El libre albedrío según #carrymeback (2)

Soy uno de los que me presenté como voluntario para un experimento que la empresa #carrymeback llevó a cabo para viajar en el tiempo, y cuyo slogan es «Solo se vive dos veces» que utiliza para su publicidad una canción que Nancy Sinatra cantaba en una pelicula del agente 007. Las condiciones generales vinieron descritas en el post anterior. Pero lo importante es que para ser aceptado como voluntario -al que nos presentamos unas 40 personas de todo el país-, hay que pasar una serie de filtros. Se trata de descartar a personas que pretendan algo más allá de lo que el viaje mágico puede ofrecerles. Se trata de despistar a aquellos que han sufrido abusos importantes, han tenido o tienen enfermedades intratables o simplemente presentan alguna discapacidad cognitiva que les impida comprender qué pueden y qué no pueden esperar de su viaje. Adversidades que en cualquier caso vinieron de afuera.

Conocí a Igor, nuestro instructor que fue el que hizo la elección de los viajeros, que después de varios cuestionarios y entrevistas personales nos dio el visto bueno a 12 viajeros, 6 hombres y 6 mujeres , los que fuimos elegidos para completar el curso que Igor nos impartió a lo largo de tres meses.

El curso obligatorio.-

El primer tema que abordó Igor fue el del libre albedrío. ¿Podemos elegir cualquier cosa o ya venimos de serie determinados? ¿pudimos hacer otra cosa bien distinta a la que hicimos en nuestra primera vida? Para comprender en qué consiste el libre albedrío Igor nos puso un ejemplo fácil de entender: cuando vamos a un restaurante elegimos qué vamos a comer según un menú donde se encuentran las especialidades de la casa. Esto es un ejemplo simple y sencillo de nuestra capacidad de elegir, sin embargo no aborda el filosófico problema del libre albedrío que es más profundo.

El tema del libre albedrío sirve para entender qué podemos y qué no podemos cambiar en esta segunda oportunidad que #carrymeback nos ofrece. ¿Qué significa elegir? ¿Qué cosas nos vienen de serie obligatoriamente y qué cosas podemos elegir? ¿Qué consecuencias tienen nuestros actos de elección?

Creemos en el libre albedrío porque sabemos que nosotros los humanos tenemos deseos y tenemos ademas facultades criticas para revertir las decisiones que en su día tomamos y que hoy no pasarían una critica racional. Es verdad que muchas veces no somos conscientes de que hayamos tomado una decisión pero esta inconsciencia no quita ni un gramo de responsabilidad en su gestión. Para ellos necesitamos saber que:

En #carrymeback tenemos una filosofia que tiene en cuenta al inconsciente: la mayor parte de nuestras decisiones no son racionales, es decir no proceden de nuestro raciocinio ni de nuestra voluntad. El problema es que hasta que no apareció la palabra «saliencia» no disponíamos de un verbo para sustituir al de «elegir» que suponemos siempre un acto consciente y voluntario. Y las cosas que suceden por fuera de nuestro control siguen siendo nuestras (del mismo modo que sucede en los sueños). Podemos ser agentes de algo sin ser conscientes de sus resultados pero eso no nos irresponsabiliza de nuestros actos. Y más aun: un acto inconsciente puede ser intencional sin ser consciente ni voluntario. Un ejemplo de ello puede ser un síntoma conversivo: es intencional (dice algo a alguien), pero es inconsciente (de su motivo) y es involuntario  (el síntoma no puede ser dirigido a voluntad). Elegir no es solo una cuestión de voluntad sino un problema de agencia.

En cualquier tipo de conducta hay tres ejes, el eje voluntario-involuntario, el eje consciente-inconsciente y el eje intencional-no intencional, en el siguiente cuadro puede el lector observar las diferencias entre un síntoma conversivo, un síntoma psicosomático, un síntoma facticio como el síndrome de Munchausen  y la simulación simple.

cubo

De manera que tenemos al menos cuatro formas de disimular que algo que hemos hecho no nos pertenece en realidad, como si alguien lo hubiera puesto ahí.

Nosotros en #carrymeback somos compatibilistas, es decir reconocemos que el determinismo causal es cierto (o puede serlo) pero creemos también que el libre albedrío es compatible con un Universo donde las leyes son deterministas. Lo cierto es que solo el pasado es determinista pero en el futuro se abren todas las posibilidades.

Creemos que el libre albedrío existe y no existe. No se trata de un ejercicio de equidistancia o de simple compatibilismo. Se trata de que tenemos un concepto bien distinto de la causalidad que se maneja como referencia. ¿Qué significa determinismo?

