La vieja cançó

Cataluña es un pais de tenderos y no lo digo de forma peyorativa sino como alabanza, muy parecido al reino Unido y probablemente la base de su pujanza económica. Vale la pena visitar este post sobre la aparición de la clase media inglesa para saber a qué me refiero.

En ambos casos, tanto en Inglaterra como en Cataluña sucedieron cosas importantes, y relacionadas con una explosión de talento allá por la década desde 1970 hasta 1980. En el primer caso se trató de una explosión de talento pop por así decir con influencias del rock y del blues, casi todos los grupos que nos trajeron aquellas innovaciones musicales de los 70 eran procedentes de artistas nacidos después de la segunda guerra mundial, desde 1947 hasta 1954. Y se concentraron además en determinadas ciudades como Birmingham, Liverpool, Manchester o el mismo Londres.

No cabe duda de que el trauma de la gran guerra tiene algo que ver en esa explosión de talento pero no hemos de olvidar tampoco el baby boom  ni a los inmigrantes de las colonias inglesas. Sea como fuere aquella explosión de creatividad no se ha vuelto a repetir.

En Cataluña sucedió algo parecido que vino a conocerse como la «Nova cançó», se trató de una especie de renacimiento artístico, una eclosión de artistas que tenían como denominador común expresarse en catalán. Reunidos bajo el epígrafe del setze jutges animaron a toda una generación y sobre todo propusieron una nueva estética en la escena y un nuevo estilo que vino a conocerse como «cantautores». Significa que los cantantes componían sus propias canciones, sus propias letras  y lo hacían a menudo acompañados de una sola guitarra. Su relato era muy verosímil y prendió. Este post va dedicado a ellos, esa generación que bebió de fuentes francesas más que anglosajonas y donde Jacques Brel fue el padre de todos ellos, empezando por «Pi de la Serra», que como el lector podrá observar tenia un deje de lo más existencialista, nada que ver con el pop que nos venia de las islas británicas.

 

Es interesante señalar que solo muy tangencialmente o como concesión comercial este movimiento fue reivindicativo o político, más bien se trataba de catalanismo en estado puro, muy alejado de lo que hoy entendemos como nacionalismo catalán. Mi impresión es que fue precisamente este aspecto puramente estético, artístico lo que dotó a este movimiento de credibilidad y vale la pena decir que se produjo en un contexto muy concreto: la España franquista.

Solo en unos pocos podía adivinarse este aspecto más combativo o político aunque en clave de resistencia a la Dictadura, nótese en este Lluis Llach y como la estaca parece representar a la dictadura obligatoria. Lo cierto fue que la estaca no se soltó y Franco murió en su cama.

En Valencia hubo también dos cantantes que vale la pena recordar aquí, uno fue Raimón que es muy conocido por «Al vent» pero que brillaba con luz propia cuando musicaba a poetas medievales como Ausias March o se ponía lírico como en esta canción dedicada a su esposa italiana:

También Ovidi Montllor comenzó su carrera como reivindicador descamisado con aquella «Samarreta», con la que se presentó en Valencia en sociedad,  pero poco a poco su carrera fue tomando otros senderos mas sofisticados con aquellos recitativos de poetas como Vicent Andrés Estellés, vale la pena recordar éste, acompañado a la guitarra por Toti Soler.

 

Cada uno de los «setze jutges» tuvo una carrera distinta, la vis cómica de Guillermina Motta, la búsqueda experimental de un sonido mediterráneo como en Maria del Mar Bonet, que en ocasiones dio también alguna muestra de compromiso político como cuando cantó aquello de ¿Qué volen aquesta gent», un recuerdo de cuando la policía entraba de noche en un domicilio para registrar la casa en busca de octavillas.

 

Pero sin duda el gran artista que brilla sobre todos los demás es Joan Manuel Serrat que ha tocado todos los palos y ha triunfado tanto en castellano como en catalán, abriéndose paso más allá de Cataluña gracias a ser un artista completo. He elegido este tema con letra de un gran poeta catalán, Joan Salvat Papasseit para ilustrar esta versatilidad.

En suma la cançó fue un fenómeno cultural, estético, artístico parecido a la Renaixenxa que comenzó siendo un periódico y que emergió en la dictadura de Franco y catapultó a muchos de aquellos babyboomers catalanes que fueron de alguna manera la vanguardia de otros que surgirían en el resto del país.

Su éxito se debe a dos razones, el catalanismo ha existido siempre pero se hallaba circunscrito al lenguaje común, naturalmente que antes de ellos ya se hablaba catalán en sus casas pero casi nadie con una cultura media había tenido la oportunidad de proyectarlo en canciones populares y poesía al alcance de todos, incluyendo a los no-catalanes.

