¿Por qué decimos cosas que no pensamos?

David Eagleman tiene un libro, ya de culto titulado «Incógnito » , en él cuenta la siguiente anécdota:

Mel Gibson fue detenido por una patrulla de la policia que le sometió a un test para medir su grado de intoxicación alcohólica mientras conducia su coche de forma imprudente por una via publica. Al policia le llamó la atención no solo la cifra de alcohol que habia detectado sino su verborrea inclinada a insultar a los judíos y al propio policia -que era a su vez judío- le llamó tanto la atención, que debido a su estado decidió llevarselo detenido.

El caso es que el informe del policia terminó filtrado a la prensa por lo que Gibson fue acusado de xenofobia y sometido a un intenso linchamiento por parte de los lobbyes judíos que exigieron una rectificación publica.

Asi lo hizo el pobre Gibson que apareció en los medios y en TV para pedir perdón y objetar que no era “xenofóbico en absoluto” que no albergaba ningun rencor hacia ninguna raza y que su propia religión le impedia este tipo de ideas de exclusión de nadie. El caso es que sus apariciones en los medios surtieron su efecto y al final fue perdonado por una inquisitorial “Comisión antiblasfemia”, que dedujo de sus declaraciones que habia sido sincero.

Pero el asunto no acabó aqui y siguió algún tiempo en la prensa junto con declaraciones de expertos acerca de si el alcohol puede o no puede poner en el cerebro de alguien ideas xenofóbicas (o de cualquier otra clase). Los detractores de Gibson pensaban que el alcohol se limitaba a desinhibir lo que de alguna manera ya estaba alli, mientras que sus defensores apelaban al sentido común para llamar la atención de que durante la embriaguez se pueden decir y hacer muchas tonterias o imprudencias, incluso se pueden cometer delitos sin que su autor pueda ser acusado de ser siempre un tonto o un delincuente. Entre los argumentos de sus defensores encontraron el siguiente: si es cierto que “in vino veritas”, es decir si es cierto que durante la embriaguez lo que emerge es nuestro verdadero Yo, el alcohol seria el mejor método para que los delincuentes o acusados de algo dijeran la verdad, bastaria darles a beber cualquier tipo de alcohol (a escoger) para al final saber si lo que dicen es verdad o mienten.

Lo cierto es que el alcohol no es la máquina de la verdad.

Pero es cierto que desinhibe, luego si desinhibe y emergen contenidos racistas debe ser porque en algún lugar de la mente existen tales contenidos. ¿Era o no era Gibson un racista?

Asi es como piensa la mayor parte de la gente, o Gibson es un racista que disimula sus verdaderas ideas o no lo es en cuyo caso el alcohol debe ser una droga racistogénica. Pensar en esta forma dicotómica, o “si o no”, es desde luego muy intuitiva, asi es como catalogamos o clasificamos a los demás (no tanto a nosotros mismos). Pero la verdad cientifica es muy antiintuitiva y las cosas no funcionan asi.

Lo cierto es que -siguiendo a Marvin Minsky-en un libro también de culto que se llama “La sociedad de la mente” (1987) Minsky propuso que la complejidad del cerebro deberia ser contemplada en una diversidad de subrutinas (o partes mas pequeñas) especializadas en una tarea concreta cuya sumatoria en un nivel superior daría como resultado la inteligencia humana a través de la emergencia de propiedades nuevas. Esta idea de Minsky ha sido retomada recientemente por muchos investigadores evolutivos que han hablado de un cerebro modular y del que hablé aqui en este post sobre la navaja suiza.

La idea de Minsky viene concretamente a apoyar lo que hoy sabemos y responde a la pregunta acerca de la culpabilidad de Gibson de xenofobia.  Es obvio que en el cerebro de Gibson existe un módulo, una subrutina xenofóbica, lo cual no significa que Gibson sea xenófobo puesto que esta rutina existe en todos y cada uno de los cerebros humanos, incluyendo a los del lobbye judio.

Lo que se puso en marcha durante la embriaguez, detención y arresto de Mel Gibson, fue un módulo cerebral o estado mental concreto movido por la ira que podemos llamar zombie xenofóbico. El asunto de filosofia moral que plantea es éste: ¿es realmente xenofóbico Mel Gibson o debemos atender a sus excusas posteriores y entendersus injurias como consecuencia de su embriaguez?

