Una religión para que tenga éxito ha de contener al menos una promesa: la inmortalidad.
Es lógico puesto que el mayor terror que tenemos los humanos es a la muerte individual, a desaparecer, a no saber qué pasará después de que muramos. No sería posible pensar en una religión sin un Edén, con huríes o cegado por el resplandor de Dios, la vuelta al Todo, al Uno o si se quiere a las vidas repetitivas y múltiples que promete el budismo. De lo que se trata es de vivir eternamente aun una vida de insecto, de lo que se trata es de ser inmortal.
«¿Era esto la vida? Se preguntaba Nietzsche, pues venga otra vez». No importa el tipo de vida que se haya vivido, morirse es una desgracia pero no se trata de una desgracia cualquiera sino de una desgracia sin sentido. Es por eso que las religiones tratan de encontrarle sentido a la vida de cada cual incluso a la más miserable y es por eso que algunas religiones defienden la vida como si la vida fuera un derecho natural que está más allá de lo que tratamos de hacer con ella. Aunque el denominador común de todas ellas no es el sentido que se le da a la vida sino el sentido que se le da a la muerte, una muerte que se piensa en clave de redención, de revancha o de compensación
Y en política pasa un poco lo mismo. Hay políticos con éxito y poca razón y otros que tienen poco éxito y mucha razón. La clave del éxito de los partidos políticos no es la razón que se esgrime sino que sus mensajes sean fáciles de comprender y sobre todo que aborden uno de los problemas que aquejan a la mayoría de las personas: el tema de la desigualdad. Y una cara con gracia.
La igualdad vende políticamente del mismo modo que la inmortalidad vende teológicamente.
Todo esto pensaba yo el viernes por la noche mientras oía la entrevista -la enésima- que la Sexta le hizo a Pablo iglesias. Una entrevista que podeís ver aqui si aun no la habéis visto.
Y vale la pena verla porque es un tratado de marketing político bien hecho, Iglesias, tiene cintura, sabe zafarse, sabe debatir, no le tiene miedo a nada y lleva su discurso muy bien aprendido. tanto que parece un producto de laboratorio, un producto de diseño.
Así comenzó Lenin su carrera política. En realidad Lenin no era un hombre de acción sino un teórico que se hallaba en Suiza haciendo una tesis sobre las formas revolucionarias y aprendiendo de aquellas obras de ingeniería social que habían fracasado en el pasado, básicamente los socialismos utópicos. Allí aprendió cómo se hace una revolución y lo primero que aprendió es que uno no debe buscar islas paradisiacas para que allí florezca la utopia, tampoco vale iniciar una asonada general sino ponerse al frente de una revolución ya aparecida carente de liderazgos. No hay nada más triste que una revolución sin líderes, y si no lo cree vea que ha pasado con la primavera árabe o lo que pasó con el 68 francés.
La spanishrevolution fue una buena oportunidad para que aparecieran los primeros líderes con intención de aprovechar el descontento social que aquellas acampadas en la puerta del sol parecían demostrar y era cierto, tan cierto como aquellas barricadas de Paris o aquellos adoquines donde nosotros de jóvenes aprendimos que no había playas bajo ellos. Todo se vino abajo con la socialdemocracia.
Iglesias es un orador brillante, un debatidor profesional, un demagogo elocuente, pero carece del atractivo de Felipe Gonzalez para vender cualquier cosa antes de que entráramos en la OTAN, ni de la magia pontifical de Julio Anguita, aunque ambos parecen ser clones de Iglesias al menos en su manera de ver los problemas que aquejan a nuestro mundo. Clones anticuados, eso si. Pero mucho más atractivos que él y fracasaron (Anguita más que Gonzalez que engatusó a más de uno)
Iglesias vende un producto fácil de vender, que se vende solo como los Iphones, los Ipads o las tablets. No le hace falta demasiada publicidad (aunque tiene de sobra) en parte porque los medios han quedado fascinados por su figura. Y en parte por las redes sociales que son su segunda casa con la que aun no saben jugar los políticos tradicionales.
Un producto que podríamos llamar el plan «Robin Hood». Se trata de quitarles dinero a los ricos para dárselo a los pobres. La trampa está precisamente en esta palabra un tanto polisémica «ricos».
¿Quienes son los ricos en este país? ¿Cuantos son?
Vale la pena echar un vistazo al anuario Forbes de multimillonarios para caer en la cuenta de que en España no hay tantos ricachones como creemos. Aquí cuando hablamos de grandes fortunas estamos pensando en grandes empresarios, aristócratas o banqueros, pero no hay en España ningún ricachón que llegue al nivel de algunos propietarios de equipos de fútbol, árabes, rusos o no importa qué.
He consultado algunos documentos de «Podemos» para saber qué entienden ellos por «ricos» y de dónde piensan sacar ese «rescate ciudadano» para sacar a los pobres de su pobreza.
Han hecho el siguiente cómputo:
El punto de corte esta en 60.000 euros al año (aunque no dicen si es en bruto), por encima de esta cifra lo consideran un exceso de salario aunque tampoco dicen si ese salario corresponde a una persona fisica o a una unidad familiar. Y añaden:
685.546 declarantes del IRPF (13,76% de los declarantes en rendimientos del trabajo) tenían rentas brutas del trabajo superiores a 60.000 euros en el ejercicio 2011. El «exceso» salarial cobrado por estos declarantes asciende a 13.246 millones de euros.
Limitando sus salario a base de impuestos se podrían rescatar esos millones para pagar a los pobres.
Dicho de otro modo y dejando de lado a los ricos ricos (que parecen ser intocables), el programa de Podemos parece quere decir que limitando los ingresos de esos ricos-menos ricos se podrían financiar políticas sociales de rescate de los desfavorecidos.
La contradicción es la siguiente: Supongamos que hemos favorecido a 2.000.000 de pobres con esa quita. ¿Qué haría el partido de Iglesias para limitar el efecto llamada a todos los parias del mundo? ¿Qué haría con los subsaharianos o con los inmigrantes del Magreb que vendrían en tromba para hacerse con esa paga estatal Robin Hood?
Los primeros perjudicados serian los pobres de aquí que se verían amenazados por los pobres de allí. Entonces emergería quizá un «Podemos» de extrema derecha xenófobo, dirían.
La verdad es que yo conozco pocas personas que estén en ese nivel de ingresos al año, pero tengo algunos conocidos que son aun más ricos que esos de los 60.000 euros al año pero que no aparecen en ninguna estadística. ¿La razón? Pues porque no cobran nomina y si la cobran es testimonial. En realidad de donde ganan su dinero es dejándose las coronarias viajando y tratando de endosarles productos a unos y a otros. naturalmente estos ricachones viven muy bien a pesar de que apenas pagan impuestos.
Esta clase de ricos son indetectables pues perciben su salario en comisiones y tienen su dinero en Andorra, es un decir.
De manera que cuando oiga hablar de que los ricos van a sufragar los costes sociales de los pobres ya sabe a quien están apuntando.
A usted.
¿No es usted rico?¿No tiene piso propio y un apartamento en la playa o en la montaña?¿No tiene usted alguna propiedad aun ruinosa? ¿No trabaja también su mujer?
Entonces es usted rico.
Somos ricos. Los ricos.
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