Nosotros, los raros y prósperos.

Joseph Henrich es uno de esos profesores que acumulan tantas licenciaturas que es poco probable que acertemos cual es su ocupación principal. Más parecido a un artista del renacimiento que a un ratón de biblioteca al uso, acaba de publicar un libro seminal que me parece que va a romper algunos paradigmas en las ciencias sociales y biomédicas.

Se sumergió en ellos y cayó en la cuenta de que estos estudios el 96% de los sujetos participantes en estudios psicológicos, de neuroimagen o de psicolingüística eran occidentales, y de ellos, el 70% eran estadounidenses. La inmensa mayoría de la investigación –en ciencias sociales y en cualquier otra rama científica- se realiza en centros de investigación occidentales (EE UU, Europa y Japón), de modo que los resultados están sesgados por la abusiva participación de los occidentales y su peculiar (extraña, como veremos) forma de mirar el mundo.

El hecho de que una parte del mundo que representa solo el 12% de la población mundial cope el 96% de los sujetos humanos de los estudios sería intrascendente –puro ruido estadístico- si no fuera por dos motivos que descubrió Henrich:

1. Las conclusiones de los estudios son automáticamente extrapoladas al resto de la población mundial, convirtiendo en propias de la “naturaleza humana” actitudes que solo son compartidas por un grupo particular.
2. Cuando se realizan estudios interculturales, los occidentales, y más concretamente los estadounidenses, ocupan sistemáticamente un extremo de la tabla de los resultados. En otras palabras, puestos a escoger un grupo de población representativo de todo el rango humano, probablemente el más inapropiado es el que se escoge con más asiduidad.

A él debemos el termino WEIRD, y somos WEIRDS nosotros los occidentales, los raros (WEIRD es un acróstico que significa occidental, rico, industrializado, educado y democrático). Así divide el mundo en WEIRDS y no-WEIRDS que son por cierto la mayoría (el mundo árabe, los chinos, la negritud y los pueblos indigenas).

Una de las ideas que analiza Henrich es la idea de que el progreso tecnológico, científico y de calidad de vida está relacionado con los WEIRDS y llega a una conclusión: el progreso procede de un milenio cristiano que tuvo lugar en una parte del mundo pero no en otro. Algo que cambió de hecho nuestra mentalidad y que dio muy buenos resultados a la luz del desarrollo y progreso humanos.

Mentalidad weird versus mentalidad no weird.-

¿Cómo cambió nuestra mentalidad ese milenio cristiano?

  • Sustitución de la vergüenza por la culpa como sentimiento de control social.
  • Individualismo versus colectivismo
  • Ampliación del perímetro social y aparición de la empatía ante extraños (más allá de los parientes y vecinos).
  • Desaparición del miedo al extraño.
  • Tolerancia frente a la transgresión y creencia en la redención de la culpa.
  • Confianza en el estado como gestor de culpas y castigos.
  • Desaparición de la venganza individual y de los crímenes de honor.
  • Disminución de la agresividad proactiva.
  • Aparición del perdón y de la redención individual.
  • Virtudes morales (prudencia, fortaleza, justicia y templanza)
  • Solo se puede pecar individualmente y por tanto cada persona es responsable de sus actos y no una estirpe cualquiera.
  • El amor ha de preceder al matrimonio y ha de ser elegido libremente por los contrayentes.
  • Rechazo al matrimonio entre primos y por tanto rechazo de la endogamia.
  • Igualdad entre hombres y mujeres.
  • Dignidad igual para todos los hombres. Si todos somos hijos de Dios todos somos iguales ante Él.
  • Empatía extendida hacia fuera del propio grupo.
  • Sustitución de la familia extensa por la familia nuclear. (En realidad este fenómeno se debe más a la revolución industrial que a la doctrina católica)

Como puede verse el liberalismo solo pudo aparecer en un entorno cristiano, donde cada hombre era responsable de si mismo y su salvación dependía de los hechos de su vida y no tanto del azar o de las condiciones que vinieran en el pack de sus condicionamientos. El libre albedrío es la esencia del cristianismo, hasta para pecar hay que elegir, el rescate de lala idea de predestinación apareció tardíamente con la Reforma y pertenece al protestantismo y al mundo pagano.

De manera que somos nosotros los raros y nuestra mentalidad liberal que se apoya en ideas políticas como la democracia empasta mal con otras formas de mentalidad oriental e incluso africana. Las teocracias o el zarismo (los totalitarismos en general) no podrán nunca ser vencidas por las ideas liberales que son precisamente aquellas que carecen de anticuerpos suficientes para defenderse. Para nosotros es muy importante votar a nuestros gobernantes y lo hacemos cada cuatro años con un método representativo (que excluye la elección directa) pero esta idea de elección democrática es en realidad una idea rara y que ha demostrado con creces que es imposible de exportar.