La embriaguez por sí misma no nos conduce a la verdad, de lo contrario el alcohol seria un «suero de la verdad» para arrancar confesiones y sabemos que no lo es. Pero tampoco podemos fiarnos dela excusas de Gibson posteriores al escándalo. Mel Gibson no es culpable ni es inocente por ser xenofóbico pero es culpable por conducir borracho, enfrentarse a la policia e insultarles.

Todos tenemos la experiencia de decir cosas de las que inmediatamente o a su debido tiempo nos arrepentimos de haberlas manifestado. Es una experiencia tan habitual y tan al alcance de todos nosotros, que cualquiera sabe en estos momentos de qué estamos hablando. ¿Pero por qué se produce esto?¿Por qué a veces decimos cosas que en realidad no pensamos?

Sucede por una razón, una razón fisiologica. Nuestra mente no es de una pieza, esta formada por pequeñas piezas que guerrean entre sí por «imponer sus programas de gobierno». Y hay piezas que presentan un menor nivel de definición para el pensamiento abstracto.

La mente dividida.-

El primero que abordó el tema de las multitudes de las que se compone nuestro cerebro fue Freud, a través de su conocido esquema tripartito, (Y0, Ello y Superyó), más tarde Mc Lean desde una perspectiva evolucionista tambien incidió en la misma idea de los tres cerebros (reptiliano, mamifero y humano). Julian Jaynes por su parte habló de una dicotomia cerebral izquierda-derecha y de bipartidismo cerebral.

¿Estamos o no estamos divididos?

Estos modelos han sido desmentidos por los neuroanatomistas al no localizar ninguno de estos supuestos “expertos” o poblaciones neuronales especializadas en hacer algo. Sin embargo la ausencia de localización no desmiente la idea principal: nuestro cerebro es un órgano en permanente conflicto -un conflicto de expertos-, queremos hacer y queremos no hacer una misma cosa. Piense usted en lo que le sugiere comer chocolate, muchas personas viven permanentemente en este conflcto, atraidos por el chocolate o los dulces y al mismo tiempo impelidos a evitarlos por aquello de los kilos de más o la diabetes acechante. Este tipo de conflictos de atracción-rechazo por sí mismos bastan para que cada uno de nosotros tengamos la experiencia de que en nuestros cerebro viven al menos dos tendencias que nos impulsan en sentido contrario respecto a nuestra volición, pero tal y como decia Whitman no es necesario que sean sólo dos: nuestro cerebro contiene multitud de expertos que guerrean constantemente entre sí para imponer su opinión de lo que sería mejor para nosotros, el cerebro es una democracia de partidos donde cada cual cree que tiene la razón y trata de imponer su “verdad” al organismo entero y si es necesario a través de una guerra civil.

Estamos divididos pero no solamente por dos, sino por multiples agencias cerebrales que están diseñadas para computar cuestiones similares y que no funcionan como una cadena de montaje sino como un comité de expertos, un parlamento cerebral.

Y depende de quien tenga la mayoria obtiene la investidura y más tiempo para hablar y convencer al resto de miembros del parlamento. Cuando los inhibidores corticales  de nuestro cerebro racional se relajan o desaparecen (como en el caso de Gibson) aparecen otros módulos subcorticales que ciertos autores clásicos como Janet han llamado «automatismo mental». Lo que aparece son emociones que tironean con ellas a cogniciones congruentes con ese estado de ánimo. Pues la conducta emerge desde estados mentales jerarquizados según una escala de organización del SNA y como dice Stephen Porges en su teoria polivagal:

«Cuando observamos la conducta comprometida de personas que se enfrentan a un problema, interpretamos tales conductas desde nuestro propio marco de expectativas respecto a la conducta social adecuada. Consideramos que el sujeto que se comporta así es un individuo socialmente consciente, que elige conductas desadaptadas.
Como padres, amigos, cónyuges, terapeutas y científicos, nuestros intentos para controlar y reducir dichas conductas problemáticas se basan en modelos psicológicos y conductuales, pero, ¿qué tal si nos equivocamos?, ¿qué tal si las conductas son propiedades emergentes de algunos estados fisiológicos específicos? (Porges)».

