De ranas a príncipes (y II)

Si en el post anterior hablé de «Un nuevo contrato sexual» es porque ya existía uno más antiguo: el que describe Helen Fischer -desde un punto de vista evolucionista- en su libro «El contrato sexual», el que procede de la infancia de la humanidad -el paleolítico- construido a base de adaptaciones ancestrales y selección sexual.

Un «contrato» que tuvo muchas ventajas civilizatorias y culturales: la desaparición de la regla solar y su sustitución por la regla lunar silenciosa, el acceso de la mujer a las proteínas animales (comida a cambio de sexo), la aparición del orgasmo en la mujer, el coito cara a cara y otros eventos evolutivos como la prohibición del incesto y el parricidio (la aparición de Edipo en nuestro imaginario) que produjeron un fortalecimiento de los vínculos entre hombres y mujeres, así apareció la monogamia, un hito evolutivo que garantizaba la supervivencia de las crías y de las propias mujeres sometidas a los avatares de los partos y a las caminatas continuas.

Así nació el patriarcado, no tanto como explican algunas feministas que han escrito libros con el mismo titulo que el de Helen Fisher, – me refiero a Carole Pateman- que defiende un origen bien distinto al que la ciencia evolutiva ha consensuado con pruebas y no tanto con deseos: existió y aun existe efectivamente una cultura matrilineal pero la civilización emergió con el patriarcado, es decir al darle a los hombres ciertos privilegios a cambio de su protección y alimentación de la parentela, comprometiéndole a medio plazo. La aloparentalidad de las mujeres es efectivamente más antigua que la monogamia que ha tenido que convivir con la competencia intrasexual femenina un subproducto de la monogamia. Aloparentalidad se refiere a ayuda mutua entre mujeres, sobre todo relacionada con las tareas del parto y la crianza.

Así fue como los hombres pasaron de ser ranas a príncipes. Pues el cuento de la rana de lo que habla en realidad es de la naturaleza masculina, es decir de su naturaleza asocial, chapoteando en una charca, quizá solitario o en compañía de otros dedicando su vida a la caza, fiestas y a coitos erráticos.

Fue la mujer quien domesticó al hombre llevándole a su terreno-necesidad y lo hizo a través de un proceso lento que consistió en hacer que los hombres fueran cada vez más parecidos a las mujeres, algo que puede explicar los cambios morfológicos y conductuales de nuestra especie, tanto en los hombres como en las mujeres, un proceso que hemos llamado neotización.

Esto explica también que tanto los hombres como las mujeres actuales tengamos cerebros tan parecidos en prestaciones (cerebros balanceados en la jerga de Baron-Cohen) a pesar de ser tan diferentes, cerebros balanceados que coexisten con los cerebros extremos, masculino y femenino, si bien parece que la tendencia es al equilibrio, es decir a aproximarse en cuanto a talentos, habilidades e inteligencia. Seria posible elaborar una trazabilidad de los cambios masculinos recientes desde Clint Eastwood hasta Johnny Depp, el primero demasiado viril para el gusto actual orientado más hacia los hombres suaves y de facciones menos toscas o duras. Incluso ha llegado a describirse un «síndrome de Johnny Depp».

 

¿Es necesario un nuevo contrato sexual?.-

Obviamente si, nuestras situación actual es muy distinta al paleolitico donde se forjaron esas adaptaciones. El entorno actual se caracteriza por:

  • Las mujeres disponen de tecnologías reproductivas y no reproductivas  que hacen que el hombre sea superfluo y más aun: que puedan controlar la reproducción de los hombres a través de abortos o anovulatorios.
  • Las mujeres al acceder a la educación, en pocos años han logrado igualar a los hombres en  prestaciones, destrezas y talentos, llegando a posiciones profesionales que antaño solo eran ejercidas por los hombres.
  • Las mujeres siguen eligiendo, cuando, cómo y con quién pero siguen enganchadas a preferir a los hombres de alto estatus, dinero o magisterio.
  • Las mujeres siguen siendo especialmente sensibles a su apariencia física y no parece que ese acceso a profesiones de alto nivel haya cercenado su devoción por cuidar su atractivo que sigue siendo central incluso después de reproducirse.
  • Las mujeres tienen pocos hijos y por lo general al no necesitar ayuda económica por parte de los hombres están más orientadas a romper sus relaciones o bien a cambiar de pareja sin llegar a compromisos reproductivos con nadie. Del mismo modo con hombres con recursos suelen hacen lo propio pero los hombres con menos recursos son los grandes perdedores de este estado de cosas. Para algunos hombres ser abandonados por su mujer supone no un contratiempo sino un trauma psicológico de graves consecuencias.

