La infidelidad

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Ha sido después de leer este artículo de hoy publicado en el Pais y firmado por Anne Ce, que se me ha ocurrido escribir este post después de haber sido inundado por recuerdos, recuerdos de mi adolescencia.

Y he recordado a Mosen Ramón diciendo que el matrimonio era la mejor manera de evitar la concupiscencia. La del hombre claro está, pues las mujeres o no tenian concupiscencia o la perdían apenas se casaban. Más tarde comprobé que esto era más o menos cierto.

Y algo de razón tenia mosen Ramón con eso de la concupiscencia (el mismo era un hombre) que al parecer no era como los demás, a juzgar porque no habia tenido que recurrir al remedio convencional que recomendaba. Yo sabia bien que era la concupiscencia, tendria unos 15 años, la situaba en la entrepierna, era como una especie de erupción, un torrente hidraulico de deseo que parecia proceder del infierno y  que no cesba jamás, era -como decian los curas de entonces- el mismisimo Satanás el que habitaba alli, en mi bragueta, la tentación de la carne, los placeres del mundo. Ah! cuanto trabajo nos daba Satanás a los adolescentes de entonces.

Y aqui comienza mi primera intuición acerca de las desigualdades del mundo: ellas no estaban sometidas a Satanás, ellas eran puras y sus impurezas eran cíclicas y le llamaban «regla». Entonces no podian tocarse por si, pero el resto del tiempo eran como ángeles, no tenian a Satanás bajo la falda pugnando por emerger o al menos si lo tenian nunca me pidieron consuelo para aquel infiernillo donde Satanás pretendía volver. Fue asi, de forma abrupta como me di cuenta: los hombres estamos sometidos al demonio de la carne permanentemente y nunca nos abandonaria y ellas se dejaban querer y nos apartaban la mano. De eso iba el juego, hasta que cuando ya no se podia más uno se casaba por aquello de la concupiscencia y empezaba a engordar.

De manera que esta mañana cuando he leido este artículo, escrito por una mujer (qué sabrá ella) me he sentido indignado como un iaioflauta cualquiera. Es injusto que ellas salgan con el tema de la infidelidad, ellas, el poderoso sindicato que defiende los derechos de las desatanizadas, ellas las defensoras de la honestidad en la pareja, que viene a decir algo asi como: no le pongas los cuernos a tu mujer con tu amante, si estás enamorado de ella, véte con ella.

Es curioso que la articulista se meta con la honestidad de aquel que se debate entre ésta y la otra y no caiga en la cuenta de que el problema no es ésta o la otra sino la monogamia. Abandonar a la esposa oficial para caer en brazos de otra no resuelve el problema, solo cambia los personajes.

Y el problema es éste: los hombres necesitamos variedad y las mujeres necesitan estabilidad.

¿Pueden compatibilizarse la variedad y la estabilidad?

Claro que si, solo que necesitamos muchos recursos emocionales y una inteligencia algo dotada para no cometer errores de bulto. Y el principal error de bulto es autoconvencerse de que nos hemos enamorado de otro/a. En realidad la mayor parte de las personas casadas que conozco lo que buscan son relaciones a corto plazo, sin costes ni peajes, tanto ellos como ellas (en menor proporción).

Los principales enemigos de esta estrategia son dos: el creerse enamorado/a o el enredarse en una relación que copie o mimetice a la otra. Pero la peor estrategia para un hombre seria meterse en dos hipotecas a la vez, cosa que hay que vigilar de cerca porque las mujeres entienden el amor de una forma quasi inmobiliaria.

Y ahora les hablaré de la monogamia.

La monogamia, la poligamia y la promiscuidad son las tres estrategias evolutivamente estables (EEE) de las que hablaban Trivers y Maynard Smith y que han tenido éxito en nuestra especie. Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus desventajas, pero lo importante es comprender que las tres se encuentran activas tanto en hombres como en mujeres a fin de lograr diversificar los genes del personal. De eso va la vida, los replicantes solo buscan hacer copias de sí mismos.

