¿Por qué comemos?

No hay pulsión sin impulso

K. Lorenz

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Uno de los hallazgos más importantes de Konrad Lorenz fue el elaborar una nueva teoria sobre el instinto. Se ocupó para ello de investigar sobre los cuatro grandes: huir, aparearse, comer y luchar. Uno de sus descubrimientos más importantes es la idea de que existe una separación entre causa y propósito, entre pulsión e impulso. Asi la causa del hambre no es la necesidad de alimentarse sin embargo el propósito del hambre es la alimentación. En términos comprensibles significa que por primera vez un etólogo aportó una nueva lectura del instinto que iba más allá de la causalidad o determinismo lineal, una lectura no teleológica. Los animales no comen o dejan de comer sólo porque tengan hambre o falta de apetito, sino que en el hambre intervienen otros factores que no tienen nada que ver con la alimentación. Por ejemplo el hambre puede inhibirse cuando un animal dominante merodea por los alrededores o puede excitarse a raiz de una ganancia de rango.

Lo cuatro grandes son programas filogenéticos que se inhiben o se excitan unos a otros y que se imbrican y confunden en una red intencional cuyo fin es la preservación del individuo y de la especie. Dicho de otra forma el instinto puede entenderse mejor si lo contemplamos como una especie de red neuronal, cuyos elementos compiten entre sí en una suerte de competencia darwiniana (darwinismo neuronal) por imponer unos criterios sobre otros, unos movimientos sobre otros: decisiones bayesianas – probabilisticas-que toman sobre la marcha mientras el individuo decide si huir o luchar, si aparearse o comer, si escapar o aparearse, lo que significa que el cerebro está haciendo continuamente un balance sobre sus posibilidades de éxito enmedio de una enorme incertidumbre que se convierte en decision conductual como una forma de liberarse de la insoportable incertidumbre que ese 50 y 50 % de posibilidades casi siempre impone la realidad a la supervivencia.

Huir y luchar son asi dos opciones sobre las que un individuo sometido a acoso debe resolver con el fin de activar una conducta destinada no tanto a eliminar al contrincante sino a ponerlo en fuga, de lo que se trata no es tanto matar sino de disuadir. Y para disuadir es necesario poner en marcha determinados mecanismos que hagan verosimil la amenaza. Pero el fin -el propósito- de la amenaza no es terminar con el contrincante sino pornerlo pies en polvorosa o de lo contrario huir si las opciones asi lo aconsejan.

La causa de la agresión no es pues un sadismo estúpido que la naturaleza ha puesto en manos de los individuos para hacerles disfrutar de su poder sino un mecanismo de supervivencia cuyo propósito no es casi nunca la muerte del contrario, salvo en los casos depredador presa, donde no hay esencialmente agresión sino conflicto de intereses, el mismo conflicto que tienen los pollos de mi corral con mis procesos energéticos, ellos pretenden seguir vivos y picoteando entre gallinas y yo pretendo comérmelos, no se trata de agresión sino de alimentación, unos sirven para que otros sigan viviendo.

Comer o no comer. ¿qué hay en juego en la comida?-

La opulencia alimentaria es un fenómeno que no por ser tan reciente y ubicuo en las sociedades occidentales, nos debe hacer perder de vista que hasta hace  poco tiempo las hambrunas consumían grandes partes de la población en nuestra hoy opulenta Europa. Es posible afirmar que el ser humano se ha enfrentado desde su origen como especie a las terribles consecuencias de la falta de alimento tanto por las condiciones climáticas adversas, como por la dificultad en acceder a los alimentos de un modo programado y previsible.

Aun hoy, el hambre es un azote para media humanidad y las enfermedades consuntivas que se derivan de ella la principal causa de muerte infantil tanto en Africa como en Sudamérica sin que hayamos sido capaces de articular estrategias globales para erradicar ese mal.

En un orden de cosas más novelesco es posible imaginarse al Homo Sapiens como un forrajeador constante en busca de frutas, vegetales, raíces, pequeños reptiles y huevos que debía andar varios kilómetros diarios para procurarse el alimento necesario para un solo día para volver después a su base de operaciones. Eso suponiendo que nos lo imaginemos instalado en un campamento o abrigo permanente, cuestión que hoy se pone en cuestión debido precisamente a esa necesidad nomádica que probablemente le hacia alejarse cada vez más dejando atrás paisajes esquilmados por él mismo: una actitud que el hombre sólo pudo abandonar haciéndose sedentario bien entrada la historia reciente y con ella la emergencia de la agricultura.

Las cacerías y la dieta carnívora fueron probablemente una excepción. Con o sin herramientas es difícil imaginarse un Sapiens cazador con la única arma de sus brazos, su resistencia para la carrera o sus trampas artesanales, con todo es posible imaginarse que puntualmente alguna bestia enferma o herida cayera en sus manos y con ella las proteínas necesarias para darse un festín o – en clave más actual – un atracón.

