La sumisión voluntaria inducida

Nuestros mensajes culturales predominantes sobre el estado de ánimo, están empeorando la epidemia de depresión. (Rottemberg)

Qui no es conforma es perque no vol (dicho de mi abuela)

Las emociones evolucionaron para señalizar algo, bien como información propia como sucede con el miedo y las amenazas percibidas o bien como navegación interpersonal, Las emociones más interesantes son las que tienen que ver con lo social, esto es con las relaciones que mantenemos con los demás, por eso les llamamos interpersonales, como la rabia, la pena o la alegría o sociales como la vergüenza y la culpa. Aqui hay un buen post donde se repasa la evolución de las emociones.

Pero además de esta clasificación, existe otra: aquella que divide las emociones en emociones de escalada y emociones de desescalada. Las emociones de escalada están destinadas a aumentar nuestro rango social, nuestro estatus mientras que las emociones de desescalada disminuyen nuestro estatus. Aumentar o disminuir nuestro estatus es la forma en que regulamos nuestra afectividad, hay ocasiones en que hay que desescalar, sobre todo cuando no tenemos oportunidad de vencer en una confrontación cualquiera o bien cuando la lucha no es el mejor mecanismo (el más inteligente) para obtener algun fin perseguido.

De donde se deduce que esta clasificación de emociones en escaladas y desescaladas tiene como origen conflictos interpersonales donde la lucha, la huida, la seducción y el sometimiento ocupan cada una de ellas un cuadrante en un eje de abscisas y ordenadas de apego y rango.

Elogio de la rendición.-

Lo cierto es que «rendirse» se confunde con cierta frecuencia con el sometimiento (la esclavitud) o algo peor: con el masoquismo. Nuestras sociedades sobrevaloran la capacidad humana para enfrentarse a la desdicha sin valorar la cualidad de esta misma desdicha. Tener un cáncer (ser diagnosticado de cáncer) no es ya una sentencia de muerte segura y puede tener sentido favorecer el empoderamiento de los pacientes a fin de enfrentar, no ya la enfermedad sino los tratamientos consiguientes que por sí mismos pueden ser tan dolorosos como la enfermedad misma, pero no cabe ninguna duda de que siguen existiendo acontecimientos irremediables, por ejemplo la muerte de un ser querido, una perdida afectiva aniquiladora o la propia muerte, algo inexorable que tarde o temprano todos tendremos que afrontar con o sin buen ánimo.

«Rendirse» es una palabra que contiene cierto sesgo militar, del mismo modo que «retirada» (yielding) en el modelo de Price, pero en este caso no es necesario decir que «levantar una bandera blanca» no es el tipo de rendición del que estoy hablando. Más bien me refiero al concepto de John Price «sumisión voluntaria» del que hablé aqui.

price

Vale la pena recordar el esquema de Price, autor de la teoria interpersonal de la depresión, en dos dimensiones dónde pueden verse las estrategias interpersonales que se ponen en juego teniendo en cuenta dos ejes: el eje del apego y el eje del rango. Existen cuatro estrategias según el cuadrante que ocupemos en nuestras relaciones con los demás, así, la lucha es una manera de resolver las cuestiones agonísticas con un alto coste, pero también la seducción es una forma de obtener ventajas en nuestras relaciones si optamos por el apego en lugar de la confrontación. En los cuadrantes de la derecha podemos observar otras dos estrategias de aquellos que optan o bien por la huida o el aislamiento social o bien por la retirada (yielding).

Esta estrategia de retirada es lo que aquí llamamos rendirse (sumisión voluntaria inducida). Rendirse es pues una estrategia evolutivamente estable, muy adaptativa y que impide que la sangre llegue al rio en una competencia agonística. Lo saben bien los niños cuando juegan a pelearse, el perdedor ha de rendirse si quiere evitar la escalada de agresión en el vencedor. Rendirse, desactiva la agresión en el mejor de los casos. En toda la escala animal podemos observar esta estrategia, las peleas casi nunca terminan con la muerte de uno de los contendientes, al fin y al cabo una herida grave en la estepa es un signo de mal agüero. Más vale rendirse y no salir herido de una confrontación que apostarlo todo a la victoria.

Pero en los humanos rendirse no es fácil, sobre todo en una cultura que demoniza la debilidad y la subyugación de unos por los otros. Es por eso que la mayor parte de la gente no saben rendirse y es por eso que existe el masoquismo y la depresión.

El masoquismo, tanto el sexual como el caracterológico y también las depresiones de derrota, pueden definirse como la cara oculta de la rendición, su opuesto (Ghent, 2014). El equivalente inconsciente, concreto y fáctico del acto de rendirse. Y es por eso que ningún otro mamífero puede ser masoquista, es decir ningún otro mamífero puede obtener un goce añadido al hecho de sufrir.

Diferencias entre rendición y sumisión.-

Voy a utilizar las ideas de Ghent para alumbrar ests diferentes fenómenos, unas ideas que proceden de este articulo titulado, «Masoquismo, sumisión, rendición».

Las caracteristicas diferenciales entre rendición y sumisión en humanos son las siguientes:

1.- La rendición puede llevarse a cabo a solas, no necesita ningun otro (salvo a veces un testigo), la sumisión sin embargo siempre supone la existencia de un otro, de alguien a cuya voluntad doblegarse.

2.- La rendición es frecuentemente inducida, la sumisión voluntaria.

3.- La rendición puede estar acompañada de un sentimiento de catástrofe o muerte pero tambien de alivio, claridad y éxtasis.

4.- En la rendición no hay dominación, ni control, ni coerción. Elementos que forman parte de la sumisión.

5.- La sumisión es pesada y lugubre, la rendición es jubilosa y si es exitosa provoca autoconocimiento y favorece el sentimiento de identidad.

En este sentido podemos ya entender como la sumisión es la forma neurótica de la rendición, el resultado de ciertas operaciones defensivas que relegan al inconsciente la actitud de rendirse haciendola equivaler a una «derrota». Una equivalencia tipicamente occidental puesto que para un oriental, rendirse es equivalente a trascender.

