El retorno de las Ménades

Dioniso era hijo de Zeus y de Semele, era por tanto un Dios inmortal, se le conoce con el nombre de «nacido dos veces», pues nació una vez de mujer y otra de hombre, pues Semele su madre murió cuando Zeus la mató con su rayo olímpico al dejarla deslumbrada y se incrustó al feto en uno de sus muslos hasta que estuvo listo para nacer. Fue criado y mimado por todas las ninfas a las que más tarde acabó poseyendo y pervirtiéndolas hasta el paroxismo. Posteriormente estas ninfas constituirían su séquito acompañándole constantemente en correrías, juergas y orgías. No en vano Dioniso es el Dios del sexo y del vino. Los romanos le adoptaron con posterioridad y le llamaron Baco y a sus acompañantes las Bacantes, aunque de alguna forma blanquearon el costado místico que acompañaba al Dios griego dejándole solo con el gobierno del vino y ese estado mental que llamamos embriaguez.

En realidad las Ménades son el alter ego de Dioniso, su parte femenina por así decir. Cada vez más femenina a medida de que iba helenizándose su cuerpo y su representación puesto que en realidad Dioniso no es un Dios griego sino tracio o frigio. Se trata de un coro de acompañantes que en su multiplicidad ocultan precisamente esa dualidad del Dios. Un protagonista múltiple es un recurso que podemos observar aun en nuestros sueños, en el mito representan la multiplicidad de voces de la conciencia aunque suelen operar de modo coordinado y coherente como una sola mujer.

Tal y como conté en un post anterior, los héroes y dioses de la mitología griega tienen múltiples caras y de ellos hay versiones diversas, pareciera como si esos protagonistas se fueran adaptando a culturas diversas y concretas. A veces un héroe está repetido y aparece con distintos nombres aunque su gesta sea similar. Otras veces el héroe tiene un opuesto, en este caso el opuesto terrestre a Dioniso es Orfeo aunque el opuesto celestial de Dioniso, su antagonista sea en realidad Apolo. De ahí la dialéctica eterna entre lo apolíneo y lo dionisíaco que me parece más acertado que hablar de contrarios en el caso de lo masculino y lo femenino.

Lo que caracteriza a las Ménades es su furor ctónico, su furor homicida, su crueldad y su amoralidad. Sus victimas son sobre todo niños, aunque su maldad mas conocida es la que ejercieron sobre Orfeo, un Dioniso bueno y apolíneo (era hijo de Apolo y Calliope), tan bueno era que incluso bajó al Hades a rescatar a su esposa Euridice. Quizá las menades sintieron celos de ese amor conyugal y terminaron despedazándole.

Ménade significa «las que desvarían» es decir se trata de mujeres inducidas precisamente por Dioniso a una especie de locura mística, un frenesí sangriento, una descomunal voracidad sexual y una incapacidad total para adquirir la compasión o como diríamos hoy la empatía que se le supone a cualquier mujer al menos con los niños.  Las Ménades son personajes terribles, histéricas en un grado psicótico, malvadas, exaltadas e ignominiosas. Las ménades son la naturaleza en estado bruto, la expresión de una locura primigenia, lo telúrico. Las ménades son la mujer antes de tener ojos para ver la belleza, la virtud y la cultura. Ese invento del patriarcado.

Las Ménades y en realidad todas las particularidades sanguinarias de las mujeres han sido reprimidas constantemente por la sociedad, las religiones, y los regímenes políticos y es bien sabido que el destino de lo reprimido es volver en forma de tragedia. Según Nietzsche, en la visión trágica del mundo, vida y muerte, nacimiento y decadencia de lo finito se encuentran entrelazados.

