Cualquier psiquiatra o psicólogo que trabaje en una unidad ambulatoria recluta sus pacientes más numerosos entre una nube de quejas que proceden del mundo laboral.
Es lógico que asi sea, puesto que la mayor parte de los conflictos humanos proceden de la familia y del ámbito laboral descontando los conflictos metafisicos como los de la identidad, la muerte o el amor.
Lo conflictos del mundo laboral proceden de varios frentes:
- Conflictos de intereses o de rivalidad
- Conflictos derivados de la precariedad laboral.
- Conflictos derivados de la presión de los jefes.
- Conflictos de liquidación y mobbing.
Voy a referirme en este post a estos últimos: los que proceden de la liquidación, prestando una mayor atención al mobbing sutil que es probablemente el más usado en las administraciones publicas, es decir entre funcionarios.
Es usual que los pacientes vengan a la consulta contando una historia similar a ésta: «trabajaba en una empresa A que es absorbida por una empresa B, en el tránsito de una a otra se pierden cometidos y años de experiencia que se desparraman en los desagües del desinterés», pero ahí no termina la cosa, la empresa B no se limita a amputar responsabilidades sino que tiene en mente liquidar a la mitad de la plantilla a fin de hacer a la empresa «sostenible». Nótese que la semántica utilizada no hace nunca referencia a recortes o despidos sino a lograr que la empresa logre sobrevivir. ¿Quién puede oponerse a eso?
Algo que consigue llevar a la víctima a una situación de indefensión. Si me opongo seré despedido por no colaborar con los planes de la nueva dirección y si no me opongo seré igualmente maltratado para que me vaya por mi propio pie. La indefensión es una situación psíquica crítica que no es en sí misma una enfermedad pero está en la base de múltiples patologías y trastornos por adaptación o por estrés como se dice ahora.
La indefensión aprendida (learned helplesness), actualmente se usa como modelo de depresión en ratas para la experimentación de nuevos fármacos antidepresivos. Se trata de un concepto fácil de comprender y de inducir, tanto en ratas como en seres humanos y consiste en: aprender que a pesar de nuestros esfuerzos determinada situación no puede ser cambiada, lo que genera un estado de indefensión y desesperanza que nos hace vulnerables a casi cualquier cosa.
Dicho de una manera más clara: la mayor parte de los pacientes que vemos en la consulta no están enfermos sino que viven situaciones perversas inducidas por sus superiores o por sus iguales, algo que recibe el nombre de mobbing.
De lo que se trata es de vencer las resistencias del trabajador obligándole a que deje el trabajo por propia voluntad o que desfallezca y se convierta en un monigote al servicio de la empresa, o de un chivato.
De todas las técnicas conocidas de presión sutil la más conocida es el ninguneo.
Ningunear a alguien es según la wiki en primer lugar, significa no hacer caso de alguien, no tomarlo en consideración y, en segundo, menospreciar a alguien.
El propósito del ninguneo es socavar la autoridad de alguien por miedo a su competencia profesional o a la disidencia intelectual. Y el patrón de los ninguneados es sin duda el intelectual español Miguel de Unamuno que fue ninguneado por los tres regímenes en que se vió envuelto durante su vida universitaria.
Es el método preferido entre los gerentes de cualquier lugar jerarquizado. De lo que se trata es de neutralizar a los jefes y mandos intermedios a fin de conseguir una masa homogénea, un rebaño al que poder controlar mejor.
Antes de seguir adelante en una descripción operativa del ninguneo me gustaría dedicar unas palabras al paradigma del control. Controlar una organización no sólo es el propósito de muchos gerentes positivistas sino que es además imposible. El flujo de información que recibe un gerente está siempre sesgado y procede de los chivatos y de los que albergan propósitos innombrables de promoción. El gerente que «escucha a todos» y cuyo «despacho está siempre abierto» ya está declarando sus intenciones escuchar «sin ton ni son» discriminando a los interlocutores de una organización.
Pero no sólo es la ignorancia de creer que una persona sola puede manejar todos los hilos, sino también la codicia de creer que el «divide y vencerás» sirve para cualquier cosa más acá de la guerra que Cesar inventó. Los gerentes en realidad están siempre sometidos a esta tentación: puentear el mando que no procede de él mismo a través de las informaciones que le llegan de abajo o de arriba, y eso sin contar con las filias y fobias a las que ningún gerente es inmune.
Digámoslo más claramente los jefes, los mandos intermedios molestan, pues son los nudos de la organización y los que acumulan no solamente mayor información sino una información histórica.
El temor del gerente es ser engañado por el mando intermedio, un horror primordial que lleva a la indefensión del propio gerente al sentir que no puede fiarse de nadie. Y si un gerente no puede fiarse de nadie, es un gerente caótico e ineficaz. Es mejor elegir aun a riesgo de equivocarse que mantener una neutralidad fingida.