No es de extrañar que una sociedad que pone el enfásis en la libertad individual, la subjetividad o la autonomía personales propicie el rechazo del acto de rendirse. Lo cual señala en la dirección de que en nuestras sociedades la sumisión estará bien disfrazada para no hacerse reconocible. Nuestra principal sumisión está relacionada con ese otro que llamamos «capital», es decir con el consumo, la acaparación de bienes materiales. Aquel que no sabe rendirse está condenado a someterse al mercado, al menos por el mercado, pero tambien por las ideas «politicamente correctas» que comparten nuestros conciudadanos y que se transforman en verdades aceptadas sin critica o por aquiescencia.

La rendición no necesita un gurú, pero si la sumisión.

Pues lo que queda reprimido o silenciado en el inconsciente es ese anhelo de rendición.

La sumisión es el aspecto de apego seductor que se pone en juego en lugar de la rendición, uno se convierte en esclavo de otro y de su poder emana su voluntad simbiótica que ofrece a cambio la seguridad del cautiverio. En este sentido la sumisión es el falso semblante del apego, su mascarada, su teatralización.

Para que el lector comprenda las similitudes entre el concepto de «retirada» que es un concepto evolucionista y el concepto de rendición-masoquismo que es psicoanalítico es bueno que lea este post que escribí a propósito de un caso clinico del propio John Price, el de la Sra Turvey cuya depresión explicíta precisamente como el masoquismo, en este caso moral es la otra cara de la rendición.

Las emociones y sus derivadas.-

Otra de las características que tienen las emociones es que contienen matices según el cerebro que las lea. Siguiendo a Mc Lean, nuestro cerebro tiene una parte reptiliana (paleocerebro), un cerebro medio, límbico o mamifero y la corteza cerebral egoico.racional. cada uno de estos cerebros computa las emociones de una manera bien distinta, aqui pongo una tabla de ciertas emociones donde el lector podrá captar losmatices entre distintos modos de procesamiento.

EmocionReptilianoMamiferoCortical
AlegriaSexo, desinhibiciónBanquete, celebraciónExpansión
PenaAsfixiaPerdidaPesimismo
MiedoPanicoTemor Aprensión
RabiaMatarMaltratarExcluir
SorpresaSusto o estuporsobresaltoAsombro
Las emociones y sus derivadas según el cerebro trino de Mc Lean.

Cómo podemos ver hay emociones de escalada como la alegría, o la rabia y otras emociones de desescalada, como la pena o el miedo. Existen situaciones que nos activan dos o más emociones que son en realidad opuestas como la rabia y la pena, la primera es de escalada y la segunda de desescalada. Esta activación provoca una disonancia conductual que es letal para nuestra prueba de la realidad, podríamos decir que la rabia se opone a la pena y no es raro que muchas veces suceda que la rabia esté obstruyendo la gestión de la pena. Lo importante es que en esta activación exista una sincronía o sinergia de emociones similares.

El problema es que preferimos sin duda las emociones que nos promueven la autoestima, no queremos saber si nos sentimos humillados, vencidos o minusvalorados o maltratados. Preferimos sin duda las emociones de escalada, aquellas que nos proporcionan una buena imagen de nosotros mismos. Por eso es inevitable que la sumisión voluntaria inducida esté siempre desacoplada y obstruida por ciertos relés como el orgullo, la perdida percibida de poder, la envidia o la codicia. Rendirse inteligentemente no es fácil.

Suponga que usted ha sido víctima de una injusticia, que le han despedido del trabajo por email, sin darle ninguna justificación de un trabajo en el que usted estaba cumpliendo una labor más que decente y con un jefe con el que mantenía una buena relación. Su primera reacción será de rabia, evidentemente y de sorpresa, ha sucedido algo inesperado. Su primer propósito será entrevistarse con su jefe para pedirle explicaciones, pero cuando va a visitarle le recibe su secretaria y le da el finiquito. Su jefe no quiere recibirle y usted acumula todavía más rabia e incomprensión. No sabe porqué le han despedido y además de eso nadie le da una explicación. De modo que la siguiente fase de su estrategia es recabar información a través de sus compañeros. Nota que algunos le evitan y que nadie se ha puesto de su lado, todos tienen miedo a seguir su misma suerte, aunque algunos se muestran comprensivos y le ofrecen explicaciones supuestas sobre la reducción de la plantilla y de su sueldo uno de los más altos de la empresa. Que la empresa va mal, que habrá mas despidos, etc. Naturalmente a usted le importan muy poco los planes de la empresa, usted lo que quiere saber porqué le han despedido a usted y comienza a pensar si no será que su jefe le vive como una amenaza para su posición. De manera que el próximo paso es consultar un abogado laboralista.

Mientras tanto, usted ha perdido su humor habitual, ha perdido sueño e incluso apetito, discute con su esposa por nimiedades y se siente como un inútil, una sensación que nunca había tenido. Pero lo cierto es que ahora ha perdido dinero (cobra una cifra irrisoria del paro), contractualidad social y poder. De modo que ha habido una perdida, es así como su cerebro límbico interpreta su pena. Pero usted ya ha tomado una decisión. Ha decidido luchar.

Meses mas tarde su pleito sale para sentencia y usted ha ganado, pero se trata de una victoria pírrica, que solo le mantendrá unos meses más en función de una indemnización escasa. Usted sigue empeorando de salud y sigue sin poderse quitar de la cabeza la injusticia que ha sufrido y las razones para su despido, incluso llega a tejer una teoría conspirativa en la que habría al menos otros dos cómplices. No tiene más posibilidades y solo le queda buscarse otro trabajo, difícil de conseguir debido a la crisis económica que ha caído sobre el sector. No tiene más remedio que replantearse su vida y sus gastos.

Pero usted no se rinde, al menos conscientemente, sigue pensado que ha sido víctima de una injusticia y es así que llega a la visita de un psicólogo o psiquiatra, que le aconseja no seguir con los pleitos y que probablemente definan su situación como un trastorno adaptativo y le receten algunos antidepresivos y algo para dormir mejor. Lo peor sería caer en una querulancia eterna.

