy seguro de que estas y aquellas ficciones no sean en lo esencial las mismas.

Borges escribió sus «Ficciones» para demostrar o señalar hacia la idea de que a través de lo fantástico podemos entrever que lo imaginario y lo histórico son frecuentemente el mismo fenómeno.

Y que realidad y ficción mantienen entre si una extraña relación de complicidad y de solapamiento.

Usualmente decimos que hay cosas que son verdad, que han sucedido y otras sin embargo son obras de la imaginación humana. Así decimos que Romeo y Julieta son personajes de ficción, como Sherlock Holmes . Y que a pesar de que ambos personajes tienen casa abierta en Verona y Londres nunca existieron. Sabemos también que Churchill o Tejero son personajes reales aunque nunca les hayamos visto más que por televisión, con bombín o tricornio.

La realidad es aquello que es o fue verdad. Eso dicen.

El problema es que no sabemos una palabra de qué cosa es la realidad y cuando hablamos de un hecho histórico aun menos, no podemos saber tal y como comenté en el post anterior, si lo que entendemos como realidad realmente sucedió o fue como nos lo contaron.

Y sucede por algo importante: la realidad es inexplicable en términos de sentido.

Uno va un día por la calle y le atropellan, otro amigo nos traiciona o nos abandona, los amores se disipan, nuestros familiares y nosotros mismos nos morimos. ¿Qué sentido tiene todo eso?

No hay nada más real que la muerte, todos moriremos, algunos ya están muertos aunque solo civilmente, otros emocionalmente, pero no lo saben y no lo saben porque la muerte no admite ningún trámite o excusa. Todos iremos a parar ahi, a esa lona donde caen los hombres knockeados víctimas del tiempo.

Para mi, esta contradicción tiene que ver con el significado que le damos a la palabra «realidad». Muchas personas afirman hoy «que la realidad no existe sino que es un constructo de nuestros sentidos» de ahí a proclamar «que si piensas que estas bien, estas bien» o «si decides pensar en clave positiva el mundo se convertirá en algo positivo», etc. Se trata de recetas de estilo new age que siendo como son falsas contienen algunas gotas de verdad.

Pues no hay que confundir la realidad, la verdad, el medio ambiente o el hábitat. Si usted va por la calle y sufre un atropello, este atropello es de verdad pero no procede de la realidad sin o del hábitat urbano en que usted se desenvuelve. Si un familiar se le muere, muchos le dirán que es ley de vida y es cierto: forma parte de nuestra realidad como humanos.

Pero no es a esta realidad/verdad a la que apelo sino a la otra , a la que construimos. Nosotros no somos sólo animales más o menos hacinados en la gran ciudad, de manera que no estamos solamente sometidos a ese hábitat que puede atropellarnos, sino que vivimos en una cultura.

Y una cultura no es ni hábitat, ni medio ambiente, es un constructo humano tejido por aposiciones, por acumulación de saberes, tradiciones, rituales, expectativas, etc, una especie de herencia lamarckiana que es el resumen de millones de años de evolución gradual . Es una base de datos acerca del mundo de la que echamos mano para comprender y representarnos esa realidad que carece tantas y tantas veces de sentido y que nuestro cerebro no puede procesar.

Pues la realidad solo puede ser representada.

Y lo hacemos a través de ficciones. Y es prudente recordar ahora que ficción no es lo que dice aquí en la wikipedia donde le atribuyen solamente una etimología de simulación. Fictio-fictionis significa esculpir o modelar. Ficción es el modelado, el trabajo de un escultor (Helios Jaime,2010)

La primera ficción que construimos es la identidad, la segunda la personalidad.

Nosotros los humanos venimos de serie equipados con un sexo bien definido. O somos hombres o somos mujeres, pero ser hombre o ser mujer precisa además de una consolidación cerebral, no basta con ser portador de unos atributos determinados. Ahi aparece en nuestro socorro la cultura a través de esa base de datos que Roger Bartra ha denominado exocerebro. En él vamos a buscar los significados, los símbolos que necesitamos para -esculpir- nuestra identidad sexual y lo hacemos a través de redes neurales extrasomáticas que son prolongaciones de las otras redes, las endocerebrales. Ahí y no en el cerebro de cada cual encontramos el sentido y los significados a qué cosa es ser un hombre y qué cosa es ser una mujer. Pues allí viven los símbolos agazapados en una red de enlaces tridimensionales donde conviven unos con otros. Allí nos dirigimos para saber quién somos y más tarde para saber cómo somos.

Y construimos una ficción: somos un hombre o somos una mujer. Naturalmente como en toda ficción podemos construir lo que mas nos convenga cerebralmente pues no hay que olvidar que esos enlaces entre endo y exocerebro son enlaces neurales. Unas ficciones serán fieles a la realidad interna de cada cual, otras alejadas de ella, unas serán construcciones fantásticas y otras pegadas al terreno de lo posible. Pero todas comparten el elemento común de ser ficciones, pues lo masculino y lo femenino no son solo órganos y hormonas que se poseen o no se poseen, sino símbolos, representaciones, comportamientos, formas de pensar y hasta de andar miméticas o acordadas por la cultura, son consensos que están allí en el exocerebro comunal de nuestra especie.

