El futuro son las ciudades

obsoleto

Recientemente he asistido al Colegio de médicos de mi ciudad porque se había convocado un acto político en el que los distintos partidos presentaron su programa electoral.

Lo cierto es que fue un acto bastante aburrido, como siempre en estos casos donde no se dicen más que vaguedades aunque el morbo estaba en escuchar a Ciudadanos y a Podemos. Una decepción, y ni siquiera el jovencísimo representante de Podemos nos escandalizó. Todos los partidos parecían iguales y haber pactado sobre lo políticamente correcto que en Sanidad es ese mantra que dice: que «la sanidad ha de ser universal, pública y gratuita». Poco más y nada menos que eso. Más que un consenso, un dogma.

El caso es que uno de los representantes de los partidos en un tono homiliar llamó la atención sobre un hecho para él muy relevante: la escasa asistencia de colegiados al citado acto. Efectivamente, apenas unas 40 personas asistimos y me distraje tratando de averiguar la edad media del certamen, unos 50 años.

Dicho de otro modo, los médicos jóvenes no asisten al colegio. ¿Es por la política?.

Lo cierto es que el Colegio de médicos y a pesar de que la Junta directiva no deja de proponer actividades diversas para que los colegiados participen no logran que haya presencia de los colegiados en la vida de la Institución. Y sucede por una razón:

Los colegios de médicos son una institución obsoleta que huele a naftalina y está llena de arrugas. En este sentido les pasa lo mismo que a los partidos políticos No sabemos para qué sirven a pesar de que sabemos que se sirven de si mismos en una especie de autoreferencia perpetua.

Hubo un tiempo en que los colegios eran corporaciones con cierto poder, tenían incluso potestad de sanción sobre los colegiados y además estarlo era obligatorio. Había tribunales de honor donde se afeaba a los colegiados que eran denunciados por alguien y había algo que afear. Había, por así decir una ética médica que respetar, hoy en dia los tribunales han sustituido a la sanción mediadora de los colegios y ya no sirven más que para organizar cenas, viajes o correderías de seguros.

La legalización de los sindicatos fue el primer golpe que sufrieron los colegios profesionales y hoy un médico que sólo trabaje en la pública no tiene obligatoriedad de estar colegiado. Digamos que es un reducto para aquellos que ejercen la medicina privada y para los nostálgicos que se aburren y no tienen donde ir a jugar al guiñote, aunque es cierto que allí, -como en ningún otro lugar- ya no se juega a cartas desde que fumar está prohibido en los locales cerrados.

Dicho de otra forma: allí ya no va nadie si no es a consultar al abogado o a resolver algún trámite con el seguro del coche.

Las instituciones se hacen viejas como las personas y es por eso que los jóvenes les dan la espalda pero a pesar de eso no hacen sino crecer, es como si se negaran a morir y se aferraran a una vida vegetativa. Lo nuevo y lo viejo siempre batiéndose en un perpetuo duelo dialéctico y lo peor: no sabemos aún qué es lo nuevo. ¿Quien tomará el relevo de lo viejo? ¿Habrá colegios de médicos dentro de 40 años? ¿Habrá diputaciones o casinos?

Lo que es más probable es que no haya Autonomías, una de las instituciones políticas más caras de mantener y con más corruptelas que amañar. No es que yo sea partidario del centralismo madrileño. No. En realidad yo era de aquellos que queríamos descentralización en aquel momento histórico en que Adolfo Suarez cantó el «café para todos», un gran error que ha sido al final el responsable de que en España no haya ya ni un duro en las arcas. Hoy Pedro Sanchez está intentando que Europa le de dinero para llevar a cabo su proyecto que no es desde luego un proyecto claro ni transparente. Es poco probable que Europa no le ponga condiciones draconianas y también es muy probable que Pedro haga todas las trampas que pueda (A estas horas aun no se sabe cómo quedará el reparto de ese dinero fiduciario).