«El hundimiento de lo finito no significa la aniquilación total, sino la vuelta al fondo de la vida de donde surge todo lo individualizado. El pathos trágico se fundamenta en el saber de que todo es uno. Vida y muerte se encuentran profundamente hermanadas en un movimiento rotatorio misterioso; cuando una sube, la otra tiene que bajar; unas figuras se forman al romperse otras, cuando algo sale a la luz, otra tiene que hundirse en la noche. Pero la luz y la noche, la figura y la sombra, etc son sólo aspectos de una y la misma ola de la vida. El camino arriba y abajo es uno y el mismo, había dicho Heráclito exponiendo este tipo de sentir trágico. En la tragedia de los griegos, Nietzsche, cree descubrir la antítesis entre peras (lo finito) y apeiron (infinito), es decir, entre ser finito destinado a la aniquilación que se hunde en el fondo de lo infinito que hace surgir de nuevo otras figuras. Pues bien, a este vaivén entre lo finito y lo infinito lo denomina Nietzsche como la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco». (Extraido de esta web)

Niestzche nos lo contó en este libro en el que dedicó mucho tiempo a explicar las relaciones entre lo trágico, Dioniso y sus Ménades y las alternancias históricas entre los apolíneo y lo dionisíaco que como el día y la noche se suceden constantemente.

El infanticidio.-

El infanticidio ha sido practicado en todos los continentes y por gente de todos niveles de complejidad cultural, desde los cazadores nómadas hasta nuestros propios ancestros. Más que una excepción, ha sido la regla. (Williamson).

Dicho de otra manera, el filicidio es natural.

Aunque para nosotros sea hoy considerado como un delito de esos abyectos por incomprensibles no deja de ser natural, pero todo lo natural no es bueno como sostiene la falacia naturalista. Pues la naturaleza es fascista y no puede psicologizarse. El filicidio puede ser llevado a cabo por mujeres o por hombres, pero se considera que es más frecuente en mujeres, por la misma razón que el femicidio es más frecuente en hombres, pues cada uno solo mata a aquel que por su incapacidad física o dependencia puede ser asesinado. Tratar de explicar los casos puntuales que vamos conociendo por la prensa es una tarea imposible. ¿Qué es lo que impulsa a una madre (o padre o ambos) a deshacerse de un recién nacido? Podemos explicarlo psicológica o socialmente pero siempre resultará infructuoso. La naturaleza se resiste solo puede ser dominada, domesticada.

La pregunta a esta hora parece ser la siguiente: ¿Vivimos hoy en una época apolínea o dionisíaca?

Dejo al lector que analice esta creencia que ya es una consigna social: «El género es una construcción social». ¿Qué opina usted, se trata de una creencia apolínea o dionisíaca?

Obviamente es una hipertrofia de lo cultural y lo biológico, lo natural parece haberse desvanecido. Si adjudicamos a esta creencia el vector cultural de nuestro tiempo concluiremos que estamos en modo apolíneo. Ahora atienda a esta otra frase recientemente emitida por una feminista que es además profesora: «¿Qué pasaría si castráramos a todos los niños varones al nacer»? Esta posición es desmembradora y por tanto podría ser asumida por cualquier ménade moderna aun solo planteándola como un dilema mental.

La negación de la naturaleza lleva consigo un peaje de retorno de lo reprimido, de caos y desorden pero esto no es lo peor de nuestro tiempo: lo peor es que lo dionisiaco se disfraza a veces de ley apolínea lo que garantiza que lo recto no se imponga sobre la oscuridad y la sombra. Lo apolíneo nació para dominar la naturaleza y si no es posible para domesticarla pero no está preparado para ser sustituido solo por la apariencia de lo moral. El orden (cultura) divorciado de lo que se intenta ordenar (naturaleza). O peor, un orden que niega lo que pretende ordenar.

Dioniso siempre tiene a sus ménades disfrazadas para hacer la guerra sucia.

Bibliografía.-

El nacimiento de la tragedia de Frederich Nietzsche.

Williamson, Laila (1978), «Infanticide: an anthropological analysis», Kohl, Marvin, ed., Infanticide and the Value of Life, NY: Prometheus Books.

