La música hipérica es aquella música que es capaz de desencadenar reacciones hipéricas,
¿Pero qué es la hiperia?
Aquellos de ustedes que no estén familiarizados con este concepto acuñado por Javier Alvarez pueden o bien leer su libro que en pdf dejo en la bibliografía o bien visitar a modo de resumen este post mío sobre el tema.
Pero para aquellos de ustedes que sólo quieran saber de este concepto sin necesidad de profundizar demasiado en él, les dejaré aquí mi opinión: la hiperia es un mecanismo fisiológico de hipersincronización de ciertas neuronas. Hipersincronización significa que varias neuronas se encienden a la vez y este fenómeno de encendido múltiple tiene unos efectos bien distintos según el lugar (el módulo cerebral) donde se produzcan. Si es a nivel cognitivo aparecen hiper-ideas, si son recuerdos hiperm-nesias, si son imágenes hiper-visiones, si es musica hiper-asociaciones. La hiperia es pues una palabra que viene a significar un «exceso» un centelleo brillante en el caso de que sea la luz quien la provoca o bien los reflejos de esa luz en el agua u otras superficies.
Esos arrebatos emocionales que nos provoca la música son fenómenos de hiperencendidos límbicos asociados claro está con los recuerdos por una parte y la percepción acústica de la misma, pues la música está asociada con los recuerdos que para consolidarse necesitan además de encendidos múltiples. La música es capaz de deshacer, de desenhebrar esos recuerdos del mismo modo que se formaron a través de la hiperia de los sueños, pues para eso sirven los sueños: para consolidar memorias.
Que la música es capaz de provocar estos fenómenos es seguro, todos )o casi todos) hemos tenido esa experiencia de intensidad emocional que cierta música nos procura. Ahora bien, sería ingenuo pretender que todos los individuos pueden entrar en estos estados (parecidos al éxtasis) del mismo modo. pero es seguro que cada uno de nosotros somos capaces de hacerlo con ciertos tipos de música.
Mientras pensaba en escribir este post he estado recordando esa música que provoca en mi estos estados emocionales que describí en «Eso» y he caído en la cuenta de que no basta con que una canción nos guste más o menos, tampoco basta con que cierto tema nos recuerde algo agradable. Para entrar en estado hipérico es necesario primero tener cierta facilidad para ello por supuesto y algunas personas por su escasa capacidad de mentalización son incapaces de tal cosa. Pero más allá de eso la música ha de ser capaz de remover emociones potentes y estados emocionales no convencionales. El jubilo, el goce y la «comprensión total» son las tres emociones que yo he identificado.
Y no importa que la música sea triste, pues una música triste es capaz de provocar también emociones placenteras. Podemos reconocer una canción triste sin sentirnos tristes. Incluso si nos sentimos tristes no es como una tristeza arrebatadora o negativa, sino una tristeza sobrecogida, más que tristeza, metafísica. De esta opinión son tanto Simone Weil como Cioran.
En realidad no sabemos exactamente donde se procesa la música pero existen ciertas evidencias de queTodo parece indicar que el giro fusiforme, una especie de estación de paso entre el lóbulo temporal y occipital ha de estar implicado porque la música provoca sinestesias visuales en ciertos sujetos, un caso de hiperia mal comprendido aun. Pero sabemos alguna cosa más: el procesamiento de ciertas áreas del cerebro es de mayor calidad que el procesamiento de otras, así sabemos que los individuos más inteligentes tienen su capacidad de proceso más distribuida que los menos inteligentes que tal y como dice el viejo refrán «piensan con los pies». «Pensar con los pies» es procesar a través de la amigdala, un lugar magnífico para escapar de amenazas, pero un mal lugar para un procesamiento limpio de emociones elevadas.
Una de las características que tienen algunos temas hipéricos es que nos permiten contactar con algo sin forma: agua o aire. como si fueran palabras. El agua quizá por la posibilidad de no dejarse atrapar, ha sido utilizada por ciertos místicos (San Juan de la Cruz) como objeto para la meditación y es posible que por su propio discurrir y reflejos sea capaz de engendrar fenómenos hipéricos, incluso epilepsias reflejas. Como ejemplo dejo esta «Lady of the dancing water», agua que baila entre acordes, melodías pentatónicas y amonías de trombón, un timbre que empasta mal con las flautas pero que sin embargo amplia nuestro registro acústico hasta los bordes.