El determinismo puede existir en ciertos sistemas lineales pero no significan nada en relación con la vida que se rige por leyes bien distintas: se trata de sistemas no lineales dónde la determinación carece de contenido. Es cierto que toda conducta humana necesita un soporte biológico (no hay conducta, ni pensamiento ni subjetividad) sin un soporte pero el soporte es condición necesaria pero no suficiente, quien habla o piensa es una persona en una totalidad y no un trozo de su cerebro. Usualmente confundimos reaccionar (una célula puede hacerlo) con responder solo una persona puede responder a un otro que pregunta.

En mi opinión -explicaba Igor- es imposible defender la no-creencia en el libre albedrío y prescindir del inconsciente, si quitamos al inconsciente de esta ecuación y solo admitimos la racionalidad como motor de nuestro psiquismo entonces si existe el libre albedrío: podemos elegir, lo que nos conviene, la mejor opción o la que tiene menos riesgos, también podríamos elegir de quién nos enamoramos o nuestra orientación sexual, pero ¿cómo explicar la continua caída en decisiones estúpidas o peligrosas?, ¿cómo explicar que a veces decimos cosas que no creemos o que no quisimos decir, que cometemos estupideces que sabemos que no nos traerán nada bueno?, ¿cómo explicar los síntomas neuróticos que suceden siempre más allá de la voluntad?¿Por qué no podemos dejar de fumar usando la voluntad o la razón? ¿Por qué caemos siempre en el mismo patrón que ya sabemos -por experiencia- que nos lleva al fracaso? ¿Por qué tenemos actos fallidos?

Es en la clínica donde vamos a encontrar cientos de ejemplos que demuestran que los síntomas neuróticos no están ahí porque los hayamos elegido y la vida cotidiana nos da ejemplos bien conocidos que parecen apoyar esa idea.

Ahora bien, el debate entre el libre albedrío sufre en mi opinión de varios adyacentes que superan el problema filosófico en sí mismo. Algunos autores plantean el tema de la libertad pero lo llevan a extremos metafísicos cuando se preguntan ¿Podemos elegir dónde nacemos? ¿Pedimos acaso nacer? Obviamente no, se trata de una pregunta absurda, ningún feto puede tomar decisiones y nos llevaría demasiado lejos en los planes de la vida si es que la vida tiene planes después de todo. Más enjundia tiene cuando se plantea si somos libres para elegir haber nacido en este o aquel país, en un barrio determinado, en un tiempo determinado.

Somos una empresa española y nuestro director general es español, pero no somos españoles por azar, nuestro director nació en Castellón y tampoco lo fue por azar, sus padres y sus abuelos y hasta donde yo se eran españoles y es el producto de una fusión de gametos que se dio en Castellón y no en el Congo. Es imposible que cualquiera de nosotros naciera en el Congo, imposible.Dicho de otro modo, somos el producto de la regeneración de una estirpe concreta, algo que está en otro lugar bien distinto a la libertad individual.

Mezclar el libre albedrío con esa concepción inalcanzable de libertad me parece que no aporta nada al debate sobre si somos o no libres para elegir. Y ahora me gustaría decir algo más sobre la determinación.

¿Qué es determinación y en qué soporte se encuentra tal cosa?¿Es algo biológico, genético, psicológico, social, metafísico?

Supongamos que eso que llamamos inconsciente es la determinación, hay algo en nuestro inconsciente individual que habla en nosotros (por ejemplo en los actos fallidos o en las alucinaciones auditivas), hay algo que nos impulsa a hacer lo que no queremos hacer (por ejemplo lavarnos las manos compulsivamente) o algo que nos impulsa a hacer algo que no queremos hacer (por ejemplo dañar a otro). ¿Por què lo hacemos entonces?. ¿Puede un terrorista no hacer estallar la bomba que llevaba incrustada en el cuerpo?¿Puede ese tirador de Kansas que se llevó por delante a tanta gente haber tomado otra determinación?

Para eso tenemos que saber más de los síntomas, un síntoma es un significante (S) y un significante puede ser una palabra, un objeto pero también un síntoma neurótico, psicopático o psicótico. Un síntoma es en cualquier caso algo forzado, algo que aparece como impostado, algo sin sentido. «No pude hacer otra cosa», suelen decir los asesinos apragmáticos y también dicen la verdad cuando afirman «No se por qué lo hice» o «No puedo hacer nada por detenerlo» dicen los obsesivo-compulsivos». O «no puedo dejar de amarle» dicen las histéricas maltratadas.

