Yo estoy absolutamente en contra de la censura y lo estoy por dos razones: la primera es por razones conceptuales de las que más abajo hablaré y la segunda por razones de la experiencia: porque viví toda mi adolescencia en una dictadura y conozco bien sus entresijos debido mis actividades cantautoriles. La mayor parte de la gente no sabe lo costoso que es mantener un régimen censor, hacen falta muchos funcionarios de esos con manguito que usualmente son muy ignorantes y no comprenden ni las metáforas ni las ironías. Ningún dictador tiene sentido del humor.
Pero la censura precisa además de un entorno muy concreto, es necesario que se implante en un determinado tipo de sociedad, una sociedad tipo 1 al decir de Mencius Moldbug, es necesario que los funcionarios, sean de la inquisición o de la Stasi se crean que están fomentando el bien, hace falta pues una sociedad totalitaria, de lo contrario los funcionarios decaen y miran hacia otro lado, pues no hay que olvidar que esos funcionarios son tontos pero no mancos.
Tan tontos como los algoritmos que han venido a sustituirles en todas las redes sociales, incluyendo a Youtube y Facebook. Pero los algoritmos también son tontos pues solo buscan palabras, como si las palabras no tuvieran matices dependientes del contexto. Por eso los dictadores postmodernos ya están hartos de los algoritmos tontunos que inventaron para detectar a los disidentes del nuevo orden y fueron un paso más allá: inventaron los fact chequers, es decir portales o plataformas que se dedican a verificar la veracidad o falsificación de algunas noticias, lo que nos lleva a otro problema ¿quién verifica a los verificadores?
Es por eso que las fake news han proliferado de una manera portentosa y casi voluptuosa, hasta tal punto de ya no sabemos si lo que estamos leyendo es verdadero, falso, medio verdadero o metafórico, pero lo cierto es que las fake news son mucho más divertidas que las verdades de los verificadores siempre sospechosas de connivencia con el régimen censor.
Personalmente no creo que la censura sea posible en los paises liberales aunque debe ser muy eficaz en los paises comunistas y colectivistas. Por ejemplo los chinos deben ser bastante ajenos a las maniobras de su gobierno con la verdad, al fin y al cabo ellos tienen un emperador en la cabeza, así como los rusos tienen aun un zar. Nosotros los europeos lo que tenemos en la cabeza es a nosotros mismos y a nuestro deseo que siempre es «la razón de todas las cosas», es por eso que lo más probable en un país como el nuestro es que coexistan verdades o mentiras gubernamentales con verdades y mentiras alternativas. Todos mienten.
Pero la razón de mi oposición a la censura es más profunda. ¿Alguien cree de verdad que las fake news van a provocar algún desastre? Podrá decirse que en época de pandemia tener una buena información sobre virus y vacunas es esencial para mantener la salud publica. Pero ¿quién tiene desde el principio esa información veraz sobre ambas cuestiones? ¿Y si la tenían porque no fueron más ágiles en comunicarla? ¿Eran o no eran las mascarillas necesarias para contener el virus en su primera ola? ¿Lo siguen siendo hoy?
Entonces deberíamos admitir que las consignas de genero, la publicidad gay, la pornografía o la publicidad diaria de los crímenes de genero también tienen efectos letales en la sociedad. Y aunque estas ideas o sus contrarias forman parte de ciertas ideologías y no son ciencia, la verdad es que carecen de impacto real en la población general. La gente seguirá creyendo lo que cree a pesar de la propaganda. Al fin y al cabo, repito: «el hombre es el centro de todas las cosas», el credo liberal.
Lo cierto es que la censura en todo este caos en que se ha ido gobernando la pandemia solo ha servido para una cosa: convertir en verosímil lo delirante.
Yo, que soy freudiano hasta la medula lo compruebo a diario, cuando sufrimos un evento inesperado y de la suficiente intensidad que amenaza nuestra integridad ponemos en marcha los amortiguadores para reducir la fricción entre lo desconocido y lo que conocemos. Les llamamos mecanismos de defensa, que sirven para disminuir la disonancia cognitiva. Estos amortiguadores reducen el impacto de los eventos amenazantes pero según que amortiguador usemos vamos a diluir su efecto de fricción pero también lo vamos a distorsionar. Así, distorsionado lo pasamos a nuestro subconsciente y lo dejamos allí a buen recaudo formando un ovillo (en realidad un nudo semántico) que será muy difícil de desenredar, consumiendo para sí grandes cantidades de energía. Así sucede con la represión, uno de los amortiguadores más caros de mantener y también con la negación que como su nombre indica minimiza o niega las consecuencias dolorosas de su punto de vista. Tan caros de mantener como los funcionarios censores.
Durante la pandemia he podido ver todo tipo de actitudes- amortiguadoras. Los que niegan la pandemia, las que lo minimizan (gobierno incluido al principio con Simon al mando), los agoreros (ya te lo decía yo), los apocalípticos (la próxima será peor), los obsesivos que se lavan los zapatos al entrar en casa. los insurrectos (a mi nadie me dice lo que tengo que hacer), los que viven ajenos a todo (o viven en la España vaciada), los optimistas (a mi no me puede tocar). Actitudes que luego se reeditan con las vacunas y que descartando las guerras comerciales podemos resumir en estas tres actitudes ( sin ánimo de ser exhaustivo):
- Quieren matarnos a toda la humanidad.
- Quieren implantarnos un chip para controlar nuestra mentes.
- Las vacunas no hacen nada porque los virus no existen o no provocan enfermedades.
Y así sucesivamente, es lo que pasa con la censura interna de cada cual: se reactiva cuando vive en un estado donde la censura se convierte en norma de bien pensar, en normatividad. Lo que se consigue con la censura es una paranoidización de la sociedad, pues es cierto que el gobierno no fusila a los disidentes o les lleva a un Gulag, pero el descrédito, la cancelación o el despido son amenazas muy creíbles para los disidentes. Por eso se dan cita en Telegram que al parecer es el único lugar que no practica la censura. Y que es el más divertido.
Y el mundo no se resentirá por discrepar o delirar con lo que a uno le venga en gana admitiendo que estas discrepancias influyen en la salud publica. Efectivamente es seguro que cuando se haya vacunado el 70% de la población la pandemia disminuirá aunque es cierto que los vacunados podemos contagiar la enfermedad o padecerla en sus versiones más leves. Pero la circulación del virus disminuirá y su potencial letal (su carga viral) también pues la carga de un virus depende del numero de pases que haga y ese número de pases depende de su letalidad, por eso cuando un virus es más letal las epidemias duran menos, pues hay menos vivos que contagiar.
Hoy he leído no recuerdo dónde que a los niños hay que protegerlos de las vacunas porque «quieren inyectarles un gen gay» para disminuir aun más la población normativa. Naturalmente es una ciberparanoia que tendrá su numero de seguidores -aunque no existe tal gen gay- pues lo relevante de todo esto es que una democracia es ese lugar tan íntimo y personal donde cada cual puede mantener el delirio que quiera.
Lo que es intolerable es la censura estatal, no solo porque es inmoral sino porque además no sirve para nada salvo para favorecer las paranoias de cada cual y descartar lo que de verosímil pueden aportar los disidentes.
Los censores son golems, no tienen alma y algunos golems son ciberparanoicos. Aunque la ciberparanoia es lo opuesto al golem y en ultima instancia lo que les redime.