El poder de los símbolos

Símbolo es lo que une, diábolo lo que separa.

Hace algún tiempo publiqué un libro que titulé «Del mito a la clínica», donde traté de hacer ciertas equivalencias entre los relatos que una serie de pacientes me hicieron en terapia, con algunos mitos clásicos, fundamentalmente griegos, con la idea de reducir su complejidad, algo así como encontrar el meollo o el tema principal que suponía en el origen de sus malestares, una especie de factorización. Siempre me llamó la atención que las peripecias vitales de los individuos -contadas por ellos mismos- contuvieran pistas que remitían a ciertos relatos universales y alguna vez tuve la tentación de escribir un libro sobre textos directos que hubiera llamado algo así como «cosas que me contaron mis pacientes» a fin de clasificar y reducir su complejidad a algo más simple.

También sucede en el cine, donde los héroes por más modernos que nos parezcan en realidad remiten a epopeyas clásicas o a dilemas subjetivos que ya han sido tratados por la literatura universal. A pesar de que el hombre es un gran arquitecto de símbolos y de mitos, lo cierto es que no parece haber mucha originalidad en los nuevos planteamientos que se nos ocurren bien en nuestra rol de escritores, o bien en el rol de construir nuestra novela personal. No hay demasiadas diferencias entre Superman o Spiderman y el Jason clásico.

El libro de Jordi Balló y Xavier Perez, «La semilla inmortal» del que hablo aqui , es un buen ejemplo de esta repetición de temas con distintos finales, protagonistas y recorridos pero que no pueden evitar su parecido en origen con lo clásico, siempre a mitad camino de lo mítico y lo literario.

El mito es una narración de algo que nunca sucedió y es muy importante atender a este concepto de fantasía o de invención creada por la subjetividad humana; algo que nunca sucedió pero que pudo ser pensado y pudo ser contado. Usualmente un mito se cuenta por dos razones: para que no suceda en la realidad lo que allí acontece (como sucede en la tragedia griega) o con una inclinación pedagógica a fin de explicar fenómenos inexplicables -lo sagrado-, es por eso que el totemismo es un mito que pretende explicar el parentesco o la religión una forma de explicar fenómenos naturales amenazantes sin explicación racional.

Ultimamente mientras releía algunos párrafos de mi libro me ha llamado la atención la ausencia de un principio explicativo sobre el mito y el símbolo. La pregunta que me hice a mí mismo fue ésta: ¿Cómo hacemos los individuos para repetir mitos en nuestra vida personal, sin conocer mitología ni tener disposiciones especialmente eruditas sobre ese tema concreto? o ¿Cómo se inmiscuye el mito en la vida real?

Bueno, creo que es el momento para introducir el concepto de Bios y Zoé, sobre el que hablé aqui pero recupero un párrafo para orientar al lector sobre lo que quiero decir:

«Dicen que para aprender a pensar hay que conocer el griego antiguo y es verdad que algunos idiomas contienen más recursos cognitivos que otros, el alemán -aseguran algunos- es el ideal para filosofar. Si cuento esto es porque me ha llamado la atención que la palabra «vida» en nuestro idioma carece de matices, así o se está vivo o se está muerto, pero la verdad del asunto es que no es necesario estar vivo para estar animado, el sol, el viento, el agua, el fuego, lo volcanes y los tornados no están vivos pero están animados, del mismo modo en el relato de ciencia ficción de Stanislaw Lem.titulado «Solaris», aparece una entidad que parece estar viva aunque es de carácter mineral, en cualquier caso animada aunque inorgánica. Hablamos entonces de fenómenos naturales que nos muestran su poderío, su fuerza destructiva, su ambivalencia».

«Y es por eso que los griegos tienen dos palabras para nombrar a la vida. Una es «Bios» que se refiere a la vida de los seres individuales sean personas, animales o vegetales y otra es la palabra «Zoé» que se refiere a la vida colectiva, a la vida de la especie».

Cuando Zoé se convierte en Bios aparece la cultura, el símbolo y la comunidad. Pero como Bios sigue atravesada por la Naturaleza (Zoé) aparecen la guerra, el diábolo y los trastornos sociales que son la otra cara de esas producciones de la Bios, lo tanático. El símbolo pues, es lo que une Bios y Zoé y también lo que da cuenta de aquello que nuestro raciocinio rechaza, algo así como lo reprimido freudiano. El problema es que símbolo y diábolo, guerra y cultura, comunidad y anarquía van en el mismo pack, entrelazados como el ying y el yang, como Orden y Caos.

Un símbolo es por definición algo que no existe y que sin embargo tiene efectos materiales en nuestra vida, en nuestra Bios. Un símbolo no es sólo la representación de algo que está ausente sino algo que además de eso conecta Bios y Zoé, por ejemplo ese obelisco que hay aquí arriba ¿qué simboliza?. Simboliza el poder del sol -de una deidad solar- pero obsérvese que es una figura que apunta al cielo con una flecha en su punta, un arma peligrosa pero también el poder masculino fálico: el pene y la milicia.

Pongo un ejemplo que acabo de utilizar y que se usa mucho en psicoanálisis, la palabra «falo». Podemos pactar que esa palabra remite a otra, «el pene» que es un órgano que existe realmente. Pero pene y falo no son sinónimos, sólo lo son en cierta escala; uno pertenece al terreno de lo material y el otro es un termino conceptual, en realidad su significado es puramente semántico: «el símbolo de lo que falta o de lo que completa». Aqui hay un post donde hablo del falo y no voy a volver a repetirme salvo para decir que el falo no existe pero tiene efectos falizadores. No es desde luego un único ejemplo, hay más: por ejemplo la palabra «género», el género no existe salvo para la gramática, lo que existe es el sexo (o eres hombre o eres mujer) pero el género aun no existiendo generiza, es decir puede conseguir que un hombre se considere mujer o con gustos femeninos y al contrario, con una multitud de matices y combinaciones casi infinitas. ¿Cuantos géneros existen? Dicen que 112.

Lo mismo sucede con el mito del andrógino, mitad hombre y mitad mujer, algo que conocemos a través del Banquete de Platón. Lo cierto es que el andrógino o el hermafrodita (Hermes+Afrodita) no existen pero tienen efectos androgenizadores, masculinizadores en la mujer y feminizadores en el hombre.

