Hiperestésicos

Este post es en realidad una encuesta sobre microsíntomas que forma parte de un estudio de microsemiología que estoy diseñando. Trato de encontrar personas que presenten uno o más de estos síntomas que no implican enfermedad sino una forma especifica de reactividad.

Os ruego lo difundáis lo más posible en vuestras redes para tener un numero de respuestas suficiente.

Podéis optar por las opciones múltiples.

La mayor parte de estas respuestas valen tanto para mujeres como para hombres excepto una o dos que vienen especificadas.

Gracias por vuestra colaboración.

De ranas a príncipes (y II)

Si en el post anterior hablé de «Un nuevo contrato sexual» es porque ya existía uno más antiguo: el que describe Helen Fischer -desde un punto de vista evolucionista- en su libro «El contrato sexual», el que procede de la infancia de la humanidad -el paleolítico- construido a base de adaptaciones ancestrales y selección sexual.

Un «contrato» que tuvo muchas ventajas civilizatorias y culturales: la desaparición de la regla solar y su sustitución por la regla lunar silenciosa, el acceso de la mujer a las proteínas animales (comida a cambio de sexo), la aparición del orgasmo en la mujer, el coito cara a cara y otros eventos evolutivos como la prohibición del incesto y el parricidio (la aparición de Edipo en nuestro imaginario) que produjeron un fortalecimiento de los vínculos entre hombres y mujeres, así apareció la monogamia, un hito evolutivo que garantizaba la supervivencia de las crías y de las propias mujeres sometidas a los avatares de los partos y a las caminatas continuas.

Así nació el patriarcado, no tanto como explican algunas feministas que han escrito libros con el mismo titulo que el de Helen Fisher, – me refiero a Carole Pateman- que defiende un origen bien distinto al que la ciencia evolutiva ha consensuado con pruebas y no tanto con deseos: existió y aun existe efectivamente una cultura matrilineal pero la civilización emergió con el patriarcado, es decir al darle a los hombres ciertos privilegios a cambio de su protección y alimentación de la parentela, comprometiéndole a medio plazo. La aloparentalidad de las mujeres es efectivamente más antigua que la monogamia que ha tenido que convivir con la competencia intrasexual femenina un subproducto de la monogamia. Aloparentalidad se refiere a ayuda mutua entre mujeres, sobre todo relacionada con las tareas del parto y la crianza.

Así fue como los hombres pasaron de ser ranas a príncipes. Pues el cuento de la rana de lo que habla en realidad es de la naturaleza masculina, es decir de su naturaleza asocial, chapoteando en una charca, quizá solitario o en compañía de otros dedicando su vida a la caza, fiestas y a coitos erráticos.

Fue la mujer quien domesticó al hombre llevándole a su terreno-necesidad y lo hizo a través de un proceso lento que consistió en hacer que los hombres fueran cada vez más parecidos a las mujeres, algo que puede explicar los cambios morfológicos y conductuales de nuestra especie, tanto en los hombres como en las mujeres, un proceso que hemos llamado neotización.

Esto explica también que tanto los hombres como las mujeres actuales tengamos cerebros tan parecidos en prestaciones (cerebros balanceados en la jerga de Baron-Cohen) a pesar de ser tan diferentes, cerebros balanceados que coexisten con los cerebros extremos, masculino y femenino, si bien parece que la tendencia es al equilibrio, es decir a aproximarse en cuanto a talentos, habilidades e inteligencia. Seria posible elaborar una trazabilidad de los cambios masculinos recientes desde Clint Eastwood hasta Johnny Depp, el primero demasiado viril para el gusto actual orientado más hacia los hombres suaves y de facciones menos toscas o duras. Incluso ha llegado a describirse un «síndrome de Johnny Depp».

 

¿Es necesario un nuevo contrato sexual?.-

Obviamente si, nuestras situación actual es muy distinta al paleolitico donde se forjaron esas adaptaciones. El entorno actual se caracteriza por:

  • Las mujeres disponen de tecnologías reproductivas y no reproductivas  que hacen que el hombre sea superfluo y más aun: que puedan controlar la reproducción de los hombres a través de abortos o anovulatorios.
  • Las mujeres al acceder a la educación, en pocos años han logrado igualar a los hombres en  prestaciones, destrezas y talentos, llegando a posiciones profesionales que antaño solo eran ejercidas por los hombres.
  • Las mujeres siguen eligiendo, cuando, cómo y con quién pero siguen enganchadas a preferir a los hombres de alto estatus, dinero o magisterio.
  • Las mujeres siguen siendo especialmente sensibles a su apariencia física y no parece que ese acceso a profesiones de alto nivel haya cercenado su devoción por cuidar su atractivo que sigue siendo central incluso después de reproducirse.
  • Las mujeres tienen pocos hijos y por lo general al no necesitar ayuda económica por parte de los hombres están más orientadas a romper sus relaciones o bien a cambiar de pareja sin llegar a compromisos reproductivos con nadie. Del mismo modo con hombres con recursos suelen hacen lo propio pero los hombres con menos recursos son los grandes perdedores de este estado de cosas. Para algunos hombres ser abandonados por su mujer supone no un contratiempo sino un trauma psicológico de graves consecuencias.

Y sin embargo a pesar de estas novedades seguimos atados a nuestras adaptaciones ancestrales, de forma que podríamos empezar por admitir que: ninguna novedad podremos alcanzar en este «contrato sexual» si despreciamos los orígenes de nuestra especie o queremos pasar por alto aquellas adaptaciones. Hay algo que se resiste a ser cambiado y lo es porque demostró durante muchos tiempo su eficacia en la supervivencia y la reproducción individual (el fitness).

Un nuevo contrato

1.- Revalorización de la maternidad.

Es obvio que la maternidad es la columna vertebral de una sociedad como el trabajo del hombre. El trabajo de la mujer es en cualquier caso contingente.

