Estoy seguro de que no soy el único español que ha cambiado varias veces de teleoperadora. Yo las he probado todas, al menos las más importantes: he estado en Movistar (española), Orange (francesa) y Vodafone (inglesa), de una transité a la otra después de una escalada de despropósitos o de errores en la facturación unida a la dificultad de que por teléfono te atienda alguien que no quiera, a su vez, venderte algo. Pero no son solo errores de facturación sino errores de marketing tan graves que – sin entender porqué- estas grandes compañías han optado no por fidelizar a sus clientes sino por ir aumentándoles paulatinamente los cargos sin avisar y de una manera completamente engañosa.
Uno no acaba de entender esta forma de proceder con la clientela a la que por definición no se cuida sino que se la engaña como si fuera la mentira y el fraude impune el modo de hacer de estas compañías.
El truco que utilizan para subirte la factura suele ser el siguiente: te venden un pack promoción de algunos productos que hay que contratar en su conjunto, y al cabo del tiempo retiran este pack y sin avisar te colocan en otro que siempre es más caro que el anterior. Este plan es absolutamente irregular por no decir indecente pues el primer contrato es en realidad el único que se firmó siendo los demás cambios unilaterales y sin el consentimiento del cliente.
Ignoro la razón de este proceder aunque supongo que las teleoperadoras tienen mucho poder y por asi decir hacen lo que quieren. Al mismo tiempo se han asegurado a través de la atención telefónica de que el cliente no tenga más remedio que protestar siempre a través de las organizaciones de consumo y que en la práctica no se resuelva nunca a su favor o demasiado tarde cualquier reclamación. El vis a vis está desapareciendo no solo en las teleoperadoras sino también en la Banca, algo que no se hace solo para ahorrar costes sino también para dejar al cliente indefenso pues ¿a quién protestar?
La mayor parte de la gente que conozco ya arrojaron la toalla y suelen decir con resignación : «todas son iguales» y permaneces en alguna de esas tres grandes, pero lo cierto es que no todas son iguales, me refiero a las compañías emergentes: Pepephone, Yoigo, Digi, o Symio. Se trata de pequeñas compañías que no venden paquetes de telefonía sino que se eligen sus servicios según las necesidades del cliente y además de eso son mucho más baratas y que alquilan o subcontratan a las grandes compañias su red de fibra o telefonía, tan baratas que a veces uno termina por pagar la mitad de lo que pagaba y algunas de ellas para fidelizar al cliente no solo no te aumentan la cuota sino que te la bajan con el tiempo.
Una se pregunta el dinero que deben ganar las teleoperadoras convencionales para que no les importe que los clientes les abandonen, deberán creer que «todo esta atado y bien atado» y que el cliente volverá si se le vuelve a presentar una oferta interesante. Pero se equivocan, yo he encontrado una compañía que me da lo que necesito con el mismo precio para siempre y así y todo gana dinero. ¿Cómo es posible?. Lo es, porque ganan lo suficiente pero no están en la pomada política, lo que es lo mismo: han encontrado un nicho para sobrevivir, el nicho que dejaron abierto las tres grandes, demasiado ocupadas en su chiringuito político para ocuparse de sus clientes.
Dicho de otra forma: las compañías emergentes tienen éxito porque están orientadas al cliente y a las grandes les pasa lo mismo que a los partidos políticos: no se ocupan de las necesidades de los ciudadanos sino de hacer política.
Gestión y politica.-
Hace algunos años y por razones de mi cargo me solían convocar periódicamente a ese tipo de reuniones que llamaban de «coordinación» para hablar de asuntos asistenciales. En realidad esas reuniones eran aburridas y muchas veces estúpidas y tenían como objetivo tantear opiniones de los profesionales pero no con la intención de mejorar nada sino con la motivación de conocer el grado de adhesión al político de turno. Por eso allí solo algunos deciamos lo que de verdad pensábamos, el resto hacían la pelota y medía mucho sus expresiones.
En la ultima reunión a la que acudí se presentó allí la consejera de sanidad para conocernos a todos y darnos un mitin sobre sus intenciones. En un momento determinado soltó una frase que para mi fue definitiva: «yo no estoy aquí para hacer gestión sino para hacer política». Hacer política significaba ponerse medallas como vender que hacía leyes de atención psiquiátrica a mujeres maltratadas (como si no se hiciera ya), planes para la prevención del suicidio (sin aumentar las plantillas) o leyes para cambiar de sexo gratis. En eso consistía el «hacer política», ni una palabra sobre recursos, sobre planes o sobre modelos. Sólo política. Ese fue el ultimo día que asistí a ese tipo de reuniones. Y estuve sin volver a ninguna hasta que me jubilé.