Las ventajas de la monogamia alcanzan tanto a la mujer como al hombre. dado que la mujer viene de serie con el handicap de la cruel atadura (no puede desprenderse de su prole) y la crianza de la misma impone grandes sacrificios y gasto de recursos, obetener la compañia de un hombre comprometido con la crianza (de sus) hijos es una buena estrategia, una estrategia de cooperación a largo plazo. Es por eso que las mujeres se afanan y compiten por este tipo de hombres, aquellos que se comprometen a largo plazo y aparentan ser buenos padres. Son los hombre proveedores, los preferidos de las mujeres y que no son necesariamente los mismos que elegirian para pasar una noche de sexo. Para los hombres las ventajas son claras: la mayor parte de los hombres sin atractivo o con poco atractivo o considerados de escaso valor de pareja (aqui hablé de este concepto) tienen una oportunidad de emparejamiento que probablemente no tendrian en condiciones de promiscuidad (chimpancés) o de poligamia (gorila).

En mi opinión esta es la razón por la que la monogamia se ha impuesto como la estrategia preferida en la mayor parte de la humanidad, al menos en la humanidad con más recursos y que no está obligada al nomadismo, a vivir en condicioens dificiles como los desiertos y en otros entornos hostiles.

Pero la monogamia tiene muchas desventajas, la más importante es que no tiene en cuenta la testosterona (lo biológico) de los hombres. Las mujeres son mucho menos activas sexualmente y una vez pasan los primeros ardores guerreros de la juventud y sobre todo cuando vienen los niños, la mayor parte de ellas pierden el interés por el sexo y sus maridos quedan deprivados alimentando otra vez a su Satanás juvenil y maldiciendo a mosen Ramón que no habia dicho ni una palabra de la escasa vocación sexual de las esposas profesionales.

La deprivación y los celos, la infidelidad, el rencor hacia las mujeres y la misoginia, la violencia llamada machista, la prostitución, el acoso y el acecho, el divorcio y el ahi te quedas, las guerras por los hijos y otros males proceden y son subproductos de un mito que se denomina «amor para siempre».

De manera que pedir fidelidad u honestidad «consigo mismos» a estos señores deprivados me parece un broma moralista de mal tono. Ningún hombre seria infiel si tuviera un harén de 4 o 5 mujeres en casa a las que naturalmente habría que vigilar con eunucos armados, pues entonces serían ellas las que buscarian la diversidad cual gorrionas (*)

El problema en este caso seria que habría otros hombres que pasarían «la mano por la pared» y entrarían en conflicto con el que acapara tantos bienes sexuales.

Pero este es otro lío.

(*) Los gorriones son una especie con comportamientos muy parecidos a los nuestros: son predominantemente monógamos y establecen parejas de por vida pero no se privan de echar una canita al aire cuando pueden, tanto ellas como ellos. Y lo llevan a cabo a través de engaños, pues los machos no están dispuestos a mantener hijos de otros, al tiempo que no le hacen ascos a esparcir sus semillas a los cuatro vientos.

Eso es la vida y no como se la imagina esa señora citada más arriba.

Sapolsky y la muerte súbita del lactante

De Robert Sapolsky ya hablé aqui en este post sobre monos enamorados, se trata de uno de los neurocientíficos que más saben sobre estrés.

En esta ocasión lo traigo aqui a través de dos videos de una conferencia pronunciada en «La ciudad de las ideas»,acerca de la muerte súbita del lactante, conocida por la muerte sin causa.

Lo cierto es que si hay una causa y en estas conferencias Sapolsky nos explica la relación entre estrés, tamaño del timo y muerte súbita. Algo que habia sido pasado por alto en los investigadores y los anatomistas que siempre contaban con un sesgo observacional: los cadáveres suelen pertenecer a pobres que por supuesto sufren más estrés y que por supuesto tienen glándulas del timo menores. De paso Sapolsky nos recuerda una siniestra historia acerca de cadáveres y facultades de medicina.

Sapolsky nos recuerda para concluir que los médicos tenemos que saber donde mirar y hacerlo más profundamente y más allá, no hay que conformarse nunca con lo que sabemos y dudar de nuestras certezas.

Video 1.-

Video 2.-

La formación del criterio moral

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Para entendernos dire que la moral es un catálogo de normas acerca lo que está bien y lo que está mal. Se trata de una definición de mínimos.

