
Las relaciones entre sexos están presididas por un orden de complejidad que no ha hecho sino incrementarse con la nueva moralidad que nos quieren imponer aquellos que defienden la corrección política y sexual y que pretenden además hacerlo con leyes, normas y sanciones. Una especie de nueva urbanidad que va más allá del decoro y la buena educación y que busca refugiarse en políticas concretas destinadas a fines espúreos sobre lo que no voy a comentar nada. Simplemente este post está destinado a hacer comprender a mis lectores que este tipo de propuestas están destinadas al fracaso.
En las relaciones sexuales está vigente -incluso jurídicamente- el paradigma del consentimiento que puede traducirse en el eslogan que da titulo a este post, «solo sí es sí» que parece que es muy intuitivo pero que en realidad esconde no pocas falacias y solo sirve para los casos extremos como por ejemplo en la violación. Es obvio que la violación se ha tomado como paradigma de referencia del resto de posibilidades que suceden en la vida real. Veamos algunas:
- Para empezar existen limites para el consentimiento sexual, la más conocida es la edad del que concede el consentimiento (que puede ser hombre o mujer). Se supone que por debajo de cierta edad (que es arbitraria) nadie puede dar su consentimiento, por la misma razón que un niño o niña de 14 años o menos tampoco puede conducir o votar.
- Otro de los limites y que pervierten el consentimiento es el estado mental del consentidor. Estar embriagado por alcohol o intoxicado por drogas.
- Una persona en su sano juicio puede dar su consentimiento para ser atada, golpeada, maltratada o humillada por su pareja sexual. Ciertas practicas como el BDSM ponen sobre la mesa la duda sobre si dar el consentimiento para estas practicas es o no legítimo.
- Una persona puede dar su consentimiento para una relación sexual y arrepentirse a medio camino, algo completamente plausible.
- Una persona puede dar su consentimiento para una relación sexual sin estar convencida de ello o simplemente no haber madurado lo suficiente para saber qué significa eso del «consentimiento». Algunas relaciones sexuales se llevan a cabo por la presión del grupo o por agradar o complacer a la pareja.
- La mayor parte de las relaciones sexuales no se inician con un si o un no categórico sino que los avances en este tema se llevan a cabo a través de actitudes corporales, indicios que llevan a una escalada donde el «contrato o consentimiento» no tiene lugar de un modo verbal, ni al comienzo ni durante el tiempo que dura el coito propiamente dicho.
De manera que no podemos considerar al consentimiento como algo objetivo, inamovible y fiable. Dicho de otro modo no se puede legislar teniendo como base conductual el citado «consentimiento» que solo sirve -como he dicho más arriba- para los casos extremos como la violación, los tocamientos no demandados o la difusión en redes sociales de imágenes eróticas para las que no se ha pedido consentimiento.
¿Entonces cómo se resuelve este problema?
La primera cuestión, es que este tipo de problemas no se resuelven nunca pero se pueden agravar. Se trata de un problema endemoniado (wicked problem). Y lo que caracteriza a este tipo de problemas es que empeoran cuantos más esfuerzos hacemos por erradicarlos o mejorarlos.
Cuando nos enfrentamos a problemas complejos, los resultados se vuelven más impredecibles. No existen ni mejores ni buenas prácticas catalogadas para las situaciones frente a las cuales nos podemos encontrar. Simplemente, no sabemos con anticipación si una determinada solución va a funcionar. Solo podemos examinar los resultados y adaptarnos. Este es el dominio de las prácticas emergentes. Las soluciones encontradas rara vez son replicables, con los mismos resultados, a otros problemas similares, lo cual indica que legislar sobre ellos es inútil pues las leyes no puede recoger la complejidad de las interacciones entre individuos, solo pueden caracterizar a grosso modo las interacciones más robustas y fáciles de definir,
En otro lugar he hablado de estos entornos con el nombre de problemas “endemoniados” (wicked problems). Lo interesante es que en este tipo de entornos los expertos no sirven de mucho más que para apuntar opiniones más o menos estandarizadas pues lo que define a un dominio complejo es que el problema no puede ser definido sino después de haberse resuelto,
Este es el campo de las soluciones políticas a problemas difíciles de abordar, y también los problemas sociales y como no, los problemas mentales. Tratar un problema mental siempre se da en un contexto de incertidumbre pues no solo intervienen muchas variables como en el dominio complicado sino que estas variables están ocultas entre los vínculos de una variable y otra.