Optar por la descentralización no tiene nada que ver con el modelo actual autonómico. ¿Para qué queremos parlamentos y consejerías que no hacen sino duplicar o triplicar el número de politicastros en nómina jugando al mismo juego que sus compañeros del Congreso de Madrid? Yo estaba y estoy a favor de descentralizar pero no a favor de duplicar. La razón es muy fácil de comprender. Si usted ha tenido alguna vez que ir a Madrid a algún ministerio a hacer una gestión, ya sabe cómo termina todo. «Vuelva usted mañana». En Madrid no resuelven nada por una razón muy fácil de entender, «No sufren sus consecuencias», tanto si es una carretera peligrosa, como una estación de ferrocarril o una simple gestión administrativa. Sin enchufe o -como se decía antes-, influencias es imposible mover nada en la capital del reino.

Por eso la descentralización era una buena idea de gestión, pero es una mala idea política que genera clientelismo por excesiva proximidad, duplica los gastos y la CCAA siempre andan endeudadas con leyes distintas para cada una de ellas y escasa cooperación. Demasiada nómina que mantener. En realidad la descentralización de la que hablo podría ser llevada a cabo por un puñado de gestores y los propios funcionarios de las Diputaciones en una especie de juramento de asepsia administrativa y contable

Pero hay otra fórmula que es la que creo que se impondrá en el futuro: me refiero al florecimiento administrativo de las ciudades y mancomunidades. Ceder las funciones que hoy ostentan las Autonomías a las ciudades y a sus consorcios es la solución que liquida el problema de la inmediatez, la proximidad y las duplicidades . Algo asi como una federación de municipios que se ocupara de los problemas de sus ciudadanos con toda la artillería que hoy está en manos de Autonomías lejanas y siempre burocratizadas.

Naturalmente Cataluña y el País vasco se negarán a este cambio, que en cualquier caso precisará de modificaciones importantes de la Constitución, pero qué importa: ellos que sigan con su modelo del siglo XIX y que se arruinen. Todas las corporaciones pugnarán por venir a Valencia, Murcia o Sevilla y cada ciudad además podrá poner sus condiciones para disponer de unas industrias u otras, incluso sus propias disposiciones municipales. Habrá competencia fiscal y no se le impondrá a los niños ningún idioma ni género.

Lo cierto es que los cantones fueron una buena idea, adelantada a su tiempo que se desperdició por una estúpida guerra.

 

Golpe de Estado blando (y II)

En el post anterior hablé de algunos magnicidios y de lo que se pretende con ellos: un cambio en ciertas políticas de Estado. Así sucedió con Canovas y con Carrero Blanco, también con Kennedy. Otras veces el propósito no está tan claro si atendemos a los resultados: hablamos entonces de geopolítica y de estrategias de bloques, mucho más oscuros que los anteriores.

Pero los cambios de gobierno o de ciertas políticas no solo se consiguen con los magnicidios sino que cada vez más se producen a través de ciertas intervenciones a veces cruentas y a veces incruentas. De ello voy a ocuparme en este post.

El atentado del 11-M es un ejemplo de un atentado que logró en cierta manera cambiar las políticas de Estado, en aquel caso del PP con su alianza Bush-Blair-Aznar o «pacto de las Azores». Es más que obvio que aquel pacto molestaba a ciertos poderes -con la complicidad evidente de las cloacas del Estado- que propiciaron a través de aquel atentado a tres días de las elecciones cambiar el sentido del voto de los españoles dándole a Zapatero y al PSOE el poder necesario para liquidar aquella alianza. Algo parecido sucedió con Calvo Sotelo y nuestra entrada en la OTAN, todo parecía estar relacionado con la extraña «espantada» de Adolfo Suarez, un hombre poco sospechoso de cobardía.

Pero los golpes de Estado ya no precisan excesivos cadáveres en la mesa, las democracias occidentales son demasiado débiles y no soportan una subversión bien organizada como hemos visto en Venezuela, Bolivia, Rusia o Turquía, Argentina es punto y aparte. Uno puede organizar sus propios y falsos golpes de Estado para justificar una política autoritaria o represiva y no pasa nada, ni en Turquía que es territorio de la OTAN. Algo parecido sucedió en Ucrania y Putin ha hecho cambios en la Constitución para asegurarse la Presidencia del gobierno hasta después de muerto. Dicho de otra manera: la democracia y desde dentro de ella se puede cambiar casi todo si uno cuenta con los poderes fácticos del Estado. Algo que ya sabíamos desde que Hugo Chavez nos lo enseñó. Se trata de autogolpes o golpes de Estado blandos, son lentos y de alguna manera imperceptibles, usan la estrategia de la «rana cocida». La opinión publica apenas se da cuenta de los cambios hasta que ya son irreversibles por medios democráticos.