Pero parte de su éxito también fue que no tenia adherencias políticas salvo en algunos casos y si las tenia era contra el franquismo y la Dictadura, lo que hacía de cemento de unión y naturalmente carecían de subvención.

El catalanismo es algo bien distinto al nacionalismo catalán que parece haber terminado con los intelectuales, poetas y cantautores catalanes.

¿Qué se hizo de ellos?

Solo Serrat y Maria del Mar Bonet en menor grado permanecen en pie, el resto ha desaparecido de la escena pero permanecen en nuestros recuerdos y ahí seguirán como mitos a medida de que se desdibujen sus contornos.

 

 

La tolerancia indiferente

La tolerancia es hija del fanatismo (Jose Carlos Aguirre)

 

¿Hubiera ganado Conxita sin barba?

Confieso con un cierto rubor que hace años que veo el programa de Eurovisión y lo confieso por parecerme un programa en cierta forma abyecto, que muestra a las claras ese proyecto fallido que llamamos Europa y que por alguna razón desconocida para mí incluye desde Portugal hasta Azerbayán. Pero lo cierto es que desde que existe twitter me resulta muy divertido gracias a los comentarios siempre sustanciosos y en clave de humor que dictan los tuiteros y que piensan como yo que ese programa no tiene ni pies ni cabeza.

En realidad debería llamarse Politik realvision, pues en él lo que se ventila son las alianzas entre países en una especie de salmodia de voto, donde de tan predecibles no deja de resultar cómico que hasta el locutor de turno adivine para quien van a ser esos twelve points que tanta gracia nos hacia cuando lo decían en francés. Ahora parece que hasta los rusos se han pasado al inglés. Los rusos esos muchachos tan vocacionalmente europeos.De manera que el concurso es una farsa, un politiqueo de tan inocente y mentiroso que hasta podemos adivinar por donde van a ir los engaños.

Lo cierto es que este año ha habido un cambio en el chip habitual: las canciones han subido un poco el nivel y las baladas le han ganado la partida a los números circenses y los daneses han hecho una puesta en escena muy vistosa, aunque yo sigo echando de menos al maestro Ibarbia y al triunvirato de La-la-la.

Pero al margen de este comentario, ni pizca de patriotismo, no me gustan nada ni las canciones ni los cantantes que mandamos a Eurovision desde hace algunos años. Lo cierto es que no merecen ganar, es como si nuestro país quisiera evitar a toda costa el gasto que debe representar para una televisión publica la organización de este evento.

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Dicho lo cual les contaré una anécdota a propósito de un tuit que mandé la noche de autos, se trataba del siguiente:

Era una mujer en un cuerpo de hombre que quería ser mujer pero con barba y sin tetas. ¿Hay quién de más?

Y hubo quien se lo tomó a mal, seguramente alguna persona que no ha leído «El amante lesbiano» de Jose Luis Sampedro o que no sabe que el deseo humano muestra pliegues y repliegues en una especie de regresión infinita que como en el caso de Conxita -ganadora del concurso- podemos entrever hasta el paroxismo. Pues se trata de un hombre que aparece travestido de mujer, pero no hormonado y con barba. O lo peor siendo socialdemócrata: no haber leído a Foucault cuando habla de «la diseminación de las identidades fugitivas» como eje de torsión de la alienación. Lo que quiere decir Foucault es que si cualquier cosa es elegible entonces estamos más alienados que nunca porque -según él- el poder se vale de esta estratagema, la de la libre elección de cualquier cosa, en lugar de optar por la represión, puesto que el espanto hace la misma función que la repulsión fisica.

Pero si cuento todo esto es para hablar de algo que suscitó aquel comentarista que me acusó de intolerante. Me puse a pensar qué es la tolerancia y sobre todo, ¿somos los europeos tolerantes?

La verdad es que el éxito de la primadonna Conxita parece señalar en esa dirección: votar una cosa tan fea -me refiero a su estética- porque Tom (el verdadero nombre de Conxita es en realidad un tio muy guapo), ¿pero para qué vestirse de mujer con una barba adosada?¿Qué es lo que reivindica ser hombre o mujer? ¿Acaso reivindica el mito del Andrógino?

No deja de ser curioso que en una Europa cercenada por la falta de niños que son los que sostendrán en el futuro las pensiones de sus abuelos se homenajee al Andrógino. Europa con esa elección demuestra su decidida voluntad de extinguirse, pues lo cierto es que como dijo otro tuitero:

«Austría ha ganado por los pelos»

Dicho de otra forma: yo soy muy tolerante por las razones que más abajo esgrimiré, pero baste con decir ahora que ser tolerante tiene costes y que legitimar todos los goces (otra vez Foucault) tiene costes para la salud mental de la población general y atenta contra el crecimiento demográfico que una sociedad vigorosa y laboriosa debe sostener con un mínimo de sentido común si es que queremos mantener eso que se llama Estado del bienestar. Ser tolerante es bastante fácil a mi entender porque se enrosca en una experiencia muy europea: la indiferencia con el otro. Ser tolerante es una manera de negar que unas cosas tienen más valor que otras y que no todas son aceptables al menos estéticamente.