Tratar un problema mental siempre será mas seguro si lo hace un psiquiatra o un psicólogo pero de ahí no podemos deducir que todos los psiquiatras o todos los psicólogos van a estar de acuerdo, no sólo en el tratamiento sino en la solución del problema. El profesional experto introduce a su vez una variable -la de su personalidad o carisma- que va a operar como una emergencia incierta. Un psicólogo no podrá replicar nunca lo que le enseñó su maestro: siempre habrá que tener en cuenta la novedad y la innovación creadora de su discípulo, que pocas veces será consciente de su potencial de operar cambios en los demás. No solo no hay dos pacientes iguales sino que no hay dos patologías iguales, ni dos terapeutas iguales y lo que hoy fue un éxito aquí mañana puede ser un fracaso allí.
Y cuando estamos frente a un problema de estas características lo mejor es la solución ética.
¿Qué es lo que hace que una niña de 13 o 14 años mantenga relaciones sexuales completas con un muchacho en el mejor de los casos de su edad?
Naturalmente la presión del grupo y la presión del muchacho. Esto no es un fenómeno nuevo y nos ha pasado a todos cuando nuestras hormonas andaban revoloteadas en la pubertad y adolescencia. Lo que es nuevo en la actualidad es la escasa resistencia de las muchachas. Hoy parece que cualquier chica que mantenga su virginidad es excluida del grupo por ser poco interesante. Es como si hubiera una competencia por ser promiscuas. Naturalmente habrá quien piense que esta misma recomendación debería hacerse a los muchachos pero esta es un idea ingenua. Los chicos tienen más impulsos sexuales que las chicas y buscan el sexo con más insistencia y variedad que las chicas.
Las chicas saben muy bien lo que quieren los chicos sin embargo saben más bien poco de lo que quieren ellas.
La perversión de las ideas feministas.-
Podemos hablar de tres generaciones en el pensamiento feminista: las dos primeras son 1) la del voto universal y 2) la de los derechos civiles (tener cuentas en el banco, derecho a la educación, etc). Todo el mundo hoy estamos de acuerdo en esta igualdad que propugnaban las feministas originales pero a partir de los años 60 sucedieron otras cosas que pusieron patas arriba el paradigma tradicional de los feminismos igualitarios. Se inventó la píldora anticonceptiva y la minifalda se puso de moda entre las jóvenes, los chicos dejaron crecer sus melenas y se identificaron con sus héroes musicales en lugar de con los masculinismos tradicionales que hasta entonces habían sido héroes militares.
«Hacer el amor y no la guerra» fue la consigna de aquellos años pero fracasó por una razón fundamental: a las mujeres no les conviene tener hijos con según quien. Ellas más que ellos necesitaban relaciones estables para cuidar de esos retoños nacidos en la borrachera de Woodstock. El hippismo no era un buen invento para ellas aunque era ideal para ellos.
Por eso el feminismo de tercera generación fue más allá y se reivindicó el aborto libre. «Mi cuerpo es mío» reemplazó al viejo slogan californiano. Aquí ya no hay tanto consenso y la población se dividió entre los «defensores de la vida» y los activistas del aborto libre.