Ser centrales en la sociedad tiene también sus inconvenientes. La mayor dependencia de otros de las mujeres hace que disfruten de una menor libertad personal que los hombres. Las feministas han tomado esto como una gran injusticia y culpan al patriarcado, pero el patriarcado sirve en realidad para moderar esa diferencia entre sexos al extender a los hombres el tipo de responsabilidades sociales que son hostiles a la libertad individual y acercar así a los hombres a roles sociales similares a los de las mujeres.
La relación madre-hijo es la piedra angular sobre la que se construyen todas las estructuras sociales. Al nacer los bebés tan indefensos y ser tan exigente su cuidado, tuvieron que inventarse mecanismos para apoyar a las madres y estas ayudas vinieron de otras madres tanto de la familia como de fuera de la familia, y también de sus parejas varones. Sin esas ayudas, sería extremadamente difícil para las mujeres superar los periodos arduos y peligrosos en el que hay que criar a los niños pequeños. Estas redes de asistencia dieron forma a estructuras comunitarias que superaban a la familia y la participación en estas estructuras comunitarias básicas es totalmente diferente en el caso de las mujeres y en el de los hombres. Como madres actuales o potenciales, las mujeres no pueden evitar ser atraídas a estas redes de intercambio de favores y relaciones y normas de reciprocidad. Las mujeres saben que necesitarán ayuda en muchos momentos cuando tengan que cuidar de los niños y, por tanto, es importante para ellas aprender a responder a las necesidades de los demás a cambio de esa ayuda que recibirán. 
Puede concluirse diciendo que el Estado ha de proteger a las madres sobre todo a esas que se conocen con el nombre de «amas de casa», probablemente el colectivo más opaco que existe en nuestro mundo a pesar de lo mucho que aportan como madres y abuelas y no a las mujeres por el hecho de serlo. Proteger a las madres significa derechos laborales concretos como la posibilidad de conciliar, así como otros derechos o prestaciones económicas por cada hijo cuidado, sobre todo durante los 3 primeros años de vida, periodo en el que los vínculos se establecen para siempre, es la mejor manera de no tener hijos-ranas.
2- Más crianza y menos terapia.
Vivimos probablemente en el periodo de la humanidad donde el compromiso de los hombres con la crianza es superior a todo lo que hemos conocido hasta ahora, pero la crianza es algo muy complejo que no puede reducirse a libros de autoayuda, no es una técnica sino un conjunto de actitudes. Hay personas que parecen dotados de forma innata de estas actitudes y otros que sienten una gran confusión de cómo criar a sus hijos, es imposible dar consejos sobre la crianza de los hijos que en cualquier caso no asegura nunca buenos resultados ni en el entorno escolar, ni en los rendimientos ni en el entorno de la salud mental.
Existen muchos niños que han tenido un apego seguro pero más tarde en la vida tienen adversidades que les llevan a una pendiente de desvaríos, pues no es solo la familia la que influye en el desarrollo de un niño, hay que contar también con el entorno y sobre todo con el «espíritu de cada tiempo» o Zeitgeist, también con la herencia genética y otros imponderables como una adolescencia interminable.
Así y todo es posible afirmar que una «base segura» es el mejor legado que les podemos brindar, así como un ambiente familiar coherente y amoroso, un lugar donde se puede siempre volver sin temor a ser juzgado o reprendido. Un lugar incondicional.
Admitir que los cerebros de los hombres y las mujeres son diferentes.-
Admitir las diferencias entre los sexos es a pesar de los hechos científicos algo que no es fácilmente aceptado por algunos grupos de población que siguen prefiriendo pensar que las diferencias observables son una cuestión cultural y no un fenómeno biológico a pesar de las pruebas que desmienten tal creencia.

El primer paso es reconocer que las orientaciones sociales de hombres y mujeres nunca pueden ser idénticas. La negativa a aceptar esto, y la búsqueda de la intercambiabilidad y la igualdad estricta en lugar de la equidad de género, es probable que aumente las diferencias entre los sexos y la brecha de género al menos en personalidad.

Las mujeres en todas las sociedades responden mejor a las necesidades de los demás y es más probable que vean el objetivo de un contrato social. Necesitan más de la sociedad. El largo y arduo proceso de crianza de los hijos hace que las mujeres valoren la cooperación con los demás de una manera que no se aplica tan fácilmente a los hombres. Estamos mejor capacitados para llevarnos bien solos. La sociedad es, en el fondo, femenina, y se construye alrededor de la maternidad compartida.

Como lo muestra el estudio intercultural de hombres de David Gilmore (1990), en el pequeño puñado de culturas sin patriarcado, los hombres viven una existencia narcisista de Peter Pan, poniendo muy poco en la comunidad y dejando la mayor parte del trabajo a las mujeres. Dichas sociedades no se han desarrollado más allá de un nivel rudimentario, y no pueden competir con sus vecinos más organizados y estructurados. Es por eso que hay tan pocos de ellos. Sin los aportes masculinos una sociedad no progresa.

Igualdad de oportunidades.-

Pero tratar de suplantar a los hombres en su espacio vital y laboral -tal y como propone el feminismo de genero-no es una buena idea.

Desde la Ilustración, las doctrinas filosóficas del individualismo han entrado en conflicto con las ideas sobre las diferencias sexuales. Durante el siglo XX, a medida que el estado ha ofrecido un apoyo cada vez más directo a las mujeres, los libertarios, especialmente en los países protestantes, han supuesto que el patriarcado y el papel que asigna a los hombres, como una fuente importante de injusticia social.

Esta deslegitimación de lo masculino se ha intensificado desde los años 60, cuando la aparición de la píldora alentó a las mujeres a comenzar a reclamar una participación igualitaria en el ámbito público. Creo que este desarrollo ha debilitado decisivamente el marco de las responsabilidades familiares que sustentaron la motivación de los hombres para asumir un trabajo socialmente útil. Es hora de descartar este legado sesentayochesco. Ha llevado a un colapso no solo en la participación masculina en la sociedad, sino también en el ámbito privado, donde los hombres son cada vez más reacios a comprometerse con los roles de esposo y padre. Lejos de conducir a una distribución más equitativa del trabajo, ha acumulado cargas cada vez mayores para las mujeres.

Priorizar el trabajo masculino.-

Las altas tasas de desempleo se consideran ampliamente relacionadas con el colapso de la moral y la motivación masculina. Pero es un error considerar el desempleo en sí mismo como la causa de los problemas de los hombres. El desempleo masculino no es una novedad, y alcanzó altos niveles en los años 30 sin debilitar la resolución masculina y el compromiso familiar o la disposición para volver a capacitarse para nuevos tipos de trabajo. Podría decirse que incluso los agudizó.

