Estamos asistiendo en Francia a un episodio que comenzó como una protesta por la subida de los carburantes y que nos recuerda a quienes lo vivimos a Mayo del 68, un movimiento sin líderes que traduce un descontento difuso al que poco a poco han ido añadiéndose otros alborotadores profesionales, al tiempo que en España la CDR (comités de defensa de la República) cortan carreteras y provocan asonadas de mayor o menor gravedad en distintos lugares. La pregunta que cabria hacerse es ésta: ¿Se trata del mismo fenómeno? ¿Es la violencia del país vecino similar a la violencia urbana que persiguen los llamados comités de defensa de la república catalana?
La respuesta es no.
Basta echar una ojeada al programa escrito sobre ese fondo del chaleco amarillo francés para caer en la cuenta que sus reivindicaciones bien podrían pasar por ser un programa de eso que en España llamamos extrema derecha, un programa que podrían firmar Vox en España o el frente Nacional de le Pen en Francia. Los chalecos amarillos responden a una lógica insurreccional derivada del agotamiento de amplias capas de la población machacada por el encarecimiento de la vida y que tienen en el automóvil su única oportunidad de vida, es por eso que los carburantes encendieron la mecha aunque el descontento es más amplio y difuso. Los comités CDR de la República son un grupo con líderes y con objetivos bien conocidos por todos.
Pero para entender las causas de los malestares sociales y encuadrarlos más eficientemente, es necesario que comentemos algo sobre el precio de la globalización, el precio que tiene para occidente. Para ello tomaremos como referencia el llamado trilema de Rodrick.
El trilema de Rodrick.-
El trilema de Rodrick o también llamado el trilema imposible, descrito en su libro, «La paradoja de la globalización» señala que es imposible conseguir al mismo tiempo, la globalización económica, la democracia política y la soberanía nacional. Las tres opciones simultáneas son incompatibles por lo que nos veremos obligados a escoger sólo dos de ellas.
Dice la wiki que «globalización» es un «proceso económico, tecnológico, político, social, empresarial y cultural a escala mundial que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por la sociedad, y que han abierto sus puertas a la revolución informática, llegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones nacionales e internacionales.
No está claro si este proceso tiene un fin claro, lo que es seguro es que de momento solo se ha llevado a cabo en dos cuestiones no baladíes; la circulación de capitales e Internet, es decir la disponibilidad inmediata y universal del conocimiento. También es cierto que ha favorecido la deslocalización de la producción de ciertos bienes y que ha contribuido a disminuir la pobreza de algunos países, pero lo que nadie dijo o advirtió es que tendría consecuencias nefastas en las economías mas fuertes del planeta. El paro ha sido la consecuencia de cierres patronales de empresas que han desplazado sus factorías a países donde la mano de obra y los costes empresariales son menores. La libre circulación de personas con permeabilización de las fronteras ha sido otra de las consecuencias de esta globalización con las secuelas conocidas por todos los occidentales, algo que ha venido en llamarse multiculturalidad, una forma de blanquear estas dificultades a veces insuperables que llamamos integración.
De manera que podemos decir con toda claridad que la globalización ha sido una buena idea para las elites financieras y también para ciertos países que han visto disminuir su pobreza consuetudinaria.
Volviendo al trilema de Rodrick, lo que este autor apunta es que es imposible aspirar a la globalización al tiempo que se mantiene la democracia o la soberanía nacional. De las tres hay que elegir a dos. Trump eligió la soberanía (junto a la democracia) y China optó por la globalización y la soberanía pero renunció a la democracia. La UE es un ensayo general de algo más complejo: de lo que se trata es de un experimento de supranacionalidad que necesariamente ha de sacrificar la soberanía de sus miembros en aras de esa entidad que llamamos Unión Europea.
El problema es que la Unión europea es en realidad una unión a la alemana en la que apenas caben los países latinos, Francia, Italia y España-Portugal no encajan bien en ese proyecto que parece pensado para sesudos alemanes y beatos calvinistas. Un proyecto donde los ricos han impuesto sus condiciones a los países del Sur, como ya vimos en Grecia y posteriormente hemos visto como los países de Europa del Este (Polonia, Austria, Hungría) se han sumado al descontento oponiéndose a la inmigración tanto como a la austeridad para llevar a cabo políticas fiscales globales. De manera que el proyecto de la UE, después de la salida de UK, parece hallarse en un impasse, donde el descontento parece haberse transformado en una opción política más, que ahora se articula en una serie de partidos que reciben la etiqueta despectiva de «ultraderecha», cuando en realidad son partidos que cuestionan esa cesión de soberanía a ese ente burócrata con sede en Bruselas.
Lo que estamos viendo en Francia es en realidad una insurrección contra Macron que es el representante de Rothschild en Francia, es decir el delegado de esas políticas globales que tanto gustan a las élites financieras. Se trata pues de una insurrección contra el precio -en este caso del gas-oil- que los franceses no quieren pagar a la globalización. «Demasiados impuestos» podría ser la soflama-consigna de los indignados franceses.
Nada que ver pues, esta movilización de «chalecos amarillos» con las CDR catalanas. A la UE no le gustan nada las reivindicaciones nacionalistas y no quieren saber nada de debates secesionistas, es por eso que Cataluña no tendrá nunca el visto bueno de la UE, al menos de esta UE. No es hora de abrir el melón de las nacionalidades ni del federalismo, eso ya vendrá si la UE es capaz de organizarse política, fiscal y militarmente. A la UE lo que le interesa sobre todo es preservar el statu quo de las políticas centradas. Es por eso que el centro tiene tanto éxito y todos los partidos pugnan por aparecer más radicalmente centrados, no importa si la cara es de Pedro Sanchez, de Rivera o de Casado, todos se ajustan bien a ese perfil. Todos cumplirían a la perfección con las políticas de apretarse el cinturón, de abrir las fronteras a los futuros habitantes de Europa (jornaleros sin ningún oficio conocido) y disminuir la población europea con las políticas de género.
Bueno, no todos, por que a Iglesias no lo quieren ver ni en pintura, si no es para domesticarle como hicieron con Tsipras. Pero así y todo Iglesias es menos peligroso que Abascal, al fin y al cabo nadie sabe si Podemos es o no es un partido globalista y está muy claro que Vox es un partido soberanista.
De manera que la guerra ya no es entre izquierda y derecha como muchos se empeñan en pensar sino entre globalistas-soberanistas por un lado y por totalitarios-demócratas por otro. Se trata de guerras solapadas que operan con máscaras: parecen responder a la lógica lineal izquierda-derecha pero en realidad son otra cosa. Los totalitarios serán capaces de cualquier cosa para aumentar la confusión y el caos, son en este sentido «pescadores en aguas turbias» que se aprovechan de la pelea entre los otros bandos.
Dos bandos que es donde se cuece en realidad la batalla que definirá el resultado final: la UE puede desaparecer, puede quedarse en lo que debió siempre ser, un mercado común o una refundación total que incluya a todos los países en igualdad.
Y no creo que sobreviva si no es capaz de asegurar esa igualdad.
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