Bibliografia.-

The weirdest people in the world

Haz clic para acceder a WeirdPeople.pdf

Patria

Este post contiene spoilers, es decir revela datos de la trama de la novela citada, el lector no deberá seguir adelante con la lectura del mismo si planea leerla.

La patria es incierta (Virgilio)

patria

«Patria» es una palabra ambigüa: es de género femenino y masculino a la vez. De ahi viene el concepto «madre patria», el concepto de «patriarcado» y el concepto de «paternidad» al que se refiere Virgilio para señalar la incertidumbre  del linaje masculino de la descendencia. Una ambigüedad que es precisamente la que podemos leer en «Patria», la novela de Fernando Aramburu, publicada en 2016 pero que ha recibido el premio nacional de narrativa este año 2017.

Se trata de una muy buena novela que aborda numerosos temas, más allá del conflicto entre ETA y el Estado en aquellos años de hierro que precedieron al abandono de la violencia por parte de la banda armada en 2011. Una novela de esas que enganchan y que contienen sabores y olores, sabor a anchoas y pescado y sobre todo mucha humedad, como en Lovecraft. Y que recuerda mucho a otra novela importante, la de Kundera, «La insoportable levedad del ser».

Y la recuerda sobre todo por sus personajes, unos personajes absolutamente creíbles que oscilan entre el peso y la levedad, entre la amoralidad y la hipermoralidad, entre la beatería y la lucha armada, entre San Ignacio de Loyola y Josu Ternera.

La novela transcurre en un pueblo de Guipuzcoa, esos lugares donde todo el mundo se conoce, que tienen carnicería, panadería y taberna con hucha de solidaridad para los presos. Esos lugares asfixiantes por más que nosotros mantengamos la idealización de que la vida rural es muy superior a la que llevamos en las grandes urbes. Es lógico, al fin y al cabo si nos remontamos dos o tres generaciones, solo hallaríamos entre nuestros ancestros a campesinos, esos que huyeron de los campos desolados de España buscando trabajo y una vida mejor. Pero lo cierto es que más allá de la idealización la vida en esos lugares es invivible y se encuentra contenida por un enorme muro: el del control social, una mitad controlando lo que hace y piensa la otra mitad: no es de extrañar que en esos lugares la vergüenza sea la emoción más frecuente, pues la vergüenza es una emoción que señala hacia una cultura etnocéntrica y la hipermoralidad (moral overdrive) una de las cartas que juegan las personas comunes para obtener rango y la confiabilidad. Ser «como los demás», «estar pendiente de lo que otros piensen» es la forma de adquirir reputación de abertzale, en ese lugar es la mejor forma de sobrevivir,  eso o huir.

En «Patria» hay personajes que huyen como Nerea y Xavier, otros se quedan como Miren y Joxian y otros que vuelven como Bittori, pues regresar es también una forma de llegar. Otros encarcelados como Joxe Mari y otros muertos como el Txato.

«Dramatis personae».-

Patria es la historia de dos familias vecinas y rotas por la política, antes de eso amigas ellas: Miren y Bittori, ambas amigas desde la infancia y beatas que se plantearon hacerse monjas en la juventud, casadas ambas con Joxian y el Txato. Y amigos ellos: Joxian y el Txato, compañeros de mus y de equipo ciclista, amigos con favores no devueltos y ambos dominados por sus esposas y ese matriarcado que domina la escena y que no es solo cosa del Pais vasco, un matriarcado que es la correa de transmisión intergeneracional del odio del que los hombres huyen al refugio de la taberna. Juntos siempre hasta que la política les separó, pues el Txato es un empresario de transportes, un hombre -al decir del pueblo- rico con algunos empleados decididos a denunciarlo a través de sindicatos abertzales. Hasta que ETA comienza a exigirle el impuesto revolucionario y con él la exclusión de todo el pueblo que no sólo le dedica pintadas y escraches sino que al final consiguen señalarlo como blanco para ETA. Un pueblo lleno de chivatos y delatores, venganzas movidas por la envidia y ajustes de cuentas ocultos.

Y nadie quiere saber nada de política, pero si de la liberación del pueblo vasco, un mantra que repiten todos o casi todos, sin tener ni idea de qué significa eso.

Miren y Bittori, son dos personajes con peso, tozudas, dominantes, con una robustez mental a prueba de bomba. Miren, la madre de Joxe Mari que entró en ETA por una querencia épica, sin haber trabajado nunca, sin saber apenas euskera, sin haber oido nunca la palbra «te quiero» de boca de su estrecha novia Josune; movido por ideales que apenas sabe mencionar descontando las consignas. Mucha testosterona y pocas luces. Bittori empeñada en saber quién mató a su marido y que quien fuera que le pida perdón. Ambas mantienen conversaciones con entidades abstractas, Miren con San Ignacio, otro gudari y Bittori con su marido al que visita a diario en un cementerio alejado de su pueblo para que no le hagan pintadas en la lapida.  Allí va Bittori a diario para contarle las novedades de su investigación.