Y sin embargo a pesar de estas novedades seguimos atados a nuestras adaptaciones ancestrales, de forma que podríamos empezar por admitir que: ninguna novedad podremos alcanzar en este «contrato sexual» si despreciamos los orígenes de nuestra especie o queremos pasar por alto aquellas adaptaciones. Hay algo que se resiste a ser cambiado y lo es porque demostró durante muchos tiempo su eficacia en la supervivencia y la reproducción individual (el fitness).

Un nuevo contrato

1.- Revalorización de la maternidad.

Es obvio que la maternidad es la columna vertebral de una sociedad como el trabajo del hombre. El trabajo de la mujer es en cualquier caso contingente.

Ser centrales en la sociedad tiene también sus inconvenientes. La mayor dependencia de otros de las mujeres hace que disfruten de una menor libertad personal que los hombres. Las feministas han tomado esto como una gran injusticia y culpan al patriarcado, pero el patriarcado sirve en realidad para moderar esa diferencia entre sexos al extender a los hombres el tipo de responsabilidades sociales que son hostiles a la libertad individual y acercar así a los hombres a roles sociales similares a los de las mujeres.
La relación madre-hijo es la piedra angular sobre la que se construyen todas las estructuras sociales. Al nacer los bebés tan indefensos y ser tan exigente su cuidado, tuvieron que inventarse mecanismos para apoyar a las madres y estas ayudas vinieron de otras madres tanto de la familia como de fuera de la familia, y también de sus parejas varones. Sin esas ayudas, sería extremadamente difícil para las mujeres superar los periodos arduos y peligrosos en el que hay que criar a los niños pequeños. Estas redes de asistencia dieron forma a estructuras comunitarias que superaban a la familia y la participación en estas estructuras comunitarias básicas es totalmente diferente en el caso de las mujeres y en el de los hombres. Como madres actuales o potenciales, las mujeres no pueden evitar ser atraídas a estas redes de intercambio de favores y relaciones y normas de reciprocidad. Las mujeres saben que necesitarán ayuda en muchos momentos cuando tengan que cuidar de los niños y, por tanto, es importante para ellas aprender a responder a las necesidades de los demás a cambio de esa ayuda que recibirán. 
Puede concluirse diciendo que el Estado ha de proteger a las madres sobre todo a esas que se conocen con el nombre de «amas de casa», probablemente el colectivo más opaco que existe en nuestro mundo a pesar de lo mucho que aportan como madres y abuelas y no a las mujeres por el hecho de serlo. Proteger a las madres significa derechos laborales concretos como la posibilidad de conciliar, así como otros derechos o prestaciones económicas por cada hijo cuidado, sobre todo durante los 3 primeros años de vida, periodo en el que los vínculos se establecen para siempre, es la mejor manera de no tener hijos-ranas.
2- Más crianza y menos terapia.
Vivimos probablemente en el periodo de la humanidad donde el compromiso de los hombres con la crianza es superior a todo lo que hemos conocido hasta ahora, pero la crianza es algo muy complejo que no puede reducirse a libros de autoayuda, no es una técnica sino un conjunto de actitudes. Hay personas que parecen dotados de forma innata de estas actitudes y otros que sienten una gran confusión de cómo criar a sus hijos, es imposible dar consejos sobre la crianza de los hijos que en cualquier caso no asegura nunca buenos resultados ni en el entorno escolar, ni en los rendimientos ni en el entorno de la salud mental.
Existen muchos niños que han tenido un apego seguro pero más tarde en la vida tienen adversidades que les llevan a una pendiente de desvaríos, pues no es solo la familia la que influye en el desarrollo de un niño, hay que contar también con el entorno y sobre todo con el «espíritu de cada tiempo» o Zeitgeist, también con la herencia genética y otros imponderables como una adolescencia interminable.
Así y todo es posible afirmar que una «base segura» es el mejor legado que les podemos brindar, así como un ambiente familiar coherente y amoroso, un lugar donde se puede siempre volver sin temor a ser juzgado o reprendido. Un lugar incondicional.
Admitir que los cerebros de los hombres y las mujeres son diferentes.-
Admitir las diferencias entre los sexos es a pesar de los hechos científicos algo que no es fácilmente aceptado por algunos grupos de población que siguen prefiriendo pensar que las diferencias observables son una cuestión cultural y no un fenómeno biológico a pesar de las pruebas que desmienten tal creencia.