En realidad lo que a usted le sucede es que prefiere ser un paciente depresivo que aceptar que ha sido vencido. Es verdad que usted sufre una depresión de derrota (según la terminología de Price y Sloman) pero realmente lo que le sucede es que su sumisión voluntaria inducida ha sido bloqueada, es decir usted es incapaz de pensarlo de este modo: «bueno en realidad ellos se lo pierden, me iré a la competencia o me lo montaré por mi cuenta». Esta es la solución inteligente: desescalar y solo podrá desescalar, es decir elaborar la perdida cuando abandone la rabia, el rencor y los deseos de venganza. En cualquier caso usted sabe que no va a matar a su jefe, es por eso que la rabia no hace sino molestar.

Es interesante señalar que la sumisión voluntaria inducida (yielding) es la mejor solución cuando existe un conflicto agonístico en el que has salido derrotado y cuando no hay ninguna probabilidad de revertir la situación. Sin embargo todo en la sociedad actual conspira para desactivar este mecanismo universal que la evolución dispuso para resolver problemas más allá de la sangre o el odio eterno.

Bibliografia.-

D. Winnicot. (1963) El miedo al derrumbe

Sloman, L. & Price, JS (1987) Desescalar (subrutina rendimiento) y depresión humana: mecanismos próximos, contextuales y Etología. Sociobiología, 8, 99 (S) -109 (S).

Watt DF, Panksepp J. Depression: An Evolutionarily Conserved Mechanism to Terminate Separation Distress? A Review of Aminergic, Peptidergic, and Neural Network Perspectives. Neuropsychoanalysis 2009; 11:7-51.

Price JS, Sloman L, Gardner R, Gilbert P, Rohde P (1994). The social competition hypothesis of depression. Br J Psychiatry; 164: 309–15.

El efecto moiré y el cerebro

Hace unos días me encontraba leyendo un articulo sobre el grafeno y me llamó la atención que ciertos investigadores habían descubierto que sí aproximamos dos placas de grafeno emerge un patrón de moiré.

Me llamó la atención porque yo mismo había usado con anterioridad este concepto de moiré para explicarme ciertos fenómenos mentales a sabiendas de que el citado efecto es muy conocido sobre todo por su uso en los tejidos, en la confección de la ropa, también en el arte gráfico, en matemáticas. física y óptica dando lugar a ilusiones visuales como las que presiden este post.

En realidad el efecto moiré es una ilusión óptica que se genera cuando vestimos camisas de mil rayas como ésta. El lector podrá apreciar que esas rayas tan juntas provocan un fenómeno de sobreelevación o de arrugas en el tejido, por eso hay que andar con cuidado cuando estamos frente a una cámara -sobre todo en TV- de no vestir ciertos diseños como éste, si no queremos que la atención de los espectadores se vaya a la ropa y no a lo que decimos.

El patrón o efecto muaré (en castellano) o moiré (en francés) es una interferencia que se produce cuando se superponen dos superficies con líneas en determinado ángulo. El nombre proviene de un tejido de seda francés llamado moiré porque, al estar formado por patrones de líneas, daba la sensación de que se formaban olas de mar.

Al hablar del campo de la impresión, el muaré es el conflicto que se da entre dos motivos repetitivos. Si la relación de tamaño entre esos motivos varía, el muaré aparece o desaparece de forma poco predecible. En esta web podéis leer algunos conceptos sobre el asunto. Y en esta otra algunos ejemplos más.

Pero lo que a mí me interesó hace tiempo de este concepto es la relación que puede tener en neurociencias, más concretamente en relación con el efecto placebo, un tema más psicológico que abordé en un post que titulé «Ruido y señal».

¿Qué sucede cuando se superponen dos patrones similares y repetitivos sean acústicos, ópticos o informacionales?

Lo que sucede es que se genera un patrón que resulta de la interferencia entre ambos, lo podemos oír en dos patrones acústicos acoplados, ese ruido tan desagradable que se mitiga alejándose de uno de los emisores.

¿Es el efecto placebo un efecto moiré?

En términos cibernéticos ruido es todo aquello que no contiene información alguna, mientras que la señal es aquello que contiene información y por tanto es subsidiario de -sobrepasado un cierto umbral- ser decodificado en términos de información con sentido (significado), procesado y guardado en la memoria.

El problema es que en términos cibernéticos no existe información separada del ruido: vienen en el mismo paquete, es por eso que el cerebro no va a percibir señales limpias desde el exterior sino señales contaminadas que viajan galopando en una base de ruido que no contiene información por sí misma y que nos obliga al esfuerzo de discriminar constantemente lo relevante de lo irrelevante cuando no lo verdadero de lo falso. Y por eso lo importante es la relación, el cociente entre señal y ruido más que los valores absolutos del mismo.

Lo mismo le sucede a nuestro cerebro: posee una actividad intrínseca permanente que es ruido neuronal, es decir el ruido que genera la casi continua actividad de nuestras neuronas incluso cuando no hacemos nada. De manera que tenemos ruido afuera y ruido adentro sobre el que van acabalgadas las señales que contienen información relevante tanto en lo que percibimos de afuera como en lo que predecimos desde dentro.

Naturalmente ese ruido no implica audición puesto que no es una señal acústica que pueda llegar a ser audible por nuestros oídos, ni siquiera es una señal que podamos percibir puesto que no alcanza la suficiente intensidad como para traspasar el umbral de nuestra percepción.

Sin embargo es bueno saber que una señal relevante que comunica algo a alguien es siempre una onda que va montada sobre esos carriles que hemos llamado ruido, de tal modo que el aumento del ruido indefectiblemente dará lugar a una potenciación de la señal. O dicho de otra manera si queremos hacer que una señal traspase el umbral perceptivo una forma de hacerlo es aumentar el ruido del sistema. Otra forma es aumentar la redundancia de la señal, es decir repetirla y otra forma es aumentar directamente la intensidad de la señal.

