Seguramente eras aun muy joven cuando Fernando Tola hacía aquel programa en clave de humor y algo provocador que llevaba el titulo de este post. En aquel entonces y recién inaugurada la democracia todos nosotros teníamos una agenda secreta para el caso de que «los nuestros» se alzaran con el poder y pudiéramos, al fin aplicar nuestro programa de cambio. Más tarde comprendimos que los nuestros no existían.
Pues todos tenemos programas de cambio político e incluso de una alineación en el caso del fútbol. Todos.
Y esa es la función de los líderes : tener una alineación, tener un programa, tener las agallas de llevarlo a cabo y acertar, es decir sintonizar con la mayoría.
Y eso es lo más complicado porque ¿qué es la mayoría?
La mayoría es un concepto que cambia mucho según quien lo nombre, es por eso que puestos a abstraer, lo mejor es preguntarse cómo somos los españoles. Ningún politólogo te lo dirá, porque ninguno de ellos representa a la mayoría, en realidad ni tu mismo la representas, nadie la representa porque la mayoría es algo oscuro, como el inconsciente que sólo se manifiesta en situaciones de malestar pero de tal manera que tampoco los malestares advertidos nos llevan linealmente a la enfermedad principal, pues hay muchos síntomas que emborronan a los deseos de la mayoría. Hay mucho ruido.
Los españoles somos «liberal progresistas», por decirlo en términos comprensibles para ti que eres un político, de centro pero tirando un poco a esa izquierda que no se mete con la cartera. No somos definitivamente ni de izquierdas ni de derechas y es por eso que los partidos comunistas o derechones con amplia carga integrista tienen poco que hacer en este país.
Y para que entiendas mejor esta posición política de los españoles en general te voy a poner un caso de referencia, un país al que llamaremos «America» para entendernos. En aquel país el modelo en el que la gente cree es bastante diferente del nuestro, bien conocido como «sindrome europeo»(que somos en este sentido bastante parecidos), la razón de estas diferencias estriba en la religión de la que procedemos tanto nosotros como ellos.
Los americanos son fundamentalmente protestantes y nosotros los europeos, católicos. Procedemos de una bifurcación cultural que tuvo lugar allá por El Barroco, la Reforma que prendió bien en el norte de Europa y muy mal en el Sur, aquella escisión aun puede verse hoy en las diferencias en la manera de divertirnos, trabajar, ahorrar o ser felices que nos separan de aquellos gélidos parajes, llenos de calvinistas.
Los americanos son liberales y nosotros somos estatistas. Balones fuera.
Familia, comunidad, trabajo y religión son los cuatro pilares en los que se fundamenta la vida en América, mientras que nosotros solo compartimos con ellos, familia y trabajo, los otros dos pilares en los que creemos son, el Estado y el ocio. de manera que nuestra manera de representarnos la felicidad es bastante distinta al haber desaparecido de nuestro panorama imaginario tanto «lo colectivo» como la religión. Lo que tiene consecuencias muy importantes: puesto que es necesario para que una vida tenga sentido que la muerte también lo tenga y sin religión no queda más que una trascendencia laica y de mentirijillas por así decir. Aquí nos lo cuenta Jose Luis Pardo.
Significa que nosotros somos más dependientes del Estado y ellos menos. Estado y sociedad empastan mal y en la práctica se comportan como opuestos, una sociedad fuerte no puede coexistir con un Estado fuerte.
Nosotros tenemos una forma diferente a la de ellos de imaginarnos el trabajo: para nosotros el trabajo es una maldición bíblica que sólo sirve para financiar nuestros ocios, para ellos una forma de trascendencia o una forma de prosperar, algo que comparten con los chinos.
Dicho de otra manera nosotros somos nihilistas, negamos los sentidos que nos brinda la vida y cuando la vida carece de sentido aparecen las patologías del vacío, las patologías de la falta de limite. ¿Es necesario recordar que somos mortales?. Pero los españoles somos algo más que eso, algo que nos diferencia de los europeos. Ejemplo, España es el país de la UE con menor natalidad. Francia e Irlanda son los primeros. Irlanda es aun un país muy católico y es comprensible, pero ¿por qué los franceses tienen tantos niños?