Kubrick y el ocultismo

eyes

La máscara un símbolo de la disociación

En un post anterior ya hablé de esta prodigiosa película de Kubrick que admite más de una interpretación comenzando por su titulo (Eyes wide shut), pero he tenido que esperar algunos años para dar con estos videos que cuelgo aquí abajo y que pertenecen a Pedro Bustamante para desentrañar parte del misterio y del universo simbólico de Kubrick.

 

Creo que es la mejor interpretación que he tenido ocasión de ver, siempre en clave ocultista.

Por nuestra parte ya habíamos hecho una incursión en ese mundo kubrickiano si bien nuestra interpretación anduvo más cercana a lo onírico que lo oculto.

 

La conversión de Rebeca Sommers

bloom.jpeg

Rebeca Sommers es una fotógrafa alemana más conocida por ser una activista pro-inmigración y pro-refugiados que recientemente ha saltado a la prensa en una entrevista donde declara su error al haber contribuido a abrir las puertas de Europa a una civilización que -dice ahora- es incompatible con nuestro concepto de civilidad. Aquí teneís la entrevista completa.

Pero yo no voy a hablar de las razones de su «conversión» al fin y al cabo yo soy de los que creo que cambiar de opinión es muy positivo para la maduración de nuestro psíquismo, de lo que me propongo hablar es de un tema un poco más complejo. me refiero a la empatía, la generosidad y el altruismo, valores muy valorados entre nosotros los europeos y que ha derivado en eso que llamamos «buenismo» que parece ser su variante extrema y politica. Más bien voy a hablar del lado oscuro de la empatía y sobre todo del punto de vista de Paul Bloom que acaba de estrenar en español su éxito: «Contra la empatía».

No cabe duda de que entre nosotros, la empatía es un sentimiento muy valorado y que se encuentra relacionada con aspectos morales y éticos de nuestro comportamiento. Solemos pensar que la falta de empatía es propia de los psicópatas o degenerados y solemos creer que el mundo necesita de una mayor empatía para neutralizar el sufrimiento de muchas personas abandonadas a su suerte , bien por las guerras, bien por la pobreza o bien por otras causas. Tampoco cabe ninguna duda de que hay personas que nos dan  testimonio práctico de su empatía cuando militan en organizaciones dedicadas a salvar náufragos del mar y traerlos a nuestras costas, llevar medicinas o comida allí donde se necesita u organizar esos campamentos donde se hacinan miles de refugiados. ¿Hay alguien que pueda estar en contra de estos actos de solidaridad?

La verdad es que pocos de nosotros encontraremos razones para estar en contra de estas actividades casi siempre calificadas de heroicas. Lo cierto -sin embargo- es que la mayor parte de nosotros no lo hacemos. ¿Es por qué somos egoístas o porque nos falta empatía?

La verdad del asunto es que tal y como dice Bloom, al mundo no le falta empatía sino que le sobra. La mayor parte de estos filántropos son hiper-empáticos (descarto a aquellos profesionales que cobran por su actividad), no cabe duda de que -aparentemente, al menos- son mucho más morales que el termino medio de los europeos. ¿La propia Rebeca Sommers no era en definitiva más solidaria que cualquiera de nosotros, cuando sacrificó su vida, su carrera, su familia, sus hijos (no se si los tiene) o su pareja (que tampoco se si la tiene)?

De manera que este post pretende responder a estas preguntas.

¿Qué impulsa a una persona a sacrificar su vida o parte de ella, su tiempo, su dinero, su salud y a veces su vida por ayudar a desconocidos a los que no ha visto en su vida y de los que solo sabe que son refugiados o como se dice ahora «migrantes»?

La mayor parte de mis lectores ya se habrán contestado a esta pregunta: «Son valores morales los que animan a esta gente a comportarse así».

De manera que vamos a ver algo más de esos valores morales, de donde vienen y como se configuran en las expectativas de los individuos. De una parte de ellos, claro, porque la mayoría de la población no estaría dispuesta a esos sacrificios, y se conforman con verlos desde la barrera sin cuestionarse su bondad.

