Deseo de poder, poder de deseo

Fue Shopenhauer -creo- el primero que lo dijo adelantándose a Nietzsche y al propio Freud: que hay algo en el instinto humano que le impulsa hacia el dominio de los otros y -al mismo tiempo- que hay algo en los otros que les impulsa a dejarse dominar por el uno. Más tarde Freud unificó ambas tendencias en su teoria libidinal: efectivamente para Freud poder y sexo son la misma cosa refundida en eso que llamamos deseo en todas sus formas. Desde entonces sabemos que cualquier deseo es sexual o potestad y que en el sexo hay relaciones de poder y en el poder un goce sexual, que llamamos poderío y en otras ocasiones soberanía. Shopenhauer hablaba de voluntad, lo que hoy diriamos el poder del deseo.

De eso va la vida: siempre en persecución y discriminación de estas sutiles diferencias.

El deseo de poder adquiere tres formas fundamentales:

  • El deseo de diferenciarse de los demás, de ser alguien distinto y de ser reconocido como tal, alguien único e irrepetible.
  • El deseo de poseer cosas, bienes o dinero.
  • El deseo de dominar, gobernar a los otros, enseñarles, gestionar su vida, aconsejarles o influir en ellos.

De manera que podemos resumir el poder en tres infinitivos: distinguirse, dominar y poseer.

De eso va el poderío y de ahi su indiferenciación con respecto al sexo que de alguna manera crece enroscado de ese eje de torsión que llamamos poder. Lo dijo Foucault en este espléndido texto:

Ejercer un poder que pregunta, vigila, acecha, espía, excava, palpa y de otro lado el placer de huir, engañar o desnaturalizar. Poder que se deja invadir por el placer de dar caza y frente a él placer que se afirma en el poder de mostrarse, escandalizar o resistir.

Después de Freud fue, precisamente, uno de sus discípulos Alfred Adler el que retomó la vieja idea de Shopenhauer para desmentir la teoria de su maestro renegando de la condición sexual de eso que llamamos hoy «deseo de poder». Adler tenía como Jung y otros discípulos de Freud el deseo de contradecir a Freud, es lo que sucede cuando las relaciones de poder se extralimitan y Freud evidentemente se extralimitó en su dominio y control de algunos de sus discípulos, nombraré además de los anteriores a Tausk y a Reich que terminaron bastante enloquecidos por su estrecha y desafortunada relación con Herr Profesor.

Aquellos que quieran cotillear sobre la vida interna del circulo psicoanalítico de Viena deben leer este libro donde Paul Roazen cuenta la secreta relación entre Freud y Victor Tausk que terminó con el suicidio de éste ultimo.

Lo que sucede con el poder es que nos parece tan obsceno que todos tendemos a renegar de él como si no nos importara. Asi como las pulsiones sexuales están sometidas a la represión, el poder no se reprime, simplemente se reniega de él o se suprime, se mira hacia otro lado, después de todo, de no ser por las relaciones jerárquicas de nuestro trabajo para la mayor parte de nosotros es posible hacernos los ciegos. Lo que le da al renegado cierto tufillo de hipocresia eclesial, algo que se transmite y que llamamos envidia en términos coloquiales y a veces también mansedumbre, esa especie tan remilgada de sujetos parroquiales que parecen obedientes y que siempre se salen con la suya.

La razón de ese tufillo hipócrita está relacionado con el hecho de que el mundo está gobernado por relaciones de poder, por relaciones de obediencia y de dominio, algo que conocemos bien desde la infancia y que combatimos con llantos y rabietas, a veces con rebeldía y otras con resignación. Ni los epicureos, ni los cínicos ni los anarquistas han terminado de resolver el problema que sobreincluye una enorme paradoja: «ni Dios, ni patria, ni rey» es un deseo que acaba designando a un lider carismático que termina convirtiéndose en Dios, encarnando a la patria o convirtiéndose en un reyezuelo. Hay un Rubicón que no debe cruzarse en esa busqueda de poder a través de cualquier tipo de deseo, el riesgo es que uno acabe identificándose con ese poder al que pretende suprimir o lo que es peor: acabe creyendo que se es Dios o Napoleón, no importa.