Eso es lo que hacemos cuando damos a un paciente depresivo un antidepresivo, un analgésico al jaquecoso o damos sesiones de acupuntura a un paciente con dolor neuropático.

Sobre los efectos placebo de los antidepresivos ya hablé en este post pero me gustaría señalar a continuación que: el efecto placebo no solo puede curar las no-enfermedades sino las enfermedades genuinas y que seguramente lo hace a través del procedimiento señalado como incremento del ruido. No porque el ruido en sí mismo provoque cambios sino porque incrementa la señal (en este caso la expectativa de curación) y al aparecer esta nueva señal generada entre la expectativa y el remedio (efecto moiré) el cerebro no tiene más remedio que reorganizarse y esa organización suele tener lugar en el sentido de lo que el individuo espera de ella aunque también puede suceder lo contrario, entonces hablamos de efecto nocebo. Es por eso que los antidepresivos tienen efecto tanto si tocan la serotonina, la noradrenalina o la dopamina, de lo que se trata en cualquier caso es de que el cerebro se desorganice  para encontrar una nueva estabilidad , cosa que tendrá que suceder necesariamente pues ha de adaptarse al fármaco para lo que precisa cierto tiempo, es por eso que los antidepresivos tienen un periodo refractario en que carecen de actividad alguna. Y es por eso que debe repetirse su aplicación, pues no hay efecto moiré sin repetición.

Los políticos saben usar este mecanismo y lo usan con mucha eficacia, generalmente para lanzar cortinas de humo a través de emitir ruido y no prestar atención a otra señal más importante, dado que la información que obtenemos de los políticos nos viene sesgada y triturada por los medios de comunicación (hiperrealidad), no tenemos más remedio que perecer y atender donde el dedo señala en lugar de mirar a la luna. Un ejemplo de ruido emitido por una ministra del actual gobierno es algo así como esta idea:

«La ley del aborto favorecerá que las mujeres dejen de sentir vergüenza por ponerse un tampax y podamos hacerlo sin escondernos»

Naturalmente en la citada frase todo es ruido, no proporciona información sino una referencia -más que una señal-, la de la menstruación y la higiene intima de la mujer, pero esta frase comprensible en el siglo XIX pierde totalmente su vigencia en el momento actual, es algo así como un retorno a la vaca esférica y una buen forma de desviar debates más provechosos para los ciudadanos cada vez más empobrecidos.

¿Es la psicoterapia un subproducto del efecto moiré?.-

Si el efecto placebo puede explicarse a través del efecto moiré, cualquier tipo de interacción humana donde hay dos emisores y dos receptores participa también de ese efecto. ¿Qué queremos decir cuando decimos que tenemos afinidad, sentimos simpatía, buena onda o atractivo con alguien?¿Qué queremos decir cuando decimos que alguien sabe escuchar?

La psicoterapia puede definirse como una tecnología basada en la conversación entre un experto y un paciente que consulta a partir de unos síntomas de origen psicológico. En la psicoterapia no suelen usarse fármacos aunque también es posible una combinación de ambos. La idea de que la psicoterapia no es más que un placebo es una idea bastante antigua y no ha sido puesta a prueba por la mala fama que arrastra la palabra «placebo» siempre identificada con el engaño. Lo cierto es que sea como sea la efectividad de la psicoterapia es similar al tratamiento convencional con fármacos en las patologías psiquiátricas menores al menos en la población general.

Efectividad de la psicoterapia.-

1)Que la psicoterapia es igualmente de eficaz que los tratamientos médicos convencionales en una muestra aleatoria de pacientes con problemas mentales o emocionales si bien su eficacia aumenta con la repetición de las sesiones y la duración total del tratamiento.
2) Que la variable crítica de la psicoterapia no estaba en la técnica dado que orientaciones diferentes daban los mismos resultados.
3) Que las psicoterapias funcionan por cosas diferentes a las que sus defensores defienden.
4)Que las psicoterapias son más exitosas en un determinado grupo de pacientes y son ineficaces en otros, aquellos pacientes que tienen fácil verbalización, inteligentes, jóvenes, con un gran potencial de cambio y con gusto por el autoexamen, son los mejores candidatos para una psicoterapia. El potencial de cambio y el deseo del mismo son las variables criticas para el logro del cambio.
5) Que el sufrimiento mental no es la misma cosa que la enfermedad o los trastornos mentales reglados y que seguramente aquellos responden mejor que estos últimos.
6) Y que de entre todas la variable más importante de una terapia la personalidad de quien la imparte.

El tema quedó liquidado o casi con estas conclusiones y algo aun más insólito: las psicoterapias eran exitosas o fracasaban por algo que estaba más allá de sus concepciones teóricas. Dicho de otro modo: eran todas igualmente útiles o no lo eran fueran cognitiva, existenciales, dinámicas o conductuales. Y más probablemente el éxito de las psicoterapias se debía a factores comunes, es decir cuando funcionaban lo hacían por algo común a todas ellas y no por lo que los terapeutas especulan.

Y por último: hay algo en el inconsciente del terapeuta que cura y algo en el consciente del pacientes que quiere curarse. Dos plataformas que son complementarias entre sí y que muchas veces dan lugar a anclajes profundos y otras veces a anclajes débiles y burbujas ilusorias pues existe otra cuestión ajena al paciente y al terapeuta: los recursos disponibles.

El paciente lleva una camisa a rayas y el terapeuta otra camisa parecida, cuando se da cierto ángulo que en este caso es la proximidad y la escucha, sucede algo extraordinario: emerge un nuevo patrón que llamaremos vínculo y que es en realidad una negociación, una modificación cognitiva de lo vivido, un cambio en el relato que el paciente nos trajo. Un trabajo creativo llevado a cabo entre dos que pactan una nueva novela sobre lo que sucedió, lo que está sucediendo y lo que podrá suceder.