Lo valores morales son ideales y cuando digo ideales me refiero a que son abstracciones y no cosas-en-si. Dice la wiki que:

Un ideal es un estado inalcanzable pero infinitamente aproximable, aunque la aproximación no requiere ser continua, puede darse a saltos, con discontinuidades.

Según la definición de A. Cíntora: «en principio, sólo los seres humanos pueden tener ideales o desarrollar un comportamiento en busca de ideales». Puede decirse que entre otras causas, la aproximación continua en busca de ciertos ideales ha participado de lo que comúnmente se denomina progreso de la humanidad.

En la definición operativa que hemos visto ya se pueden vislumbrar dos cuestiones 1) son inalcanzables y 2) están relacionados con el progreso. Me parece que esta definición es muy poco apropiada porque supone que el progreso de la humanidad es una flecha teleológica que se dirige hacia alguna parte​. Así piensa la mayor parte de la gente: que los ideales son necesarios para avanzar. Naturalmente los que así piensan han de ocultar que Hitler, Stalin o cualquier otro tirano homicida de masas también tenía ideales y muy fuertes. Ese es un punto débil de la creencia de que los ideales por si mismos llevan a una mejor humanidad.

¿Qué dice el psicoanálisis acerca de los ideales?

Los ideales son siempre de poco fiar precisamente porque son restos narcisistas incrustados en el Superyó (El Yo-ideal y el Ideal del Yo). Aquellos de ustedes que estén interesados en esta explicación pueden visitar este post donde hablé precisamente de ello. Los que no lo estén pueden seguir mi argumentario. Para simplificar mis argumentos recordaré a mis lectores que «La moral suele ser un disfraz de aspectos ocultos y negados de nuestras pulsiones», así es muy frecuente que las personas amemos -como le sucede a Eros- precisamente porque necesitamos ser amados. En Eros se concreta precisamente esta pulsión-repulsión. Eros es alguien necesitado de amor que ama. «Amor-a» y «amor-de» como necesidad son causa y efecto en la misma pulsión. Es muy frecuente que las personas necesitadas de amor se presten a sacrificios importantes en cuanto a su identidad, es frecuente ver como estos mendigos de amor pueden sufrir toda clase de contrariedades con tal de preservar su objeto-de-amor.

En un orden más social lo que les sucede a estas personas solidarias y altruistas es que parecen buscar causas bien alejadas de sus entornos habituales, no les basta con socorrer a sus vecinos, a sus familias (a las que muy frecuentemente abandonan) sino que su solidaridad parece que contiene un elemento de aventura exótica. ¿No es lo mismo desde el punto de vista moral socorrer africanos en el mediterráneo que a gitanos acampados en algún lugar inmundo  de nuestro país?

De manera que lo que caracteriza este tipo de empatías y solidaridades es el alejamiento. Es como si a un mayor alejamiento de lo cotidiano, de lo habitual, tuviera su empresa un mayor mérito.

Y es lógico porque la empatía es un sentimiento que evolucionó para la intimidad intragrupo e interpersonal y no para la épica.

Vale la pena visitar el blog de Pablo Malo que ya abordó hace algún tiempo el tema de la empatía y los argumentos de Paul Bloom:

«La empatía, además, está sesgada y suele limitarse además a nuestro grupo. Es más fácil que ayudemos a gente guapa o de nuestra etnia o país. La empatía es estrecha, dice Bloom. Lo tenemos muy difícil para que un seguidor del Betis empatice con la suerte de los del Sevilla. En el plano político el problema tampoco es de falta de empatía sino de que la izquierda empatiza más con unos y la derecha con otros. Por ejemplo, los liberales USA están en contra de las armas y empatizan con las víctimas de la violencia por armas. Los conservadores empatizan con las víctimas desarmadas de un crimen que se quedaron indefensas frente a la crueldad de otros. Por lo tanto, si aumentáramos la empatía en el mundo no creas que tus oponentes ideológicos pensarían como tú.

