Patrones, planetas y fenotipos

Un patrón puede definirse -aun siendo una palabra muy polisémica- como un conjunto de rasgos o sucesos recurrentes, esto es que se repiten, sean motivos geométricos como las teselaciones o los fractales o sean los relativos a la economía, el diseño o la climatología. Son también interesantes esos patrones dobles que aparecen en las ilusiones ópticas : ver o no ver un determinado patrón. En suma lo que hay que esperar de un patrón es que aparezca de nuevo, pues está sometido a la ciclicidad,

Existen también patrones psicológicos, asi existe patrones tipo A, tipo B, tipo C o tipo D que más bien remiten a la psicopatologia y han sido adoptados como predictores de salud. Existe pues una relación entre patrones de personalidad y la tendencia a sufrir determinadas enfermedades, por ejemplo sabemos que el patrón tipo A está relacionado con el infarto de miocardio.

Lo interesante de los patrones es que nuestro cerebro se afana en encontrar patrones -es decir repeticiones- a fin de orientarse en el mundo y es probable que nuestro hemisferio derecho se ocupe de emitir y leer patrones que -sin embargo- no puede relatar. De eso se encarga nuestro hemisferio izquierdo, que es el que construye relatos.

La idea de un hemisferio que emite y lee patrones y de otro hemisferio que los piensa, narra o ejecuta, se encuentra en muchos pensadores de la neurociencia y se apoya en ciertas evidencias que encuentran -por ejemplo- que las alucinaciones auditivas de los esquizofrénicos se producen en el hemisferio derecho y probablemente también los paroxismos vocales del síndrome de la Tourette.

Sin embargo las areas de Broca y de Wernicke existen tanto en el hemisferio izquierdo como en el derecho, sólo que con distinta función. Asi el area de Broca izquierda está relacionada con la emisión del lenguaje y el area del mismo lado de Wernicke lo está con la comprensión del mismo. ¿Qué funciones desempeñan estas mismas estructuras en el hemisferio derecho?

Las áreas relacionadas con el lenguaje en el hemisferio derecho son paradójicamente mudas y se ocupan de la expresión no verbal: creatividad, lenguaje corporal e intuición que han de ser puestas en palabras a través del hemisferio izquierdo (la corteza cerebral izquierda) que es la que narra la experiencia que procede de su costado derecho. Concretamente, sabemos que en el hemisferio derecho se ubican la percepción u orientación espacial, la conducta emocional (facultad para expresar y captar emociones), facultad para controlar los aspectos no verbales de la comunicación, intuición, reconocimiento y recuerdo de caras, voces y melodías. El cerebro derecho piensa y recuerda en imágenes de un modo fundamentalmente geométrico.

Diversos estudios han demostrado que las personas en las que su hemisferio dominante es el derecho estudian, piensan, recuerdan y aprenden en imágenes, como si se tratara de una película sin sonido. Estas personas son muy creativas y tienen muy desarrollada la imaginación y la expresividad artistica pero también las conductas apragmáticas que observamos en las enfermedades mentales donde es posible especular que el hemisferio izquierdo es incapaz de dotar de sentido las experiencias que remite el hemisferio derecho.

Leyendo el libro de Linden «El cerebro accidental» el autor nos lleva de viaje a través de la idea de que en realidad el cerebro humano no es una obra maestra de la ingeniería -o como suele decirse del diseño inteligente- sino una de las chapuzas más grandes de la historia evolutiva. Efectivamente el cerebro humano se formó a partir de retazos, de agregaciones y no de rediseños. Como bolas de helado superpuestas en un cucurucho pre-formado y cuyo volumen es imposible de rebasar por el tamaño de las caderas de las hembras humanas.

El hemisferio derecho es pues desde el punto de vista del lenguaje, admonitorio y el hemisferio izquierdo ejecutivo. Dicho de otro modo, el señor Broca derecho seria algo así como una emisora de señales preverbales, de patrones de acción fijos (diseñados por la filogénesis y la ontogénesis), el cerebro derecho gime, gruñe, ordena, grita, susurra, alude, insulta, apela de una forma más o menos tosca puesto que lee patrones fundamentalmente ratoniles (emocionales) pulsantes y repetitivos. La función del hemisferio izquierdo sería la de encontrar sentido verbal y narrativo -máxima relevancia de contexto- a aquellas señales que emergen del hemisferio derecho y para eso dispone de muchos recursos: la racionalización y la narrativa que muchas veces y como veremos a continuación raya en la fabulación.

Observen ahora estos dos patrones de personalidad: el patrón del señor R y el patrón del Sr F.

Señor R.

Es una persona con amplias habilidades sociales, con una gran facilidad para establecer amistades y contactos, es diplomático y agradable y tiene bastante éxito en su profesión. Disfruta de un alto estatus y tiene muchísimos amigos en todas partes que le ayudan a conseguir sus fines. Apenas tiene enemigos y tiene una habilidad especial para encontrar apoyos para sus planes y encontrar argumentos para halagar a todo el mundo que le rodea. No escatimará esfuerzos ni gastos para conseguir apoyos relevantes.

Señor F.-

Es una de esas personas que carecen de intereses sociales, sin ser un asocial no tiene demasiadas habilidades para relacionarse con los demás que le consideran un tipo raro, ensimismado y siempre distraído. Tiene buena reputación debido a que ha alcanzado un alto estatus en su profesión y porque todo el mundo admira su carisma personal y su nivel de conocimientos e inteligencia. Pero apenas tiene amigos y por otra parte no los busca, no encuentra placer en las relaciones sociales, si acaso solo de uno en uno y no con todo el mundo. Se trata de una de esas personas que parece un sabio distraído que apenas se preocupa de los quehaceres concretos de la vida y depende para su gestión diaria de otros, mientras sobrevuela sobre mundos que parecen cerrados para los demás.

Se trata de dos patrones bien conocidos, todos tenemos amigos o conocidos de ambos tipos. ¿No es así? El único problema es que R piensa que F es un holgazán y que no se esfuerza lo suficiente en mantener las relaciones sociales, mientras que F piensa que R es un «pelota», un adulador que ha progresado gracias a sus dotes para la manipulación de egos ajenos, Piensa también que está sobrevalorado en su medio y que su talento no es tan brillante como se le piensa.

A pesar de que los dos señores son Sagitario.

Obsérvese cómo cada patrón tiene además su interpretación: el hemisferio derecho capta el patrón de personalidad pero el hemisferio izquierdo construye un relato.

Leer patrones y conjugar relatos son cosas diferentes. A la ciencia le gustan poco los relatos y prefiere los datos, es decir identificar los patrones para luego relacionarles con otra cosa, sean enfermedades físicas, sean particularidades psicofisiológicas o sean rasgos psicopatológicos. A la ciencia le interesa predecir y no tanto describir.

De hecho esos dos patrones tan banales y frecuentes de los que he hablado más arriba no proceden de la psicología sino de la astrología.

Patrones en la astrología.-

La astrología no es una ciencia sino una pseudociencia pues solo consideramos ciencia a aquella disciplina de donde pueden extraerse predicciones. Si la astrología permitiera conocer el futuro de la vida de los examinandos entonces seria una ciencia. Y así fue -en realidad- como surgió: una forma de adivinación del futuro que vendría determinado por la posición de las estrellas y los planetas a la hora de su nacimiento y según su longitud y latitud, es decir de su posición en la elíptica en ese momento de su nacimiento.

En realidad ni el lugar, día o posición de los planetas determinan nada y tampoco la astrología puede adivinar el futuro de nadie y sin embargo en la astrología hay gotas de verdad. ¿Cómo se explica este fenómeno?