Joxe Mari es el hijo de Joxian y Miren, estuvo implicado en la muerte del Txato, no directamente pero si a través de su comando, alguien de su pueblo lo señaló y él a pesar de su dureza no fue capaz de asesinarlo cuando éste le reconoció. Joxe Mari es otro personaje con peso, de una pieza por así decir, sin matices, del lado duro de la organización. Cumple una larga condena y al final abandona la organización, cuando el cautiverio le ablanda lo suficiente, pierde el pelo y su masa muscular y se convierte en una sombra de lo que fue y una nueva víctima más de este relato, una víctima que lo es por victimizar. Lo que le mantuvo atado a ETA fue, -como no- la vergúenza, el qué dirán los compañeros. La vergúenza una vez mas, una sobredosis de moralina recorre estas familias.

Si hay en la novela un personaje abstruso y leve es sin duda Nerea, la hija pequeña de Bittori y el Txato, un personaje amoral que militó en Herri Batasuna y que por vergüenza no acudió al entierro de su padre, no quería que la relacionarán con él, guardó el secreto durante sus estudios de Derecho en Zaragoza y lo mantuvo frente a los innumerables amantes que tuvo. Hija de su padre, y con una relación espesa con su madre, tiene el costado económico bien cubierto porque su padre se empeñó en protegerla del enrarecido ambiente de su pueblo y la mandó a estudiar fuera. Nerea es el personaje que peor me cayó en esta novela, su deslealtad y su falta de moralidad encuentra su perfecto contrapunto en el peso -personajes de una pieza- del resto de personajes de la novela: esos que se mueven por ideales que otros dispusieron para ellos sin descontar al infame cura D. Serapio asesor de conciencias abertzales. Y que nunca han tenido sexo, ni conocen el amor, esos que se saltaron todas las etapas de la adolescencia por andar metidos en ese desatino de la lucha armada. Inconsistente también es su hermano médico – Xavier-, enmadrado hasta el paroxismo y que pareciera que hubiera llevado a cabo un voto de castidad, tan protector de su madre y dependiente del coñac. Xavier no se casará, ya no.

Gorka y Arantxa son los dos hermanos de Xose Mari, ambos huyen del pueblo pero con distinta suerte. Gorka es un poeta que domina el euskera y es lo suficientemente inteligente para esconder en aquel entorno su homosexualidad del resto del pueblo, quien le reconoce como «uno de los nuestros» por ser hermano de Joxe Mari, además su dominio del euskera le sirve de salvoconducto social y al final encuentra el amor de la mano de Ramón, con el que termina casándose. Gorka es un personaje evitativo, tímido, cabizbajo que logra sintonizar con el lector, al fin y al cabo es también un superviviente de su madre y de su entorno y ha salido sin demasiadas heridas del mismo.

Arantxa es probablemente el personaje más enternecedor y corajudo de la novela a pesar de su desgraciado matrimonio y de su invalidez a causa de un ictus. Desde su silla y su ipad es la que consigue acercar a todos, tramando encuentros con Bittori y escribiendo y forzando a Joxe Mari a dar una respuesta a las preguntas que encienden el corazón de Bittori. Es el personaje central de la novela, el único humano con dignidad que ni se considera una víctima ni odia a nadie. Al fin y al cabo «nosotros no somos politicos.»

Mi impresión final es que había leído una gran novela, que probablemente no sirva para operar como bálsamo ni para las víctimas ni para los verdugos que sacrificaron su vida por una utopía sin sentido o quizá para un negocio oculto.

Pero que a mi personalmente me ha llegado en forma de una luminosa idea: ninguna patria vale la muerte de un gato.

Pues es el gato de Bittori el que muere como una metáfora de la decadencia, la derrota y la enfermedad de la propia Bittori.

Y de todos los demás.

 

Culturas del honor y la dignidad

Recientemente pude ver, casi por casualidad un interesante reportaje que la 4 llevó a cabo en Egipto, más concretamente en el Cairo en su programa «Fuera de cobertura» sobre las micro y macroagresiones que sufren las mujeres en Egipto, sobre todo después de eso que ha venido en llamarse «Primavera árabe» y que más concretamente tuvieron lugar en la plaza Tarhir y que cualquiera de ustedes puede visionar tanto en youtube como en las noticias buscando en google.

Al dia siguiente me encontré de bruces con un post de Pablo Malo acerca de las culturas de la victimización, donde el lector interesado pues encontrar algunas teorizaciones inquietantes para entender este problema que ya había sido descrito por ciertos antropólogos como Peter Frost con el nombre de eva-burlas, el lector interesado puede seguir este concepto en este antiguo post sobre culturas de la vergüenza y culturas de la culpa.