Y es que hay algo en el deseo de poder que es necesariamente megalomaníaco u omnipotente y que deriva hacia la paranoia donde ese poder oculto  termina convirtiéndose en perseguidor o en la histeria esa mascarada reinvindicativa a través de las quejas médicas, busqueda de indeminizaciones o fundación de asociaciones de defensa de un determinado padecimiento raro, de esos que los médicos no sabemos curar. Pues de eso se trata en la histeria: de hacernos fracasar.

Lo que el histérico no sabe es que es precisamente su pensión lo que alimenta el sistema, su invalidez administrativa la que le vuelve a dar la razón a la medicina, detrás de diagnósticos exóticos se esconden las razones por las que el poder médico transforma la vindicación en etiquetas administrativas. Y vuelta a empezar: la reivindicación histérica o paranoide vuelve a dejar el desafío a la autoridad en un punto muerto, la oficina de reclamaciones en que se suelen convertir las consultas médicas devuelven al histérico a la verdadera naturaleza de las cosas, después de todo el poder existe en realidad y usted sólo tiene dos opciones obtener poder o acatar al poder.

Pero no hay que confundir tener poder con ocupar el poder o lo que sería peor: creerse el Poder. Hay muchas personas que ostentan cargos de poder, porque se han instalado debido a sus habilidades, méritos o suerte en las intersecciones del poder, en los pasillos de las decisiones. Pero este poder tiene escaso valor de soberanía personal, el verdadero poder es aquel que nos permite eludir las consecuencias de nuestras transgresiones y ejercer nuestra libertad y seguir deseando, la única forma de escapar de la angustia, la culpa, el vacio o el marasmo emocional. Vivir la vida con intensidad ejerciendo nuestro deseo y desplazándolo de aqui para allá. El verdadero poder es aquel que da cuenta del deseo y no termina en comisaría.

La mayor parte de la gente se conforma con la pensión, poder de un deseo que lleva implicita al mismo tiempo la destrucción del deseo de poder, su intercambio mercantil.

Pero entonces ¿qué hacer?

No hay más remedio si quieren ustedes conservar la salud mental que:

  • Distinguirse y diferenciarse del común de los mortales.
  • Dominar en algun ámbito de su vida, ejercer un cierto control sobre algo o alguien.
  • Tener la obligación de hacer la renta de patrimonio.

Ya está demostrado: los pobres tienen muchos mas boletos para tener una mala salud que los ricos, sobre todo en lo que respecta al malestar mental. Es verdad que hay ciertas enfermedades que muestran un sentido inverso (son más frecuentes en los ricos), pero esto hay que contemplarlo de forma provisional. Los pobres acaban copiando las lacras de los ricos y llega un momento en que la cosa se iguala, las enfermedades de las élites son ya de consumo popular, tal y como ha sucedido con los trastornos alimentarios (anorexia y bulimia). Hay algo maligno en esa tendencia del deseo humano, uno incluso puede llegar a enfermarse con tal de tener lo que tiene el vecino. Es inutil negarlo, sin poder no hay paraiso.

Ser pobre no es lo peor, parece que lo peor de todo es sentirse pobre. Es decir saber que uno no tiene ningún poder ni podrá alcanzarlo jamás. Y abdicar.

Bibliografia:

Fernando Colina: «Deseo sobre deseo»

Francisco Traver: «Un estudio sobre el masoquismo»

6 comentarios en “Deseo de poder, poder de deseo

  1. Mi frase elegida: «el verdadero poder es aquel que nos permite eludir las consecuencias de nuestras transgresiones y ejercer nuestra libertad y seguir deseando, la única forma de escapar de la angustia, la culpa»
    Brillante. Je suis… etoné.

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  2. Por cierto, hablando de culpas, me encantaría leer un día un post sobre la moral, la ética, lo que «está bien» y lo que «está mal» pero desde el punto de vista neuropoético-psicoevolutivo, ese punto de vista que es tan suyo 🙂

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  3. Magnífico!, el que puede, puede y es verdad que no hace falta decirlo, lo bueno es hacerlo, por eso la educación y los controles sociales son tan estrechos, pero el hombre que con la palabra interpreta y dá forma a lo que integra, también ha elaborado los principios éticos y morales que rigen en cada cultura, por eso, una vez que accedemos a la cultura nuestros deseos de poder se refinan.

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