Cínicos y narcisistas

¿Por donde caerá la bola? Creodo de Waddington

Mis mejores amigos han sido -durante mi juventud- grandes cínicos y narcisistas. Pero también muy inteligentes. Algunos ya han muerto pero yo buscaba en ellos mi doble mimético (gracias Girard) pero yo me curé de ellos y de mi cinismo narcisista hace ya tiempo o mejor me curó la vida y me hice como dice Jesus Maestro compatible con la realidad.

Y debe ser por eso que me gusta mucho escuchar a Maestro, me los recuerda. Es cínico porque no cree en el progreso más allá del siglo de oro español y es narcisista porque solo existe un saber, el suyo y la materia que domina al que lo demás saberes le son subordinados.

Estaba yo visionando este video suyo a propósito del arte del engaño cuando me encontré con una critica (no es la primera vez que se la oigo), relativa a Freud y al psicoanálisis. Una critica que en este caso es relativa al complejo de Edipo.

A mi personalmente no me gusta nada este concepto tal y como Freud nos lo contó, me parece que lo contó precisamente -como dice el propio Maestro- para despistar al personal y que no entiendan lo que más adentro del concepto puede leerse. En realidad si se llama complejo es precisamente porque es difícil de entender y porque es algo intrincado y en cierta manera indeterminado, de él cuelgan muchas cuestiones adheridas que tienen que ver con las vicisitudes finitas pero numerosas que suceden en el psíquismo humano y que dará lugar a una matriz de significados bien distinta según como se resuelva este dilema, pues de un dilema se trata y no de algo que se tiene o no se tiene, sino de una etapa de la evolución psicosexual de los niños y las niñas.

Niños o niñas que antes o después se enfrentan y se dan de bruces con el misterio de la sexuación. Ese numero tres que introduce una variante en la díada madre-hijo, ese tercero en discordia que puede ser el padre o cualquier otra cosa que nos separe de la madre.

En un post anterior ya comenté que el complejo de Edipo forma parte de la mitología del psicoanálisis y creo que los profesionales tendremos que empezar a cambiarle el nombre a tal situación (la que atraviesa el niño de 4-7 años), una etapa del desarrollo que debería llamarse complejo de sexuación y abandonar el concepto de Edipo que ha sido prostituido y malinterpretado por la psicología pop e incluso en ambientes académicos, (hasta Maestro cree que es algo que se tiene o no se tiene) aunque seguirá siendo un complejo, y lo es porque en él se dilucidan grandes consecuencias para el futuro del psicodesarrollo. Y lo peor: la mayor parte de estas operaciones son inconscientes, es decir no se deben a elecciones tomadas a través de la conciencia o la voluntad sino a través de creodos, es decir caminos que ofrecen una menor resistencia., caminos que divergen como diría Borges.

De manera que para evitar el meterme en todas las múltiples maneras en que se puede interrumpir este proceso de cierre de una etapa concreta voy a relatar más bien lo que sucede cuando se resuelve por completo dicho dilema, si bien lo ideal no existe más que en geometría euclidiana. Significa que siempre quedarán restos incluso en aquellos niños o niñas que han superado con éxito dicho ritual de paso por la sexualidad aparentemente sin conflictos.

Salir bien parado del Edipo.-

Antes de decir algo sobre las consecuencias de salir bien parado de este conflicto habrá que recordar que muchos adultos afectos de patologías graves nos recuerdan a menudo que muchos de ellos no llegaron a este punto de maduración, nunca entraron en el dilema de los sexos al quedar fijados en un estadío anterior, del mismo modo y aunque estamos hablando de etapas, es necesario decir que una etapa no se resuelve nunca del todo sino que contamina a las etapas posteriores del desarrollo, de manera que en el Edipo habrá elementos que no serán estrictamente sexuales, el caso más frecuente es aquel que se dirimió en la etapa de la separación de la madre, esas formas abandónicas que nada tienen de sexuales. Doy por descontado pues que estamos hablando de niños y niñas que han llegado a la adultez en buenas condiciones psiquicas, niños y niñas sanos.

