Lo que el lector tiene en sus manos (si compra este libro en papel) no es una novela, ni un ensayo sino un trabajo de investigación historiográfica, un reportaje sobre un hecho insólito acaecido en 1947 en Coves de Vinromá, provincia de Castellón a cargo de Jose Calvo Segarra periodista de pura cepa. Un documental como diríamos hoy que sin embargo, puede leerse casi con la amenidad de una novela aun no siendo ficción, pues la ficción y la realidad a veces se encuentran tan próximas que incluso puede aparecer como sustitutos la una de la otra. La realidad tiene la misma estructura que la ficción.
Coves de Vinromá era en la época un municipio con más habitantes que en la actualidad, algo que puede explicarse por la emigración de la población desde el campo a la ciudad. Pero en 1947 recién terminada la guerra civil Coves era un lugar inhóspito que encerraba a casi tres mil personas que, casi todas ellas vivían de una tierra esquilmada tanto por la guerra como por las bajas temperaturas y la agricultura de secano.
Allí, una niña de 10 años llamada Raquel e hija de un telegrafista represaliado por el franquismo, fue la actora de un hecho insólito: una aparición mariana que nunca fue legitimada por la Iglesia a diferencia de Fátima o Lourdes que también tomaron como objetos mediadores a niños. No deja de ser curioso que estas apariciones siempre acaezcan en esos lugares casi sagrados llamados “cuevas” y que lo hagan a través de niños, es como si la Virgen (pues siempre es la Virgen quien se aparece), prefiriera esos espacio mitológicos (cuevas, fuentes, cruces de caminos) donde antaño reinara Hermes (Mercurio) el Dios de los viajantes y los ladrones, el Dios mediador entre lo divino y lo humano: allí donde existe aun una cruz en ese cruces de caminos está Hermes presidiendo la escena.
No cabe duda de que gran parte del éxito de la religión cristiana procede del hecho de haber santificado a la mujer a través de la Virgen María. No hay ni un solo pueblo en España que no tenga al menos su propia Virgen, su propia patrona, a veces coincidiendo con un patrono masculino. Cada virgen no es sino una subjetivación de un culto ancestral de las deidades femeninas paganas, muy queridas por el pueblo llano como mediadoras, una tarea hermética que tiene su origen en la historia clásica de Hermes el psicopompo. El sincretismo que propició el cristianismo a través de la romanización es la clave de nuestra cultura y lo que nos diferencia del islamismo y del judaísmo –las otras religiones monoteístas que florecieron en las culturas del desierto-, religiones por así decir masculinas y orientadas hacia la sumisión hacia Dios.
Raquel era pues un psicopompo, la mediadora entre lo sobrenatural, aquello que no puede verse y el mundo tangible de la enfermedad, el hambre y la miseria. Es interesante señalar que la primera “aparición” o “visión” de Raquel no fuera en la citada cueva sino en su propio domicilio. Y más interesante aun desde el punto de vista psicológico es que tal visión se produjera al despertar.
Las alucinaciones que se producen al dormirse o al despertar son muy frecuentes en los niños y son fisiológicas, es decir no son patológicas. Las primeras se llaman hipnagógicas y las segundas hipnopómpicas y casi siempre son imágenes parásitas que quedaron adheridas al inconsciente infantil por el impacto que causaron cuando se visionaron. Dicho de otra manera la imagenería del sueño tanto en la primera fase (adormecimiento) como en la final (despertar) se nutre de imágenes ya vistas por el niño.
Concretamente lo que vio Raquel fue a una mujer vestida con una túnica y cuyo pecho estaba atravesado por varias espadas o cuchillos. A lo que la madre la hizo exclamar:
- Es la Virgen de los Dolores.
Sin saberlo, la madre de Raquel estaba legitimando la visión como algo genuino. No le dijo “eso es un sueño”, o “lo has imaginado” o cualquier otra cosa sino que mas bien le “dio el visto bueno” a su visión. No es de extrañar que una inteligencia vivaz y bien despierta como la de Raquel siguiera añadiendo imágenes, ora de hombres (santos), otras de mujeres similares a aquellas que su memoria guardaba copia por la impresión que causaron en ella. Y no cabe duda de que la fuente de su información eran estampitas. Y no cabe tampoco ninguna duda de que Raquel siguió con su juego hasta llevarlo al paroxismo, pues bien pronto comenzó a recibir mensajes de estas imágenes.
