El dilema del tranvía y las trombosis

Joshua Greene es un neurofilósofo, en realidad uno de esos psicólogos de Harvard que se ha especializado en una rama de la psicología destinada a investigar sobre la decisión, más concretamente sobre las decisiones con sentido moral. Es muy conocido su experimento conocido como el dilema del tranvía (troley problem).

Se trata de dos supuestos, en el primer supuesto (tal y como puede verse en la viñeta de arriba) el individuo tiene que decidir sobre qué hacer: el tranvía amenaza con matar en una via a cinco personas y en la otra a solo una. El individuo puede desviar al tranvia con apretar solo un botón. La alternativa es que muera un individuo para salvar la vida a otros cinco.

¿Qué haria usted?

El 95% de las personas apretarían el botón para sacrificar a un individuo y salvar la vida a los otros cinco.

En el siguiente supuesto la cosa cambia. Ahora ya no se trata de apretar un botón sino de detener al tranvía arrojando sobre los railes de la vía a un individuo concreto. El asunto parece el mismo: sacrificar a uno para salvarles la vida a cinco, pero hay una variable critica, no hay botón y el individuo tiene que sacrificar él mismo a un individuo arrojándolo sobre la vía.

¿Qué creen ustedes que pasaría?

El 95% de las personas ahora invierten su opinión y dicen que no seria moralmente aceptable salvar la vida a esos cinco individuos arrojando a uno a la vía del tranvía.

Greene concluye que nuestra valoración moral de las cosas depende del grado de cogniciones morales involucradas en una conducta determinada: apretar un botón es algo impersonal que se hace sin que nuestro cerebro tenga demasiadas noticias acerca de sus resultados prácticos, es una acción sin nombres, caras ni apellidos, mientras que arrojar a un tipo a la vía del tren es algo personal e involucra cogniciones morales acerca de la persona en cuestión que va a sacrificarse.

Como puede verse y aunque desde el punto de vista utilitarista las dos decisiones llevan al mismo resultado, en la primera vemos -operando como conductor del tranvía- como su descenso hace inevitable el daño a unos u a otros mientras que nuestras posibilidades -en ausencia de frenos- se reducen a dos. Mientras que en el ejemplo del observador del puente es necesaria una decisión voluntaria que implica la muerte de un individuo de la que nos convertimos en agentes.

La falacia coste beneficio en las vacunas.-

El dilema del tranvía ha sido utilizado en muchas ocasiones para investigar sobre determinados supuestos o en estudios experimentales sobre los efectos de la oxitocina tal y como conté en este post. Se trata de un experimento mental en el que se concentran consensos sobre la cuestión que nos ocupa: la cuantitativa (siempre será mejor que muera una persona que cinco) o la modalidad del empujón que tiene muchas variantes pues esa persona puede ser un gordo, un árabe, un ultraderechista, un terrorista, etc, dando lugar a variadas combinaciones según lo que estemos investigando.

Y este es el dilema que nos plantea la actual campaña de vacunación que estamos viviendo. Al principio nos llegaron noticias -siempre tachadas como fakes- de hipersensibilidad, parálisis del facial, accidentes neurológicos varios (Guillain-Barré) y otros catalogados como banales. Pero de ahí hemos pasado a muertes debidas a trombosis cerebrales sobre todo desde que en Europa hemos llegado a la vacuna de Astra-Zeneca que es la que parece que tiene más efectos adversos de la serie hematológica, aunque esto no quiere decir que el resto no las tenga. Lo cierto es que los efectos adversos reales que tienen estas vacunas son aun mal conocidos porque:

  1. No se comunican todos los efectos adversos
  2. Se han intentado minimizar u ocultar, hay que saber que las vacunas ya se han pagado y existe un buen stock de estas vacunas en la UE.
  3. Aunque por fin estos efectos adversos graves han sido admitidos por las autoridades sanitarias (algunas semanas después de conocerlos) se sigue insistiendo en que el coste beneficio obtenido por las vacunas no aconseja dejar de ponerlas.

Lo cierto es que el argumento que utilizan los poderes públicos se asemeja y mucho al dilema del tranvía, me refiero al segundo caso. Alguien ha de morir para que otros sobrevivan. Este argumento me parece inmoral, aunque solo fuera 1/100.000 habitantes ese único caso es suficiente para suprimir la vacunación y me lo parece por lo siguiente:

Parece que la vacuna de Astra-Zeneca tiene un efecto secundario llamado trombocitopenia que ya se había descrito con la administración de heparina. La heparina es un medicamento que usamos para prevenir las trombosis sobre todo en pacientes encamados largo tiempo o de edad avanzada. Paradójicamente a veces presenta un fenómeno de apelotonamiento de las plaquetas que forman trombos en un lugar y hemorragias -por su déficit- en otro. Parece ser que este raro efecto secundario de la heparina es el mismo que se produce con la vacuna.