Desde entonces he pensado mucho en esa dicotomía que planteaba la consellera: o política o gestión. Pero si los políticos no van a gestionar nada ¿quién va a hacerlo? Poco se puede gestionar sin dinero, sin recursos, sin líderes o sin planes, lo único que se puede hacer es -como ha demostrado la pandemia- acudir a trabajar todos los días sin saber qué nos espera al llegar al Hospital. El personal sanitario trabaja en condiciones deplorables y aunque muchas cabezas han pensado soluciones para implementar en la comunidad, lo cierto es que los políticos escuchan pero no atienden ninguna petición. Ellos hacen política y hacer política es incompatible con el sentido común, hacer política al parecer consistió siempre en mantener los aeropuertos abiertos. Lo cierto es que si en Enero de 2020 se hubiera cerrado el tráfico aéreo nos hubiéramos ahorrados unos 30.000 muertos. Pero ellos hacen política y el espacio Shengen al parecer es lo más político que hay. Y hoy los aeropuertos siguen abiertos mientras los españoles estamos confinados en nuestras comunidades. ¿Alguien puede resolver esta contradicción?
Pero a los políticos les está pasando lo mismo que a las teleoperadoras: abusan de los ciudadanos y poco a poco los ciudadanos se han cansado de ellos. Es verdad que les siguen votando pero no es menos cierto que les votan desde el rencor, desde el divorcio emocional o desde la indiferencia. Cuando emerge un líder nuevo y atractivo la gente vuelve a ilusionarse hasta que la ilusión acaba en decepción. Pues hacer política es elegir damnificados y más si se hacen malas políticas o si los ciudadanos perciben que los políticos mienten, son deshonestos o que solo se preocupan por sí mismos.
El partido okupa.-
Por eso hace falta una nueva política, una política low-cost, una no-política. Un no-partido que se dedique a hacer gestión eficiente y nada de política. La ventaja de un no-partido así es que sería transversal, es decir podría ser votado por hooligans de ambos lados del espectro político, pues la gente sensata lo que quiere es que los poderes públicos atiendan sus necesidades, que exista una cierta empatía percibida por los problemas reales que preocupan a la mayoría y no tanto las grandes palabras, grandes proyectos o promesas destinadas a engañar o aplazar decisiones movidas por el cálculo electoral.
Estoy pensando en una especie de partido okupa, que se ocupe de ese tipo de necesidades de los ciudadanos sin necesidad de comprar todo el pack ideológico que nos venden los partidos. Un partido que ocupe los intersticios que dejan los grandes partidos nacionales y que mientras ellos sigan discutiendo o insultándose en el Congreso, se ocupe de las necesidades reales de los ciudadanos. A mi me importa poco lo que piense mi alcalde sobre el aborto, la inmigración o el matrimonio gay, lo que me importa es que su gestión sea eficaz y que los autobuses pasen a la hora concertada, que las calles estén limpias y que no me cambien los nombres de las calles.
Antes se decía que en las municipales votábamos a las personas y en las generales votábamos a los partidos, pero esto es una falacia pues esa persona a la que votamos o bien se presenta por un partido o bien por una agrupación que funciona como un partido, esto es haciendo política.
El no partido no haría mociones, ni participaría en debates ideológicos, entre sus estatutos tendría enmarcada en oro esta propuesta «Prohibido hablar de política». Incluso para aquellos que defienden que todo es política. No es verdad, todo es gestión. Todo es mejorar la vida de las personas corrientes y eso no es política.
Ambito del partido okupa.-
Naturalmente un partido asi tendría un ámbito muy concreto: el municipio y acaso la provincia, sería un micropartido que podría tener sus equivalentes en todas y cada una de las provincias españolas pero no hace falta ninguna coordinación entre ellos pues en ningún caso se trataría de una federación de partidos locales, eso le convertiría en un partido como los demás: el ámbito nacional lo dejaríamos a los partido convencionales del mismo modo que dejamos las inversiones de cable o telefonía a las teleoperadoras potentes.