La función del andrógino es terminar con la asimetría radical que representan hombres y mujeres, desfertilizarles, terminar con esa tensión erótica necesaria para fundar una unidad fértil, pues solo es fértil aquella union que se da entre dos polos asimétricos. Ninguna igualdad puede ser fértil.

La pregunta en este momento es la siguiente ¿Cómo es posible que algo que no existe tenga efectos materiales en la vida de los humanos? Nótese que los símbolos carecen de efectos en los animales, solo los tienen entre nosotros los humanos y lo tienen precisamente porque solo nosotros, los humanos podemos pensar en las cosas que no existen y más que eso: podemos inducir en los demás – a través de nuestro ejemplo escénico- modos de pensar las cosas que van más allá de la realidad. En este sentido el símbolo tiene más penetrabilidad que la percepción y sobre todo, más homogeneidad con el deseo.

Existe el hombre, y existe la mujer que piensan y tienen deseos, pero tanto uno como otro pueden estar falizados, es decir pueden pensarse a sí mismos como portadores de un extra simbólico que llamamos falo y que está relacionado con el poder. No es de extrañar que hoy se llame «empoderamiento» a la falicización de la mujer. Pues la mujer no tiene pene pero puede tener falo, pues el falo no está en el campo de lo sensible o de lo material sino en el campo de lo simbólico.

¿Pero si la mujer se faliza secundariamente qué sucede en el hombre cuando se faliza?

Lo que le sucede es que se convierte en un ser protésico, algo así como un golem, un ser sin alma, incompleto, que solo adquiere músculo al saberse portador de un ornamento que nadie puede ver pero que se manifiesta en algo relacionado con el poder. Dicho de otra manera, el falo se presenta en forma de síntoma, con frecuencia en forma de dominio, engaño o violencia.

Pero si un símbolo cualquiera puede manifestarse a través de lo carnal, es obvio que un relato, un mito puede manifestarse a través de la novela personal. Es por eso que repetimos el contenido de los mitos y es por eso que los reproducimos, a ciegas, sin saber porqué, como obedeciendo una lacra imponderable que suponemos que es algo que nos sucedió, sin caer en la cuenta de que estamos atravesados por la magia de un cluster simbólico del que somos víctimas pero también verdugos, pues al fin al cabo el que elige su mito, es siempre uno mismo.

Bibliografía.-

Del pene al falo Tesis doctoral de Sebastien Carrer, 2017.

El gran despertar

Alexander Dugin es un politólogo, escritor, filósofo e historiador de las religiones de origen ruso que ha estado empeñado en describir lo que a su juicio seria una cuarta teoría política, más allá del fascismo, comunismo o liberalismo. Su propuesta es algo así como un neo-eurosianismo, es decir una superación del bloque soviético y su inclusión en una Europa de base cristiana.

Dejaré abajo el articulo que he usado para confeccionar este post en la bibliografía. Pero pretendo ampliar sus conceptos con otros de mi cosecha. Y para empezar diré que el concepto de «gran despertar» es el nombre informal mediante el cual se ha organizado la resistencia frente al globalismo y el «gran reseteo».

Pero a mi personalmente este nombre no me gusta nada por sus resonancias místicas y esotéricas, en realidad el gran despertar es el nombre con el que se conoció a un movimiento de revitalización cristiana que se extendió por la Europa protestante y América británica, y en especial las colonias norteamericanas en la década de 1730 y 1740, dejando un impacto permanente en la religión norteamericana. Fue el resultado de la predicación de gran alcance que le dio a los oyentes una sensación de revelación personal de su necesidad de salvación por Jesucristo. Apartándose de los rituales y ceremonias, el Gran Despertar comprende un cristianismo intensamente personal para la persona común mediante el fomento de un profundo sentido de convicción espiritual y de la redención, y mediante el fomento de la introspección y el compromiso de una nueva norma de moralidad personal.

Personalmente creo que efectivamente esa resistencia al globalismo aun no tiene nombre ni mucho menos una ideologia que oponer a la de su adversario, pero ha de ser algo nuevo, nunca volver atrás se ha considerado -ante situaciones nuevas- una buena estrategia. Lo cierto es que la resistencia al globalismo es un movimiento patriótico y en cierta forma soberanista pero no puede quedarse en eso si realmente queremos vencer en esa guerra que ya se está llevando a cabo en distintos escenarios globales.

Pero es una guerra nueva, que se lleva a cabo sin tanques ni armas de fuego, ni soldados sino a través de ciberataques, pandemias, desastres naturales, incendios y asonadas y sobre todo una enorme movilización de los medios a fin de proyectar escenarios apocalípticos y sobre todo una imagen de gobiernos incapaces de gestionar las crisis con un mínimo de coherencia a fin de crear un vacío institucional. En esta guerra se mezclan pues elementos bien diversos: noticias falsas, decisiones estúpidas (que podemos contemplar en un continuo vaivén de contradicciones), guerra de guerrillas en las principales ciudades al estilo de la revolución molecular disipativa descrita por Lopez Tapias. mientras la agenda de Davos y el gran reseteo avanza hacia ese objetivo del 2030.

La llegada de Biden a la Casa Blanca marca la señal de que los globalistas están avanzando hacia los siguientes pasos que no son otros sino la instauración de políticas totalitarias (censura, cancelación, persecución de los disidentes, etc) a cara descubierta y mediante la complicidad de las grandes agencias.

Esto afectará a todas las áreas de la vida: los globalistas están regresando al punto en que Trump y otros polos de la creciente multipolaridad lo impidieron. Y ahí es donde el control mental (a través de la censura y manipulación de las redes sociales,  la vigilancia total y la recopilación de datos para todos ) y la introducción de nuevas tecnologías juegan un papel clave.