Lo nuevo es la pérdida de la moral y el sentido de propósito entre los hombres, y este es un cambio cultural más que económico, que surge del asalto libertario a los roles sexuales. Los hombres son bombardeados con el mensaje de que las mujeres modernas valoran la oportunidad de autorrealizarse a través del trabajo. Entonces, lo caballeroso que se debe hacer en estos días es que los hombres no se esfuercen demasiado por mantener un trabajo o buscar un ascenso, sino que se mantengan a un lado y dejen que las mujeres lo hagan ellas mismas. Este es un fenómeno que podemos observar ya en la escuela, los niños se esconden cuando las niñas brillan en clase y están poco motivados para competir con ellas, sin embargo a las niñas les encanta competir y vencer a los chicos no solo en los estudios sino también en los deportes: las chicas tienen incentivos para ello pero los chicos ninguno. Esta es la raíz del fracaso económico y educativo masculino contemporáneo, y la razón por la cual hay un número creciente de hombres desempleados.

Impulsar el trabajo desde el estado acaba favoreciendo a las mujeres, ya que actualmente son las que están más motivadas (por los deberes familiares existentes o anticipados) para tomarse el trabajo en serio. Necesitamos medidas que reconozcan la mayor importancia relativa del trabajo para los hombres como su contribución distintiva a la sociedad.

Un paso sería cambiar la naturaleza del apoyo estatal ofrecido a los hombres cuando están sin trabajo. En todo Occidente, se han introducido esquemas que limitan la ayuda estatal a los desempleados, y los han reemplazado por esquemas de capacitación y subsidios para solicitantes de empleo de diversos tipos. Pero estos esquemas aún dependen del sector privado para crear nuevos empleos, al tiempo que reducen su capacidad de generarlos gracias a la necesidad de altos impuestos para pagarlos.

Una actualización del patriarcado.-

Una reconstrucción general de las familias convencionales produciría una serie de poderosos refuerzos para la moral de los hombres. Por el momento, los sistemas impositivos en la mayoría de los países occidentales crean incentivos perversos para que las mujeres tengan hijos fuera del matrimonio y brindan a los hombres y mujeres pocas razones para permanecer casados. Este problema debería ser abordado. Las personas solteras, en particular los hombres solteros sin hijos, deben pagar impuestos a una tasa más alta porque es menos probable que participen en actividades de apoyo recíproco de la economía moral que limitan las responsabilidades colectivas del estado de bienestar.

Algunas personas rechazarán las propuestas descritas aquí porque alentarían a las mujeres a que vuelvan al trabajo doméstico. Pero no necesitan tener este efecto. Más bien, representan una actualización del patriarcado con el que muchas mujeres simpatizarían. En cualquier caso, es absurdo hablar de empujar a las mujeres de vuelta a las cocinas, porque la gran mayoría nunca se ha ido, y todavía lo hacen y con mucho, la mayor parte del trabajo doméstico, incluso aquellas que tienen parejas masculinas. La liberación doméstica de las mujeres ha tenido más que ver con la tecnología que con la ayuda de los hombres, y en la medida en que exista, está positivamente relacionada con el estado de sostén de los hombres, es decir, cuanto más tradicional sea el hogar, más probabilidades hay de que los hombres ayuden con los quehaceres domésticos.

Rana pobre peor pronóstico.-

No todas las ranas son iguales naturalmente pero existe un fuerte sesgo de clase, ya que el efecto desmotivador de la retórica de igualdad de oportunidades no afecta a todos los hombres por igual. Es regresivo en términos de clase. A medida que el rol del proveedor masculino se desvanece como fuente de respeto, los hombres que solo pueden esperar de manera realista un trabajo de bajo estatus son los que tienen más probabilidades de perder la voluntad de buscar trabajo o de volver a capacitarse a medida que las viejas industrias disminuyen. Los hombres de clase media con más posibilidades de obtener trabajos interesantes y prestigiosos tienen incentivos para tener éxito que necesitan menos impulso por las obligaciones familiares. Por lo tanto, no se retienen de la misma manera.

A lo largo de la historia, las comunidades han descubierto que la forma más efectiva de encerrar a los hombres en una membresía útil es vincular su estatus y recompensas en el grupo más amplio a su aceptación y desempeño de roles familiares definidos por el género. Cuando esta conexión se debilita, como sucedió después de las revoluciones francesa y rusa y más recientemente en el Mayo francés del 68, por ejemplo, la moral y el comportamiento de los hombres se deteriora y las familias sufren. Esto se está descubriendo nuevamente, y no pasará mucho tiempo antes de que todos nos exhortemos a aceptar a los hombres tal como son, y trabajar con el grano, y olvidar las ideas sobre cómo es solo «el patriarcado» lo que los hace diferente de las mujeres. 

Y así las ranas se transformarán en príncipes o en princesas, quién sabe.

 

 

Geoff Densch: «Revertir el descenso del hombre»

El principe y la rana

El nuevo contrato sexual (I)

El Sr R es aparejador y la Sra M es enfermera, llevan 39 años casados y ambos tienen trabajo fijo y una vida cómoda y próspera. Tuvieron dos hijos, un niño, Carlos y una niña, Ana, ambos recibieron una educación similar, fueron al mismo colegio y las mismas oportunidades pero aunque Carlos tiene dos años más que su hermana, llevó desde el principio de la ESO cierto retraso con respecto a ella que fue siempre muy responsable y una buena estudiante.

Por el contrario Carlos comenzó a flojear en los estudios hacia los 14 años, solía suspender, mostrar poco interés por casi nada, en una especie de apatía existencial. Pronto comenzó a meterse en líos y peleas, trapichear con drogas, y buscarse problemas con los demás compañeros y profesores. Parecía no tener interés en nada y se mantenía en los márgenes sociales de sus iguales en edad, sin terminar de encajar en ningún grupo de amigos vinculados bien por aficiones, deportes o actividades. Terminó la educación obligatoria de mala manera aprovechando un aprobado casi general. Luego dejó los estudios por completo.

Hoy Ana es enfermera con 35 años con plaza fija, Carlos vive con sus padres y aunque ha ido consiguiendo algunos subempleos lo cierto es que a sus 37 años no tiene oficio ni beneficio. Pasa su tiempo paseando perros ajenos pues es cierto que tiene cierta empatía con los animales. Tiene un plan para montar algo así como una granja educativa para perros.

