Konrad Lorenz ha pasado a la historia de la medicina por muchas razones a pesar de no ser médico y haber recibido el premio Nobel en 1972 junto con Nicola Timbergen y Von Frish. En realidad Lorenz era un biólogo que inventó una nueva disciplina llamada etología.
Uno de los hallazgos más importantes de Konrad Lorenz fue el elaborar una nueva teoría sobre el instinto. Se ocupó para ello de investigar sobre los cuatro grandes: huir, aparearse, comer y luchar y hacerlo a través de la observación de gansos en su medio ambiente. Uno de sus descubrimientos más importantes es la idea de que existe una separación entre causa y propósito, entre pulsión e impulso. Asi la causa del hambre no es la necesidad de alimentarse sin embargo el propósito del hambre es la alimentación. En términos comprensibles significa que por primera vez un etólogo aportó una nueva lectura del instinto que iba más allá de la causalidad o determinismo lineal, una lectura no teleológica. Los animales no comen o dejan de comer sólo porque tengan hambre o falta de apetito, sino que en el hambre intervienen otros factores que no tienen nada que ver con la alimentación. Por ejemplo el hambre puede inhibirse cuando un animal dominante merodea por los alrededores o puede excitarse a raiz de una ganancia de rango.
Otro de sus hallazgos fue haber descubierto «la impronta» (imprinting). Los gansos siguen a aquel que identifican como su madre, en este caso el propio Lorenz que se retrató muchas veces con una buena camada de gansos siguiéndole aqui y allá. Pero en este post me propongo divulgar uno de los hallazgos más importantes a mi juicio que viene descrito en su libro: «Sobre la agresión: el pretendido mal».
Los gansos son animales muy agresivos y territoriales. Se organizan en torno a figuras dominantes, un macho al que se le unen hembras de forma discontinua. Usualmente los machos dominantes dominan ciertos recodos del rio, allí donde los recursos son más abundantes. Hasta aquí, normal. Los dominantes acumulan hembras y recursos, mientras que los demás han de conformarse con «picotear» las sobras y quedarse con las hembras más perifericas de la manada.
Lo que Lorenz describió fue una conducta insólita que parece remedar una especie de homosexualidad entre los gansos. Sucede que a veces se forman parejas de machos que se alían para defender ciertas zonas de los ribazos. Y pareciera tratarse efectivamente de una pareja homosexual pues hasta parece que copulen entre si, un poco para engañar a sus contrincantes, como diciendo: «aquí somos dos, no os acerquéis».
Pero la cosa no termina aquí, porque no es lo mismo dos amigos que se alían entre si y que parece que copulen, que carecer de una estrategia reproductiva efectiva . Al fin y al cabo el mandato biológico no es «come lo que quieras» sino «creced y multiplicaos» y una pareja de machos no puede reproducirse aunque su alianza sea muy potente como estrategia de defensa.
Es por eso, que «no hay dos sin tres» y pronto una hembra se acerca a la pareja para triangular la cuestión y entonces se producen escenas como las que describe Luis Eduardo Aute en «Una de dos», «o me llevo a esa mujer o entre los tres nos arreglamos». Y eso hacen los dos machos, compartir a la hembra, ahora tu y ahora yo. No parece que los celos jueguen ninguna función importante en esta familia alternativa. Tres siempre serán mejor que dos tanto como defensa del territorio como protección para los polluelos.
Hay varias preguntas que el lector sagaz podria hacerse a continuación, la primera es ¿son homosexuales esos gansos? Lo cierto es que de serlo son bastante diferentes a lo que conocemos como homosexualidad humana. En principio no afecta a la identidad y por otro lado se trata de un simulacro de homosexualidad que no les impide forman tríos o parejas y por tanto no impide la reproducción. El lecto que quiera profundizar en esta cuestión de psicología evolutiva sobre la homosexualidad puede visitar este post.
Lo que si podemos inferir de esta anécdota de los gansos y los tríos sexuales es que efectivamente en el mundo animal (y en el humano) las alianzas son muy importantes de cara a conseguir recursos. Hay algo que acompaña y se solapa a la rivalidad por esos recursos, ese «únete a ellos, cuando no puedes ganar» es una estrategia muy representada en nuestra especie. Existen las alianzas y las coaliciones.
Las alianzas se establecen como estrategia ante un enemigo común, las coaliciones se establecen para ser más potentes aunque no exista un enemigo identificado. La verdad del asunto es que evolutivamente hablando me resulta difícil encontrar algún ejemplo (salvo los altruísmos con la propia prole (descritos por Hamilton) o los errores de reconocimiento de la misma) que refute el tópico viejo de «supervivencia del más fuerte». Es cierto que existen ejemplos de cooperación que dan buenos dividendos, ¿pero sin ellos habría realmente cooperación?
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