¿Nos enriquece la diversidad cultural?

Diversidad-Cultural

Robert Putnam es un sociólogo y politólogo, profesor de la universidad de Harvard, especialista en temas de confianza social, actitudes cívicas y sobre todo acuñando un concepto, el de capital social, un concepto interesante que está muy relacionado con lo que nosotros llamamos «apoyo social» y que sabemos que tiene mucha relación con la evolución de ciertas enfermedades.

Entiende Putnam que capital social es:

Los beneficios colectivos o económicos derivados del trato preferencial y la cooperación entre individuos y grupos. Aunque las diferentes ciencias sociales enfatizan diferentes aspectos del capital social, tienden a compartir la idea central «que las redes sociales tienen un valor».Así como un destornillador (capital físico) o una formación universitaria (capital cultural o capital humano) pueden aumentar la productividad (tanto individual como colectiva), los contactos sociales afectan a la productividad y convivencia de las personas y los grupos. Así, el capital social de una sociedad en concreto, sería la capacidad de generar bienestar de forma coordinada con las personas que rodean a uno y forman parte de su comunidad, bien sea colaborando en procesos sociales (como la política u organismos caritativos o culturales) que tengan impactos positivos, o por la capacidad de respetar las zonas comunes, la propiedad, la integridad física, el respeto a tus semejantes derivadas de la confianza y la integración y cohesión del grupo social.

En su investigación de más de cinco años  Putnam, halló (a su pesar) que la inmigración y la diversidad étnica tenían un devastador efecto a corto y medio plazo, influenciando negativamente el Capital Social, el tejido asociativo, la confianza y vecindad que crean y sostienen las comunidades. La inmigración y la diversidad no solo reduce el Capital Social entre los distintos grupos étnicos, sino en el seno de los grupos mismos.Así, la confianza, incluso entre miembros de un mismo grupo étnico o raza es menor, el altruismo y la cooperación más escaso, e incluso el número de amistades y el tiempo que se pasa con ellas disminuye. Putnam declaraba que «a corto plazo, cuánto más diverso étnicamente es el barrio en que vives, más todos nosotros tendemos a agazaparnos, retirarnos de la vida social, y cuando digo todos, me refiero a todos nosotros».

Me refiero a los negros y los blancos,los asiáticos y los latinos, todos nosotros. A mayor diversidad étnica del grupo que nos rodea, en nuestro barrio, menos confíamos en nadie, incluyendo a las personas que se parecen a nosotros. Los blancos confían menos en los blancos y los negros confían menos en los negros, en entornos más diversos .El problema, no es tanto en sí el conflicto étnico, o relaciones raciales problemáticas, sino la desaparición de la confianza en sus vecinos en las instituciones públicas, el retiro de la vida social, y el aislamiento de los individuos. Las personas que viven en zonas étnicamente diversas:

  • Son menos propensos a tener confianza en el gobierno local.
  • Los líderes locales y los medios de comunicación local.tienen menor creencia en que pueden influir en la política se inscriben en menor proporción para votar, aunque tienen un mayor conocimiento general de los asuntos públicos.
  • Es menos probable que crean que otros colaborarán cuando sea necesaria la acción colectiva, colaborando asimismo ellos menos también.
  • Menos expectativa de cooperación con otros para resolver dilemas de acción colectiva (por ejemplo, el ahorro voluntario para aliviar la escasez de agua o energía por problemas en la distribución).
  • Disminuye el trabajo en proyectos comunitarios o voluntariado.
  • Tienen menos amigos cercanos.
  • Pasan más tiempo viendo la televisión, y reportan en mayor proporción estar de acuerdo con la frase: «la televisión es mi más importante forma de entretenimiento».
  • Reportan menos felicidad y una menor calidad de vida.

