La infidelidad

desnudos los  60

Ha sido después de leer este artículo de hoy publicado en el Pais y firmado por Anne Ce, que se me ha ocurrido escribir este post después de haber sido inundado por recuerdos, recuerdos de mi adolescencia.

Y he recordado a Mosen Ramón diciendo que el matrimonio era la mejor manera de evitar la concupiscencia. La del hombre claro está, pues las mujeres o no tenian concupiscencia o la perdían apenas se casaban. Más tarde comprobé que esto era más o menos cierto.

Y algo de razón tenia mosen Ramón con eso de la concupiscencia (el mismo era un hombre) que al parecer no era como los demás, a juzgar porque no habia tenido que recurrir al remedio convencional que recomendaba. Yo sabia bien que era la concupiscencia, tendria unos 15 años, la situaba en la entrepierna, era como una especie de erupción, un torrente hidraulico de deseo que parecia proceder del infierno y  que no cesba jamás, era -como decian los curas de entonces- el mismisimo Satanás el que habitaba alli, en mi bragueta, la tentación de la carne, los placeres del mundo. Ah! cuanto trabajo nos daba Satanás a los adolescentes de entonces.

Y aqui comienza mi primera intuición acerca de las desigualdades del mundo: ellas no estaban sometidas a Satanás, ellas eran puras y sus impurezas eran cíclicas y le llamaban «regla». Entonces no podian tocarse por si, pero el resto del tiempo eran como ángeles, no tenian a Satanás bajo la falda pugnando por emerger o al menos si lo tenian nunca me pidieron consuelo para aquel infiernillo donde Satanás pretendía volver. Fue asi, de forma abrupta como me di cuenta: los hombres estamos sometidos al demonio de la carne permanentemente y nunca nos abandonaria y ellas se dejaban querer y nos apartaban la mano. De eso iba el juego, hasta que cuando ya no se podia más uno se casaba por aquello de la concupiscencia y empezaba a engordar.

De manera que esta mañana cuando he leido este artículo, escrito por una mujer (qué sabrá ella) me he sentido indignado como un iaioflauta cualquiera. Es injusto que ellas salgan con el tema de la infidelidad, ellas, el poderoso sindicato que defiende los derechos de las desatanizadas, ellas las defensoras de la honestidad en la pareja, que viene a decir algo asi como: no le pongas los cuernos a tu mujer con tu amante, si estás enamorado de ella, véte con ella.

Es curioso que la articulista se meta con la honestidad de aquel que se debate entre ésta y la otra y no caiga en la cuenta de que el problema no es ésta o la otra sino la monogamia. Abandonar a la esposa oficial para caer en brazos de otra no resuelve el problema, solo cambia los personajes.

Y el problema es éste: los hombres necesitamos variedad y las mujeres necesitan estabilidad.

¿Pueden compatibilizarse la variedad y la estabilidad?

Claro que si, solo que necesitamos muchos recursos emocionales y una inteligencia algo dotada para no cometer errores de bulto. Y el principal error de bulto es autoconvencerse de que nos hemos enamorado de otro/a. En realidad la mayor parte de las personas casadas que conozco lo que buscan son relaciones a corto plazo, sin costes ni peajes, tanto ellos como ellas (en menor proporción).

Los principales enemigos de esta estrategia son dos: el creerse enamorado/a o el enredarse en una relación que copie o mimetice a la otra. Pero la peor estrategia para un hombre seria meterse en dos hipotecas a la vez, cosa que hay que vigilar de cerca porque las mujeres entienden el amor de una forma quasi inmobiliaria.

Y ahora les hablaré de la monogamia.

La monogamia, la poligamia y la promiscuidad son las tres estrategias evolutivamente estables (EEE) de las que hablaban Trivers y Maynard Smith y que han tenido éxito en nuestra especie. Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus desventajas, pero lo importante es comprender que las tres se encuentran activas tanto en hombres como en mujeres a fin de lograr diversificar los genes del personal. De eso va la vida, los replicantes solo buscan hacer copias de sí mismos.