Personalmente me tienen sin cuidado los gustos de Conxita, aunque ya sabemos que son bastante feos y aunque se que hay otros tipos de intolerancia beligerante que persigue homosexuales o apedrea mujeres infieles, lo cierto es que mi tolerancia está mas cerca de la indiferencia que del rechazo. Y más cercana a una escala de valores que a la indiferencia sobre todo cuando hablamos de ideas.

Y como siempre suelo hacer he pedido consejo a mi filósofo de cabecera Jose Carlos Aguirre para que ilumine mi ignorancia sobre el tema. ¿Por qué es bueno ser tolerante? ¿Hay que ser tolerante con todo tipo de conductas? ¿Votar a Conxita demuestra tolerancia o sin sentido?. Para Jose Carlos Aguirre el concepto de tolerancia:

Tiene su origen en el pleito católico-protestante en su mutua incapacidad para reconocerse. Ya que no nos podemos reconocer en nuestras diferencias nos toleramos… Leibniz es uno de los grandes críticos de la tolerancia precisamente por que aspiraba a un mutuo reconocimiento entre católicos y protestantes desde una reflexion teológica inclusiva que validara a ambos. Todavía recuerdo las magníficas clases de Quintín Racionero poniendo a caldo la idea de tolerancia por cercenar la posibilidad del reconocimiento del otro en una perspectiva de valor común y capaz de dar cuenta de las diferencias.

La postura de Leibniz era que de lo que se trataba no era de contentarse con la ruptura de la cristiandad festejando los cachos rotos. De lo que se trataría es de desplegar una hermenéutica que fuera capaz de acoger ambos a un logos común capaz de integrar las diferencias.

Leibniz creo que daba en el clavo. La tolerancia hace imposible la afirmación de valor común capaz de reconocer la alteridad. En realidad la eterna cuestión de lo uno y lo múltiple. La tolerancia es hija del fanatismo. Un fanatismo que se decanta por una pragmática de convivencia ante el hecho rotundo de que el otro está ahí y no va a desparecer. La cuestión es que por eso mismo en la tolerancia no hay civilitas o espacio común ni una afirmación positiva de la diferencia. Leibniz no bromeaba cuando consideraba la ruptura y la fragmentación de la civilización en Europa como la gran debacle histórica de la modernidad.

Efectivamente, una sociedad enhebrada a partir de la tolerancia es una sociedad en la que no hay capacidad para afirmar nada.

Ni siquiera el reconocimiento del otro.

De aquellos lodos estas galernas…

Un futuro de androides perfectas

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Las mujeres perfectas no existen a pesar de que existe una pelicula que afirma lo contrario. Los hombre perfectos tampoco existen pero no es de hombres de lo que voy a hablar, porque la mayor parte de nosotros, los hombres somos superfluos, tanto desde el punto de vista reproductivo como desde el punto de vista sexual.

Soy de los que piensa como Freud y Reich que la gran asignatura que tiene nuestra especie es la del sexo, más concretamente de la privación o del disgusto o insatisfacción sexual de sus usuarios, no tanto por represiones o moralismo (que ya quedan pocos) sino por conformidad con lo que hay. Compaginar eso que llamamos civilización con el deseo sexual es algo complicado y que requiere de grandes equilibrios y desequilibrios que conviven con bolsas de inanición y de miseria que condenan a muchos hombres al ostracismo, al rencor, al delito, los crimenes sexuales, la pederastia o la alienación.

No me cabe ninguna duda de que estos males impresos en la cultura proceden de un mal reparto de las mujeres tal y como dicen los antropólogos que se han ocupado del asunto: las mujeres son un bien escaso, al menos las mujeres que no piden peajes insostenibles en forma de compromisos eternos. Pero hay otros hándicaps en esto del intercambio sexual y de las oportunidades de goce -dado que no todas las mujeres son igualmente deseables- y que estas desigualdades se encuentran en la raíz misma de la hominización, de modo que no son de esperar grandes cambios en la naturaleza humana, es la que es.

Las mujeres siempre llevarán ventaja en las relaciones a corto-plazo y serán menos abundantes que los hombres, del mismo modo tenderán a la monogamia, y serán menos activas y más conformistas -sexualmente hablando- que los hombres. Del mismo modo los hombres parten con una ligera ventaja en el largo plazo pero los peajes son demasiado costosos de mantener salvo para los ricachones o los guaperas.