Esos partidos deberían emerger desde la base, es decir sería una especie de organización de personas concretas, fiables, sensatas y honestas que no aspirarían a nada político sino simplemente a poner orden en las cuestiones de su ámbito, las locales o municipales. ¿No hay en nuestra ciudad 10-12 personas así para conformar una lista? Yo creo que si y alguna vez se ha intentado. Un ejemplo es «Teruel existe» que cuenta con un diputado en el congreso, pero lo cierto es que el error de «Teruel existe» es que pretende ser un partido como los demás que represente los intereses de Teruel. Lo cierto es que los intereses de Teruel están en Teruel y no en Madrid.
Pero mi impresión es que estos partidos localistas van a ir a más en España a poco que la gente caiga en la cuenta de que la proximidad en las decisiones es la clave para el bienestar.
El municipio es el ámbito natural donde nos desenvolvemos nosotros los humanos, mucho más que la región o el Estado. es el lugar donde están los recursos que más necesitamos: los servicios. Hospitales, escuelas, ambulatorios, institutos, universidad, residencias, autobuses, metro, tiendas, bancos, restaurantes, pequeños negocios, talleres, ocio, etc. De tal manera que podríamos vivir toda una vida sin salir de nuestro municipio o al menos de nuestra provincia, la política no es indispensable para la vida, los servicios, la comunidad o el entretenimiento si.
Estoy pensando ahora en el caso de las Fallas de Valencia. Las Fallas tienen una estructura organizativa de ese estilo que propongo, no se trata solo de hacer un monumento para quemarlo el día de San José, es un entramado de personas autoorganizadas que viven todo el años envueltas en una tradición que se consume aparentemente en un solo día, pero las fallas tienen casales, equipos de futbol, escuelas de música, bares, falleros y falleras, manejan dinero para pagar los monumentos y la diversión durante todo el año , con sus presentaciones, sus desfiles, sus algaradas, sus petardos y sus bandas de música, una verdadera atalaya para músicos jóvenes que aprenden a tocar instrumentos de viento gracias a la labor docente que se practica en los casales. ¿Alguien puede creer que las fallas pueden ser politizadas? No es que no se haya intentado pero al parecer no se ha logrado.
Lo mismo sucede con la ofrenda de flores a la Virgen de los Desamparados, otro de los hitos de esas fiestas falleras donde todo el mundo participa de forma transversal sea cual sea su ideología política. ¿Alguien puede creerse que es un acto religioso? Más que eso, es un acto etnográfico, donde las falleras que votan Compromís lloran a moco tendido cuando depositan su ramo de flores en la plaza de la Virgen. Hace años conocí a una fallera que llevaba una pegatina de «Terra lliure» en su delantal. ¿Alguien puede negar la transversalidad de la fiesta?
Si es posible conseguir que la gente se despolitice para celebrar una fiesta ¿cómo no va a ser posible encontrar a un puñados de hombres y mujeres despolitizados para gobernar una ciudad?
El municipalismo es el futuro.
Algunos partidos como Vox proponen la recentralización de los recursos al menos en Sanidad o Educación en el Estado para lo cual habría que vaciar de contenido las competencias de las CCAA. Naturalmente todos los demás partidos están en contra de esta idea por razones obvias: el despliegue político de las comunidades da para muchos sueldos y chiringuitos y es verdad que este despliegue es caro, redundante, reproduce todos los vicios de corruptelas nacionales y es poco eficaz (también la pandemia lo ha demostrado) pero yo no estoy de acuerdo con esta idea de Vox, creo que la proximidad de las decisiones es vital para el ciudadano. ¿Ha intentado usted alguna vez hacer una gestión en Madrid? Eso sería un poco como el funcionamiento de las teleoperadoras: separar al cliente de su tienda o su proveedor cercano acaba por dinamitar las relaciones entre cliente y su marca y estamos instalados en el rencor a las marcas. Pasará mucho tiempo hasta que se me pase el enojo con las teleoperadoras convencionales, hasta que se transforme en indiferencia.
Lo que yo propongo es distinto: aproximar recursos al municipio en lugar de fiarlo todo a la comunidad autónoma. ¿Por qué mi ciudad no puede tener un Hospital municipal? ¿Una escuela publica municipal? ¿Por qué hemos de depender de decisiones que se toman fuera de la ciudad?
¿No queríamos proximidad?
¿O era un truco para conseguir poder político regional?
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