De Sila a Sanchez

La historia de Roma es muy importante para cualquiera que esté interesado en contemplar como se organizan las sociedades humanas para gobernarse y para prosperar. Lo importante de esta historia es conocer que Roma tuvo tres grandes fases o etapas de gobierno: la monarquía, la república y el Imperio. Los romanos tenían aversión a las monarquías probablemente porque desde su fundación tuvieron muchos problemas con los reyes tiránicos que la gobernaban. Ser monárquico en Roma era algo así como llamar a alguien hoy «fascista». Un insulto y un desprecio que merecía desaprobación y sanción publica. Quizá por eso la monarquía fue sustituida por la República, que era una especie de oligarquía de familias notables: los que eran ciudadanos romanos desde su fundación pero excluía a la cada vez más numerosa ciudadanía itálica (las ciudades de la península asimiladas) y los plebeyos, es decir la gente corriente. Naturalmente ni las mujeres ni los esclavos tenían derecho a voto. Este fue uno de las dificultades que enfrentaron a Mario -tío de Cesar y héroe nacional- partidario de dar voto y derechos de ciudadanía a las ciudades itálicas y dar cierta voz a los plebeyos a través de los tribunos de la plebe, siempre sentidos como una amenaza por los patricios, es decir las familias bien. Por ora parte estaban los populares, es decir aquellos patricios que pensaban que había que dar representación a otros ciudadanos y a la plebe. Mario era el líder de este partido y Cesar era considerado un popular y heredero de la fama de su tío, por otra parte de la familia Julia que no pertenecía a las mejores familias del orbe -a pesar de estar emparentada con el gran Mario- e incluso vivía en la Suburra un barrio bajo lleno de prostitutas y tabernas.

Mario era un heroe nacional como ya he dicho y un gran general que había sido cónsul un numero obsceno de veces por necesidades del estado (7 veces algo extraordinario) y era extraordinario porque el Senado que era el poder en Roma solía nombrar dos cónsules al mismo tiempo para que el poder militar no recayera en uno solo y proyectara ser rey. Se aseguraban así de una especie de equilibrio entre las ambiciones de ambos y creían que de esta forma podían conjurar el riesgo de la monarquía. Cuando las cosas se ponían feas nombraban un dictador por tiempo limitado. Hay que señalar que el poder de Roma, el verdadero poder era el militar, un poder fáctico como le llamaríamos ahora, siempre supeditado al Senado pero en ocasiones y como sucedería varias veces en la historia de Roma, el ejercito se alzaría en rebelión contra Roma.

Algo así sucedió en esa época puesto que Mario y Sila peleaban por implantar sus reformas partidistas y políticas en Roma, mientras Hispania ya se había saltado con Sertorio la disciplina del Senado y lucía independiente de Roma, algo que pasaría varias veces en la historia, un general victorioso era un peligro para el poder político de Roma.

Por otra parte el poder político era corrupto y extractivo, no era raro el crimen político nocturno o incluso a veces a la luz publica en el foro. Las venganzas personales y las persecuciones políticas estaban a la orden del día y ostentar el cargo de tribuno de la plebe suponía un riesgo personal que en muchos casos terminaba con el apuñalamiento callejero. Roma era una ciudad muy poblada y muy peligrosa, andar por la calle de noche era casi una sentencia de muerte pero ostentar un cargo político de signo contrario al poder omnímodo de los optimates era un seguro de muerte capital.

En este entorno se forjó el destino y la personalidad de Cesar partidario de seguir con las reformas que habia iniciado su tio Mario y que Sila trató de impedir al mismo tiempo que trataba de borrar la memoria de Mario y persiguiendo a Cesar hasta que murió en una orgía. Los detalles de toda esta peripecia los podeís seguir al detalle en el libro de Posteguillo.

Ahora bien, se trata de una novela que mezcla ficción e historia, en realidad no sabemos si Sila era el malo de esta película y Mario el bueno, mi opinión es que se trató de un conflicto entre Egos como siempre sucede en política y de ambiciones personales: una lucha por el poder, aunque lo cierto es que hay gobernantes que son providenciales para sus pueblos hasta que una nueva desgracia vuelve a situar los problemas en su orden de salida. Augusto fue un buen gobernante pero su estirpe fue una maldición para Roma ya convertida en Imperio, lo que significa que el Senado dejó de ser un instrumento de control de gobierno y pasó a ser un títere de los emperadores.

