Para un psiquiatra la locura es una patología de la razón, pero la Psiquiatría clásica ha sido de alguna manera parasitada por otras descripciones de locuras adyacentes que han venido para inyectar desorden en su epistemología: la locura moral, y la locura lúcida. Por no hablar de las parafilias, los trastornos alimentarios o las adicciones (locuras verdaderamente ligadas al juego). De todas he hablado largo y tendido en mi otro blog, de modo que no voy a repetir argumentos sino para señalar que se trata en este último caso de formas de locura donde el paciente parece razonar muy bien y estar bien adaptado salvo en algún aspecto de su conducta. Así el pederasta, el toxicómano o el psicópata, el asesino en serie, el narcisista patológico o el simple tramposo son personas que fingen perfectamente la lucidez y tal y como dice Jesus Maestro (en un video que colgaré más abajo) son los más peligrosos de todos, pues son capaces de fingir la normalidad mejor que las personas corrientes son capaces de fingir la locura. Y si, la locura se puede fingir. La cordura también.
Se trata de las formas lúdicas de la locura, omnipresentes hoy en Internet, en las redes sociales y en youtube. Son locuras que se clasifican con el nombre de ludopatías, esto es, una patología del juego. No me estoy refiriendo al juego de azar o a las apuestas tan solo sino a cualquier forma de juego.
D. Quijote es un personaje literario y basta echar un vistazo al buscador de google para darse cuenta que existen innumerables artículos psiquiátricos y psicológicos destinados a jugar con el diagnóstico, sin caer en la cuenta de que la locura de D. Quijote es un simulacro, es decir algo destinado a vivir una vida que en condiciones de lucidez no podría llevarse a cabo. Casi todos los especialistas que conozco y he leído estarían de acuerdo en la idea de que D. Quijote enloquece a partir de su obsesión por la lectura de novelas de caballerías. Su locura emerge pues del Yo, y aunque no sabemos sus antecedentes, sabemos -sin embargo- sus andanzas que son en este sentido andanzas públicas, pues la locura lúdica precisa oyentes, seguidores, una corte de acompañantes, un grupo, un nosotros que nos sirva para el espectáculo pues ningún espectáculo es posible sin público. Y hoy ese público está garantizado en Internet. Se trata de una idea que cualquier psiquiatra podrá usar para recordar hasta qué punto nosotros somos a veces ese público.
Es por eso que el loco lúdico deja de estar loco estando solo y lo cierto es que esta idea -que he escuchado por primera vez a Maestro- puede hacerse extensible a casi toda forma de locura. Estar sólo es simplemente inadmisible para algunos locos lúdicos, la soledad parece sentarle mal a casi todo el mundo, todos necesitamos en cierto modo espectadores para nuestras extravagancias, imposturas o cinismo. Claro que para algunos esta necesidad se convierte en una forma de vida como sucede en los pacientes limite, también llamados TLP. es bien sabido que en estos pacientes uno de sus síntomas nucleares es la incapacidad para estar solos..
Otra cosa que he escuchado a Maestro y que me ha hecho pensar es la idea de que el aislamiento (la soledad forzada) que se da en algunas situaciones de cautividad o de enclaustramiento oscurece la locura, la esteriliza, la disuelve, aun la locura de la razón. Me acordé inmediatamente de como los pacientes empeoraban cuando eran institucionalizados y se convertían en algo así como zombis. A esta situación le prestaron mucha atención algunos investigadores como E. Goffman que fue el que inventó la palabra «estigma».
El término fue acuñado en 1963 por el sociólogo Erving Goffman cuyas ideas han tenido una enorme repercusión en la psiquiatría moderna, cabe recordar que fue Goffman precisamente el que llamó la atención en su libro de culto “Internados” sobre los efectos dañinos de las instituciones totales sobre los individuos y de cómo los cuarteles, asilos, internados, hospitales, orfanatos o manicomios ejercían una presión normativizante sobre los internos generando nuevas patologías sobreañadidas a las que presentaban los individuos antes de su internamiento en esos lugares y que de alguna forma propició en los años 70 el desmantelamiento de estos siniestros entornos y su sustitución -cuando fue posible- por estructuras comunitarias diseñadas a escala humana.
Dicho de otro modo: el aislamiento manicomial o carcelario deteriora los enfermos mentales, casi tanto como criarse en un orfanato, vivir en una ciudad o consumir psicofármacos continuamente.
El juego de D. Quijote precisa de jugadores que sigan el juego al loco, y así es en toda la novela. Maestro da algunos ejemplos de cómo los sucesivos personajes que aparecen en ella son necesarios para legitimar la locura de D. Quijote pero -a su vez- ellos mismos son prisioneros de su propia forma de locura de jugar dando lugar a no pocas paradojas pragmáticas.
Y todo parece indicar que lo que comparten las tres locuras: la de la razón, la lúcida y la lúdica es una incompetencia total del individuo para hacerse compatible con la realidad. La normatividad enloquece a las personas y todo parece indicar que huir de esa realidad inaceptable o invivible forma parte de las posibilidades de cualquier ser humano si bien con distintos peajes.
Debe estar conectado para enviar un comentario.