Se explica porque la astrología, al menos la astrología moderna -de inspiración jungiana- trabaja con arquetipos. El Sr R y el Sr F son arquetipos (el Emperador y el Mago) bien distintos a pesar de compartir el signo astrológico de nacimiento, Sagitario. Pero más allá de dónde estuviera el Sol el día que nacimos, lo que interesa en una carta astral son los aspectos, es decir donde están ubicados los planetas en la elíptica.

Para ello vamos a observar cómo ejemplo los aspectos de Mercurio que están relacionados con la sociabilidad que es el tema que exploré en ambos sujetos.

El Sr R tiene a Mercurio en Tauro (un signo de Tierra) y por tanto su concepto de lo social es muy terrestre, ligado a los intereses y ambiciones propias, mientras que el Sr F lo tiene en Sagitario (un signo de Fuego) y por tanto ligado a la búsqueda, al viaje interior. Ahora vamos a olvidarnos de los nombres de los planetas y vamos a pensar en genes.

A los genes del Sr R que se expresan en su cerebro y que están relacionados con el cerebro social les llamaremos Gen_R y a los genes del Sr F que están relacionados con lo mismo les llamaremos Gen_F. No importa si es un solo gen o un grupo de genes, lo cierto es que hay genes que se expresan en nuestro cerebro y que están relacionados con la sociabilidad y sus múltiples variaciones, pues lo importante es comprender que los genes constituyen un mosaico. No es una relación dicotómica, «o es o no es» sino que constituyen una escala analógica de «mucho a poco» y la peor noticia: ciertos genes operan en contradicción con otros, algo que la astrología interpretó como posiciones mal aspectadas, anticipando el hecho -bien conocido- de que algunos rasgos se contradicen con otros en un mismo individuo: lo que aquí es una ventaja, allí es un lastre. Lo que es obvio es que los Genes_R y los genes_F son bien distintos y las ventajas del Sr R son para el Sr F un producto de su manera de adular a los demás mientras que para el Sr R el lastre del Sr F reside en su falta de sensibilidad con los demás, en su rudeza. Ambos construyen un relato, como cualquier astrólogo hace, solo que no todos los relatos son de igual validez o profundidad y todo depende de la formación psicológica de cada cual. A mi me gusta mucho Liz Green una psicóloga jungiana que hace descripciones muy interesantes sobre los datos de cada patrón. Dicho de otra manera Liz Green construye relatos coherentes.

El relato sin embargo es el punto débil de cada patrón y todos podemos sentirnos concernidos por un relato cualquiera (efecto Forer), pues es difícil que un relato abarque toda la complejidad de un determinado rasgo y hay que recordar que el peligro más importante de la construcción de relatos es olvidar que son ficciones, es decir interpretaciones que pueden llegar a la confabulación.Y necesariamente cuando relatamos algo podemos confundir la traducción. No olvidemos que el hemisferio izquierdo ha de traducir lo que capta el derecho.

En realidad la carta astral carece de interés más allá de esa descripción de sucesos-rasgos. No importa cuando se nazca ni dónde, lo que sucede es que por algún sitio hay que empezar. Lo que la astrología describe son patrones, adobados necesariamente con el lenguaje, con relatos que vienen a acompañar a la posición de los astros, siempre cambiantes y de forma cíclica, No importa tampoco que acierte o no en sus predicciones sobre nuestra personalidad, lo que importa es el señalamiento que hace de esos patrones que se repiten indefinidamente.

La astrología del futuro tendrá que afinar mejor esos patrones y dejar de hacerlos interpretables por personas sin formación psicológica.

Dicho de otra manera: Lo que importa no es la carta astral de nuestro nacimiento, lo que importa es que cada uno de nosotros es portador de un grupo de genes que se expresan en nuestro cerebro y que determinan nuestra personalidad. Y que estos genes compiten entre sí para manifestarse y muchas veces pelean y derrotan a sus contrincantes. El cerebro es un lugar de conflicto parlamentario donde las mayorías imponen sus leyes.

En mi opinión la astrología contiene definiciones que la psicología podría aprovechar al haber dejado de lado en su práctica los relatos. fiándolo todo a las ciencias experimentales: a cuestionarios y test muy reglamentados pero que no contienen información relevante sobre los sujetos reales.

Bibliografia.-

Ringo JL, Doty RW, Demeter S, Simard PY (1994) Time is of the essence: a conjecture that hemispheric specialization arises from inter- hemispheric conduction delay. Cereb Cortex 4:331–343

Michel Gazzaniga: «El pasado de la mente».1999. Editorial Andres Bello

Julian Jeynes:»El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral». 1987. Fondo de Cultura economica.

David Linden: «El cerebro accidental: la evolución de la mente y el origen de los sentimientos» 2010.» Madrid. Kairós, transiciones.

Elogio del estereotipo

Santiago Armesilla es un youtuber que declara ser marxista y buenista (de Gustavo Bueno) y que es economista y politólogo. Su canal es interesante y dedicado fundamentalmente a entrevistar a personas relevantes del mundo de las redes. Por poner alguna pega a su trabajo, diré que sus videos son demasiado largos y reiterativos aunque no faltos de rigor intelectual. Hace poco he estado viendo (aunque confieso que no llegué hasta el final) una entrevista que le hizo a una chica trans de nombre Sandra Mercado que este mes de Noviembre publicará un libro sobre un testimonio personal: su periplo hasta convertirse en una chica trans y por supuesto su arrepentimiento posterior. El libro es en este sentido una critica a la ideología queer y por supuesto de las técnicas quirúrgicas que se han puesto en marcha en nuestro país y de forma gratuita para amputar el miembro viril a quienes así lo demandan dando por buena cualquier petición -diagnóstico positivo- sin contraste psiquiátrico ni información veraz sobre los riesgos que conlleva esta cirugía.

De manera que la entrevista tiene varias partes, una donde Sandra habla de sus traumas infantiles, su vivencia de sexualidad homosexual precoz, y posteriormente su búsqueda de «femineidad» hasta llegar a la solución final con vaginoplastia incluida. La segunda parte es algo así como una puesta al día de argumentos y bibliografía anti-queer y su critica al movimiento que precisamente ahora con la tramitación de la ley trans en el Congreso ha tomado cierta relevancia en la vida publica.

Personalmente no me gustan nada los testimonios de las personas concretas, sean de esta cuestión o de cualquier otra, por una razón fundamental: los testimonios personales -aun aquellos que contienen opiniones relevantes- (y no cabe duda de que Sandra tiene opiniones relevantes y muy juiciosas) no son ciencia, sino relatos. Y los relatos hay que guardarlos para los psicólogos o la intimidad de una consulta psiquiátrica y no para la opinión publica, pues inmediatamente podríamos encontrar otros opuestos que defenderán lo contrario. Por la misma razón la «memoria histórica» es una escucha de relatos pero no es Historia, pues podemos encontrar relatos contrapuestos entre nuestros interlocutores que no aclaran nada sobre lo que sucedió en un acontecimiento histórico determinado, por eso la Historia es una ciencia y los testimonios son solo eso, literatura. Y cada uno no puede sino contar el suyo, lo que vivió y lo que recuerda, cómo cada uno recuerda una cosa bien distinta a la que recuerda su vecino, los relatos son siempre contradictorios.

Una cuestión que me interesó del discurso de Sandra, es cuando habla de los estereotipos y confieso que me hizo pensar mucho sobre esta cuestión. Declara que se sintió homosexual desde pequeño, le gustaban los chicos de su propio sexo y habla de que para gustarles intentó feminizarse poco a poco aunque declara que ya era bastante afeminado lo que le llevó a ser maltratado en la infancia. Lo que plantea no es baladí, ¿qué es feminizarse? o ¿En qué consiste la femineidad?

