Hiperpadres

En un blog sobre hiperrealidad no podia faltar un post sobre la hiperpaternidad, en algún lugar llamada hiperparentalidad (hiperparenting), al decir de este post una verdadera epidemia de intrusión parental propiciada por un exceso de responsabilidad paterna en eso que se ha venido en llamar «bebes a la carta» y que ha sido bien analizado en el libro «Contra la perfección» de Michael Sandel que explora los conflictos introducidos por las nuevas tecnologias en el campo de la bioética, Sandel deduce que el liberalismo es un mal lugar para el desarrollo de este tipo de tecnologias y aunque no propone ningun alternativa nos llama la atención sobre el mundo que nos espera de seguir las cosas como parecen.

En este blog hay una buen resumen sobre el libro de Sandel aunque en él sólo se ocupa de los aspectos bioéticos del asunto y no se mete en el tema de la hiperrealidad, es decir en cómo se conforma y transforma el imaginario humano en función de las posibilidades cientifico-técnicas. De eso va este blog.

Es verdad, los hiperpadres serán los padres perfectos del futuro -ya lo están siendo- y es precisamente aqui donde se desvela la verdadera naturaleza de la perfección, esa forma de asesinato del deseo del otro, de la momificación de la realidad.

En realidad la madre perfecta y la mujer perfecta son conceptos en antagonismo permanente. Medea es la mujer total, tan total que es capaz de asesinar a sus hijos por celos de Jasón, matándole allí donde más daño le puede hacer: en su descendencia, en su linaje. Medea es una antimadre, podríamos decir que es una hipomadre pero una mujer perfecta, una mujer completa y total en tanto es capaz de renunciar a sus propios hijos: a su propia falta con tal de llevar a cabo su planeada venganza.

Sin embargo no existe antagonismo entre el hombre perfecto y total con el padre perfecto. ¿La razón? Ser padre es algo simbólico mientras que ser madre pertenece a la esfera de lo natural, ninguna paternidad es posible fuera de ese orden y los hombres pueden simplemente ignorarla haciendo oídos sordos a los símbolos, es lo que hacen muchos: machos sementales que dejan embarazadas a sus parejas y luego las abandonan, en un «ahi te quedas» de lo más castizo. El hombre –Teseo es su arquetipo- abandona a la mujer pero siempre lo hace huyendo de lo simbólico, de la paternidad y no tanto de su masculinidad o su ambición que puede aliviar en otro lugar.

De manera que los padres imperfectos pero deseables y normales son aquellos que asumen su paternidad según los designios de lo inesperado y que se instalan en la incertidumbre de su prole fiandolo todo al azar, al designio de Dios o a la probabilidad. Eso es lo normal, pues es lo que invoca la humana humildad, a ese sentimiento que todos tenemos de no ser dioses y de no controlar todos los imponderables de un embarazo.

¿Será niño, será niña, sera alto o bajito, será listo o torpe, será, no será?

A esa incertidumbre de margaritas deshojadas me refiero cuando hablo de padres imperfectos y contingentes. Y llamaré hybris embriológica a su contrario: ese menú desplegable de elecciones de características y prestaciones de hijos que se abre en el imaginario humano a partir de la selección de embriones.

Hasta ahora un perfeccionista era una persona fascinada por la excelencia que no se conformaba con la mediocridad y que se esforzaba más allá de sus limites en alcanzar ese ideal de perfección, sin embargo esta definición ya se ha quedado anticuada hasta el punto de que es posible hablar de un neoperfeccionismo, un perfeccionismo extendido e hiperreal propiciado por el discurso de la ciencia y que habilitará un dominio sutil y prodigioso sobre la descendencia que podrá elegirse segun sus prestaciones, color del cabello y coeficiente de inteligencia.