Bloom aplica el mismo argumento al calentamiento global. Nuestro cerebro no está diseñado para enfrentarse al calentamiento global porque nos fijamos en el corto plazo y en lo que podemos ver y percibir con nuestros sentidos, y el cambio climático es casi imperceptible a simple vista y va a afectar a personas en el futuro que no conocemos, o que ni siquiera existen. Nos preocupamos de individuos específicos en el presente y no nos afectan crisis que pueden dañar a gran cantidad de personas en el futuro.»

Lo que propone Bloom es una camino que vaya más allá de la empatía, un camino de compasión racional, postkantiana. Para Bloom la empatía es mala porque funciona como un reflector que se enfoca en algunas personas pero no en otras. Por ejemplo en la guerra de Siria hemos visto imágenes de niños muertos en aguas del Egeo que fueron difundidas hasta la saciedad por los medios dejando muy clara la intención de manipular los sentimientos de los que vieran las imágenes. Esto nos hace insensibles a las consecuencias a largo plazo de nuestros actos y nos ciega frente al sufrimiento de aquellos con los que no empatizamos o no podemos hacerlo. Es por eso parcial, es miope porque nos obliga a hacer cosas que parecen ser buenas a corto plazo pero que convocan grandes malestares en el futuro. Efectivamente los hiperempáticos no se plantean qué hacer una vez se han salvado a las víctimas. ¿Es que creen que traerles a tierra firme y dejarlos vagar por la geografía europea sin documentación o recursos es una buena solución?¿O mantenerles en campos de concentración?

La empatía puede crear violencia: la mayor parte de crímenes tienen un componente moral como ya vimos en otros post. Y sobre todo es corrosiva, agota el espíritu y como se ha evidenciado en el caso de Rebeca Sommer agota el espíritu y las fuerzas del empático.

Donald Black sostiene que sólo el 10% de los homicidios son producidos por rapiña como los que suceden en un robo o hurto, dicho de otra manera: los homicidios que se cometen por incentivos económicos directos son una minoría. El otro 90 por ciento son moralistas, una forma de pena capital en el que los autores son jueces y verdugos de una víctima que perciben que les han hecho daño de alguna manera y son merecedores de la pena de muerte.

Dicho en otras palabras: la mayor parte de los homicidios se cometen durante situaciones de ira, situaciones comunes y banales, donde los individuos parecen no tener control sobre sus emociones pero que paradójicamente se perpetran siguiendo una siniestra inspiración de que el “otro” -la víctima- se lo merecía. Y dónde el agresor no tiene nada que ganar. Dicho de otra manera, la mayor parte de los crímenes se cometen por una interpretación radical de la moralidad.

La empatía es un sentimiento para los tuyos y no puede universalizarse por decreto. Es un refresco azucarado, agradable pero letal si se consume en exceso.

Y lo peor: la empatía supone un rechazo de la razón. Y se encuentra siempre en la linea que divide la generosidad y la intrusión.

La empatía llevada fuera del contexto donde es adaptativa, es hipócrita y es un simulacro, un supremacismo moral.

El policía y el beato

Esta semana he tenido oportunidad de hablar con dos personas -en entornos no clínicos- de los que he aprendido alguna cosa nueva que me gustaría compartir con ustedes. Se trata de conversaciones de bar, un poco a salto de mata, de forma discontinua. Ambos han alumbrado un espacio que para mi -que vivo ajeno a la maldad- transcurría en penumbra, me refiero a las relaciones de vecindad que mantienen los perseguidores y los perseguidos. Esas dos caras de la paranoia, de las que conocemos bien a una de ellas, me refiero a la versión de la víctima, la de aquellos que se sienten perseguidos, acosados o excluidos.