Si nos hacemos esta pregunta cualquiera de nosotros caeremos en la cuenta de que a la hora de representarnos una mujer o un hombre lo que estamos haciendo es recurrir al estereotipo: Esto es una mujer y esto es un hombre:

No cabe ninguna duda de que cuando pensamos en un hombre o una mujer nos vienen a la mente cientos de imágenes, actitudes, ropas, voces, formas de caminar, tacones, fajas, medias, cosméticos, sombreros, pistolas, coches, deportes, luchas, desafíos, lealtades, etc y toda clase de recuerdos de todo aquello que hemos vivido y experimentado a lo largo de nuestra vida que nos impulsa hacia ese estereotipo, muchas veces observado en películas, pues ni siquiera el cine ha sido capaz de huir de los estereotipos. Más que eso los ha fomentado.

Los estereotipos pueden definirse como los extremos de rasgos que identificamos como masculinos o femeninos pero lo cierto es que estos rasgos no vienen siempre juntos y en realidad no existen mujeres como Laura Antonelli u hombres como John Wayne que son en realidad, eso, relatos, constructos inventados por el cine para el entretenimiento. Lo que quiero decir es que en los sujetos reales -más allá de los extremos- todos tenemos rasgos femeninos y rasgos masculinos tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente. Dicho de otra forma casi todos nosotros tenemos cerebros balanceados.

Cuando fuimos embriones recibimos una dosis relevante de testosterona (como sucede en los varones) o no la recibimos más que en pequeñas dosis como sucede en las niñas. Pero no es todo una cuestión de dosis, también hay que contar con los receptores disponibles para la testosterona. De nada serviría tener mucha testosterona si no hay receptores para que se exprese en el cerebro y más tarde en el cuerpo. Dicho de una forma más clara: la masculinización-feminización de un cerebro no depende solo de la presencia-ausencia de testosterona en periodo fetal, no es una cuestión digital de todo o nada, sino que el baño de testosterona recorre una amplia gama de inundaciones o sequías a o largo del embarazo.

Recorre pues una escalera analógica, unos tienen más y otros menos exposición que se manifiesta en la digit-ratio.

Pero la cosa se complica porque la «digit ratio» no predice la orientación sexual, solo algunos rasgos de la sexuación cerebral.

El lenguaje sin embargo es categorial y construye opuestos y por eso existen los estereotipos (en los extremos) y luego nosotros, en nuestra mente, creemos que los opuestos son contrarios y los tratamos como tales en nuestras operaciones lógicas. La realidad es que lo contrarios no lo son tanto como creemos, pensemos en una escala analógica donde masculino y femenino sean opuestos, uno sería 0 y otro sería 1. Lo usual es pensar -como sucede en política- que cada uno de nosotros estaríamos un poco en el centro, equidistantes tanto de la masculinidad radical como de la feminidad radical.

Pero el centro no existe en genética, lo que existen son polimorfismos que se silencian unos a otros, que vencen en una competición o que cooperan entre sí.

Pero ahora vamos a pensarlo de otra manera, supongamos que masculino y femenino no son contrarios, vamos a pensarlos  (tampoco como suele decirse como complementarios), vamos a pensarlos como despliegues distintos de potencialidades que ocupan un mismo lugar, vamos a pensarlos como un cluster de potencialidades o habilidades que están juntas, ocupando un mismo espacio de ejecución cerebral. Una misma utilidad neurobiológica.

Pensarlo de este modo nos permitiría poder agrupar utilidades en un mismo cerebro con independencia de si se es hombre o mujer. Y también nos permitiría abandonar esa estúpida convicción de que «todos somos iguales».

No lo somos, pero lo importante como más abajo trataré de explicar no son las diferencias que existen entre unos hombres y otros, sino la brecha que se abre entre hombres y mujeres sobre todo en lo que respecta a la personalidad

Y es por eso que algunos autores como Michael Kimmel ha puesto a punto un master sobre la masculinidad. Dice Kimmel:

«Cuando planteo el tema de las masculinidades en plural procuro poner el acento en el hecho de que no existe un modelo único y hegemónico de ser hombre y en que las diferencias y alteridades de la masculinidad no deben entenderse como versiones menores de ese modelo o como fragmentos de una estatua que se ha roto». En lenguaje coloquial: los hombres hoy son, o pueden ser, ‘hipsters’ y ‘canis’, ‘fofisanos’ y ‘lumbersexuales’, ‘andróginos’, ‘normcore’ y ‘muppets’. O no ser nada de esto».

Pero lo más dramático de esta historia, es la cantidad de «machitos» que no daban la talla para adaptarse a este modelo estereotipado, donde los disidentes eran siempre calificados como «niñas», «mariquitas» o «débiles», un modelo excluyente como los nacionalismos.

Y la verdad es que este modelo no se corresponde con la realidad genética de nuestra especie. Hay mucha «masculinidad» en algunas mujeres y mucha «femineidad» en muchos hombres. Pero el problema sigue siendo de etiquetas: no disponemos de ninguna otra palabra para designar estos conceptos. ¿Qué significa que un hombre es femenino? ¿Qué significa que una mujer es masculina?

La verdad es que estos conceptos son muy escurridizos y no están señalando la verdad neurobiológica que ocultan. Lo sabemos por los homosexuales.

Suele decirse que un hombre homosexual es un hombre que quiere ser una mujer. No es cierto en la mayor parte de los casos. Un hombre homosexual es un hombre, que sabe que es un hombre pero que se siente atraído sexualmente por otros hombres y que no desea transformarse en mujer, y que puede conservar entre sus rasgos, preferencias y gustos, muchas utilidades que se atribuyen a la masculinidad, por ejemplo la promiscuidad y otras bien femeninas como la tendencia al embellecimiento, el histrionismo o la locuacidad.

Dicho de otra manera se puede ser muy macho y al mismo tiempo ser homosexual. ¿Entonces qué es la masculinidad?

Podemos adelantar una cuestión: la orientación sexual es independiente de la identidad sexual. No es necesario hacerse trans si eres homosexual buscando ser femenina, pues en realidad lo trans puede interpretarse como una homofobia y desde luego deja a las mujeres y al feminismo en general al pie de los caballos.

Aun no hemos descubierto qué realidades neurobiológicas se ocultan tras eso que llamamos «masculinidad» y «femineidad». Lo que sabemos son «big data», es decir datos que proceden de la estadística que componen correlaciones y otros procedentes de la neurobiología, por ejemplo hoy sabemos que la sexuación cerebral se compone en época fetal y es hormonodependiente, es decir nos desarrollamos con cerebros de hombre o de mujer a través de la testosterona circulante mientras estamos en el seno de nuestra madre. La sexuación cerebral se completa antes de los 3 meses de vida. Sin embargo no está demasiado claro qué es un cerebro masculino o un cerebro femenino. Lo más seguro es que no existan diferencias gruesas -pero sí funcionales- entre ambas anatomías cerebrales, pero que la sexuación se constituya como un mosaico.

Y es también probable tal y como predice la «teoría de la sabana» que cuanto más nos alejamos del entorno ancestral (de cazadores-recolectores) más se bloqueen las diferencias innatas entre hombres y mujeres, lo cual nos permite predecir que las brechas de género al menos en cuanto personalidad se agrandarán en el futuro próximo.

¿Qué hay de común en todos los hombres?