Es interesante saber que aunque el globalismo ostenta un enorme poder, pues son los propietarios del dinero que pueden ir multiplicando hasta el paroxismo, tienen una fuerte oposición: en EEUU existe unos 70 millones de personas que se oponen a los planes de Biden, lógicamente esto es un hándicap, personalmente encuentro muy complicado gobernar con esa masa de personas opuestas a la globalización. Rusia y China son países antiglobalistas como lo son también los países árabes incluyendo a Irán o Turquia. Dicho de otra manera, allí donde la democracia liberal fracasó volverán a fracasar los planes globalistas. Paradójicamente los planes globalistas de momento van ganando la guerra en Europa, siendo España el país donde más avanza su agenda.

En Europa,  comenzó a surgir una  ola de populismo a medida que estallaba el descontento de los europeos con la inmigración masiva y las políticas de género. Las élites políticas europeas permanecieron completamente subordinadas a la estrategia globalista, como se vio en el Foro de Davos en los informes de sus teóricos Schwab y el Príncipe Carlos, pero las propias sociedades comenzaron a moverse y, a veces, se levantaron en rebelión directa contra las autoridades, como en el caso de las “ protestas de los chalecos amarillos» en Francia. En algunos lugares, como Italia, Alemania o Grecia, los partidos populistas incluso han entrado en el parlamento.

Pero mientras tanto estos planes siguen adelante con sus revoluciones pop (anarquistas) y sus planes de debilitación de los Estados modernos tal y como los conocemos. Y sobre todo mediante el simulacro y la escenificación de grandes desgracias.

No es Trump es el trumpismo.-

No tanto es el propio Trump, sino en su línea de oposición a los globalistas, la que se ha convertido en el núcleo del trumpismo. En su papel de presidente, Trump no siempre estuvo a la altura de su propia tarea articulada. Y no pudo hacer nada al menos cercano a “drenar el pantano” y derrotar al globalismo. Pero a pesar de esto, se ha convertido en un centro de atracción para todos aquellos que conocían o simplemente sentían el peligro que emanaba de las élites globalistas y los representantes de Big Finance y Big Tech inseparables de ellos.

Así, el núcleo del trumpismo comenzó a tomar forma.

La fuerza impulsora detrás de la movilización masiva de los “trumpistas” llegó a ser la organización en red QAnon, que portaba sus críticas al liberalismo, los demócratas y los globalistas en forma de teorías de conspiración. Difundieron un torrente de acusaciones y denuncias por parte de los globalistas, por estar involucrados en escándalos sexuales, pedofilia, corrupción y satanismo.

Dado que las redes sociales son monitoreadas regularmente por partidarios de la élite liberal, recopilar información sobre casi todos los ciudadanos estadounidenses y sus preferencias políticas no fue un problema. Por lo tanto, la llegada de Biden a la Casa Blanca significa que el liberalismo ha adquirido características francamente totalitarias.

A partir de ahora, el trumpismo, el populismo, la defensa de los valores familiares y cualquier atisbo de conservadurismo o desacuerdo con los principios del liberalismo globalista en Estados Unidos  será casi equivalente a un crimen  : discurso de odio y “fascismo”.

Pero el trumpismo no acabará con la victoria de Biden ni se terminará con la retirada de Trump.

El  Gran Despertar  no se trata de élites e intelectuales, sino de personas, de masas, de personas reales.

Y el Despertar en cuestión no se trata de análisis ideológico. Es una reacción espontánea de las masas, poco competentes en filosofía, que de repente se dieron cuenta, como ganado frente al matadero, que su destino ya lo decidieron sus gobernantes y que no hay más espacio para la gente en el futuro, pues la ultima fase del reseteo es acabar con todo lo humano que hay en el hombre.

El Gran Despertar es espontáneo, en gran parte inconsciente, intuitivo y ciego. De ninguna manera es un escape de la conciencia, de la conclusión, del análisis histórico profundo. Como vimos en las imágenes del Capitolio, los activistas de Trump y los participantes de Qanon parecen personajes de cómics o superhéroes de Marvel. La conspiración es un sarampión infantil antiglobalización. Pero, por otro lado, este es el comienzo de un proceso histórico fundamental. Es así como surge el polo de oposición al curso de la historia en su sentido literal.

Es por eso que la tesis del Gran Despertar no debe cargarse apresuradamente con detalles ideológicos, ya sea conservadurismo fundamental (incluido el conservadurismo religioso), tradicionalismo, crítica marxista del capital o protesta por la protesta anarquista. El Gran Despertar es algo más orgánico, más espontáneo y al mismo tiempo tectónico. Así es como la humanidad se está iluminando repentinamente por la conciencia de la proximidad de su inminente fin.

Y es por eso que el Gran Despertar es tan serio. Y por eso viene de dentro de Estados Unidos, esa civilización donde el ocaso del liberalismo es más espeso. Es un grito desde el centro mismo del infierno, desde esa zona donde el futuro negro ha llegado parcialmente.

El articulo original de Alexander Dugin

La ira de las muchachas

Mi abuelo era herrero de profesión y pasó su juventud en la forja, más tarde emigró a Francia donde abrió un taller de automóviles pero seguía soltero y alguien le arregló un matrimonio con mi abuela, un matrimonio mal avenido con muchas discrepancias y maneras de ver la vida: él un hombre de mundo y ella una mujer adusta,  beata de pueblo pero muy lista para lo práctico y sufridora en casa.

Mi abuelo era lo que hoy llamaríamos un emprendedor, apenas se estableció en su lugar de origen compró una finca de algarrobos y se planteó la idea de hacerla de regadío: construyó un pozo de agua con la que acabó abasteciendo a los campos de la vecindad y convirtiendo una zona de secano en otra de regadío: los naranjos comenzaron a florecer. Lo importante es que lo hizo con su trabajo, día y noche, él solo construyó las tuberías, las enterró y decidió por donde pasaría el agua, dando servicio a aquel secarral.

Mis abuelos trabajaban pues en el campo: ambos. Recuerdo que en la puerta de su casa había melones y sandías, se vendían huevos de gallina, tomates y verduras, había almendras, muchas almendras que pelar y muchos conejos que alimentar. Mi abuela estaba dedicada en cuerpo y alma a mantener con vida a aquellos conejos, degollar gallinas para el Domingo o hacer verdura de tomate para el invierno. Las tareas del campo y las estaciones lo presidían todo.