Esta forma de pensar la psicoterapia excede lo que en términos clásicos llamamos transferencia y contratransferencia. En realidad lo que se transfiere es el rayado de la camisa de cada cual que puede ser muy parecido o en absoluto concordante con la plataforma ajena. Simplemente hay rayados que son compatibles y rayados que no lo son, como sucede en el amor: ese otro encuentro mágico.

Si el lector quiere profundizar en los riesgos de la psicoterapia le aconsejo que visite este post

Carol

Hace unos días mientras quitaba el polvo de mi biblioteca encontré que en el estante mas alto de ella había cinco libros de Patricia Highsmith, toda la serie de Tom Ripley, y uno que no encontré, me refiero a «Extraños en un tren», que seguramente presté a alguien y nunca me devolvió. Recordé a un amigo mio que solía apuntar en una libreta los prestamos de libros que hacía y maldije el no recordar a quién le presté ese libro. Pero no era el que buscaba, sino «Carol», un libro que comencé a leer y por alguna razón desconocida abandoné en el primer capitulo, aun reposa allí un separador con la cara de un conejo.

Y lo buscaba después de oír en Spotify un programa sobre la Highsmith que encendió mi curiosidad. «Grandes infelices» de Javier Peña, un programa de radio que analiza a distintos autores literarios. Lo cierto es que desconocía la historia de la autora y no sabia el periplo de esta novela que había publicado en 1953 con un pseudónimo: «El precio de la sal» y que ya en la década de los 70, cuando era famosa, se decidió a publicarla con su nombre. No es nada raro, la novela es una narración sobre un amor lésbico, el que mantienen Therese y Carol. Ni qué decir que Therese es la propia Patricia y por su paralelismo con su vida real me parece un documento psicológico de mucho valor, escrito en un momento donde no era políticamente correcto aparecer como lesbiana en el mundo editorial. Así y todo se vendieron más de un millón de ejemplares en todo EEUU. Posteriormente el mercado de la Highsmith (en adelante PH) se trasladó a Europa, pues su literatura nunca fue apreciada en su país debido quizá al tratamiento que hacía de los dilemas morales. No me extraña, pues USA es un país de beatos, y no tanto porque sus ciudadanos lo sean sino porque su Constitución está tan ligada a la libertad religiosa y al Mayflower que podríamos hablar de un país donde religión y política van de la mano sin que hayan todavía resuelto ese integrismo que la caracteriza, un problema de independencia, que en Europa ya se resolvió después de la II guerra mundial. Decir americano es lo mismo que decir «puritano», incluso los progresistas de izquierdas son puritanos y de ahí viene lo de woke, esa ideología que huele a moralismo calvinista. No es de extrañar que las dos novelas del siglo XX más transgresoras hayan sido escritas por americanos y en America: me refiero a «Lolita» de Vladimir Nabokov y a «Carol», una novela de culto para las lesbianas que encontraron en su lectura la evidencia de que no estaban solas en sus pueblos, America profunda adentro y sus armarios.

Pero a mí lo que más me ha interesado de esta novela, es el personaje de Therese, el alter ego de la Highsmith. No cabe duda de que la autora está hablando de ella misma a través de Therese, si bien su estilo narrativo, en tercera persona permite una cierta distancia de lo que estamos leyendo, si bien siempre sentimos que estamos dentro del universo mental de Therese. De manera que hablaré de PH y de Therese indistintamente.

Fue una niña no deseada que nació después de que sus padres se separaran, su madre intentó deshacerse de ella a través del aguarrás pero no lo consiguió, de modo que ya tenemos un primer axioma: su madre nunca la quiso, había un rechazo presente ya desde el embarazo. Un rechazo que se prolongó durante buena parte de su vida, pues la madre volvió a casarse con el Sr Highmith de quien tomó su apellido, pero la pareja tenia una vida tumultuosa e incluso violenta, de manera que la madre – inestable- terminó por aparcar a la niña con su abuela. Le prometió venir a buscarla unos meses después pero tardo bastantes años, de modo que PH fue una niña abandonada y peor que eso, traicionada, engañada por su propia madre, que era al parecer una persona bastante irresponsable a juzgar de lo que podemos oír en el citado programa de Javier Peña.

El abandono puede ser imaginario o real y probablemente es una de las experiencias infantiles más devastadoras que existen y estamos hablando de un abandono real. Therese pasa la mayor parte de su vida en un orfanato hasta que sale de él y comienza a vivir su vida independiente de su madre que ni siquiera sabe dónde se encuentra. Therese es o quiere llegar a ser diseñadora de escenografía de teatro y pasa su vida de trabajo en trabajo, pero sin nada fijo, de aquí para allá, por eso ha de trabajar puntualmente en algún sitio, grandes almacenes, dependienta o cosas así, subempleos para subsistir, tal y como le sucedió a la misma PH. Es ahí donde Therese conoce a Carol, en la sección de juguetes donde Carol acude para comprar una muñeca a su hija, que vive con su padre de mutuo acuerdo.

Carol es una mujer que está divorciándose, como los padres de PH, mientras ella estaba en el útero materno, tiene una hija que vive con su padre provisionalmente y un marido rico que le costea una vida vacía donde el alcohol y los cócteles parece que forman parte de su alimentación. Carol, no hace nada, es una mujer ociosa, y que no llegamos a saber cómo es en realidad, pues la novela nos sumerge en un mundo – el mundo de Therese- ambiguo, opresivo, inconsistente donde la protagonista nunca dice lo que quiere, dice «No» cuando quiere decir «Si» y calla cuando no sabe qué decir. Pareciera que viva en un mundo que hoy podríamos llamar «metaverso», un universo paralelo con reglas bien distintas a las que rigen en el mundo corriente, donde los celos son una muestra de demanda de amor, la sospecha el mecanismo racional óptimo, la ausencia de afirmación la única lealtad. La única certeza de Therese es que está enamorada de Carol, -más bien fascinada- así a primera vista, aunque el amor para ella es un sentimiento tan desconocido que tiene que ir dibujándolo poco a poco encima de los borradores que su mente y su imaginación dibujaron con anterioridad a través de cuidadoras inconsistentes del orfanato.

