Las cuatro fuerzas y el amor

Este post contiene spoilers, es decir revela datos de la trama de la pelicula «Las leyes de la termodinámica», el lector no deberá seguir adelante con la lectura del mismo si planea visionarla

¿Qué entendemos como «fuerza»?

Decimos, por ejemplo, que los planetas se mantienen en órbita debido a la fuerza de gravedad o que dos imanes se atraen por la fuerza magnética. Sin embargo, ¿qué es exactamente una fuerza y qué tipos de fuerza existen? 

Al menos cuatro, aunque se postula una quinta fuerza. El lector interesado en las fuerzas y las partículas que intervienen en cada una de estas fuerzas puede viajar hasta esta web que lo explica muy bien. Yo voy a utilizar esta misma información pero en un sentido literario, como más abajo tendremos ocasión de ver.

-La gravedad, hace que los cuerpos se atraigan y lo hagan en función directa a su masa e inversa a su distancia. Newton dixit.

-La fuerza electromagnética. A diferencia de la anterior es la que hace que surjan fenómenos al operar sobre electrones (carga negativa) y protones (carga positiva) no solo hace que las partículas se atraigan o se repelan según su carga.

-La fuerza nuclear débil. Es también una fuerza que ora atrae y ora repele, pero opera dentro del propio núcleo permutando unas partículas por otras, por ejemplo cuando un neutrino se acerca a un neutrón, este puede transformar al neutrón en un protón, mientras que el neutrino se convertirá en un electrón.  es una fuerza algo trasvestista como puede observarse.

-La fuerza nuclear fuerte, es la que mantiene el núcleo del átomo como algo muy duro de roer. Romper un átomo es bastante complicado (fusión nuclear). Lo interesante es que es la fuerza que mantiene a los protones y neutrones del núcleo de los átomos juntos. Pero, además, también mantiene unidas a las partículas que componen los protones y los neutrones: los quarks. Si quieres saber más sobre cómo sucede esto, te dejamos este video que lo explica. Las partículas que hacen posible la fuerza nuclear fuerte son los gluones. De hecho, se llaman gluones porque en inglés «glue» significa pegamento. Un pegamento que además no tiene nada que ver con la distancia como sucede con la gravedad. Cuanto más se alejan ciertas partículas más fuerte es esta fuerza.

«Las leyes de la termodinámica» es una película de Mateo Gil muy original, divertida y muy ingeniosa que intercala fragmentos de documentales donde los físicos nos cuentan particularidades de estas fuerzas mientras se va desarrollando un relato con tintes de comedia donde Manel, físico prometedor y algo neurótico (neurótico del orden), se propone demostrarse cómo su relación con Elena, cotizada modelo y actriz en ciernes, no ha sido un completo desastre por su culpa, sino porque estaba determinada desde un principio por las mismísimas leyes de la física, aquellas que descubrieron genios como Newton, Einstein o los padres de la mecánica cuántica. Y especialmente por las tres leyes de la termodinámica.

La película no está bien resuelta porque -efectivamente- no puede estarlo pero contiene trazas de verosimilitud al menos durante la primera parte. Es cierto que los cuerpos se atraen, lo que es lo mismo que decir que la atracción sexual es algo muy parecido a la gravedad y algo que además desprende calor. Aunque también es la gravedad lo que nos hace caer cuando tropezamos o cuando un vaso se hace añicos en el suelo. Lo interesante es que este vaso se hace con facilidad pedazos y no es posible que los pedazos hagan un vaso. Lo que es lo mismo que decir que existe una flecha (la del tiempo) que siempre señala hacia delante del mismo modo que señala la entropía, es decir la tendencia al desorden, al declive, al envejecimiento y a la muerte que es el supremo orden. Todo lo vivo está sometido a ese declive, no podemos volver atrás, no es posible volver a las condiciones iniciales. Solo podemos retrasar esta tendencia o volverla a reproducir a través de otra partícula que entre en el juego de la repetición.

Debe ser por eso que nosotros los sapiens tenemos esa tendencia al divorcio, a volvernos a casar y a reproducir las mismas querencias que no funcionaron en el primer caso, pero mantenemos la ilusión de que quizá podamos cambiando de pareja. Eso le sucede a Manel y así termina la película, un poco para dejarnos buen sabor de boca (AQUI HAY UN SPOILER). Lo cierto es que somos bastante conscientes de nuestra muerte, todos sabemos que vamos a morir y sin embargo no vivimos preparándonos, sino negando a esa vieja bruja armada de guadaña que es la muerte. La negación constante de la misma es necesaria para vivir de un modo optimista pero poco realista. Lo cierto es que hagamos lo que hagamos nos moriremos y desapareceremos tanto de la memoria de los pocos que guardaron recuerdos nuestros, como de la Historia, todos somos en este caso medianías.

La atracción sexual hace saltar chispazos, electricidad, calor, auroras boreales que no vemos pero que nuestro corazón siente pues el corazón es un órgano muy electromagnético, el nos dice quien nos atrae y quien nos repele, pero no nos dice quien nos conviene, puesto que cada persona tiene un predominio de fuerza. Así hay amores cósmicos y amores terrestres. Elena es un amor terrestre, tan terrestre como el de Manel sumido en una atracción fatal muy fisiológica que le convierte en esclavo de una estrella (nunca mejor dicho) sobre la que gravitan toda clase de planetas enamorados. Al final se va con un guaperas de película que para mi más que un planeta es otra estrella, en este caso del cine.

¿Se puede cambiar de amor? Claro, algunas personas tienen un predominio de fuerza nuclear débil y pueden convertir un neutrón en un protón y ellos mismos convertirse en electrones y gravitar alrededor de una estrella magna como si de un planeta se tratara. Ambos dos, Manel y Elena parece tener fuerzas nucleares débiles muy activas puesto que cambian de amor y vuelven atrás donde dejaron novias despechadas, igual que ellos mismos fueron despechados en la relación con la estrella. Al final el despechado y la despechada vuelven sobre sus pasos: ambos sintieron lo mismo y eso les transformó, pero aquí interviene lo cuántico. Y es ahí en lo cuántico cuando la película empieza a hacer aguas pues no consigue combinar lo acontecido con el relato del propio Manel.