Estos mensajes no deben catalogarse como alucinaciones auditivas sino más bien a diálogos internos que la propia niña mantenía con esos “alter egos” que veía a través de su imaginación. Imágenes que fueron complicándose y creciendo en intensidad y complejidad quizá acrecentado por los que fueron testigos de las mismas, seguramente el cura del pueblo que fue uno de los que creyeron literalmente en sus premoniciones y apariciones. Entre los descreído estaba su propio padre y desconocemos el papel de refuerzo que la madre y el vecindario fueron dando a esta historia que comenzó a propagarse como un meme.
Un meme es una idea contagiosa, algo que como los virus se propaga de persona a persona, el meme es como la unidad de información y se parece al gen que es la unidad de información hereditaria en clave material. No cabe duda de que en aquella época el meme religioso tenia mucha disponibilidad al contagio, igual que hoy sucede con otros memes como el de la delgadez o el del rechazo de la corrupción. No hay meme más contagioso que el religioso, si bien el meme principal por el que la religión obtiene su éxito es el de la inmortalidad. Una religión que no defendiera la idea de otra vida después de la muerte no tendría ningún éxito pues es la religión la única disciplina que llena de sentido al gran sin sentido humano: desaparecer.
Las apariciones marianas siempre unidas a la curación de los enfermos explican el fervor y el sacrificio de todos aquellos que acudieron aquel primer día de Diciembre a les Coves para presenciar el milagro que Raquel prometió.
El libro de Calvo Segarra hurga precisamente en esas curaciones milagrosas –que quedaron registradas documentalmente- y otras no tan milagrosas que se suelen producir siempre por sugestión, esa forma de conmoción psíquica que se produce en presencia de algo extraordinario. Dejaré al lector libre para opinar después de haber leído los testimonios que Calvo Segarra ha podido rescatar de aquellas “curaciones”.
Raquel fue examinada no sólo por varios médicos sino también por Marco Merenciano, un psiquiatra de Valencia que regentaba un manicomio y que al parecer mantuvo una relación con Raquel a largo plazo. Observó con buen juicio clínico que la niña no padecía enfermedad mental alguna y que más allá de eso era una niña más inteligente de lo usual en aquella época de bajos niveles de instrucción, despierta e inocente sin ningún atisbo de que aquel “montaje” respondiera a algo premeditado o manipulativo.
Todo parece indicar que “la neurosis colectiva” se impuso a la imagenería individual y que un conjunto de casualidades y de “confesiones” de la niña dieron lugar en el imaginario colectivo a buena parte del prodigio. Hago notar además que en aquella época no había Internet ni casi periódicos, solo radio y teléfono. Uno no tiene más remedio que suponer que el “boca a boca” se encargó de viralizar la noticia de que en Coves de Vinromá había sucedido un milagro y que en este sentido puede considerarse que la expansión de la noticia fue un éxito de la diseminación de un meme concreto.
Vale la pena leer el libro de Calvo Segarra para ver como los poderes de la época se afanaron en negar y prohibir hasta donde pudieron que se concentraran en aquel pueblo los cientos de miles de personas que acudieron allí en busca de curación o alivio para sus males o al menos para ver de cerca en la Virgen, esta vez sí, en la cueva, el lugar donde siempre entre penumbras aparecen las vírgenes. Nada de esto sucedió pero poco importa, los que allí se concentraron aun hablan maravillas.
Es interesante señalar como evolucionó la familia de Raquel. Todo parece indicar que el fenómeno de las apariciones pasó factura en aquella familia, primero porque hubo de esconder a la propia Raquel y alejarla del pueblo, para aislarla de la procesión casi diaria de personas que acudían a su casa para verla o tocarla. Más adelante porque el padre fue destinado a Barbastro, el régimen parece que aprovechando la circunstancia le rehabilitó. La madre murió y el destino de la familia se saldó con la tragedia, la ruptura y la desunión.
Porque tal y como dice Virgilio, a los dioses no se les puede mirar de frente, sólo de espaldas mientras se alejan.
Jose Calvo Segarra 2015: «El misterio de El Miracle de les Coves». Antinea.
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