El problema ahora es definir que significa «bien» y «mal». Es verdad que todos tenemos una forma intuitiva de acercarnos a esa definición pero la mayor parte de la gente que conozco se establecería en una idea tautológica: está bien porque es bueno, agradable, placentero o porque asi lo quiere Dios. Y de ahi a pensar que si es bueno «debe ser» o «debe hacerse asi», no hay más que un solo paso. Dicho de otra manera: la idea del bien cosechada desde el punto de vista de la intuición nos lleva de bruces al autoritarismo, a la imposición, a la prescripción religiosa y a la idea de pecado.

Pero las cosas no son lo que parecen, nunca lo son.

En este post hablé de un asunto que suele plantear Jonathan Haidt en sus conferencias, se trata de un dilema moral, el dilema del incesto entre hermanos. Alli planteaba que en ocasiones nuestra moralidad es tan burda que cuando se le plantea un dilema de esta naturaleza nos sentimos desconcertados.

Y lo estamos porque carecemos de razones racionales para condenar algo, en este caso el incesto en condiciones casi asépticas.

La segunda razón para sospechar de los criterios morales (incluyendo de los nuestros) es lo que se conoce con el nombre de la falacia moralista.

La mejor manera de definir la falacia moralista es ésta: si es bueno y deseable es verdadero aunque haya que falsear la realidad. Muchas de las ideas que sostenemos y que heredamos de la modernidad se basan en esta falacia, sobre todo aquellas que tienen que ver con el tema de la igualdad, un verdadero tabú para algunos de nuestros contemporáneos.

Hasta tal punto sucede esto que hablar de las diferencias entre cerebros sexuales se considera un ataque a la igualdad entre hombres y mujeres o entre heterosexuales y gays.

Dado que la igualdad es buena, hay que escotomizar las evidencias que se acumulan en torno a las diferencias. Esta es la falacia moralista.

Pero hay otra de sentido contrario: la falacia naturalista.

Es la que sostiene -siguiendo el anterior argumento- que dado que los humanos somos distintos lo que habria que hacer es tener dos sistemas educativos, dos sistemas de impuestos o dos sistemas sanitarios, uno para los reglados y otro para los «mutantes».

Son falacias precisamente porque son mentiras, engaños, falseamientos de la verdad.

Si nuestros criterios morales se encuentran forjados y sostenidos por falacias -falacias que son en realidad errores cognitivos- qué podemos esperar de ellos. ¿Qué podemos esperar de nuestros criterios morales?

Basta con echar un vistazo a nuestro alrededor y contemplar el clima de corrupción de nuestro pais (sin ir más lejos) para caer en la cuenta de que no existe nada más sobornable que los criterios morales. De manera que no hay que fiarlo todo a la moral. ¿Es que España es un pais de corruptos? ¿Es que todas las personas son corruptibles?

Si, casi todas. Lo que pone en cuestión nuestra idea de la moral. ¿Como se construye el criterio moral?

Hay dos maneras de pensar la moral, la más frecuente es pensarla como un órgano del cerebro, una especie de homúnculo que vigila nuestras acciones y pensamientos y los sanciona fuertemente a través de un censor que algunos han llamado Superyó o conciencia moral. Esta idea es simplemente falsa. La moral no es un órgano, ni una función del cerebro sino un símbolo de otro símbolo (el valor de lo colectivo).

Un simbolo es la forma en que nuestra mente se representa la realidad. Pues el cerebro no sólo percibe o conoce la realidad sino que se la representa en su ausencia. Sucede siempre que se representan abstracciones como libertad, igualdad, fraternidad , patriotismo o moralidad, La moralidad no es pues una cosa, un objeto tangible sino un código de conductas razonables para convivir con nuestros semejantes.

Y aqui aparece la cuestión principal y de la que quiero dejar testimonio -desde una base evolucionista-: la moralidad emergió para controlar las conductas de los individuos concretos por parte del grupo. La moralidad es un subproducto de la sociabilidad.

No cabe ninguna duda de que los grupos humanos tuvieron que inventar un código de conducta para defenderse del egoísmo individual que es casi siempre letal para los intereses de la mayoria. El problema de robar (apropiarse de algo que no nos pertenece) no es malo porque robar sea intrínsecamente malo o raro (de hecho es previsible que suceda) sino porque despoja al propietario de un bien escaso que por su precariedad precisa trabajo a finde poderse mantener y dado que las colectividades han de protegerse contra los tramposos, acabó emitiéndose un slogan como este «no robarás».