Más probablemente, los humanos se iniciaron como especie carroñera (Isaac, 1978) y probablemente caníbal de donde se procuraban las primeras proteinas que alternaban con sus constantes forrajeos, aunque ambas estrategias no resultaran evolutivamente estables y terminaran por extinguirse a favor de una dieta omnívora pero predominantemente vegetariana que compartieron tanto machos como hembras, aunque en este sentido no hace falta utilizar el verbo compartir en tanto que ese forrajeo necesario para la alimentación pudo ser individual y autónomo con la única excepción de la hembra y sus crías destetadas.

Las actividades a las que más tiempo debieron dedicar nuestros ancestros del paleolítico debieron ser la continua búsqueda para el consumo diarios de alimentos: una búsqueda que debió ir evolucionando desde ese forrajeo individual hacia otras formas de compartir alimentos cuando las estrategias de caza lograron ser más eficaces sobre todo con la invención de las primitivas armas de sílex

Compartir debió representar algo así como especializarse en algo que representó un cambio en la organización social de la horda: si unos se dedicaban a la caza, otros debieron dedicarse a la magia para invocar a la buena suerte, otras debieron seguir dedicándose al forraje y otras al cuidado de las crías. Este reparto de tareas ha sido señalado por Fischer (Fischer 1984) como el resultado de la ganancia de intimidad entre la pareja humana y probablemente lo fue.

Alimentarse, como beber o aparearse no necesitan explicación, simplemente suceden, se trata de la emergencia de un instinto, lo que cambia en los humanos es la organización social que modela este instinto, pero no el instinto en sí. Aunque para ser exactos los instintos necesitan alguna explicación dado que estamos acostumbrados a pensarlos como un fin en sí mismos, de un modo finalista: el instinto de alimentarse puede considerarse una pulsión autónoma, como sucede con los llamados «cuatro grandes» (huir, aparearse, agresión, comer) y toda pulsión precisa de un impulso. No hay pulsión sin impulso (Lorenz 1971) y en este caso, en el caso de la alimentación el impulso es el hambre.

Sin embargo el hambre no es la causa de la alimentación sino que es el propósito de alimentarse, si comemos es porqué existe la pulsión del hambre, pero no a causa del hambre. En la alimentación participan otras pulsiones que nada tienen que ver con el hambre, como por ejemplo la agresión, el rango,  la sexualidad y el gregarismo (otra de las pulsiones menores del instinto). En este sentido el carácter actual con el que se contemplan los instintos tiene en cuenta la necesaria disociación entre propósito y causalidad: el propósito del hambre es satisfacerse pero la causa de la alimentación no es el hambre sino una malla intencional que entronca con otras fuentes del ánimo, al menos con cuatro de ellas, la sexualidad, la agresión, el gregarismo y el altruismo ligado al maternaje.

Comer para los humanos no consiste solamente en el forrajeo individual, comer significa compartir, algo esencialmente humano emparentado con los instintos gregarios que viene a substituir a los rituales alimentarios de los animales, y que – no obstante- siguen manteniendo algunos vestigios derivados del comensalismo.

Comer para los humanos significa algo más que alimentarse tal y como se deduce de la propia etimología de la palabra comer (cum cudere) «estar o compartir algo con alguien». Basta con comer sólo para saber a que me estoy refiriendo: la mayor parte de las personas que comen a solas, comen de pie, rápidamente, comida fría o escasamente elaborada, picotean o apacientan, pero no comen en el sentido ampliado de la palabra. Comer significa sobre todo hablar mientras se come, comentar, educar o instruir, un placer que precisa ser compartido, comunicado y legitimado por alguien que es el que en definitiva opera la necesaria abreacción del resto instintivo que se vincula con el acto de la alimentación.

El comensalismo (Bilz 1971) es una conducta ampliamente representada en la naturaleza que viene a representar algo así como un turno en el acceso a la comida o por decirlo en palabras de Lorenz «un orden de picada», que viene a representar a la propia jerarquía o rango entre los animales. Lo usual es que los machos dominantes se alimenten primero y después las hembras y los cachorros. Un rasgo que es aun observable entre la forma en que se alimentan los grandes depredadores y donde el único altruismo que es posible reconocer es el ubicuo altruismo alimentario de la hembra con su cría. El comensalismo representa pues la alimentación social.

No todos lo animales se alimentan siguiendo estas reglas sociales de los leones, otros optan por otra conducta muy curiosa que se denomina «vagabond feeding» (alimentación vagabunda). Consiste en comer deprisa y a solas, esconder  o enterrar comida, robar comida y sobre todo hacerlo mientras se está de pie o de un modo furtivo. El «vagabond feeding» representa un modo individualista y «esquizoide» de alimentarse en cualquier caso una alimentación codiciosa y desocializada.