Dicho de otra manera: el enfado (la ira) y la embriaguez de Gibson desactivó su sistema de contención cerebral y disparó una subrutina congruente con su estado de ánimo, una subrutina presente en todos y cada uno de nosotros (el módulo de miedo al desconocido o xenofóbico), lo personal en la ecuación de Gibson es el sentido que atribuye a los judios y no la xenofobia en sí misma que ha de contemplarse como un producto evolutivo y no como algo inmoral a liquidar, si bien es cierto que el aprendizaje social es el mejor camino para neutralizar estos módulos ancestrales.

Eso mismo nos pasa a todos cuando decimos cosas que en realidad no pensamos, entendiendo como pensar a eso que hace nuestro cerebro más moderno, el inteligente y racional, ese que sabe mentir como ningún otro módulo vecino.

 

9 comentarios en “¿Por qué decimos cosas que no pensamos?

  1. «Como padres, amigos, cónyuges, terapeutas y científicos, nuestros intentos para controlar y reducir dichas conductas problemáticas se basan en modelos psicológicos y conductuales, pero, ¿qué tal si nos equivocamos?, ¿qué tal si las conductas son propiedades emergentes de algunos estados fisiológicos específicos? (Porges)”.

    Si una determinada conducta es una propiedad emergente de ciertos estados anímicos, como la ira, habría que indagar la causa que la provoca? Es mucho más fácil y menos laborioso proporcionar un ansiolítico, dar la posterior alta médica cuando surta efecto, tornar el «enfermo», una vez dado de alta, a sus delirios airados, volverlo a ingresar por la misma causa, y así hasta el infinito. Y diagnosticar trastorno psicótico (como comorbilidad o «evolución» de SA), con inyectable mensual de acción retardada, absolutamente, hasta el día de hoy, para nada; y así mes tras mes. Lo peor no es esto; lo peor es la impotencia que genera en quien no sabe ya como ayudar. ¿Hay alguna alternativa?

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  2. COnfundir la ansiedad con un estado psicótico no es corriente entre profesionales aunque si entre el publico en general. La medicina es para los médicos, otra cosa son los abordajes de las enfermedades que no se rigen por votación democrática entre legos, sino a través de consensos cientificos. Y otra cosa es que esos consensos puedan cambiarse con el tiempo y la adquisición de nuevos conocimientos. Lo que yo digo en el post es que existen niveles distintos de pensamiento según su definición. Cuando estamos enfadados los pensamientos (y conductas) que emergen son de enfado y por tanto de baja definición lo que nos lleva al error cognitivo casi siempre. No es que ese modulo no piense sino que piensa bajo la intoxicación de una emocion determinada.

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  3. He entendido bien el ‘post’; de lo contrario hubiese preguntado, porque aprender de quien sabe es siempre gratificante y de agradecer. De hecho me ha parecido muy interesante la sugerencia (de Porges) de que quizá diagnosticar bajo modelo conductista no siempre sea acertado (y es lo que yo he visto hacer una vez sí y otra también). Pensar bajo la intoxicación de una emoción determinada pudiera llevar a lo que escuché ayer:
    – Joven psiquiatra (mujer)- «¿Oyes voces dentro de tu cabeza?, ¿voces que te dan órdenes?.
    – Enfermo (muy airado, tras rutinario interrogatorio)- «¡¡¡Sííííííííí!!!
    Quizá la alternativa, si existe, no sea otra sino consultar este ya preocupante asunto con algún otro profesional. Por otra parte, comprendo la prudencia ante la exposición de un caso que sólo conoces a través de estos comentarios.

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  4. Tan fea verdad es que «la medicina es para los médicos» como que la lingüística es para los linguistas, la jurisprudencia para los jurisperitos y el atasco de tuberías para los fontaneros… Pero si esta «verdad» tan raquítica no estuviese cuestionada, ni tú habrías invitado a participar a los lectores, desde un principio, en unas exposiciones pretendidamente interdisciplinarias, ni yo sería lector de ellas. Es esa pretensión tan poco común por estos lares cibernéticos la que me ha mantenido fiel a tus escritos y la que me hace proseguir, aunque en ocasiones perciba ciertos exabruptos poco meditados. Así es como lo percibo, sin ninguna otra pretensión, ni mucho menos creyendo tener razón; dicho sea en aras de la libertad de expresión que concedes a quien te vista.