Putnam tomó en cuenta las dos escuelas de pensamiento dominantes en el estudio social de la diversidad étnica y racial: la hipótesis del «contacto» y la teoría del «conflicto». Bajo la hipótesis del «contacto», pasar más tiempo con gente de otros orígenes conduciría a una mayor comprensión y armonía entre los grupos (integración). Bajo la teoría del «conflicto», la proximidad produciría tensión y discordia. Aunque reconoce que la mayoría de estudios empíricos parecen favorecer como correcta en la mayoría de las ocasiones la teoría del «conflicto», expone que no solo en ambientes de gran diversidad tendemos a juntarnos aún más con «los nuestros» (sirvan como ejemplo los fenómenos de White flight, gentrificación y guetos), sino que, consistentemente según las observaciones, también disminuye el contacto incluso entre gente de la misma etnia.También descubrió que las comunidades con mayor diversidad tienden a ser más grandes, tener un mayor diferencial en los ingresos (más brecha entre ricos y pobres), mayores tasas de criminalidad, y que hay más movilidad entre sus habitantes (tienden a mudarse más), todo ello relacionado con la diversidad étnica más que con ningún otro factor, consistentemente en todas las comunidades estudiadas. Todos éstos factores por si mismos deprimen el Capital Social independientemente de cualquier impacto étnico que la diversidad pudiera tener; siendo otro factor más a sumar.Este patrón se repitió en las 41 localidades estudiadas, desde grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago, Houston y Boston a las pequeñas Yakimaen Washington, zonas rurales de Dakota del Sur, y de las montañas de West Virginia. En las diversas San Francisco y Los Angeles, alrededor del 30%de las personas dicen confíar mucho en sus vecinos. En comunidades étnicamente homogéneas en las Dakotas, la respuesta es del 70 al 80%.

Dicho de otra manera la diversidad tiene efectos devastadores en lo que Putnam ha llamado «capital social», que es un intangible de gran importancia en la cohesión o cooperación entre los grupos sociales.

Putnam que es un «progresista» se sintió muy afectado por la polémica que sus hallazgos iban a tener y por la misma cualidad de los mismos  opuestos a su manera de pensar la integración. Pero no tuvo mucho tiempo para preocuparse pues:

Incluso a día de hoy, la narrativa oficial de la Universidad de Harvard, incluyendo los muchos asesores políticos en la administración Obama (y anteriores), grandes figuras de los medios y altos funcionarios que estudiaron allí, y que influencian la opinión pública y las políticas sociales de mediomundo, hacen oídos sordos a sus propios hallazgos, y promueven la diversidad como algo positivo. O peor aún, lo hacen ocultando datos a sus colegas investigadores. El buenismo sigue ganando.

Los hallazgos de Putnam dispersos en distintos artículos pueden consultarse en esta web

El blanqueamiento del mal

baudrillard

¿Y si toda la publicidad fuera la apología no de un producto, sino de la propia publicidad? ¿Y si la información no remitiera a un acontecimiento, sino a la promoción de la propia información como acontecimiento? ¿Y si la comunicación no remitiera a un mensaje, sino a la promoción de la propia comunicación como mito.

 

Todo el discurso posmoderno de la diferencia, de la alteridad radical, del respeto al Otro y de la inclusión serían así una forma de desactivar a esa misma alteridad.

Jean Baudrillard.

Para conocer en profundidad los fenómenos extremos es bueno leer a Baudrillard, sobre todo este ensayo sobre «La transparencia del mal» y que dejo aqui en pdf para el que lo quiera leer.

De este libro he tomado la idea principal para ilustrar algunos fenómenos del atentado yihadista de ayer en Barcelona y Cambrils que me parecieron novedades sobre todo en la semántica de las redes, lo que Baudrillard ha llamado «hiperespacio» ese lugar donde suceden cosas que no son eventos. La idea siendo breves seria esta:  «Baudrillard dice que estamos ante una transición de fase en la cual el Mal es innombrable. Ya no es el Mal que Nietzsche rescató del olvido, ese mal del derrotado, del perdedor, ya no es tampoco el Mal sustantivado del judeocristianismo y la Ilustración. El nuevo Mal sería el Mal de los fenómenos extremos, de los fenómenos que desestabilizan el funcionamiento del sistema. Algo es malo porque es disruptivo. Algo es malo cuando rebasa nuestro fetichismo institucional. Algo es malo cuando la superficie se fractura» .