Los antagonistas.

En toda novela hay un protagonista y un antagonista al menos. En esta hay dos protagonistas (Carol y Therese) y dos antagonistas Abby, una amiga de la infancia de Carol con la que tuvo una relación lésbica puntual ( dos meses) y Richard un amigo de Therese que está enamorado de ella aunque es igual de inconsistente que todos los demás personajes. PH solía decir que todos -incluso ella- somos unos impostores. Más tarde constituiría el icono de psicópata impostor del siglo XX, Tom Ripley que es algo así como el Raskolnikov del siglo pasado, con una diferencia: Ripley nos cae a todos bien. De ahí lo transgresora que resultó para su tiempo y su America este personaje.

Es interesante señalar además algo de la psicologia de Carol y que ella misma declara cuando le cuenta a Therese su relación con Abby, su amistad derivó en sexo a partir de una circunstancia especial, puro azar. «En realidad de no haber sido por esa circunstancia en la que nos acostamos juntas, no hubiera pasado nada». Carol -que en ningún momento parece ser lesbiana- confiesa de esa forma lo arbitrario de su decisión modelada casi por una circunstancia aleatoria que pudo darse o no darse. Es una manera de aceptar que una no es o es lesbiana sino que se puede enamorar de una persona con un sexo u otro. Es decir no es una cuestión de identidad sino de azar.

Para qué sirve el amor.-

Imaginemos un mundo sin amor, un mundo así no nos permitiría dividirlo en aquellos que amamos de aquellos que nos resultan indiferentes, todo seria igual a sí mismo. Un mundo sin matices. El amor sirve para segmentar los afectos, del mismo modo que las comidas segmentan el día y los domingos segmentan la semana. A través del amor sabemos que es posible amar de distintas maneras, nuestro trabajo o profesión, nuestros amigos, nuestras parejas, nuestros hijos a nuestros padres, etc. Lo interesante es que esta segmentación da lugar a distintos tipos de amor: lo que se siente por un hijo no es lo mismo que lo que se siente por un compañero o pareja. Pero no es que existan distintas formas de amar sino que el amor, el invento del amor establece una nueva taxonomía, pues el amor es eso, un invento de la humanidad que evolucionó desde la necesidad de supervivencia y se fundió con el sexo dando lugar a una nueva semántica amorosa, pues es cierto que no todo amor está relacionado con el sexo, sino solo uno de ellos, ese que llamamos romántico. Sin embargo el origen del amor, lo que le hace necesario para ordenar la diversidad de afectos complejos con los que vamos a lidiar en nuestra vida, es precisamente su carácter de atalaya reguladora de afectos incoercibles o en discordia (el amor regula el sexo y la agresión) pues proceden de lo más profundo de nuestra mítica necesidad que no es solo una necesidad de alimentación, sino de contacto, de poder compartir con alguien lo más preciado de nuestra subjetividad.

Es por eso que una de las cosas que más me han llamado la atención de este libro es la ausencia de sexualidad explicita entre Carol y Therese aunque la sensualidad de Therese aun primitiva asome en muchas ocasiones de una forma informe e indiferenciada. Más por la búsqueda de una madre amorosa, una suplencia que de una amante apasionada. Una antimadre, pues en realidad la madre real de PH es critica, rechazante y desregulada, hoy hablaríamos de un TLP (trastorno limite de la personalidad). Ese es su borrador, el que pretende reescribir con su relación con Carol.

El éxito que tuvo la novela entre la comunidad lésbica se debe precisamente a su final, un final de justicia poética. Las transgresoras no acaban en el manicomio, ni se convierten en heterosexuales, ni vuelven al armario pero el marido de Carol es el que se lleva el botín de esta relación, a través de un divorcio que le favorece para quedarse con la niña. Carol renuncia a su hija y esta es la prueba de lealtad que Therese precisaba, un final que dejo aquí para que el lector lo interprete a su gusto.

Therese recupera así a su madre a través de un amor protésico

La metasexualidad

La libido es masculina (S. Freud)

Terminé el post anterior con una pregunta: ¿Es la sexualidad femenina la misma (similar o parecida) que la sexualidad del hombre?

También he hecho una miniencuesta en twitter para preguntar al personal sus opiniones. Como podemos ver en los resultados, todos más o menos estamos de acuerdo en que la sexualidad masculina y la femenina son diferentes.

La pregunta del millón viene ahora: ¿En qué son diferentes?

Vamos a ver primero en qué consiste la sexualidad masculina, la verdadera sexualidad al decir de Freud y al mismo tiempo innata, lineal y predecible. Funciona más o menos así: estimulación-excitación-erección-penetración-eyaculación-periodo refractario-relajación. Nótese que esta secuencia con más o menos exactitud se reproduce de esta manera en todos nosotros los hombres, si bien caben algunas modificaciones:

1.- Puede haber erección sin estimulo previo, siguiendo el volcado pulsátil de la testosterona o las simples ganas de orinar, algo que nos sucede a los hombres cuando despertamos. La erección puede terminar sin eyaculación, lo que conocemos como calentón y que pagamos en la senectud con una próstata bien hipertrófica.

2.-Puede haber excitación y erección pero fracaso en la penetración por perdida de la erección. Es la escena más temida por los hombres, el conocido «gatillazo» que es según el DSM una patología llamada «trastorno eréctil», o algo así.

Nunca me he parado a pensarlo ni creo que se haya estudiado el asunto pero está por hacer un trabajo cuantitativo que cuente las horas en que el hombre medio pasa con el pene erecto sin ningún futuro, se trata de una historia de tribulaciones. Nos llevaríamos una sorpresa. Lo cierto es que la sexualidad masculina no tiene ningún secreto, se trata de una sexualidad codificada, un tanto miserable, vulnerable, hidráulica y en cierto modo mecánica e insípida y sin embargo necesaria, ha de llevarse a cabo sí o sí.

