Baby boom es el concepto informal con el que se conoce a los que nacimos en la década entre 1947 y 1957 aproximadamente, es decir a la explosión de nacimientos que hubo después de la segunda guerra mundial. Aquellos que alcanzamos la mayoría de edad hacia 1968 coincidiendo con la revolución de mayo de aquel año y que también se conoce como la generación del 68.
Desde entonces no ha habido en Europa otro baby boom y la demografia no ha hecho sino descender.Este post es un homenaje a todos los babyboomers que hoy ya son, somos jubilados.
En un post anterior ya hablé de las características de personalidad de esta generación pero me gustaría volver ahora sobre qué significaba la libertad para nosotros comparándola con el vacío que hoy podemos observar en la generaciones que nos sucedieron, más amplificadas si cabe con esa otra que ha venido en llamarse millenials.
Ken Wilber describió la patología de nuestra generación, esa que inventó o reeditó el narcisismo, le llamó boomeritis a esta especie de infección memética:
Para Wilber la “boomeritis” es el principal obstáculo para alcanzar el pensamiento de segundo nivel, es decir aquel estado de expansión de la conciencia -una expansión que se realiza en espiral- según la teoría de la “dinámica espiral” propiciada por Clare Graves que representaría el alcanzar un estado tal de elevación que superara las contradicciones y antagonismos propios del pensamiento egocéntrico que caracterizaría el primer nivel.
Pero la boomeritis no aqueja solamente a mi generación porque el narcisismo-egocentrismo es desde el punto de vista evolutivo muy potente: representa algo asi como el muy adaptativo “sálvese quien pueda” que seguramente ha producido grandes servicios a nuestra especie. Despegar de él no es cosa fácil sobre todo en un mundo donde el lucro y los rendimientos personales seguidos de premio o de recompensa son los ídolos en los que creen la mayor parte de la población infectada.
Sin contar con el hecho psicológico de que primero tenemos que diferenciarnos para más tarde integrarnos. Muchos de mi generación lograron el primer objetivo pero no el segundo, debe ser por eso que la mayoria de mi generación terminó apuntándose al PSOE.
Nosotros entendíamos la libertad como una forma de librarnos de las coerciones que procedían tanto de nuestros padres, como de la religión y en menor medida del Estado. Eran los padres los que nos prohibían, los que nos exigían, los que nos mantenían bien atados a la costumbre. Liberarnos de esa coerción paterna era para nosotros la libertad. Vale la pena detenerse un momento sobre esta cuestión. En aquella época los padres no nos dejaban hacer casi nada, ni viajar, ni salir de noche, ni por supuesto beber alcohol. Solo podíamos estudiar y ejercitar algún deporte, las salidas estaban contabilizadas y vigiladas, la hora de vuelta a casa era sagrada y no había lugar para la transgresión. La situación de las chicas era aun peor, condenadas a una castidad perpetua que se prolongaba en la nuestra y a una invisibilidad manifiesta. Las transgresoras eran vistas como chabacanas, flojas, y fáciles: eran así estigmatizadas y sacadas a empujones de la socialización bien entendida.
Fue en el 68 en Paris donde tuvo lugar la ruptura con el padre, el mundo no volvió a ser el mismo, fue en las barricadas donde tuvimos nuestras primeras experiencias sexuales completas con aquellas heroínas hegelianas más bien enloquecidas que buscaban la playa bajo los adoquines. Alcanzamos esa libertad que añorábamos de forma paulatina, la píldora antibaby salió en nuestra ayuda y la minifalda puso el resto. Lo que queríamos era follar y follar sin compromiso, y follar con todas no con la amiga de turno, algunos lo consiguieron sobre todo los alfa del movimiento, esos que se colocaron en algún sitio gubernamental y que la nómina amordazó.