Podemos cambiar de amor, pero el amor no cambia. El amor es un equivalente de la fuerza nuclear fuerte, el pegamento gluónico que mantiene unido el universo entero y le hace impenetrable a maniobras para su eliminación. Para mí el amor es un universal antropológico, lo que le pervierte son las otras tres fuerzas que la naturaleza ha desplegado para según qué cosas. No importa si Manel y Elena no forman pareja aunque la mejor forma de regenerarse es tener hijos como ese amigo argentino mujeriego y fotógrafo, que al final cambia de opinión cuando al fin consigue reencarnarse -a través de una ecografía- en otro. esta vez de su propia carne. Si no es con ella será con otra pues la reproducción es a fin de cuentas lo que explica y dota de sentido a la gravedad, la fuerza nuclear débil y la fuerza electromagnética.

El machismo y la hipergamia

Lo más probable es que usted crea que lo contrario del machismo es el feminismo pero está usted equivocado, el feminismo -al menos el feminismo realmente existente- es una especie de machismo protagonizado por ciertas mujeres hembristas, como más adelante veremos. En realidad lo contrario, lo opuesto al machismo es la hipergamia.

Es también posible que usted crea que hipergamia es sinónimo de promiscuidad, pero siento decirle que está también equivocado. La hipergamia es un emparejamiento hacia arriba, el acto o práctica de buscar pareja o cónyuge de mejor nivel social y/o económico o de una casta más alta que uno mismo. distinto de la promiscuidad donde no se mira con quién se copula, lo importante es copular con muchos. Así descrita la hipergamia es la conducta sexual preferida por la mujer occidental, es decir de las mujeres que habitan el mundo opulento y liberal en el que vivimos en Europa, USA y Canadá y Australia-Nueva Zelanda.

Machismo e hipergamia representan pues opuestos o contrarios y mantienen entre si relaciones dialécticas. Para saber qué demonios es eso de las relaciones dialécticas lo mejor es que el lector lea antes este post que dediqué a la Aufheben hegeliana. Pero si usted cree que ese concepto es demasiado complicado puede conformarse con mi explicación para dummies.

Si existe Podemos ha de existir Vox, si existe derecha ha de haber izquierda, si existen partidarios de aborto ha de existir detractores, si existe Dios ha de existir el diablo, si existe el bien ha de existir el mal etc. Esto es dialéctica.

Este mes de Diciembre ha sido un mes «horribilis» para el ministerio de Igualdad, pues 11 asesinatos de mujeres en un mes ha levantado todas las alarmas, máxime cuando estos asesinatos han sido terriblemente crueles llevándose la vida de una mujer embarazada a termino bien descrito por la prensa amarilla, o sea toda. Las declaraciones de nuestra adolescente ministra de Igualdad son más un berrinche pidiendo más policías, más protección y más recursos para las previsibles (solo ella sabe quienes son las beneficiarias de esa predictibilidad) víctimas de la violencia machista. Pero ningún intento de repensar las cosas, de modificar el hábito del pseudodiagnóstico y de ponerse a trabajar más allá de favorecer los chiringuitos de género que se llevan las inversiones de ese gran negocio que es la ideología de género.

Para entender mejor las causas de este estropicio que ha generado la LVG y la ideología de género, es necesario recurrir al pensamiento dialéctico y plantearse algunas preguntas:

¿Qué quieren los hombres? ¿Y qué quieren las mujeres? Me refiero en general, no a las activistas de género o a los asesinos (hombres) y a las asesinas (mujeres) potenciales. Para ello es necesario plantearse una pregunta en clave evolucionista con la ayuda de Hegel.

El machismo existe realmente -es un extremo de la masculinidad- aunque no tiene nada que ver con el patriarcado, tiene que ver con la testosterona y la manera que entendemos cada uno de ser hombre, sin embargo es un estado mental y físico muy similar a la hipergamia. El hombre anhela fuerza, determinación, competencia, dominio y subordinación, mientras la mujer quiere estatus, coacción de la potencia masculina, y obediencia del hombre a la seducción a través de la exhibición de caracteres sexuales secundarios. Y sobre todo protección, una mujer aun la más empoderada y autónoma lo que busca en un hombre o en un gremio es protección para ella y sus hijos. Como puede verse machismo e hipergamia son cosas que parecen distintas e incluso incompatibles. Lo parecido y lo diferente sin embargo guardan ciertas similitudes: ambos persiguen un fin vinculado al sexo de cada uno de los contendientes. Dicho de otra forma: son fenómenos de distinta naturaleza pero enredados en un mismo caldo social e incluso en una misma matriz. Se refuerzan el uno al otro o por decirlo en términos cibernéticos: se retroalimentan.

Significa que en una sociedad donde haya muchos elementos hipergámicos habrá mucha rivalidad intrasexual femenina y es previsible que haya también muchos «incels» o MGTOW-likes, es decir hombres opuestos y combativos con el feminismo que acumulan grandes decepciones en su vida sentimental y que por supuesto acumulan rencor hacia las mujeres.

También es cierto que existen mujeres que acumulan rencor hacia los hombres, pues ¿cómo discriminar al protector del depredador? Muchas mujeres han tenido experiencias sentimentales muy frustrantes y/o se han sentido discriminadas o maltratadas por hombres concretos, por padres abusivos o ausentes, por humillaciones en el trabajo o por exclusiones sociales que por alguna razón u otra han sido adjudicadas a su género.