Pero lo más contradictorio es contemplar cómo es posible que con un acceso tan fácil para la anovulación se pasara a la siguiente trinchera. ¿Para qué abortar si podemos optar por anovulatorios baratos y accesibles? Lo cierto es que la aparición de los anovulatorios ha tenido más incidencia en la sexualidad de las mujeres que en su fertilidad. Si siguen habiendo mujeres que abortan es porque no han tomado las debidas precauciones, lo que plantea una vieja pregunta freudiana
¿Qué quieren las mujeres?
¿Buscan la hipergamia o la estabilidad familiar?
Ningún hombre sabe a ciencia cierta qué quieren las mujeres pero lo peor es que ni siquiera ellas lo saben. Y en mi opinión esa es una tarea inconclusa del feminismo. En lugar de plantearse el aborto libre por qué ninguna feminista se planteó la pregunta de este modo: «vamos a detenernos ahora que ya tenemos derechos civiles, derecho al voto y que podemos ir a la universidad como nuestros hermanos, vamos a detenernos y preguntarnos qué queremos en realidad».
No se hizo esta pregunta y las batallas ideológicas llevaron al feminismo al siguiente planteamiento: «las mujeres estamos oprimidas por el patriarcado». Hay que terminar con el patriarcado para conseguir un mundo libre y amigable. Obsérvese como en lugar de preguntarse ¿qué queremos y como lo podemos cambiar y conseguir», lo que se plantea es «los hombres son culpables y hay que reeducarlos». Aparecen entonces ideas como «el machismo tóxico» o «los micromachismos de cada día». La idea fuerza es que las mujeres están sometidas a este tipo de estructura social que las oprime en todos los ámbitos, doméstico, cultural, deportivo, salarial y universitario y precisamente en el momento en que existe más igualdad en el mundo y donde las mujeres son mayoritarias en la universidad y en ciertas profesiones, por no hablar de talentos artísticos y deportivos. Han triunfado en todos los espacios sociales y han igualado a los hombres en todo tipo de tareas, desde el derecho, hasta la medicina o la natación.
¿Por qué ahora salen con el machismo? Precisamente ahora.
Pues porque las ideas se pervierten cuando se consiguen ciertas metas y no son desactivadas por las que viven de la ideología y logran transmitirse a la población general. Para un trabajador manual tener un mes de vacaciones al año, un coche particular o una casa en el pueblo ya no es una aspiración sino una realidad. Pero si se siguiera estirando de ese hilo la próxima meta sería quitarle la fabrica a su dueño (el comunismo) o el asesinato del empresario.
Es por eso que la próxima trinchera del feminismo es aun más delirante: «matemos a los hombres y castremos a los niños». Naturalmente esta ideología extrema no es seguida por la mayor parte de las mujeres pero en realidad todas las mujeres se benefician de esa salida de quicio del feminismo: reparto de cuotas en todos lados, leyes de violencia de género donde siempre aparecen como víctimas, ventajas en los divorcios y en la educación de los hijos, denuncias falsas para obtener ventajas en caso de tutelas y toda clase de beneficios por el hecho de ser mujer.
Naturalmente este estado de cosas es una perversión de la idea original donde las mujeres buscaban un espacio publico social que prácticamente ya habían conseguido en los 70.
Y lo que sucede cuando se alcanza un objetivo es que muchas personas se quedan sin trabajo, algo así le pasó a la socialdemocracia europea: hay como una escalada de encuentro de nuevos espacios donde insertar cualquier malestar y toda persona tiene un espacio de malestar negado que pronto o tarde le hará enrolarse en una ideología identitaria, no importa si es la raza, la orientación sexual, el género, el clima o el veganismo. Una vez alcanzado un estado bastante elevado de bienestar había que pasar a otra cosa: se optó por lo identitario y lo identitario no solo consolidó la negación e impidió refrescar las ideas que mas arriba señalaba sino que canceló la cuenta de débito de las minorías consagrándolas como casi santas laicas.
Por eso si, puede ser si o no, como puede ser acaso o quizás más tarde
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