Las ventajas de la monogamia alcanzan tanto a la mujer como al hombre. dado que la mujer viene de serie con el handicap de la cruel atadura (no puede desprenderse de su prole) y la crianza de la misma impone grandes sacrificios y gasto de recursos, obetener la compañia de un hombre comprometido con la crianza (de sus) hijos es una buena estrategia, una estrategia de cooperación a largo plazo. Es por eso que las mujeres se afanan y compiten por este tipo de hombres, aquellos que se comprometen a largo plazo y aparentan ser buenos padres. Son los hombre proveedores, los preferidos de las mujeres y que no son necesariamente los mismos que elegirian para pasar una noche de sexo. Para los hombres las ventajas son claras: la mayor parte de los hombres sin atractivo o con poco atractivo o considerados de escaso valor de pareja (aqui hablé de este concepto) tienen una oportunidad de emparejamiento que probablemente no tendrian en condiciones de promiscuidad (chimpancés) o de poligamia (gorila).

En mi opinión esta es la razón por la que la monogamia se ha impuesto como la estrategia preferida en la mayor parte de la humanidad, al menos en la humanidad con más recursos y que no está obligada al nomadismo, a vivir en condicioens dificiles como los desiertos y en otros entornos hostiles.

Pero la monogamia tiene muchas desventajas, la más importante es que no tiene en cuenta la testosterona (lo biológico) de los hombres. Las mujeres son mucho menos activas sexualmente y una vez pasan los primeros ardores guerreros de la juventud y sobre todo cuando vienen los niños, la mayor parte de ellas pierden el interés por el sexo y sus maridos quedan deprivados alimentando otra vez a su Satanás juvenil y maldiciendo a mosen Ramón que no habia dicho ni una palabra de la escasa vocación sexual de las esposas profesionales.

La deprivación y los celos, la infidelidad, el rencor hacia las mujeres y la misoginia, la violencia llamada machista, la prostitución, el acoso y el acecho, el divorcio y el ahi te quedas, las guerras por los hijos y otros males proceden y son subproductos de un mito que se denomina «amor para siempre».

De manera que pedir fidelidad u honestidad «consigo mismos» a estos señores deprivados me parece un broma moralista de mal tono. Ningún hombre seria infiel si tuviera un harén de 4 o 5 mujeres en casa a las que naturalmente habría que vigilar con eunucos armados, pues entonces serían ellas las que buscarian la diversidad cual gorrionas (*)

El problema en este caso seria que habría otros hombres que pasarían «la mano por la pared» y entrarían en conflicto con el que acapara tantos bienes sexuales.

Pero este es otro lío.

(*) Los gorriones son una especie con comportamientos muy parecidos a los nuestros: son predominantemente monógamos y establecen parejas de por vida pero no se privan de echar una canita al aire cuando pueden, tanto ellas como ellos. Y lo llevan a cabo a través de engaños, pues los machos no están dispuestos a mantener hijos de otros, al tiempo que no le hacen ascos a esparcir sus semillas a los cuatro vientos.

Eso es la vida y no como se la imagina esa señora citada más arriba.

6 comentarios en “La infidelidad

  1. ¡Vaya, cuántas verdades intuitivas concatenadas! Y tanto que el asunto de la testosterona está en la base; la prueba es que cuando comienza a menguar la cosa afloja… Pero, bueno, esto es de Perogrullo. Gracias por el comentario sobre el artículo de ‘El País’, cuya inspiración, sin duda, procede del reino de Babia (Unisexlandia, por otro nombre). Ni se me ocurre pinchar ahí para abrirlo, ya imagino. Los «errores de bulto» se pagan, a veces, bastante caros; pero peor les suele ir a ciertos animales con las plantas carnívoras. La monogamia con recursos sobrantes es antinatural, de ahí que religiones como el Islam vean con muy buenos ojos la poligamia cuando esos recursos la hacen viable (poliginia, desde luego). Se trata, nada menos, de transmitir mucha más vida. Al cabo, lo único importante (metafísicamente hablando).