Los hombres tienen un miedo ancestral a la mujer, un miedo que procede de la posibilidad de que la mujer le engañe, Y terminar haciendo cuckoldry (cuernos), es decir cargar con los hijos de otro, es por eso que los celos masculinos y la vigilancia controladora de la mujer están bien definidos entre los jóvenes que aun no han tenido el suficiente aprendizaje social o bien madurez. Hay ciertas diferencias entre los celos de hombres y mujeres y lo que sabemos es que los celos son mucho más perturbadores psicológicamente en los hombres.

Podríamos decir entonces que el feminismo es en realidad un grupo de autoprotección que las mujeres adquieren para defenderse de este maltrato que o bien han sufrido o bien esperan en algún momento. Pero lo cierto es que al mismo tiempo que buscan protección en ese entorno niegan la mayor a los hombres. es decir niegan sus deseos de protección, lo de llegar a casa «sola y borracha» no es más que un deseo infantil. En realidad irse de noche a casa sola y borracha tiene muchos riesgos para las mujeres. Riesgos que niegan de forma «naif» como si la seguridad fuera un derecho que tenemos solo por el hecho de ser mujeres. En realidad los hombres también tenemos muchos riesgos, si volvemos solos a casa y borrachos, peleas, drogas y accidentes de tráfico son las penalidades nocturnas de los padres que tienen hijos varones. Existe mucho más riesgo cuando se niegan los peligros y la vulnerabilidad. Lo realmente sorprendente es que las mujeres en realidad lo que hacen es identificarse con lo peor de los hombres, así se muestran descaradas, desafiantes, obscenas o agresivas como si fueran machitos sin civilizar. Este es el modelo de mujer empoderada que vemos en las películas, en las series y que tanto éxito ha tenido en ciertos estratos sociales. ¿pero no habíamos quedado en que los hombres son detestables? ¿Por qué imitarles?

En realidad estas dos posturas de género, el macho que vigila el móvil de su novia o la chica que inmoviliza a su novio dejándole sin movimiento como la Gorgona, son dos posturas extremas de lo que estoy contando. Ninguna masculinidad podrá ser transformada a partir de los deseos de la mujer, ni ninguna femineidad podrá ser controlada a partir del deseo del hombre. Hay que dejar de contemplar la transformación de la masculinidad (las nuevas masculinidades) desde el punto de vista femenino., al servicio de la mujer. Y si eres hombre lo mejor es que busques una mujer que se situe bajo la campana de Gauss y no esté aun demasiado contaminada por ideas extremas.

Y esto es lo que puede resolver la dialéctica. De lo que se trata es de repensar conjuntamente, debatir sobre cómo queremos los hombres ser y cómo quieren las mujeres ser, pero a distancia de los maximalismos. No se trata de noquear al adversario, sino entenderle y sobre todo respetar la idiosincrasia del otro y lo que no interesa no interesa.

Insistir en la polarización de los sexos es favorecer la violencia sexual, no se trata de poner más policías, se trata de enseñar dónde están los riesgos de una manera realista. Y favorecer que se cumplan los deseos femeninos más profundos, la protección, que se deje de buscar en entornos feminizados que solo podrán ser sucedáneos de un padre, un hermano o de un marido.

La mala noticia es que la identidad y los mas importantes aprendizajes sociales se adquieren en la familia. Y en la medida en que esta se debilite habrá más anhelo por encontrar protección en otro lado. Y a más pánico moral más delitos sexuales.

Elogio del estereotipo

Santiago Armesilla es un youtuber que declara ser marxista y buenista (de Gustavo Bueno) y que es economista y politólogo. Su canal es interesante y dedicado fundamentalmente a entrevistar a personas relevantes del mundo de las redes. Por poner alguna pega a su trabajo, diré que sus videos son demasiado largos y reiterativos aunque no faltos de rigor intelectual. Hace poco he estado viendo (aunque confieso que no llegué hasta el final) una entrevista que le hizo a una chica trans de nombre Sandra Mercado que este mes de Noviembre publicará un libro sobre un testimonio personal: su periplo hasta convertirse en una chica trans y por supuesto su arrepentimiento posterior. El libro es en este sentido una critica a la ideología queer y por supuesto de las técnicas quirúrgicas que se han puesto en marcha en nuestro país y de forma gratuita para amputar el miembro viril a quienes así lo demandan dando por buena cualquier petición -diagnóstico positivo- sin contraste psiquiátrico ni información veraz sobre los riesgos que conlleva esta cirugía.

De manera que la entrevista tiene varias partes, una donde Sandra habla de sus traumas infantiles, su vivencia de sexualidad homosexual precoz, y posteriormente su búsqueda de «femineidad» hasta llegar a la solución final con vaginoplastia incluida. La segunda parte es algo así como una puesta al día de argumentos y bibliografía anti-queer y su critica al movimiento que precisamente ahora con la tramitación de la ley trans en el Congreso ha tomado cierta relevancia en la vida publica.

Personalmente no me gustan nada los testimonios de las personas concretas, sean de esta cuestión o de cualquier otra, por una razón fundamental: los testimonios personales -aun aquellos que contienen opiniones relevantes- (y no cabe duda de que Sandra tiene opiniones relevantes y muy juiciosas) no son ciencia, sino relatos. Y los relatos hay que guardarlos para los psicólogos o la intimidad de una consulta psiquiátrica y no para la opinión publica, pues inmediatamente podríamos encontrar otros opuestos que defenderán lo contrario. Por la misma razón la «memoria histórica» es una escucha de relatos pero no es Historia, pues podemos encontrar relatos contrapuestos entre nuestros interlocutores que no aclaran nada sobre lo que sucedió en un acontecimiento histórico determinado, por eso la Historia es una ciencia y los testimonios son solo eso, literatura. Y cada uno no puede sino contar el suyo, lo que vivió y lo que recuerda, cómo cada uno recuerda una cosa bien distinta a la que recuerda su vecino, los relatos son siempre contradictorios.