De manera que siempre existirán bolsas de deprivación, de codicia, de lujuria más o menos contenida y de rechazos y decepciones, de miedo al abandono y de rencor misógino. El hombre es más dependiente de la mujer que al revés y lleva la peor parte en el reparto de la escasez.

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En un post anterior y a propósito de un libro de David Levy que titulaba «Sexo y amor con robots», ya me detuve a hablar de esta utopía -para algunos distopía- que seria poder disponer de robots siliconados para satisfacción de aquellos deprivados que tanta hambre pasan. Todos conocemos casos.

Para mi, el libro de Levy no es en absoluto una distopía sino que pienso que es la única forma de regularizar y homogeneizar el mercado sexual que en la actualidad depende demasiado de los gustos (intereses) femeninos y de la castidad impuesta. Y es por eso que existen prostitutas y no prostitutos entre otros subproductos del mal reparto.

Pero ¿no seria mejor disponer de una sexual doll a tiempo completo que recurrir a la prostitución?

En esta página -tecnología alemana- ya puedes elegir tu androide segun tus gustos y prestaciones. Y en este album puedes ir eligiendo.

Claro que se puede afirmar que por muy perfectas que sean no dejan de ser muñecas con ciertos dispositivos evacuadores de emisiones espermáticas. Y es verdad que estos dispositivos no pueden quitarse de encima cierto siniestro parecido con los autómatas de pelicula de miedo. Para consumo de fetichistas o desesperados, si.

¿Se acuerdan ustedes de los primeros móviles? ¿De aquellos que llamábamos ladrillos y que llevaban antena y todo y pesaban como una piedra?. Recuerdo cuando empezó esta industria de los móviles que solo los usaban los hombres de negocios, esos que andaban todo el dia colgados a su ladrillo comprando y vendiendo valores. Entonces era frecuente que criticasemos a aquellos pioneros, parecían ciertamente ser snobs y uno no encontraba ninguna diferencia entre el móvil, el fijo o la cabina de telefónica si necesitaba llamar.

Pero el mercado de los móviles se fue sofisticando  y abaratando, hasta el punto en que hoy todos (hasta los pobres) tienen móvil. Se ha convertido en un articulo irreemplazable y lo ha hecho yendo más allá de sus propias prestaciones, los móviles se han vuelto inteligentes (smartphones) y sirven para cosas que no estaban entre su programación inicial de llamar por telefono.

Algo asi, presumo sucederá con las sexual dolls. No solamente se mejorará su apariencia fisica y su tacto y contacto sino que pronto andarán, se moverán y serán cada vez mas proto-humanas sin serlo. El propio Levy adelanta que incluso tendrán dispositivos para hablar y mantener conversaciones según los gustos del clientes y sus orgasmos podrán programarse o bien se llevarán a cabo a mano.

¿Existirían en una sociedad así los delitos sexuales? ¿Podrán ser acusados los sádicos de quemar, asesinar, ahogar o desmembrar a sus muñecas? ¿Podrian existir muñecas aniñadas para satisfacción de pederastas?

Es de prever que esa utopía de muñecas sexuales puede cambiar este panorama de abusos y crimenes relacionados con la sexualidad que tanto abruma a los machos de nuestra especie y por el que nuestra sociedad paga un precio tan alto.

Una de las preguntas filosóficas que algunos se harán es ésta: ¿Pero estas sexual dolls serán capaces de amar? ¿Y ese amor será verdadero?

La misma pregunta me hice en este post acerca de la verosimilitud de los sentimientos entre humanos y humanoides y me serví de Blade runner para alumbrar esta cuestión filosofica. ¿Sabe o no sabe Harrison Ford que Daryl Hanna es una mutante? ¿Lo es o es humana?

En cualquier caso parece que no le importa demasiado.

Post relacionado.-

¿Por que nunca lograremos la igualdad reproductiva?

En la salud y la enfermedad

La mayor parte de las personas que conozco estarian de acuerdo en una definición negativa de la salud: la salud es la ausencia de enfermedad, suele decirse. Hay otras definiciones como la de la OMS que no voy a considerar al ser una definición más proxima a la felicidad o a un ideal que a un estado del cuerpo.

Pero lo más grave de esta concepción es que la mayor parte de la gente e incluyo aqui a nuestras autoridades sanitarias es que creen que salud y enfermedad son terminos antagónicos o contrarios. «Se está enfermo cuando se pierde la salud y se está sano en ausencia de enfermedad». Lo cierto es que se puede estar saludablemente enfermo y se puede también estar sano y sentirse uno muy enfermo. De manera que la salud es una percepción subjetiva que no excluye el tener una enfermedad, una minusvalía o una incapacidad.

