El Estado mínimo de Nozick

Si en el post anterior os hablé de John Rawls y su teoría de la justicia hoy os traigo a Robert Nozick que es de alguna manera su alter ego. Rawls es por así decirlo un socialdemócrata si bien su libro «La teoría de la Justicia» es de 1972 y posteriormente cambió de opinión varias veces como sucede siempre en los pensadores. Nozick en este sentido es un libertario y podríamos decir que es de derechas.

En mi opinión tanto uno como otro están equivocados o si se quiere están representando los extremos de la eterna dialéctica entre libertad y igualdad. El problema es que tanto una como otra no existen como seres vivos sino como abstracciones polisémicas, solo están vivas las personas, es por eso que para cada cual libertad e igualdad son cosas distintas y es muy complicado ponerse de acuerdo. Es por eso que en política solo podemos llegar a acuerdos bajo presupuestos mínimos.

Un mínimo acuerdo.

Resentimiento y teoría de la justicia

justicia

El resentimiento es -como su nombre indica- un sentimiento y un sentimiento es una emoción inteligible, más allá de lo sensible después de un pase por lo cognitivo y la memoria (recuerdo). Es por eso que prefiero hablar de estados afectivos.

Es además un sentimiento al cuadrado (de ahí la partícula re) un sentimiento doblado, un doble sentimiento cuantitativamente hablando: un sentimiento que ocupa un lugar hegemónico, un gran espacio en nuestra memoria. Algo que sucede también con la reflexión, con la que está emparentado: una flexión doble sobre algún aspecto cognitivo, generalmente sobre uno mismo.

Todos tenemos en nuestra vida motivos para el resentimiento, ¿quién no tiene algún recuerdo de cuando nos sentimos injustamente tratados por aquel amigo que disponía de bicicleta y nosotros la codiciábamos mientras él -impertérrito- solo nos dejaba correr tras él en la calle?¿quién no tuvo una amiga que estaba más delgada que nosotras mientras no podíamos -a pesar de la dieta- alcanzar su peso?¿quién no se ha sentido tratado injustamente por sus hermanos mayores o postergado por los menores? ¿Por qué algunos compañeros parecían sacar mejores notas que nosotros aparentemente sin esfuerzo?

Obviamente todos tenemos recuerdos en ese sentido. Todos llevamos esa marca de injusticia en nuestra memoria y sucede por una razón: aprendemos a comparar antes que a contar. Comparamos tamaños, figuras y formas, pero sobre todo comparamos los recursos que recibimos siempre teniendo como referente a aquellos que -según nuestra apreciación- tienen más o mejores prebendas. De ahí procede la codicia: el deseo de tener lo que otros tienen, siempre y cuando lo que tienen sea algo deseable, nadie codicia a quien le falta un brazo. la codicia es un deseo de máximos.

Pero aunque todos hayamos tenido esas experiencias en nuestra vida no todos desarrollamos un carácter resentido. Porque para llegar a conformarlo, es decir para que el rencor ocupe el centro de nuestra vida es necesario que sucedan algunos pases que vienen descritos en este aforismo árabe:

Siembra un pensamiento y cosecharás un acto;
Siembra un acto y cosecharás un hábito;
Siembra un hábito y cosecharás un carácter;
Siembra un carácter y cosecharas un destino.

Es decir, primero hay una ocurrencia que puede ser una falsa apreciación o bien una apreciación correcta, eso no importa. Pudo haber una injusticia flagrante o pudo no haberla pero en cualquier caso esta ocurrencia ha de constituirse en una injusticia sentida y central en el momento en que se percibió, una injusticia amenazante que socave la autoestima o el autoconcepto, o que amenace nuestro mundo sentimental.

Más tarde se pone de manifiesto en la conducta, en una conducta podríamos decir victimaria, lloriqueante. La rigidificación de esta conducta da lugar a una costumbre: uno termina por relacionarse con los otros en función de demandas culpabilizadoras que tienen resultados diversos. Pero esos resultados negativos son los que refuerzan precisamente la universalización de las mismas en forma de hábitos y más tarde se implantan en el carácter, en un rasgo permanente. Uno aparece como demandante, inconformista, querulante y victimista y desarrolla al mismo tiempo habilidades para hacer llegar su mensaje y doblegar la voluntad de los demás.