Todo comenzó con la pildora antibaby que depositó en manos de las mujeres el control de la natalidad, todos desde la modernidad aplaudimos aquel éxito pero es incontestable decir ahora que ese hallazgo científico ha tenido consecuencias inesperadas sobre la sociedad en su conjunto, nadie supo predecir que la eliminación del refajo, la masiva llegada de la mujer al mundo del trabajo y la sencilla formula de la anovulación iban a cambiar el mundo de la forma en que lo conocemos hoy. El debate ha sido superado por los expertos en bioética, ya nadie piensa que la pildora antibaby sea inmoral y hasta la Iglesia católica ha terminado aceptándola a través de su conocida fórmula «paternidad responsable».

El siguiente debate fue el del aborto, debate en el que seguimos atascados con distinta suerte segun cada pais, aqui en España está todavia por desarrollar una ley de plazos y seguimos con una ley-trampa que hace recaer la responsabilidad sobre la interrupción del embarazo a un supuesto riesgo mental o fisico para la embarazada, verdadero coladero de abortos alegales. Asi y todo los bioéticos no militantes están de acuerdo en admitir a tramite la idea de que un blastocito no es un bebé, y que un embrión es algo más que un blastocito pero menos que un bebé a término. Parece definitivamente instalada la idea de que el aborto electivo es moral y éticamente aceptable antes de las 12 semanas y que no supone de ninguna manera un asesinato tal y como proclaman algunas voces.

Una vez dicho esto es necesario volver a convocar a Medea a esta reunión de maternidades aplazadas en función del goce femenino o sus conveniencias, es necesario decir que hay algo de Medea, de mujer total en ese cese elegido de la maternidad. Y si Medea no es el arquetipo adecuado para dar cuenta de esta subjetividad es necesario decir que hace falta crear un nuevo mito que de cuenta de ese aplazamiento que recurre a la destrucción de un blastocito o embrión por razones de oportunidad. Efectivamente ser madre y ser mujer siguen siendo condiciones antagónicas tal y como decia Oscar Wilde y eso quizá sea algo inherente a la naturaleza femenina, es decir algo irremediable.

Y una vez hecha esta anotación es necesario decir que el aborto libre ha cambiado el mundo de una manera mas rápida y mas profunda que la anticoncepción que se quedaba siempre corta en el personal menos informado, mas impulsivo o menos al dia en cuanto a medidas de contracepción. No sólo el mundo cambió sino la fisiología humana cambió y la mayor parte de los hombres quedaron estériles de forma más que precoz. Comparados con sus padres, los hombres de hoy dejan de ser fecundadores eficaces unos diez años antes, se invocan razones de toxicidad alimentaria, pero los que conocemos los efectos de la hiperrealidad no nos creemos esta teoría. Los hombres de hoy son menos fértiles por razones sociales, simplemente son menos necesarios que nunca.

Todo parece indicar en función de la evolución de la ciencia que primero se eligió cuando ser fértil, más adelante se eligió cuando y cómo ser madre, más tarde se eligió la edad de gestación y los espermatozoides fecundadores y lo que nos espera en el futuro ya próximo es la clonación de embriones con distintos propósitos: unos para posibles tratamientos de fetos viables, otros como electivos segun la carga genética una vez liberados de genes «malos» productores de enfermedades, más adelante selección del sexo y fetos viables, sanos y con un buen potencial de crecimiento y maduración, inteligentes y guapos.

¿Donde habrá que poner el limite de estas tecnologías?

Lo que Sandel dice es que la sociedad en que vivimos, una sociedad liberal en la que el éxito, la belleza o los rendimientos son una garantía de fitness propondrán graves problemas éticos en el futuro, pero que más allá de eso terminarán por modificar nuestro concepto de la realidad haciendo de nosotros padres perfectos. Padres que criaremos a nuestros hijos teniendo la sensación de que estamos asistiendo a un experimento de caracter colosal, padres sin libertad que educaremos hijos predestinados al triunfo que sus genes prometen y con un amor condicional que se vendrá abajo a la menor adversidad.