Lo cierto es que esta historia no es una rareza sino muy frecuente en nuestro mundo actual. Las niñas parecen haberse adaptado bien a esas exigencias educativas que proceden de un mundo basado en la igualdad, una igualdad que los padres asumen de esta manera: «para que no dependa de nadie en el futuro», mientras que los niños parecen desorientados y confusos tratando de encontrar algún motivo para estudiar, trabajar o hacer algo útil para la sociedad. Lo cierto es que nadie se pregunta para qué debe estudiar o trabajar un hombre.

Adelantaré algo: los hombres estudiábamos o trabajábamos para poder alimentar y gobernar una familia, de manera que queda bastante obvia la apatía de Carlos, simplemente se ha quedado sin función en la vida.

Y es que la igualdad tiene efectos secundarios.

Geoff Dench fue un sociólogo británico, fallecido en 2018, que se dedicó a estudiar temas como la inmigración, los hombres de clase trabajadora y el feminismo. En este libro, Dench intenta mejorar la comprensión de las relaciones entre hombres mujeres y también de la renegociación del contrato entre ambos sexos que estamos viviendo en nuestros tiempos. Dench presenta una visión de los roles que hombres y mujeres cumplen en la sociedad muy distinta a la del feminismo y creo que merece la pena que sea más conocida. Según Dench, el feminismo está equivocado en su comprensión de este contrato entre hombres y mujeres y de cómo hay que renegociarlo y esto es perjudicial para la sociedad en su conjunto y para las propias mujeres.

La hipótesis de la domesticación.-

Richard Wrangham es un primatólogo británico que enunció una hipótesis evolucionista para explicar el hecho de que los humanos éramos cada vez menos agresivos y dóciles tal y como sugiere Steven Pinker en su libro «Los ángeles que llevamos dentro». El lector interesado puede leer este post con los argumentos de Wrangham.

“El sindrome de domesticación sería el responsable evolutivo de seleccionar nuevos rasgos en mamíferos, siendo la reducción de la agresión uno de los más apreciables, con la disminución aparejada en los niveles de stress o miedo. Muy significativamente, la domesticación humana selecciona una reducción muy considerable de la violencia “reactiva” (violencia familiar, riñas y altercados dentro del propio grupo, etc) en los machos, pero favorece el aumento de la violencia “proactiva”, que implica la organización de coaliciones agresivas cada vez más sofisticadas entre grupos. En cierto modo esta distinción resuelve una controversia histórica: Rousseau tenía razón en cuanto a la violencia “reactiva”, que es realmente menos natural en el hombre, pero Hobbes estaba en lo cierto en cuanto a la “proactiva”.

Resulta sorprendente que, descendiendo de homínidos “robustos”, todas las poblaciones humanas “modernas”, de África a Australia, hayan experimentado un proceso de gracilización relativamente homogéneo en un tiempo evolutivo tan escaso.

Parece que los humanos modernos no reemplazaron simplemente a los robustos, como sugerían las versiones preliminares de la teoría de la “out of África“, sino que fueron los mismos robustos los que se hicieron gráciles. “Tomado de este post “.

Algo que plantea una interesante paradoja evolutiva. ¿Por qué la selección natural privilegió cerebros pequeños, musculaturas gráciles, rostros aniñados y perdida de la tosquedad facial,  pieles más blancas, gusto por el juego y retardo de la maduración si estos rasgos son desventajosos para la supervivencia? El problema que se plantea a continuación es el siguiente

¿Quién domesticó al sapiens? ¿fueron los extraterrestres, fue un proceso de auto-domesticación y si fue así cual fue la razón?

Obviamente fueron las mujeres las que domesticaron a los hombres. Vale la pena releer «El príncipe y la rana» o «La bella y la bestia»

¿Pero quien domesticó a las mujeres?

Las mujeres no necesitan ser domesticadas pues vienen de serie con «la cruel atadura», es decir con el lastre de la maternidad.

«En el libro, Dench desarrolla la idea de que el núcleo de la sociedad es femenino y surge de la necesidad de organizar la reproducción de forma eficaz. Las actividades más esenciales de la sociedad son la que tienen que ver con el cuidado de los niños. La maternidad compartida es la base de toda la sociedad humana. Las mujeres son las que tienen los hijos y la mayor responsabilidad por ellos las hace conscientes de que van a necesitar apoyos en el futuro. Las estructuras para apoyarse entre ellas serían probablemente el contrato social original (la aloparentalidad)».

La monogamia fue el siguiente paso: encontrar a un hombre para compartir las cargas de la crianza y la alimentación y protección de la prole, evidentemente dos son siempre mejor que uno y es por eso que la pareja humana se seleccionó positivamente como una estrategia social estable. La monogamia favoreció a ambos sexos pues los hombres si no son sujetados por obligaciones “patriarcales”, es decir, de ocuparse de personas que dependen de ellos (su mujer e hijos), acaban viviendo vidas muy cortas y brutales.

Los hombres son más asociales que las mujeres y tienen mucha tendencia a lanzarse al monte, es decir, a llevar una vida improductiva: alcohol, juego, porno, videojuegos. Asumir la responsabilidad de una mujer y unos hijos tiene una influencia civilizadora sobre los hombres y Dench recalca a lo largo del libro que trastocar este punto tiene un influencia devastadora para la sociedad. Actualmente estamos viendo un aumento en el número de hombres jóvenes infrasocializados y escasamente empleables, que han optado por una apatía narcisista y que se están quedando en los márgenes de la sociedad mientras las mujeres ocupan los lugares que otrora ocuparon los hombres, medicina, abogacía, y casi todas las profesiones tienen mayoría de mujeres por no hablar de aquellas que precisan de una memorística especial como preparar oposiciones.

La mala noticia es que los hombres son superfluos y es por eso que Carlos no encuentra motivación para hacer nada en la vida sino seguir dependiendo de sus padres mientras mantiene escarceos sexuales continuos cada vez con una pareja bien distinta (one night stand). Pues la igualdad de las mujeres ha terminado por dar a los hombres lo que desean: sexo fácil sin compromisos familiares, algo que es letal para hombres, mujeres y la sociedad en general.