De manera que para hablar de determinismo necesitamos meter en la ecuación ese significante vacío: un determinismo vacío. Necesitamos cambiar nuestro punto de vista sobre el determinismo, no hay una teleología para lo determinado sino que se encuentra sobredeterminado y por eso los síntomas son diferentes en las distintos personas. Si el significante tuviera un significado único todos tendríamos el mismo síntoma neurótico o el mismo acto fallido, eso que habla en el lugar del hablante:

Yo quiero (lo que digo) decir.

Yo quiero decir algo pero digo otra cosa ¿pero qué culpa tengo yo de que «ternura» y «ternera» se distingan por una letra? Yo quise decir que eres una persona muy tierna pero lo que dije es que eres una ternera.

Pues el lenguaje nos atraviesa desde antes de nacer, tiene más años que nosotros y necesitamos usarlo para formular nuestras demandas, siempre a través de un código (lengua con sus leyes gramaticales) dirigido a alguien , un otro que lee nuestro mensaje y nos atiende en nuestro pedido (en el mejor de los casos) pero que también formula las prohibiciones pertinentes. El receptor del mensaje puede o no satisfacernos pero en la necesidad existe algo que siempre cae fuera del campo semántico, así:

Necesidad- Demanda=Deseo

Hay algo pues del deseo que queda como un significante vacío en el inconsciente, como un fisura, un agujero, sin contenido, sin significado.

Ya sabemos pues algo más: el soporte de la determinación no es biológica, ni psicológica sino lingüistica. Estamos determinados por campos semánticos.

Es por eso que el debate entre si el libre albedrío existe o no carece de solución sin meter al inconsciente en la ecuación. Ese que habla en nosotros.

Y de ahí viene mi idea de que el libre albedrío existe y no existe como el gato de Schrodinger, depende del observador.

En #carrymeback creemos en el cambio, es decir sí creemos en cierto potencial para elegir. Y parece que no hay mas remedio porque El libre albedrío parece necesitar del determinismo, porque de lo contrario el agente y la acción no estarían conectados. 

¿Cuantos de ustedes después de hoy siguen apostando por el viaje?

El poder de los símbolos

Símbolo es lo que une, diábolo lo que separa.

Hace algún tiempo publiqué un libro que titulé «Del mito a la clínica», donde traté de hacer ciertas equivalencias entre los relatos que una serie de pacientes me hicieron en terapia, con algunos mitos clásicos, fundamentalmente griegos, con la idea de reducir su complejidad, algo así como encontrar el meollo o el tema principal que suponía en el origen de sus malestares, una especie de factorización. Siempre me llamó la atención que las peripecias vitales de los individuos -contadas por ellos mismos- contuvieran pistas que remitían a ciertos relatos universales y alguna vez tuve la tentación de escribir un libro sobre textos directos que hubiera llamado algo así como «cosas que me contaron mis pacientes» a fin de clasificar y reducir su complejidad a algo más simple.

También sucede en el cine, donde los héroes por más modernos que nos parezcan en realidad remiten a epopeyas clásicas o a dilemas subjetivos que ya han sido tratados por la literatura universal. A pesar de que el hombre es un gran arquitecto de símbolos y de mitos, lo cierto es que no parece haber mucha originalidad en los nuevos planteamientos que se nos ocurren bien en nuestra rol de escritores, o bien en el rol de construir nuestra novela personal. No hay demasiadas diferencias entre Superman o Spiderman y el Jason clásico.

El libro de Jordi Balló y Xavier Perez, «La semilla inmortal» del que hablo aqui , es un buen ejemplo de esta repetición de temas con distintos finales, protagonistas y recorridos pero que no pueden evitar su parecido en origen con lo clásico, siempre a mitad camino de lo mítico y lo literario.

El mito es una narración de algo que nunca sucedió y es muy importante atender a este concepto de fantasía o de invención creada por la subjetividad humana; algo que nunca sucedió pero que pudo ser pensado y pudo ser contado. Usualmente un mito se cuenta por dos razones: para que no suceda en la realidad lo que allí acontece (como sucede en la tragedia griega) o con una inclinación pedagógica a fin de explicar fenómenos inexplicables -lo sagrado-, es por eso que el totemismo es un mito que pretende explicar el parentesco o la religión una forma de explicar fenómenos naturales amenazantes sin explicación racional.

Ultimamente mientras releía algunos párrafos de mi libro me ha llamado la atención la ausencia de un principio explicativo sobre el mito y el símbolo. La pregunta que me hice a mí mismo fue ésta: ¿Cómo hacemos los individuos para repetir mitos en nuestra vida personal, sin conocer mitología ni tener disposiciones especialmente eruditas sobre ese tema concreto? o ¿Cómo se inmiscuye el mito en la vida real?