En el atentado de ayer hubo al menos dos novedades: los terroristas no acabaron suicidados, sino detenidos o abatidos por la policía, la siguiente novedad fue una campaña destinada a desincentivar las imágenes del terror. Twitter ayer ardió de mensajes donde la propia Guardia civil y la policía advertían de que tomar fotografías o vídeos del escenario del crimen representaba un peligro para la propia investigación policial, inmediatamente hubo otros agentes que se dedicaron a disuadir al resto de tuiteros de que «por respeto a las victimas» era mejor no distribuir imágenes del atropello, de los heridos y de los cadáveres que poblaban la acera. Así y todo no solo los tuiteros sino los medios de comunicación «amarillistas» en opinión de algunos hicieron caso omiso a las recomendaciones y hasta en televisión hemos visto vídeos de muertos sobre la calzada, incluyendo niños.

Personalmente nunca me he dedicado a distribuir vídeos ni fotografías que pudieran herir al buen gusto de nadie, de modo que me dediqué a explorar qué opinan sobre este asunto otras personas con criterio. Es verdad lo que dice Baudrillard, pues ¿de qué sirve un atentando terrorista que no salga por TV? Si nadie se entera de qué pasó, si nadie puede estremecerse, asquearse o -como dicen algunos- estimular su morbo el atentado carece de fundamento. Se atenta en una ciudad concreta, nótese que no se atenta en Badajoz o en Soria, llena de público, con medios de comunicación alrededor y con una gran resonancia mediática. Se atenta para salir en los medios, del mismo modo que algunos youtubers graban sus hazañas para medrar.

Baudrillard apunta a la manera en la cual vivimos el pasado cual futuro, en nuestros ideales, en nuestros diagnósticos, en nuestras estrategias mismas de lucha: no queremos reconocer que muchos de los referentes están perdidos, refutados o desacreditados. Habitamos en una crisis de significación. La información es autoreferencial y la publicidad es un simulacro que anuncia productos chatarra. Pero la misma política se volvió un simulacro, y la denuncia de esa política funciona de manera análoga. Baudrillard anticipó la miseria, no sólo de la prensa, sino de las redes sociales que critican la construcción mediática pero que despliegan el mismo estilo de argumentación en su construcción de héroes, villanos y senderos de lucha.

El problema es tratar  al pasado cual futuro y de ahí que el comunismo-populismo haya vuelto con fuerza. El problema de ver a los ismos estéticos como si todavía fueran vanguardia. El problema de seguir pensando en los viejos ideales comunistas, socialistas y feministas como si el siglo XX no hubieran pasado. La invitación al quietismo indiferente retorna reforzada. Baudrillard nos habla de esta situación post-orgiástica en la que vivimos los fracasos de esos humanismos y tenemos, empero, que pretender que no fracasaron. Tenemos que vivirlos como si no fueran un pasado sino como si apuntaran aún al futuro.

Pero si estos humanismos trasnochados vuelven después de haber demostrado su fracaso es porque no fue publicitada adecuadamente su barbarie. Y este es el argumento que utilizan otros, quizá los reaccionarios para dejar por escrito que:

¿Cuantas películas de nazis has visto en tu vida? ¿hay alguién que no conozca a través de documentales o del cine la barbarie nazi?¿Por que no sabemos nada de las matanzas de Stalin, los jemeres rojos o de Mao? ¿Por qué no se han hecho películas sobre las matanzas de los milicianos durante la II Republica española a pesar de tener al cine subvencionado por el Estado? ¿Qué pasó realmente en los Gulags? ¿Y sobre el genocidio armenio?