Sin embargo las mujeres ven estas actitudes y comportamientos como egoístas. Pero la condición fundamental de los hombres que les permite ser más egoístas (y que las mujeres no han disfrutado hasta fechas más recientes con la píldora anticonceptiva, etc.) no es un tema de elección moral sino una adaptación biológica. Las mujeres han sido la columna vertebral de las sociedades a lo largo de la historia no porque sean virtuosas. Es al revés. Las mujeres han sido virtuosas porque sus propias necesidades han hecho que tuviera más interés para ellas adjudicar menos importancia a la libertad personal y mayor valor que los hombres al apoyo mutuo y la seguridad. Y esto valores son definidos como virtuosos porque conducen al bienestar colectivo.
Las mujeres prefeministas domesticaron a los hombres haciéndoles más parecidos a ellas, pero el feminismo actual lo que pretende es que sean las mujeres más parecidas a los hombres, dejando a estos sin el rol social y los beneficios de ser un cabeza de familia a cambio de ser su proveedor. De modo que el patriarcado no es la enfermedad sino la solución cultural que benefició a hombres, mujeres y sociedades.
Los hombres hoy se dividen en dos grupos: los adictos al trabajo que tratan de proveer a sus familias a pesar de ya no ser tan necesarios para ellas o bien se niegan a jugar en ese entorno lleno de trampas y hacen como Carlos, simplemente no compiten ni entran en el juego del trabajo y la responsabilidad pues no ven que haya un papel para ellos en la sociedad. Estos son principalmente hombres de clase baja o los llamados incels, ese grupo de hombres que carecen de atractivo suficiente para entrar siquiera en el juego de la «libertad sexual» pues ahí llevan mejores boletos los más solicitados.
Lo que nos devuelve a una organización social ancestral previa a la monogamia y a la instauración del patriarcado como forma de organización social: los hombres proveen a cambio de ser los cabezas de familia.
De manera que Carlos no es un enfermo mental tal y como sus padres me lo presentaron sino un rebelde sexual y social si bien su futuro es tan incierto como el de su hermana pero es seguro que no sea tan próspero ni feliz como el de sus padres. Por otra parte su hermana que es una mujer emancipada, en el sentido que puede cuidar y autoproveerse, lo cierto es que tampoco ha logrado establecer una relación de pareja satisfactoria y presenta una vida errante desde el punto de vista sentimental, claro «ya no hay hombres» dice. Ninguno tiene hijos.
Es necesario pues un nuevo contrato sexual que vaya más allá de nuestras adaptaciones ancestrales pero que las tenga en cuenta, pues no hay peor forma de enfrentar los problemas sino con la falacia de la «tabula rasa»  o «pizarra en blanco» que tanto gusta a la izquierda. No todo es posible y cambiar a la fuerza a los hombres generará una reacción agresiva que ya estamos viendo en algunos ámbitos de nuestra convivencia como por ejemplo la violencia llamada de género.
En el próximo post me ocuparé de cómo gestionar ese cambio del contrato sexual de una forma eficiente y positiva para todos.

 

Bibliografia.-

Pablo Malo: «El problema con los hombres»

Geoff Dench: Revertir el descenso del hombre-

Richard Wrangham: El síndrome de domesticación en mamíferos

El talento del rebaño

«El gran problema de la humanidad es que tenemos emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses» – E.O Wilson

Recientemente he tenido ocasión de leer el corto relato de Francisco Jariego del que no voy a contar nada por si algún lector está interesado en leerle. No dejaré spoilers, pero lo voy a usar como pretexto para hablar de un tema que el propio Jariego aborda en su libro. Me refiero al asunto del progreso, un tema complejo sobre el que tendremos que volver y volver.

Cuando hablamos del progreso hay varios asuntos colaterales que tratar puesto que es evidente que la humanidad ha progresado en algunos aspectos, es por eso que los autores que han abordado este asunto no son negacionistas de los avances que hemos sido capaces de desarrollar, sino que cuestionan que no hayamos sido capaces de simultanear estos avances con nuestros sentimientos morales. Dicho de otra manera: hemos sido capaces de mejorar la vida de nuestros conciudadanos pero hemos avanzado poco desde el punto de vista emocional, moral e institucional: así, aun hoy existen crímenes por celos, homicidios, asaltos sexuales y violaciones, pederastia, corrupción política y sobre todo acoso moral o político hacia otras personas que piensan distinto con daños irreparables a su reputación, etc. Del mismo modo y tal y como señala Wilson nuestras instituciones políticas están obsoletas, han quedado -por así decirlo- inútiles para la gestión de los problemas que abruman al hombre moderno.

Con respecto al progreso hay dos clases de ideas: los que piensan de forma teleológica y están persuadidos de que el mundo se dirige raudo en una dirección que señala hacia un mejoramiento global de la población y los que creen -creemos- que la civilización sufre avances y retrocesos y a veces colapsos que llevan a los pueblos hacia su empobrecimiento, miseria y atraso. De manera que los que pensamos de esa forma no tenemos más remedio que plantearnos el tema que Jariego promueve en su relato de ciencia-ficción: ¿Cómo podemos mejorar la vida de la gente común?

Para eso debemos hacer una incursión en cuales son los elementos que componen ese capital humano que compone las naciones y que hacen posible la prosperidad, la libertad, la justicia o la igualdad. ¿Qué materiales están en la base de una sociedad así configurada?

¿Por qué unas naciones son más prósperas, saludables y seguras que otras?

Durante siglos, los filósofos, los economistas y los politólogos han propuesto diversas teorías, culpando a diferentes factores: el azar, el ambiente, la geografía, la religión o las instituciones. El sospechoso habitual suele ser el capitalismo obturando la idea de que precisamente los países mas descapitalizados son los que presentan peores indices de malestar, enfermedades, y desarrollo moral. Naturalmente la idea convencional de «capitalismo» a su vez oscurece otra idea; el sistema capitalista es el mejor sistema económico pero no todas las aplicaciones del capitalismo son benévolas para el hombre empezando por esa idea de un crecimiento continuo desordenado, despótico y generalizado. La idea a proponer seria esta: ¿Es posible pensar en un capitalismo humano con un desarrollo sostenible a escala de las necesidades humanas? Más abajo volveré sobre esta cuestión pero adelantaré algo: se trata también de un problema moral.