John Rawls fue un filósofo estadounidense de filosofía moral y lógica que hizo buenos aportes a una teoría de la justicia. Para Rawls es necesario tanto definir como llegamos a ese concepto de justicia como el contenido de la justicia misma.

Para ello, supone una reunión de filósofos con un «velo de ignorancia» propuestos para tal fin, pero hay una condición: los sujetos deben dejar fuera del salón de reuniones sus propios conceptos de justicia, su sexo, su raza, su ideología, sus experiencias sentimentales. Algo así como comenzar desnudos de toda idea preconcebida para legar a un consenso universal sobre tal cuestión. En este sentido, una persona resentida no tendría asiento en ese club puesto que estaría pensando en sus propias experiencias de injusticia y trataría de imponerlas a los demás, pues ¿qué importancia tiene la injusticia ajena más allá de la propia?

Rawls es un contractualista y propone que no existe un derecho natural a nada, que los derechos se conceden de una manera consensuada en las sociedades y es por eso -que los consensos cambian- que cada vez los individuos tienen más o menos derechos en función del sujeto político – el Estado- que los concede. Sin embargo gran parte de esos derechos no han sido ganados ni merecidos sino concedidos y de la misma forma que se concedieron se pueden retirar.

Para Rawls la libertad es algo de rango superior a la igualdad y libertad es sobre todo libertad de pensamiento y conciencia. La igualdad es una categoría de rango inferior que merece ser considerada en tanto en cuanto ha de procurarse disminuir la desigualdad. En este sentido no tiene sentido luchar por la igualdad sino disminuir el impacto de las desigualdades a fin de minimizarlas. Para Rawls un porcentaje mínimo de desigualdad es no sólo inevitable sino necesario siempre y cuando no se llegue a la indignidad de los más desfavorecidos.

En este sentido los resentidos serian personas que de un modo u otro han sido favorecidos por una corriente de opinión excesivamente empática que les ha legitimado a continuar siéndolo incluso a escalar socialmente en razón de ese resentimiento. No existe mayor paradoja en nuestro tiempo sino que un resentido llegue al poder político en función de un oscuro resentimiento que se vende públicitariamente como liberación colectiva.

Y gran parte de su éxito político se basa precisamente en que hay muchos resentido aunque cada uno por sus razones.

Es por eso que es imposible crear una sociedad armoniosa de resentidos.

Amores abyectos

«Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera». (Leon Tolstoi)

Estamos en la Rusia zarista alrededor de 1871, la guerra franco-prusiana está en sus estertores y mientras tanto la aristocracia rusa, llena de príncipes, condes y nobles sigue con sus bailes, teatros, operas y flirteos constantes. El 90% de los rusos viven en la miseria, con una agricultura atrasada, el analfabetismo es la regla y se trata de un privilegio cuando las clases populares pueden emplearse como siervos de alguna de esas familias aristócráticas: la élite diríamos hoy.

Los hombres aristócratas o bien sirven en el ejército o bien se dedican a la política o son funcionarios. Las mujeres por su parte viven en sus hogares con poca cosa que hacer debido al servicio que les asiste continuamenente en todas sus necesidades. En ese entorno de ociosidad surgirá una nueva subjetividad, la de Ana Karenina, una de las novelas más leídas de Leon Tosltoi y representante del romanticismo ruso junto con Dovstoyevski, es decir de la decadencia. La decadencia de la nobleza.

Ana Karenina es una mujer casada, con un hijo, esposa de un alto funcionario -Alexei- que vive en uno de esos palacetes con varias alas y un montón de habitaciones sin usar que dan esa impresión de lugares desangelados, impersonales, decorados a golpes de imitación de Francia y donde los niños se educan en francés. Alexei es un hombre adusto, preocupado por su carrera y su ambición política. La apariencia es su única moral y la reserva introvertida la forma de relacionarse con su mujer.