Bueno, creo que es el momento para introducir el concepto de Bios y Zoé, sobre el que hablé aqui pero recupero un párrafo para orientar al lector sobre lo que quiero decir:

«Dicen que para aprender a pensar hay que conocer el griego antiguo y es verdad que algunos idiomas contienen más recursos cognitivos que otros, el alemán -aseguran algunos- es el ideal para filosofar. Si cuento esto es porque me ha llamado la atención que la palabra «vida» en nuestro idioma carece de matices, así o se está vivo o se está muerto, pero la verdad del asunto es que no es necesario estar vivo para estar animado, el sol, el viento, el agua, el fuego, lo volcanes y los tornados no están vivos pero están animados, del mismo modo en el relato de ciencia ficción de Stanislaw Lem.titulado «Solaris», aparece una entidad que parece estar viva aunque es de carácter mineral, en cualquier caso animada aunque inorgánica. Hablamos entonces de fenómenos naturales que nos muestran su poderío, su fuerza destructiva, su ambivalencia».

«Y es por eso que los griegos tienen dos palabras para nombrar a la vida. Una es «Bios» que se refiere a la vida de los seres individuales sean personas, animales o vegetales y otra es la palabra «Zoé» que se refiere a la vida colectiva, a la vida de la especie».

Cuando Zoé se convierte en Bios aparece la cultura, el símbolo y la comunidad. Pero como Bios sigue atravesada por la Naturaleza (Zoé) aparecen la guerra, el diábolo y los trastornos sociales que son la otra cara de esas producciones de la Bios, lo tanático. El símbolo pues, es lo que une Bios y Zoé y también lo que da cuenta de aquello que nuestro raciocinio rechaza, algo así como lo reprimido freudiano. El problema es que símbolo y diábolo, guerra y cultura, comunidad y anarquía van en el mismo pack, entrelazados como el ying y el yang, como Orden y Caos.

Un símbolo es por definición algo que no existe y que sin embargo tiene efectos materiales en nuestra vida, en nuestra Bios. Un símbolo no es sólo la representación de algo que está ausente sino algo que además de eso conecta Bios y Zoé, por ejemplo ese obelisco que hay aquí arriba ¿qué simboliza?. Simboliza el poder del sol -de una deidad solar- pero obsérvese que es una figura que apunta al cielo con una flecha en su punta, un arma peligrosa pero también el poder masculino fálico: el pene y la milicia.

Pongo un ejemplo que acabo de utilizar y que se usa mucho en psicoanálisis, la palabra «falo». Podemos pactar que esa palabra remite a otra, «el pene» que es un órgano que existe realmente. Pero pene y falo no son sinónimos, sólo lo son en cierta escala; uno pertenece al terreno de lo material y el otro es un termino conceptual, en realidad su significado es puramente semántico: «el símbolo de lo que falta o de lo que completa». Aqui hay un post donde hablo del falo y no voy a volver a repetirme salvo para decir que el falo no existe pero tiene efectos falizadores. No es desde luego un único ejemplo, hay más: por ejemplo la palabra «género», el género no existe salvo para la gramática, lo que existe es el sexo (o eres hombre o eres mujer) pero el género aun no existiendo generiza, es decir puede conseguir que un hombre se considere mujer o con gustos femeninos y al contrario, con una multitud de matices y combinaciones casi infinitas. ¿Cuantos géneros existen? Dicen que 112.

Lo mismo sucede con el mito del andrógino, mitad hombre y mitad mujer, algo que conocemos a través del Banquete de Platón. Lo cierto es que el andrógino o el hermafrodita (Hermes+Afrodita) no existen pero tienen efectos androgenizadores, masculinizadores en la mujer y feminizadores en el hombre.

La función del andrógino es terminar con la asimetría radical que representan hombres y mujeres, desfertilizarles, terminar con esa tensión erótica necesaria para fundar una unidad fértil, pues solo es fértil aquella union que se da entre dos polos asimétricos. Ninguna igualdad puede ser fértil.

La pregunta en este momento es la siguiente ¿Cómo es posible que algo que no existe tenga efectos materiales en la vida de los humanos? Nótese que los símbolos carecen de efectos en los animales, solo los tienen entre nosotros los humanos y lo tienen precisamente porque solo nosotros, los humanos podemos pensar en las cosas que no existen y más que eso: podemos inducir en los demás – a través de nuestro ejemplo escénico- modos de pensar las cosas que van más allá de la realidad. En este sentido el símbolo tiene más penetrabilidad que la percepción y sobre todo, más homogeneidad con el deseo.