1.-Aceptación del tabú del incesto.

Probablemente es la consecuencia más importante de la sanción edipica y a la que me referí en un post anterior, lleva colgando la prohibición del parricidio y es probablemente la consecuencia mas antigua y arcaica de la imposición de limites en la sexualidad.

2.- Aceptación del limite.-

No solo hay personas prohibidas sexualmente hay personas imposibles. Aquellas que no nos corresponden, no están a nuestro alcance por una razón u otra o que no conocemos por ejemplo, como sucede en ciertos delirios erotomaníacos y que siempre llevan colgando la certeza de un amor a distancia de personas (como un rey, o un príncipe) que nunca se conoció ni conocerá pero que aparece como sustituto de una posibilidad que en otro tiempo se frustró: el amor del padre. Asimismo sucede con no pocos agresores sexuales, convencidos del amor de la mujer que acosan. «No sabe que está enamorada de mi». Límites que van más allá de lo sexual, la aceptación de los propios limites según la edad y las cosas que ya no se pueden hacer hablan de que el Edipo representa conceptualmente una ontología del limite. Una aceptación que en cualquier caso no representa menoscabo en la autoestima. ¿No es mejor hablar de limites que de castración?

3 La ley del padre.-

El padre representa a la Ley pero no es la Ley. El padre a su vez está sometido a la misma Ley que el hijo.

4. Identificación e ideal del Yo.-

Doy por descontado que el lector sabe discriminar la diferencia entre Ideal del Yo y Yo ideal. La idealización puede estar en el objeto o en el Yo, más que eso puede haber incluso una fusión entre Ideal del Yo y Yo, como sucede en los maniacos (Abraham decía que el maniaco de ha comido su propio Superyó) pero la idealización tiene una parte oscura que es la hostilidad, que siempre es inconsciente pues no podría convivir con la parte idealizada. Para mí el que mejor ha explicado esta cuestión es René Girard con su concepto del doble mimético, esa especie de amigo, o amiga, en cualquier caso alma gemela que tanto nos ocupó en nuestra adolescencia y cuyo destino es siempre la decepción, el desencanto o el odio. Se dice que el amor está siempre muy cercano al odio, ¿no es verdad? Lo saben bien las parejas que se divorcian.

Si quieres profundizar en este concepto es mejor leer a Girard que a Freud.

La teoría mimética de Girard explica gran parte de las violencias actuales y cómo no de las patologías individuales y sociales. Hasta ha escrito un libro sobre la anorexia mental como paradigma de la mimetización que nosotros los psiquiatras llamamos histeria, aunque el concepto es bastante similar a su planteamiento: ciertas patologías se contagian. Sucede con el suicidio, la violencia de género y los trastornos alimentarios. También otros fenómenos son contagiosos si bien hasta el momento nadie -que yo sepa- había publicado una teoría para explicar esta manía de los humanos en plagiar conductas aberrantes que paradójicamente nos llevan a la autodestrucción. No es raro; cuando caemos en la cuenta de tal y como decía más arriba, la mimesis de algo del otro desatasca la caja de Pandora de la violencia y la agresión, es decir no mimetizamos al otro porque nos guste sino que nos gusta para hacer nuestro lo que el otro posee, y como ciertos bienes son incompartibles, no queda más remedio que competir con aquellos que en un principio fueron nuestras almas miméticas, nuestros pares, nuestro gemelo mimético. Es precisamente esta rivalidad la que hace emerger una violencia directa o al menos velada detrás de una enfermedad, un comportamiento, una elección o una causa cualquiera.

En suma el erudito Maestro debería abandonar su Ideal del Yo o al menos apaciguarlo con la evidencia de que existen otros saberes en otro lugar que pueden competir con los suyos. Y aprender a tolerarlos sin necesidad de destruirlos.

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