Las periodistas que llevaron a cabo ese reportaje en la 4 y que de alguna manera estuvieron expuestas a estos ataques nos dejaron un documento muy interesante para aquellos que como yo seguimos estos temas y tratamos de explicárnoslos de una manera naturalística y prescindiendo en lo posible de presupuestos ideológicos o políticos. Me quedo con un par de entrevistas que llevaron a cabo, una a un comerciante del centro de El Cairo, en una zapatería y otra a unos adolescentes, de esos que pululan por las calles buscando chicas para intimidar, perseguir, insultar o molestar.

En ambas aparece un mantra inexplicable en la mentalidad occidental: la mayor parte de los hombres opinan que las mujeres se merecen este tipo de acosos debido a que las mujeres provocan a los hombres. Me hizo gracia sobre todo la entrevista que una de estas periodistas le hace a un señor mayor sentados en la zapatería de su propiedad y que lleva a cabo con los brazos desnudos y vistiendo totalmente de occidental. El hombre le dice claramente que «usted yendo vestida así me provoca porque me obliga a mirarla».

Me pareció fascinante, un hallazgo antropológico esencial, algo que aquí en nuestro mundo sería imposible de mantener, incluso de pensar. Los egipcios en su salsa no dudan en hacérnoslo saber. Las mujeres provocan a los hombres solo con mostrarse, es su manera de vestir la que les obliga a «pecar» o a tener malos pensamientos, es por tanto lógico que los hombres acosen a las mujeres «descocadas» incluso a aquellas que vistan de forma ortodoxa pero que se arriesguen a pasear por zonas calientes como ese centro de El Cairo que es un poco como el Harlem de Africa.

Naturalmente la hipótesis del programa era predominantemente de tipo sexista o politico: de lo que se trata -según ellas- es de impedir la vida pública de la mujer, una especie de censura política oculta. La hipótesis del patriarcado no apareció en el programa, pero andaba latente la causa final fe esos hechos: el machismo. El machismo como causa ultima de este tipo de intimidaciones y agravios.

La mujer del Cesar no ha de ser solo honrada, además ha de parecerlo.

El honor es un valor moral que está presente en prácticamente todas las culturas clásicas, no es solamente una cuestión nipona, sino que puede rastrearse en los orígenes grecolatinos de nuestra historia europea. Se trata de una forma de cohesionar las sociedades haciendo recaer sobre los individuos la responsabilidad de sus actos. decir honor es hablar de reputación, un seguro de vida para las transacciones, para los pactos y para los contratos, antes de que hubieran jueces o abogados.

Es por esta razón que las sociedades guiadas por el honor son precisamente aquellas donde el Estado es débil, ha desparecido o no ha podido llegar administrativamente a todos sus rincones. El honor es patrimonio de lo tribal y se regula a través de la vergüenza, caer en el deshonor es una forma de exclusión, de exilio y de marasmo social, nadie puede fiarse de la palabra de un hombre sin honor.

En este sentido el honor de los hombres depende fundamentalmente de su esposa, de sus hijos e hijas y es el hombre el depositario de ese honor que se adjudica a su familia y por lo que es merecedora de respeto y de confianza, un intangible a conservar. Una mujer que desafía el honor de su familia cometiendo adulterio o alguna transgresión relativa a esa cultura debe ser castigada, no por el Estado -demasiado lejano para delegarle ese papel-, y tampoco por sus vecinos sino por el más allegado a ella. es por eso que entre ciertas culturas existen todavía los castigos de honor, donde un hermano casi siempre es el encargado de castigar una hermana díscola.

Y es precisamente esa lejanía la que legitima también la venganza individual. Nada puede quedar sin castigo en una sociedad del desierto, donde las condiciones de vida imponen un divorcio entre el Estado si existiere y la exigencia individual de liquidar las deudas incluso al precio de la sangre. El «Ojo por ojo y diente por diente» es la primitiva forma de justicia que emana de esas culturas. Es así como ciertas culturas y quizá todas consiguieron cohesionar sus respectivas sociedades, junto con las creencias religiosas y una justicia divina en la otra vida si se cumplían -en ésta- las condiciones impuestas por la Ley, que en un principio fue integrista, es decir Dios (lo divino) y la justicia terrena eran la misma cosa.

El problema de las culturas del honor, por más trasnochados que nos parezcan sus presupuestos, no está en ellas mismas sino en su colisión con las culturas de la dignidad.

La cultura de la dignidad.-

Si el honor hay que merecerlo, la dignidad se supone que existe de hecho solo por estar vivo y ser miembro de una determinada comunidad. Más aún: pertenecer a la especie humana por sí mismo nos otorga una dignidad especial con independencia de si somos o no honorables.

La dignidad es un subproducto del cristianismo y la suposición de que todos somos hijos de Dios y de alguna manera, iguales ante su suprema indistinción. Las sociedades otrora guiadas por el honor sufrieron, sobre todo en Europa una transformación lenta a través de los años hasta establecerse hegemónicamente sobre la anterior, de la que aun quedan restos en todos y cada uno de nosotros.