Existe el hombre, y existe la mujer que piensan y tienen deseos, pero tanto uno como otro pueden estar falizados, es decir pueden pensarse a sí mismos como portadores de un extra simbólico que llamamos falo y que está relacionado con el poder. No es de extrañar que hoy se llame «empoderamiento» a la falicización de la mujer. Pues la mujer no tiene pene pero puede tener falo, pues el falo no está en el campo de lo sensible o de lo material sino en el campo de lo simbólico.

¿Pero si la mujer se faliza secundariamente qué sucede en el hombre cuando se faliza?

Lo que le sucede es que se convierte en un ser protésico, algo así como un golem, un ser sin alma, incompleto, que solo adquiere músculo al saberse portador de un ornamento que nadie puede ver pero que se manifiesta en algo relacionado con el poder. Dicho de otra manera, el falo se presenta en forma de síntoma, con frecuencia en forma de dominio, engaño o violencia.

Pero si un símbolo cualquiera puede manifestarse a través de lo carnal, es obvio que un relato, un mito puede manifestarse a través de la novela personal. Es por eso que repetimos el contenido de los mitos y es por eso que los reproducimos, a ciegas, sin saber porqué, como obedeciendo una lacra imponderable que suponemos que es algo que nos sucedió, sin caer en la cuenta de que estamos atravesados por la magia de un cluster simbólico del que somos víctimas pero también verdugos, pues al fin al cabo el que elige su mito, es siempre uno mismo.

Bibliografía.-

Del pene al falo Tesis doctoral de Sebastien Carrer, 2017.

Necesidad, demanda, deseo

Amar es dar lo que no se tiene (J. Lacan)

Vale la pena ver este video de Dolores Castrillo donde podemos aprender a interpretar las paradojas de Lacan (esa especie de koans que nadie sabe explicar) y algunos conceptos fundamentales de como nuestra sexualidad no equivale linealmente al instinto animal dotado de un conatum reproductivo sino sobre todo al efecto que el lenguaje tiene sobre el cuerpo y como al transformarlo en un sujeto le parcializa.

Necesidad equivale a instinto (necesidad es una pulsión biológica como el hambre o la sed) y es algo que no se sabe, es algo que se hace sin saber, la necesidad queda saciada hasta lo próxima vez que vuelve a despertar. Pero el ser humano, ah! por culpa del lenguaje está muy lejos de lo instintivo y muy cerca de lo simbólico y lo imaginario, y todo por culpa del Señor Broca, la tercera herida que atraviesa al humano.

Decir humano es decir sujeto y decir sujeto es decir alguien que desea algo. El deseo de los humanos es un resto de su incompleta y de la traducción que la madre hace de su grito instintivo que interpreta como una demanda.

Deseamos lo que no tenemos pero sólo para después de haberlo obtenido pasar a otra cosa: El deseo es insaciable, ininterpretable, mudable, inasible, etéreo, porque el deseo es la condición de la Falta, y el ser humano (el sujeto) es por definición faltante, siempre le falta algo, caricias, amor, abrazos, pareja, saber, dinero, sexo, fútbol, en fin algo que rellene la condición de esa falta. Pero esa palabra “Falta”: hace referencia a algo que es necesario para cubrir un anhelo pero también es algo que se ha hecho mal, una tacha, un borrón y que necesita redimirse, (el pecado original es un ejemplo simbólico de Falta).

El niño cuando nace no trae sujeto en sí, sólo es un objeto, un objeto sexual (si sexual) de la madre, el niño sólo sabe llorar y mediante este llanto pide (demanda) cosas, llora porque esta hambriendo o sediento, porque tiene gases o porque está simplemente aburrido, la demanda (en este caso el llanto) es un lenguaje analógico que puede significar varias cosas, nadie sabe lo que le ocurre a ese niño que llora, pero siempre hay alguien que traduce su mentalés, usualmente la madre, es la madre la que le pone palabras a la demanda del niño y dice “el niño tiene gases, tiene que eructar”.

Sin embargo las palabras que le pone la madre a la demanda del niño no son cualquier cosa, son un nombre, una categoria. La madre no compone una ópera para calmar a su hijo, no toca la flauta como un faquir ni pronuncia un aullido o un mantra sino que construye una frase según las leyes de la gramática, a esto Lacan le llama La LEY, es decir la madre traduce la demanda del hijo en términos gramaticales y obliga a que esa demanda pase por el desfiladero del lenguaje, asi y sólo asi quedan ambos atravesados por él.