La verdad es que las masculinidades de las que habla Kimmel son axiomáticas y fácilmente reconocibles. Es obvio que la masculinidad tradicional (una masculinidad que procede de entornos agrícola-pastorales) está en crisis y sufriendo un declive quizá como reacción a la liberación de la mujer. Pero si a mí me preguntaran que hay de común en todos los hombres y qué nos diferencia de todas las mujeres diría que a los hombres nos siguen gustando los deportes y las películas de guerra y las mujeres no parecen demasiado interesadas en ello. Por el contrario a las mujeres les sigue gustando ir de compras y adquirir ropa, algo que a ningún hombre que yo conozca le agrada. (Aqui hay un listado de lo que nos gusta a los hombres) Y se trata de algo innato, no de algo adquirido o impuesto por la cultura (esto está también demostrado y no voy a insistir en convencer a los ideólogos del género). Del mismo modo a las mujeres les encantan las profesiones altruistas como la psicología, la enfermería, el profesorado o la medicina mientras los hombre se encuentran más motivados por las ingenierías, la física, las matemáticas o la informática. Y por supuesto la carrera militar. Se trata de la conocida paradoja noruega.

Y este fenómeno es algo biológico, mal que les pese a los ideólogos de la igualdad, se trata de la llamada brecha de género. Hay diferencias entre hombres y mujeres y muchas, – sobre todo cuando podemos elegir profesión-si bien es cierto que al imaginarlas como un continuo hemos desperdiciado otras alternativas.

Dicho de otro modo y como conclusión:

Huir del estereotipo es una forma de caer en el estereotipo, pues el estereotipo es el guardián de los significados y no podemos huir o renunciar a él, solo relativizarlo. Hay una verdad en el estereotipo que no cabe menospreciar.

Esto aprendi oyendo a Sandra Mercado.

Y otra cosa: no tomes decisiones irreversibles antes de haber madurado lo suficiente para saber dónde te lleva esa decisión.

Parecido, mimesis y empatía

A menudo los hijos se nos parecen
Así nos dan la primera satisfacción
Esos que se menean con nuestros gestos
Echando mano a cuanto hay a su alrededor

(Joan Manuel Serrat)

Serrat pone en esta canción (Esos locos bajitos) el dedo en la llaga respecto al parecido que los niños presentan con sus padres. ¿En qué consiste ese parecido?. Naturalmente en principio, en algo visible, los niños no son pizarras en blanco y traen de serie algunos elementos fácilmente identificables con una u otra estirpe, según la dominancia de ciertos alelos. Así es frecuente que ciertas narices se hagan ostensibles ya en época fetal, ese tipo de narices que identifican a una familia chata. También los ojos, el pelo, la barbilla son elementos recurrentes en un linaje cualquiera . Pero hay otras cosas que no son tan visibles: la estatura que ese niño alcanzará en su edad adulta, su inteligencia y las enfermedades que padecerá de mayor son también señas de identidad, los hijos también se nos parecen en eso.

Y es verdad que así nos dan la primera satisfacción pues alguien ha pensado alguna vez si ¿sentiríamos empatía por un bebé que se parece a nuestro mas despreciable enemigo? A veces sucede que el niño no se parece, no nos recuerda a nadie, ni de la familia de él ni la de ella, entonces quedamos ciertamente pasmados, algo así debe sucederles a ciertos pájaros cuando se dan cuenta de que sus polluelos no son de su especie sino de un cuco tramposo.

Los hijos se nos parecen ya al nacer sin que haya mediado ninguna influencia medioambiental, más allá del útero pero aquí no termina la cosa porque el niño bien pronto comenzará una danza de gestos a través de ese espejo que es su madre: reaccionará a su semblante y se mirará en él compartiendo sus señales de alegría y de cualquier otra emoción. Es necesario recordar ahora que el «Yo es el otro», como decía Lacan pero también Rimbaud. Dicho de otra manera, nuestro Yo, nuestra identidad se forma a través de los materiales de la madre o el padre. Más concretamente lo hacemos a partir de los estados mentales que detectamos en la cara de ese Otro, en sus gestos y posturas, más tarde onomatopeyas y frases hechas.

Pero aquí no termina la cuestión del parecido porque venimos también de serie equipados para la imitación, para la mimesis que implica tanto la exterocepción como la interocepción. La mimesis no es sinónimo de imitación sino que requiere adoptar la actitud del modelo, postura, gestos y disposición de ánimo. No es algo que se aprende por imitación simple sino por aprehender los esquemas corporales de las acciones de los otros (Marino Perez, 2012). No es algo consciente ni voluntario, sino algo que acaece automáticamente, sin darse cuenta apenas, uno acaba -como el niño de Serrat- andando, riendo, gesticulando como lo hace su madre o su padre. Estamos en el campo de la mimesis pre-conceptual, de la mimesis pre-reflexiva. La mimesis es el soporte del estilo de un individuo, algo que va más allá del parecido e incluso podríamos decir que tiene más peso que el parecido físico: muchos niños adoptados acaban pareciéndose a sus adoptantes precisamente a partir de la mimesis que hacen de ellos y también de la necesidad de ellos de que sea así.

Del mismo modo la empatía está emparentada con la mimesis y supone «sentir con y cómo el otro» que nos afecta con su sentimiento, sea de malestar o bienestar. Es por eso que las madres deprimidas transmiten sentimientos de malestar a sus hijos o aquellas con baja empatía terminan por criar hijos similares. A veces solemos atribuir a la genética este tipo de parecidos, pero no tomamos en cuenta el juego de balanceo, la danza que se produce entre los semblantes de madres, padres e hijos para configurar estos estados que se activan automáticamente más allá de la voluntad. Y sin empatía no hay apego. Hablo de esa empatía caliente, pre-reflexiva que nos hace vibrar con las modulaciones del otro y que es la empatía verdadera, pues la otra, la empatía fría, racional la puede sentir hasta un psicópata o cualquier persona que haya desarrollado una hiperempatía quizá como resultado de un deficit de empatía caliente.

Es por eso que amar a nuestros hijos es la mejor forma de criar niños amorosos y sanos. Ahora bien, el amor es un sentimiento y un sentir es siempre un híbrido entre lo que se percibe y lo que se experimenta. Es por eso que pueden aparecer disonancias entre ambos campos. Podemos amar a alguien (experimentar) pero podemos percibir que no nos quieren o anticipar que no nos van a querer. Es por eso que el amor no es una pócima que todo lo cura, un bálsamo de Fierabrás sino un nudo que -en cualquier caso- hay que desenredar. Nadie sabe porque nos quieren los que nos quieren, ni podemos saber porque no nos aman los que deberían amarnos. tampoco sabemos las razones por las que amamos a quien no nos conviene como aprendimos en Anna Karenina. Algo de eso dice el conde Brodsky al ser preguntado por la Karenina que lleva su pasión amorosa hasta el borde de lo irracional, pues nada es más irracional que suicidarse por amor.

Ahí en esa irracionalidad encontramos a veces la pasión amorosa cuando se traspasan los limites que la sociedad impone en el caso de la Karenina, pero también cuando olvidamos que ese dipolo que el amor es un sentimiento para saltar la distancia entre objeto y sujeto y se convierte en una hazaña para desafiar un concepto. Karenina se enamora del amor (el concepto), en este caso romántico que inauguraría una era de mayor libertad para las mujeres, pero también de un mayor extravío. En este sentido la subjetividad de la Karenina inaugura la modernidad en Rusia como en Francia la inauguró Flaubert con su madame Bovary.

Amamos a nuestros hijos porque son nuestros y se nos parecen y empáticamente podemos sentir amor -en otro nivel de intensidad y definición- por los hijos de los demás. En realidad la ternura que experimentamos por los niños procede de su vulnerabilidad y de nuestra capacidad de empatizar con ellos. Los dipolos, ambos han de estar activados.