Y todo este lío procede de que la gente no ha leido a Russell y Whitehead y su teoria de los tipos lógicos, publicado en Principia matemática. Y para que mis lectores entiendan de que va esto de los tipos lógicos tomaré prestado un ejemplo que Gilbert Ryle que en su libro «El concepto de lo mental»  plantea el siguiente ejemplo para ilustrar el eterno dilema cerebro-mente.

Un profesor de cierta universidad recibe a un mandatario de algun pais exótico y le enseña las instalaciones de su campus, aqui está la biblioteca, aqui la facultad de derecho, aqui ciencias humanas, estos son los laboratorios, aqui está la cafeteria y estos son los campos de deporte», etc. Al terminar su periplo, el mandatario de cierto pais exótico le pregunta al profesor.

-¿Y la universidad donde está?

Efectivamente la universidad no es algo a lo que se le pueda meter el dedo, no ocupa espacio, ni puede verse o tocarse  ni es un edificio o una bandera (aunque a veces usemos esta metonimia). La palabra «universidad» pertenece a un tipo lógico diferente a «facultad», «edificio», «laboratorio», «cafetería», etc. A un tipo lógico que abarca e integra el resto de elementos relacionados con ella y que descarta a su vez otras construcciones que nada tienen que ver con ella, asi «boxeo», «gallinas» «pornografía» o «cuñados» no se encuentran relacionados con el tipo lógico «universidad».

A la palabra «universidad», le pasa pues un poco lo mismo que a la palabra «mente»:  tiene un nivel de definición que está más allá de los objetos concretos que tienen existencia material. La palabra «universidad» es un constructo mental igual que la palabra «mente», lo cual no significa que tengan una existencia independiente. Ahora bien, que sea un constructo mental no significa que su existencia deba ser explicada a través de procesos distintos a los que usamos cuando hablamos de edificios, bares o cafeterias, simplemente se trata de un tipo lógico distinto. La palabra «universidad» no es un ectoplasma que sobrevuela como la pipa de Magritte al cuadro que representa la pipa retratada sino una abstracción mental que abarca otros contenidos que se encuentran por debajo de ella vinculados por enlaces semánticos.

Nótese como Magritte le dio a este cuadro un titulo dualista: «Los dos misterios», como si la pipa abstracta, fuera algo bien distinto a la pipa pintada y esta a su vez (y quedaria un tercer misterio a revelar) remitiera a la pipa que puede fumarse, el objeto en sí. En realidad no hay dos misterior sino simplemente uno. Todas las pipas son la misma pipa, excepto la pipa de cada cual que es seguramente diferente a las demás pero que carece de misterio.

Si bien la palabra «universidad» no puede aislarse de las palabras «cafeteria», «campo de deporte» «facultades » y «laboratorios» pues hay algo en ellos de la universidad y hay algo de la universidad en la «facultad», «campo» o «laboratorio». Siguiendo a Arthur Koestler llamaremos holones a esa idea «de que el todo está en la parte y que hay algo de la parte en el todo».

Y algo parecido les sucede a estas dos palabras que dan titulo a este post: la salud es un hecho mental, abstracto que está relacionado con las enfermedades con las que mantiene un vínculo holónico pero que se encuentra situado en un nivel lógico distinto y a una lógica diferente -pero no distinta- a la que regula los sistemas mecanicos y deterministas.

En la salud hay algo de la enfermedad y en la enfermedad hay algo de salud.

Y si cuento todo esto es porque desde que se han implantado los recortes sanitarios caemos una y otra vez en esta falacia de confusión de los niveles lógicos. Asi, suele decirse que la sanidad (la salud de las personas) se resentirá con los recortes económicos propiciados por la crisis. Lo que es lo mismo que admitir que nosotros los médicos somos los responsables de la salud de nuestros enfermos. Se trata de una falacia que por cierto ha penetrado en el tejido social y todo el mundo lo cree a pies juntillas, inlcuyendo a los propios galenos. En realidad los médicos asistimos a enfermos, y sabemos de enfermedades, pero tenemos una idea muy vaga sobre la salud que en cualquier caso requeriria una formación filosófica.

En cualquier caso los recortes pueden afectar a la asistencia de los enfermos pero no a su salud.

La salud, en mi opinión no la construyen los médicos y en el terreno de mi especialidad, la salud mental (un término aborrecible) no depende del número de psicólogos o psiquiatras por metro cuadrado que existan en un población dada, sino que tiene que ver con otras variables ajenas a nuestra profesión. Tiene que ver con la percepción de seguridad y de un cierto bienestar. Es decir tienen que ver con las condiciones de vida y con el hábitat.