El primer paso es reconocer que las orientaciones sociales de hombres y mujeres nunca pueden ser idénticas. La negativa a aceptar esto, y la búsqueda de la intercambiabilidad y la igualdad estricta en lugar de la equidad de género, es probable que aumente las diferencias entre los sexos y la brecha de género al menos en personalidad.

Las mujeres en todas las sociedades responden mejor a las necesidades de los demás y es más probable que vean el objetivo de un contrato social. Necesitan más de la sociedad. El largo y arduo proceso de crianza de los hijos hace que las mujeres valoren la cooperación con los demás de una manera que no se aplica tan fácilmente a los hombres. Estamos mejor capacitados para llevarnos bien solos. La sociedad es, en el fondo, femenina, y se construye alrededor de la maternidad compartida.

Como lo muestra el estudio intercultural de hombres de David Gilmore (1990), en el pequeño puñado de culturas sin patriarcado, los hombres viven una existencia narcisista de Peter Pan, poniendo muy poco en la comunidad y dejando la mayor parte del trabajo a las mujeres. Dichas sociedades no se han desarrollado más allá de un nivel rudimentario, y no pueden competir con sus vecinos más organizados y estructurados. Es por eso que hay tan pocos de ellos. Sin los aportes masculinos una sociedad no progresa.

Igualdad de oportunidades.-

Pero tratar de suplantar a los hombres en su espacio vital y laboral -tal y como propone el feminismo de genero-no es una buena idea.

Desde la Ilustración, las doctrinas filosóficas del individualismo han entrado en conflicto con las ideas sobre las diferencias sexuales. Durante el siglo XX, a medida que el estado ha ofrecido un apoyo cada vez más directo a las mujeres, los libertarios, especialmente en los países protestantes, han supuesto que el patriarcado y el papel que asigna a los hombres, como una fuente importante de injusticia social.

Esta deslegitimación de lo masculino se ha intensificado desde los años 60, cuando la aparición de la píldora alentó a las mujeres a comenzar a reclamar una participación igualitaria en el ámbito público. Creo que este desarrollo ha debilitado decisivamente el marco de las responsabilidades familiares que sustentaron la motivación de los hombres para asumir un trabajo socialmente útil. Es hora de descartar este legado sesentayochesco. Ha llevado a un colapso no solo en la participación masculina en la sociedad, sino también en el ámbito privado, donde los hombres son cada vez más reacios a comprometerse con los roles de esposo y padre. Lejos de conducir a una distribución más equitativa del trabajo, ha acumulado cargas cada vez mayores para las mujeres.

Priorizar el trabajo masculino.-

Las altas tasas de desempleo se consideran ampliamente relacionadas con el colapso de la moral y la motivación masculina. Pero es un error considerar el desempleo en sí mismo como la causa de los problemas de los hombres. El desempleo masculino no es una novedad, y alcanzó altos niveles en los años 30 sin debilitar la resolución masculina y el compromiso familiar o la disposición para volver a capacitarse para nuevos tipos de trabajo. Podría decirse que incluso los agudizó.

