Fotografía original de Flor Garduño
Hubo un tiempo en que la psicopatologia y el sufrimiento humanos iban enroscados en la sexualidad, el personal se hacia preguntas como ésta: ¿es mi padre un putero? ¿Como sienten las mujeres? ¿Estará enamorado de mí mi cuñado? Y asi, hasta que las mujeres se quitaron el refajo y se liberaron por así decir.
Pero el problema no se resolvió sino que cambio de lugar, durante el siglo XX los problemas se trasladaron al eje del trabajo: a la identidad social, a lo que aparentamos ser. La gente dejó de sufrir por culpabilidades sexuales y se puso a sufrir por no tener el rango laboral que les tocaba o las caderas que hubieran preferido o la visibilidad social que necesitaban y sentían merecer. El siglo XX fue el siglo de la visibilidad, las mujeres sobre todo adquirieron notoriedad y abandonaron sus hogares dejándolos vacíos y convertidos en lugares de paso, la pildora anticonceptiva añadió nuevas posibilidades sexuales y la gente de tan libre comenzó a caer en la cuenta de que no hacía falta emparejarse ni comprometerse ni tener hijos. Que lo único que valia la pena era el trabajo y el gimnasio, lo demás era prescindible.
La gente se hace esta pregunta hoy ¿por qué la miran a ella y no a mi? ¿Por qué yo no gano lo mismo que los mengano? ¿Por qué me saldrán estas patas de gallo? ¿Por qué ella no engorda y yo si?
Durante el siglo XX la psicopatologia se enroscó en lo alimentario y en lo social, digamos en aquello que podia enseñarse, en lo demostrativo: aparecieron nuevas patologias relacionadas con la corporalidad y una juventud entera pasó a formar parte de adoradores de ayunos, dietas, retoques y gimnasias. Los cirujanos plásticos fueron mas consultados que los psicoanalistas quizá porque la culpa habia sido desplazada por la perfomance.
Y cuando más iguales éramos nacieron los ministerios de la Igualdad: con una misión fundamental, conseguir que hombres y mujeres fueran más iguales, es por eso que habia que conseguir que desaparecíeran las diferencias reproductivas, mientras hubiera mujeres paridoras la igualdad no podria conseguirse, es por ello que se inventó el aborto libre primero como reivindicación y luego como superficial derecho inalienable de la persona humana.
De lo que se trataba era de blanquear la verdad y eludir el debate moral, la mejor forma de hacerlo es acudir a la idea de que los embriones son una especie distinta a los humanos corrientes y molientes, son como otra cosa, una especie de cyborgs.
Lo ha dicho la ministra de igualdad, Bibiana Aido: que los embriones son seres vivos pero no humanos. Lo que me ha hecho recordar al neolenguaje del que hablaba Orwell en 1994, de lo que se trata es de cambiar el lenguaje, mecanizarlo, retorcerlo para que coincida con las consignas del partido de turno. El PSOE quiere cambiar la ley del aborto y ya tienen el pretexto, ahora ya lo sabemos: los embriones no son seres humanos.
Lo cierto es que los que hablan de asesinato en el caso del aborto también se equivocan porque el asesinato es una figura jurídica, yo estaría más de acuerdo en decir que el aborto es «quitar la vida» a un ser vivo ahora que ya sabemos que los embriones son seres vivos pero no humanos.
Y me alegro mucho de que hayamos llegado a este punto porque habrá que admitir a partir de ahora que «quitar la vida» no es lo mismo que asesinar a alguien, por ejemplo un pollo no puede ser asesinado, sólo pueden ser asesinadas las personas humanas, aquellas que tienen el estatuto juridico de personas que no alcanza a los embriones según la ministra de Igualdad.
El problema sin embargo no está resuelto porque no sabemos cuando un embrión se transforma en un feto humano. Por aproximación podriamos pactar esas 22 semanas de gestación, una especie de barrera o linea roja que se encuentra en las leyes de los paises de nuestro entorno: leyes de plazos, lo que significa que cualquier mujer puede abortar en ese lapso de tiempo de 22 semanas donde el embrión es un ser vivo pero no humano. Lo que no sabemos es que pasará con aquellos fetos que ya han dejado de ser embriones y ya han pasado a ser humanos porque eso seguro, seguirán abortándose como hasta la fecha. Lo mejor sería alargar esos plazos hasta los 7 meses de gestación y abolir la figura juridica del infanticidio.