Pero si pudo establecerse una cultura de la dignidad fue gracias al establecimiento de Estados fuertes que administraban la Justicia en nombre de sus súbditos. Ya no hacía falta la venganza personal pues el Estado velaba por nuestros derechos, como pasaron a conocerse a todas y cada una de nuestras obligaciones anteriores. No era ya necesario vengarnos de nuestros ofensores, bastaba con denunciarlos a la policía o llevar los contratos a una audiencia penal o civil.

La dignidad llevaba implicita la idea de la igualdad, de manera que las culturas igualitarias que hoy tenemos al menos en Europa se han desarrollado a partir de la idea cristiana de la dignidad de ser todos hijos de Dios, una idea muy original. Ya no hace falta hacer nada para mantener el honor, basta con ser un buen ciudadano y no delinquir contra el Estado y sus leyes para ser merecedor del honor que en cualquier caso viene colgando de la dignidad humana. Naturalmente esta igualdad se aplica tanto a hombres como a mujeres,  y abarca las distintas razas, religiones, creencias u orientaciones sexuales, ideológicas o políticas. Se trata de la esencia de nuestra forma de gobierno: la democracia, algo incomprensible para una sociedad regulada por el honor como supremo valor moral.

Tolerancia, justicia y democracia son valores de esta idea de la dignidad. Y si la vergüenza es la emoción que regula las interacciones sociales en las culturas del honor, la culpa es la emoción que regula las interacciones en las culturas de la dignidad.

Choque de trenes.-

El problema adviene cuando ambas culturas entran en contacto en eso que ha venido en llamarse multiculturalismo y una de ellas ha de integrarse a la fuerza en la otra. Integrarse o asimilarse es de hecho un problema porque se supone que la distancia o el esfuerzo corresponde a aquel que llega como inmigrante y que lleva esa pesada carga de poseer una cultura «más atrasada», se trata de algo así como una conversión religiosa como imponer la democracia a la fuerza. En realidad la idea de integración supone una negación de las diferencias muy similar a las que castigamos con la idea de «xenofobia, en este caso predominaría la eliminación de las mismas. La diversidad si ha de ser diversa no admite a trámite ningún tipo de integración salvo si se renuncia a las claves identitarias que le sirven de soporte a los individuos concretos. No es de extrañar que los terroristas islámicos en Europa, sean esos que aparecían perfectamente integrados en sus sociedades  y que incluso eran cantantes de rap y que se radicalizan rápidamente por Internet, una forma de decir que estas personas carecían de identidad, pues la integración en una sociedad de la dignidad está demasiado alejada de las tradiciones que sirvieron de soporte  a estas personas en su imaginario, dicho de otra forma no sirve como modelo identitario salvo si se hace voluntariamente. Nadie puede obligar a nadie a integrarse o a seguir una moral impuesta por un tercero. Sus padres y sus abuelos dan fe de que esto solo es posible en apariencia.

El papel que juega lo publico y lo privado en la vida de las personas es también un abismo que separa ambas culturas. Para las mujeres árabes, gitanas y chinas denunciar una agresión doméstica es un deshonor. Y si el honor está por encima de la vida parece lógico que mantenerse fuera de los juzgados sea mejor idea que ir aireando los trapos sucios de nuestros familiares. Para nosotros parece ya un tópico el decir que las agresiones domésticas han de visibilizarse y denunciarse. La idea que preside esta forma de hacer, es que haciendo visibles todas las agresiones estas desaparecerán. Algo que es discutible por cierto.

Las periodistas de TV4 que hicieron el reportaje más arriba citado no conocen estas ideas y simplemente trataban de explicarse ese fenómeno de agresiones a mujeres desde su perspectiva de la dignidad occidental, donde una mujer tiene derecho a vestir como quiera o a pesar por donde le plazca y a las horas que quiera, pero pasaron por alto también un fenómeno interesante y es la deprivación sexual de los hombres de aquella cultura. Un hombre no puede acercarse a una mujer (considerada como de los suyos) si no está comprometido con ella, sólo entonces puede hablarle y pasear con ella, nada de arrumacos ni de cogerse de la mano por la calle. No es de extrañar que ante tanta represión sexual haya tantas micro y macroagresiones. Y tantos suicidios.

Pero ni siquiera el suicidio tiene la misma interpretación en una cultura del honor que entre nosotros.

Atentados suicidas

Una de las diferencias importantes entre los terrorismos antiguos y los modernos es el trato que se le da a la figura del perpetrador. No conozco ningún caso de atentado de la ETA (u otros terrorismos clásicos) donde los perpetradores no se aseguraran de tener expeditas las vías de escape una vez cometido el atentado. En realidad los atetados suicidas son un fenómeno muy reciente, no antes de 1980 si descontamos los suicidios de los kamikazes japoneses que operaban bajo mando militar.

Hace dos días hemos tenido en Europa un atentado suicida cometido por un sujeto que arremetió con un camión de alto tonelaje contra una multitud segando la vida de unos centenares de personas, entre ellos niños de corta edad. Después del desconcierto de los primeros momentos las autoridades no se ponen de acuerdo sobre si se trata de un atentado yihadista o de un «lobo solitario».