Con el tiempo entramos en una mimesis y en una empatía conceptuales, reflexivas. Ya no imitamos a nuestros modelos (con el tiempo aparecerán otros modelos) más que marginalmente. Lo hacemos siguiendo su estela, sus logros. El chico que quiere estudiar medicina porque su padre o madre son médicos aspira a un estatus similar al de ellos, lo que se mimetiza aquí ya no es un estado mental, ni unos gestos o una manera de moverse sino un estatus, una manera de ser-en-el-mundo, pues la elección de una profesión es precisamente eso, una forma de estar en el mundo que precisa de un complemento de habilidades para llevarla a término. Del mismo modo podemos hacer una elección inversa tratando de hacer todo lo contrario de lo que hemos observado, en cualquier caso se trata de una copia del original que se toma como referencia.

Lo interesante en esta cuestión es que no se mimetiza todo sino solo una parte, una parte que es suficiente para abrir el dipolo, pues la imitación de algo se hace para que pase la corriente entre un sujeto y un objeto pero no es necesario hacer una copia precisa al carbón del objeto en su totalidad. Hablamos entonces de identificación, una persona puede identificarse y suele hacerlo de una característica de su parentela no necesariamente benéfica. Un depresivo puede ser un depresivo como su madre, alcohólico y violento como su padre o un migrañoso como cualquiera de ambos. En este sentido la identificación se acopla y señala siempre en la dirección de la toxicidad que motivó el malestar, pues es también una forma de abrir el dipolo cuando todo ha fallado.

La enfermedad vincula al sujeto con su objeto perdido cuando no se pudo llevar a cabo de otra manera.

Debe ser esa la razón por la que abandonar ese habito, aun patógeno es tan difícil.

Robustos y domesticados

El río Congo separa dos nichos ecológicos bien diferenciados, en una orilla viven los chimpancés, una especie de primates con la que compartimos casi todo el ADN, se trata de una especie jerarquizada, agresiva y donde mandan los machos que forman manadas muy belicosas y que atacan con frecuencia en partidas bien organizadas a otros clanes vecinos para robarles hembras y recursos. En la otra orilla viven los bonobos que viven en una sociedad mucho más divertida, aunque no es cierto que hayan prescindido de las jerarquías y sigue habiendo un macho alfa que a diferencia de los chimpancés no es el más fuerte sino aquel que elige una coalición de mujeres. Es por eso que la sociedad de bonobos es una sociedad matrifocal mientras que el «patriarcado» es el régimen de los chimpancés, por decirlo brevemente.

Juan Luis Arsuaga es un paleoantropólogo que es hoy muy conocido gracias a sus trabajos sobre Atapuerca y que ha escrito varios libros en clave de divulgación sobre ese lugar de los tesoros que es el valle donde inició sus excavaciones. En esta ocasión Arsuaga que es un sapiens se combina con Juan Jose Millás que como todo el mundo sabe es un novelista del que vale la pena recordar su obra que podéis consultar aqui.

De esta combinación nace un libro inclasificable que literariamente podría ser considerado un dialogo, entre un experto y uno que se hace el tonto y que va dando forma literaria a las ideas que van surgiendo estampándose siempre en entornos naturales o algo insólitos, como una jugueteria, un parque infantil, un valle inaccesible con paisaje paleolitico, un sex-shop, todo ello bien regado con menús de lugares inhóspitos donde todavía guisan las patatas a la usanza prehistórica o restaurantes indios de Lavapiés.

Así Arsuaga va explicando a través de la pluma de Millás conceptos de la psicología evolutiva trascendentales, como el milagro de la bipedestación («andar es ir cayéndose»), sobre el dimorfismo sexual, sobre la alimentación humana y otras cuestiones deteniéndose sobre todo en el tema de la domesticación y recordándonos en una juguetería lo que disfrutamos con los niños y cómo y porqué nos provocan tanta ternura. Son dos las razones de esta manipulación que nuestros genes ejercen sobre nuestra conducta y preferencias para el juego y el infantilismo: la redondez y la torpeza. Los niños nos seducen con esa mirada ingenua, con ojos grandes y redondos, es decir con los rasgos de la neotenia.

Los neandhertales era una especie robusta, tosca y muy fuerte, temeraria y muy bien adaptada al frío que no solo coexistieron con los sapiens sino que llegaron a cruzarse con nuestros ancestros. Aun hoy tenemos ADN neandhertal en nuestro genoma lo que demuestra que hubo «follisqueo» entre ambas especies y que dieron lugar a descendencia viable  tal y como podéis ver en este post. donde de paso podéis ver que quizá el trastorno bipolar sea una herencia envenenada que nos dejaron los neandhertales.

Dos especies y una hibridación.-

Hasta hace poco tiempo se consideraba que el sapiens y el neanderthal eran dos especies distintas y que entre ambas especies era imposible el flujo genético. Sin embargo recientemente y después de la secuenciación del genoma neanderthal por Svante Paabo del Intituto Max Plank se ha descubierto que compartimos con los neanderthales entre un 2 y un 5% de nuestro genoma.

Una hipótesis -la más ortodoxa- dice que entre neanderthales y sapiens no hubo intercambio o “robo” de genes sino que ambas especies procederían de un antepasado común, probablemente el “Homo erectus”. Otra hipótesis señala que es muy posible que entre neandethales y sapiens  hubiera cohabitación e intercambios genéticos. En un post anterior revisé la teoría que relacionaba ciertas adaptaciones al clima del neanderthal y las relacionaba con el trastorno bipolar, esta es la hipótesis de Julia Sherman (Sherman 2012) donde propone la idea de que el trastorno bipolar seria el subproducto de una adaptación ancestral a la estacionalidad en una Europa cercada por los glaciares y el frío.

Pero aun existe otra teoría menos conocida, se trata de la hipótesis de Gooch que propone la osada idea de que en realidad nosotros, los “sapiens sapiens” seriamos el resultado de una hibridación entre neanderthales y un sapiens ancestral (cro-magnon).

Sea como fuere lo que sabemos con seguridad es que el sapiens no procede del neanderthal, sino que ambos coexistieron y probablemente se cruzaron en buena vecindad. El neanderthal se extinguió pero no el sapiens a pesar de que la adaptación del neanderthal al clima gélido de Europa era bastante mejor que la del sapiens.

Para explicar la extinción de los neanderthales existe dos teorías: La primera sostiene que los neanderthales no eran una especie separada y que se produjo un mestizaje con los recién llegados “Homo sapiens”, cuyos genes acabaron por ser los dominantes. La segunda afirma que los neanderthales eran una especie distinta, pero que su tasa de natalidad era más baja que la de Homo sapiens, perdieron la batalla por la obtención de recursos y fueron sustituidos por los cromañones, más avanzados culturalmente.

Personalmente me adhiero a la primera. Hubo hibridación con casi total seguridad y una vez establecida tal hibridación los neanderthales se extinguieron en favor de esa nueva especie que pasó a ocupar su nicho ecológico y posteriormente se extendió a toda la tierra, sin prejuzgar la idea cada vez más prevalente de una evolución local independiente y multiregional.

Dicho de otra manera y según Arsuaga, para un Neandhertal los sapiens seriamos algo así como mascotas o peluches. Efectivamente nuestra especie es una especie grácil y donde la neotenia es la regla. Pero lo cierto es que en el mundo actual siguen existiendo ejemplares neanderthalescos y sapiens. El lector solo tiene que ver la morfología y carácter de Trump y compararla con la de Trudeau o Macron.