No se trata pues de un mandato divino o de un mandato del Superyó, no es una pulsión que se encuentre en los genes o que se herede a través de ciertas proteínas sino que se trata de un aprendizaje social que ha de hacerse «ex novo«, para proteger a la comunidad de las esperables trampas de los individuos concretos, siempre será más cómodo robar una gallina que criarla, alimentarla y guardarla.

La pregunta que preside este post tiene ya muy cercana la respuesta.

Formamos nuestro criterio moral de acuerdo con el criterio moral de nuestros coetáneos. La moral es un consenso.

Nos parece moral aquello que para la mayoria es moral y nos parece inmoral aquello que para la mayoria es inmoral. Aunque nosotros nos considerámos excepciones de estos mandatos. Nosotros nunca transgredimos la moral, son los otros. Pues la moral no emergió o evolucionó para controlar la conducta propia sino la ajena.

A la mayoría nos parece inmoral, por ejemplo la corrupción politica.

Entonces la pregunta es ésta. ¿Por qué hay tanta corrupción politica si todos estamos de acuerdo en que es  intolerable?

Los ingenuos llegarán a pensar que los políticos son corruptos o psicópatas que ejercen su pulsión como el criminal en serie hace a partir de un incierto momento. Pero esta idea tampoco es cierta. La mayor parte de la gente que está en politica son como usted o como yo, no de otra pasta. Ellos se corrompen porque pueden corromperse, nosotros no podemos hacerlo porque estamos en otros lugares impermeables a las tentaciones.

Y esta es precisamente la clave de la corrupción: si se corrompen porque pueden corromperse ¿qué significa?

Pues significa que hemos construido un Estado pseudodemocrático por las prisas que en el Transición tuvieron sus agentes en terminarla y se ha construido un monstruo frankesteniano que se alimenta de sí mismo. La transición se cerró en falso y ahora estamos viviendo la contradicción de que no podemos esperar de la politica que se regenere a sí misma.

Es como esperar que las células normales del cuerpo ataquen y acaben con las células cancerosas de un determinado órgano por sí mismas.

La solución de España se encuentra en la Oncología previo paso por la Cirugía.

Lo importante ahora es señalar que la moral evoluciona, no es algo estático, no es un órgano ni una formación encefálica sino algo plástico, simbólico o intangible que admite flujos y reflujos y que precisa consensos.

En un post anterior ya conté las ideas de Kohlberg acerca de como evoluciona la moral. Lo que me parece ahora necesario es terminar este post con una idea-fuerza: la moral evoluciona en forma de consensos, sobre lo intolerable, pero no sabemos su dirección, de tal modo que es muy posible que los avances de la moral no equivalgan a una mayor libertad, cooperación o bienestar por parte de los ciudadanos. No parece que existan equivalencias entre la moralización o la desmoralización de ciertas conductas como el aborto, el animalismo o el alcoholismo. Simplemente no sabemos qué clase de sociedad prevalecerá, es por eso que la mejor explicación sobre la corrupción en nuestro pais es reconocer que no existe una tolerancia cero a estas prácticas. Simplemente el tejido colectivo aun no ha llegado a evolucionar lo suficiente para que meter la mano en la caja tenga un grado de rechazo similar al que tiene el asesinato.

¿Nacen más niños o más niñas?

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Esta es una de esas preguntas que con mentalidad cientifica hay que contestar que el promedio estaría muy cercano al 50-50, dado que solo existen dos sexos, como dos caras de la moneda, lo lógico es pensar que a mayor número de tiradas (población) más cerca nos encontraremos de esa media estadistica 50.

¿Pero funciona esto asi en la naturaleza? ¿Importa o no importa que haya más machos que hembras?

Pues estamos hablando de un sistema que se autoregula a través del potencial reproductivo que siempre es más complicado para un macho que para una hembra. Las hembras tienen su cuota reproductiva asegurada mientras que los machos han de alcanzar cierta aptitud para llegar a reproducirse. Es por eso que ante la duda siempre es mejor tener una niña que tener un niño, puesto que un niño con algun hándicap no tendrá descendencia.

Y sin embargo desde el punto de vista del fitness tener hijos varones (aptos) asegura un mayor potencial reproductivo en número de nietos para los progenitores.