Una cuestión que me interesó del discurso de Sandra, es cuando habla de los estereotipos y confieso que me hizo pensar mucho sobre esta cuestión. Declara que se sintió homosexual desde pequeño, le gustaban los chicos de su propio sexo y habla de que para gustarles intentó feminizarse poco a poco aunque declara que ya era bastante afeminado lo que le llevó a ser maltratado en la infancia. Lo que plantea no es baladí, ¿qué es feminizarse? o ¿En qué consiste la femineidad?

Si nos hacemos esta pregunta cualquiera de nosotros caeremos en la cuenta de que a la hora de representarnos una mujer o un hombre lo que estamos haciendo es recurrir al estereotipo: Esto es una mujer y esto es un hombre:

No cabe ninguna duda de que cuando pensamos en un hombre o una mujer nos vienen a la mente cientos de imágenes, actitudes, ropas, voces, formas de caminar, tacones, fajas, medias, cosméticos, sombreros, pistolas, coches, deportes, luchas, desafíos, lealtades, etc y toda clase de recuerdos de todo aquello que hemos vivido y experimentado a lo largo de nuestra vida que nos impulsa hacia ese estereotipo, muchas veces observado en películas, pues ni siquiera el cine ha sido capaz de huir de los estereotipos. Más que eso los ha fomentado.

Los estereotipos pueden definirse como los extremos de rasgos que identificamos como masculinos o femeninos pero lo cierto es que estos rasgos no vienen siempre juntos y en realidad no existen mujeres como Laura Antonelli u hombres como John Wayne que son en realidad, eso, relatos, constructos inventados por el cine para el entretenimiento. Lo que quiero decir es que en los sujetos reales -más allá de los extremos- todos tenemos rasgos femeninos y rasgos masculinos tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente. Dicho de otra forma casi todos nosotros tenemos cerebros balanceados.

Cuando fuimos embriones recibimos una dosis relevante de testosterona (como sucede en los varones) o no la recibimos más que en pequeñas dosis como sucede en las niñas. Pero no es todo una cuestión de dosis, también hay que contar con los receptores disponibles para la testosterona. De nada serviría tener mucha testosterona si no hay receptores para que se exprese en el cerebro y más tarde en el cuerpo. Dicho de una forma más clara: la masculinización-feminización de un cerebro no depende solo de la presencia-ausencia de testosterona en periodo fetal, no es una cuestión digital de todo o nada, sino que el baño de testosterona recorre una amplia gama de inundaciones o sequías a o largo del embarazo.

Recorre pues una escalera analógica, unos tienen más y otros menos exposición que se manifiesta en la digit-ratio.

Pero la cosa se complica porque la «digit ratio» no predice la orientación sexual, solo algunos rasgos de la sexuación cerebral.

El lenguaje sin embargo es categorial y construye opuestos y por eso existen los estereotipos (en los extremos) y luego nosotros, en nuestra mente, creemos que los opuestos son contrarios y los tratamos como tales en nuestras operaciones lógicas. La realidad es que lo contrarios no lo son tanto como creemos, pensemos en una escala analógica donde masculino y femenino sean opuestos, uno sería 0 y otro sería 1. Lo usual es pensar -como sucede en política- que cada uno de nosotros estaríamos un poco en el centro, equidistantes tanto de la masculinidad radical como de la feminidad radical.

Pero el centro no existe en genética, lo que existen son polimorfismos que se silencian unos a otros, que vencen en una competición o que cooperan entre sí.

Pero ahora vamos a pensarlo de otra manera, supongamos que masculino y femenino no son contrarios, vamos a pensarlos  (tampoco como suele decirse como complementarios), vamos a pensarlos como despliegues distintos de potencialidades que ocupan un mismo lugar, vamos a pensarlos como un cluster de potencialidades o habilidades que están juntas, ocupando un mismo espacio de ejecución cerebral. Una misma utilidad neurobiológica.

Pensarlo de este modo nos permitiría poder agrupar utilidades en un mismo cerebro con independencia de si se es hombre o mujer. Y también nos permitiría abandonar esa estúpida convicción de que «todos somos iguales».

No lo somos, pero lo importante como más abajo trataré de explicar no son las diferencias que existen entre unos hombres y otros, sino la brecha que se abre entre hombres y mujeres sobre todo en lo que respecta a la personalidad

Y es por eso que algunos autores como Michael Kimmel ha puesto a punto un master sobre la masculinidad. Dice Kimmel:

«Cuando planteo el tema de las masculinidades en plural procuro poner el acento en el hecho de que no existe un modelo único y hegemónico de ser hombre y en que las diferencias y alteridades de la masculinidad no deben entenderse como versiones menores de ese modelo o como fragmentos de una estatua que se ha roto». En lenguaje coloquial: los hombres hoy son, o pueden ser, ‘hipsters’ y ‘canis’, ‘fofisanos’ y ‘lumbersexuales’, ‘andróginos’, ‘normcore’ y ‘muppets’. O no ser nada de esto».

Pero lo más dramático de esta historia, es la cantidad de «machitos» que no daban la talla para adaptarse a este modelo estereotipado, donde los disidentes eran siempre calificados como «niñas», «mariquitas» o «débiles», un modelo excluyente como los nacionalismos.

Y la verdad es que este modelo no se corresponde con la realidad genética de nuestra especie. Hay mucha «masculinidad» en algunas mujeres y mucha «femineidad» en muchos hombres. Pero el problema sigue siendo de etiquetas: no disponemos de ninguna otra palabra para designar estos conceptos. ¿Qué significa que un hombre es femenino? ¿Qué significa que una mujer es masculina?

La verdad es que estos conceptos son muy escurridizos y no están señalando la verdad neurobiológica que ocultan. Lo sabemos por los homosexuales.