La frecuencia de estos efectos secundarios graves son más frecuentes en mujeres fértiles como sucede con todas las enfermedades autoinmunes, de ahí que se considere que esta reacción pueda ser una reacción exagerada del sistema inmune a la vacuna y es cierto que es una reacción rara, que si deja de ser rara es debido al número de personas tan elevado que está vacunándose. Piénsese que no hay ningún medicamento que tome la mayor parte de la población, una N tan alta puede justificar cualquier efecto secundario, solo que la muerte es un efecto inasumible desde el punto de vista moral, del mismo modo que precipitar a un sujeto puente abajo es inasumible moralmente para el 95% de nosotros aunque se trate de salvar la vida a 5. Y lo es porque las personas que se vacunan y mueren están sanas y de no haberse vacunado seguirían estando vivas y sanas. El coste beneficio a nivel individual en este caso es 0. Y lo es porque no sabemos si esta persona se hubiera contagiado de COVID y de haberlo hecho no sabemos su gravedad o si hubiera sido asintomática. No todos nos contagiamos.

¿Cual es el beneficio de seguir vacunando a sabiendas de que 1 de cada 100.000 vacunados morirá?

¿Qué beneficios obtienen los vacunados?

  1. Los vacunados siguen siendo portadores transmisibles del virus
  2. Los vacunados pueden seguir enfermando de COVID-19
  3. La movilidad, la distancia y las mascarillas deben seguir usándose aun entre los vacunados.
  4. El único beneficio parece ser que en caso de contagio la enfermedad seria más leve

La pregunta en este caso es la siguiente. ¿Entonces qué beneficios obtenemos de vacunarnos?

Individualmente muy pocos, colectivamente muchos. Hasta el punto de que si llegáramos a un 70 % de vacunados la epidemia remitiría. Y es probable que sin vacunas también Es la diferencia entre el relato individual y el relato de salud pública. Lo que es bueno para el colectivo puede ser letal para el individuo.

Se trata pues de un dilema moral tal y como plantea Joshua Greene en sus tranvías, pero no es solo un dilema que afecte a los individuos, sino también a los poderes públicos y como no a los fabricantes de vacunas.

Pero si usted muere, usted muere individualmente y no con sentido colectivo ni con perspectiva de género.

Qué es hacer lo correcto por Michael Sandel

Un comentario en “El dilema del tranvía y las trombosis

  1. Todo lo dicho es muy acertado, pero creo que falta añadir el supuesto motivo oficial para el que fueron diseñadas las vacunas: no colapsar el debilitado sistema sanitario.

    Y aquí nos encontramos con que algo no va bien.

    Ninguna de las vacunas disponibles es esterilizante, es decir no anulan la transmisión. Esto significa que los vacunados pueden convertirse en autenticas bombas de relojería, pues no solo siguen siendo portadores transmisibles del supuesto virus, sino que la parcial respuesta de su sistema inmunitario puede convertirlos en autenticas fábricas biológicas de supuestos supervirus al facilitar su mutación. Coloquialmente lo que le hacen estas supuestas vacunas al supuesto virus es aquello de: ‘lo que no mata engorda’.

    A la vista de esto, el pasaporte de vacunación se convierte en ‘una patente de corso’ para que los vacunados portadores asintomáticos puedan esparcir su nueva cepa por doquier.

    Ya sabemos que correlación no significa causalidad, pero es de notar que las principales variantes del supuesto virus se hayan originado en los países donde, mayormente, se realizaron los ensayos de las fases III de las vacunas. Ahora nos enfrentamos a un ensayo de estas supuestas vacunas, más bien inoculaciones experimentales no esterilizantes, realizado en millones de personas.

    Aquí se nos puede girar la tortilla: Lo que es bueno para el individuo puede ser letal para el colectivo.

    Quien quisiera crear un supervirus no podría hacerlo mejor que con una vacunación masiva no esterilizante en plena pandemia. Millones de laboratorios vivientes trabajando con millones de mutaciones.

    Esto va para largo. Que Dios nos pille confesados.

    Me gusta

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s