A los políticos no les gusta nada que se levanten debates mediáticos que no sean propuestos por ellos. Cuando esto sucede como pasó con la moción de censura de Tamames y hace pocos días con la maternidad subrogada de Ana Obregón. Y no les gusta porque han de improvisar y raramente saben qué decir salvo volver a ponerse de perfil ante el tema que sea o reiterar alguno de los lugares comunes que antaño dieron sus frutos.
Como ejemplo de los primeros hay que nombrar a Feijoo que abrumado en plena calle por una pregunta que no esperaba dijo «que el PP está de acuerdo con regular la maternidad subrogada siempre que sea de forma altruista», o sea sin pagar. Podemos y Mas Madrid se descolgaron con una negativa a legislar sobre este asunto porque es «una explotación del cuerpo femenino». De manera que son más los que piensan como Errejón, que dijo en su tono habitual de exaltación izquierdista que «ser madre no es un derecho, sino un deseo».
A mí me encantó esta frase de Errejón donde trata de discriminar -sin hacerlo- sobre las diferencias que existen entre un derecho y un deseo. Efectivamente, Errejón tiene razón: ser madre no es un derecho pero ¿porqué consideran entonces que no serlo, es decir abortar sí lo es? Errejón ignora que el derecho a hacer algo, está regulado estado por estado según sus leyes. En España tenemos una ley de plazos, de modo que si usted es española puede abortar dentro de las primeras 12 semanas, no porque tenga un derecho que proceda de algún lejano miasma metafísico sino porque la ley se lo concede. Sin embargo el concepto de «derecho» que maneja Errejón no es lo mismo que lo legal, Errejón se refiere a un derecho fundamental, algo universal, algo así como que habría un derecho natural que permite a la mujer desprenderse de sus fetos a voluntad para ser feliz. Es por eso que usted puede abortar en España -con ciertos limites- pero no puede hacerlo en Andorra o en Nicaragua. Es pues el Estado el que concede tal derecho y también el estado a través de las leyes el que lo puede quitar o restringir como ha sucedido en Polonia o Hungría. De manera que ser madre es un deseo y abortar también
Tengo la impresión de que este debate sobre la maternidad subrogada va a tener muchas consecuencias sobre los anteriores debates, sobre el sexo libre , la anticoncepción y el aborto. Es como si hubiera venido para ponerlo todo patas arriba, porque lo cierto es que en España la maternidad subrogada está de hecho prohibida desde 2006, o mejor dicho no está regulada sino a través de la ley de reproducción asistida, que no la permite pero es un verdadero coladero puesto que «es ilegal pero se pueden inscribir niños».
Yo no voy a señalar aqui todas las contradicciones y las complejidades de regular esta cuestión , porque no soy jurista y no me interesan estos temas, seguro que hay gente más preparada que yo para ver todos los repliegues que tiene ponerse a legislar sobre esta cuestión donde más pronto que tarde veremos alguna barrabasada política. Se me ocurre que será más fácil y tendrá menos requisitos endosarle el hijo a otro útero que conseguir un niño a través de una adopción legal. Un camino que parece lleno de obstáculos y de requisitos infumables para la mayoría de personas que buscan -tienen el deseo- de tener un hijo. Y lo que es peor: elegir el sexo de los mismos o las características de su morfología, más allá de la eugenesia.
De manera que habrá que preguntarle a Michael Sandel que es el que más sabe sobre esta cuestión. Y preguntarle sobre las derivadas probables y posibles que cambiaran nuestro mundo de aquí en adelante pues ya sabemos que la tecnología va siempre por delante de la política y la ética y uno solo ha de echar la vista atrás para adivinar cómo cambiará nuestro mundo una vez que se legisle sobre esta cuestión. Algo que se hará irremediablemente mal, como siempre hacen los politicos con los procesos de alta variabilidad.
Padres imperfectos.
Los padres imperfectos pero deseables y normales son aquellos que asumen su paternidad según los designios de lo inesperado y que se instalan en la incertidumbre de su prole fiándolo todo al azar, al designio de Dios o a la probabilidad. Eso es lo normal, pues es lo que invoca la humana humildad, a ese sentimiento que todos tenemos de no ser dioses y de no controlar todos los imponderables de un embarazo.
¿Será niño, será niña, sera alto o bajito, será listo o torpe, será, no será?
A esa incertidumbre de margaritas deshojadas me refiero cuando hablo de padres imperfectos y contingentes. Y llamaré hybris embriológica a su contrario: ese menú desplegable de elecciones de características y prestaciones de hijos que se abre en el imaginario humano a partir de la selección de embriones.
Hasta ahora un perfeccionista era una persona fascinada por la excelencia que no se conformaba con la mediocridad y que se esforzaba más allá de sus limites en alcanzar ese ideal de perfección, sin embargo esta definición ya se ha quedado anticuada hasta el punto de que es posible hablar de un neoperfeccionismo, un perfeccionismo extendido e hiperreal propiciado por el discurso de la ciencia y que habilitará un dominio sutil y prodigioso sobre la descendencia que podrá elegirse segun sus prestaciones, color del cabello y coeficiente de inteligencia.
Todo comenzó con la pildora antibaby que depositó en manos de las mujeres el control de la natalidad, todos desde la modernidad aplaudimos aquel éxito pero es incontestable decir ahora que ese hallazgo científico ha tenido consecuencias inesperadas sobre la sociedad en su conjunto, nadie supo predecir que la eliminación del refajo, la masiva llegada de la mujer al mundo del trabajo y la sencilla formula de la anovulación iban a cambiar el mundo de la forma en que lo conocemos hoy. El debate ha sido superado por los expertos en bioética, ya nadie piensa que la píldora antibaby sea inmoral y hasta la Iglesia católica ha terminado aceptándola a través de su conocida fórmula «paternidad responsable». Pero dejar a las mujeres el control de la natalidad ha tenido un efecto contraproducente: el suicidio demográfico.