Lo cierto es que las familias españolas son con las italianas y las griegas las más nepotistas y protectoras con sus hijos y casi todos pensamos que nuestros hijos son Einsteines en potencia, en Francia los niños no tienen abuela y aquí en España, la costumbre hace que las abuelas asistan a sus hijas y nueras en los temas de la crianza y así y todo no nos animamos a tener más niños. En este sentido somos una de las naciones con mayor asistencia parental de toda la UE, la familia extendida aun existe en nuestra España. ¿Entonces, como puede entenderse esta paradoja?
No tenemos suficientes hijos porque los hijos son evidentemente un enredo que nos impide ser felices, tal y como nosotros nos imaginamos la felicidad, algo parecido al concepto de Yo ideal freudiano una formación narcisista omnipotente claramente española y socialdemocrata:
El Yo ideal es siempre de izquierdas, reducto de las utopías, de los ideales y preñado de narcisismo instintivo, de principio del placer y por contra el ideal del Yo es un constructo bien distinto relleno de lideres, cultos carismáticos y teístas, instrumento de la dependencia, principio de realidad y de la tradición. En realidad ambos constructos -según Freud- forman parte de una estructura de mayor nivel de definición y a la que conocemos con el nombre de Superyó.
Lo cierto es que me parece de lo más acertada esta idea para señalar que el ideal del Yo y el Yo ideal son ejes de crecimiento de la personalidad política entendiendo que los constructos “izquierda” y “derecha” son imaginarios, es decir no existen, sino que nos vienen determinados culturalmente. Pero es verdad que las personas nos orientamos políticamente a través de rasgos caracteriales de estirpe biológica, así unos son más conservadores mientras que otros son más “progresistas” lo que en términos biológicos tendría que ver con el apego y con la orientación con respecto a la autoridad y la relación con el castigo, es decir con la culpa.
Unos serian más obedientes o conformistas y otros más rebeldes, unos más apegados y otros más desapegados, es lógico pues nuestra estirpe evolucionó como consecuencia de haber mantenido grupos sociales de un tamaño entre 80-100 individuos, mas allá de este tamaño los recursos se hubieran consumido antes y es por eso que la evolución dispuso que algunas personas obedecieran ciertos estímulos a fin de segregarse de sus comunidades de origen. Pero no bastaba con la segregación, hacía falta además que otros les siguieran, pues de nada hubiera servido que uno o dos iluminados se desgajaran de la comunidad sin arrastrar en su fuga a otros. Y de ahi que nuestro instinto gregario tenga además otro resorte: nos encanta seguir a otros, a esos que parece que saben donde van. Desde la caverna pues que existe la política, la inventó aquel que optó por la bifurcación, alejarse o tomar este camino y no aquel que ordenaba la tradición establecida.
Y nosotros los españoles seguimos a este Yo ideal:
- Un sueldo vitalicio a cargo del Estado o en su lugar trabajo estable y bien remunerado.
- Asistencia médica y educación gratis.
- Subsidios garantizados para todos incluyendo los inmigrantes sin papeles
- Dinero corriente para gastar y ocio garantizado.
- Pagar pocos impuestos y que paguen los ricos. Los ricos son siempre los otros. El Otro lacaniano.
- Derecho a viviendas protegidas, guarderías, etc.
Y no sigo, porque tu también eres español y sabes de lo que hablo. Es entonces cuando seriamos felices y si no llegamos a este nivel entonces protestamos. Claro que esos que protestan tanto no son la mayoría. La mayoría por definición no protesta (es silenciosa) y se limita a pagar esos impuestos por triplicado que tenemos en España, esas facturas de la luz donde financiamos proyectos fracasados de sucesivos gobiernos anteriores, el gas, el agua, la hipoteca y aun así ahorramos algo para el futuro. Esos son la mayoría silenciosa que invierte en sus hijos para que emigren a otro país por falta de trabajo, los que criamos hijos para que tengan menos hijos que nosotros.
Porque lo peor de esta España nuestra es la falta de un discurso histórico común que nos haga sentirnos a todos como piezas de un proyecto compartido. Entonces si que seremos como los americanos, con o sin religión, aunque los americanos cada vez sufren másel «sindrome europeo».