Es interesante resaltar que el matrimonio en aquellos tiempos era bastante distinto al concepto que de él tenemos en la actualidad con otros dilemas que proceden del campo de la igualdad y la isosexualidad. Divorciarse no sólo era bastante difícil sino que además estaba mal visto y podía liquidar más de una carrera. La vida era muy convencional y solo el teatro, las fiestas y una vida social constante y abrumadora para nuestro concepto actual permitían sobrellevar aquella vida sin futuro a las mujeres que como Ana, sentían su propia intimidad como encarcelada y se planteaban un más allá donde la felicidad acechaba siempre en forma de amor para quien osara adentrarse en ese país de los misterios que siempre guía a las heroínas enamoradas, una vida vacía y covencional para cualquier mujer despierta. Y no hay transgresión sin normatividad. Los matrimonios estaban pactados de antemano por personajes con vocación de celestinas y donde el interés mutuo presidía las decisiones.

Fue así que Ana y el conde Brodsky se conocen en una de esas fiestas donde se baila el vals. El encuentro es un flechazo repentino, una explosión, un hallazgo. Brodsky es uno de esos personajes chulescos y echados para delante, militar en retaguardia que vive de la pensión que su madre le pasa y que carece de oficio o beneficio como corresponde a su clase. Brodsky le pone cerco a la confusa Karenina que no sabe qué hacer y se debate entre el deber y el placer cuando se descubre enamorada y decide a abandonarse en sus brazos.

No voy a contar toda la trama de la novela que en cualquier caso podéis seguir en una de las tropecientas películas o series que de ella se han hecho y me voy a ceñir al argumento primordial de ésta que no es otro sino el gran tema de los amores imposibles.

Efectivamente Ana y Brodsky pueden ser amantes, verse en secreto pero no pueden hacer publico su amor. Les está vedada la extimidad. Pero ellos no se conforman con eso: quieren aparecer socialmente como un matrimonio ordinario y poder presentarse como pareja: ellos buscan legitimarse. Algo que no podrán hacer salvo un divorcio pactado que les permitiera casarse de nuevo.

Personalmente lo que me interesa señalar de esta novela es que se trata de la emergencia de algo nuevo: de una nueva subjetividad femenina. ¿Pero qué es una subjetividad?.

Una subjetividad es una manera nueva de ver las cosas y tanto Ana Karenina como la Mme Bovary de Flaubert representan una nueva forma de pensar el amor: más allá de las conveniencias y más allá del bienestar personal. El amor comienza a pensarse como una especie de fatalidad o inconveniencia, que es precisamente el certificado de legitimidad del amor verdadero. De la misma idea era Freud: el amor siempre tiene algo de inconveniente, que es lo mismo que decir que los amores fáciles tienen algo de sospechoso. Se trata de la mitología del amor, algo que ha llegado hasta nuestros días, tanto que nosotros los terapeutas solemos decir que alguien (usualmente una mujer) está enamorada del amor. Es como una vuelta de tuerca, una re-flexion (una flexión doble) que se lleva a cabo en el campo amoroso y que representa en esa época una novedad. Pero entiéndase bien: no es que antes de la Ilustración no existiera el amor inconveniente, no tenemos más que recordar la tragedia shakesperiana de Romeo y Julieta para constatar que el argumento del amor imposible ha existido siempre, solo que por distintas razones a las románticas.

Ni Romeo ni Julieta estaban casados, ni tenían hijos ni obligaciones con la vida más allá que disfrutar de la carnalidad de su juventud. No, pero pertenecían a familias enfrentadas entre sí, algo parecido a los amoríos entre cristianos y musulmanes o entre judíos y no judíos. El amor de Karenina y Brodsky es imposible porque ella está casada y vinculada a su marido por un buen catalogo de razones materiales y además por un hijo cuya mirada es en la novela secundaria, pues Tolstoi prefiere penetrar en la subjetividad de Ana, dejando en segundo plano cualquier identificación, si bien es cierto que el propio Tolstoi aparece en la novela en la figura de un personaje Lyovin, un escritor que vive en una propiedad agrícola dedicado a modernizar la agricultura rusa y tratar de mejorar la vida de los campesinos y que después de un desengaño con Kitti -que a su vez anduvo enamorada en su dia del conde Brodsky que la abandonó cuando se enamoró de Ana-.