No cabe duda de que el Mal se ha blanqueado más en un sentido que en otro, los crímenes comunistas y de la izquierda en general no resultan tan obvios para la población en general y lo cierto es que no se han publicitado lo suficiente. Aun hoy los crímenes yihadistas cuentan con una comprensión general que para sí desearía cualquier dictador ya fallecido como Franco, que continuamente es rescatado de la historia para volver a ponerle sobre el tapete en un estúpido  recuento de muertos. ¿Quien mató más Hitler o Stalin?

Ninguna estadística vendrá a cambiar la opinión de toda una generación de jóvenes educados en la idea repetida hasta el paroxismo de que los malos son necesariamente unos y los buenos (Che Guevara, Castro, Maduro) otros. Todo depende de la propaganda. Nuestros conciudadanos creen que Trump es el mal y sin embargo nadie que yo sepa critica al coreano del norte que nos amenaza con un conflicto nuclear nada menos.

De manera que yo me manifiesto a favor de la publicidad de los muertos por el terrorismo yihadista, pues es la única manera de que aquellos que no tienen criterio se formen uno, al menos icónico y que recuerden que también mueren niños inocentes aunque sea en la Rambla de Barcelona.

Baudrillard tiene razón cuando afirma que hay una crisis de significación. Los jóvenes más comprometidos de hoy parecen ver y no ver las dimensiones mediáticas de la política y la economía, de los medios y las instituciones.

Ven eso y creen que ven al mal en su transparencia. Es un otro que camina, que tiene nombre y que puede ser identificado; hay veces que es persona, otras tantas es sistema o casta. Convocan a exorcizar a ese Mal, mayusculado. Pero parecen no darse cuenta de que ellos están entrampados en esa misma crisis de significación. Invocan para sí una legitimidad que ya no descansa siquiera en un formalismo democrático sino en la fantasía de la simulación de un compromiso ante un todo social que también es una simulación.

Esos mismos jóvenes de hoy están atrapados entre un diagnóstico ultra crítico y ultra cínico que exhibe la brutalidad kantiano-sadeana del Estado, por un lado, y una estrategia de lucha que presupone olvidar los fracasos del pasado. Parecen estar al tanto de ese infierno de lo mismo que despedaza toda diferencia. Están al tanto de la crisis de una legitimidad que ya no puede anclarse en las democracias formales cuando éstas son cómplices de la Razón de Estado qua Violencia de Estado. Los jóvenes de hoy están atrapados entre ese diagnóstico y una pronostico que apunta a un futuro como repetición del pasado. Es por eso que etiquetas como «fascismo», «nazi», «franquismo» «machismo» tienen tanto éxito en las redes y en las diatribas cínicas de la red. Los ingenuos no ven que esas etiquetas están muertas y no significan nada y lo peor: ellos tampoco tienen ninguna buena nueva que anunciar. (tomado de esta web)

Siguen pensando en La Revolución de un proletariado que Baudrillard ha declarado muerto. La masa no es el proletariado. No ya porque esté ideologizada o alineada y, por tanto, alejada de su conciencia de clase, la masa no es el proletariado porque jamás estuvo ideologizada y además porque el proletariado ya no existe, simplemente nos lo hicieron creer los marxistas. Nos entrampó en un simulacro de su propia teoría.

Y lo que queda son las buenas intenciones, el buenismo como nuevo ídolo al que adorar, la putrefacción de instinto de conservación y el entreguismo histerico de toda una civilización.

Pero no me gustaría despedir este post sin decir mi opinión sobre ese fenómeno extremo que conocemos con el nombre de terrorismo islámico. Personalmente creo que estos ataques no tendrán ningún efecto en los Estados europeos, solo podrán alcanzar a hacernos cosquillas. No habrá nazis ni xenofobos saliendo por las noches con cuchillos largos, ni habrá reacción contrafóbica de las clases medias contra las mezquitas. Hay demasiada indiferencia y bienestar en nuestra vidas. El islamismo se impondrá por la demografía no por el terror, pues toda ideología precisa de un extremo radical que haga bueno al moderado.