Menos conocida es la otra cara: la del perseguidor, el querulante, el reivindicador, aquel que se ha sentido víctima de una injusticia -real o imaginaria- y que en lo sucesivo adquirirá el papel de desconfiado perseguidor, de Torquemada, de justiciero, un personaje como aquel Javert que aparece en los Miserables y que durante toda la novela no hace sino seguir su misión y su misión no es otra sino conseguir apresar a Jean Valjean que por otra parte es inocente. Nos olvidamos con frecuencia que estos inquisidores son también paranoicos que han conseguido transmutar su sentimiento de persecución por otro más activo y quizá más adaptativo: el de perseguidor. El acoso  y el resentimiento son la otra parte de la paranoia, la cruz desconocida que no aparece en los manuales de Psiquiatría sino con otros nombres y que tratan de ocultar su parentesco con aquellos que victimizan.

La eterna lucha entre el bien y el mal son el tema de la paranoia, y donde está Valjean no puede existir Javert.

¿Quién es Valjean? ¿Es un demonio, quizá?
¿Por qué dejarme escapar si me tenía a sus pies?
Me daba el golpe final y conseguía el perdón. 
Muerto Javert ya no existía el ladrón. / Pero dudó, no clavó su puñal. 
Quiso vencer perdonando a su rival. 
No viviré a merced de un ladrón, no cederé cuando llegue el final. 
¡Yo soy la ley, no se burla la ley! / Escupiré su maldita piedad. 
Negro o blanco, se debe escoger. / Donde existe Valjean, ¡no hay Javert! 
¿Y cómo puedo permitir que tenga mando sobre mí? 
El criminal a quien di caza me deja vivir, me deja libre. 
Debió clavarme su puñal, debió matar. 
Quitó el derecho de morir a quien no quiere malvivir. 
Y no sé qué pensar, ¿Puede un hombre cambiar? 
¿Reparar sus pecados? ¿Olvidar lo que fue? 
¿Que gano ahora con dudar? No había dudas hasta hoy. 
Mi corazón ahora tiembla, el mundo de ayer es una sombra. 
¿Le envía Dios o Satanás? ¿Y sabe ya,
 que al perdonar mi vida hoy, me ha condenado a morir? 
¿Cómo he llegado aquí? Las estrellas ya no están. / Esta fría oscuridad, vacío sin final. 
¡Solo tengo que escapar del perdón de Jean Valjean! 
Pero, ¿a dónde puedo ir? ¿Cómo aguas que se van?

Teniendo en cuenta que la dinámica paranoide es similar -aunque invertida- tanto en el beato como en el policía, ambos participan del mismo trato con la maldad aunque con distintos mecanismos. Y el malvado no puede coexistir con el bien sólo puede simularlo y en cualquier caso vivir bajo ese disfraz.

El policía desconfía de todos, sospecha y persigue al maleante y todos son sospechosos mientras no se demuestre lo contrario, lo mejor es suponer que todos son culpables, -me decía el policía- y que justificaba esa forma de pensar con el argumento de «me va la vida en ello».Nadie es pues inocente.

El mejor policia es siempre un paranoide, pero un paranoide solitario a diferencia del beato que es un paranoide sectario.

El beato se diferencia a las claras de aquella persona que abraza una religion convencional o incluso de aquel que practica una religiosidad profunda. El beato es un enamorado de la liturgia, del ritual, del dejarse ver. El beato es un paranoide que esconde su desfonfianza policial todo lo que puede tras una mascarada de buenas intenciones y de legitimación social, más bien de su grupo, a veces de su secta. El beato compagina su beatería con ciertos vicios privados bien conocidos por todos, los relacionados con la vida sexual y con el dinero.

Es precisamente porque se ocultan estas dos pulsiones fundamentales de la condición humana que el beato resulta un beato. Y es por eso que estas pulsiones desarmadas y descontextualizadas acaban por proyectarse al exterior.

El beato persigue en los otros aquello que él mismo se perdona conscientemente pero se acusa inconscientemente..