Y que quepan todas las opciones: de lo que se trata es de no criminalizar a las mujeres que hayan decidido no llevar adelante sus embarazos aunque para legitimarlas debamos adaptar el diccionario de la RAE a nuestros objetivos y restringir las evidencias. Y la evidencia es que cualquier embrión es un proyecto humano, una continuidad embriológica, hasta que se transforma en un ser humano en el momento del alumbramiento. La distinción entre embrión, feto y bebé es descriptiva, igual que niño, adolescente o anciano.
Al pan, pan y al vino, vino. Y la verdad es que un embrión es un ser humano vivo aunque incompleto.
Pero el problema de la tecnología reproductiva no ha hecho más que empezar, poco a poco vamos a tener que pronunciarnos en cuestiones como ésta ¿Es ético tener un hijo-medicamento para que haga de donante de un hermano enfermo? ¿Es ético elegir los embriones a la carta?
Lo cierto es que la tecnología siempre va a ir por delante de la evolución moral de la conciencia humana y además da dinero, es por eso que según algunos las sociedades liberales son un mal lugar para plantearse estos dilemas que siempre serán soslayados por la posibilidad de poderse llevar a cabo, lo cierto es que con dinero estas tecnologías serán posibles como posible es ya de hecho en nuestro pais abortar electivamente con independencia de ser menor o mayor de edad.
Y lo que es aun más cierto: a la gente le importan un bledo los dilemas éticos, porque lo que les interesa es su propio bienestar.
Lo que nos lleva de cabeza a señalar hacia uno de los efectos secundarios de la libertad: la irresponsabilidad galopante que se nos viene encima, una irresponsabilidad egoísta que aliada con el dinero que hay para ganar en estas tecnologías permite predecir un claro crecimiento y abuso de ellas.
Lo cierto es que la gente aborta porque ante sí se les abre una amplia oferta de servicios a la carta de sus oscilantes deseos e intereses, la gente aborta por irresponsabilidad y una carencia de sensibilidad moral. Para empezar porque ejercieron una sexualidad que les iba demasiado grande, no será por falta de información por lo que quedaron embarazadas sino quiza por su exceso. Efectivamente, sabemos demasiado de todo y es por eso que cada vez somos mas irreponsables, pues los adolescentes de ahora fueron criados por madres ausentes del hogar y padres desaparecidos que no pudieron ejercer su función cultural con normalidad y que sustituyeron información o bienes materiales por amor y dedicación. Lo normal en este siglo XX fue que la función paterna estuviera oculta o ausente, hay algo de la función paterna que desapareció definitivamente con la incoporación de la mujer al mundo del trabajo.
No es de extrañar pues que las hijas de esos hogares de paso sean irresponsables y se queden embarazadas aun viviendo en uno de los paises con mayor oferta anticonceptiva del mundo. Habría que dar una especie de carnet al personal para que se les permitiera copular del mismo modo que hacemos con los conductores. Una especie de carnet por puntos: quedarse embarazada llevaría aparejada la perdida de 10 puntos, primero por «burra», y luego otros 10 por copular sin protección propagando enfermedades.
La ignorancia activa deberia pagar peaje en las sociedades liberales.
Durante el siglo XXI el sufrimiento humano irá enroscado a la reproducción, no poder tener hijos cuando se quiere, la esterilidad: no poder concebir, no poder ser padres perfectos, o tener hijos perfectos, a la carta, ese será el sufrimiento de los ciudadanos del siglo, las preguntas que se hará el personal ya no procederán del descontento con el sexo, el poder o la visibilidad social sino con la incapacidad de algunos de aceptar el azar, el desorden de la naturaleza y que se manifestará en la mente individual en un ansia titánica de buenismo y perfección: para entonces ya no existirán hogares sino manufacturas reproductivas.
Los hombres ya no vivirán con mujeres de su especie sino con robots enamorados., cyborgs diseñados al gusto de los hombres.
Y las mujeres seguirán con su mania reproductiva produciendo hijos fuera de su vientre: hijos perfectos.
Tener hijos dejará de ser una consecuencia de tener sexo y pasará a formar parte de una expectativa quasiquirurgica de la vida, una expectativa protésica.
¿Hijos o cyborgs? Esta es la cuestión.
¿Pero a quién le importa?
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