La proscripción de la violencia genera más violencia, mas que eso la desplaza al lugar de la perversión.
Una colaboración de Santiago Ledesma a propósito de la proliferación de imágenes de porrazos y moratones en las redes.

Estos días de disturbios en Cataluña me ha llamado muchísimo la atención un comportamiento muy peculiar: diversas chicas han publicado en redes sociales fotos de los efectos en su cuerpo de la batalla. No son fotos cualquiera, ninguna enseña la marca de un porrazo en la espalda, en el brazo o la pantorrilla. Todas son fotos de marcas, en los muslos o en las nalgas y todas tienen en común algo, las chicas salen semi desnudas, en un exhibicionismo que más que parecer de queja ante los métodos policiales, parecen querer transmitir erotismo.
Me ha llamado la atención mucho por diversos factores, la exhibición de los heridos de guerra es habitual y común, su perversión me perturba, así que voy a intentar explicar o analizar este comportamiento tan extraño.
En la cultura sadomasoquista las marcas producidas por el fervor del juego tienen mucha importancia, incluso son muy valoradas. Tienen un peso ritual y mucho poder. Principalmente cumplen los siguientes cometidos.
-Rememorar el juego: la visión en los días posteriores al juego, de las marcas de los azotes por ejemplo, parece tener un gran efecto de rememoración del momento, provocando su simple contemplación excitación sexual, llegando incluso a provocar el desahogo a través de la masturbación.
-Efecto trofeo: Al igual que una cazador se fotografía con la pieza abatida o se lleva la cornamenta a casa, como forma de demostrarle al mundo que lo hizo, que abatió la pieza. El masoquista contempla las marcas con el mismo deleite que el cazador la cabeza de ciervo en el salón. Lo hice y esto lo demuestra.
Efecto huida hacia el futuro, o anticipación: El masoquista a través de las marcas, avanza el próximo juego y se genera incertidumbre con respecto a él.
Un masoquista sexual que no quiera marcas, lo más seguro que sea una persona con una doble vida y como véis las marcas tienen dos factores muy importantes.
-Un factor demostrativo (pasó, lo hice, lo resistí, gocé)
-Un factor incertidumbre ( ¿volverá a pasar? ¿lo resistiré? ¿lo gozaré?).
La marca de unos azotes, es una especie de tatuaje efímero, pero también por su carácter perecedero, se puede dibujar continuamente, rectificar, recolorear…Un tatuaje lo haces una vez para toda la vida, unas marcas pueden ser casi continuas a la vez que diferentes.
Volviendo al tema del fenómeno de las chicas todas ellas muy jóvenes, que van enseñando sus muslos y nalgas marcados en las redes, me llamó también la atención mucho, una pancarta que portaba una chica veinteañera si llegaba, con iphone incrustado en la cintura del vaquero: «Dame con la porra hasta que me corra». Eso también me recuerda mucho al sadomasoquismo sexual, el masoquista sexual lejos de lo que mucha gente cree; un mero objeto pasivo, es sujeto activo y goza provocando su castigo, incitando a la autoridad a ejercer obtiene un gran goce. En el fondo el sadomasoquismo sexual es una burla a las convenciones sociales, a las estructuras de poder y a la ley. El masoquista al provocar su castigo y conseguir goce a través de el, está parodiando burlonamente la ley, la responsabilidad de acto vs consecuencia, goza de su castigo ergo se ríe de la autoridad, incluso durante el mismo se sigue burlando, incitando a golpear más fuerte y decir: «cuanto más me castigues, más gozo».
Para entender ese extraño comportamiento, ese exhibicionismo tan peculiar, he tenido que tirar de la perversión sadomasoquista sexual. En el masoquismo sexual el dolor y su constatación a través de la marca que lo demuestra no es el fin, es el camino o catalizador necesario para obtener el fin y el fin es el goce erótico, la excitación, la atención y la gratificación sexual (aunque esta última no es imprescindible, las anteriores si).
En estas chicas en cambio, todo parece indicar que el fin es el goce exhibicionista, el masoquista sexual contempla sus marcas frente al espejo, como mucho las comparte con su partenaire y solo en algunos casos, lo hace también dentro de su propia subcultura. Estas chicas, lo hacen en abierto a todo el mundo, sin filtros, el goce es ese, que todo el mundo vea su estigma, hay en ellas un odio ligado a la insatisfacción, odian a la policía representa, el orden, la ley, la estructura que quieren eliminar, pero a la vez necesitan de sus golpes para demostrar su odio y eso me da que pensar. Muy probablemente la cultura en exceso permisiva de la pedagogía moderna donde cualquier tipo de «exceso» de autoridad es susceptible de traumatizar, se haya cebado en mayor medida si cabe con las jóvenes y adolescentes de sexo femenino. Eliminar al padre o más bien castrarlo a través de leyes en exceso garantistas e intrusivas han provocado un grave deceso de disciplina en adolescentes y jóvenes, en los «machos» esa frustración a la falta de atención, la no enseñanza a tolerar la frustración es canalizada a través de la violencia hacia fuera o sea proyectada. En el caso de la mujer yo estoy convencido que ha sucedido lo contrario, la falta de disciplina, estructura y enseñanza a la tolerancia a la frustración a provocado una introyección la búsqueda de la violencia hacia dentro, hacia el propio sujeto, lo vemos cada día, dietas imposibles, ejercicio extremo, restricciones de todo tipo en pos de un ideal de feminidad que choca frontalmente con el socialmente impuesto con esa horrible palabra de «empoderamiento». Cuanto más «empoderada» se siente una joven inmadura, más necesidad de estructura, límites y atención.
Por eso exhiben su trofeo en las redes, esas marcas siempre en zonas y poses sensuales, no son una queja, son un goce, el goce de la estructura y la atención, aunque sea a golpes. Esas chicas en el fondo solo están proyectando hacia si mismas el odio que tienen dentro, el odio por no haber tenido estructura a través de la marca exhiben el odio tatuado en su propio cuerpo, a la vez que lo pervierten convirtiéndolo en goce. A menor patriarcado, a mayor castración de la figura del padre, más autodestrucción de la mujer.

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