 

En este sentido la pareja de Ana-Brodsky y la pareja Lyovin-Kitti son parejas inversas. Una es el espejo de la otra, un espejo invertido. Lyovin y Kitti construyen un matrimonio feliz cuando Lyovin comprende la subjetividad de su mujer que aspira a un matrimonio igualitario basado en la confianza mutua, es decir en la amistad, o en el sentido de «formar un solo ser» acaba imponiéndose a la subjetividad ancestral de Lyovin. Por el contrario los amoríos de Ana y Brodsky acabarán mal y como es sabido Ana acaba suicidándose cuando no encuentra una solución a su desesperación, a su «folie d´amour».

El amor de la Karenina podríamos hoy considerarlo como una obsesión. Una obsesión que se lleva por delante cualquier cosa: reputación, vida comoda y sobre todo el amor de un hijo que nunca perdonará a su madre su abandono, quizá tampoco a su padre. Una obsesión es una idea que se torna hegemónica en el campo cognitivo, una idea fija. Uno no puede librarse de las obsesiones salvo mediante algún truco mágico como son las compulsiones. Pero la obsesión de Ana no puede resolverse más que de una forma: la canibalización total del conde Brodsky que no solo pierde su rango militar y su puesto en el ejercito sino su fortuna. Brodsky no tiene más remedio que volver al redil de su madre, mientras Ana pierde la vida bajo las ruedas de un tren. Un tren que va y viene de Moscú a S. Petersburgo: un trayecto que representa en cierto modo su vida anterior de comodidades y lujos.

Las obsesiones existen porque existen subjetividades y si existen subjetividades es porque existen agujeros en nuestra mente que rellenamos con relatos sin autor. Relatos sin autor significa que se trata de relatos que se construyen solos y donde la conciencia no interviene salvo para añadirles algún que otro adorno propio. El amor de Ana es en realidad un relato que ella tramita como algo genuino. Hoy hablaríamos de inconsciente o bien de que la subjetividad es un patrón emergente velado (como el velo) de Isis que opera como un atractor para un mente simple, esas que no conocen la complejidad y que ciertas adversidades de la vida no pueden ser resueltas de un modo satisfactorio para todos. Los amores imposibles son imposibles porque no pueden hacerse compatibles con la realidad. He dicho compatibles porque adaptarse es otra cuestión. Y la realidad es inexorable con quienes la pretenden negar o desafiar.

El enigma del inconsciente es revelar como una sola entidad puede ser, al mismo tiempo, la que oculta algo y a la que se le oculta ese algo. Esto solo puede suceder porque la unidad y la transparencia que normalmente adscribimos a nuestra mente son ilusorias. Los huecos y las incoherencias son aspectos constitutivos de lo que somos. Lo que llena esas lagunas son historias que, por tanto, tienen vida propia.

Y -como dice Fisher- el recuerdo en sí ya es un relato, y cuando hay huecos en la memoria, necesitamos fabricar historias nuevas para rellenar esos agujeros, es por eso que los humanos inventamos cada época una o varias subjetividades nuevas aunque muchas de ellas están condenadas al fracaso. Pero ¿quién es el autor de esas historias? La respuesta es que no es tanto un autor como sí un proceso de fabricación de recuerdos sin nadie al mando.

No quiero terminar este post sin nombrar a Jared Diamond quien en su libro «Armas, gérmenes y acero» describe lo que él llama «El principio de Ana Karenina» que viene a decir hablando de la evolución de la domesticación y tratando de encontrar la causa de que tan pocos animales hayan sido domesticados que: para que una empresa sea exitosa, cada posible deficiencia -en cada uno de sus pasos- debe ser evitada.

