Este post contiene spoilers, es decir revela datos de la trama de la novela citada, el lector no deberá seguir adelante con la lectura del mismo si planea leerla.
Melchor Marin es el protagonista de ambas novelas de Javier Cercás, la primera de ellas nos presenta a un policía de los Mossos que tiene un oscuro pasado, un pasado de «hijo de puta», una puta -su madre asesinada en extrañas circunstancias y cuya muerte nunca fue aclarada- y una estancia por la prisión después de haberse metido en oscuros negocios del menudeo de drogas. Es en la cárcel donde Melchor se redime, gracias a un recluso, el Francés que ejerce de bibliotecario de la prisión. Es allí donde Melchor descubre «los Miserables» que desde ese momento se convertirá en su libro de cabecera y no sólo eso: comenzará a interesarse por la literatura precisamente a raíz de esa lectura.
La lectura le redime.
Melchor sale de la cárcel con una decisión firme: encontrar a los asesinos de su madre y es por eso que se convierte en policía al mismo tiempo que en un héroe del cuerpo al abatir a unos terroristas en Cambrils (este es un hecho real que Cercás utiliza para mezclar realidad y ficción). Es por eso que sus jefes deciden quitarlo de la exposición publica y mandarle a la Terra Alta, una comarca catalana con sede en Gandesa, escenario en la guerra civil de grandes matanzas. Es allí donde Melchor inicia una nueva vida y conoce a Olga -la bibliotecaria- con la que se casa y vive con ella los mejores años de su vida. Tienen una hija que se llama Cosette igual que la heroína de Victor Hugo a quien Jean Valjean rescata de la miseria.
Pero el que nace poli siempre es poli y Melchor interviene en un asunto de asesinato de una familia muy conocida y ayuda a resolverlo sin demasiadas ganas de atribuirse el mérito, sobre todo porque también su mujer es asesinada por los malotes que tratan de alejarlo del caso. Al final Melchor encuentra a los asesinos y logra meterlos en la cárcel. El ambiente de Terra Alta es bastante opresivo y teñido aún de la tragedia de la guerra civil, que Cercás nos recuerda quizá porque este escenario forma parte de sus recuerdos de infancia, pero lo cierto es que «Terra alta» no me gustó demasiado. Se trata de una novela policiaca donde el suspense gira en torno a dos búsquedas simultáneas: la de los asesinos de su madre y la de los asesinos actuales que son los mismos que asesinan a su esposa. La historia siempre se repite a veces como tragedia y a veces como farsa, pero los personajes como Melchor son de una pieza y con pocos matices, es por eso que su destino de poli bueno, no se disipa con el tiempo y Cercás ha escrito una segunda parte con ese personaje ta cercano al Clint Eastwood de «Harry el sucio».
Porque Melchor es un justiciero, de esos policías que precisamente por serlo saben que los malos casi siempre salen de rositas y es precisamente esa la razón por la que en ocasiones se extralimita en el cumplimiento de la ley. La ley de los miserables. Los policías siempre saben quien es el culpable de un delito pero esto ha de demostrarse en los tribunales lo que redunda en beneficio del culpable, por otra parte el sistema judicial no busca la verdad sino solo aquella parte de la verdad que es jurídicamente estable y que nunca coincide con la verdad histórica ni con las narraciones (confesiones) pero siempre coincide con la novela escrita por un narrador omnisciente.
En Independencia Melchor es requerido en comisión de servicios para ayudar al que fue su jefe en la Terra alta y recién ascendido gracias a sus pesquisas. Se trata de averiguar quién está chantajeando a la alcaldesa de Barcelona asegurando que poseen un video sexual sobre ella.
Y este es el mejor hallazgo de Cercás pues aprovecha para escudriñar dentro de la política catalana sin miramientos. «Independencia» es una novela que puede leerse sola, sin haber pasado por la anterior y en ella Cercás brilla a una altura bastante más luminosa que en «Terra», quizá porque ha conseguido llegar a un pacto con sus propios fantasmas, me refiero a sus fantasmas políticos, pues «Independencia» es una trituradora política de eso que ha venido en llamarse «la burguesía catalana» que terminó por someter a toda Cataluña a una sacudida gratuita e incierta a través del «Procés» y que ha llevado a Cataluña a una espiral de ignominia y de ruina. No deja de ser curioso que el sentido común catalán (el seny) haya pactado con anarquistas y populistas para llevar a cabo una tarea imposible por más que el anhelo de independencia haya calado en la mitad de la población. Lo cierto – y eso es lo que la novela denuncia- es que los políticos catalanes han utilizado este anhelo para dirigir a las masas hacia su infortunio mientras ellos mismos descreen del procés.
«Independencia» es una de esas novelas que una vez comenzadas mantienen el interés del lector y su ritmo es trepidante, a veces tienes la impresión de que estás viendo una película, o mejor un juego de ordenador donde unas escenas y unos personajes te llevan indisimuladamente a otros dejando rastros de pruebas falsas que solo la pericia de Melchor termina por esclarecer.
La alcaldesa de Barcelona es Virginia y se trata de una mujer ambiciosa y hecha a si misma con la ayuda de su marido ricachón y cínico que es quien la promueve y ejerce su mentoría para terminar divorciándose de él como suele suceder en este tipo de matrimonios: cuando Virginia supone que puede valerse por sí misma.
Pero se equivoca pues Virginia como todo el mundo tiene también un pasado y no hay peor amenaza para un político que su pasado. Y todo marido o esposa es quien más sabe de su pasado.
La primera sospecha es que su ex marido y Vidal -su teniente de alcalde- tienen algo que ver en ese chantaje. es algo demasiado obvio: ambos tienen razones para ello pero la historia ha de dar aún algún vuelco para que todo encaje y es Melchor quien lo hace encajar sacando lo mejor de su instinto justiciero.
Y lo hace como siempre saltándose la ley y ejerciéndola a su manera, ocultando datos y moviendo ficha intentando siempre que en todo caso paguen los verdaderos criminales y no solo los hombres de paja que estos usan para su servicio o para endosarles los muertos. Melchor es más un protector de desdichados -como Jean Valjean- que un funcionario al servicio de la Ley.
Y Melchor Marin lo descubre y termina su misión y vuelve a la Terra Alta donde espera dejar el cuerpo y hacer oposiciones para bibliotecario.
Pero un poli es siempre un poli.
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