Lo que está en juego paradójicamente son los principios del estado liberal: la equidad, la solidaridad y las garantias asistenciales.

Como corolario a todo este galimatias, Sandel propone elegir en estre estas alternativas:

«Se trata, a fin de cuentas, de si preferimos vivir en un mundo en el que el amor hacia los hijos esté condicionado a sus capacidades, en el que no haya algo previamente dado que nos supere y que nos ponga a prueba, en el que ya no exista la humildad ante la naturaleza (término que suscita menos alergias que la palabra “Dios”), que también utiliza Sandel.

Con el caso de una pareja de lesbianas sordas que buscaban tener un niño de un donante también sordo, Sandel encuentra la pregunta filosófica clave que hay que plantear en el debate bioético: ¿qué es lo que resulta cuestionable: la misma elección de las características genéticas del hijo o las características elegidas? Para Sandel, la búsqueda de la perfección, que tradicionalmente ha caracterizado la práctica genética, esconde lo que, en términos éticos, resulta relevante: la posibilidad de que los padres elijan arbitrariamente el tipo de hijos que quieren tener. (Más en este post)

De lo que se trata es de elegir entre una cierta forma de espiritualidad o de la tecnologia pura y dura con todas sus consecuencias.

Pero todo parece señalar en el sentido de que la sociedad liberal no podrá resolver este problema y tal y como nos enseña la historia deberá ser barrida de la faz de la tierra y ser sustituida por otro tipo de orden, ahora si, ahora parece inaplazable.

La tecnología no retrocederá pero las garantias ciudadanas pueden ir a peor.

Los perfectos padres del futuro tendrán que inventar un nuevo orden político para sobrevivir a sus inventos.

8 comentarios en “Hiperpadres

  1. «ya nadie piensa que la pildora antibaby sea inmoral» Qué tiempos aquellos en que oí hablar por primera vez de esa píldora «anti-baby» y no se me estremeció la moral por ser demasiado joven igual que no se me estremeció nada ante la idea del aborto poco después… (y sigue sin estremecérseme). ¿Sería una inmoral o una amoral?
    En todo caso me encanta este post, maestro, y me reitero en algo que dije en otro tiempo y lugar: la paternidad/maternidad es el modo que tienen los humanos -mi opinión- de jugar a ser dioses y hacer lo que sólo los dioses saben hacer: crear un ser vivo. Y de esa ilusión vivimos la mayoría.
    Y si encima se puede elegir el sexo y las características, pues peor aún. Eso ni los del Olimpo, que yo recuerde.

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  2. Tener hijos no es jugar a ser dioses, los tienen hasta los simios. Lo que es jugar a ser dioses en mi opinión es elegir los hijos que se tendrán o mejor aun: sus prestaciones, como en los coches. Seguramente la vida lo pondrá todo en su justo lugar y aún rozando la perfección genética seguirán habiendo enfermedades o quizá mas. Esa es la paradoja de lo humano.

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  3. Chiste de mi amiga homeópata:
    – Aich, qué monos sus niños, ¿y qué edades tienen?
    – Aich, pues el arquitecto cinco, la bióloga me va a cumplir ahora los tres y medio…

    Bromas aparte, oído en la realidad real de un conocido (¡no amigo sino conocido!): «Pues mi hija será abogado y estudiará en tal sitio y luego en tal otro…» Se refería a su hija de -entonces- dos añitos.
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  4. en esta explosión de incorrección política que te caracteriza y que tan bien traduce mis intuiciones voy volver a poner el link del día en que te leí por primera vez: http://www.ted.com/talks/lang/spa/barry_schwartz_on_the_paradox_of_choice.html
    No se habla allí de paternidades pero sí del autongaño que subyace en la creencia de que mayor libertad de eleccíon redunda en mayor felicidad. Y aquí tú expones el paroxismo de esa libertad de elección.

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