Suele decirse que un hombre homosexual es un hombre que quiere ser una mujer. No es cierto en la mayor parte de los casos. Un hombre homosexual es un hombre, que sabe que es un hombre pero que se siente atraído sexualmente por otros hombres y que no desea transformarse en mujer, y que puede conservar entre sus rasgos, preferencias y gustos, muchas utilidades que se atribuyen a la masculinidad, por ejemplo la promiscuidad y otras bien femeninas como la tendencia al embellecimiento, el histrionismo o la locuacidad.

Dicho de otra manera se puede ser muy macho y al mismo tiempo ser homosexual. ¿Entonces qué es la masculinidad?

Podemos adelantar una cuestión: la orientación sexual es independiente de la identidad sexual. No es necesario hacerse trans si eres homosexual buscando ser femenina, pues en realidad lo trans puede interpretarse como una homofobia y desde luego deja a las mujeres y al feminismo en general al pie de los caballos.

Aun no hemos descubierto qué realidades neurobiológicas se ocultan tras eso que llamamos «masculinidad» y «femineidad». Lo que sabemos son «big data», es decir datos que proceden de la estadística que componen correlaciones y otros procedentes de la neurobiología, por ejemplo hoy sabemos que la sexuación cerebral se compone en época fetal y es hormonodependiente, es decir nos desarrollamos con cerebros de hombre o de mujer a través de la testosterona circulante mientras estamos en el seno de nuestra madre. La sexuación cerebral se completa antes de los 3 meses de vida. Sin embargo no está demasiado claro qué es un cerebro masculino o un cerebro femenino. Lo más seguro es que no existan diferencias gruesas -pero sí funcionales- entre ambas anatomías cerebrales, pero que la sexuación se constituya como un mosaico.

Y es también probable tal y como predice la «teoría de la sabana» que cuanto más nos alejamos del entorno ancestral (de cazadores-recolectores) más se bloqueen las diferencias innatas entre hombres y mujeres, lo cual nos permite predecir que las brechas de género al menos en cuanto personalidad se agrandarán en el futuro próximo.

¿Qué hay de común en todos los hombres?

La verdad es que las masculinidades de las que habla Kimmel son axiomáticas y fácilmente reconocibles. Es obvio que la masculinidad tradicional (una masculinidad que procede de entornos agrícola-pastorales) está en crisis y sufriendo un declive quizá como reacción a la liberación de la mujer. Pero si a mí me preguntaran que hay de común en todos los hombres y qué nos diferencia de todas las mujeres diría que a los hombres nos siguen gustando los deportes y las películas de guerra y las mujeres no parecen demasiado interesadas en ello. Por el contrario a las mujeres les sigue gustando ir de compras y adquirir ropa, algo que a ningún hombre que yo conozca le agrada. (Aqui hay un listado de lo que nos gusta a los hombres) Y se trata de algo innato, no de algo adquirido o impuesto por la cultura (esto está también demostrado y no voy a insistir en convencer a los ideólogos del género). Del mismo modo a las mujeres les encantan las profesiones altruistas como la psicología, la enfermería, el profesorado o la medicina mientras los hombre se encuentran más motivados por las ingenierías, la física, las matemáticas o la informática. Y por supuesto la carrera militar. Se trata de la conocida paradoja noruega.

Y este fenómeno es algo biológico, mal que les pese a los ideólogos de la igualdad, se trata de la llamada brecha de género. Hay diferencias entre hombres y mujeres y muchas, – sobre todo cuando podemos elegir profesión-si bien es cierto que al imaginarlas como un continuo hemos desperdiciado otras alternativas.

Dicho de otro modo y como conclusión:

Huir del estereotipo es una forma de caer en el estereotipo, pues el estereotipo es el guardián de los significados y no podemos huir o renunciar a él, solo relativizarlo. Hay una verdad en el estereotipo que no cabe menospreciar.

Esto aprendi oyendo a Sandra Mercado.

Y otra cosa: no tomes decisiones irreversibles antes de haber madurado lo suficiente para saber dónde te lleva esa decisión.

¿Putas o prostitutas?

Hoy he estado viendo un video en polímatas donde se hace una tertulia entre dos prostitutas y dos feministas sobre el tema de la prostitución. Las feministas declaran su ya conocido mantra de que la prostitución no es un trabajo, pues «los trabajos todos tienen una dignidad» (sic) y apelan al siniestro trato de mujeres por parte de mafias que se afanan en cubrir el mercado nunca satisfecho del todo con nuevas carnes venidas de no se dónde. Las prostitutas aclaran que ellas están en el oficio porque quieren y no porque nadie las obligue, que incluso les gusta «chupar pollas» pero las feministas insisten en que la prostitución voluntaria se nutre se la prostitución obligada o forzada y es por eso que ellas son abolicionistas. Y así.

Pero lo que más me ha sorprendido es el largo debate sobre qué es y qué no es un trabajo. Un debate algo metafísico que parece ignorar la idea de que ciertos trabajos son «work» y otros son «job» es decir ocupaciones. Yo no escribo este post porque sea mi work sino que es en cierto modo un job que hago además gratis. Soy una puta barata.

Lo cierto es que es imposible hablar de la prostitución sin hablar de otras cosas que me propongo escarbar en este post gratuito. Una de ellas es qué es prostituirse y otra cuestión importante es explorar las necesidades sexuales (y de otro tipo) que tiene la población masculina sobre todo.

¿Qué es prostituirse?

Hay dos acepciones sobre esta palabra, la primera y más conocida es intercambiar sexo por dinero. Las prostitutas cobran dinero por fornicar con sus clientes, pero esto no es la clave de la prostitución femenina -pues hay otros cobros de la misma actividad- sino el hecho de las prostitutas son mujeres publicas. ¿Qué significa ser una mujer publica? Cualquier bien publico como una playa o un bosque puede ser usado por cualquier ciudadano. No tiene titularidad privada, no pertenece a nadie. Significa que una mujer publica es aquella que al ser elegida no dice nunca no. Y una mujer que nunca dice no, en realidad hace lo contrario del resto de mujeres, es por eso que considero as prostitutas mujeres consagradas. Lo hacen por dinero si, pero no niega nunca sus servicios a quien puede pagarlos.

