El mundo moderno nos ha enseñado que los deseos humanos llevados a su extremo son de temer (Peter Sloterdijk)
El Islam (distribución geográfica)
Recientemente ha estado en nuestro país Michel Houellebecq presentando casi de puntillas su ultimo libro «Sumisión» publicado en Anagrama. Casi de puntillas porque las medidas de seguridad que se tomaron en la presentación del libro hicieron de la misma una especie de acto clandestino con noticias cortas y poca exhibición del personaje que da evidentemente para mucho más en eso de la publicidad.
Houellebecq es un reaccionario (en el buen sentido de la palabra), un ilustrado oscuro, un tipo genial que extrae de su talento visionario aquello que otros no quieren ver y es tan inteligente que ni siquiera se dedica a contrariar a los que le acusan de islamófobo o machista. «Yo tengo derecho a escribir una novela islamófoba». O «Yo soy un machista»
Pero yo no le creo, Houellebecq no ha escrito una novela islamófoba sino una novela contra el buenismo europeo, contra el buenismo francés o mejor contra esa élite que está asesinando Francia. En realidad «Sumision» es una novela de política-ficción, una novela de anticipación, donde el autor se imagina un horizonte político en Francia en el que izquierdas y derechas conspiran contra la extrema derecha -que paradójicamente ostenta el voto popular- y propician al fin un gobierno islámico. De lo que se trata es que le Pen no gobierne, mejor un musulmán.
Houellebecq escribe sobre la decadencia moral de occidente y sus subproductos, lo hizo ya en su soberbia «Las partículas elementales», también en «Ampliación del campo de batalla» o en «Plataforma». escribe sobre la miseria de los hombres después de que hayan sido liberados de todos los recortes del deseo, apareciendo aquello que ya predijera Foucault acerca de lo mismo: desatar todas las virtualidades del deseo tiene el mismo propósito y la misma función que su prohibición, el deseo sin limites nos lleva al marasmo moral y a la destrucción de los vínculos sociales que mantenemos con los demás: Se trata de efectos secundarios:
Entre ellos: la destrucción de la familia biológica y el declive demográfico de los pueblos de origen europeo es quizás el más grave, pero hay otros costos a pagar: aumento epidémico de las enfermedades depresivas, incremento en las “brechas de género” en personalidad, disminución paradójica de la movilidad social, la amenaza de nuevos patógenos (sí, los demonios existen), el infraestudiado problema del altruísmo patológico y un largo etcétera de limitaciones que sustentan el pesimismo racional. (Eduardo Zugasti)
Lo que Houellebecq denuncia es precisamente la inmunosupresión de occidente frente al fenómeno islámico que no es ni de lejos el primer ni en ultimo extremismo con el que las sociedades abiertas van a tener que lidiar sino algo que está oculto detrás del miedo a las bombas: el suicidio demográfico.
¿De qué sirve el estado del bienestar si las personas estamos cada vez más aisladas y sufren más de melancolia?¿Si nos hemos quedado sin familia de tanto emanciparnos? ¿De que sirve el sexo libre o fácil si la mayor parte de los hombres pasan la mano por la pared y una buena parte de las mujeres están solas?¿De que sirven los derechos de la mujer si no hay niños a quienes educar para eso?
Los derechos humanos son un invento de ciertos profesores universitarios divorciados y que han caído en la trampa ginecocéntrica al no entender que la posición de la mujer en el islam es tan digna como cualquier otra y que nuestra posición sobre el asunto nos lleva por el camino del marasmo. Al día siguiente de ganar las elecciones en Francia el candidato musulmán envía a todas las mujeres a su casa y las profesoras acatan esa decisión de mala gana pero dura lex sed lex. Algunas incluso le cogen el gusto a volver a ser amas de casa.
Nosotros lo vemos con las gafas de aumento de nuestros ideales democráticos que hemos sacralizado en lugar de Dios, excedentes de una mala digestión de la ilustración blanda, pero ellos no lo ven así, me refiero a los musulmanes. Lo llevan en los genes, no es una cuestión de integración o de tolerancia. Es algo metafisico.
«Sólo Dios es Dios»
No es una perogrullada, es una de las ideas-fuerza del islam. El lector interesado en la metafísica del Islam puede ver este documental que recientemente se ha estrenado en la 2 y que nos transmite la fascinación que el Islam tiene para el creyente e incluso para el estudioso islamista .
Pero el éxito del islamismo en el mundo (se trata de la religión que practica más gente) no se debe a su metafísica, sino a su parte exotérica, es decir a sus preceptos. Es una religión fácil de seguir, fácil de entender, poco burocrática y sin florituras por así decir. Todo el mundo sabe a qué atenerse si no sigue las reglas, si no acata las prohibiciones. Se trata nada mas y nada menos que ir contra Dios, de modo que no hay nada más que hablar. El que transgrede una regla la paga.
Se trata de una raza con características genéticas bien distintas a la nuestra, no existe una religión más apropiada para esas tribus aisladas que guerreaban constantemente, esas tribus del desierto o la montaña que evolucionaron en condiciones bien distintas a nosotros los europeos autóctonos. Ellos son conformistas, nosotros inconformistas, ellos colectivistas, nosotros individualistas, ellos etnocéntricos, nosotros egocéntricos, ellos guerreros, nosotros inventores, ellos respetan a la autoridad, nosotros la cuestionamos. Ellos tienen un sentido para morir, nosotros ninguno. Algunas diferencias.