El siguiente debate fue el del aborto, debate en el que seguimos atascados con distinta suerte según cada país, aquí en España está ya vigente una ley que sustituyó a la de los tres supuestos que era una ley-trampa que hizo recaer la responsabilidad sobre la interrupción del embarazo a un supuesto riesgo mental o físico para la embarazada, verdadero coladero de abortos alegales. Así y todo los bioéticos no militantes están de acuerdo en admitir a tramite la idea de que un blastocito no es un bebé, y que un embrión es algo más que un blastocito pero menos que un bebé a término, aunque existe una continuidad embriológica. Parece definitivamente instalada la idea de que el aborto electivo es moral y éticamente aceptable antes de las 12 semanas y que no supone de ninguna manera un asesinato tal y como proclaman algunas voces. Sin embargo pocos podían suponer que la ley del aborto sería en realidad utilizada como un método anticonceptivo en aquellas mujeres que no consumen ningún método anticonceptivo.
Una vez dicho esto es necesario volver a convocar a Medea a esta reunión de maternidades aplazadas en función del goce femenino o sus conveniencias, es necesario decir que hay algo de Medea, de mujer total o de tanático en ese cese elegido de la maternidad. Y si Medea no es el arquetipo adecuado para dar cuenta de esta subjetividad es necesario decir que hace falta crear un nuevo mito que de cuenta de ese aplazamiento que recurre a la destrucción de un blastocito o embrión por razones de oportunidad. Efectivamente ser madre y ser mujer siguen siendo condiciones antagónicas tal y como decía Oscar Wilde y eso quizá sea algo inherente a la naturaleza femenina, es decir algo irremediable.
Y una vez hecha esta anotación es necesario decir que el aborto libre ha cambiado el mundo de una manera mas rápida y mas profunda que la anticoncepción que se quedaba siempre corta en el personal menos informado, mas impulsivo o menos al dia en cuanto a medidas de contracepción. No sólo el mundo cambió sino la fisiología humana cambió y la mayor parte de los hombres quedaron estériles de forma más que precoz. Comparados con sus padres, los hombres de hoy dejan de ser fecundadores eficaces unos diez años antes, se invocan razones de toxicidad alimentaria, pero los que conocemos los efectos de la hiperrealidad no nos creemos esta teoría. Los hombres de hoy son menos fértiles por razones sociales, simplemente son menos necesarios que nunca.
Todo parece indicar en función de la evolución de la ciencia que primero se eligió cuando ser fértil, más adelante se eligió cuando y cómo ser madre, más tarde se eligió la edad de gestación y los espermatozoides fecundadores y lo que nos espera en el futuro ya próximo es la clonación de embriones con distintos propósitos: unos para posibles tratamientos de fetos viables, otros como electivos segun la carga genética una vez liberados de genes «malos» productores de enfermedades, más adelante selección del sexo y fetos viables, sanos y con un buen potencial de crecimiento y maduración, inteligentes y guapos.
¿Donde habrá que poner el limite de estas tecnologías?
Lo que Sandel dice es que la sociedad en que vivimos, una sociedad liberal en la que el éxito, la belleza o los rendimientos son una garantía de fitness propondrán graves problemas éticos en el futuro, pero que más allá de eso terminarán por modificar nuestro concepto de la realidad haciendo de nosotros padres perfectos. Padres que criaremos a nuestros hijos teniendo la sensación de que estamos asistiendo a un experimento de caracter colosal, padres sin libertad que educaremos hijos predestinados al triunfo que sus genes prometen y con un amor condicional que se vendrá abajo a la menor adversidad.
Lo que está en juego paradójicamente son los principios del estado liberal: la equidad, la solidaridad y las garantias asistenciales.
Como corolario a todo este galimatias, Sandel propone elegir en estre estas alternativas:
«Se trata, a fin de cuentas, de si preferimos vivir en un mundo en el que el amor hacia los hijos esté condicionado a sus capacidades, en el que no haya algo previamente dado que nos supere y que nos ponga a prueba, en el que ya no exista la humildad ante la naturaleza (término que suscita menos alergias que la palabra “Dios”), que también utiliza Sandel.
Con el caso de una pareja de lesbianas sordas que buscaban tener un niño de un donante también sordo, Sandel encuentra la pregunta filosófica clave que hay que plantear en el debate bioético: ¿qué es lo que resulta cuestionable: la misma elección de las características genéticas del hijo o las características elegidas? Para Sandel, la búsqueda de la perfección, que tradicionalmente ha caracterizado la práctica genética, esconde lo que, en términos éticos, resulta relevante: la posibilidad de que los padres elijan arbitrariamente el tipo de hijos que quieren tener. (Más en este post)
De lo que se trata es de elegir entre una cierta forma de espiritualidad o de la tecnologia pura y dura con todas sus consecuencias.
Pero todo parece señalar en el sentido de que la sociedad liberal no podrá resolver este problema y tal y como nos enseña la historia deberá ser barrida de la faz de la tierra y ser sustituida por otro tipo de orden, ahora si, ahora parece inaplazable.
La tecnología no retrocederá pero las garantias ciudadanas pueden ir a peor.
Los perfectos padres del futuro tendrán que inventar un nuevo orden político para sobrevivir a sus inventos.