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Robert Trivers un biólogo evolucionista al que se considera uno de los padres de la especialidad (sociobiología) es autor de varias conceptualizaciones de las que he ido hablando constantemente en este blog, pero hay que recordar ahora su hipótesis de la inversión parental (parental investment) y del conocido efecto Trivers-Willard.

Según estas hipótesis las hembras de todas las especies han de ser muy cuidadosas a la hora de calcular sus nidadas (si ponen huevos) y de sus embarazos si son vivíparos. La inversión parental en gestar, parir, alimentar y cuidar de un hijo supone un desgaste enorme (sobre todo por parte de la madre) a la vez que la imposibilita para quedar de nuevo embarazada mientras se ocupa de sus retoños. Lo que significa que el fitness ha de adaptarse a las condiciones externas, sobre todo a los recursos alimentarios. Eso hacen por ejemplo los estorninos en sus anuales reuniones: hacer un balance de población (Wynne-Edwards, 1962) para adecuar sus nidadas al tamaño adecuado de la bandada.

Y cuando fracasan las previsiones, la madre puede optar por devorar a sus crías para que su nido no se parezca al camarote de los hermanos Marx..

Y aun: el aborto espontáneo es muy frecuente en la naturaleza y también en nuestra especie. Más del 70% de los huevos fertilizados no llegarán a implantarse (Nesse y Williams 1994), se sabe que la madre aborta usualmente fetos con malformaciones o fetos a veces incompatibles con la vida o al menos con escasas probabilidades de llegar a la edad adulta y reproducirse. El aborto espontáneo es pues un mecanismo fisiológico que la evolución ha preservado para reducir las inversiones maternas en la crianza de hijos.

El aborto espontáneo es pues en los viviparos (y también en nuestra especie) el mecanismo que usa la evolución (a través de la madre) para limitar el número de embarazos.

Y no sólo el aspecto cuantitativo; la hipotesis Trivers-Willard lo que dice es que la madre puede «elegir» el sexo de sus hijos.

El lector podrá advertir que el verbo «elegir» se encuentra entrecomillado. Lo mismo podriamos decir en el caso del hombre: el varón no elige el sexo de su hijo, sino que son ciertas condiciones ambientales (mal conocidas) las que favorecen o desfavorecen la progresión de espermatozoides portadores de un cromosoma X o un cromosoma Y. El varón no elige pero determina el sexo de su hijo.

Del mismo modo la madre no elige, la evolución lo hace por ella al rechazar la implantación de fetos no viables o hacer el óvulo impermeable a este espermatozoide y no a aquél. Pero parece que la madre hace algo más: «elegir» el sexo de sus hijos. Nótese como el verbo «elegir» vuelve a estar entrecomillado.

¿Qué induce a la madre a elegir entre niños o niñas?

Como en los estorninos sucede, la madre ha de valorar los recursos de los que dispone a fin de adaptar su inversión parental. No es lo mismo -desde el punto de vista del fitness- tener un niño que una niña. El número de nietos que puede tener una madre si su hijo es un varón es enorme en comparación con los que puede esperar de una hija. Por esta razón es mejor tener niños cuando las cosas vienen bien dadas, en epoca de opulencia, bienestar y recursos sobrantes y es mala idea tener niños en epoca de restricción, de calamidades o de escasa seguridad.

Recientemente se ha llevado a cabo una investigación en este sentido (y que se encuentra bien explicada en este post) en Uganda. La variable que se comparó en relación con el sexo del recién nacido fue el tener/no tener una vivienda propia.

Los resultados que se obtuvieron fueron una confirmación de la hipótesis de Trivers-Willard, es decir las mujeres que tenian una casa propia y se sentían mas seguras daban a luz más niños que niñas mientras que las madres que estaban -por asi decir- de alquiler daban a luz más niñas que niños.

Lo que sugiere que la proporción de niños/niñas de una determinada comunidad sufre ciertas fluctuaciones alrededor de la cifra promedio de 55 niños/cada 50 niñas. Una fluctuacion que tiene que ver con los niveles de seguridad de la madre.