La mayor parte de las personas que me contestaron individualmente a la encuesta referida están de acuerdo en que la sexualidad masculina es más física mientras que la femenina es más emocional, sea lo que sea que eso signifique. Otros dicen que es más contextual y otras aseguran que lo que más les importa es el deseo que implica estar con alguien especial, alguien que se desea, lo cual no deja de ser una tautología, aunque lo cierto es que el amor es una tautología, ha de ser con éste y no con aquel. Dicho de otra forma, la mayor parte del personal adoctrinado por una sexología conductual tipo Master y Johnson podrían aceptar aquella vieja idea de que no hay mujer fría sino hombre inexperto. Y es verdad que las mujeres pueden desarrollar una sexualidad muy parecida a la de los hombres renunciando -claro está- a la sexualidad que les corresponde, la femenina.

Y en qué consiste la sexualidad femenina.

La sexualidad femenina es una metasexualidad.

Es importante saber que nuestras abuelas no tenían sexualidad, ni se planteaban eso, lo que sabían es cómo eran sus maridos y que las requerían sexualmente con más asiduidad que el derecho matrimonial les exigía. Las mujeres carecieron de sexualidad hasta los 60 del pasado siglo XX, hasta entonces se limitaban a cumplir con el matrimonio cómo se solía decir. Y como ellos andaban siempre erectos y se quedaban con ganas de más casi siempre, se iban de putas. Las putas han hecho un gran servicio a la humanidad al rellenar los huecos que dejaban vacíos las jaquecas maritales, aunque hay que señalar y admitir que el sexo matrimonial es muy aburrido, tanto para ellos como para ellas, que aunque ignorantes de su propia sexualidad algo debían de olerse, al menos aquellas más cultas que oyeron hablar del doble estandard.

Qué es metasexualidad.-

Si busca la definición en la wiki no encontrará nada, significa que es un neologismo que he extraído de la lectura de algunos textos psicoanalíticos y también de la lectura de Bruckner y Finkielkraut de los que ya hablé en mi post anterior, sobre todo de ese texto que titularon de una forma bastante paradójica «El nuevo desorden amoroso», y no deja de ser curioso que no lo titularan «El nuevo desorden sexual». Pero hay que leerlo para entender porque para los autores el amor es desorden, mientras que el sexo es orden, es decir código, ritual, repetición. Al menos en el hombre y/o en las mujeres que se creen portadoras de una sexualidad similar.

Para entender qué significa ese prefijo «meta», antes de sexualidad, vamos a dar una vuelta por otro meta bien conocido, me refiero a la metacognición.

Imagine que está usted en un bar con amigos charlando animadamente sobre cualquier cosa. bromean y charlan pero en un momento determinado uno de los presentes se levanta de su asiento y sin decir nada, abandona la reunión y sale del bar. Ustedes se quedan pensando que le ha pasado, comentan entre ustedes y se preguntan si el ausente se habrá ofendido por algo, tratan de averiguar que ha podido pasar. Tanto si llegan o no alguna conclusión lo que ustedes saben es que el amigo se ha enfadado por algo y se ha ido disgustado.

Eso es metacognición, también le llamamos «teoría de la mente», una inferencia sobre lo que le ha sucedido a otra persona echando mano de nuestra propia experiencia, comprensión y nuestra memoria. Una inferencia sobre lo Otro, que suponemos similar a lo propio: efectivamente todos podemos ofendernos o enfadarnos por un comentario poco sutil sobre una área delicada.

Metacognición es un conocimiento sobre nuestro propio conocimiento. Una reflexión sobre un razonamiento. Es interesante quedarse con esta palabra reflexión» que es como pasar dos veces, esa partícula «re» denota al menos dos pases.

Ahora estamos en condiciones de entender mejor qué queremos decir cuando afirmamos que la mujer no tiene sexualidad sino que es metasexual. Puede tener una sexualidad parecida a la del hombre -genital- pero no se agota en sí misma, su potencia orgásmica es inconmensurable y solo tiene un limite: el agotamiento o esa sensación voluptuosa tan parecida al sueño.

Otra de las fuentes –que Freud llamó Quelle– de los que emerge esa metasexualidad femenina, es el deseo del otro. La sexualidad masculina es visual, voyeurista, la femenina es la que se ofrece a esa mirada a través de un ofrecimiento exhibicionista, un requiebro sutil, una insinuación, algo que se vela y se desvela, pues la sexualidad en la mujer ocupa el polo negativo (pasivo) de lo escoptofílico. Estoy hablando de la mujer media claro está, ya he dicho que las mujeres pueden reproducir el modelo masculino si es que creyeron alguna vez en él, como suele suceder en los discursos feministas actuales.

Pero en realidad la metasexualidad en la mujer -al carecer de centro- puede tomar distintos caminos: algunas mujeres optan por la consagración a una tarea, otras a la maternidad de sus hijos, otras a la maternidad de su marido, otras siguen el camino de sus referencias masculinas, mientras otras optan por el modelo místico. Pero siempre en esa tarea de emparejamiento se reproduce el mismo fenómeno: el para siempre, se puede estar en pareja fusional o fisional, pero siempre es para siempre. Solo los célibes tienen abiertas todas las posibilidades del para nunca.

El lector sagaz ya habrá advertido que el amor es la deconstrucción del sexo, su decodificación, lo que convierte un ritual predecible, una secuencia de hechos mecánica en algo creativo: introducir un elemento de perturbación, sea a través del BDSM con sus repartos de dominación, dolor y sacrificio, el sapiosexualismo que es una forma de paideia postmoderna calcada del efebismo helénico, el poliamor que es el viejo harén polígamo, o de cualquier otro tipo aun por inventar hace que el sexo sea algo impredecible, algo que rompe la secuencia matrimonial de hechos donde sobrevuelan contratos reproductivos, bienes inmobiliarios y los hijos, siempre los hijos. No hay nada tan anti-afrodisiaco como los hijos pero a quien más amamos es a los hijos y añado, a los nietos.