La operación Resurrección.-

Charles de Gaulle fue durante la segunda guerra mundial el Presidente de la República en el exilio y cuando terminó la guerra se hizo cargo del gobierno en 1944, considerándose aquella época la de mayor esplendor de la República: los treinta gloriosos, desde 1944 hasta 1974.

Sin embargo se retiró de la política en 1950 hastiado por la incompetencia de la 4ª Republica y la ingobernabilidad del país demasiado escindido en pequeños partidos y con un PCF en pleno éxtasis de popularidad. Pero había otro problema más allá de la inestabilidad política, una guerra en ciernes en Argelia, donde el ejercito francés se había hecho fuerte y no estaba dispuesto en lo más mínimo a ceder soberanía a los del Frente de liberación de Argelia. La idea era que después de la humillación de Indochina, los generales franceses no estaban dispuestos a claudicar pues sentían a Argelia como parte del territorio francés con cientos de miles «pieds noirs» es decir franceses que se habían establecido allí y tenían su vida y sus negocios en Argelia. El conflicto estaba pues preparado para estallar, tanto es así que los militares prepararon la «toma de París» con su ejercito africano que concentraron en Córcega con todos sus paracaidistas preparados para la fase final. Dicho de otra forma los militares preparaban un golpe de Estado para detener la previsible política francesa de abandono de la colonia.

Pero a última hora:  el general Jacques Massu hizo una oferta: que De Gaulle regresara al Elíseo.

La quinta República.-

Después de que los políticos franceses facilitasen el retorno de de Gaulle al gobierno, la operación fue cancelada. Tuvo un papel central en la resolución de la crisis de mayo, que conduciría a la instauración de la Quinta República Francesa que se estableció bajo la amenaza de una intervención militar.

De Gaulle regresó y se canceló la operación, desde entonces se dedicó a «marear la perdiz», pues de Gaulle no es de los que se sometían fácilmente a dicterios militares. Y tampoco estaba inclinado a meter a Francia en una guerra por mantener Argelia, de modo que de Gaulle acabó traicionando a sus compañeros de armas. Es por eso que muchos de ellos pasaron a la clandestinidad en la llamada OAS (organization de l´armée secret) y trataron de atentar contra él en varias ocasiones (vale la pena ver la película «Chacal» sobre esta cuestión). Al final – y no sin trauma en su población civil- Argelia se liberó de Francia y el ejercito quedó con un palmo de narices.

Lo que vale la pena recordar es que la operación Resurrección fue un golpe de Estado y el nombramiento de De Gaulle ilegal, algo que nosotros los españoles tratamos de emular durante el 23-F. En esta ocasión también había en España mucho ruido de sables, mucha inestabilidad -los años de hierro de ETA- con un Adolfo Suarez debilitado por la prensa nacional y por su propio partido. El General Armada podría haber sido de Gaulle si Tejero hubiera estado de su parte pero Tejero no estaba en el complot de Armada sino en otra cosa. El Rey traicionó a todos si es cierto que había promovido aquel plan, pero en cualquier caso ganó y promocionó a la Corona con aquella acción de madrugada deteniendo el golpe. «Resurrección» y «el Elefante blanco» eran pues primos hermanos.

Y una prueba de que a veces la única forma de defender la democracia es la fuerza. El problema es que los que practican la fuerza suelen tener propósitos bien distintos a los democráticos.

Y esa es la paradoja que apresa a las democracias liberales: son demasiado débiles para defenderse de ataques bien organizados sean militares o de cualquier otro ámbito y llevan en su ADN demasiadas gracilidades para resistir a ciertas estrategias bien organizadas. En España tenemos un buen ejemplo de esa debilidad: prensa, poder judicial, instituciones del Estado cautivas del poder político bajo directivas extranacionales. De un poder político inestable y en cierto modo impresentable, una situación muy parecida a la IV Republica Francesa. Afortunadamente no tenemos un Ejercito en colonias, peor que eso, no tenemos ejército.