Pero la ineficacia tiene múltiples procedencias, y el lector que quiera profundizar sobre esta cuestión puede recurrir a este libro de Alejandro NIeto, donde explica como ser un buen gerente y las buenas prácticas para tener un buen gobierno.
Uno de los errores más frecuentes está relacionado con su forma de trabajar. Ya me referí más arriba a esa manía de recibir a todo el mundo que parece ser el paradigma políticamente correcto. Una costumbre que no lleva a ninguna parte salvo a la obtención de múltiples narrativas contradictorias entre sí.
El buen gerente no recibe más que las visitas precisas, se reune la menor cantidad de horas posibles y se dedica a apoyarse en aquellos que saben más que él en temas organizativos o clinicos si estamos hablando de un Hospital. Aquí en este articulo de Alejandro Nieto (publicado en 1988) podemos ver las torpezas que las administraciones han tenido con los médicos y cómo la situación ha ido empeorando con el tiempo.
Es cierto que el gerente no ha de fiarse de todo el mundo por igual, hay quien tiene intereses espúreos, económicos pero también legítimos, pero no tiene más remedio que elegir y discriminar guiándose por su intuición de quién es quién en una organización. No todos son vagos o corruptos entre los trabajadores y todos, eso si. acumulan varias decepciones a lo largo de su vida laboral, suficientes como para no fiarse del ultimo gerente y mucho menos de aquellos que siguen directrices políticas.
De manera que la confianza ha de ser bidireccional y los gestos son muy importantes. Los gestos valen tanto como la gestión pura y dura en relación con la confianza que es siempre algo irracional. Si un gerente se salta la linea jerárquica de un determinado departamento ya está gesticulando, ya sabemos por donde va a ir.
Al socavar a unos se empodera a otros de una linea jerárquica más baja, se consiguen así nuevos apoyos y delaciones pero socava toda la linea de flotación de la organización.
Además el buen gerente ha de tener apoyos en quien depositar sus decisiones para que se ejecuten. El mayor cáncer de una organización son los rumores y los «macutazos» entre el personal: una distancia demasiado grande entre una decisión y su puesta en marcha genera desconfianza e incertidumbre.No hay que difundir rumores ni dar tiempo a la rumorología, hay que ejecutar lo importante primero, hay que saber priorizar no olvidando que lo que parece urgente no es lo más importante y que mantenerse en el cargo carece de interés para la organización. Nadar y guardar la ropa no es una buena estrategia.
Hay que comprometerse y buscar compañía para ese camino tan difícil y lleno de contradicciones que acompañan la gestión, sobre todo de lo público.
¿Qué hacer si se siente ninguneado?
Si usted se siente ninguneado, es decir menospreciado, maltratado o que no se le corresponde con la autoridad que usted merece lo primero que ha de hacerse es intentar clarificar estos extremos. Se trata de una primera intentona ética, a partir de la cual pueden suceder dos cosas: que sigan ninguneándole o que mejore la situación.
Lo más probable es que lo sigan haciendo pues ya he dicho más arriba que aquellas personas fascinadas por el control rara vez delegan su autoridad en otros y se dedican a vampirizar la suya, la que le corresponde por méritos propios.
No caiga nunca en la trampa de la indefensión, tampoco del victimismo y sobre todo no se coja la baja.
Trabajamos en ambientes tóxicos y es por eso que las consultas de los psiquiatras están llenas de víctimas del entorno laboral. No es necesario que haya mobbing, basta con que consigan que usted se sienta ninguneado por sus jefes.
Lo que suele ser la norma.
Recuerda: La falta de propósito representa el exacto punto intermedio entre el deseo de evitar y el de incitar.
Hasta ahí la exposición del problema. Ahora bien ¿qué hacer con -o qué pueden hacer- las personas que practican una obstinada y terca ‘indefensión aprendida’?
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Ciertamente estamos en una cultura enferma basada en el miedo a la verguenza y la culpabilidad frente a los otros.
Esperemos que la actual crisis sitémica se resuelva de manera humana, entendiendo la humanización como una empatia holística con la sacralización no religiosa de todo. De hecho una vuelta a los recuerdos de las culturas ancestrales.
Muy recomendable leer al respecto la magnífica obra de Andrzej Lobaczewski, Ponerología Política; disponible en http://es.pilulerouge.com/la-ponerologia-politica/.
Imprescindible para reconocer la psico-dinámica que se esconde bajo la «máscara de la cordura», ya sea esta en forma de gobiernos, corporaciones o bien de líderes políticos y religiosos.
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Habia oido hablar de la ponerologia, pero profundizaré sobre ello http://www.bibliotecapleyades.net/sociopolitica/sociopol_ponerology05.htm
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