Lo mismo sucede con la personalidad; no voy a extenderme mucho en este asunto pues ya lo abordé en otros lugares, pero aprovecharé ahora para decir que cuando decimos, «es orgulloso, o humilde, o celoso, o interesado o perfeccionista», no estamos señalando hacia el cerebro del sujeto sino hacia su narrativa. Los individuos no somos -por nosotros mismos- ni de una forma ni de otra pues «ser de una determinada manera» no es una prestación cerebral sino cultural. No somos perfeccionistas o humildes porque haya en nuestro cerebro ciertos receptores con mayor densidad que otros que nos empujen fatalmente hacia un rasgo u otro, sino que existe en todo caso una facilitación genética para explorar por ciertas sendas extrasomáticas buscando los significados de ser una cosa u otra. En realidad se equivocan tanto los que dicen que los rasgos de la personalidad son innatos, como los que dicen que son ambientales. Ni una cosa ni otra, pues aunque es más cierto lo segundo: si lo entendemos como que es el sujeto quien va a buscar significados en esa base de datos que llamamos exocerebro tratando de encontrar sus propios sentidos. Sin embargo el camino marcha atrás en busca de porqués  es imposible: la aposición, las bifurcaciones, y el solapamiento de unos con otros hacen imposible desandar el camino, si pretendemos la comprensión de cada paso.

La construcción de la personalidad es como la historia y contiene la misma dificultad que encontramos en los historiadores si lo que pretendemos es «saber la verdad de lo que pasó». Pero para desvelar la verdad necesitamos construir ficciones  y es asi como se conducen los eruditos pues un acontecimiento histórico cualquiera admite múltiples interpretaciones (ficciones) pues la verdad histórica en su mayor parte es opaca y lo peor: carece de sentido o propósito como la muerte individual o la Evolución. Un acontecimiento se monta sobre el anterior sin que acabe de explicarlo del todo. Como en la evolución no se puede hacer marcha atrás y no tenemos más remedio que utilizar los diseños anteriores que en cualquier caso no se pueden deshacer.

Sobre la personalidad y la identidad siguen construyéndose ficciones, las creencias, los gustos, las ideas se construyen en andamios construidos a toda prisa para encajar las emociones dando la impresión de que el edificio finalizado es un edificio sólido y que responde a la lógica de la elección individual. Pero nuestra conciencia de unicidad, nuestro Yo es otra ficción, que naturalmente no existe. No existe ningún homúnculo que tome decisiones, sino que las «decisiones» se engarzan unas con otras por proximidad, por coherencia, por resonancia o por facilitación, pero nunca por determinación genética. Tampoco elegimos ser lo que somos sino que vamos acoplando lo que creemos ser a las sucesivas ficciones que construimos casi cada día para que los hechos encajen en los cajones de nuestra mente.

De manera que todos somos arquitectos de nuestras propias ficciones, entendiendo a estas como formas de interpretar la realidad/verdad según nuestra condición de novelistas.

Y todos estamos expuestos a las ficciones de los demás cuando nos incluyen. Es seguro que usted habrá mediado alguna vez entre dos amigos que se han peleado por alguna razón. Escucha a uno y dice tiene razón, escucha al otro y piensa lo mismo, ¿Quien tiene razón?

La mayor parte de ficciones están destinadas a la confrontación con las ficciones ajenas. El buen mediador es aquel que sabe que los dos tienen su parte de razón pues en una Verdad mediada por el lenguaje hay elementos connotativos, denotativos y pragmáticos. Es posible que ambos se enzarcen en una disputa al atender solamente uno de esos planos por donde discurre el lenguaje y se olviden del elemento pragmático (lo más frecuente), el que contextualiza las palabras. El mediador sabe que ambos tienen razón y no la tienen, pero sobre todo sabe algo más importante: que ninguna ficción es la verdad y que existe un plano donde el conocer que todos construimos ficciones de hecho, nos hace relativizar y alejarnos de la búsqueda de la razón, una ética abyecta. Sabemos que hay una ficción que es a su vez una metaficción, la de saber que todos estamos equivocados y al mismo tiempo acertados.

Es por eso que existen buenos y malos novelistas o constructores de narrativas y es por eso que todos estamos de acuerdo en decir que Borges es mejor escritor que Lafuente Estefania.

Necesitamos la ficción para aprehender la realidad, para hacerla nuestra e injertarla de vuelta en nuestro cerebro en su código de iones y química. Y no sólo la necesitamos -estando como está fuera de nosotros- sino que no tenemos más remedio que aceptarla como único medio de entender la realidad. A cambio no tenemos más remedio que aceptar que la simulación, el engaño y el autoengaño forman parte de nuestro acervo cotidiano. Y que eso no nos hace menos auténticos sino simplemente humanos. Y condenados a auto-inventarnos un lugar en el mundo.

Se trata de un noble ejercicio, el de la simulación pues a la realidad le hacen tanta gracia las ficciones como a nosotros y a veces incluso las imita.

Y entonces decimos aquello que la realidad tiene una estructura de ficción.

Pero no es verdad: la realidad es sólo un inconmensurable que envidia a la narrativa.