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  5. NO hombre no. Lo que sucede en medicina es que todo el mundo tiene opinión, una cosa que me ha llamado siempre la atención ,es que la gente no tiene opinion sobre puentes o carreteras. Y si nos vamos a la psiquiatría pues las opiniones se multiplican por 3. Tu tienes una experiencia propia muy potente y estás muy motivado a tenerla pero fíjate: yo solo tengo opinión de las cosas que se pero ninguna de las cosas que no se. Hay patologias psiquiátricas que no he visto casi nunca (como por ejemplo el autismo o similares) y como no se nada pues no tengo opinión y por eso las delego en los que saben. Obviamente los expertos no lo saben todo pero imaginate los que no lo somos.

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  6. Sí, es cierto. Pero no sólo en medicina (o psiquiatría / psicología), sino en todo lo «opinable». Pongo por ejemplo la lengua, que es también de dominio público porque todo el mundo tiene una, más o menos cautelosa o incontinente, y se cree con derecho a hablar de lo que tiene en la boca y a la vez desconoce. Resulta que en España no se sabe -de un tiempo a esta parte- cuántas lenguas se hablan, ya que ‘dialecto’ ha sufrido una reducción semántica peyorativa por razones de ideología política. Desde las escuelas se ha insistido mucho en que lo importante es que el niño, adolescente o universitario «opine», cuando no es posible opinar de lo que no se sabe. No sabía que no habías tenido casi nunca ocasión de tratar trastornos del espectro autista; de haberlo sabido no habría realizado comentarios a ese respecto; o sí, porque sí has escrito algunos ‘posts’ sobre Asperger o TEA que me han resultado, tras meditarlos, muy valiosos, y que me han llevado a bibliografía especializada que siempre he procurado por el doble motivo de tener cerca un caso y por lógicos deseos de saber un poco más sobre un tema que condiciona mi vida.

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  7. Hombre, claro quehe visto algunos casos, pero un experto es aquel que havisto muchos y tiene una amplia exoeriencia en tratamientos. Yo solo tengo curiosidad cientifica por este tema, más que nada me he dedicado a temas relativos al «trauma» y a la clásica histeria con sus desarrollos modernos tipo TLP y trastornos alimentarios. Esas son, podriamos decir las areas en que soy experto. Pero en mi servicio tengo un area infanto-juvenil muy potente con dos psiquiatras que saben mucho de esos temas y todo lo que se lo aprendo de ellos, si bien les alimento con «lo nuevo» que voy picoteando de aqui y de allá..

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  8. Ojalá CS estuviese un poco más cerca; no se trataría de pedir consulta, una sola vez, con esos psiquiatras de tu servicio, sino de darle continuidad a lo que viniese a partir de la primera cita, y eso exigiría numerosos viajes. Aquí, en SE, por lo que yo sé, sólo hay una profesional especializada en TEA, que mantiene una muy exitosa consulta privada, pues da citas dos o tres meses después de solicitársela.

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  9. Tener el cerebro permanentemente contenido o reprimido parece más bien antinatural y por ende poco saludable. En cambio pensar bajo la intoxicación de una emoción determinada procedente del ambiente parece como algo más natural, aunque quizás socialmente sea inadecuado.
    Quizás podría decirse que más bien siempre decimos lo que pensamos, directamente de manera no consciente, en situaciones muy emotivas; y usualmente bajo el filtro cognitivo del condicionamiento consciente de la supuesta inteligencia racional, a pesar de autoobligarnos a entrar a menudo en disonancia cognitiva, al pensar que debemos decir algo que no creemos en absoluto.
    Sabemos mentir, pero sin duda la mentira tiene graves consecuencias psicosomáticas y sociales.
    Quizás, si queremos conseguir una sociedad más saludable, deberíamos pensar en cambiar el sistema de creencias sociales y la manera de condicionarlo. Pero esto ya es harina de otro costal.

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