O lo que es lo mismo, el principio de Peter: si algo puede salir mal, saldrá.

Bibliografía.-

Mark Fisher: «Lo raro y lo espeluznante»

La vacuna de Balmis

La viruela es una enfermedad infecciosa y muy contagiosa causada por un virus, que ya fue vencida y declarada como extinguida por la OMS y aunque no tiene tratamiento, disponemos de una vacuna  (de vaca) y de ahí viene precisamente esta palabra que aplicamos a cualquier otro tratamiento preventivo que usamos para prevenir enfermedades víricas como gripe, rabia, rubeola, sarampión o poliomielitis que no tienen tratamiento especifico pero si vacuna especifica. Vacuna procede de vaca.

En 1796 Edward Jenner inició lo que posteriormente daría lugar a la vacuna: un ensayo con muestras de pústula de la mano de una granjera infectada por el virus de la viruela bovina, que no padecía la enfermedad y lo inoculó a un niño de ocho años. Tras un período de siete días el muchacho presentó malestar. Pocos días después, Jenner volvió a realizar varios pinchazos superficiales de la temida viruela, que el muchacho no llegó a desarrollar.

En 1798 Jenner publicó su trabajo (An Inquiry into the Causes and Effects of the Variolae Vaccinae, a Disease Known by the Name of Cow Pox), donde acuñó el término latino variolae vaccine (viruela de la vaca), de esta manera Jenner abrió las puertas a la vacunación. En este sentido, Jenner es considerado una figura de enorme relevancia en la Historia de la Medicina, si bien cabe decir que sus métodos de experimentación serían inaceptables hoy en día por contravenir los principios de la ética médica.

Jenner descubrió la vacuna pero fue un cirujano militar alicantino es que la llevó a America, donde la enfermedad hacía estragos, Se trata de Francisco Javier Balmis que usó como cobayas a 22 niños procedentes de un orfanato de la Coruña para llevar a cabo una cadena vacunal. Esos niños servirían como reservorios del virus allende el Atlantico. Existe una película sobre este asunto titulado 22 angeles, Pero la labor de Balmis no fue solo la de llevar la vacuna a America sino la de organizar un sistema de vacunación permanente a largo plazo apoyándose en los criollos ilustrados y en la Iglesia.

No cabe duda de que si la viruela ha sido extinguida es gracias a la labor d emuchos agentes entre ellos a nuestro compatriota Balmis un desconocido para la mayor parte de nosotros.

Recientemente Fortunata y Jacinta ha subido un video sobre esta cuestión que me parece relevante para contemplar el papel que -la España de Carlos III, un rey ilustrado- llevó a cabo en el mundo de la ciencia en general y de la medicina en particular. Os dejo aquí el video que contiene un documental que llevo a cabo RNE hace mucho tiempo.

Para recordar.

La locura lúdica del Quijote y otras.

Para un psiquiatra la locura es una patología de la razón, pero la Psiquiatría clásica  ha sido de alguna manera parasitada por otras descripciones de locuras adyacentes que han venido para inyectar desorden en su epistemología: la locura moral, y la locura lúcida. Por no hablar de las parafilias, los trastornos alimentarios o las adicciones (locuras verdaderamente ligadas al juego). De todas he hablado largo y tendido en mi otro blog, de modo que no voy a repetir argumentos sino para señalar que se trata en este último caso de formas de locura donde el paciente parece razonar muy bien y estar bien adaptado salvo en algún aspecto de su conducta. Así el pederasta, el toxicómano o el psicópata, el asesino en serie, el narcisista patológico o el simple tramposo son personas que fingen perfectamente la lucidez y tal y como dice Jesus Maestro (en un video que colgaré más abajo) son los más peligrosos de todos, pues son capaces de fingir la normalidad mejor que las personas corrientes son capaces de fingir la locura. Y si, la locura se puede fingir. La cordura también.