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  2. Un artículo excelente y muy interesante. En la linea de la escritora Catherine Hakim (http://www.casadellibro.com/libro-capital-erotico-el-poder-de-fascinar-a-los-demas/9788499920597/1897283), la cual aporta infinidad de datos,graficas, encuestas y estudios que demuestran que las mujeres tienen menos deseo sexual que los hombres. También es un tema relacionado con la teoría sobre el «Poder Sexual Femenino” sostenida por Henry Laasanen (http://www.the-spearhead.com/2012/02/02/female-sexual-power/), Steve Moxon (http://www.imprint.co.uk/books/TWR.html), Roy Baumeister http://www.csom.umn.edu/assets/71503.pdf o L. Cohen (http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2170522).

    Muy brevemente, sus conclusiones es que «los hombres desean sexo mucho más que las mujeres, » y por lo tanto los hombres necesitan a las mujeres más que las mujeres necesitan a los hombres «, lo que ratificaría el aforismo feminista de » las mujeres necesitan a los hombres como los peces necesitan una bicicleta ‘. O más bien, estas conclusiones se basan en la psicología evolutiva, la teoría del intercambio social, la teoría económica de la sexualidad y la teoría poder-dependencia de Emerson – se sirven como premisa para extraer conclusiones acerca de la estructura de poder en el género humano.

    Los autores reconocen que el poder sexual de la mujer es importante por sus efectos estructurales sobre la sociedad:

    1- La sexualidad femenina romántica es una forma aceptable de sexualidad, mientras que la sexualidad del hombre está enferma y pervertida
    2- Las revistas, blogs, foros femeninos dominan la sexualidad oficial políticamente correcto, y las masculinas son moralmente cuestionables.
    3- Los hombres son el sexo más desechable.
    4- Los hombres por lo general debe dar el primer paso en el cortejo y arriesgarse al rechazo.
    5- Los hombres deben pagar en las citas.
    6-Las leyes están en contra de la conducta de los hombres y favorecen el comportamiento de las mujeres.

    Estos son todos los puntos principales, y las líneas generales de la tesis de estos autores convergen en muchas de ellas. Para Steve Moxon por ejemplo, el punto de partida para explicar la estructura de las relaciones de género en la sociedad es el hecho, enraizado en la biología evolutiva, que las mujeres elegin con quién emparejarse, mientras que los hombres deben competir para ser elegidos. Laasanen señala un estudio que consiste en la colocación de falsos perfiles de solicitantes de sexo en una pagina web de contactos, y donde los perfiles de mujeres solteras recibieron cientos de mensajes de pretendientes masculinos, mientras que los perfiles masculinos no recibieron ninguna proposición. Moxon expresa esta realidad con la frase de que «las mujeres son el factor limitante en la reproducción. El resultado de este inherente poder sexual femenino, es que la sociedad inevitablemente premia a las mujeres por encima de los hombres.

    Laasanen se deja en claro que existe una diferencia entre el valor sexual de mercado y valor marital o de relación. El valor de mercado sexual de las mujeres es generalmente mucho mayor que su valor en el mercado marital o de relación de pareja, es decir, que las mujeres pueden conseguir hombres de alta calidad en relaciónes sexuales ocasionales o a corto plazo pero ellas tienen que bajar el listón en el mercado marital o de relaciones a largo plazo. Por lo hombres sería lo opuesto. Si un hombre quiere sólo sexo (en la sociedad actual), por lo general, tiene que conformarse con una mujer de calidad mucho más baja que la suya propia.

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  3. «….. esta es la razón por la que la monogamia se ha impuesto como la estrategia preferida en la mayor parte de la humanidad, al menos en la humanidad con más recursos y que no está obligada al nomadismo, a vivir en condicioens dificiles como los desiertos y en otros entornos hostiles»

    Supongamos que las personas de otras partes del mundo se mueven en un entorno tropical. ¿Deberíamos esperar un cambio hacia hábitos polígamos en un par de miles de años bajo la influencia de la agricultura tropical?

    La gente se desplazaría hacia una mayor conducta poliginica, pero lo harían desarrollando cierta plasticidad conductual.En dos mil años no parece haber tiempo suficiente para cambiar las reglas del juego genéticos.