Lo que plantean Bruckner y Finkielkraut es precisamente esta cuestión, el amor es lo que hace que la sexualidad de la mujer tenga ese más allá, algo que se añade a la sexualidad misma. Es por eso que la mujer puede ser madre, futbolista, prostituta, monja, hetaira o casta viuda con ese sobrante sublimatorio que llamamos amor.

Vale la pena leer este viejo post donde hablé precisamente de ese hiato, esa disociación, esa brecha o gap que existe en las mujeres entre deseo y excitación.

Resentimiento y teoría de la justicia

justicia

El resentimiento es -como su nombre indica- un sentimiento y un sentimiento es una emoción inteligible, más allá de lo sensible después de un pase por lo cognitivo y la memoria (recuerdo). Es por eso que prefiero hablar de estados afectivos.

Es además un sentimiento al cuadrado (de ahí la partícula re) un sentimiento doblado, un doble sentimiento cuantitativamente hablando: un sentimiento que ocupa un lugar hegemónico, un gran espacio en nuestra memoria. Algo que sucede también con la reflexión, con la que está emparentado: una flexión doble sobre algún aspecto cognitivo, generalmente sobre uno mismo.

Todos tenemos en nuestra vida motivos para el resentimiento, ¿quién no tiene algún recuerdo de cuando nos sentimos injustamente tratados por aquel amigo que disponía de bicicleta y nosotros la codiciábamos mientras él -impertérrito- solo nos dejaba correr tras él en la calle?¿quién no tuvo una amiga que estaba más delgada que nosotras mientras no podíamos -a pesar de la dieta- alcanzar su peso?¿quién no se ha sentido tratado injustamente por sus hermanos mayores o postergado por los menores? ¿Por qué algunos compañeros parecían sacar mejores notas que nosotros aparentemente sin esfuerzo?

Obviamente todos tenemos recuerdos en ese sentido. Todos llevamos esa marca de injusticia en nuestra memoria y sucede por una razón: aprendemos a comparar antes que a contar. Comparamos tamaños, figuras y formas, pero sobre todo comparamos los recursos que recibimos siempre teniendo como referente a aquellos que -según nuestra apreciación- tienen más o mejores prebendas. De ahí procede la codicia: el deseo de tener lo que otros tienen, siempre y cuando lo que tienen sea algo deseable, nadie codicia a quien le falta un brazo. la codicia es un deseo de máximos.

Pero aunque todos hayamos tenido esas experiencias en nuestra vida no todos desarrollamos un carácter resentido. Porque para llegar a conformarlo, es decir para que el rencor ocupe el centro de nuestra vida es necesario que sucedan algunos pases que vienen descritos en este aforismo árabe:

Siembra un pensamiento y cosecharás un acto;
Siembra un acto y cosecharás un hábito;
Siembra un hábito y cosecharás un carácter;
Siembra un carácter y cosecharas un destino.

Es decir, primero hay una ocurrencia que puede ser una falsa apreciación o bien una apreciación correcta, eso no importa. Pudo haber una injusticia flagrante o pudo no haberla pero en cualquier caso esta ocurrencia ha de constituirse en una injusticia sentida y central en el momento en que se percibió, una injusticia amenazante que socave la autoestima o el autoconcepto, o que amenace nuestro mundo sentimental.

Más tarde se pone de manifiesto en la conducta, en una conducta podríamos decir victimaria, lloriqueante. La rigidificación de esta conducta da lugar a una costumbre: uno termina por relacionarse con los otros en función de demandas culpabilizadoras que tienen resultados diversos. Pero esos resultados negativos son los que refuerzan precisamente la universalización de las mismas en forma de hábitos y más tarde se implantan en el carácter, en un rasgo permanente. Uno aparece como demandante, inconformista, querulante y victimista y desarrolla al mismo tiempo habilidades para hacer llegar su mensaje y doblegar la voluntad de los demás.

John Rawls fue un filósofo estadounidense de filosofía moral y lógica que hizo buenos aportes a una teoría de la justicia. Para Rawls es necesario tanto definir como llegamos a ese concepto de justicia como el contenido de la justicia misma.

Para ello, supone una reunión de filósofos con un «velo de ignorancia» propuestos para tal fin, pero hay una condición: los sujetos deben dejar fuera del salón de reuniones sus propios conceptos de justicia, su sexo, su raza, su ideología, sus experiencias sentimentales. Algo así como comenzar desnudos de toda idea preconcebida para legar a un consenso universal sobre tal cuestión. En este sentido, una persona resentida no tendría asiento en ese club puesto que estaría pensando en sus propias experiencias de injusticia y trataría de imponerlas a los demás, pues ¿qué importancia tiene la injusticia ajena más allá de la propia?

Rawls es un contractualista y propone que no existe un derecho natural a nada, que los derechos se conceden de una manera consensuada en las sociedades y es por eso -que los consensos cambian- que cada vez los individuos tienen más o menos derechos en función del sujeto político – el Estado- que los concede. Sin embargo gran parte de esos derechos no han sido ganados ni merecidos sino concedidos y de la misma forma que se concedieron se pueden retirar.

Para Rawls la libertad es algo de rango superior a la igualdad y libertad es sobre todo libertad de pensamiento y conciencia. La igualdad es una categoría de rango inferior que merece ser considerada en tanto en cuanto ha de procurarse disminuir la desigualdad. En este sentido no tiene sentido luchar por la igualdad sino disminuir el impacto de las desigualdades a fin de minimizarlas. Para Rawls un porcentaje mínimo de desigualdad es no sólo inevitable sino necesario siempre y cuando no se llegue a la indignidad de los más desfavorecidos.

En este sentido los resentidos serian personas que de un modo u otro han sido favorecidos por una corriente de opinión excesivamente empática que les ha legitimado a continuar siéndolo incluso a escalar socialmente en razón de ese resentimiento. No existe mayor paradoja en nuestro tiempo sino que un resentido llegue al poder político en función de un oscuro resentimiento que se vende públicitariamente como liberación colectiva.

Y gran parte de su éxito político se basa precisamente en que hay muchos resentido aunque cada uno por sus razones.

Es por eso que es imposible crear una sociedad armoniosa de resentidos.