El uso espurio de la Psiquiatría

Greene_Moral_Tribes

Es cierto que vivimos en una sociedad que podríamos llamar «la sociedad de los indignados». El problema de la indignación es que aunque aparezca como un fenómeno colectivo, en realidad cada individuo está indignado por lo suyo y por lo que afecta a «los suyos». Pero no solo de indignación vive el hombre sino también de una legitimación que permite la externalización de la misma. De cualquier indignación, es por eso que podríamos hablar incluso de colectivos indignados por causas similares, una especie de identidades construidas en base a supuestas opresiones siempre de un otro.

La legitimidad de estas emociones produce una especie de magma sentimental donde es difícil discriminar no ya lo verdadero de lo falso, sino a los ofendidos con razón de los que fingen cualquier cosa con tal de pertenecer a algún grupo de ofendidos. La legitimidad en la actualidad procede de la identidad, en los sentimientos.

Basta con ver las portadas del Papus – una revista satírica que desapareció en 1986- para entender como ha cambiado en nuestro país las formas de entender el humor. Hoy sería imposible mantener algunas de sus portadas (y de otros semanarios) sin que un ejército de indignados aparecieran en las redes clamando venganza.

Se trata de uno de los efectos secundarios de este fenómeno que se llaman «redes sociales», la gente no da a esta tecnología un uso racional y sensato sino emocional, sentimental por así decir, para afirmar su adherencia a una ideología,  a una tribu moral como dice Joshua Greene.

«Decir la nuestra», se ha convertido en el objetivo catártico de las redes, algo que todo el mundo vive como un derecho inalienable. Aunque sea para insultar o para -como hace esta psicóloga- hacer pseudo-diagnósticos psiquiátricos en este caso sobre Pedro Sanchez, con el objetivo de insultarle claro.

Lo cierto es que el síndrome de hubrys que Pilar Enjamio, la susodicha psicóloga atribuye a un exceso de narcisismo, cercano dice, a la paranoia.

El uso de términos psiquiátricos como insulto o descalificación personal no es nuevo: así la histeria fue expulsada de los DSMs por esta razón, la anorexia mental sigue su mismo camino, el termino narcisista está en las redes de forma viral y llamar psicópata al jefe se ha convertido en algo normal. Los enfermos, en este caso psiquiátricos siempre son los otros, lo que es lo mismo que decir que la maldad está en el otro. A nadie se le ocurre pensar que la maldad está en la mala organización de las instituciones estatales. Por ejemplo pensamos la corrupción como un defecto personal de los políticos, -usualmente del PP-, pero no lo pensamos nunca como un defecto de la organización, de la estructura del Estado y sus instituciones.

Hubrys es una palabra griega que era -en la Grecia clásica- uno de los mayores pecados que un mortal podía cometer: creerse un Dios. Un pecado y no una enfermedad. El problema es que cuando se hacen diagnósticos a personas concretas utilizando terminologías psiquiátricas se está haciendo un uso espúreo del saber psiquiátrico. Se aumenta así el estigma que rodea a las enfermedades mentales, se minimiza el impacto de la enfermedad mental sobre los sujetos sufrientes y se subvierte el espacio en el que el diagnóstico tiene sentido: el espacio o entorno clínico. Fuera de ese espacio de intimidad los diagnósticos no son mas que abusos de hubrys, en este caso periodística y se convierten en una descalificación genérica del personaje en cuestión. Aqui, un colega mio se empeña en demostrar que Pedro Sanchez tiene rasgos psicopáticos, probablemente sin haber cruzado nunca una palabra con él. Y como si todos los rasgos psicopáticos coincidieran con la maldad. No es así, el lector interesado puede leer este post sobre las dimensiones de la psicopatía.

Con todo, lo cierto es que hay algo en el poder de demoníaco. Una persona parece cuerda hasta que toca algo de poder, el poder (como el dinero o el exceso de atractivo) transforma a las personas y las enloquece y lo cierto es que nuestros políticos tienen demasiado poder. Es algo incomodo pensar que la frontera entre la locura y la cordura, la sensatez y la abyección es un delgada linea que se desdibuja en ciertas circunstancias, pero es así.

Más concretamente, un presidente de gobierno en nuestro país tiene más poder del que él mismo es capaz de tolerar y es entonces cuando comienza a cometer torpezas. Torpezas que hoy y gracias a las redes se hacen virales en poco tiempo y forman parte de una opinión publica indignada que inmediatamente va a exigir cabezas sin esperar la carga de la prueba. Las redes son enemigas de la presunción de inocencia. ¿Pero por qué ha sucedido esto?

Hay pruebas bastante solidas de que la exigencia moral de nuestros ciudadanos frente a los políticos ha cambiado en la ultima década. Hoy nos parece abominable que Pedro Sanchez utilice un avión para desplazarse al FIB de Benicasim, que veranee en Doñana o que presuntamente la ayudaran a confeccionar su tesis. Ninguna de estas actividades es nueva, ya Felipe Gonzalez o cualquiera de sus predecesores usaron el patrimonio del Estado de esa manera. Lo hicieron porque podían porque eran presidentes del gobierno. No hace falta ser un psicópata para eso, basta con poder hacerlo. Es asi de sencillo y de banal como diría Hanna Arendt.

El problema es que la gente se ha vuelto muy sensible, en realidad ha sufrido un descenso en su umbral de indignación gracias a tres fenómenos 1) los ideales buenistas 2) la crisis económica y la precariedad y 3) la existencia de redes sociales que multiplican y legitiman la indignación según la tribu.

Y la peor noticia: esta modificación de las coordenadas sociales que marcan lineas de separación entre lo tolerable y lo intolerable no significa que la sociedad haya mejorado colectivamente en su moralidad, lo que significa es que se ha polarizado de tal forma que una tribu cree que es más moral que la otra.

4 comentarios en “El uso espurio de la Psiquiatría

  1. «Yla peor noticia: esta modificación de las coordenadas sociales que marcan lineas de separación entre lo tolerable y lo intolerable no significa que la sociedad haya mejorado colectivamente en su moralidad, lo que significa es que se ha polarizado de tal forma que una tribu cree que es más moral que la otra».

    Así es. Y la tribu que se cree más «moral» que su antagonista sueña y pugna por tener más secuaces —la cantidad es hoy el rasero que todos, al menos en teoría, aceptan— para poder imponerse y derrotar a su enemiga. Para lograrlo el arma se llama ‘hybris’, entre cuyos ingredientes descuella la insolencia. Todo vale. Aún existe un paso al frente —común en épocas pasadas, que las masas no conocen o no les interesa, por no estar todavía de moda. Y es cuando el arma llamada ‘hybris’ se implementa con otras armas, menos «intelectuales» y más efectivas.

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