Pero quizás el factor clave esté aún más cerca: en el propio cerebro humano y en el capital cognitivo de una población. Esta es la posibilidad que baraja Garett Jones en «Hive minds. How your nation’s IQ matters so much more than your own». A países más inteligentes “ciudadanos más pacientes, más ahorradores, más cooperativos y mejor informados”.

Irónicamente, los test de inteligencia no predicen con mucha exactitud el éxito en la vida de un individuo. Son mejores prediciendo cómo les irá a países enteroslos países con resultados más altos en los test de inteligencia son alrededor de ocho veces más prósperos que aquellos con resultados más bajos. Más que eso, suponga que usted tiene un IQ de 140 pero vive en un país con una media del IQ de 100. ¿Como cree que le iría en la vida? Bueno no podemos predecirlo solo en base a su puntuación pero es seguro que le irá mejor en un país con una media de 110-120. Es muy posible que en ese país valoren su talento y en el suyo de origen no encajará nunca de forma óptima.

Países con mejor capital cognitivo tenderán a ser más ahorradores, más cooperativos, más orientados al libre mercado y más exitosos empleando tecnología. Si esta asociación es cierta uno de los objetivos prioritarios de los profesionales de la política y la salud pública en los próximos años debería ser averiguar cómo incrementar la inteligencia media de los países.

Jariego aborda este problema en su libro de ficción situándose en un escenario futuro aunque próximo. El objetivo es mejorar la inteligencia colectiva. ¿Cómo mejorar esta inteligencia si ya han fracasado nuestras buenas intenciones relativas a la educación en la que fiamos todo este potencial y que ha terminado por decepcionarnos en aquella idea llamada «la pizarra en blanco» que nos hizo suponer que a través de la educación podríamos mejorar el CI y el destino de gran parte de la población?

Lo cierto es que la educación universal era una buena idea si se hubieran tenido en cuenta sus limites: no todo el mundo podrá beneficiarse de ella individualmente. Hay diferencias genéticas entre los individuos que nunca podrán ser superadas, es por eso que la educación pública ha de estar regulada al alza y no a la baja. Una educación de calidad es la que ha de dejar fuera a los mediocres. Si la izquierda supiera qué es eso de la «tabla rasa» nos hubiera ahorrado grandes fracasos educativos y si la derecha supiera que sus hijos pueden ser zoquetes y haraganes aunque vayan a un colegio privado también sería un buen ahorro y hubiéramos podido diseñar otros escenarios alternativos para el deporte, los oficios o el arte.

El problema es que aunque ya todos sabemos que una educación tutelada por las ideologías políticas no garantiza un incremento de la inteligencia colectiva existen otros poderes que ya han caído en la cuenta de que es muy eficaz para el  control de la población, es decir el adoctrinamiento desde los nacionalismos hasta las ideologías de genero. Pues adoctrinar es lo contrario que educar para producir individuos críticos y libres. Es mucho más sencillo y no requiere esfuerzos complementarios o individuales. Dicho de otro modo, adoctrinar no precisa ningún IQ especial. casi todas las personas que rondan esa cifra de 100 puntos son adoctrinables, es decir obedientes siempre y cuando les garanticen diversiones y vicios. Goebbels dejó escrito que solo 1 de cada 1000 prisioneros era lo suficientemente rebelde para ser vigilado en un campo de concentración y que bastaba con eliminarles para volver a tener un rebaño obediente.

Estos poderes que hoy gobiernan el mundo tienen un plan. Una parte del plan se llama eugenesia.

Aunque el eugenismo es una buena idea y tan honrada como cualquier otra que se haya propugnado para el mejoramiento de la inteligencia y la salud moral y mental de la población, lo cierto es que tiene muy mala prensa precisamente porque fue utilizada por el III Reich de una forma brutal y bastante estúpida pues fue ejercida precisamente contra los judíos que son precisamente una de las razas humanas más inteligentes que existen sobre la tierra.

En realidad la eugenesia no trata de asesinar a nadie sino que es una compilación de una serie de técnicas que podrían mejorar la expectativa de hacer países más inteligentes al aumentar el capital inteligente de sus miembros. Algo que no carece de cierta base: sabemos que la inteligencia media no es un rasgo fijo, que no está determinado completamente por los genes, y también que de hecho ya se ha incrementado en todo el mundo, tal como documenta el llamado “efecto Flynn” –si bien existen dudas sobre donde se encuentra su techo y cuáles son las causas que lo determinan. Y sobre todo si es posible hablar de un efecto Flynn moral.

Estos poderes que tratan de gobernar el mundo tienen una agenda multinivel, no pretenden implantar un plan eugenésico para aumentar el IQ de la población global sino reducir drásticamente la población mundial y dividir el genero humano en dos subrazas, una élite y otra esclavizada y atontada por drogas, pornografia y entretenimientos tal y como podemos observar en algunas novelas clásicas de ciencia ficción . Ya fracasaron intentos anteriores llevados a cabo en India y China: las políticas de hijo único, los abortos o las esterilizaciones más o menos impuestas por las autoridades sanitarias demostraron ser inútiles para contener la marea humana de ciertos países que bien por su religión, su tradición o sus escasos recursos sanitarios o de instrucción son incapaces de contener esta hemorragia de nacimientos que agravan las hambrunas y su miseria. Tampoco parece que las epidemias hayan resuelto el problema de la sobrepoblación.

Y vale la pena recordar ahora que el aborto libre es una forma de eugenesia aunque se «vende» como un derecho de la mujer. Un plan más en la agenda de esas élites.

Vale la pena recordar de que en este momento la población mundial está cerca de los 7.700 millones de personas y aunque la trampa malthusiana no se ha producido, al menos en Occidente, lo cierto es que esta población se concentra en determinados lugares dejando otros prácticamente vacíos. Hay una distribución anómala de la población que se concentra sobre todo en las áreas industriales de las grandes ciudades donde se concentran los recursos pero también las enfermedades mentales y la delincuencia. Es lógico, puesto que fue la revolución industrial la que hizo estallar la idea de Malthus. Producimos más y más barato gracias al capitalismo.