Ahora bien, es absurdo trasplantar esta hipótesis a los casos individuales: la hipótesis no nos permite predecir (si está usted embarazada) si tendrá un niño o una niña en función de si tiene o no una hipoteca o está usted viviendo de prestado en casa de sus padres. Se trata de una hipótesis que no sirve para los casos individuales sino para las poblaciones extensas sometidas a un mismo entorno, por ejemplo después de una guerra.

Lo interesante de la hipótesis Trivers-Willard desplegada de un modo extensivo es que no afecta tan solo a la proporción entre los sexos sino también a los tipos cerebrales (mente sistemática o empática) y a otros como la altura de una manera estadísticamente significativa.

Mientras que la proporción de sexos al nacer en la población general es de 0,5122 a 105 niños por cada 100 niñas – los datos muestran que la proporción de sexos entre los ingenieros y otros sistematizadores es 0,5833, es decir, 140 niños por cada 100 niñas. La proporción de sexos comparable entre las enfermeras y otras profesiones empatizantes es 0,4255, es decir, 135 niñas por cada 100 niños. Tambien se ha observado que durante las hambrunas nacen más niñas.

De la misma manera, los padres altos y de cuerpos grandes tienen más hijos y producen mas fetos masculinos porque el tamaño del cuerpo era una clara ventaja en la competencia masculina de los compañeros en el ambiente ancestral, mientras que el tamaño del cuerpo no tiene ninguna ventaja particular para las mujeres, y los padres pequeños tienen más hijas y producen más fetos femeninos. Y esta observación podría explicar por qué nacen más niños durante y después de las grandes guerras, dado que la violencia era probablemente una rutina significativa en la competencia masculina por la adquisición de compañeras sexuales en el ambiente ancestral (como lo es entre nuestros primos primates), la tendencia a la violencia fue una adaptación para los hombres ancestrales, pero no para las mujeres ancestrales. En consecuencia, los hombres violentos tienen más hijos varones, y esto potencialmente puede explicar por qué muchas mujeres maltratadas pueden optar por quedarse con sus parejas abusivas de modo que puedan producir hijos violentos y por lo tanto competitivos intrasexualmente (Escoda 2013).

En conclusión nacen unos pocos más niños que niñas pero estas cifras se encuentran sometidas a fluctuación en función de las necesidades del grupo extenso (las sociedades). No sabemos cuales son los mecanismos a través de los cuales la madre «sabe» el sexo de sus hijos, como tampoco sabemos como «sabe» si su feto es portador de malformaciones o si llegará a ser viable. Lo que es seguro es que existe un mecanismo de «reconocimiento», una adaptación ancestral, que permite a las mujeres embarazadas modular su inversión parental pensando tanto en sí mismas como en las oportunidades de su descendencia.

Bibliografía.-

Wallner, B., Fieder, M., & Seidler, H. (2012). Ownership of Dwelling Affects the Sex Ratio at Birth in Uganda PLoS ONE, 7 (12) DOI: 10.1371/journal.pone.0051463

Trivers RL, & Willard DE (1973). Natural selection of parental ability to vary the sex ratio of offspring. Science (New York, N.Y.), 179 (4068), 90-2

WYNNE-EDWARDS, V.C: Animal dispersion in relation to social behavior. Oliver an Boyd. Edimburgo. (1962)

Embarazos fantasma

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Se trata de una patología poco común, diriamos exótica y si traigo este tema es a propósito de un caso que hemos visto en nuestro Hospital y que ha obligado a algunos de nuestros profesionales a hacer una revisión del estado actual del tema.

La pseudociesis que es como se conoce en la jerga psicológica este trastorno y que se cataloga como un sindrome somatomorfo en el DSM-IV es la creencia por parte de una mujer de que está embarazada. Pero no es una simple creencia sino que desarrolla todos y cada uno de los síntomas que acaecen en el embarazo, desde el aumento de peso, hasta los antojos y la amenorrea. Y aún: se han descrito incluso aumentos de la prolactina tal y como si la mujer estuviera embarazada de verdad.

Los autores que han revisado el tema, concluyen que en la pseudociesis se dan todos y cada uno de los síntomas del embarazo, salvo que ni existe feto, ni por supuesto latidos ni por supuesto parto, aunque la mujer puede «ir de parto» en la creencia de que el tiempo de gestación ha terminado e incluso en el caso que nos ocupa se desencadenó un parto con dolores y contracciones.