Detrás de un perseguidor hay siempre un pecador oculto.

De ahi la fuerza de Javert, su obsesión por darle caza. Javert necesita capturar a Valjean para mantener oculta su verdad.

Y si la verdad acaba por resplandecer: Javert se precipita en las alcantarillas de Paris.

No es de extrañar, pues la moral evolucionó para controlar la conducta de los demás y no la propia, para proteger al grupo del egoísmo individual, pero una vez inventada la moral nos quedamos solos gestionándola desde nuestro interior, con nuestros propios recursos intrapsíquicos. ¿Y qué hacer con ella?

Es por eso que existe la melancolia que se alimenta de moral y la paranoia que es una exoneración de la moral.

Conflictos sin solución

pareja-conflictos

Vivir es conflicto.

Las parejas, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo, padres e hijos, los hermanos, los países entre si, los Estados y sus regiones, las empresas y su competencia, los partidos políticos. Cualquier relación entre humanos está presidida por el conflicto. Y toda institución humana no puede escapar de un propósito inicialmente oligárquico.

Pero hay conflictos solubles y conflictos irresolubles.

¿Por qué algunos conflictos son irresolubles?

Para que un conflicto pueda resolverse es necesario que:

1.- Esté bien definido en términos racionales.

2.- Sea susceptible de negociación entre las partes.

3.- Las partes quieran resolverlo (cada una de ellas y las dos).

4.- Cada parte renuncie a algo.

Si no se dan estas condiciones -entonces- un conflicto se convierte en un problema endemoniado, cuya característica principal es que «todos los intentos por resolverlo lo agravan».

Este tipo de problemas contrariamente a los formulados con anterioridad (conflictos solubles) son complejos. Complejos no es lo mismo que complicados: significa que sólo pueden formularse cuando ya han sido resueltos.

La primera idea a anotar es que estos problemas no se resuelven jamás pero pueden disolverse, perder vigencia o desclasificarse si cambian las condiciones del entorno -las relaciones entre sus enlaces- que es el lugar donde el problema anida.

Usualmente los conflictos irresolubles entre individuos se zanjan con la ruptura de las relaciones o la desafección y en el caso de que el conflicto anide entre dos países por ejemplo, el resultado es la guerra.

Lo interesante de los conflictos es que se trata siempre de conflictos de intereses, de un conflicto por los recursos, aquellos que compiten por un mismo bien o recurso están destinados a tener conflictos, sin embargo el conflicto no existe en ausencia de colisión de intereses.

Lo complicado es abrirse camino en esa brecha y definir qué son intereses y qué cosas no lo son. Cuando hablamos de intereses casi siempre pensamos en clave material: agua, comida, petróleo, recursos naturales, etc. Pero solemos pasar por alto otros intereses que no están en la escena y no suelen explicitarse.

Por ejemplo, en las rupturas de las parejas suele suceder que uno de sus miembros haya decidido poner fin a la misma precisamente porque en términos de coste/beneficio no salgan las cuentas y no tanto por desacuerdos.

En nuestro país el número de divorcios es casi similar al número de matrimonios y por lo que llevo visto en la vida el número de hermanos que no se hablan o el número de hijos que rompen todo vínculo con sus padres es mucho más elevado de lo que pensamos. Inferior desde luego al número de parejas con las que hemos roto a lo largo de nuestra vida o al número de amigos que hemos perdido por un “quítame allá esas pajas”. O al número de parejas que se rompen al dia, unas 2800 en España sin contar las que no aparecen en los censos.

Más allá de las desavenencias entre los miembros de la pareja,una de las causas ocultas de este hecho es la levedad de las relaciones de apego, la ideología del consumo y el derecho a la felicidad que nos venden como si todos tuviéramos derecho a aspirar a ese ideal virtual que se nos muestra desde lo que Verdú ha llamado el capitalismo de ficción. Un capitalismo que no está basado en la producción de bienes tangibles sino dinero de papel al que nadie puede meter el dedo. Y sobre todo: realidad.