Lo nuevo es la pérdida de la moral y el sentido de propósito entre los hombres, y este es un cambio cultural más que económico, que surge del asalto libertario a los roles sexuales. Los hombres son bombardeados con el mensaje de que las mujeres modernas valoran la oportunidad de autorrealizarse a través del trabajo. Entonces, lo caballeroso que se debe hacer en estos días es que los hombres no se esfuercen demasiado por mantener un trabajo o buscar un ascenso, sino que se mantengan a un lado y dejen que las mujeres lo hagan ellas mismas. Este es un fenómeno que podemos observar ya en la escuela, los niños se esconden cuando las niñas brillan en clase y están poco motivados para competir con ellas, sin embargo a las niñas les encanta competir y vencer a los chicos no solo en los estudios sino también en los deportes: las chicas tienen incentivos para ello pero los chicos ninguno. Esta es la raíz del fracaso económico y educativo masculino contemporáneo, y la razón por la cual hay un número creciente de hombres desempleados.

Impulsar el trabajo desde el estado acaba favoreciendo a las mujeres, ya que actualmente son las que están más motivadas (por los deberes familiares existentes o anticipados) para tomarse el trabajo en serio. Necesitamos medidas que reconozcan la mayor importancia relativa del trabajo para los hombres como su contribución distintiva a la sociedad.

Un paso sería cambiar la naturaleza del apoyo estatal ofrecido a los hombres cuando están sin trabajo. En todo Occidente, se han introducido esquemas que limitan la ayuda estatal a los desempleados, y los han reemplazado por esquemas de capacitación y subsidios para solicitantes de empleo de diversos tipos. Pero estos esquemas aún dependen del sector privado para crear nuevos empleos, al tiempo que reducen su capacidad de generarlos gracias a la necesidad de altos impuestos para pagarlos.

Una actualización del patriarcado.-

Una reconstrucción general de las familias convencionales produciría una serie de poderosos refuerzos para la moral de los hombres. Por el momento, los sistemas impositivos en la mayoría de los países occidentales crean incentivos perversos para que las mujeres tengan hijos fuera del matrimonio y brindan a los hombres y mujeres pocas razones para permanecer casados. Este problema debería ser abordado. Las personas solteras, en particular los hombres solteros sin hijos, deben pagar impuestos a una tasa más alta porque es menos probable que participen en actividades de apoyo recíproco de la economía moral que limitan las responsabilidades colectivas del estado de bienestar.

Algunas personas rechazarán las propuestas descritas aquí porque alentarían a las mujeres a que vuelvan al trabajo doméstico. Pero no necesitan tener este efecto. Más bien, representan una actualización del patriarcado con el que muchas mujeres simpatizarían. En cualquier caso, es absurdo hablar de empujar a las mujeres de vuelta a las cocinas, porque la gran mayoría nunca se ha ido, y todavía lo hacen y con mucho, la mayor parte del trabajo doméstico, incluso aquellas que tienen parejas masculinas. La liberación doméstica de las mujeres ha tenido más que ver con la tecnología que con la ayuda de los hombres, y en la medida en que exista, está positivamente relacionada con el estado de sostén de los hombres, es decir, cuanto más tradicional sea el hogar, más probabilidades hay de que los hombres ayuden con los quehaceres domésticos.

Rana pobre peor pronóstico.-

No todas las ranas son iguales naturalmente pero existe un fuerte sesgo de clase, ya que el efecto desmotivador de la retórica de igualdad de oportunidades no afecta a todos los hombres por igual. Es regresivo en términos de clase. A medida que el rol del proveedor masculino se desvanece como fuente de respeto, los hombres que solo pueden esperar de manera realista un trabajo de bajo estatus son los que tienen más probabilidades de perder la voluntad de buscar trabajo o de volver a capacitarse a medida que las viejas industrias disminuyen. Los hombres de clase media con más posibilidades de obtener trabajos interesantes y prestigiosos tienen incentivos para tener éxito que necesitan menos impulso por las obligaciones familiares. Por lo tanto, no se retienen de la misma manera.