Podríamos decir que mis abuelos pertenecían a una sociedad tradicional caracterizada por:

  1. El hombre trabaja fuera y la mujer permanece en casa o bien ayuda (si el entorno es rural) en las labores del campo.
  2. Toda la economía está en manos de las mujeres que son autosuficientes para cualquier cuestión doméstica: ropa, cocina y crianza.
  3. La religión es omnipresente en la vida familiar y las imágenes de los santos presiden las habitaciones de la casa.
  4. En las sociedades tradicionales se tienen muchos hijos y aunque estaban destinado a ser r, al final acabaron siendo K (teoria de la selección r/K) pero mis abuelos solo tuvieron a uno, dado que los gemelos murieron a los pocos días de nacer. En comparación con sus hermanos mi abuela sólo crió a un vástago.
  5. El hombre manda en teoría pero la economía familiar bascula en torno a decisiones femeninas, por otra parte el hombre casi nunca está en casa ni asiste a las novenas o los rosarios que organiza su esposa.  Cuando no está trabajando está en el bar echando la partida al guiñote donde se juega tan solo el café.
  6. El hombre se desentiende de la crianza de los hijos que quedan en manos de su esposa quien trata de inculcarles el temor de Dios, y el aprovechamiento, en el caso de mi padre, escolar.

No era frecuente en aquella época que un niño nacido en 1922 y que al comenzar la guerra civil tenia 14 años se destinara a estudiar una carrera. Algún maestro les dijo a mis abuelos que mi padre «valía para estudiar», un requisito indispensable en aquella época, no demasiado cómoda para el estudio que debía no solo simultanearse con las tareas agrícolas sino también eludir las consecuencias de la guerra y la postguerra con suspensiones y tironeos en el curso escolar que debía completarse en la capital. Y el hambre.

Podríamos decir que fue mi abuela la que decidió que mi padre estudiara y no tanto mi abuelo que solía decir que trabajando con él ganaría más que un ingeniero. Y así fue que mi padre emprendió la carrera de Químicas en Barcelona y fue allí donde comenzó a fijarse en mi madre que también procedía del mismo pueblo por parte de madre (mi abuela materna). Y que debía pasar el filtro de conformidad de mi abuela. Lo pasó.

Pero mi padre enfermó en su segundo año de Facultad y tuvo que dejar sus estudios. Regresó al pueblo y comenzó a trabajar con su padre y se casó con mi madre que con sus cuidados terminó por sanarle después de muchos años. Mi abuelo compró un camión Leyland y puso a mi padre -su empleado- a trabajar para la familia. Vale la pena detenerse en este momento para comentar que una de las características de las sociedades tradicionales es la familia extensa que pervivió más tiempo en el campo que en la ciudad. La revolución industrial llevó a muchas parejas jóvenes a las fábricas de las ciudades, rompiendo la cohesión de los amplios grupos familiares, lo que tuvo consecuencias en la mentalidad y la forma de pensar la vida de ambos grupos. Se creó así la familia nuclear que tuvo mucha influencia en el nacimiento de las clases medias.

Mi madre no trabajaba, pues entonces trabajar no consistía en ser funcionario sino trabajar en el campo o en la fabrica: una nueva vuelta de tuerca en el progreso, mis padres eran pues burgueses con el dinero justo pero burgueses al menos en su sistema de valores. Un hombre tenía a gala que su esposa no trabajara, era -por así decir- un orgullo, tanto para él como para ella. El trabajo de mi madre fue criarme a mí, una tarea agotadora como sabe cualquier madre que cría hijos sin ayuda. Y lo hizo muy bien a base de muchas horas en aquella camilla con brasero donde dividíamos con tres decimales y esperábamos la vuelta de mi padre cuando la división se nos atascaba.

Uno de los valores más queridos por esas clases medias (que Evola llama burguesía) es que se privilegia la calidad de la educación de los niños en lugar de su cantidad. En este sentido mis padres adoptaron claramente esta estrategia K de calidad educativa en lugar de la r. Solo tuvieron un hijo que fui yo aunque no fue una decisión voluntaria.

Como podemos ver en este esquema de mi familia, en poco menos de 50 años se pasó en España de una sociedad atrasada, agrícola, primitiva y en cierta forma tradicional pero cohesiva a una España (cuento desde el 68 que remite a mi generación) que sería absolutamente irreconocible para mis abuelos si hubieran llegado a visualizarla.

Julius Evola en el libro que preside este post habla de la evolución de estas sociedades tradicionales donde valores como el mérito, el trabajo, la honradez eran exigibles en todo el mundo hasta el modo actual disolutivo y de alguna manera nihilista que preside el mundo actual. ¿Cómo se llevó a cabo este cambio?

Personalmente creo y así lo dejé escrito en este post y alguno que le precede que el origen de esta deriva está en el liberalismo pues el liberalismo (los whigs) suponen la emergencia de la modernidad y el arrinconamiento del viejo orden que representaban los reyes absolutistas.

No deja de ser paradójico que un movimiento aparentemente tan «progresista» como los whigs haya derivado en algo tan reaccionario como observamos en el mundo de hoy, con esa mezcla de nacionalismos, feminismos transnochados, orgías de sexo, violencia y alcohol en plena pandemia y de uns disolución de las costumbres morales notoria. Pero ya veremos como la lógica de los acontecimientos conceptuales del liberalismo animan y explican gran parte de estas derivadas.

El paradigma del liberalismo es el individualismo y también la emancipación, siempre individual, una derivada del pecado pues solo puede pecarse individualmente. Para el liberalismo el individuo es la única identidad que existe o debe existir. Todo tipo de identidad colectiva o interindividual es un obstáculo y debe, por lo tanto, ser superada o destruida, todos los tabúes, la tradición, la religión, la familia, costumbres, la nación, todo ha de ser sacrificado en la pira de lo individual. Todo es mero concepto, y barrera para el individuo. El problema con estas ideas es que con el tiempo terminan infectando y destruyendo a la propia civilización que las gestó.

Y así sucedió pues el liberalismo siempre tiende a la izquierda: al socialismo, más tarde al nihilismo de los populismos y es muy posible que le suceda el transhumanismo. Pero ¿qué es el nihilismo?