Y el plan de la islamización de Europa vendrá no por el terrorismo sino por la moderación de los que hoy callan.

La masculinidad tóxica

“No dejes que te engañe tu cerebro, Kev, con todos esos exámenes que no te dejan ver la realidad. Solo hay una diferencia entre tú y yo: Yo lo quiero y voy a por ello, tú lo quieres y no vas a por ello”
“Estás asustado Kev, tienes miedo. Tienes miedo de todo, lo veo en tus ojos. Miedo de las consecuencias. Miedo de que te cojan. Miedo de lo que pensarán. Miedo de lo que te harán cuando vengan a llamar a tu puerta. Tienes miedo de mí”
“Mírate. Tienes razón, tú estás fuera y yo estoy aquí dentro. Pero…¿quién es libre, Kev? Libre de verdad, quiero decir. ¿Tú o yo? Piensa en ello esta noche. ¿Dónde están los barrotes de verdad Kev? ¿Ahí afuera ?( señala la ventana). ¿O aquí dentro? ( y se toca la sien). (De la entrevista a un psicópata, Kevin Dutton).

Aquellos que hayaís leído este libro de Dutton ya sabreís como piensan los psicópatas y también habreís comprobado sus habilidades para conseguir lo que desean, dado que apenas tienen emociones y carecen de empatía caliente son capaces de cualquier cosa. Carecen de inhibiciones morales o sociales y solo se mueven a expensas del principio del placer. Pero no todo es negativo en ellos, hay algunas características de su personalidad que les hacen deseables como compañeros. Imaginaros en guerra con un psicópata como compañero en una trinchera. Aquí en este post hablé precisamente de ciertas dimensiones de su personalidad que son ideales para tiempos de guerra por su escasa reactividad al miedo.

No cabe duda de que existen formas extremas de la masculinidad y también de la feminidad que son tóxicas. Los psicópatas descritos por Dutton son una buena parte de ellos, sin embargo no todos los varones ni las mujeres tóxicas son psicópatas. Estos solo representan los extremos de las alas donde se dispersan los casos más graves o supertóxicos.

Existe en nuestro entorno una proliferación de escritos sobre esta patología extrema, vídeos en youtube donde abordan todos estos supuestos en clave de narcisismo y algunos otros bienintencionados que suelen titularse de este modo ¿Cómo detectar la toxicidad de tu pareja? y cosas así.

Este post viene inspirado por la lectura de otro post de Justin Murphy y traducido por Cultura 3.0 y que se titula “Feminismo y masculinidad supertóxica“. Murphy plantea en su articulo un tema muy interesante sobre todos los demás: que la proliferación de masculinidades supertóxicas procede del hecho de que los varones normales han sido domesticados dejándoles el campo expedito a los más tóxicos de ellos.

Basándose en dos personajes como Mc Affe o Trump, Murphy plantea que:

La hipótesis que quisiera proponer es que esta domesticación social de las tendencias masculinas ha hecho que nuestra sociedad sea más vulnerable a los raros casos de hombres que escapan al filtro del oprobio social. La vida de John McAfee es un caso de estudio de este problema. ¿Por qué la pacificación social de la que una vez fue una masculinidad moderada y popular empodera las formas virulentas de masculinidad violenta? Muchos izquierdistas creen que pacificando a la gran masa de hombres se conseguirá hacer variar toda la distribución de la conducta masculina, bajando el listón de lo malo que pueden llegar a ser los peores hombres. Diría que este es el modelo mental dominante en la mayoría de los guerreros por la justicia social, porque es la imagen básica que procede de la educación en las artes liberales de hoy.