Y lo cierto es que aunque el el ISIS haya dado el visto bueno al atentado y lo haya reivindicado hay serias dudas sobre si se trata de un atentado planeado, dirigido y ordenado desde fuera o bien se trata de una acción puntual de una persona concreta.

Usualmente las explicaciones que se dan sobre el terrorismo suicida son bastante triviales: la religión, el paraíso con las huríes esperando, la culpa de occidente en la descolonización o la maldad intrínseca. Explicaciones banales que no acaban de dar en el blanco de un tema complejo y demasiado banalizado quizá por el miedo que despierta entre la población y los gobernantes.

Y lo cierto es que la religión musulmana prohibe el suicidio, siendo tambien cierto que es una religión de paz en su esencia. Lo cierto es que a diferencia de la nuestra ellos no tienen una autoridad religiosa única. No tienen un Papa y sus autoridades morales se encuentran dispersas siguiendo el rastro de sus luchas tribales. Sencillamente no han alcanzado un liderazgo único e incuestionable en materia moral y es por eso que existen muchas interpretaciones del islam. Y también parece que la guerra actual es entre ellos: por alcanzar un liderazgo único en la interpretación de las escrituras.

Diré antes que nada mi opinión: «Cada cual tiene sus razones para el suicidio pero la ideología les da el mismo pretexto a todos» o dicho de otra manera al menos en los llamados «lobos solitarios», se trata de suicidas en busca de un pretexto para suicidarse con sentido.

En suma, «El atentado de Niza como el de Orlando solo tiene relación simbólica con el ISIS», el ISIS pone el pretexto y el suicida pone la acción, una acción redentora.

En mi opinión en todos estos atentados hay algo central: el suicidio y luego algo colateral, el acto terrorista en si. Llama mucho la atención que nunca escape ningún terrorista es como si buscaran activamente la muerte aunque puede haber desertores de ultima hora como sucedió en Bélgica hace poco. Pues también se puede ser un héroe eludiendo la muerte o esperar el turno para reunirse con las huríes. 

El terrorismo yihadista es un atractor, entendiendo como atractor a algo que llena de sentido el sinsentido de algunas personas, una justificación a su odio. Si que existen los lobos solitarios como ese Mohamed que ayer arremetió con su camión en Niza o como aquel otro, reciente de Orlando. No se trata de ramificaciones terroristas en Europa (este crimen) sino algo mucho mas sutil: algunas personas desesperadas se acogen al yihadismo para morir con sentido. Se trata de suicidas llenos de odio que encuentran en la ideología política una justificación para llenar su muerte ya que no pudieron llenar su vida.

Un estudio realizado por el académico alemán Arata Takeda analiza el comportamiento análogo representado en los textos literarios desde la antigüedad hasta el siglo XX ( Sófocles y Ajax , Milton y Samson «Agonistes» , Friedrich Schiller  en «Los ladrones» , Albert Camus en «Los justos» y llega a la conclusión de «que los atentados suicidas no son las expresiones de peculiaridades culturales específicos o exclusivamente fanatismos religiosos. en cambio, representan una opción estratégica de los desesperadamente débiles que estratégicamente se disfrazan bajo la máscara de aparente fuerza, el terror y la invencibilidad.

Y más: los terroristas suicidas no son psicológicamente normales o estables, y están motivados al suicidio / matanza para enmascarar su deseo de morir bajo un «barniz de la acción heroica», debido a las consecuencias religiosas de quitarse la vida por completo. Se ha identificado más de 130 terroristas suicidas individuales, incluyendo 9/11 cabecilla Mohamed Atta , con factores de riesgo de suicidio clásicos, como la depresión, el trastorno de estrés post-traumático, otros problemas de salud mental, adicción a las drogas, lesiones físicas graves o discapacidades, o después de haber sufrido la muerte inesperada de un ser querido o de otras crisis personales.

Todo lo cual encaja perfectamente en el perfil del suicida terrorista de Niza:

Lo que sabemos de ese camionero de Niza es que era un delincuente, un maltratador cuya esposa habia abandonado, que se emborrachaba en el Ramadán y que no iba a la mezquita, que no tenia empleo fijo y que no se relacionaba con nadie. Un perfil más de un macarra que de un soldado o militante de ISIS. La muerte es lo único que le podía dar sentido a su vida y por eso eligió esa especie de inmolación, pues el suicidio aislado no podía completar su redención. Era un suicida en busca de un pretexto para morir .

Algo que por cierto no es una conducta solo de terroristas sino de muchas personas que buscan activamente que les maten.