El nihilismo.-

Se trata de un nuevo paradigma occidental: el derrocamiento del tradicionalismo europeo en favor de una nueva teoría de la naturaleza y del hombre aunque pasando por distintas etapas: el éxito de la socialdemocracia y la consolidación de la izquierda indefinida coetánea del nihilismo actual.

El nihilismo es una doctrina filosófica que emergió en Rusia y le debe el nombre a Turguenev y responde a una consigna:

«Todo se reduce a nada».

No hay una verdad absoluta y la realidad es aparente. El nihilismo suele presentarse como nihilismo existencial, forma en la que se sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco, El nihilismo se puede considerar crítica social, política y cultural a los valores, costumbres y creencias de una sociedad, en la medida en que estas participan del sentido de la vida, negado por dicha corriente filosófica, muy útil en aquellos artistas que viven de «epatar» las costumbres sociales pero muy mortífero cuando se convierte en una creencia social o sistémica .

Pues los viejos valores de las sociedades tradicionales no han sido sustituidos por ningún otro, sino por el repudio de cualquier valor moral. A veces surgen sucedáneos como el estoicismo perfeccionista  que contemplamos en algunos trastornos psiquiátricos modernos como los trastornos alimentarios o a los fetichismos morales que vemos en ciertas prácticas como el animalismo, el veganismo o el feminismo de cuarta generación.

En el libro de Evola el autor rastrea el concepto desde los presocráticos hasta los novelistas del desenfreno sexual como Henry Miller, los poetas como Rimbaud, artistas surrealistas o dadaístas o filósofos como Nieztsche, aunque es más conocida la sentencia de Dovstoievski cuando afirma que .

«Si Dios no existe todo está permitido».

El problema es que el nihilismo saltó desde la «locura particular» de algunos artistas hasta la población general. Hoy la civilización comparte muchas de las falacias del nihilismo, su renegación de cualquier valor

No es de extrañar pues que la verdad (decir la verdad) ya no se considere un valor en sí mismo, solo así puede entenderse que los votantes perdonen» las mentiras de sus gobernantes, que ya ni siquiera tratan de disimularlas ni se avergüenzan cuando los periodistas les sacan viejas declaraciones donde decían todo lo contrario de lo que hacen. La verdad ha dejado de ser un valor y si hay la suficiente masa critica, la mentira no se tomará en consideración para mi próximo voto. No es que me hayan engañado es que la verdad no existe.

Otro valor en decadencia es el mérito. Ya no es necesario ni deseable cultivar el mérito individual, los doctorados son regalos para algunas personas, la ausencia de todo mérito académico un seguro de vida político pues asegura la lealtad y la adhesión a cualquier estupidez. No saber hablar o debatir o gritar e interrumpir con insultos a los adversarios es ejemplo de buena práctica. Todo ello explica el bajisimo nivel que tienen nuestros diputados y los espectáculos con que nos oprimen a los ciudadanos comunes cuando son retransmitidos por la TV.

No cabe ninguna duda de que estos valores junto a la decencia económica en el manejo de los dineros públicos son ejemplos que señalan hacia el repudio de los mismos.

El problema es que el feminismo y el nihilismo empastan mal.

Feminismo y nihilismo.-

El feminismo fue en sus orígenes un movimiento tan sensato y decente como la idea democrática de los whigs originales. De lo que se trataba era de deponer la monarquía absolutista y cambiarla por un poder parlamentario, democrático similar a la República romana en sus orígenes; muy pocas personas hoy podrían estar en desacuerdo con esta idea, otra cuestión es explicar como la Revolución francesa se pervirtió de tal manera para convertir aquellas ideas de «Fraternidad, libertad e igualdad» en una experiencia imperial comandada por Napoleon que heredaría el caos que surgió de aquella asonada que llenó Francia de cabezas cortadas, llevandoa Francia a un nuevo desastre.

El feminismo en realidad es un subproducto liberal como la sanidad universal, que fue derivando poco a poco y a través de los cambios sociales en otra cosa bien distinta. El feminismo le debe más a Coco Chanel que liberó a la mujer de sus inútiles refajos o a la aparición de la píldora antibaby que a cualquiera de las madres del sufragio universal que se hubiera instalado de todas maneras del mismo modo que el trabajo femenino fue muy necesario en las fábricas de la segunda guerra mundial.

Pero el nihilismo de la época actual es mal momento para el activismo feminista y da como resultado escenas esperpénticas como las que vimos ayer el día 8-M, en un aquelarre exhibicionista en plena pandemia. Es como si las mujeres hubieran sido utilizadas como «mujeres de paja» para desacreditar al propio movimiento, dado la impresión de que este feminismo es más un negocio que una reivindicación de igualdad. Pues el argumento de fondo es:

¿Si no hay valores porqué se defiende el valor de ser mujer frente al de ser hombre?¿Si la vida carece de sentido porqué acusar al patriarcado de oprimir a las mujeres? Que más da si están o no oprimidas, la vida carece de sentido ¿no era esa la idea? Si el mérito ya no existe ¿por qué las mujeres se adjudican el mérito de cuidar, trabajar más y por menos dinero? ¿Quién tiene la culpa de que las mujeres tengan la regla o tengan hijos? ¿Es el patriarcado?

No pocas falacias y muchas contradicciones, resueltas a través de un fetichismo (supremacismo) moral que oculta su fondo religioso que tanto recuerda al moralismo de nuestras abuelas.

Efectivamente, el nihilismo no es solo la desaparición de los valores sino la relación con la verdad. Y la verdad es que los cerebros de hombres y mujeres es diferente. Echo de menos un movimiento feminista que enseñe a las mujeres a pactar consigo mismas qué es lo que realmente quieren y a no buscar culpables en el sexo opuesto si no lo consiguen, a descabalgarse de cualquier politización de este asunto y a entender mejor a los hombres con los que conviven incluyendo a sus propios hijos.

Pero el desvarío de estas ideas no se combate con la verdad, pues la verdad es irrelevante para un nihilista, tampoco se combate con la vuelta atrás pues no solo es indeseable sino imposible, tampoco volviendo nuestros ojos a los misticismos orientales pues los chinos terminaran como nosotros a poco que abran la mano del control de la población. Ellos llevan cierto retraso con respecto a nosotros, eso es todo.