La domesticación de los humanos.-

La domesticación es una teoría que propuso Wrangram para explicar nuestros rasgos, conducta y sofisticación cultural, nos pasó algo así como a los perros -procedentes de los lobos- que son la especie doméstica más conocida por nosotros, algo que también podemos observar en los bonobos. ¿Quien domesticó a los bonobos para hacerlos tan diferentes a los chimpancés?.

Obviamente fueron las hembras de los bonobos quienes domesticaron a los machos para quitarles tosquedad, agresividad y dominancia, algo a lo que se llega a través de la selección sexual. Evidentemente para una hembra es siempre mejor disponer de un macho doméstico que aporte recursos a la pareja y sus vástagos que un merodeador, pero para eso es necesario algo más que el gusto individual: hace falta que ese gusto sea extensible a toda la especie. Dicho de otra manera es necesaria una coalición de hembras.

¿Pero quién domesticó a los humanos?

La domesticación conduce  a una reducción en la reacción fisiológica periférica a los estímulos o situaciones de estrés, lo que tiene un efecto directo e inmediato en la docilidad al reducir la reactividad temerosa. Belyaev, sin embargo, insistió en una segunda y menos directa, pero igualmente de importante efecto, de desarrollo de la hipofunción simpática en zorros domesticados (Belyaev 1984). Inmediatamente después del nacimiento y durante los primeros 1,5 meses de vida, el eje HPA del zorro es demasiado inmaduro para montar una respuesta en toda regla el estrés y el miedo, a pesar de que los kits para moverse y explorar con los ojos abiertos han madurado ya. Al final de este período, lo kits se convierten en altamente reactivos y temerosos de extraños animales incluyendo seres humanos.

Aunque los zorros domesticados experimentan el mismo efecto, la duración de la inmadurez de su eje HPA es mucho más largo, es decir, de 3-4 meses. Por lo tanto la domesticación parece tener una “ventana de socialización.”  Bajo condiciones de cría en cautividad normales los kits domésticos están expuestos a interacciones repetidas con cuidadores humanos antes de la plena respuesta de miedo fisiológica sea posible (Trut et al. 2004). La exposición humana temprana significa que los cuidadores ya están perceptualmente reconocidos como estímulos de baja amenaza en el momento en el eje HPA está maduro, y por lo tanto la presencia de humanos parece bloquear el componente neural conducido de una respuesta de miedo en el futuro (en este caso, la familiaridad engendra indiferencia) . Diferencias comparables también se observan entre lobos (que tienen una ventana de socialización 1,5-meses) y perros (donde esta ventana se extiende desde 4 a 10 meses), así como en ratones de laboratorio seleccionadas para niveles bajos de agresión (Freedman et al. 1961; Gariepy et al., 2.001).

Fundamentalmente, los perros domesticados, incluso se vuelven temerosos y indomables para la vida si no se les enseña a convivir con seres humanos dentro de esta ventana ampliada (Freedman et al. 1961; de Scott 1962, 1964). Por lo tanto, un retraso heterocrónico leve en la reactividad simpática, causado por retraso en la maduración de la glándula suprarrenal, puede tener efectos de por vida importantes en los niveles cognitivos superiores, a través de un simple prolongación de un período sensible para el contacto positivo con los humanos”.

En resumen, la hipótesis de la autodomesticación predice que las especies de vertebrados y mamíferos que se socializan con la presencia humana sufren una disminución de las células de la cresta neural durante su embriogénesis y que esta reducción tiene que ver con los cambios morfológicos y rasgos caracteriales siendo la agresividad/docilidad el rasgo mas estudiado de entre ellos.

Dicho de otra manera el lobo es robusto, el perro grácil, la agresividad es robusta, la docilidad grácil.

Pero el problema no queda resuelto respecto a la pregunta ¿quién domesticó a los humanos?. Suele decirse que nos autodomesticamos pero esta respuesta no me satisface. Existen en este sentido tres teorías:

  • La teoría de la selección sexual: las mujeres eligieron y seleccionaron positivamente rasgos de pro-sociabilidad en machos favoreciendo así la dispersión de genes domésticos.
  • La teoría cultural: fue la evolución de nuestras instituciones sociales la que domesticó a los humanos, comenzando por la familia monógama ese lugar donde aprendemos a reprimir nuestros impulsos más primitivos siempre y cuando nuestros padres estén ya domesticados.
  • La teoría de Peter Frost llamada «pacificación genética» que atribuye esta mansedumbre de los humanos a la pena de muerte o penas largas de prisión que dejan fuera del mercado reproductivo a los más belicosos de entre nosotros y también a sus genes.

A mi personalmente no me satisface del todo ninguna de esas teorías porque en nuestra especie no hay una «coalición de mujeres» que sean capaces de transmitir esa domesticación de una forma universal. La prueba es que hay muchas mujeres fascinadas aun por los «malotes»  y muchas mujeres por domesticar. Es como si en nuestra especie coexistieran rasgos de personalidad de neandhertales y de sapiens, de bonobos y de chimpancés y que ambas poblaciones estuvieran sujetas a fluctuaciones autoreguladas, lo que redundaría en favor de esa hibridación de la que hablé antes.

Lo que es cierto es que los hombres actuales -hablando en general y de los hombres europeos en particular- han perdido gran parte de su potencialidad viril y reproductiva y cada vez se asemejan más a las mujeres de su entorno abrazando sus valores y sus estrategias reproductivas. Esta uniformidad alosexual solo tiene un problema y es que cada vez hay más hombres que no se interesan por las mujeres, lo que representa sin duda la cara oculta de la domesticación..

 

Por si a alguien le interesa conocer más sobre el tema de la autodomesticación que está muy emparentado con nuestra vulnerabilidad psicológica os dejo aquí un video que grabé hace algún tiempo en un curso sobre el trauma psicológico.

 

Bibliografia.-

Julia Sherman: “Evolutionary origin of bipolar disorder-revised: EOBD-R”Medical hipotheses 78, 2012.

↵ Belyaev D. K., 1969  La domesticación de animales. Ciencia J. 5: 47-52. Google Académico
↵ Belyaev D. K., 1974  La domesticación, vegetal y animal, pp. Novecientos treinta y seis – novecientos cuarenta y dos en la Enciclopedia Británica, Ed. 15, editado por Benton H. H.. Enciclopedia Británica-Helen Hemingway Benton Publishing, Chicago. Google Académico
↵ Belyaev D. K., 1979  selección desestabilizadora como un factor en la domesticación. J. . Hered 70: trescientos un – trescientas ocho. GRATIS texto completo.
↵ Sapolsky R. METRO., 1992  neuroendocrinología de la respuesta al estrés, comportamiento de Endocrinología, editado por Becker J. B., Breedlove S. M., Crews D.. MIT Press, Cambridge, MA. Google Académico.

El sindrome de domesticación.

El talento del rebaño

«El gran problema de la humanidad es que tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses» – E.O Wilson

Recientemente he tenido ocasión de leer el corto relato de Francisco Jariego del que no voy a contar nada por si algún lector está interesado en leerle. No dejaré spoilers, pero lo voy a usar como pretexto para hablar de un tema que el propio Jariego aborda en su libro. Me refiero al asunto del progreso, un tema complejo sobre el que tendremos que volver y volver.