Beatles y la psicodelia, Rolling Stones, Kinks, Erick Clapton y sus bandas, Steve Winwood, The Who, King Crimson, Yes, era la música que oíamos, la mejor música que se ha hecho en todas las épocas apareció en esa generación mal follada, no es de extrañar. Freud habló de sublimación, ese mecanismo que convierte la pulsión sexual en obra de arte y si a eso le juntamos el trauma generacional que supuso la guerra con embazadas solteras o viudas ya tenemos el cóctel necesario para entender ese fenómeno de explosión de talentos. Y Freud era la lectura de cabecera de mi generación como Poe, Lovecraft, Brabdury, Desmond Morris o Marcuse con aquel ensayo «Eros y civilización» tan freudiano que venia a enfrentar definitivamente la satisfacción erótica con el orden civilizatorio. La creencia en el buen salvaje fue la consecuencia de aquellas lecturas: regresar a la naturaleza era la mejor forma de escapar de las coerciones culturales, esa fue la elección de los que entonces llamábamos hippyes o «progres», unos personajes que Houellebecq describe tan bien en sus novelas
Pero todo tiene su parte trágica, y esta ganancia de libertad basada en lo sexual tuvo consecuencias imprevisibles en el imaginario humano: la principal consecuencia es la atomización de lo imaginario. Ahora tenemos libertad, al menos aquella libertad que soñábamos pero las cosas parecen haber ido a peor.
La revolución sexual trajo algunos efectos adversos:
El término revolución sexual se refiere a una serie de profundos cambios sociales que implicaron a las actitudes, expectativas, relaciones entre los sexos y costumbres realizadas en la mayor parte del mundo occidental en la década de 1960-1970 y que se superpone a ciertos movimientos conocidos como contracultura (el movimiento hippie) asi como a movimientos políticos relacionados con la revolución del Mayo de 1968 llevada a cabo sobre todo en Paris, una revolución contra el padre o la autoridad según algunos autores. La guerra de Vietnam, el consumo de drogas, la aparición del feminismo y el amor libre ocupan el trasfondo de este movimiento que efectivamente cambió el mundo, pero no en el sentido que esperábamos.
Sin embargo el movimiento que conocemos como revolución sexual tuvo una causa y dos efectos que pueden estudiarse juntos como movilizadores de la sociedad, son estos tres:
- La contracepción.
- La incorporación de la mujer al mundo del trabajo.
- La fragmentación de la familia extensa y la emancipación de la nuclear.
La contracepción es la tecnología que permitió a las mujeres elegir el momento, el cómo, con quién y cuando quedar embarazadas, mientras se multiplicaban los contactos sexuales previos al matrimonio o al compromiso reproductivo, dicho de otro modo, la contracepción es la que permitió multiplicar los contactos sexuales sin el peaje del embarazo que hasta los años 60 era la regla.
El paso al compromiso reproductivo sufrió un enorme retraso lo que dio lugar a un descenso de la natalidad que hoy consideramos en algunos paises ya más que preocupante al tiempo que se introdujeron -paradójicamente- también otras libertades como la del aborto libre o casi libre que en toda Europa se ha consagrado como un principio de derechos femeninos elementales. Lo cierto es que al menos resulta contradictorio que en entornos de libertad y accesibilidad universal de contracepción hayan aumentado los abortos debidos a embarazos no deseados. Llamo la atención del lector sobre esta primera contradicción. No parece pues que la libertad contraceptiva haya llegado a todas las mujeres o bien que la contracepción por sí misma ha generado un efecto contrario al que se esperaba, embarazos no deseados.
Lo asimétrico de la contracepción es que se deja al control de la mujer la descendencia de los hombres, como veremos más abajo esta hegemonía femenina en cuanto a la voluntariedad de tener o no hijos y con quién tiene secuelas sociales.