Lo que propone Evola es cabalgar el tigre, es decir retirarse, subirse a lomos de la fiera para impedir que nos devore y esperar a que se canse. Entonces descabalgarle y decirle la verdad. Estamos enmedio de un ciclo y este ciclo -como el mundo en el que vivieron mis abuelos- desaparecerá.

Mientras tanto, vivir en el mundo sin estar en él, como decía Junger.

Lo que aprendí en el 2020

«Quiero y mando que toda la gente civil… y sus domésticos y criados que no traigan librea de las que se usan, usen precisamente de capa corta (que a lo menos les falta una cuarta para llegar al suelo) o de redingot o capingot y de peluquín o de pelo propio y sombrero de tres picos, de forma que de ningún modo vayan embozados ni oculten el rostro; y por lo que toca a los menestrales y todos los demás del pueblo (que no puedan vestirse de militar), aunque usen de la capa, sea precisamente con sombrero de tres picos o montera de las permitidas al pueblo ínfimo y más pobre y mendigo, bajo de la pena por la primera vez de seis ducados o doce días de cárcel, por la segunda doce ducados o veinticuatro días de cárcel… aplicadas las penas pecuniarias por mitad a los pobres de la cárcel y ministros que hicieren la aprehensión».
Bando de 10 de marzo de 1766.

Este año ha sido un año difícil, un año de bandos y de pasquines en las redes sociales y todo el mundo sabe porqué. La maldita pandemia ha venido a poner sobre la mesa muchas de nuestras vulnerabilidades, 1) las económicas, con una economía basada en el turismo y la restauración, 2) las sanitarias, creíamos que disponíamos de la mejor sanidad del mundo y lo cierto es que se encontraba exánime por los recortes, por la gazmoñería y por decisiones políticas siempre orientadas a la auto-publicidad y nunca al reparto de recursos entre todos y 3) nuestra clase política que a trancas y a barrancas iba engañándonos cada vez mejor y que ha derivado en un engaño a «cara descubierta» y cuando digo clase política me refiero a todos los políticos.

No es que me haya desengañado este año por primera vez, ya lo hice el 11-M cuando entendí que la razón de Estado era superior al conocimiento de la verdad y la justicia, pero este año he comprendido más cosas: existen intereses supra-estatales que nos gobiernan, que están ahí, pueden verse, están las pruebas sobre la mesa pero el sistema está demasiado corrupto para tomar cartas en el asunto, más que eso, es cómplice de una agenda -agenda 2030- que cada vez es más publica que secreta y hasta tiene pagina web, que no enlazo por pudor.

¿Y los ciudadanos qué hacemos?

Esa ha sido mi mayor decepción.

Pues los ciudadanos estamos más divididos que nunca, incluso en las mismas familias, pero lo curioso de todo esto es que esta división viene de un lado bien distinto al que nos tenían acostumbrados nuestros anteriores gobiernos, ahora la división ya no es entre izquierda y derecha, «progres» y «fachas» sino entre los que creen a pies juntillas en la machacona información que desde las televisiones nos remiten y los llamados negacionistas.

Para entenderlo mejor un negacionista es un ciudadano que:

  • Cree que las mascarillas no sirven de nada, ni las medidas de aislamiento o de distanciamiento
  • Cree que la pandemia no existe o de existir es una gripe sin más y que se trata en cualquier caso de una estrategia de las élites para forzar políticas totalitarias.
  • Organizan fiestas privadas o reuniones y desplazamientos que están prohibidos por sus autoridades sean del estado o de su CCAA. Es decir se rebelan contra el confinamiento que creen que no va con ellos.
  • Piensan que las vacunas no servirán de nada y en cualquier caso son un mecanismo de eliminación de la población, una especie de genocidio programado destinado a disminuir la población mundial empezando por los más débiles organizado por alguna oscura mafia. Se les conoce como antivacunas y difunden teorías como ya hacían antaño sus precursores, esos que decían que las vacunas provocaban el autismo de los niños.

A ellos les recomendaría que leyeran a qué se refiere este principio de la causalidad: «post hoc ergo propter hoc». Viene a decir que la coincidencia temporal de dos fenómenos no significa que estén relacionados causalmente. La pandemia es verdadera y los intentos totalitarios de los gobiernos también. No parece pues que negar la pandemia sea una buena estrategia para detener los decretos-ley del gobierno español.

El motin de Esquilache.-

Precisamente hoy he vuelto a leer algunas cuestiones que rodearon a aquello que en Madrid llamaron «El motin de Esquilache. Madrid tenia en 1766, unos 50.000 habitantes, reinaba por entonces Carlos III, un Borbón afrancesado e ilustrado que pretendía traer a España la modernidad francesa y lo primero que le llamó la atención de Madrid fue la suciedad, los orines en la calle, los pobres y mendigos que pululaban por sus calles. decidió imponer sus propias normas a fin de iluminar las calles y crear fosas sépticas para el alcantarillado. Solo que…cargó el gasto en los propietarios de las calles que recibieron tal servicio.

El primer ministro de Carlos III era un italiano muy refinado llamado Leopoldo Esquilache quien hacía y deshacía a su favor dejando al rey en un plano muy inferior al de su rango como siempre ha sucedido en España con los validos. Desde su gobierno se aprobó una subida del pan casi al doble de su valor y por encima de los jornales que los más desfavorecidos cobraban al día, de manera que un jornalero no podía alimentarse ni  a si mismo ni a su prole y estamos hablando del pan que era el alimento esencial en aquella época para la población civil (no el clero ni los aristócratas ,ni mayorales ni militares).

Pero Esquilache cometió un error imperdonable al prohibir la capa larga y el sombrero redondo con el pretexto del embozo. Dicho de otra forma: esta manera de vestir, unida a la falta de iluminación nocturna hacia de Madrid un lugar ideal para malhechores y muy peligroso para deambular por él. A cambio propuso la capa corta y el sombrero de tres picos que dejaban la cara al descubierto y permitían así la identificación visual del malhechor, un poco al revés de lo que sucede hoy con la máscarilla que es el propio gobierno quien la promociona (como medida sanitaria) y a la que consideró inútil al principio de la pandemia y quien la prohibe en las manifestaciones. Una vuelta a Esquilache.