Cuando hablamos del progreso hay varios asuntos colaterales que tratar puesto que es evidente que la humanidad ha progresado en algunos aspectos, es por eso que los autores que han abordado este asunto no son negacionistas de los avances que hemos sido capaces de desarrollar, sino que cuestionan que no hayamos sido capaces de simultanear estos avances con nuestros sentimientos morales. Dicho de otra manera: hemos sido capaces de mejorar la vida de nuestros conciudadanos pero hemos avanzado poco desde el punto de vista emocional, moral e institucional: así, aun hoy existen crímenes por celos, homicidios, asaltos sexuales y violaciones, pederastia, corrupción política y sobre todo acoso moral o político hacia otras personas que piensan distinto con daños irreparables a su reputación, etc. Del mismo modo y tal y como señala Wilson nuestras instituciones políticas están obsoletas, han quedado -por así decirlo- inútiles para la gestión de los problemas que abruman al hombre moderno.

Con respecto al progreso hay dos clases de ideas: los que piensan de forma teleológica y están persuadidos de que el mundo se dirige raudo en una dirección que señala hacia un mejoramiento global de la población y los que creen -creemos- que la civilización sufre avances y retrocesos y a veces colapsos que llevan a los pueblos hacia su empobrecimiento, miseria y atraso. De manera que los que pensamos de esa forma no tenemos más remedio que plantearnos el tema que Jariego promueve en su relato de ciencia-ficción: ¿Cómo podemos mejorar la vida de la gente común?

Para eso debemos hacer una incursión en cuales son los elementos que componen ese capital humano que compone las naciones y que hacen posible la prosperidad, la libertad, la justicia o la igualdad. ¿Qué materiales están en la base de una sociedad así configurada?

¿Por qué unas naciones son más prósperas, saludables y seguras que otras?

Durante siglos, los filósofos, los economistas y los politólogos han propuesto diversas teorías, culpando a diferentes factores: el azar, el ambiente, la geografía, la religión o las instituciones. El sospechoso habitual suele ser el capitalismo obturando la idea de que precisamente los países mas descapitalizados son los que presentan peores indices de malestar, enfermedades, y desarrollo moral. Naturalmente la idea convencional de «capitalismo» a su vez oscurece otra idea; el sistema capitalista es el mejor sistema económico pero no todas las aplicaciones del capitalismo son benévolas para el hombre empezando por esa idea de un crecimiento continuo desordenado, despótico y generalizado. La idea a proponer seria esta: ¿Es posible pensar en un capitalismo humano con un desarrollo sostenible a escala de las necesidades humanas? Más abajo volveré sobre esta cuestión pero adelantaré algo: se trata también de un problema moral.

Pero quizás el factor clave esté aún más cerca: en el propio cerebro humano y en el capital cognitivo de una población. Esta es la posibilidad que baraja Garett Jones en «Hive minds. How your nation’s IQ matters so much more than your own». A países más inteligentes “ciudadanos más pacientes, más ahorradores, más cooperativos y mejor informados”.

Irónicamente, los test de inteligencia no predicen con mucha exactitud el éxito en la vida de un individuo. Son mejores prediciendo cómo les irá a países enteroslos países con resultados más altos en los test de inteligencia son alrededor de ocho veces más prósperos que aquellos con resultados más bajos. Más que eso, suponga que usted tiene un IQ de 140 pero vive en un país con una media del IQ de 100. ¿Como cree que le iría en la vida? Bueno no podemos predecirlo solo en base a su puntuación pero es seguro que le irá mejor en un país con una media de 110-120. Es muy posible que en ese país valoren su talento y en el suyo de origen no encajará nunca de forma óptima.

Países con mejor capital cognitivo tenderán a ser más ahorradores, más cooperativos, más orientados al libre mercado y más exitosos empleando tecnología. Si esta asociación es cierta uno de los objetivos prioritarios de los profesionales de la política y la salud pública en los próximos años debería ser averiguar cómo incrementar la inteligencia media de los países.

Jariego aborda este problema en su libro de ficción situándose en un escenario futuro aunque próximo. El objetivo es mejorar la inteligencia colectiva. ¿Cómo mejorar esta inteligencia si ya han fracasado nuestras buenas intenciones relativas a la educación en la que fiamos todo este potencial y que ha terminado por decepcionarnos en aquella idea llamada «la pizarra en blanco» que nos hizo suponer que a través de la educación podríamos mejorar el CI y el destino de gran parte de la población?

Lo cierto es que la educación universal era una buena idea si se hubieran tenido en cuenta sus limites: no todo el mundo podrá beneficiarse de ella individualmente. Hay diferencias genéticas entre los individuos que nunca podrán ser superadas, es por eso que la educación pública ha de estar regulada al alza y no a la baja. Una educación de calidad es la que ha de dejar fuera a los mediocres. Si la izquierda supiera qué es eso de la «tabla rasa» nos hubiera ahorrado grandes fracasos educativos y si la derecha supiera que sus hijos pueden ser zoquetes y haraganes aunque vayan a un colegio privado también sería un buen ahorro y hubiéramos podido diseñar otros escenarios alternativos para el deporte, los oficios o el arte.

El problema es que aunque ya todos sabemos que una educación tutelada por las ideologías políticas no garantiza un incremento de la inteligencia colectiva existen otros poderes que ya han caído en la cuenta de que es muy eficaz para el  control de la población, es decir el adoctrinamiento desde los nacionalismos hasta las ideologías de genero. Pues adoctrinar es lo contrario que educar para producir individuos críticos y libres. Es mucho más sencillo y no requiere esfuerzos complementarios o individuales. Dicho de otro modo, adoctrinar no precisa ningún IQ especial. casi todas las personas que rondan esa cifra de 100 puntos son adoctrinables, es decir obedientes siempre y cuando les garanticen diversiones y vicios. Goebbels dejó escrito que solo 1 de cada 1000 prisioneros era lo suficientemente rebelde para ser vigilado en un campo de concentración y que bastaba con eliminarles para volver a tener un rebaño obediente.

Estos poderes que hoy gobiernan el mundo tienen un plan. Una parte del plan se llama eugenesia.

Aunque el eugenismo es una buena idea y tan honrada como cualquier otra que se haya propugnado para el mejoramiento de la inteligencia y la salud moral y mental de la población, lo cierto es que tiene muy mala prensa precisamente porque fue utilizada por el III Reich de una forma brutal y bastante estúpida pues fue ejercida precisamente contra los judíos que son precisamente una de las razas humanas más inteligentes que existen sobre la tierra.

En realidad la eugenesia no trata de asesinar a nadie sino que es una compilación de una serie de técnicas que podrían mejorar la expectativa de hacer países más inteligentes al aumentar el capital inteligente de sus miembros. Algo que no carece de cierta base: sabemos que la inteligencia media no es un rasgo fijo, que no está determinado completamente por los genes, y también que de hecho ya se ha incrementado en todo el mundo, tal como documenta el llamado “efecto Flynn” –si bien existen dudas sobre donde se encuentra su techo y cuáles son las causas que lo determinan. Y sobre todo si es posible hablar de un efecto Flynn moral.

Estos poderes que tratan de gobernar el mundo tienen una agenda multinivel, no pretenden implantar un plan eugenésico para aumentar el IQ de la población global sino reducir drásticamente la población mundial y dividir el genero humano en dos subrazas, una élite y otra esclavizada y atontada por drogas, pornografia y entretenimientos tal y como podemos observar en algunas novelas clásicas de ciencia ficción . Ya fracasaron intentos anteriores llevados a cabo en India y China: las políticas de hijo único, los abortos o las esterilizaciones más o menos impuestas por las autoridades sanitarias demostraron ser inútiles para contener la marea humana de ciertos países que bien por su religión, su tradición o sus escasos recursos sanitarios o de instrucción son incapaces de contener esta hemorragia de nacimientos que agravan las hambrunas y su miseria. Tampoco parece que las epidemias hayan resuelto el problema de la sobrepoblación.