No importa en absoluto si esa demanda está o no bien traducida, lo que importa es que la madre construya e interprete la demanda en términos de LEY. Lo que ocurre es que todo depende de la subjetividad de la madre, si la madre no está en falta o si está en Falta, si sabe distinguir entre deseo y necesidad a partir de la demanda del niño.

La Falta de la madre suele rellenarse con el objeto del hijo y asi hay muchas mujeres que están tan realizadas con la llegada de su bebé que tienden a purgar esa Falta con un exceso de amor. Pero el niño no puede metabolizar todo lo que se le da, porque una vez cubiertas sus necesidades lo que interesa es que no se cubra del todo su deseo porque la función del deseo es permanecer abierto y cambiante y es lo que permite mediante desplazamiento que el niño comience a gatear por ejemplo, a explorar el mundo, en este caso a probar nuevos alimentos un sustrato neural clásico de los mecanismos exploratorios. Para eso hace falta una madre que no confunda el deseo con la necesidad, por ejemplo que no atiborre al niño con comida ante cualquier demanda quizá por miedo a que se le muera de inanición (en realidad para que no muera a causa de su Falta) y además hace falta otra cosa muy importante: hace falta que la madre tenga a su vez deseos, que su deseo no acabe en el niño porque de lo contrario lo que sucede es que la madre obstruye el camino de separación del hijo.

Dicho de otro modo vivir es vivir alienado por el lenguaje y separado como objeto del sujeto materno, vivir es llegar a ser sujeto deseante dentro de la La Ley.

El escarabajo de Wittgenstein

De lo que no podemos hablar mejor callar (Wittgenstein)

el-escarabajo-de-wittgenstein

 

Ludwig Wittgenstein fue un filósofo cuya especialidad -la filosofía del lenguaje- es de un interés notable para los que como yo estamos interesados en los temas de la conciencia y de la mente humana.

Se trata de un autor muy difícil y tan complejo que es complicado elaborar un post sobre él de manera que me ceñiré en esta ocasión a uno de sus más famosos dilemas filosóficos, el conocido como «escarabajo de Wittgenstein».

«Imagina que al nacer te dan una caja con un escarabajo dentro. Se trata de un objeto muy valioso y extremadamente personal, tanto, que nadie puede ver el interior de la caja salvo uno mismo. De este modo, no existe una forma objetiva de confirmar que todas las cajas contengan lo mismo. En el mejor de los casos podrían contener un escarabajo de verdad, pero nada garantiza al cien por cien que en lugar del escarabajo no haya otros insectos, como una hormiga o una araña, o que incluso no haya nada, eso sí, sea lo que sea, siempre se considerará bajo el término de «escarabajo».

«Supongamos que la descripción del «escarabajo» se establece teniendo en cuenta solo el que guardamos en nuestra caja, ya que no podemos ver el resto. De ser así, la definición de lo que es un escarabajo cambiaría continuamente, dependiendo de cada persona. Es más, cuando uso la palabra «escarabajo», ¿a cuál de ellos me estoy refiriendo? Sin duda al mío, pero no hay forma posible de saber si al del resto. Es por eso que, según Wittgenstein, para la construcción de la palabra y del concepto «escarabajo» lo que hay dentro de cada caja particular es irrelevante. La palabra bien podría acabar significando, sin más, esa cosa que está en la caja de cada persona».

Aqui hay un video sobre este mismo dilema (en inglés):

Este dilema nos lleva a algo de interés en nuestro conocimiento de la conciencia humana. En lugar de escarabajos vamos a pensar en el tema del dolor. Como sabemos no existe ningún aparato que pueda medir el dolor que siente una persona, si bien existen algunos métodos de aproximación: uno es bastante tosco y se llama empatía, podemos saber algo del dolor ajeno si coincide con algún tipo de dolor que nosotros hayamos experimentado antes, o bien si existen pruebas palpables y objetivas de dolor (una facies expresiva), una conducta de irritación, de enfermedad, victimista o bien una conducta de inquietud. es así como los médicos podemos diagnosticar un cólico de riñón por ejemplo. No hace falta haber sufrido antes un cólico para saber que estamos delante de un cólico. Hay pruebas objetivas siempre que las podamos relacionar con lo que nuestros enfermos nos cuentan. Pero lo cierto es que no hay manera de saber si el escarabajo que tiene el paciente en su cabeza (el dolor) es el dolor que nosotros identificamos como cólico de riñón.

De manera que cuando un paciente nos habla de su dolor, no hay manera de saber si ese escarabajo es el mismo que el mío, aunque la palabra «dolor» sea común para todos aquellos que compartimos un mismo idioma. Sin embargo el paciente con dolor no puede referirse sino al dolor que él mismo siente y que consensuadamente aceptamos como un universal, un escarabajo compartido.