Y es por eso que la religión islámica no tiene nada enfrente. No compite con otras religiones, no compite contra la cruz. Compite contra la nada, contra una sociedad secular que se enfrenta a ella sin Fundamento. Y una religión solo puede competir con otra religión. Los ilustrados gráciles no cayeron en la cuenta de que las ideas de libertad, Fraternidad e igualdad no podian sustituir al fundamento religioso. No hay una razón ni un sentido para la muerte y sin ese sentido nada en la vida tiene sentido.
Ningún país de Europa Occidental tiene una tasa de nacimientos por mujer que corresponda al nivel mínimo de mantenimiento de la población (2,1 hijos por mujer) indicado por los demógrafos. Italia con una tasa de 1,2 se dirige a convertirse en el país del mundo con el menor número de nacimientos, y ya lo sería si de los nacimientos registrados en los hospitales se excluyeran los hijos de inmigrantes residentes pero no ciudadanos italianos. España y Alemania compiten con Italia en este triste primado. Francia ha aumentado su nivel a 1,7 pero sus datos serían similares a los italianos si se excluyeran los nacidos de mujeres – inmigradas o ciudadanas francesas – de religión musulmana. Italia, Alemania, España y Países Bajos (en este último también, hijos de ciudadanos de religión musulmana excluidos) están por debajo del nivel bajo el cual los demógrafos piensan que un vuelco de la tendencia sea imposible. Esto significa que países como Italia, si la situación no cambia, reducirán a la mitad la población en el transcurso de una generación. (Texto en cursiva extraido de esta web)
En todas las partes del mundo aquello que asombra a los no europeos es que en Europa este tema dramático no esté en el centro del debate cultural e incluso en las campañas electorales.
El historiador Arnold J. Toynbee decía que sobre la muerte de una civilización se escriben pocos libros de intriga, y ello por una buena razón. Muy excepcionalmente hay un asesino: por lo general, se trata de suicidio. América se ve abocada a “quedarse sola” en la lucha contra el ultrafundamentalismo islámico no – o no sólo – porque la mayoría de los gobernantes europeos sea cobarde y débil frente al islam. Quedará sola técnicamente, porque dentro de menos de un siglo ya no habrá europeos. La demografía los habrá barrido como barrió al imperio romano, el cual no cayó porque sus cuadradas legiones se habían vuelto menos cuadradas, sino porque la práctica extendida del aborto y del infanticidio había hecho posible que ya no hubiera más legionarios. Se reclutaban bárbaros, incluso proclamándolos, sin comerlo ni beberlo, ciudadanos romanos. Cuando los bárbaros se dieron cuenta que eran la mayoría, tomaron el poder.
La demografía es la variable critica, y una población en descenso solo puede ser reemplazada por una cultura vigorosa que nos triplica en nacimientos. Y aun hay que contemplar otro fenómeno. Ellos, me refiero a los árabes tendrán que escapar de la trampa malthusiana que es el problema más acuciante que se les viene encima.
Solo hemos de pensar en el agua. ¿¿Qué sucederá cuando se termine el agua en Oriente próximo o en el Norte de Africa? ¿Será la próxima crisis que nos viene encima?
Houellebecq no es islamófobo sino que «la fobia islámica» (por otra parte comprensible en la población más expuesta) es el pretexto que usan los ilustrados blandos para prohibir las anticipaciones. Eso es lo que sucederá, es lo más probable.
Pero nada más alejado del milenarismo apocalíptico con que algunos tratan de censurar algunas ideas. Si Europa termina siendo islámica no pasará nada. Cosas peores se han visto en la historia.
¿No cayó también Roma y todo el mundo romano en manos de Atila?
Pues sí, así ocurrirá si a los incuestionables datos con los que hoy contamos no se suman, en un futuro, acontecimientos del todo distintos. Coincide el ciclo de la civilización y de la manzana (y de todo lo habido y por haber): verde, madura, podrida. Depende de cómo se la «mantenga»: se ralentiza o acelera su declive (o degeneración) y muerte. Pero, por fortuna, nuestra corta temporalidad no hará posible que lo que inexorablemente va a ocurrir lo vean nuestros «ojos que han de comer la tierra» (‘Quijote’, I, XXV). Ya es ganancia suficiente.
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Estaba leyendo un artículo sobre el viejo libro de Oswald Spengler, El ocaso de occidente…
«el eslabón que culmina las fases de la civilización y determina su ocaso se encuentra en una época de “cesarismo”. Como ya sucedió en Roma, se alcanza este momento cuando la sociedad, tras un período de despotismo y corrupción, pierde su armonía, su coherencia. Entonces el pueblo se convierte en una masa inanimada sobre la que los césares imponen su dominio», bla bla bla ….
Y reparo en este párrafo que me recuerda a lo que usted dice en este post:
«Por su parte, el historiador Pierre Chaunu realizó una tabla efectiva para medir objetivamente la decadencia mediante el número de hombres que pertenecen a un estado cultural:
“Todo descenso de población es penalizado por una pérdida multiplicadora de ese capital de información llamado cultura. Todos los imperios han caído víctimas del colapso demográfico y de la pérdida de memoria cultural».
Colapso demográfico y pérdida de memoria cultural …
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