No cabe duda de que Mario tenía razón en cuanto a su interés por dotar al ejercito de ciudadanos y que debía extender este privilegio cada vez a más gente si querían seguir dominando el mundo conocido. A Roma le pasó lo mismo que nos pasa en Europa: tuvo un problema demográfico y cada vez más tuvo que depender de mercenarios y de ciudadanos de otros lugares para abastecerse de legionarios. Una de las fortalezas que tenía la República es que cualquier ciudadano podía aspirar a cualquier magistratura si tenía los suficientes apoyos o valor en combate. Sila terminó con estos valores cuando comenzó a comprar soldados para su causa y proyectando su codicia en los legionarios. Terminó así con un valor muy importante para Roma: el honor y el provecho de Roma estaba por encima de cualquier ambición personal.

En realidad Sila lo que hizo fue vaciar de contenido a las instituciones del Estado, una cosa que me llamó mucho la atención es la obsesión de todos los dictadores por controlar estas instituciones. Así para ser magistrado (juez) había que ser senador, lo que en la practica significa que el pueblo no podía llegar nunca a obtener justicia, pues toda la justicia estaba intervenida política y económicamente. No había una justicia -como se dice hoy independiente-. esto nos suena todos nosotros aun hoy en la España que estamos viviendo. No solo es el INE, el CIS, el TC, la Casa Real, el Congreso de los Diputados, el CGPJ, el CNI, CNMV, o Indra son hoy -como fueron ayer- objeto de controversia entre los partidos actuales cuando no de ocupación por la fuerza. De lo que se trata es de no tener oposición, hoy como ayer y acallar las voces discrepantes, algo que hoy se consigue con la compra de los medios que son incapaces de subsistir sin la dádiva del estado. Por eso hoy tampoco podemos hablar de prensa libre.

Lo que me lleva a una nueva reflexión: ¿es democrático comportarse de ese modo? La democracia consiste en someterse al dictamen de la mayoría, pero algunas personas creen que poseen una legitimidad para llevar a cabo sus planes, unas veces por pura ambición de poder como en el caso de Sila y otras veces como sucede hoy con la ideología woke por un supremacismo moral. Hay personas que son partidarias de imponer sus criterios a los de la mayoría, están persuadidos de que tienen razón y soportan una especie de pseudo-teleología que les permite pensar que el mundo sería mejor si ellos pudieran llevar a cabo sus políticas sin que nadie se les opusiera. El dictador y el progresista en este sentido están muy próximos pues ninguno de ellos se somete al demos de buen grado, sino que más bien lo viven como un obstáculo que derribar a fin de llevar a cabo sus planes. No comprenden que ellos no son Roma, es decir el Estado, que el Estado es algo independiente del gobierno y que debe perdurar cuando ellos hayan muerto o se retiren o les retiren de la política. El Estado ha de perdurar, de lo contrario el gobierno no sirve sino para rendirse a los barbaros del norte o del sur.Lo ideal para un dictador-progresista es que no hubiera Estado.

Pero el problema es que si el Estado desaparece no oiremos a los angeles canturrear en los cielos, sino que seremos víctimas de otros Estados vecinos que se aprovecharán de nuestra debilidad. La desaparición del Estado no asegura un edén disney para sus ciudadanos. Ni siquiera habría ciudadanos. Hay gente que no comprende que si no hubiera Estado no habría derechos, pues el estado es el sostén de eso que llamamos derechos.

Hay quien no comprende que si no hubiera Estado sería absurdo plantearse el derecho al aborto por ejemplo. Pero lo peor es que los favorables al aborto no caen el la cuenta de que no hay mayorías sobre esta cuestión y que habría que convencer a los que se oponen para conseguir sus fines, no basta con condenarles por retrógrados, hay que someterse a la mayoría. Eso es la democracia.

Los nuevos estoicos

Estoy leyendo ahora mismo el libro de Javier Recuenco y Guillermo Haro sobre el estoicismo y he recordado que hace algunos años dicté una conferencia en el congreso de familias de pacientes bipolares de la CV donde precisamente abordaba algunas cuestiones que Recuenco y Haro me han recordado en ese librito -que es una joya- , pues las ideas cuando son recolectadas de un determinado lugar para polinizar otras que están en otro enjambre, muestran valores imprevistos cuando se contemplan pasivamente desde la lejanía, sin traslación. El libro de Recuenco y Haro explica cómo ciertas ideas como las de Zenón han sufrido ciertos avatares históricos, han sido hibridadas a la fuerza con el cristianismo y han perdido a lo largo del transcurso histórico su poder comprensivo, si bien sus verdades siguen estando en vigor y retienen su rigor no importa el tiempo que haya transcurrido desde su origen.