De sentido contrario es este otro tema de Mahler, «La canción de la tierra» que alterna una melodía robusta, -en realidad un himno telúrico a la Tierra- entre explosiones del metal, fortísimos que inmediatamente caen a pianísimos y que sucesivamente modulan hacia otros temas adyacentes. Personalmente he de admitir que utilizo este tema como «intensificación emocional» exógena. Mahler discípulo de Wagner nos muestra en este tema con intenciones místicas y mistéricas un poco de la técnica del maestro, en el que la melodía ha sido sustituida por la armonía (cuerda y metal) y los colchones de acordes que parecen empujar al tenor hacia una especie de elevación y con él a nosotros entre cuchilladas y asombros.
Hablando de Wagner y por insistir en el tema de la melodía y la armonía, dejo también este ejemplo, un aria de su opera «Tristan e Isolda» titulada Liebestod, donde podemos ver como la melodía parece empujada por los acordes, llevándonos hacia un paroxismo difícil de explicar, una especie de corriente sonora parece modular entre sentimientos apasionados y tristes, con tintes dramáticos. No en vano Isolda le canta ese tema a Tristán anunciándole que «morir de amor» es una posibilidad, una opción que aparece en la conciencia de la heroína que parece impulsada por sucesivas explosiones del metal y la cuerda hasta el paroxismo final y un descanso que parece eterno.
Aunque seguramente de todos los elementos que componen la estructura musical el más conocidos por el publico en general es el ritmo. Lo rítmico está tan relacionado con la hiperia y con la intensificación emocional que no podemos dejar de lado el enorme potencial que tiene el ritmo para provocar estos estados hipéricos. De entre ellos a mi personalmente el que más me motiva es el «bolero». Y como muestra este botón de Gustav Holst y de su suite «Los planetas», el caso de Marte:
Sin duda, «el otro grande» de cualquier composición musical es la repetición. Lo que llamamos un mantra, algo que por repetirse hasta la saciedad procura una especie de ensoñación o clima hipnótico y que además no requiere atención por si mismo, al tratarse de un estimulo aburrido y descascarillado. A mi sin embargo este ejemplo de música hindú me parece que si merece atención por sí mismo y me procura un enorme placer el escucharlo.
Se trata del mismo concepto que lo que hoy entendemos como música new age. Repetición hasta el paroxismo, efectos hipnóticos y pequeñas modificaciones apenas perceptibles. Un bucle, una espiral que nos va alejando del centro, de ese engorro que llamamos Yo. Philip Glass al piano y sus trabajos de cristal.
Y ya que he nombrado a la música hindú y a Philpp Glass, aquí o s dejo esta raga (un estado de ánimo) en escala menor entre dos virtuosos, Ravi Shankar y el propio Glass. Otra de esas que me ponen pero no me pregunten por qué. Es eso.
Excelente. Un tema que aunque supuestamente conocido, es a la vez totalmente nuevo para mi. Voy a intentar escuchar estos temas para suavizar mis migrañas.
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El ballet también puede provocar estas respuestas. ¿Podemos hablar de «ballet hiperico?
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Si, existe una hiperia propioceptiva como existe otra meditativa y otra vinculada a la fatiga extrema o al dolor.
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Me parece interesante el concepto de música hipérica, pero hasta qué punto o en qué casos se pueda dar ese fenómeno en una persona tal vez no dependa tanto de las características de la música en sí como de la experiencia y conocimientos de cada ser.
Melodía, armonía, ritmo, repetición… son los principales elementos de cualquier composición musical, en principio, luego en cada una de ellas se enfatiza más una que otra o se desarrolla de diferente forma, es lo que hace al estilo.
Que a ciertas personas nos llame más la atención una música que otra por cómo suena depende de nuestra capacidad para recordar o reconocer esos elemenetos en la música.
Por ejemplo, a mi el mantra me aburre, la repetición porque sí es un coñazo y Glass es un cansino. Pero me apasiona esto, que pone más enfásis en un elemento primordial de la música que no has citado, la textura:
Por tanto no existe la Música hipérica, sino personas predispuestas a la hiperia con determinados tipos de música.
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