Las relaciones que mantienen salud y enfermedad son -sin embargo- muy ambigüas, dado que todo enfermo aspira a recuperar la salud, es decir a estar como antes de enfermar y recobrar sus condiciones iniciales, algo que es posible -dependiendo de la enfermedad- pero que no es la regla. Lo que nosotros llamamos prevención secundaria y terciaria está muy relacionada con los niveles asistenciales alcanzados, pero el quid de la cuestión sobre la salud es la prevencion primaria o ¿Cómo lograr que no enfermemos? Es ahi donde los médicos tenemos poco que ofrecer pues tratar a los sanos como enfermos y someterlos a constantes chequeos o exploraciones «preventivas» no resuelve el problema de fondo y quizá agrave más el problema.

La salutogénesis.-

Determinadas condiciones de vida son salutíferas, mientras que otras son enfermizas, nombraré a algunas de ellas para que el lector aprenda a discriminar algunos hechos que están más emparentados con la salud que los hospitales o los ambulatorios, los fármacos o los propios médicos.

El primero de ellos y el más conocido son las ciudades, el segundo la alimentación, el tercero el trabajo que llevamos a cabo y el cuarto, una suficiente satisfacción con la vida en general que se lleva. Los tres primeros son hechos materiales y solo el tercero es un hecho mental y subjetivo.

Es un hecho bien conocido que vivir en una ciudad provee de una menor calidad de vida que vivir en un pueblo, las razones son múltiples y usualmente los asimilamos al concepto de estrés: la anomia, la falta de apoyos sociales, las enormes distancias entre el trabajo y la vivienda, el ruido, la peligrosidad de ciertos barrios, la circulación de la droga, la carestía de la vida, son factores que se han señalado como inductores de una mala calidad de vida y de una «mala salud». Lo paradójico de esto es que tenemos tendencia a vivir en esas jaulas asfaltadas que llamamos ciudades. ¿Por qué sucede esto?.

En las ciudades se concentran la mayor parte de los recursos y los excedentes y congregan no solo a ustedes los empleados sino a los homeless y a todos los pobres del mundo. La mayor parte de ustedes si viven en Madrid, Barcelona, Bilbao o Sevilla, estarán de acuerdo conmigo es que si viven en esos lugares es porque alli se encuentra su trabajo. La mayor parte de empleos se concentran en las grandes ciudades, lo que es lo mismo que admitir que a pesar de saber que las ciudades son muy poco saludables – y por eso usted se marcha de ellas cada fin de semana- no tenemos más remedio que vivir en ellas. Paradójicamente en las ciudades se concentran además la mayor parte de recursos públicos asistenciales, hospitales, ambulatorios, etc.

Y sin embargo no parece que la mayor concentración de servicios aumente la percepción de salud en los individuos, si bien es posible que disminuya su percepción de indefensión. Las ciudades están llenas de enfermos, lo que es lo mismo que admitir que el aumento de servicios no corregirá esta tendencia sabiendo además que este aumento es ya insostenible.

Nombraré un elemento de salutogénesis que me parece fundamental y es de nuevo un hecho mental: vivir instalado en el nivel más alto de abstracción sirve de vacuna frente a los embates de las conciencias mas bajas que temen, sufren o disfrutan pagando un alto precio por ello. Vivir instalado en la salud y sacudirse los temores a la enfermedad es una buena receta para la longevidad, vivir de espaldas a las consignas médicas y a los recetarios de salud de la publicidad institucional es la buena estrategia.

Recordando que en la enfermedad hay siempre un amplio segmento de salud, pues no todo en el enfermo está enfermo.

Y por ultimo, no olvidar nunca que el bienestar por sí mismo -y cuando supera ciertos elementos de seguridad y alimentación- no genera salud sino distintos malestares (de los que ya hablé aqui). Al parecer sólo somos capaces de tolerar pequeñas dosis de bienestar sin volvernos locos del todo.

Ficciones

No es este un post destinado a hablar de Jorge Luis Borges, sino que pretendo hablar de las otras ficciones, las que todos nosotros construimos. Aunque no estoy muy seguro de que estas y aquellas ficciones no sean en lo esencial las mismas.

Borges escribió sus «Ficciones» para demostrar o señalar hacia la idea de que a través de lo fantástico podemos entrever que lo imaginario y lo histórico son frecuentemente el mismo fenómeno.

Y que realidad y ficción mantienen entre si una extraña relación de complicidad y de solapamiento.

Usualmente decimos que hay cosas que son verdad, que han sucedido y otras sin embargo son obras de la imaginación humana. Así decimos que Romeo y Julieta son personajes de ficción, como Sherlock Holmes . Y que a pesar de que ambos personajes tienen casa abierta en Verona y Londres nunca existieron. Sabemos también que Churchill o Tejero son personajes reales aunque nunca les hayamos visto más que por televisión, con bombín o tricornio.

La realidad es aquello que es o fue verdad. Eso dicen.

