El escarabajo de Wittgenstein

De lo que no podemos hablar mejor callar (Wittgenstein)

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Ludwig Wittgenstein fue un filósofo cuya especialidad -la filosofía del lenguaje- es de un interés notable para los que como yo estamos interesados en los temas de la conciencia y de la mente humana.

Se trata de un autor muy difícil y tan complejo que es complicado elaborar un post sobre él de manera que me ceñiré en esta ocasión a uno de sus más famosos dilemas filosóficos, el conocido como «escarabajo de Wittgenstein».

«Imagina que al nacer te dan una caja con un escarabajo dentro. Se trata de un objeto muy valioso y extremadamente personal, tanto, que nadie puede ver el interior de la caja salvo uno mismo. De este modo, no existe una forma objetiva de confirmar que todas las cajas contengan lo mismo. En el mejor de los casos podrían contener un escarabajo de verdad, pero nada garantiza al cien por cien que en lugar del escarabajo no haya otros insectos, como una hormiga o una araña, o que incluso no haya nada, eso sí, sea lo que sea, siempre se considerará bajo el término de «escarabajo».

«Supongamos que la descripción del «escarabajo» se establece teniendo en cuenta solo el que guardamos en nuestra caja, ya que no podemos ver el resto. De ser así, la definición de lo que es un escarabajo cambiaría continuamente, dependiendo de cada persona. Es más, cuando uso la palabra «escarabajo», ¿a cuál de ellos me estoy refiriendo? Sin duda al mío, pero no hay forma posible de saber si al del resto. Es por eso que, según Wittgenstein, para la construcción de la palabra y del concepto «escarabajo» lo que hay dentro de cada caja particular es irrelevante. La palabra bien podría acabar significando, sin más, esa cosa que está en la caja de cada persona».

Aqui hay un video sobre este mismo dilema (en inglés):

Este dilema nos lleva a algo de interés en nuestro conocimiento de la conciencia humana. En lugar de escarabajos vamos a pensar en el tema del dolor. Como sabemos no existe ningún aparato que pueda medir el dolor que siente una persona, si bien existen algunos métodos de aproximación: uno es bastante tosco y se llama empatía, podemos saber algo del dolor ajeno si coincide con algún tipo de dolor que nosotros hayamos experimentado antes, o bien si existen pruebas palpables y objetivas de dolor (una facies expresiva), una conducta de irritación, de enfermedad, victimista o bien una conducta de inquietud. es así como los médicos podemos diagnosticar un cólico de riñón por ejemplo. No hace falta haber sufrido antes un cólico para saber que estamos delante de un cólico. Hay pruebas objetivas siempre que las podamos relacionar con lo que nuestros enfermos nos cuentan. Pero lo cierto es que no hay manera de saber si el escarabajo que tiene el paciente en su cabeza (el dolor) es el dolor que nosotros identificamos como cólico de riñón.

De manera que cuando un paciente nos habla de su dolor, no hay manera de saber si ese escarabajo es el mismo que el mío, aunque la palabra «dolor» sea común para todos aquellos que compartimos un mismo idioma. Sin embargo el paciente con dolor no puede referirse sino al dolor que él mismo siente y que consensuadamente aceptamos como un universal, un escarabajo compartido.

Pero el escarabajo puede sufrir muchas metamorfosis en el interior de la caja.

Lo cual nos lleva a un nivel distinto. ¿Son los estados mentales algo autónomo de cada mente o son consensos que tomamos como referentes?

Para Wittgenstein, no existe tal cosa como un lenguaje privado. El lenguaje que utilizamos para comunicar sensaciones subjetivas de nuestro mundo privado ‒por ejemplo, del dolor‒ es un lenguaje formado en el ámbito de lo social. Una idea, la del lenguaje como un arte social, sobre la que años después volvería Quine en su ensayo «La relatividad ontológica», Daniel Dennett, iría todavía más lejos al afirmar en «La conciencia explicada» que una experiencia interior solo puede comprenderse como un acto social porque solo existe en tanto en cuanto es comunicable.

Dennet y los trucos de la mente en TED:

Cuando yo era adolescente ya andaba preocupado por este dilema aun sin saber qué ya Wittgenstein se había ocupado de él. Me preguntaba -cuando escuchaba alguna composición musical, de esas que nos conmueven- si mis compañeros de escucha sentirían lo mismo. Alguna vez les pregunté, ¿Tu oyes lo mismo que yo? ¿Por qué te gusta esto? Naturalmente mis compinches no me daban nunca la clave y lo mismo hubiera sucedido si ellos me hubieran preguntado a mi.

Hay algo en el otro que es inaccesible.

Pero a veces mi escarabajo y el escarabajo de otra persona coincidían y entonces ambos nos conmovíamos o dicho de otra manera: parecía «como si» sintiéramos lo mismo. El problema es que no hay manera de comprobar este dato. Todo pareciera suceder como si, sintiéramos lo mismo. Y hablábamos del escarabajo, dando por supuesto que era el mismo escarabajo.

Pero no lo es. Y no lo es porque «el escarabajo» en realidad es un consenso social y además porque de parecerse en algo, el escarabajo de cada cual va cambiando con el tiempo, haciendo su propia metamorfosis y lo hace a través de dos mecanismos: la propia memoria del escarabajo de cada cual y a través de su interacción del medio ambiente. De tal forma que después de haber oido esa composición que tanto nos agradaba a ambos, el escarabajo cambiaba de forma.

Pero no de nombre.

 

 

La conciencia explicada. Daniel Dennett