Pero el escarabajo puede sufrir muchas metamorfosis en el interior de la caja.

Lo cual nos lleva a un nivel distinto. ¿Son los estados mentales algo autónomo de cada mente o son consensos que tomamos como referentes?

Para Wittgenstein, no existe tal cosa como un lenguaje privado. El lenguaje que utilizamos para comunicar sensaciones subjetivas de nuestro mundo privado ‒por ejemplo, del dolor‒ es un lenguaje formado en el ámbito de lo social. Una idea, la del lenguaje como un arte social, sobre la que años después volvería Quine en su ensayo «La relatividad ontológica», Daniel Dennett, iría todavía más lejos al afirmar en «La conciencia explicada» que una experiencia interior solo puede comprenderse como un acto social porque solo existe en tanto en cuanto es comunicable.

Dennet y los trucos de la mente en TED:

Cuando yo era adolescente ya andaba preocupado por este dilema aun sin saber qué ya Wittgenstein se había ocupado de él. Me preguntaba -cuando escuchaba alguna composición musical, de esas que nos conmueven- si mis compañeros de escucha sentirían lo mismo. Alguna vez les pregunté, ¿Tu oyes lo mismo que yo? ¿Por qué te gusta esto? Naturalmente mis compinches no me daban nunca la clave y lo mismo hubiera sucedido si ellos me hubieran preguntado a mi.

Hay algo en el otro que es inaccesible.

Pero a veces mi escarabajo y el escarabajo de otra persona coincidían y entonces ambos nos conmovíamos o dicho de otra manera: parecía «como si» sintiéramos lo mismo. El problema es que no hay manera de comprobar este dato. Todo pareciera suceder como si, sintiéramos lo mismo. Y hablábamos del escarabajo, dando por supuesto que era el mismo escarabajo.

Pero no lo es. Y no lo es porque «el escarabajo» en realidad es un consenso social y además porque de parecerse en algo, el escarabajo de cada cual va cambiando con el tiempo, haciendo su propia metamorfosis y lo hace a través de dos mecanismos: la propia memoria del escarabajo de cada cual y a través de su interacción del medio ambiente. De tal forma que después de haber oido esa composición que tanto nos agradaba a ambos, el escarabajo cambiaba de forma.

Pero no de nombre.

 

 

La conciencia explicada. Daniel Dennett

La posthumanidad

eadem

Jose Luis Cordeiro es un Profesor del MIT  que está considerado como un profeta del futuro en temas de ciencia y tecnología como Kuzweill y su hombre autopoyético si bien desde una óptica más medica que tecnocibernética. Es el que ha inventado el concepto de singularidad tecnológica que según él se establecerá en el 2045. Un punto en el que la tecnología dará lugar a un hombre nuevo, un hombre extendido que con ayuda de ciertas herramientas tecnológicas dará lugar a una nueva humanidad.

Las investigaciones centrales de este proyecto están relacionadas con el tema del envejecimiento. Según Cordeiro el envejecimiento y por tanto la muerte pueden ser despistadas con los hallazgos que la ciencia espera consolidar en los próximos años. No es que la muerte vaya a ser eludida del todo, pues todos podemos morirnos de un accidente o también podemos ser asesinados, pero podemos retrasar «sine die» la otra muerte, la que nos sucede por enfermedad, por averías de nuestra biología. Por último hay que pensar que la muerte podrá ser elegida y siempre habrá quién prefiera morir, bien por razones religiosas o por aburrimiento, lo que dividirá a la humanidad en dos clases. los inmortales y los mortales sobre lo que volveré más abajo. Podremos escapar de la muerte cuando sepamos por qué envejecemos, pues el envejecimiento es la causa principal de la muerte y es además según él no un proceso inevitable sino algo que podemos neutralizar y prevenir. Por ejemplo, el Alzheimer y el Parkinson, dos enfermedades degenerativas que afectan  a nuestros cerebros podrían en un futuro muy cercano ser prevenidas. Otra cosa es que puedan ser curadas para aquellos que ya las tienen.

Pero para los que ya las tienen hay otra opción: la congelación a la espera de que la ciencia descubra como podemos curarlas. Hay en el horizonte una amplia industria biomédica que podrá diseñar un futuro a la carta.

De todo lo que cuenta Cordeiro aquí abajo en una entrevista a Gabilondo, hay mucho de ciencia, otro mucho de especulación pero sobre todo abre un capitulo muy importante de distopía. ¿Pues es razonable pensar en la inmortalidad? ¿Qué demonios haríamos en un mundo en el que nosotros pudiéramos ser inmortales pero no nuestros conocidos, aquellos que han conformado nuestro universo social?