Se trata de las formas lúdicas de la locura, omnipresentes hoy en Internet, en las redes sociales y en youtube. Son locuras que se clasifican con el nombre de ludopatías, esto es, una patología del juego. No me estoy refiriendo al juego de azar o a las apuestas tan solo sino a cualquier forma de juego.

D. Quijote es un personaje literario y basta echar un vistazo al buscador de google para darse cuenta que existen innumerables artículos psiquiátricos y psicológicos destinados a jugar con el diagnóstico, sin caer en la cuenta de que la locura de D. Quijote es un simulacro, es decir algo destinado a vivir una vida que en condiciones de lucidez no podría llevarse a cabo. Casi todos los especialistas que conozco y he leído estarían de acuerdo en la idea de que D. Quijote enloquece a partir de su obsesión por la lectura de novelas de caballerías. Su locura emerge pues del Yo, y aunque no sabemos sus antecedentes, sabemos -sin embargo- sus andanzas que son en este sentido andanzas públicas, pues la locura lúdica precisa oyentes, seguidores, una corte de acompañantes, un grupo, un nosotros que nos sirva para el espectáculo pues ningún espectáculo es posible sin público. Y hoy ese público está garantizado en Internet. Se trata de una idea que cualquier psiquiatra podrá usar para recordar hasta qué punto nosotros somos a veces ese público.

Es por eso que el loco lúdico deja de estar loco estando solo y lo cierto es que esta idea -que he escuchado por primera vez a Maestro- puede hacerse extensible a casi toda forma de locura. Estar sólo es simplemente inadmisible para algunos locos lúdicos, la soledad parece sentarle mal a casi todo el mundo, todos necesitamos en cierto modo espectadores para nuestras extravagancias, imposturas o cinismo. Claro que para algunos esta necesidad se convierte en una forma de vida como sucede en los pacientes limite, también llamados TLP. es bien sabido que en estos pacientes uno de sus síntomas nucleares es la incapacidad para estar solos..

Otra cosa que he escuchado a Maestro y que me ha hecho pensar es la idea de que el aislamiento (la soledad forzada) que se da en algunas situaciones de cautividad o de enclaustramiento oscurece la locura, la esteriliza, la disuelve, aun la locura de la razón. Me acordé inmediatamente de como los pacientes empeoraban cuando eran institucionalizados y se convertían en algo así como zombis. A esta situación le prestaron mucha atención algunos investigadores como E. Goffman que fue el que inventó la palabra «estigma».

El término fue acuñado en 1963 por el sociólogo Erving Goffman cuyas ideas han tenido una enorme repercusión en la psiquiatría moderna, cabe recordar que fue Goffman precisamente el que llamó la atención en su libro de culto “Internados” sobre los efectos dañinos de las instituciones totales sobre los individuos y de cómo los cuarteles, asilos, internados, hospitales, orfanatos o manicomios ejercían una presión normativizante sobre los internos generando nuevas patologías sobreañadidas a las que presentaban los individuos antes de su internamiento en esos lugares y que de alguna forma propició en los años 70 el desmantelamiento de estos siniestros entornos y su sustitución -cuando fue posible- por estructuras comunitarias diseñadas a escala humana.

Dicho de otro modo: el aislamiento manicomial o carcelario deteriora los enfermos mentales, casi tanto como criarse en un orfanato, vivir en una ciudad o consumir psicofármacos continuamente.

El juego de D. Quijote precisa de jugadores que sigan el juego al loco, y así es en toda la novela. Maestro da algunos ejemplos de cómo los sucesivos personajes que aparecen en ella son necesarios para legitimar la locura de D. Quijote pero -a su vez- ellos mismos son prisioneros de su propia forma de locura de jugar dando lugar a no pocas paradojas pragmáticas.

Y todo parece indicar que lo que comparten las tres locuras: la de la razón, la lúcida y la lúdica es una incompetencia total del individuo para hacerse compatible con la realidad. La normatividad enloquece a las personas y todo parece indicar que huir de esa realidad inaceptable o invivible forma parte de las posibilidades de cualquier ser humano si bien con distintos peajes.