El problema es que cuando la base de la expresión de dominio masculino se mantiene por debajo de su tendencia orgánica, definida simplemente cómo lo que los hombres harían en ausencia de campañas culturales que se lo impidan, esto hace que se incrementen las ganancias potenciales de aquellos que se atreven a ejercerlo, puesto que hay más recursos para dominar precisamente en la medida en que hay menos hombres para contestarles. Esto no sólo hace que aumenten las recompensas disponibles, sino que disminuye el riesgo de competir por ellas, en la medida en que hay menos ocasiones de ser derrotado por un macho igualmente agresivo, o incluso de encontrarse con competición costosa, en comparación con la que existiría en un mundo con muchos excesos masculinos locales, pero de carácter menor. También podríamos aducir un efecto de “vigilante oxidado”: A través de la domesticación de los hombres a lo largo del tiempo, la mayoría de la gente se vuelve olvidadiza con respecto a lo que los hombres genuinamente peligrosos son capaces de hacer, disminuyendo la probabilidad o la velocidad con la que los machos domesticados podrían despertar de su letargo.

¿Quién es más machista? ¿Este hombre?

 

Esta idea es profundamente evolucionista y creo que es verosímil si tenemos en cuenta el proceso de domesticación que ha sobrellevado la especie humana y más profundamente el sexo masculino. La domesticación es una hipótesis de Wrangham de la que hablé aquí y que viene a explicar que en nuestra especie la docilidad ha sido seleccionada positivamente por la selección en este caso sexual. Habrían sido las mujeres las que hubieran presionado selectivamente para disminuir la agresividad masculina y las sociedades en su conjunto a través de lo que Frost ha llamado “pacificación genética”. Muy resumidamente significa que dado que la agresividad y otros rasgos de la personalidad relacionados con el crimen tienen un componente genético y hereditario, y que el Estado ha ejecutado/encarcelado sistemáticamente a los elementos más proclives al crimen durante siglos, (perjudicando así a su éxito reproductivo), ha habido un proceso de “pacificación genética” por el que los humanos hoy somos menos violentos. No cabe ninguna duda de que la agresividad tiene un origen genético, el más conocido es el alelo del gen MAO A. aunque es muy probable que no sea el único gen implicado en las conductas violentas.

¿O éste?

 

Si la teoría de Murphy fuera cierta explicaría porque Trump nos parece mas machista que Trudeau o que Macron. La clave es que unos parecen más machistas que otros que simplemente lo disimulan, es decir disimulan sus deseos de dominio. Si atribuimos la agresividad a la testosterona resulta difícil entender que las motivaciones de Trump sean distintas a las de Trudeau o Macron. Todos ellos son machos alfa, fascinados por el poder, motivados para la competitividad, la poliginia y el dinero , los valores de todas las masculinidades tanto las normales como las tóxicas y sin embargo Trump nos parece el más “machista de todos ellos” aunque probablemente lo es o al menos lo exhibe públicamente quizá para romper este estereotipo.

Pero el problema tal y como lo plantea Murphy no es construir una escala de machismo sino ¿quien se les enfrentará? Efectivamente, solo un hombre puede enfrentar a otro hombre pues la masculinidad no nos viene de serie sino que se legitima por parte del grupo de hombres que constituyen el grupo social en que nos desenvolvemos. Muchos de estos hombres extremos suelen dedicarse a las finanzas, pues el dinero es el refugio de hombres tóxicos que sustituyen el poder político por el poder del dinero. Trump en este sentido es un caso inédito pues la mayor parte de los políticos actuales se desenvuelven en sociedades matrifocales donde el gusto por los hombres tipo Johnny Depp es superior a los biotipos John Wayne o Kirk Douglas que parecen haber perdido gran parte de su atractivo potencial. Clint Eastwood es una excepción pero se trata de un modelo en extinción. Para tener éxito político un varón de estas características ha de disimular y aparecer como un personaje grácil que defienda los intereses de los lobbyes feministas y que no de demasiado miedo.

Y este es el problema según defiende Murphy. Aquellos hombres que se les podrían enfrentar no están por la labor de hacerlo al haber sido domesticados hasta el paroxismo.

Solo un hombre puede darle miedo a otro hombre y mantenerlo a raya.

Bibliografia.-

El cerebro domesticado