Y vale la pena recordar ahora que el aborto libre es una forma de eugenesia aunque se «vende» como un derecho de la mujer. Un plan más en la agenda de esas élites.

Vale la pena recordar de que en este momento la población mundial está cerca de los 7.700 millones de personas y aunque la trampa malthusiana no se ha producido, al menos en Occidente, lo cierto es que esta población se concentra en determinados lugares dejando otros prácticamente vacíos. Hay una distribución anómala de la población que se concentra sobre todo en las áreas industriales de las grandes ciudades donde se concentran los recursos pero también las enfermedades mentales y la delincuencia. Es lógico, puesto que fue la revolución industrial la que hizo estallar la idea de Malthus. Producimos más y más barato gracias al capitalismo.

El capitalismo es como la energía nuclear, tiene efectos positivos como generar energía y recursos pero también puede crear bombas destructivas a gran escala. Este fenómeno dual lo podemos aplicar a todos los espacios de progreso que hemos alcanzado. No todos los efectos del progreso son buenos y siempre hay que esperar alguna contrariedad o algún «cisne negro», pues aumentar la complejidad supone aceptar sus efectos indeseables que viajan con sus ventajas.

Para aumentar el capital cognitivo de una nación es necesario contar con instituciones adecuadas a los tiempos y necesidades actuales pues la prosperidad no puede diseñarse por fuera de las instituciones de gobierno pues son los gobiernos los que ponen reglas de juego a las corporaciones.

Significa que no sabemos cómo hacer para conseguir eliminar la pobreza, generar igualdad o cambiar el destino de algunos países que se baten entre continuas guerras tribales, la miseria de la enfermedad y la pobreza de sus miembros, pero sabemos algunas cosas.

La primera cosa que hemos aprendido es que no se pueden imponer regímenes que han funcionado bien aquí (como la democracia liberal) que hoy ya es una institución obsoleta, en otros entornos que históricamente han estado en manos de clases políticas extractivas y donde no existen instituciones inclusivas. La democracia no es exportable y siguiendo las ideas de Daron Acemoglu, la democracia y la prosperidad son algo contingente y provisional, es decir se puede volver atrás en cualquier momento.

Pero saber que la prosperidad es contigente no significa que no sepamos algo fundamental: Un Estado centralizado y fuerte es necesario para que emerjan otras condiciones, como la libertad, los derechos humanos, el derecho de propiedad, etc, pero un Estado centralizado no es condición suficiente. Hace falta algo más.

Es necesario que este Estado no sea extractivo sino inclusivo, es decir que reparta la riqueza entre sus ciudadanos de un modo más o menos justo. Un estado fuerte como el de Corea del Norte, como los países árabes con petróleo, como en Rusia o en Cuba no garantiza de ninguna manera el bienestar de sus ciudadanos incluso pueden dar la impresión de cierto éxito económico como sucedió con la URSS desde 1940 hasta 1970 en que comenzó su declive.

El éxito de la URSS se debió en gran parte al trasvase de trabajadores desde una atrasada agricultura hacia la industria, pero el sistema soviético carecía de dos de las condiciones más importantes para que ese éxito fuera sostenible: no había incentivos para la excelencia en el trabajo y no había innovación. La industria soviética murió precisamente por falta de innovación y algo así le sucederá a la China actual. Limitarse a copiar diseños de otros y ofrecer al mismo tiempo una mano de obra barata para occidente asegura grandes conflictos en el futuro a la vez que no impedirá el colapso de ese país en el corto plazo.

Las desigualdades en nuestro entorno.-

Algunas objecciones.

¿Cómo es posible que en los países donde más democracia, más oportunidades, más innovación y excelencia sean precisamente los que generan mayor desigualdades internas?.

Para empezar hay que decir que cierta desigualdad es necesaria para preservar esa misma innovación, el esfuerzo y el talento individuales. Las personas no somos todos iguales y aunque la igualdad es una norma moral inherente a nuestra ubicación democrática es necesario señalar que “la igualdad” es una abstracción subjetiva mientras que la desigualdad es algo muy concreto a lo que podemos meterle el dedo. Dicho de otro modo, no son tolerables ciertas desigualdades radicales entre ciudadanos de una misma nación, pero la igualdad es una utopía que hay que optimizar.

Una vez dicho esto, hay que señalar un hecho sorprendente: los Estados democráticos no han dejado -solo por el hecho de ser democráticos- de ser extractivos y expoliadores, algo que hacen a través de los impuestos, las tasas, las multas, la burocracia y las ramificaciones del Estado en todo rincón de lo privado. Tenemos Estados muy intervencionistas que paradójicamente protegen algo que está prohibido y que son los monopolios más o menos camuflados.

Un Estado puede ser democrático en su apariencia y ser imperial en sus relaciones internacionales. ¿Qué hace la UE metiendo la nariz en Ucrania? ¿Tiene algo que ver el gas ruso en todo este lío? Claro, Alemania quiere extraer esa riqueza y ponerla a su disposición. ¿Es que la Merkel no sabia que tendría a Putin enfrente en esa maniobra de acercar a Ucrania a la OTAN?

Un Estado no se convierte de la noche a la mañana en democrático solo por el hecho de haber elecciones. En nuestro entorno por ejemplo lo que observamos cada vez de forma más clara es que el Estado ha sido tomado por los partidos y la prensa al servicio de quién le paga. La llamada partitocracia le da a los partidos políticos una legitimidad que no tienen en puridad democrática. Una cosa es el Estado y otra los partidos. Los partidos son marcas, ideologías que no están ahí para quedarse, sino para dejar sitio a otros niveles de organización democrática. Más que eso están tan obsoletos como la monarquía.

En España nos hemos quedado con un sistema de gobierno anticuado, con una administración mastodóntica, unos partidos con regímenes estalinistas en su funcionamiento interno y con la paradoja de que los españoles actuales somos mucho más listos que nuestros abuelos y estamos muy bien informados. No nos merecemos los partidos ni los sindicatos, ni las organizaciones empresariales que tenemos. Todo huele a naftalina y todos los españoles nos sentimos expoliados por el recibo de la luz.

Las élites extractivas no son sólo el gobierno (los políticos) y los partidos, o los ricos, están mucho más cerca de lo que parece: son las empresas, las corporaciones que tienen la capacidad de negociar sus precios y sus perdidas, la banca, las multinacionales, las energéticas del IBEX, pero también una universidad anticuada que es en realidad una fabrica de parados con doctorados, endogámica e hipertrofiada. Todos estamos al servicio de unas élites extractivas no identificadas.

En conclusión ¿Por qué las naciones fracasan?

Lo hacen porque su rebaño no ha alcanzado el suficiente talento para que sus países sean lo suficientemente inteligentes, tengan unas instituciones, políticos y gobernantes con el suficiente capital organizacional con gobernantes inteligentes y morales que estén tan lejos de la corrupción y el interés propio como cualquier persona común en su entorno inmediato y sean capaces de terminar con las desigualdades radicales, la pobreza, diseñando políticas que enfrenten tanto al capital extractivo como a los movimientos progresistas que bajo cualquier disfraz pretendan implantar gobiernos totalitarios globales.

Pero en mi opinión hace falta algo más: enfrentarse colectivamente a esos poderes globales que diseñan estrategias que nadie ha votado y que se introducen con su propaganda en todo el tejido social. Discriminar esos mensajes es la tarea de al menos los individuos más despiertos de nuestro tiempo y si es posible informar de esos planes a nuestros contemporáneos a fin de aumentar la masa critica: ese talento del rebaño que tanto se parece a la inmunidad de grupo que perseguimos para resolver la pandemia actual.