La segunda acepción de la palabra es de aquellos que hacen, piensan o sostienen ciertas opiniones por dinero, porque alguien les paga, así suele decirse que la prensa española está prostituida, porque los que mandan en las redacciones de nuestros medios más importantes son los que imponen su marchamo y su enfoque. En este sentido «prostituirse» seria obedecer al amo en lugar de la deontología de cualquier profesión incluso en contra de las propias opiniones.

Dicho de otra manera: las relaciones de poder influyen en la «prostitución» de determinadas profesiones, al menos de las que dependen de un comité de accionistas determinados. En este sentido metafórico las relaciones laborales suelen estar contaminadas de esta lacra, al menos las que más importancia tienen en la opinión publica.

¿Y qué sucede cuando los pagos no son en metálico? ¿Qué sucede cuando se intercambia sexo por favores, por promociones profesionales, por mentorías intelectuales, por recursos? Bueno, entonces no lo solemos catalogar como prostitución pero acabamos hablando de puterio. El mundo está lleno de puterio y no cobran como las otras. El puterio es el sindicato de las mujeres mientras son jóvenes. Lo hacen porque quieren, dicen, como las profesionales.

De manera que es momento es catalogar las estrategias que hasta ahora hemos sido capaces de inventar para resolver la asimetria en las necesidades sexuales. Como es sabido los hombres tienen más necesidades sexuales que las mujeres tanto en intensidad como en variedad. Los hombres nunca dicen no a una mujer, somos como las mujeres publicas, sin embargo las mujeres suelen ser muy selectivas en sus elecciones con la excepción del periodo hipergámico de la que hablaré mas abajo.

Las estrategias que se han inventado hasta ahora son tres: la monogamia, la poligamia y la promiscuidad.

La monogamia.-

La monogamia es probablemente la estrategia mas eficaz de las que hemos sido capaces de inventar hasta ahora, significa que «cada oveja con su pareja», es decir una pareja de por vida para cada cual. Resuelve el problema de los solteros y de los que quedan sin pareja pero tiene varios problemas. El principal es que restringe las posibilidades sexuales y es muy aburrida tanto para ellos como para ellas y otro: sin el apoyo de los dogmas religiosos es muy difícil de seguir y más desde que Enrique VIII inventó el divorcio obsesionado por Ana Bolena. Desde entonces un hombre y una mujer pueden divorciarse sin culpa y buscar otra pareja si no la tienen ya. Es por eso que la monogamia absoluta ya casi no existe en el mundo y ha sido sustituida por la monogamia sucesiva, una pareja detrás de otra y casi siempre ella más joven o él si es que es ella la que tiene el dinero o el estatus como cierta duquesa.

Otro problema que tiene la monogamia son las tentaciones que proceden de otros grupos dispuestos a cualquier cosa con tal de mejorar su estatus. La infidelidad -incluso la de Piqué con Shakira- es de esperar en todas las relaciones monógamas de alto standing, hay demasiada oferta. Y para los que no son futbolistas siempre les quedan las prostitutas, una especie de premio de consolación para los que no pueden cambiar de pareja cada 3 años o no tienen oferta suficiente como para fornicar cada día, en plan rotativo con unas y otras.

Las prostitutas, contrariamente a lo que la gente piensa no solamente ofrecen sexo a cambio de dinero sino muchas veces conversación y fantasía, algo que no poseen las mujeres del omegarcado, siempre demasiado cansadas o malhumoradas. Yo he conocido muchas prostitutas por mi profesión que eran verdaderos seres de luz, entrañables por así decir.

La poligamia.-

La poligamia es la estrategia de no pocas especies animales, desde el gorila entre los simios hasta el elefante. Tiene la ventaja de que no hay mujeres desemparejadas y por tanto sin seguridad social, pero la desventaja de que deja a muchos hombres sin pareja, pues los hombres más codiciados acaparan a todas las mujeres que pueden en harenes inaccesibles para otros hombres. La poligamia tiene otras ventajas para las mujeres: encuentran apoyos aloparentales en otras mujeres de la familia (eso que ahora se llama sororidad) que es imposible de encontrar en un mundo donde la competencia femenina es feroz. Sin embargo los celos y las intrigas entre ellas no desaparecen solo por la convivencia, incluso pueden llegar a ser más intensos que en las sociedades monógamas. Envejecer en un harén o dejar de ser la favorita no debe ser una experiencia agradable.

La promiscuidad.-

Es la estrategia de los simios con los que compartimos gran parte de nuestro genoma, los chimpancés y los bonobos, tambien la estrategia del gorrión. Aunque son equivalentes, usualmente llamamos promiscuidad a la estrategia de los hombres e hipergamia a la estrategia de las mujeres porque existen algunas diferencias entre la promiscuidad de unos y otras.

La monogamia absoluta imponía la preservación de la virginidad hasta el matrimonio, la fidelidad de por vida y proscribía el divorcio (salvo en algunas culturas) pero una vez secularizadas las sociedades y liberalizadas las costumbres sexuales, eso que llamamos revolución sexual sucedieron algunas cosas con las que no contábamos: no hubo igualdad en el reparto. Lo que sucedió es que las mujeres comenzaron a competir entre ellas por los hombres más cotizados, los de más recursos, más sanos, más altos, mejor dotados genéticamente. Ese 10 % de machos alfa son los solicitados por ese 50% de mujeres que además han de evaluar su valor de pareja precisamente en estas lides. Las mejor posicionadas, las más guapas, con mejores cuerpos y más jóvenes se llevan el gato al agua y a veces consiguen emparejarse con un Piqué, pero tienen una amenaza continua: el divorcio electivo. Las otras han de conformarse con rebajar sus pretensiones, cosa que hacen cuando quieren tener hijos y ya conocen bien su lugar en la pirámide del valor de pareja. Pero mientras tanto han tenido que mantener relaciones sexuales con un sinfín de parejas provisionales quedando siempre un residuo de rencor por su perdida de valor objetivo en el mercado del sexo y sobre todo: un grueso grupo de hombres deprivados que hoy llamamos incels y que son también misóginos y rencorosos. Otras no tendrán hijos y mantendrán la hipergamia de por vida como estrategia sexual o de seducción lúdica y otras tendrán un solo hijo y formarán parte de un matrimonio sin amor o un hogar monoparental.