Dicho de otra forma, lo que parece haberse deteriorado son las razones para no romper una relación suficientemente buena. Los relés de inhibición han dejado de existir. ¿Por qué no?

La definición o el contexto donde se dan las relaciones determina la forma y la duración de estas mismas relaciones. Romper una relación no es un acto de libertad individual sino una decisión que viene contaminada por el contexto. La subjetividad humana es muy dependiente del contexto.

Y hablando de problemas irresolubles me referiré ahora a un tema internacional, me refiero al conflicto palestino-isreaelí que este verano ha estado en primera plana de todos los informativos, acompañando nuestras comidas con un recuento diario de muertos, bombas, misiles y las desgracias de la guerra. ¿Quién no se ha sentido golpeado por esas imágenes de niños muertos y edificios enteros destruidos por las bombas.

Muchas veces me he preguntado en mi vida ¿qué tendrá esa franja de Gaza, que se lleva por delante tantas vidas? Seria comprensible si ahí hubiera oro o petróleo o cualquier mineral estratégico. Pero ahí no hay nada, nada salvo desierto, un desierto rodeado por un muro. No es una guerra por los recursos, ni una guerra de religión sino una guerra de escisión entre dos Estados que no creen posible la convivencia.

Y lo peor: las partes no quieren llegar a un acuerdo permanente.

La razón por la que las partes no quieren negociar -salvo cuestiones puntuales como un alto el fuego- es que ambas quieren imponer a la otra parte su visión de la «propiedad de la tierra», unos sienten que ya estaban allí antes de que Inglaterra creara el Estado de Israel, otros creen que «la tierra prometida» les pertenece por decisión divina.

Y este conflicto no se aviene a soluciones pactadas. Ambas partes sienten que la paz llevaría consigo una especie de cesión, una derrota. La guerra aun intermitente es la única solución. El odio se difunde de generación en generación haciendo el problema transgeneracional asegurando así la no-solución del conflicto.

Pero la guerra no se puede mantener por mucho tiempo sin desequilibrar toda una zona, en este caso Oriente medio es una zona estratégica por el crudo, pero mucho antes en Europa ya habíamos vivido una situación similar. La guerra de los 30 años comenzó siendo una guerra religiosa, pero poco a poco fue difundiéndose entre todas las potencias europeas. La intervención paulatina de las distintas potencias convirtió gradualmente el conflicto en una guerra general por toda Europa, por razones no necesariamente relacionadas con la religión. Una guerra por no quedar fuera del reparto.

«El mayor impacto de esta guerra, en la que se usaron mercenarios de forma generalizada, fue la total devastación de territorios enteros que fueron esquilmados por los ejércitos necesitados de suministros. Los continuos episodios de hambrunas y enfermedades diezmaron la población civil de los Estados alemanes, y en menor medida, de los Países Bajos e Italia, además de llevar a la bancarrota a muchas de las potencias implicadas. Aunque la guerra duró 30 años, los conflictos que la generaron siguieron sin resolverse durante mucho tiempo». (tomado de la wiki).

Algo que señala hacia donde pueden ir las cosas en oriente medio. Una guerra se para cuando ya no puede mantenerse, bien por falta de soldados, de comida o de armas. Es entonces y solo entonces cuando los contendientes cesan de guerrear y aunque puedan mantener sus desavenencias de por vida, al menos cuelgan sus fusiles, hartos de tanta sangre y vuelven a la vida civil. El hartazgo es lo que vuelve a poner las cosas en su sitio. Hasta el próximo conflicto.

Y es entonces y solo entonces cuando un problema endemoniado puede ser definido:

No hay ninguna formulación definitiva a un problema endemoniado, no tienen una “regla de detención”. Paradójicamente, sólo se pueden formular luego de ser resueltos. O

La formulación del problema corresponde al estado de la solución (y viceversa).