Pues tal y como reza el pasquín:

Yo el gran Leopoldo Primero

Marqués de Esquilache Augusto

Rijo la España a mi gusto

Y mando en Carlos Tercero.

Hago en todo lo que quiero

Nada consulto ni informo

A capricho hago y reformo

A los pueblos aniquilo

Y el buen Carlos, mi pupilo

Dice a todo: «¡Me conformo!»

El motín se produjo de una manera espontánea y el que quiera saber más detalles puede consultarlo en la wiki, pero mi argumento es que en ningún caso el pueblo de Madrid se sublevó por el precio del pan sino por la regulación de la vestimenta. Esa es la cuestión más paradójica, un motín que se extendió a varias ciudades de la Península y que llevaba como argumentario principal la exclusión de Esquilache -que no era español y no entendía nuestra manera de vivir-. Pero lo más paradójico es que el pueblo condenaba a Esquilache pero salvaguardaba al rey y más aun le aplaudía y le vitoreaba como si no tuviera nada que ver con las políticas de su valido. Ninguna política alternativa, ningún plan a medio plazo surgió de aquella asonada. Eso si se consiguió bajar el precio del pan. Dicho de otra manera: el motín de Esquilache fue una revolución francesa light o cañí  que no cambió nada salvo de bando en las élites gubernamentales.

Y si viene a cuento esta lección de historia es para recordar que las masas son eso, masas y nada bueno puede esperarse de ellas ni de sus tumultos pues lo que estamos viendo en nuestro país hoy es algo muy parecido, la gente esta indignada pero no por las políticas del gobierno que cada semana aprueba una ley que atenta contra los intereses de la mayoría de la población a la que desatiende organizando un reemplazo generacional que ya ha comenzado en Canarias, sino por las mascarillas, los botellones y las vacunas.

Estar en contra de las mascarillas, el confinamiento o las vacunas es un desplazamiento de lo abstracto a lo concreto. La gente no se indigna por la ley Celáa,  o por las barbaridades apocalípticas de Pablo Iglesias contra la monarquía sino por no poder ir al bar, al campo de futbol, a cenar con los amigos o que amaguen con vacunas obligatorias de poca fiabilidad.

De manera que la única revolución que podemos esperar procede de los negacionistas.

España sigue siendo un país donde sus reyes y gobernantes tienen miedo a sus ciudadanos (y por eso huyen con sus joyas cuando las cosas se ponen feas) pero ellos no pueden vivir sin reyes ni gobernantes que les vacunen en contra de su voluntad si es necesario.

De manera que mi principal decepción este año ha sido la sociedad civil.

No es posible esperar nada de la sociedad civil, ni de los políticos, ni del ejército estamos en manos de unas élites que andan diseñando un plan, a medio camino entre el neoliberalismo para el capital y el comunismo para los de a pie. Y eso parece que gusta a los que organizan fiestas rave en plena pandemia. Pan y circo para los españoles.

La buena noticia es que esas élites que parecen gobernar el mundo fracasarán porque no saben que los españoles seguiremos llevando la capa larga y el sombrero redondo aunque tengamos que convivir con los turbantes orientales.

2021 es un año para resistir y los que pasamos la adolescencia en pleno franquismo estamos acostumbrados.

¿Pandemia o plandemia?

El gato le ha dado a Alicia la llave para comprender que su forma de pensar forma parte del problema y de la solución del problema: que no están separados. (L. Carroll)

Hay dos falacias lógicas que vienen a cuento en este dilema acerca de la pandemia por covid19 que estamos sufriendo:

Post hoc ergo propter hoc y

Cum hoc ergo propter hoc.

Ambas se refieren al mismo hecho que divide al mundo de la causalidad en dos aspectos: causa y correlación. Dos hechos A y B pueden darse al mismo tiempo (cum hoc) o uno inmediatamente posterior al otro (post hoc), de tal manera que parecen relacionados y que uno sea la causa del otro. Lo políticamente correcto en causalidad es pensar que las deducciones que se hacen a partir de relacionar ambos eventos son incorrectos y sus conclusiones inválidas.

El problema es que a veces pueden resultar ciertas aunque la deducción sea inválida.

Que es una manera de decir que algo correcto estadísticamente puede ser falso en la realidad.

Así se divide al mundo en negacionistas (los que niegan la evidencia científica) y los ortodoxos que aceptan las explicaciones de los «expertos».

Y lo cierto es que si algo ha demostrado esta pandemia es que no existen expertos sobre el Covid19 por una razón muy obvia, es algo nuevo, un cisne negro como la victoria de Trump.

Para empezar hay que admitir que el citado virus es una zoonosis, es decir es una enfermedad de algún animal (el murciélago dicen) que ha saltado espontáneamente al género humano en un mercado de carne de Wuhan donde por cierto no vendían murciélagos. Pero que estaba muy cerca de un laboratorio de muy probables armas biológicas del gobierno chino.

Un gobierno que trató de ocultar la supuesta fuga del virus de sus instalaciones y que -hasta donde pudo- retrasó informar a los comunidad internacional de esta amenaza, al tiempo que hacía «desaparecer» a los médicos que opinaban en contra de la versión oficial.

En apenas 1 mes el virus saltó las fronteras de China y se extendió a Irán, Rusia y posteriormente Europa, siendo Italia el primer país donde causó más estragos. Pronto saltó el charco y se plantó en USA y Sudamerica.

La reacción de los gobiernos fue la esperada, primero se banaliza el problema (recordemos el 8-M) y después se sobreactua. Lo cierto es que algunos países sufrieron la pandemia más que otros, USA, España, Italia, y Brasil están entre los destacados tanto en número de fallecidos como de contagios. Todavía no sabemos las razones de esta predilección del virus por algunos países mientras desprecia a otros (como los países bálticos o Africa en general), ese es otro cisne negro dentro del cisne negro y la versión oficial está relacionada con la demografía y la vida social, pero también con la gestión de la pandemia. En eso en España hemos sido campeones: nadie ha gestionado peor la pandemia que nuestro gobierno aunque es cierto que otros gobiernos han sido bastante estúpidos al fiarlo todo a la inmunidad de rebaño, así el Reino Unido optó por esa estrategia hasta que Johnson pilló el Covid y parece que esto le disuadió de seguir mirando hacia otro lado mientras sus ancianos morían tanto como aquí en España a pesar del confinamiento radical que sufrimos.