¿Y qué papel juega la prostitución en todo este galimatías?

Del mismo modo que el amor emergio como protector de la monogamia la prostitucion juega un papel de colchón de seguridad, de reostato que reduce las desigualdades sexuales, es por eso digo que nunca podrá ser abolida, pues ni la monogamia, ni la promiscuidad ni la poligamia aseguran un reparto equitativo de las mujeres tal y como asegura Bataille. Todo parece indicar que la monogamia es la estrategia más eficaz aunque necesite de infidelidades puntuales y de mujeres consagradas al placer de los hombres.

Para una mejor explicación de las estrategias culturales de emparejamiento recomiendo:

Los hombres pactan, las mujeres insisten

No cabe duda de que la nuestra es una especie dimórfica, significa que los sexos pueden identificarse más allá de los genitales, y lo hacemos a simple vista por el tamaño: los hombres suelen ser más grandes, más altos, más fuertes, más veloces, pero también por algunas características de la conducta: los hombres son más agresivos y las mujeres son más reticentes a solventar sus problemas con la agresión, incluso podríamos decir que han desarrollado una profunda aversión a la agresividad en sus interacciones con otros.

Y es precisamente la agresión entre los machos de nuestra especie la responsable del dimorfismo. Estas diferencias tan marcadas -aunque cada vez menos- entre hombres y mujeres señalan en la dirección de entender que nuestra especie procede de un linaje de simios muy agresivos, de una agresividad similar al chimpancé, que es la especie con la que compartimos la mayor parte del genoma. Más concretamente nuestra especie tiene antecedentes de una rivalidad extrema entre machos, es por eso que la evolución favoreció a los más dotados para la lucha y los rasgos de fortaleza física fueron seleccionados positivamente. Dicho de otra manera: la agresividad de los machos procede de una rivalidad continua por las hembras y los recursos.

Ahora bien esta lucha por encontrar los mejores armamentos ha coevolucionado con otra: la de encontrar mecanismos de inhibición de esas mismas conductas que explica que las luchas agonísticas entre machos no terminen casi nunca con la muerte del rival. Nuestra especie no tiene garras ni dientes, ni cornamentas de manera que no tuvo más remedio que inhibir estas conductas a través de señalamientos relacionados con las intenciones y las manos. El sapiens tiene manos, lo que significa que puede portar armas, piedras o lanzas, y tiene también intenciones que pueden identificarse con la teoría de la mente. Podemos llegar a saber si un intruso viene con malas intenciones o si podemos confiar en él. De esta manera nos es más fácil comprender porqué darse la mano en un gesto de amistad: una mano vacía es la mejor prueba de que no contiene armas.

Naturalmente todos estos efectos armamentos-inhibidores afectan a los hombres, las mujeres por su parte no se vieron sometidas a esta selección, por lo tanto no desarrollaron inhibiciones para sus conductas agresivas que también pueden tenerlas de forma reactiva, pero no proactiva, es decir no es necesaria su agresividad para tener sexo , no ha de competir en entornos ancestrales me refiero. Y esta falta de competencia explica que no hayan desarrollado mecanismos inhibitorios frente a su agresión y deseos de dominio que también tienen. Salirse con la suya es un propósito común en ambos sexos.

Y por eso titulé este post de esta forma: los hombres hemos desarrollado complejos sistemas para apaciguar nuestras tendencias competitivas, desde el pacto de caballeros (estrechar una mano) hasta complejos sistemas jurídicos para castigar a los que no cumplen las normas. Vale la pena señalar que el primer sistema de escritura – la cuneiforme sumeria- se utilizaba sobre todo para señalar deudas y pesajes de materiales o comida . Es decir conflictos entre los hombres.

¿Y qué hacen las mujeres?

Como tampoco están muy motivadas para la imposición de sus querencias algo que requeriría cierta dosis de agresión, las mujeres sobre todo utilizan la insistencia. Las mujeres insisten y se salen con la suya a base de insistir y es por eso que es difícil pactar nada con ellas. Otra opción es el sometimiento.

Sonia Abadi, es una psicoanalista argentina que es amiga mía en twitter y hoy mismo me ha dado una pista sobre lo que estoy describiendo ahora. Ella que trata a parejas en su consulta me ha contado que la mayor parte de las mujeres se quejan (en las terapias de pareja las personas se quejan unos de otros) sobre todo de que el marido no ha cambiado nada desde que se conocieron, mientras que el hombre se queja de que su mujer no es la misma de la que se enamoró, que ha cambiado y mucho para peor, se ha hecho quejosa, dominante y discutidora. Esta es una observación universal, al menos en el mundo occidental, ¿pero cómo puede comprenderse esta queja dándola por buena, es decir legitimándola al mismo tiempo?.