Entre los factores desencadenantes se citan la infertilidad y la perdida de un niño o abortos anteriores. El factor psicológico más citado en la bibliografía es el «deseo de ser madre». Freud describió este cuadro en su paciente Anna O que creía estar embarazada de su terapeuta Breuer. Fue esta la razón por la que el maestro de Freud, Breuer abandonó su tecnica hipnotica horrorizado por aquella declaración de amor de su paciente.

El caso es que Freud atribuyó la pseudociesis de Anna O. a la transferencia amorosa hacia Breuer, sin embargo este es un caso atípico. En la mayor parte de los casos la pseudociesis no se desarrolla en terapia sino en pareja. Es muy probable que el deseo de consolidar una pareja determinada juegue su parte de causalidad en la pseudociesis. Y tambien es muy probable que la presión por tener descendencia tenga algo que ver tal y como sabemos por el caso de Maria Tudor, esposa de Felipe II, que tuvo al parecer dos episodios de pseudociesis antes de morir.

Con todo la pseudociesis no es exclusiva de los humanos y se ha descrito en perras, aunque probablemente el caso más conocido -por observable- se de entre las gallinas. Quien haya tenido un corral de gallinas sabe que de vez en cuando las gallinas se ponen «cluecas». Ponerse clueca significa que la gallina se pone a incubar sus huevos o los de las compañeras de corral en la creencia falsa de que han sido fecundados. Naturalmente una gallina clueca no sirve para mucho dado que deja de poner huevos, de modo que hay que evitar que incube si queremos devolverle su capacidad ponedora. O sea que en las gallinas ya se observa esta capacidad endocrina de supresión de la regla (en este caso de poner huevos), una amenorrea gallinácea.

Los etólogos suponen que se trata de fallos de reconocimiento, es decir el animal por razones -estresores- no aclarados se pone a funcionar en modo embarazo incluyendo en esta reacción a su sistema endocrino. No es de extrañar que en humanos se hayan descrito tumores hipofisiarios como causa de la pseudociesis. En cualquier caso ciertos medicamentos pueden operar como disparadores endocrinos, en el caso de nuestro Hospital se trataba del sulpiride, un medicamento que forma parte de un tranquilizante (el Ansium). Entre los efectos secundarios del sulpiride se ha relatado un sindrome de galactorrea-amenorrea, que recuerda vagamente al embarazo y al puerperio.

Ahora bien, de lo biológico a lo psicológico, no hay un solo paso y los aumentos de prolactina por sí mismos no explican una creencia tan compleja como la pseudociesis que se parece más a una creencia delirante que a una mala interpretación de signos endocrinos.

En el caso que cito, la mujer mantuvo la creencia incluso después de que los médicos certificaran que no ha habia habido embarazo, ni parto. Y a pesar de que acudió a urgencias fingiendo «estar de parto». Fue alli donde todo se descubrió, lo interesante es que logró engañar durante 9 meses (mal contados pos despistes) a toda su familia incluyendo a su pareja.

Lo que nos lleva de cabeza al ultimo renglón de esta historia: la psicología del engaño. La paciente logró engañar a toda su parentela con el asunto de su embarazo y llegó a creerse sus propias mentiras. De modo que no era un delirio (como se demostró más tarde) sino una mentira, un mito.

Y mentir para qué se preguntarán los mas sagaces entre ustedes.

¿Por qué mentimos?

Lo hacemos para obtener ventajas, tal y como comenté en este post, lo hacemos para medrar. Por alguna razón esta mujer (que no era desde luego ninguna lumbrera) entendió que era la mejor estrategia para retener a su nueva pareja, después de una vida de malos tratos y abortos espontáneos (o traumáticos) con su pareja anterior.

En el post que más arriba vinculé pueden ver una entrevista que Punset realizó a Robert Trivers que es el que mas sabe del mundo de «inversiones parentales» y tambien de engaños y autoengaños. Vale la pena recordar que la mejor manera de engañar a los demás es creerse las propias mentiras, es por eso que existen los pseudólogos, que son mentirosos con cierta gracia para engañar. Pues no hay que olvidar que el engaño y la detección de la mentira coevolucionaron. Es por eso que el autoengaño no deja de ser una sofisticación para engañar mejor.

Bibliografia.-

Engaño y autoengaño en Robert Trivers por Alfredo Ruiz