De lo que se trataba era de salvar la economía y de evitar el colapso de los hospitales en lugar de preservar las vidas de los pacientes de alto riesgo, ancianos y otros enfermos crónicos. Así llegamos a unas 40.000 muertes en España, mal contadas pues nadie sabe a ciencia cierta aun hoy cuantos murieron de verdad con y por el Covid. En número de muertes por millón de habitantes  también llevamos ventaja.

El confinamiento fue la idea que el Presidente de nuestro gobierno entendió que era la mejor opción, mientras se decía que las mascarillas no servían de nada (en realidad no había mascarillas) y que las pruebas PCR tampoco servían de mucho (tampoco había reactivos). Entonces se contaban muertos, ahora se cuentan contagiados llamados eufemísticamente «casos».

Y lo cierto es que seguimos sin distinguir «casos» de «contagios» y por eso se habla de «asintomáticos». No sabemos si los asintomáticos contagian pero por si acaso hemos puestos mascarillas a todo el mundo (ahora si hay mascarillas) y distancia de seguridad, mientras seguimos obligando a hacer cuarentena a los «casos» que se detectan por PCR, a pesar de que existen serias dudas de su utilidad.

Ahora los informativos ya no cuentan los fallecimientos, ni las camas libres de UVI, ahora cuentan los «casos» que cada vez son más porque las CCAA cobran de la UE una comisión por cada PCR que realizan. A Más PCR más subvención y es por eso que parece que haya muchísimos casos a pesar de que el número de fallecidos cae.

Lo cierto es que la estrategia de comunicación del gobierno ha sido un desastre, tanto como su falta de prevención en acaparar material de primera necesidad. Recordemos que ni siquiera los sanitarios dispusieron de este material al principio de la pandemia.

 

Así entre declaraciones, errores de comunicación, contradicciones, propaganda de la verdad oficial que cambiaba cada semana y el cansancio de la población ha ido apareciendo un fenómeno nuevo llamado «negacionismo», ampliamente divulgado por los medios de comunicación e identificándolo con la locura colectiva. Son negacionistas los que niegan la pandemia y piensan que es una estrategia de los poderes ocultos bajo las siglas del NOM para dominar el mundo atacando a sus economías, sus servicios esenciales, imponer políticas restrictivas con las libertades públicas, decretos leyes con el Parlamento cerrado y liquidar a los abuelos.

Yo no soy negacionista sino afirmacionista y creo que la pandemia es verdadera pero la plandemia también y creo además otras cosas que paso a continuación a listar:

  1. El virus no se ha secuenciado y si se ha secuenciado no se ha publicado, tampoco sabemos quién tiene la patente. La mayor parte de la gente no sabe que los virus tienen patentes que pertenecen usualmente a una persona o institución
  2. Tampoco sabemos si las vacunas que se están poniendo a prueba parten de esa secuenciación o del algún modelo matemático a juzgar por la celeridad con que unos laboratorios y países compiten con los demás. Lo que las hace muy dudosas en cuanto a su seguridad.
  3. El hecho de que no se hayan hecho autopsias nos impide saber la fisiopatología de la infección y saber a ciencia cierta de qué murieron esos fallecidos mal contados por el gobierno.
  4. Es muy probable que el Covid sea un virus de diseño y que en ese laboratorio de Wuhan estaban haciendo cosas feas e ilegales. Si el escape del virus es un accidente es secundario al hecho de que se trabajara con ese material letal.
  5. Nuestro gobierno lo ha hecho tan mal que parece que lo haya hecho adrede y esa es la sospecha que tienen en la cabeza esos negacionistas que salen por la tele sin mascarilla y desafiando a la policía.
  6. Lo que he aprendido en esta pandemia es que en España no funciona casi nada, ni sabemos contar los muertos, ni hay coordinación entre Autonomías y cada una va a su bola, que los políticos a pesar de tener tantos asesores no han sabido -por su conocida soberbia- rodearse de personas capaces (verdaderos expertos) en epidemias.
  7. Ahora tenemos un país arruinado, con la gente medio confinada, sabiendo que nuestro gobierno lo ha hecho muy mal y sabiendo que el mal ya está hecho y que no se vislumbra ninguna esperanza en cuanto a un cambio de estrategia. Lo cierto es que la mayor parte de los Ertes aún no se han cobrado, los negocios privados están arruinados y hay una seria amenaza a las nóminas de funcionarios y pensiones.
  8. La peor decisión que puede tomar un gobierno en la situación actual es demonizar a los jóvenes, acusar a la población de irresponsable y ejercer la censura en los medios. Esto no es China y aquí no funciona, no funcionó nunca.

En suma, no hemos dado la talla como país y si no había un plan (plandemia) lo parece, de forma que los informadores deberían ser un poco más sutiles a la hora de liquidar con ese detestable epíteto, «negacionista» a todos los que discrepen de la verdad oficial. Dudar de lo que nos cuentan no es hoy síntoma de negacionismo sino una actitud razonable y crítica, a veces desproporcionada pero comprensible.

Las consecuencias de esta situación son aún hoy inconmensurables pero ya se detecta una desafección a todo lo público y lo que es peor: a la ciencia.

Aunque quizá sea para bien pues la teorías causales en la ciencia han de ser revisadas, ya es hora de que la ciencia se encuentre de bruces contra sus propios métodos y protocolos. Ya es hora de que la ciencias de la complejidad asomen el hocico para hacer entender que aun con «cum» y con «post» pandemia y plandemia es decir lo espontáneo y la conspiración pueden coexistir.

Lo que es lo mismo que decir que ficción y realidad forman parte de un mismo paquete de información como el gato de Chersire le enseñó a Alicia.