En realidad comencé a interesarme por el estoicismo cuando pensaba en dar ciertos consejos a estos pacientes bipolares que eran mi público para aquel acontecimiento. ¿Qué se puede aconsejar a un paciente bipolar, más allá de que tome la medicación o que duerma las horas necesarias? ¿Qué se puede aconsejar más allá de medidas hipocráticas, las de siempre, rutinificar la vida, evitar los excesos, los tóxicos o el estrés?

En realidad cualquier consejo que pudiera dar a estos pacientes podría ser aplicable a cualquier persona y tiene que ver con el control del pathos, es decir de las pasiones, entendiendo como pasiones a emociones intensas que tienen la característica precisamente por su tendencia a la repetición y su intensidad a desbordar la capacidad de nuestra mente para contenerlas. El truco está relacionado con el placer, una vez hallado algo placentero nuestra tendencia es repetirlo e intensificarlo tanto en duración como en intensidad. En el video hablo de cómo algo placentero se transforma en una adicción y de ahi en un displacer.

Pero en realidad en el video lo que planteo es una hipótesis más profunda, me pregunto si es posible la felicidad en tiempo de crisis. Y me propongo escarbar en esa palabra «felicidad» que es una abstracción y contraponerla a estado placentero que es algo concreto y bien diferente para cada uno. Nuestra mente ha de navegar entre estas dos olas: lo abstracto y lo concreto, de manera que podemos ser felices comiendo o fornicando y admitiendo a la vez que existe un universal llamado «felicidad» que es común a toda la humanidad pero del que no tenemos noticia más allá de nuestro estado felicitario individual. Es por eso que ya Séneca nos advirtió que todos aspiramos a la felicidad pero no sabemos dónde habita esa señora, lo único que nos es dado saber es que existen ciertas emociones como el placer o la alegría que nos proporcionan alguna pista sobre ella pero se trata de algo breve y ocasional que nada tiene que ver con la felicidad. Aunque el placer sea el soporte neurobiológico de la felicidad ambos conceptos no son equivalentes. Lo humano transcurre siempre entre estas dos autopistas: lo concreto o subjetivo que no podemos dejar de sentir y lo abstracto, que no podemos dejar de pensar.

Los griegos tenían un tratamiento para modular las pasiones, la llamaron eutimia. Nosotros los psiquiatras utilizamos esta palabra para designar el estado en el que el paciente no está deprimido ni maníaco, pero en realidad se trata de una perversión de la idea de Demócrito. Pues para los griegos la eutimia no era ese estado intermedio que nos representamos hoy en la jerga psiquiátrica sino un paradigma moral que también llamaron virtud. La eutimia es una virtud moral, no algo fisiológico o afectivo. Una virtud de sosiego, calma y práctica.

¿Qué es la virtud?

La virtud procede del latín «vir» que significa varón, y se considera la contrario del vicio, algo así como una cualidad moral que se exigía en la Grecia clásica junto con el aprendizaje de la geometría y la gimnasia, algo exigible a cualquier gobernante. Una mezcla de culto al bien, a la justicia, la belleza y la verdad.

Y la virtud es el tratamiento de la aflicción tal y como nos contó años más tarde Cicerón.

Dejo pues aquí el video de mi conferencia:

Cómo dejar de ser «progre»

La mayor parte del personal no lo sabe pero la palabra «progre» fue un invento de mi generación. Antes de nosotros no había progres sino falangistas y activistas del Sagrado Corazón. Pero aunque la palabra «progre» ha ido derivando a través de otras acepciones profanas, quiero dejar claro cómo era ser progre en los 60-70.

Un progre era un adolescente que se dejaba el pelo largo, patillas y algunos -los que podían- bigote inglés, los más osados vestían pantalones acampanados y botines, los más contenidos aquellas trincas – color camello- que señalaban hacia una pertenencia de origen. Aunque las señas de identidad de la progresía de entonces fue sin duda la música, pues la nuestra era una progresía estética no política como ahora que se ha convertido todo en ideología. Entonces los homosexuales no eran gays sino poetas y los heteros éramos músicos y tocábamos en un conjunto. No había progre sin conjunto y sin seguidoras, grupys las llamaban.