El problema es que no sabemos una palabra de qué cosa es la realidad y cuando hablamos de un hecho histórico aun menos, no podemos saber tal y como comenté en el post anterior, si lo que entendemos como realidad realmente sucedió o fue como nos lo contaron.

Y sucede por algo importante: la realidad es inexplicable en términos de sentido.

Uno va un día por la calle y le atropellan, otro amigo nos traiciona o nos abandona, los amores se disipan, nuestros familiares y nosotros mismos nos morimos. ¿Qué sentido tiene todo eso?

No hay nada más real que la muerte, todos moriremos, algunos ya están muertos aunque solo civilmente, otros emocionalmente, pero no lo saben y no lo saben porque la muerte no admite ningún trámite o excusa. Todos iremos a parar ahi, a esa lona donde caen los hombres knockeados víctimas del tiempo.

Para mi, esta contradicción tiene que ver con el significado que le damos a la palabra «realidad». Muchas personas afirman hoy «que la realidad no existe sino que es un constructo de nuestros sentidos» de ahí a proclamar «que si piensas que estas bien, estas bien» o «si decides pensar en clave positiva el mundo se convertirá en algo positivo», etc. Se trata de recetas de estilo new age que siendo como son falsas contienen algunas gotas de verdad.

Pues no hay que confundir la realidad, la verdad, el medio ambiente o el hábitat. Si usted va por la calle y sufre un atropello, este atropello es de verdad pero no procede de la realidad sin o del hábitat urbano en que usted se desenvuelve. Si un familiar se le muere, muchos le dirán que es ley de vida y es cierto: forma parte de nuestra realidad como humanos.

Pero no es a esta realidad/verdad a la que apelo sino a la otra , a la que construimos. Nosotros no somos sólo animales más o menos hacinados en la gran ciudad, de manera que no estamos solamente sometidos a ese hábitat que puede atropellarnos, sino que vivimos en una cultura.

Y una cultura no es ni hábitat, ni medio ambiente, es un constructo humano tejido por aposiciones, por acumulación de saberes, tradiciones, rituales, expectativas, etc, una especie de herencia lamarckiana que es el resumen de millones de años de evolución gradual . Es una base de datos acerca del mundo de la que echamos mano para comprender y representarnos esa realidad que carece tantas y tantas veces de sentido y que nuestro cerebro no puede procesar.

Pues la realidad solo puede ser representada.

Y lo hacemos a través de ficciones. Y es prudente recordar ahora que ficción no es lo que dice aquí en la wikipedia donde le atribuyen solamente una etimología de simulación. Fictio-fictionis significa esculpir o modelar. Ficción es el modelado, el trabajo de un escultor (Helios Jaime,2010)

La primera ficción que construimos es la identidad, la segunda la personalidad.

Nosotros los humanos venimos de serie equipados con un sexo bien definido. O somos hombres o somos mujeres, pero ser hombre o ser mujer precisa además de una consolidación cerebral, no basta con ser portador de unos atributos determinados. Ahi aparece en nuestro socorro la cultura a través de esa base de datos que Roger Bartra ha denominado exocerebro. En él vamos a buscar los significados, los símbolos que necesitamos para -esculpir- nuestra identidad sexual y lo hacemos a través de redes neurales extrasomáticas que son prolongaciones de las otras redes, las endocerebrales. Ahí y no en el cerebro de cada cual encontramos el sentido y los significados a qué cosa es ser un hombre y qué cosa es ser una mujer. Pues allí viven los símbolos agazapados en una red de enlaces tridimensionales donde conviven unos con otros. Allí nos dirigimos para saber quién somos y más tarde para saber cómo somos.

Y construimos una ficción: somos un hombre o somos una mujer. Naturalmente como en toda ficción podemos construir lo que mas nos convenga cerebralmente pues no hay que olvidar que esos enlaces entre endo y exocerebro son enlaces neurales. Unas ficciones serán fieles a la realidad interna de cada cual, otras alejadas de ella, unas serán construcciones fantásticas y otras pegadas al terreno de lo posible. Pero todas comparten el elemento común de ser ficciones, pues lo masculino y lo femenino no son solo órganos y hormonas que se poseen o no se poseen, sino símbolos, representaciones, comportamientos, formas de pensar y hasta de andar miméticas o acordadas por la cultura, son consensos que están allí en el exocerebro comunal de nuestra especie.