En ambos casos, tanto el comensalismo como el «vagabond feeding» están presididos por unas reglas de rango y territoriales no escritas que penalizan ampliamente sobre todo a los intrusos como sucede con la agresión en general, hecho del que se desprende una de las grandes reglas de la etología: «el que lucha en su territorio lleva siempre las de ganar», un aspecto modificado del cual sería «que aquel que conserva su territorio o su rango tiene más posibilidades de sobrevivir y de llevarse el mejor bocado»

En general la alimentación está presidida por grandes reglas que tienen que ver con el territorio, el rango y la agresión.

  • El mayor rango asegura una mejor alimentación.
  • La alimentación se inhibe con la presencia de individuos dominantes en las cercanias.
  • Es imposible alimentarse mientras se huye, luego la huida y la alimentación se inhiben entre si.
  • La agresion asegura un mayor rango y por tanto una mejor alimentación y oportunidades reproductivas.
  • Es imposible alimentarse mientras se lucha.
  • El altruismo alimentario es la conducta universal de madre a cria y a veces tambien- en algunas especies- de padre a cria.
  • En algunas especies el macho muere – es devorado- después de haber copulado con la hembra, la mayor parte de los machos son superfluos.
  • El canibalismo fetal es una conducta presente en muchas especies y que procede de dos supuestos: errores en la identificación de la camada o errores en la valoración de la extensión de la camada en relación con la provisión de recursos.
  • Las hembras aumentan su agresividad y disminuyen su apetito tras el parto.

La pregunta que da origen a este post por tanto tiene una dificil contestación: no comemos para vivir, ni comemos por instinto o porque tengamos hambre sino que comemos porque alimentarse forma parte de un programa participado y compartido con otras redes neuronales que tienen que ver con el precepto: creced y multplicaos y que seguramente mantienen entre si una relación de complicidad y amistad evolutivamente estable, es decir se trata de redes neuronales acostumbradas a salir de copas juntas y que cuando están de fiesta se invitan mutuamente.

Aun no sabemos por qué obedecemos ciegamente este precepto y una de las explicaciones que mejor se ajustan a la realidad es la hipotesis darwinista, es asi porque siempre fue asi, y porque existe una antiquisima tradición de ciertos grupos neuronales para velar por la integridad de los organismos vivos.

Y no porque exista una causa final que provea o diseñe de un modo teleológico tales conductas sino porque tales conductas emergieron conjuntamente en interacción con un medio ambiente hostil donde sólo esas conductas fueron seleccionadas como adaptadas y el resto perecieron sin oportunidad de trasmitir su genoma a las generaciones posteriores.

Comer no es pues la conducta observable de un instinto determinado: la alimentacion, sino una conducta que nos informa de como andan esas redes que se activan sinérgicamente en relación con la preservación y que contienen información sobre el rango, sobre la precariedad de recursos, sobre el altruismo y el gregarismo, sobre el compartir y sobre decisiones bayesianas que tienen que ver con la evaluación de un lugar tranquilo donde alguien cocinó algo para compartir, es decir un hogar.

6 comentarios en “¿Por qué comemos?

  1. «hablar mientras se come, comentar, educar o instruir»
    Estoy muy de acuerdo, ese es otro goce sutil del comensalismo: la charla relajante y/o educativa, el plus añadido 🙂

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  2. Lo mejor de algunas comidas lentas y en buena compañia es la siesta a juego…..
    O los postres….
    O los dos si se da el caso.

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  3. No hay pulsión sin impulso por tanto no hay causa sin propósito. Si he entendido bien la pulsión sería la causa, supervivencia del individuo;
    impulso sería el propósito, ganas o deseo de vida.

    «Este impulso se ve disminuido cuando un individuo dominante merodea por los alrededores» y para adecuar la disminución de apetito-impulso-a la necesidad de alimentarse-supervivencia se inventa el concepto de «comida rápida» o «comida fast food» que no cumple con una necesidad de hambre sino con una necesidad de supervivencia.

    http://mimesisazul.wordpress.com/2010/11/09/tiempo-de-sal-%c2%bf-tu-cueces-o-enriqueces/

    «La agresion asegura un mayor rango y por tanto una mejor alimentación y oportunidades reproductivas.»

    La verdad es que el post entero no tiene desperdicio, es para alimentarse despacio, relajadamente y compartiendo bocado.

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  4. La comida es un acto social despues que necesario, no me agrada mucho comer solo, ya que lo hago a menudo. Me gusta dar gracias por la comida, comprender el proceso hasta que llegó a mi mesa. la evolucion es siempre sorprendente y cansada, hoy en dia te sientas en la mesa y comes. Seguir unos hábitos sencillos, cierto que han sido aprendidos. Depende de tu suerte vivirás más o menos en relacion a lo que comes. Si que hemos evolucionado.

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