Una explicación es el uso que los hombres y las mujeres hacemos de los pactos como ya he explicado antes y otra es de carácter mas ontogénico. La distinta forma de socializarse que tienen hombres y mujeres. Los niños pequeños están poco interesados por las niñas, juegan en otra liga por así decir, en realidad los niños están interesados por los niños mayores que ellos que son los que llevan a cabo las hazañas que quisieran hacer. Por contra las niñas de esa misma edad están muy interesadas por esas mismas hazañas que los niños llevan a cabo en sus juegos y en sus desafíos. Dicho de otro modo, hay cierto grupo de niñas que están interesadas en jugar en la liga de los chicos, mientras que otras no parecen estarlo. Sin embargo los niños no están nada interesados en competir con las niñas, ¿pues que valor tendría ganar a una niña en una carrera? No cabe duda de que los juegos infantiles reproducen hasta la adolescencia una jerarquía primitiva que en tiempo ancestral desempeñó una función muy importante entre las relaciones hombres-mujeres. Los hombres son robustos y cazan y las mujeres son gráciles y recolectan y se ocupan de sus hijos. Y estas conductas tienen mucho que ver con la socialización, para un niño es importante que sus iguales (los otros niños) le acepten y le otorguen algún lugar en la jerarquía de los chicos, sea por sus facultades atléticas, matoniles o académicas. Mientras que en las chicas es más importante para ser aceptada, sus habilidades para compartir y decir compartir es decir hablar de sus debilidades y conflictos. Ningún chico será aceptado si habla de sus debilidades con sus compañeros pero para las chicas es obligatorio. Hablar e insistir es la forma en que las mujeres suplen su falta de habilidades para el pacto y la mayor parte de problemas en las parejas, proceden o bien del hecho de que el hombre quiere dominar y salirse siempre con la suya o bien de que la mujer no sabe pactar y por tanto es incapaz de llegar a compromisos durables.

De manera que lo mejor para la crianza es dejar a los niños que sigan su propia querencia en los estereotipos sexuales, pues ya se encargará la adolescencia de estirar el chicle e imponer la visión entre ellas de que los chicos solo piensan en los videojuegos o los coches y en ellos la idea de que una mujer es una persona que quiere cambiarle.

Así y todo la mujer fascinará al hombre en cuanto sus hormonas se pongan en marcha y la mujer tomará al hombre como referente de todas las cosas.

Hasta que la política les separe.

Nota liminar con Alexia Putellas al fondo.-

Pueden las chicas jugar a futbol?

El caso de Alexia Putellas demuestra varias cosas:

1.- Se puede optar por un juego masculino y no ser lesbiana.

2.- Se puede ser muy femenina y tener gustos de chicos.

3.- Una chica puede alcanzar la excelencia tanto en los deportes como en cualquier otra actividad, oficio, o profesión.

Pero lo cierto es que fueron los hombres los que inventaron el futbol y es muy poco probable que en una sociedad matriarcal se hubiera inventado un deporte así. Las mujeres siguen el rastro de los inventos masculinos para medrar. O dicho de otra forma: las chicas tienen siempre como referentes a los hombres.

Y este es el problema que no se quiere ver cuando se dice que hay estereotipos sexuales y que el resultado es que la sociedad moldea el gusto de chicos y chicas y no caer en la cuenta de que es precisamente al revés: son los gustos de los sexos los que moldean las actividades, los juegos, las preferencias y la elección de profesión.

Las relaciones entre niñas y sus madres son siempre muy espesas, en el mejor de los casos espesas, siempre lo han sido. La novedad es que esta espesura se transformó primero en desprecio y más tarde en un odio radical, tanto que hoy muchas niñas no quieren ser como sus madres y a veces no quieren ser mujeres en absoluto. No importa lo liberales o progresistas que estas sean, más dificultades tiene, en definitiva, rebelarse contra una madre protectora y liberal que contra una madre integrista cristiana o tradicional, por ejemplo. Lo cierto es que aunque hoy las mujeres han alcanzado un estatus superior al que tenían sus abuelas o bisabuelas no han sido capaces de construir un modelo femenino atractivo para las jóvenes y se han limitado a seguir la estela que marcan los hombres en sus estilos de vida laborales y competitivos donde prima el éxito y el estatus sobre todo. El feminismo ha fracasado en su intento de conseguir una sociedad igualitaria pues están pensando en otra cosa bien diferente a la equidad, porque han trabajado siempre a la defensiva y contra los hombres perdiendo de vista la verdadera razón de estas desigualdades que proceden sobre todo de que las niñas -al no tener un modelo valioso y femenino- del que echar mano se orientan hacia los deseos masculinos, primero les imitan y luego se quejan de que no se las tiene en cuenta cuando no llegan a los rendimientos de ellos. Garbiñe siempre perdería contra Nadal.

No se puede construir una feminidad que sacrifique la natalidad, pues una mujer es sobre todo alguien que puede ser madre.

Pero hay otra cuestión y es la que tiene que ver con la belleza. No todos somos igualmente deseables como parejas, hay mujeres y hombres de 9-10, pero la mayoría somos medianías, sin olvidar a los feos y feas de remate. Naturalmente una mujer o un hombre alfa (de los que puntúan más alto) siempre tendrán ventajas sobre la mayoría que cae dentro de la campana de Gauss. Los Cristianos Ronaldos y Angelinas tienen muchas ventajas sobre los demás, ventajas poco democráticas, es cierto pero muy naturales. El valor de pareja introduce una dimensión de desigualdad que es letal en los adolescentes pues es en esa época donde se configura la identidad sexual y el atractivo tanto como amigo y compañero como de popularidad sexual.

Sin embargo no creo que las chicas tengan una adolescencia más tormentosa que los chicos, el problema de las chicas es que tienen los problemas que tienen por ser chicas y los problemas que tienen los chicos si juegan en su liga.

Y hay muchos que se caen por las grietas del atractivo. No es de extrañar que las redes como Instagram donde ellas se ofrecen al mejor postor con sus culos y tetas depriman a aquellas que no tienen nada que enseñar y que acaben convenciéndose de que carecen de valor sexual y pasarse al otro lado. No deja de ser curioso que el feminismo no haya podido convencer a las muchachas de que no es necesario ser perfecta fisicamente para ser tan mujer o a los chicos de que no es necesario ser un as en los deportes para ser tan hombre como John Wayne.

Esos estereotipos eran para nuestros abuelos, el problema es que el feminismo no ha combatido los estereotipos sino la masculinidad misma y sobre todo la maternidad que sigue siendo el chivo sacrificial de la identidad femenina.