    Alrededor de 9.000 años atrás, los amerindios comenzaron a desarrollar la agricultura en el Nuevo Mundo tropical. Estos agricultores tropicales, como los yanomami de la Amazonia, muestran los cambios previstos en la conducta: mayor autosuficiencia de las mujeres en la producción de alimentos, menor inversión paternal, y mayores tasas de poliginia. Entre 10% y 20% de todos los hombres yanomamo son poligínicos en un momento dado de sus vidas (Hames, 1995). Sin embargo, esto sigue siendo inferior a la tasa del 20-50% que vemos en el África subsahariana.

    Parece, entonces, que la selección natural no ha tenido tiempo suficiente para crear una fuerte predisposición a la poligamia en los amerindios tropicales, al menos no tan fuerte como lo que vemos en el África subsahariana. Además, sus antepasados pueden haber comenzado con una predisposición muy baja hacia la poligamia, después de haber entrado en el conteniente americano después de haber transitado antes en un medio ambiente Ártico con la selección para la inversión paternal alta. Incluso en las zonas tropicales, los amerindios todavía tienen una anatomía adaptada al Artico y este conservadurismo evolutivo puede extenderse a la conducta (Holliday, 1997).

    En las sociedades políginicas, las mujeres eligen hombres. En las sociedades con una proporción de sexos desequilibrada (mujeres> hombres) son los hombres los que eligen mujeres. ¿Cómo podemos describir el estado actual de nuestra sociedad, de acuerdo a esta escala?

    Si nos fijamos en los grupos de edad reproductiva (20 – 40 años), hay más hombres solteros que mujeres solteras. Este es un fenómeno relativamente reciente y parece datar de finales de 1980. El desequilibrio es aún mayor entre los 20 a 40 años de edad si consideramos únicamente solteros sin hijos.
    Hasta hace pocas decadas, la situación solia ser la inversa. Hubía más mujeres solteras que hombres solteros de todas las edades. Si la mujer estaba casada todavía con 25 años, la gente la consideraba condenada a la soltería.

    ¿Qué ha pasado? En primer lugar, la tasa de mortalidad ha caído dramáticamente entre los jóvenes. Ninguna guerra importante ha tenido lugar desde 1945. Los accidentes de tráfico y laborales disminuyen constantemente. El alcohol ya no tiene apenas incidencia en la mortandad masculina como que lo era antes.

    En segundo lugar, las leyes de divorcio se han liberalizado en todo el mundo occidental. Ahora es mucho más fácil que un hombre se divorcie de su esposa y se case con una mujer más joven. Y este es el patrón que generalmente vemos con los matrimonios en segundas nupcias.

    En tercer lugar, es más fácil economicamente para una mujer, y aceptable socialmente, tener hijos fuera del matrimonio. Muchas de estas madres solteras luego abandonan el mercado matrimonial, en parte porque les resulta difícil salir con hombres y ser madre al mismo tiempo. Además, los hombres son a menudo reacios a atender a los niños que no son suyos, especialmente si (como suele ser el caso) la mujer no está interesada en tener más.

    En resumen, los hombres orientados al matrimonio se encuentran ahora en un mercado de vendedores y no un mercado de compradores. Este es un gran cambio, y que ha suscitado muy pocos comentarios de los científicos sociales. Sin embargo, cada vez es más habitual ver hombres de treinta y tantos años que tienen un buen trabajo, sin malos hábitos, y en cambio todavía ninguna mujer en sus vidas. ¿Por qué? Por lo general, va a esquivar la cuestión y poner cara de poker. O va terminar culpandose a sí mismo: su trabajo mal pagado, su falta de personalidad, su aspecto físico, etc.

    Sin embargo, estas razones no estaban en funcionamiento cuando mis padres y abuelos eran jóvenes. Si un hombre no estaba casado a determinada edad, era una opción voluntaria y prefería la soltería. O porque era un «vago» o un «psicópata». Cómo han cambiado los tiempos!

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