El capitalismo es como la energía nuclear, tiene efectos positivos como generar energía y recursos pero también puede crear bombas destructivas a gran escala. Este fenómeno dual lo podemos aplicar a todos los espacios de progreso que hemos alcanzado. No todos los efectos del progreso son buenos y siempre hay que esperar alguna contrariedad o algún «cisne negro», pues aumentar la complejidad supone aceptar sus efectos indeseables que viajan con sus ventajas.

Para aumentar el capital cognitivo de una nación es necesario contar con instituciones adecuadas a los tiempos y necesidades actuales pues la prosperidad no puede diseñarse por fuera de las instituciones de gobierno pues son los gobiernos los que ponen reglas de juego a las corporaciones.

Significa que no sabemos cómo hacer para conseguir eliminar la pobreza, generar igualdad o cambiar el destino de algunos países que se baten entre continuas guerras tribales, la miseria de la enfermedad y la pobreza de sus miembros, pero sabemos algunas cosas.

La primera cosa que hemos aprendido es que no se pueden imponer regímenes que han funcionado bien aquí (como la democracia liberal) que hoy ya es una institución obsoleta, en otros entornos que históricamente han estado en manos de clases políticas extractivas y donde no existen instituciones inclusivas. La democracia no es exportable y siguiendo las ideas de Daron Acemoglu, la democracia y la prosperidad son algo contingente y provisional, es decir se puede volver atrás en cualquier momento.

Pero saber que la prosperidad es contigente no significa que no sepamos algo fundamental: Un Estado centralizado y fuerte es necesario para que emerjan otras condiciones, como la libertad, los derechos humanos, el derecho de propiedad, etc, pero un Estado centralizado no es condición suficiente. Hace falta algo más.

Es necesario que este Estado no sea extractivo sino inclusivo, es decir que reparta la riqueza entre sus ciudadanos de un modo más o menos justo. Un estado fuerte como el de Corea del Norte, como los países árabes con petróleo, como en Rusia o en Cuba no garantiza de ninguna manera el bienestar de sus ciudadanos incluso pueden dar la impresión de cierto éxito económico como sucedió con la URSS desde 1940 hasta 1970 en que comenzó su declive.

El éxito de la URSS se debió en gran parte al trasvase de trabajadores desde una atrasada agricultura hacia la industria, pero el sistema soviético carecía de dos de las condiciones más importantes para que ese éxito fuera sostenible: no había incentivos para la excelencia en el trabajo y no había innovación. La industria soviética murió precisamente por falta de innovación y algo así le sucederá a la China actual. Limitarse a copiar diseños de otros y ofrecer al mismo tiempo una mano de obra barata para occidente asegura grandes conflictos en el futuro a la vez que no impedirá el colapso de ese país en el corto plazo.

Las desigualdades en nuestro entorno.-

Algunas objecciones.

¿Cómo es posible que en los países donde más democracia, más oportunidades, más innovación y excelencia sean precisamente los que generan mayor desigualdades internas?.

Para empezar hay que decir que cierta desigualdad es necesaria para preservar esa misma innovación, el esfuerzo y el talento individuales. Las personas no somos todos iguales y aunque la igualdad es una norma moral inherente a nuestra ubicación democrática es necesario señalar que “la igualdad” es una abstracción subjetiva mientras que la desigualdad es algo muy concreto a lo que podemos meterle el dedo. Dicho de otro modo, no son tolerables ciertas desigualdades radicales entre ciudadanos de una misma nación, pero la igualdad es una utopía que hay que optimizar.

Una vez dicho esto, hay que señalar un hecho sorprendente: los Estados democráticos no han dejado -solo por el hecho de ser democráticos- de ser extractivos y expoliadores, algo que hacen a través de los impuestos, las tasas, las multas, la burocracia y las ramificaciones del Estado en todo rincón de lo privado. Tenemos Estados muy intervencionistas que paradójicamente protegen algo que está prohibido y que son los monopolios más o menos camuflados.

Un Estado puede ser democrático en su apariencia y ser imperial en sus relaciones internacionales. ¿Qué hace la UE metiendo la nariz en Ucrania? ¿Tiene algo que ver el gas ruso en todo este lío? Claro, Alemania quiere extraer esa riqueza y ponerla a su disposición. ¿Es que la Merkel no sabia que tendría a Putin enfrente en esa maniobra de acercar a Ucrania a la OTAN?

Un Estado no se convierte de la noche a la mañana en democrático solo por el hecho de haber elecciones. En nuestro entorno por ejemplo lo que observamos cada vez de forma más clara es que el Estado ha sido tomado por los partidos y la prensa al servicio de quién le paga. La llamada partitocracia le da a los partidos políticos una legitimidad que no tienen en puridad democrática. Una cosa es el Estado y otra los partidos. Los partidos son marcas, ideologías que no están ahí para quedarse, sino para dejar sitio a otros niveles de organización democrática. Más que eso están tan obsoletos como la monarquía.

En España nos hemos quedado con un sistema de gobierno anticuado, con una administración mastodóntica, unos partidos con regímenes estalinistas en su funcionamiento interno y con la paradoja de que los españoles actuales somos mucho más listos que nuestros abuelos y estamos muy bien informados. No nos merecemos los partidos ni los sindicatos, ni las organizaciones empresariales que tenemos. Todo huele a naftalina y todos los españoles nos sentimos expoliados por el recibo de la luz.

Las élites extractivas no son sólo el gobierno (los políticos) y los partidos, o los ricos, están mucho más cerca de lo que parece: son las empresas, las corporaciones que tienen la capacidad de negociar sus precios y sus perdidas, la banca, las multinacionales, las energéticas del IBEX, pero también una universidad anticuada que es en realidad una fabrica de parados con doctorados, endogámica e hipertrofiada. Todos estamos al servicio de unas élites extractivas no identificadas.

En conclusión ¿Por qué las naciones fracasan?

Lo hacen porque su rebaño no ha alcanzado el suficiente talento para que sus países sean lo suficientemente inteligentes, tengan unas instituciones, políticos y gobernantes con el suficiente capital organizacional con gobernantes inteligentes y morales que estén tan lejos de la corrupción y el interés propio como cualquier persona común en su entorno inmediato y sean capaces de terminar con las desigualdades radicales, la pobreza, diseñando políticas que enfrenten tanto al capital extractivo como a los movimientos progresistas que bajo cualquier disfraz pretendan implantar gobiernos totalitarios globales.