Los españoles preferimos pagar impuestos que comprometernos con lo colectivo. ¿Qué es lo colectivo para un español? ese lugar donde podemos mearnos fuera de la taza, una especie de ventana rota a la que podemos seguir apedreando, no tenemos ningún respeto por lo colectivo, por nuestra comunidad a la que vemos como una prolongación de nosotros mismos o como un engorro, nunca como un apoyo, por no tener no tenemos ni un himno nacional con letra, ese que podríamos cantar con la mano en el pecho en las finales de fútbol o cuando nos cae alguna medalla olímpica. Preferimos pagar impuestos a la caridad siendo como es la caridad (una palabra incómoda que hemos sustituido por el derecho a) algo personal que nos incumbe como sujetos, dejar la caridad en manos del Estado es la mejor manera de que no llegue nunca a los deshauciados. Es cosa del Estado, el que haya pobres, el que haya bandidos, el que los malos siempre sean los otros. El Estado burocratiza la solidaridad espontánea de los hombres.
Puesto que no es el mal, sino el bien lo que engendra la culpa. pues no hay que olvidar que como buenos católicos (aunque seamos ateos) somos la reserva espiritual de la culpa. Solo nosotros podemos sentirnos culpables por no ser culpables de nada.
De manera que gobernar este país es una tarea bien difícil, es por eso que te recomiendo identificar a esa mayoría social y no trates de contentar a todo el mundo. Gobernar un país sin patriotas y en su lugar nacionalistas, sin religión y en su lugar dogmáticos, sin rituales colectivos y en su lugar moralistas que no fuman y se la cogen con papel de fumar, depredación en lugar de un individualismo creativo. Y sobre todo muchas instituciones inútiles y solapadas para mantener el medraje de una clase política destinada a quedarse sin clientela de tan poco corazón.
Opta por la mayoría, Trabajo, Paz y Justicia y no olvides nunca que la variable crítica de un país es su demografía. Es la variable oculta.
El resto no es cosa tuya, los españoles seguiremos aspirando a la felicidad tal y como mandan los cánones ibéricos: yendo cada uno a lo suyo.
[…] Francisco Traver […]
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El influyente historiador y periodista estadounidense Theodore Lothrop Stoddard (1883-1950), nos cuenta en el capítulo quinto de su no muy recomendable libro «Racial Realities in Europe» (1924):
“El temperamento mediterráneo florece más claramente en la vida política de España. La idea clave del espíritu nacional español es un individualismo casi ilimitado. Las ideas y los principios, como tales, están en baja; ellos deben ser personalizados. Por eso los partidos políticos españoles se cristalizan alrededor de algún líder magnético que sabe cómo ganar la lealtad personal y devoción de sus seguidores. Además, España no ha desarrollado todavía un sistema gubernamental adecuado al carácter de su gente. Incluso más que en Italia, la burocracia centralizada tomada prestada de Francia y las instituciones parlamentarias tomadas prestadas de Inglaterra han dejado por igual de funcionar con éxito.
El parlamentarismo español en particular fue desde un comienzo de un crecimiento enfermizo. A pesar de formas y frases constitucionales altisonantes, todo el poder efectivo pronto llegó a domiciliarse en una casta de políticos profesionales que inventaron un sistema aún más corrupto y opresivo que el transformismo italiano. Ese sistema político español es conocido como caciquismo. El sistema es manejado por un grupo de grandes jefes —caudillos— en la capital, Madrid, y es puesto en ejecución por un enjambre de jefes locales conocidos como caciques, que hacen las elecciones como Madrid lo ordena y obtienen su paga con cargos locales, poder y pillaje. Cuando el país grita demasiado fuerte, una válvula de seguridad es encontrada en un cambio electoral de gobierno; pero el alivio es un fraude, ya que los partidos políticos españoles juegan al juego de la rotación en los cargos a la perfección y se entregan el tesoro unos a otros en el momento psicológico preciso. El resultado principal de una elección española, por lo tanto, es la llegada al poder de una pandilla alterna de caudillos y caciques entusiastamente imbuídos de la máxima Jacksoniana «A los vencedores pertenecen los despojos». Su lealtad personal a su jefe puede ser fuerte, pero su lealtad al bienestar público es por lo general notoria por su ausencia. Todo esto es conocido por la gente española, que en consecuencia toma poco interés en la política, y ve los cambios caleidoscópicos de detalles con una indiferencia cínica y sombría.
Esta deplorable situación ha conducido a la reciente descomposición del parlamentarismo español…”
Estas apreciaciones fueron hechas en 1924, se diría que no hemos evolucionado mucho en casi 100 años.
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Pues nos tenia bien tomada la medida ese señor
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¿Por qué es «no muy recomendable» la lectura de ese libro?
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