Nos convertiríamos seguramente en una especie de Dráculas y pasaríamos a ser metáforas de la eternidad. El tiempo dejaría de tener sentido y viviríamos en un marasmo fundacional posthumano, pero esto es una opinión personal a vuela pluma.

Lo importante de estas ideas que cuenta Cordeiro es el concepto de ese humano plus que adquirirá un nuevo cerebro extendido al neocortex, una especie de exocortex que se parece mucho a la idea de Roger Bartra sobre el exocerebro pero que a diferencia de él no se encontraría en los enlaces de la cultura sino en una especie de «nube» donde hoy depositamos los datos que contiene la memoria de nuestro ordenador. Este hombre posthumano o extendido podría procesar a la misma velocidad que un ordenador cuántico, tridimensional y resolver para siempre las contradicciones de nuestro pensamiento categorial o lineal. Las cosas no serán más o «si o no», sino que admitirán procesos intermedios, como «acaso», «quizá», «tal vez» o «ya veremos» y otros aparentemente contradictorios «si y no» y simultáneos.

Se trataria de la superación de nuestro pensamiento paleolítico y con él la superación de emociones nefastas para nuestra salud y convivencia. Los celos, el odio, la culpa y la vergüenza serían desterrados para siempre del menú emocional y conductual desplegable de los humanos. Pues no cabe ninguna duda de que las miserias de la humanidad discurren entre estos tres ejes 1) La inevitabilidad de la muerte y 2) la reproducción sexual y 3) la escisión-asimetría que en nuestros cerebros supuso la adquisición del lenguaje.

No cabe ninguna duda de que la negación de la muerte es una de las características que nos definen como humanos. La idea de la muerte, el miedo a la muerte, persigue al animal humano como ninguna otra cosa; es la causa principal de la actividad humana -diseñada en buena medida para evitar la fatalidad de la muerte, para vencerla negando de alguna manera que es el destino final del hombre. (Ernest Becker). Si la muerte pudiera ser excluida como posibilidad del imaginario de los hombres no cabe duda de que constituiría un hito en eso que Cordeiro ha llamado lo posthumano.

Pero no es solo la muerte sino el sexo, el otro gran enemigo de la cooperación y del futuro de lo humano con sus peajes de celos, culpa y trastornos de la identidad y de la codicia y la agresión .Por hablar solo de la culpa no cabe duda de que se trata de una emoción de banda estrecha, que pudo ser muy útil en tiempo ancestral pero que hoy sabemos que no sirve ni para prevenir el crimen, ni para redimirlo una vez que se ha llevado a cabo. La culpa, los celos o la vergüenza ya no sirven como indicadores o como inhibidores de una vida social laboriosa y cooperativa y no cabe duda de que por el contrario, han dado lugar a patologías importantes en nuestra especie. Poder exterminarlas de raza supondría un progreso en nuestro camino de transhumanización. Y no cabe tampoco ninguna duda de que es el sexo y la reproducción sexual la maldición que se encuentra oculta en ellas.

En relación al lenguaje está establecido que si bien su adquisición supuso un hito en nuestra especie que pudo -a través del mismo- separarse definitivamente de su linaje de homínidos, también trajo consigo grandes peajes y efectos secundarios, pues el lenguaje es convencional, insuficient y equivoco y sobre todo: ejerce una enorme influencia en la disociación de nuestra consciencia. Somos hablantes y somos hablados por él. La esquizofrenia es de entre estos efectos secundarios el más conocido por la psicología evolucionista. Crow ha hablado -desde esta perspectiva- y ampliamente de esta causa remota: la esquizofrenia supone una dualidad radical instaurada por la presencia del lenguaje y la asimetría cerebral. Si esto fuera cierto no cabe duda de que la telepatía podría ser la solución a este problema, al fin y al cabo el lenguaje no sirve demasiado para entendernos o comunicarnos, más bien parece que se trata de una herramienta de división.

El lector sabrá desentrañar después de visionar estos videos que propongo la parte de utopía de la parte de distopía que se avecina si es cierto que la ciencia del futuro es en realidad lo que hoy entendemos como ciencia ficción. Dejo a cada cual en libertad para que extraiga sus propias conclusiones.

Pero para mi hay una cosa que es cierta: vamos hacia una mundo fragmentado donde existirán al menos tres especies de sapiens: los congelados, los inmortales y los prescindibles.

 

Una visita al futuro. La entrevista de Gabilondo a Cordeiro.-