Pero en mi opinión hace falta algo más: enfrentarse colectivamente a esos poderes globales que diseñan estrategias que nadie ha votado y que se introducen con su propaganda en todo el tejido social. Discriminar esos mensajes es la tarea de al menos los individuos más despiertos de nuestro tiempo y si es posible informar de esos planes a nuestros contemporáneos a fin de aumentar la masa critica: ese talento del rebaño que tanto se parece a la inmunidad de grupo que perseguimos para resolver la pandemia actual.

Teoría de la mentira

Todos mienten (House)

Es interesante como aperitivo para leer este post, visionar esta corta entrevista que le hace Jordi Evole a Sandro Rosell, ex-presidente del Barcelona C.F. donde le pregunta directamente sobre si es o no es independista.

 

 

La contestación tiene aires de paradoja y también de cinismo político pero personalmente me interesa más escarbar en otra dimensión. Me refiero a las relaciones que los sujetos mantenemos con la verdad y por supuesto con la mentira.

Para San Agustin la mentira es lo opuesto de la verdad, lo que tuvo una enorme influencia en el pensamiento contemporáneo. Podríamos decir que todos somos en este sentido kantianos, pues fue precisamente Kant y el idealismo alemán quien adoptó la idea -presunta- de que mentir era malo porque se oponía a la verdad y que tenía como objetivo engañar. De manera que esta forma de ver las cosas dividiría al mundo en mentirosos y engañados. Los segundos serian en este sentido víctimas de los primeros. Pero haber sido engañado no presupone que el engañado tenga una relación privilegiada con la verdad, es posible que el engañado quiera – a su vez- ser engañado o bien que se autoengañe con mayor facilidad que cualquier otro.

Hay quienes se relacionan de una manera especial con la verdad: son los fanáticos o los paranoicos por ejemplo. No existe mayor certeza que las creencias que mantienen los paranoicos, sobre todo los que deliran. Las creencias se transforman en convicciones que pasan  a ocupar todo el campo de la atención. El delirio es en este sentido una especie de «alien» que se expande constantemente con nuevos elementos que pasan a engrosar la novela delirante hasta lograr una sistematización de las ideas que componen el delirio.

Sistematizar quiere decir que el paranoico puede simplemente vivir en una atmósfera de persecución (si el delirio es persecutorio) o construir una historia compleja de interacciones como le sucedió al premio nobel John Forbes Nash dotado sin duda de un talento superior pues para delirar bien es necesario cierto talento ya que el delirio consume por su omnipresencia muchos recursos mentales.

He dicho delirar bien porque el delirio es una mentira que el delirante cree una verdad absoluta y la gente quiere que le mientan pero también quiere que le mientan bien y sobre todo no quiere que le mienta siempre el gobierno o el jefe o algún familiar, por eso se buscan otras fuentes de mentiras. Pues la verdadera libertad no consiste en acceder a la verdad como suponía Kant y el santo Agustin sino en elegir las mentiras que provisionalmente estamos dispuestos a creer. Y digo provisionalmente porque nadie puede obligarme a que hoy crea en una cosa y mañana en otra. Cambiar de opinión o de creencia es lo primero que te prohibirán tus enemigos.

Y es por eso que existen las fake news, pues el Gobierno miente, la oposición miente, los canales de youtube mienten, las redes sociales mienten y los ciudadanos mienten. El Estado tiene el monopolio de la violencia, pero no el monopolio de la verdad, es algo profundamente disfuncional. Es mucho mejor admitir que todos somos mentirosos.

Pero admitir que somos mentirosos no es nada fácil pues todos nos otorgamos la fe de la autenticidad y este es el problema que hemos heredado de la teología agustiniana: creemos y hemos interiorizado que mentir es malo excepto cuando mentimos nosotros. Es por eso que los teólogos inventaron la «mentira piadosa» ante la evidencia de que la verdad puede ser más destructiva que la mentira y que la moral radical es muy parecida a la maldad absoluta, por eso los psiquiatras anglosajones y protestantes inventaron el concepto de «moral overdrive», un sujeto parasitado por un exceso de moral es un malvado o un loco.

Volviendo a la entrevista y a la contestación de Sandro Rosell lo que pone en evidencia es que existen en él dos deseos que pueden ser contradictorios o no: el primero es que le gustaría -le haría ilusión- obtener la independencia. El segundo deseo -que procede de la capacidad analítica- es que sabe que no le conviene. Pues la independencia es una idea bonita -que duda cabe- que puede atraer a los ignorantes pero no a quienes se juegan sus cuartos. De ahí la disociación entre el wishfull thinking y el fact thinking. Entre lo deseable y lo práctico. Entre la opinión y el análisis. Entre el pensamiento rápido y el lento.

El pensamiento complejo requiere de una lógica nueva que vaya más allá de las creencias. Estar sano mentalmente consiste en reconocer que somos todos unos mentirosos, lo que da lugar a una lógica de la inconsistencia y de la impredictibilidad, podríamos hablar de una lógica compleja anti-aristotélica.

Una lógica que tiene dos derivadas bien distintas, una es el nihilismo que es bastante desastrosa cuando se aplica socialmente pues genera una sociedad de la disculpa y la desvergüenza que no logra aniquilar el delirio ni la irracionalidad sino que la promueve. La otra derivada es lo que conocemos como pensamiento zen, que yo prefiero llamar lateral. Os pondré inmediatamente un ejemplo.

Pero para entender este ejemplo antes tenéis que leer este articulo de hoy donde Antonio Martinez Belchi escribe un análisis muy inteligente desde el punto de vista aristotélico: se trata ingenuamente de buscar la verdad, como si la verdad fuera siempre alcanzable por nuestra conciencia racional, nuestra lucidez o nuestros conocimientos. Lo más probable es que nunca sepamos quien ordenó los atentados del 11-M, como tampoco sabremos si este virus es natural o un producto de ingeniería, ni si había algún plan detrás de esta pandemia.

No podemos aspirar a la verdad pero podemos saber quien miente mejor.

¿Orwell o Huxley?

Lo cierto es que vivimos en un mundo entre 1984 y “Un mundo feliz”, obedientes y transgresores y perseguidores y perseguidos, pero siempre mentirosos.