Lo mismo sucede con la personalidad; no voy a extenderme mucho en este asunto pues ya lo abordé en otros lugares, pero aprovecharé ahora para decir que cuando decimos, «es orgulloso, o humilde, o celoso, o interesado o perfeccionista», no estamos señalando hacia el cerebro del sujeto sino hacia su narrativa. Los individuos no somos -por nosotros mismos- ni de una forma ni de otra pues «ser de una determinada manera» no es una prestación cerebral sino cultural. No somos perfeccionistas o humildes porque haya en nuestro cerebro ciertos receptores con mayor densidad que otros que nos empujen fatalmente hacia un rasgo u otro, sino que existe en todo caso una facilitación genética para explorar por ciertas sendas extrasomáticas buscando los significados de ser una cosa u otra. En realidad se equivocan tanto los que dicen que los rasgos de la personalidad son innatos, como los que dicen que son ambientales. Ni una cosa ni otra, pues aunque es más cierto lo segundo: si lo entendemos como que es el sujeto quien va a buscar significados en esa base de datos que llamamos exocerebro tratando de encontrar sus propios sentidos. Sin embargo el camino marcha atrás en busca de porqués  es imposible: la aposición, las bifurcaciones, y el solapamiento de unos con otros hacen imposible desandar el camino, si pretendemos la comprensión de cada paso.

La construcción de la personalidad es como la historia y contiene la misma dificultad que encontramos en los historiadores si lo que pretendemos es «saber la verdad de lo que pasó». Pero para desvelar la verdad necesitamos construir ficciones  y es asi como se conducen los eruditos pues un acontecimiento histórico cualquiera admite múltiples interpretaciones (ficciones) pues la verdad histórica en su mayor parte es opaca y lo peor: carece de sentido o propósito como la muerte individual o la Evolución. Un acontecimiento se monta sobre el anterior sin que acabe de explicarlo del todo. Como en la evolución no se puede hacer marcha atrás y no tenemos más remedio que utilizar los diseños anteriores que en cualquier caso no se pueden deshacer.

Sobre la personalidad y la identidad siguen construyéndose ficciones, las creencias, los gustos, las ideas se construyen en andamios construidos a toda prisa para encajar las emociones dando la impresión de que el edificio finalizado es un edificio sólido y que responde a la lógica de la elección individual. Pero nuestra conciencia de unicidad, nuestro Yo es otra ficción, que naturalmente no existe. No existe ningún homúnculo que tome decisiones, sino que las «decisiones» se engarzan unas con otras por proximidad, por coherencia, por resonancia o por facilitación, pero nunca por determinación genética. Tampoco elegimos ser lo que somos sino que vamos acoplando lo que creemos ser a las sucesivas ficciones que construimos casi cada día para que los hechos encajen en los cajones de nuestra mente.

De manera que todos somos arquitectos de nuestras propias ficciones, entendiendo a estas como formas de interpretar la realidad/verdad según nuestra condición de novelistas.

Y todos estamos expuestos a las ficciones de los demás cuando nos incluyen. Es seguro que usted habrá mediado alguna vez entre dos amigos que se han peleado por alguna razón. Escucha a uno y dice tiene razón, escucha al otro y piensa lo mismo, ¿Quien tiene razón?

La mayor parte de ficciones están destinadas a la confrontación con las ficciones ajenas. El buen mediador es aquel que sabe que los dos tienen su parte de razón pues en una Verdad mediada por el lenguaje hay elementos connotativos, denotativos y pragmáticos. Es posible que ambos se enzarcen en una disputa al atender solamente uno de esos planos por donde discurre el lenguaje y se olviden del elemento pragmático (lo más frecuente), el que contextualiza las palabras. El mediador sabe que ambos tienen razón y no la tienen, pero sobre todo sabe algo más importante: que ninguna ficción es la verdad y que existe un plano donde el conocer que todos construimos ficciones de hecho, nos hace relativizar y alejarnos de la búsqueda de la razón, una ética abyecta. Sabemos que hay una ficción que es a su vez una metaficción, la de saber que todos estamos equivocados y al mismo tiempo acertados.

Es por eso que existen buenos y malos novelistas o constructores de narrativas y es por eso que todos estamos de acuerdo en decir que Borges es mejor escritor que Lafuente Estefania.

Necesitamos la ficción para aprehender la realidad, para hacerla nuestra e injertarla de vuelta en nuestro cerebro en su código de iones y química. Y no sólo la necesitamos -estando como está fuera de nosotros- sino que no tenemos más remedio que aceptarla como único medio de entender la realidad. A cambio no tenemos más remedio que aceptar que la simulación, el engaño y el autoengaño forman parte de nuestro acervo cotidiano. Y que eso no nos hace menos auténticos sino simplemente humanos. Y condenados a auto-inventarnos un lugar en el mundo.

Se trata de un noble ejercicio, el de la simulación pues a la realidad le hacen tanta gracia las ficciones como a nosotros y a veces incluso las imita.

Y entonces decimos aquello que la realidad tiene una estructura de ficción.

Pero no es verdad: la realidad es sólo un inconmensurable que envidia a la narrativa.