Pero no debemos concluir apresuradamente que se trata de personas que no hemos sabido integrar, se trata de algo más complejo:

Cuando un individuo emigra de un pais a otro, no sólo cambia de lugar fisico para vivir sino que lleva un cultura detrás que tarde o temprano colisionará con la del hospedador. Y cuando hablo de “cultura” no me estoy refiriendo solo al registro etnográfico, a la religión o a las costumbres más o menos ancestrales como las culturas árabes y su concepto de los derechos de la mujer -que es estrictamente opuesta a la europea- sino también y sobre todo al manejo de las emociones y sobre todo a las inhibiciones.

En todas las culturas existen inhibiciones intrapsíquicas sobre las conductas desviadas. En nuestra cultura occidental existen dos mecanismos que operan en paralelo para evitar estas conductas, uno es la empatía (el temor a hacer daño) y otro es la culpa. Mediante estos mecanismos los individuos comunes permanecemos alejados de la “desviación” y por asi decir no hacemos daño a los otros. Sin embargo esta internalización de emociones no es algo universal. En otras culturas la emoción inhibidora más frecuente es la vergüenza (mundo antiguo clásico y mundo ärabe), el honor (mundo medieval y nipón) o el control social de la comunidad o los chismes entre nosotros.

Sucede algo así como una enfermedad injerto-huesped.

Lo interesante de estas ideas es que los miembros de ciertas comunidades no pueden cambiar ese “locus de control interno” desde la vergüenza hasta la culpa, pues se trata de un registro que no está contemplado entre los recursos emocionales de sus culturas. Pero si pueden llegar a prescindir del todo de sus propios recursos inhibitorios en una sociedad abierta y de sexo fácil (desvergonzada).

Debido a que la vergüenza está mediada socialmente, es menos eficaz en las sociedades occidentales modernas, donde por lo general interactúan individuos anónimos. Es por eso que el suicidio no tiene la misma interpretación en una cultura de la culpa que en una cultura de la verguenza.
Dicho de otra manera: la vergüenza es etnocéntrica, necesita testigos y está diseñada para comunidades aisladas que no conviven con otras comunidades que se regulan de otro modo. La culpa y la empatía son individuales, subjetivas, egocéntricas y resultan más eficaces como medio de autocontrol que la vergüenza.

La vergüenza es desvergüenza cuando se pierden los controles sociales que la contextualizan.

Otra de las explicaciones paranoicas que circulan por ahí, es ésta. ¿A quién sirve realmente el terrorismo? es una pregunta falaz que da por supuestas muchas cosas: por ejemplo da por supuesto que hay relaciones causales entre ese alguien y el fenómeno terrorista. Siguen pensando de forma lineal y aun no han caído en la cuenta de que el mundo es demasiado complejo para dar con la causa final. Aun más, es muy posible que esa causa final no exista aunque sea muy intuitiva para nuestras cabezas lineales.

Y aunque linealmente podamos pensar que el camionero de Niza era un soldado del ISIS lo más probable era que fuera un enfermo mental. Un enfermo del choque de culturas.

Bibliografia.

Scot Atram. «La logica moral del terrorismo suicida»

Europa: entre Escila y Caribdis

espadapared

Escila y Caribdis son dos monstruos mitológicos que moraban en un estrecho (que se ha identificado con  el estrecho de Messina, aunque otros autores hablan de Gibraltar) y que amenazaban a los navegantes de tal modo que si quisiéramos alejarnos de uno caeríamos en manos del otro. Es la versión clásica de la imagen «entre la espada y la pared».

Asi se encuentra Europa o más bien el ciudadano europeo común. Estamos entre el peligro del islamismo radical y la islamofobia. ¿Qué sucedería si las personas comunes se radicalizaran y lanzaran su odio hacia las minorias étnicas -árabes para más señas- que conviven en paz entre nosotros? ¿Que pasaría si la Pegida alemana o el FN francés se contagia  a otras partes de Europa? ¿Y que pasaría si no hacemos nada, si no ponemos limites a las libertades de culto en un pais laico y aconfesional?

Personalmente no creo en la opción de radicalismo ciudadano como tampoco creo en que ningúnpolitico haga nada que se salga del guión. No es que simplemente me parezca mal es que no creo que suceda nunca -más allá de puntuales asonadas- y no lo creo por lo siguiente:

La idea me vino después de leer este post del blog de Peter Frost, un post titulado «Lección de francés». En él el autor se aparta de las consabidas explicaciones de que la violencia está relacionada o bien con la religión o bien con las condiciones de desigualdad. Se trata de ideas muy queridas por la derecha y la izquierda, la novedad que introduce Frost es que la violencia de ciertas minorias étnicas no tiene nada que ver con lo que se supone está en la base de sus acciones violentas sino con el hecho de que se trata de culturas que no han sufrido el proceso genético de abolición de la misma y de su delegación en el Estado. Los jóvenes franceses (pues el post se refiere a la población francesa) son antiviolentos en el sentido de que han incorporado la idea de que la violencia no es legítima para conseguir nuestros intereses sean cuales sean estos intereses.