Quiero decir que los progres de entonces no estábamos interesados en la política, aunque los había en la universidad, en los cine clubs y en algunos colegios de curas, pero eran una minoría adscrita al PCE que fue el único partido que plantó cara a la dictadura, pero nosotros los progres auténticos no estábamos por Marx ni por la URSS sino por King Crimson, Yes y Pink Floyd, esos eran nuestros referentes. Naturalmente los políticos estaban en contra del rock y contra las guitarras eléctricas que creían eran una degeneración burguesa del arte, pero perdieron la batalla contra los progres verdaderos que éramos nosotros, los que quisimos ser progres porque estábamos hartos de obedecer a nuestro padre y lo que de verdad buscábamos era follar con aquellas chicas – igualmente progres pero estrechas- que llevaban minifalda o al menos pantalones de pana y no tomaban anticonceptivos que eso solo lo hacían las francesas. Para eso queríamos la libertad, no como ahora hacen los progres postmodernos que la quieren para quitársela a los demás y nos lo van a prohibir todo, el porno, el folleteo, la prostitución, el tabaco en las terrazas y pronto el alcohol. Pero antes de hacernos progresistas del todo hubo que pasar por las drogas, la musica basura y la cutrez, de repente los tatuajes dejaron de ser cosa de legionarios y toreros y pasaron a ser elementos de referencia para la cultura popular.

La hipergamia no había sido inventada ni el feminismo se había revelado como una ideología deconstructiva de la masculinidad y aun nadie sabía que era eso de LGTBI, había lesbianas que estudiaban filosofía y homosexuales polímatas que se metieron en el cine, en el teatro o en el asunto catalanista y triunfaron como algunos que yo me sé. Pero se trataba de estrategias individuales para tocar poder, poder meter o poder medrar en una sociedad que aun mantenía abiertas todas las posibilidades de ser como una opción vital no encuadrada en ninguna pack ideológico.

Dejé de ser progre allá por los 90 y fue una conversión lenta, para nada una apofanía, yo diría que comenzó con Felipe Gonzalez y el desencanto que me produjo su deriva. Para entonces yo ya era médico y había abandonado la música por completo. estaba en el mundo laboral y vivir en aquel periodo de cambio en el mundo del trabajo y también social supuso una vorágine apasionante, no había tiempo para más. Digerir que los socialistas venían a ser un poco como los demás fue un verdadero trance para muchos de nosotros, fue por eso que poco a poco comencé a interesarme por la psicología evolucionista, es decir volví mis ojos a la naturaleza por ver si alguien podía explicarme porqué las ideas naufragan en cuanto tocamos poder. Como psiquiatra mantuve durante mucho tiempo ideas equivocadas sobre el ser humano, pues mi generación procedía de un ambiente casi metafísico, en lo político y en lo religioso. Y aunque yo no era ni una cosa ni otra he de reconocer que ese entorno modeló mis valores y mi manera de pensar, mi mentalidad. Una mentalidad que podríamos definir como «vivir de espaldas al mal». O de que todos podemos ser rescatados de nuestras equivocaciones.

Nuestro despertar fue con el mal del terrorismo de ETA y con otros terrorismos que cada día presidían los titulares de los periódicos como hoy sucede con las noticias de violencia de genero, que abren los telediarios. Los progres de hoy que creen que son progres pero tanto me recuerdan a aquellos monaguillos que dirigían discursos cargados de moralina en las sacristías de algunas parroquias siempre acompañados de guitarras folk y cánticos de grupo para aligerar las misas . Lo cierto es que nosotros los progres ya estamos vacunados de estos discursos como lo estamos también de forma natural contra las picaduras de los mosquitos

En realidad los mosquitos nos pican a todos, es falsa esa idea de que solo pican a ciertas personas que las atraen por su olor u otra cuestión química. Nos pican a todos solo que algunos reaccionan de forma exagerada a través de una hiperinmunidad de base, mientras que otros son picados pero no reaccionan exageradamente. Pero lo más sorprendente es que existe una memoria celular para las picaduras -la teoría del leucocito residente– significa que a veces la picadura de un mosquito puede hacer brotar reacciones hiperinmunes en otras picaduras anteriores. El individuo cree que ha sido picado por varios, pero en realidad solo ha habido uno, que con su saliva nos ha introducido el recuerdo de lo que en otro momento fue una picadura en tiempo real.

Así descubrí que hay personas pro-inflamatorias y personas anti-inflamatorias. Desde los 60-70 solo me hablo con los anti-inflamatorios y es así que los mosquitos no me pican, no porque me conozcan sino porque estoy vacunado.

En conclusión, la idea de que el mundo camina inexorablemente hacia el progreso y que por tanto ser progresista es la mejor opción, es una idea cuanto menos equivocada. Pero yo estoy más convencido hoy de que no es un error sino una maniobra de masas, una ingeniería social para llevar el mundo a una especie de granja orwelliana donde criar ganado insulso y obediente.