Pocas veces se encuentra uno con un diálogo tan fecundo en los videos de youtube, se trata de esa importante intersección que llevan a cabo la psiquiatría y la filosofía. En este caso a cargo de Marino Perez y Iñigo Ongay abordan el tema del delirio. ¿Se puede decir siempre que un delirio es irracional? ¿Es lo irracional la esencia del delirio? ¿Son todas las creencias irracionales delirios?
Parece establecido que la función del delirio es la de estabilizar al paciente psicótico, como dice una máxima psiquiátrica del siglo XIX «Cuando el delirio aparece la psicosis es ya antigua». Ha pasado mucho tiempo de sufrimiento, mucho tiempo de confusión, muchas penalidades, pensamientos absurdos, cenestesias raras, incluso alucinaciones visuales. El delirio es la solución para liquidar todos estos molestos síntomas que a veces identificamos como «trema» o humor delirante, un estado mental insufrible e inimaginable a quién no lo haya sentido alguna vez: una sensación de que algo va a pasar pero un algo que no se puede definir ni identificar.
El problema es que no todos los esquizofrénicos son capaces de construir un delirio y más: no todos los delirios son esquizofrénicos, pueden aparecer en la manía, en la melancolía, y en la paranoia. Nosotros los psiquiatras solemos conceptualizar los delirios en sistematizados, es decir cuando existe un relato coherente sobre el asunto, un contenido que se puede leer como una narración. Decir «me persigue la CIA, porque tengo en mis manos un secreto que puede llevar al mundo a la catástrofe», no es lo mismo que tener una sensación de persecución, de complot, y les llamamos entonces no sistematizados: ciertos delirios comienzan así: con una atmósfera de conspiración hostil, otros fluctúan con el estado de ánimo: «Ayer era Eddy Mercx pero hoy soy Cruyff» como me contaba un paciente maniaco que traté hace años.
También nos guiamos por una cuestión práctica: los delirios esquizofrénicos son fantásticos e involucran acciones de substancias desconocidas o imposibles, rayos, telepatía, cables, ondas de radio: la conocida máquina de influencia. Mientras otros -como los maníacos- responden a estados de grandiosidad donde la identificación radical juega su papel mientras que en la paranoia los delirios son cosas que pueden llegar a pasar: se puede ser perseguido, envenenado, amado en secreto, o ser víctima de una infidelidad.
Lo que me llevo para mi consumo propio es esta idea de Marino Perez:
Existen dos clases de delirios: los delirios ontológicos y los delirios epistemológicos, el delirio ontológico no es propiamente una creencia sino una experiencia que involucra todo el ser, y es además inconmensurable y no puede ser sometido a la prueba de verdad o falsedad, no puede refutarse, mientras que en el delirio epistemológico existe un Yo y un Tu, un sujeto y un objeto: para que exista una creencia ha de haber un sujeto que cree en algo que está sucediendo fuera de él mismo: uno puede ser envenenado por otro, uno cree que puede ser engañado por su esposa con otro. Siempre hay un otro. estos delirios son típicos de la paranoia, pero en el delirio ontológico el paciente también a la larga puede llegar a identificar al autor de sus delirios, identificar a su perseguidor, que en cualquier caso se valdrá de tretas metafísicas para alcanzar sus propósitos siempre malvados.
Vale la pena tomarse una hora para escarbar en el torrente de ideas que fueron vertidas en este dialogo y tomarse muy en serio la idea de Marino Perez de que quizá estamos buscando las causas del delirio donde no hay nada. también vale la pena seguir la argumentación sobre los elementos que se utilizan para construir delirios y que Iñigo Ongay llama fulcros, una palabra que no conocía pero que significa el punto de apoyo de una palanca,
Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo /Arquimedes).
Os dejo el enlace de esta sesión