Los problemas comienzan realmente cuando una cultura que legitima la violencia masculina coexiste con una que la deslegitima. Esta es la situación de Francia. Los jóvenes de procedencia no europea perciben la violencia como una forma legítima para promover los intereses personales, y ansiosamente persigue este objetivo con otros jóvenes. Por el contrario, ·les Français de souche» perciben la violencia como ilegítima y también cualquier tipo de organización colectiva para la autodefensa. El resultado es predecible. El primer grupo centrará sus ataques contra los miembros del segundo grupo, no por odio, sino porque estos últimos son blancos fáciles que no pueden defenderse o conseguir el apoyo de los demás.

Algo que entronca precisamente con el tema de la vergüenza y la culpa , dos de los inhibidores intrapsíquicos más potentes junto con la empatía para promover la no-violencia. Sencillamente: ciertas culturas carecen de sentimiento de culpa y la vergüenza no es lo suficientemente exportable al resto de la sociedad más allá de sus conocidos o parientes. Uno puede sentirse avergonzado frente a los suyos y no frente a los desconocidos. La vergüenza es una emoción fuertemente etnocéntrica, mientras que la culpa es mundocéntrica. Estamos pues es desventaja.

Esto puede explicar porque en nuestros medios aparecen frecuentemente ideas peregrinas como que «la culpa es de USA u occidente» o de extrañas conspiraciones para favorecer la islamofobia. Como si no hubieran suficientes razones para que emerja socialmente una fobia a lo musulmán. Otra idea que ha aparecido en nuestras redes estos dias, es que se trata de una simulación, de una acción de falsa bandera o de una chapuza policial para echarles la culpa a aquellos pobrecitos raperos.

Eso es la culpa operando en lo colectivo y asi se manifiesta, un no querer ver, un no querer saber. Curiosamente ningún musulmán siente culpa.

suicidio

Con todo la islamofobia ha venido para quedarse pero eso no impedirá nuestra extinción por otros motivos. No estoy sin embargo muy seguro de que los musulmanes lleguen a ningun acuerdo entre ellos: Se trata de conflictos tribales enquistados desde la edad media y lo que estamos presenciando son sus rivalidades a ver quién es el más «machote» de todos.

El Gran reemplazo llegará del mismo modo tanto si gobierna la izquierda como la derecha. La ideología importa poco si la comparamos con la demografía y el suicidio demográfico de Europa está sellado desde ya hace ya tiempo.

El gran historiador Arnold J. Toynbee (1889-1975) decía que sobre la muerte de una civilización se escriben pocos libros de intriga, y ello por una buena razón. Muy excepcionalmente hay un asesino: por lo general, se trata de suicidio. América se ve abocada a “quedarse sola” en la lucha contra el ultrafundamentalismo islámico no – o no sólo – porque la mayoría de los gobernantes europeos sea cobarde y débil frente al islam. Quedará sola técnicamente, porque dentro de menos de un siglo ya no habrá europeos. La demografía los habrá barrido como barrió al imperio romano, el cual no cayó porque sus cuadradas legiones se habían vuelto menos cuadradas, sino porque la práctica extendida del aborto y del infanticidio había hecho posible que ya no hubiera más legionarios. Se reclutaban bárbaros, incluso proclamándolos, sin comerlo ni beberlo, ciudadanos romanos. Cuando los bárbaros se dieron cuenta que eran la mayoría, tomaron el poder.

“Es la tesis del analista político neoconservador canadiense Mark Steyn, en su magnífico libro America Alone: The End of the World as We Know it (Regnery, Washington 2006), el tomo más importante de 2006, […] que debería interesar a todos aquellos que se tomen en serio los destinos de Europa. “El tema del libro es aquél que el Papa Juan Pablo II llamaba ya en 1985, con expresión destinada a pasar a la historia, el “suicidio demográfico” de nuestro continente. En todas las partes del mundo aquello que asombra a los no europeos es que en Europa este tema dramático no esté en el centro del debate cultural e incluso en las campañas electorales.

Ningún país de Europa Occidental tiene una tasa de nacimientos por mujer que corresponda al nivel mínimo de mantenimiento de la población (2,1 hijos por mujer) indicado por los demógrafos. Italia con una tasa de 1,2 se dirige a convertirse en el país del mundo con el menor número de nacimientos, y ya lo sería si de los nacimientos registrados en los hospitales se excluyeran los hijos de inmigrantes residentes pero no ciudadanos italianos. España y Alemania compiten con Italia en este triste primado. Francia ha aumentado su nivel a 1,7 pero sus datos serían similares a los italianos si se excluyeran los nacidos de mujeres – inmigradas o ciudadanas francesas – de religión musulmana. Italia, Alemania, España y Países Bajos (en este último también, hijos de ciudadanos de religión musulmana excluidos) están por debajo del nivel bajo el cual los demógrafos piensan que un vuelco del trend sea imposible. Esto significa que países como Italia, si la situación no cambia, reducirán a la mitad la población en el transcurso de una generación. (Texto en cursiva extraido de esta web)