A lo largo de la historia, las comunidades han descubierto que la forma más efectiva de encerrar a los hombres en una membresía útil es vincular su estatus y recompensas en el grupo más amplio a su aceptación y desempeño de roles familiares definidos por el género. Cuando esta conexión se debilita, como sucedió después de las revoluciones francesa y rusa y más recientemente en el Mayo francés del 68, por ejemplo, la moral y el comportamiento de los hombres se deteriora y las familias sufren. Esto se está descubriendo nuevamente, y no pasará mucho tiempo antes de que todos nos exhortemos a aceptar a los hombres tal como son, y trabajar con el grano, y olvidar las ideas sobre cómo es solo «el patriarcado» lo que los hace diferente de las mujeres. 

Y así las ranas se transformarán en príncipes o en princesas, quién sabe.

 

 

Geoff Densch: «Revertir el descenso del hombre»

El principe y la rana

Un comentario en “De ranas a príncipes (y II)

  1. El único elemento directivo del destino de los seres humanos lo dicta el mercado. Un mercado pensado para una vida económica productiva y sostenida en las necesidades individuales. El individualismos del Yo es el que motiva la idea de apatía en el obrar, apatía en el vivir en algunas personas sensibles e inteligentes que no entienden en su fuero interno que sin el valor de servicio al otro, a la familia, a la comunidad, la vida carece de sentido; mientras en otras los incita agrandar su autarquía dependiente de los objetos de consumo de los que puede disfrutar en razón a su trabajo; es lo que se dice autoservicio. Aquí todo se institucionaliza, lo social esta a merced del calculo económico. !Veamos, por un lado tenemos el individualismo del Yo frente al Tu individualista, cada cual mirando para si mismo lleno de necesidades a satisfacer, a la vez este sistema ha de ser valido para el interés general; !a saber, crea un nuevo orden social donde el Yo individual con sus delirios y deseos esta primero donde, la comunidad social queda en segundo plano; por tanto se expolia todo lo que reúna en comunión, es decir la tradición, los orígenes, los vínculos comunitarios, los rituales sagrados, la familia, quedando todo atado y bien atado mediante los contratos jurídicos, que pasan a ser los Herodes de la convivencia por encima de cualquier otra consideración, siendo los que confeccionan las leyes para el Yo sujetos de derecho, siendo ellos mismos los sujetos de derechos imbuidos de individualismo, cerrándose el circulo virtuoso. Esto deja claro que el destino de hombre y mujeres lo escibe el mercado y, el mercado apunta sin lugar a dudas al Transhumanismo; pero esto es otra historia. «Llegamos así al cumplimiento del nihilismo, de la vocación nihilista (del ser y la nada» del sujeto postmoderno: la ausencia de voz de masas, que no conocen otros criterios de expresión que el de la tercera persona y el del imaginario colectivo de los medios de comunicación de masas».

    A mi modo de ver la historia nos enseña un trascender el orden natural a un orden cultural y, una regresión que le acompaña de lo intemporal a la temporalidad extrema y cruel, en tanto para el mercado y la individualidad ego centrada el tiempo es oro; esto se ha puesto de manifiesto en tiempos del Covid, donde ha permitido una leve regresión al orden natural y un trascender el tiempo de reloj; lo que me anima a pensar que todavía hay un fondo que pervive y solo esta esperando a que las circunstancias paradójicamente adversas les cedan el control, si Ayuso, Casado, Abascal y Aznar Faes lo permiten, !claro esta, «risas», las presiones del mercado son infinitas.

    La mirada esta puesta en que todo movimiento sigue la ley de la necesidad, es ella la que redacta los contratos, todos incluidos hombre/mujer; lo que se va desvelando instante a instante es, si el sujeto deviene Ser u Objeto?, tiempo frente a lo atemporal; esa es la única cuestión y la que configurara contractualmente el devenir del ser humano. La única ayuda posible al entorno consiste en dar ejemplo como Ser o como objeto, relegando el oro del tiempo a basura. Lo que no sea eso es un delirio metanoide para Príncipes o, paranoide para Ranas. Un saber que no es sabiduría.

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