Por otra parte la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, no hubiera sido posible en una sociedad tradicional, fuere agricola o industrial, sencillamente en un mundo sin anticonceptivos la mujer no hubiera podido incorporarse de un modo tan generalizado no ya a los trabajos más devaluados o manuales sino a las carreras y estudios complejos que exigen mucha más postergación en la edad de tener el primer hijo. Naturalmente la familia se resintió, con independencia de aquellas mujeres que supieron acumular o retener apoyos familiares suficientes para ayudar en la crianza de los hijos, lo cierto es que la mayor parte de los hogares donde la mujer trabaja fuera de casa tienen unos estandares de vida mucho peores en tanto a presencia y calidad, cuidados de los niños y tiempo dedicado a sus miembros.
Pero lo más paradójico de esta incorporación de la mujer al mundo del trabajo y por tanto de la autosuficiencia económica es que ha dado a los hombres más oportunidades para financiarse una segunda esposa al abaratar -por asi decir- el despido.
La revolución sexual no tuvo los efectos que pretendíamos los jóvenes de entonces sino -tal y como podemos observar hoy- una fragmentación de las formas de vida que coexisten con bolsas de soledad, familas desestructuradas, anomia social, patología mental y sobre todo, otra cuestión que llama la atención: hogares monoparentales presididos por mujeres que viven solas, que tienen hijos a su cargo y con la ausencia de la figura paterna aunque esta vez no se trata de desaparecidos en combate. Y una consecuencia mas dramática y peligrosa: la disminución de la natalidad.
Me propuse llevar a cabo un pequeño estudio sobre mi entorno inmediato, para ello usé la finca donde vivo y aunque ya sé que esta forma de proceder carece de rigor estadístico, me permitió al menos pensar en algo que nunca antes había pensado. ¿Cuantas personas viven solas con o sin hijos en mi entorno más cercano?
De un total de 28 hogares esta es la distribución:
1.- Parejas con o sin hijos 16 hogares, el 57,1 %.
2.-Mujeres solas con o sin hijos 8 hogares, el 28,57%.
3.-Hombres solos, con o sin hijos, 4 hogares, el 14,28%
Lo importante es señalar que más de la mitad de los hogares (la mayoria) sigue mostrando la configuración tradicional, pero están emergiendo hogares de mujeres solas (y excluyo a las viudas) que tienen hijos a su cargo y trabajan fuera de casa. Por último la causa más importante de soledad entre estas mujeres es el divorcio, se trata sobre todo de mujeres separadas.
Con respecto a los hombres todos los que aparecen en la muestra son divorciados.
Dicho de otro modo: el divorcio parece ser -por encima de la viudedad- la causa más importante de vivir solos, tanto en hombres como en mujeres, aunque la frecuencia de “divorciados” parece ser más significativa en hombres.
Cad o dad.-
“Cad” y “dad” es la forma de llamar en inglés a dos estrategias sexuales de apareamiento en humanos y que implican tanto a los hombres como a las mujeres. “Dad” en inglés significa “papá” de modo que la estrategia “papá” representa el emparejamiento monógamo tradicional (biparental), mientras que la estrategia “cad” viene a referirse a la promiscuidad sexual, con o sin compromisos reproductivos tanto en hombres como en mujeres.
De manera que podemos decir que las sociedades avanzadas, occidentales y opulentas, donde los controles sociales acerca de la sexualidad son débiles son estrategias “cad”, mientras que las sociedades tradicionales con cerrazón sexual, ordenadas y pulcras representan estrategias “dad”.
Vamos ahora a obervar un fenómeno concreto: la tasa reproductiva de hombres y mujeres en una sociedad u otra. Es sabido que desde el punto de vista evolutivo las mujeres en todos los tiempos se reproducen más que los hombres (el éxito reproductivo de las mujeres es superior al de los hombres), Baumeister (2007) ha publicado ciertos porcentajes abrumadores a este respecto, pero lo que interesa señalar es que el éxito reproductivo de las mujeres es el doble que el de los hombres, pero ahora vamos a ver las consecuencias sobre esta variable respecto a las sociedades “cad” y “dad”.
Dicho de otra manera: a mi generación se le fue el asunto de las manos.
Buscar playas donde no las hay es mal asunto. Y la verdad es que la sexualidad es mejor que esté regulada si queremos que sea igualitaria.
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