¿Y tu qué entiendes por amor?

Lo cierto es que el amor es uno de esos sentimientos que todos parecemos conocer, ¿pero podemos estar seguros de que hablamos de lo mismo cuando hablamos de amor?

Lo cierto es que no podemos estar seguros de ello, porque el amor es un qualia, y cada persona segun sus pecualiridades y sobre todo de su nivel de conciencia. Cada cual tiene un concepto sobre el asunto que a pesar de ser consensuado en realidad se nos muestra inasible a través de los conceptos.

Asi hay amores terrestres y amores líquidos, etéreos, inalcanzables y amores comunes, preconvencionales y postconvencionales, hay amores que matan y amores que duelen, amores pasionales y amores eternos, amores con fecha de caducidad y amores convenientes e inconvenientes.

Dicen que la pornografia debilita el cerebro de los hombres y les predispone a relaciones fantasiosas que usurpan el verdadero sentido de una relación profunda con las mujeres, pero tambien es verdad que los amores románticos y las historias que cuelgan de esta concepción son la pornografía de las mujeres.

De modo que he decidido llevar a  cabo una pequeña encuesta para saber de qué hablamos cuando hablamos de amor. Me gustaria saber qué atributos cuelgan de ese concepto, asi que agredecería mucho contestarías a esta pequeña encuesta.

 

 

La sexóloga inocente

Aquello que no puedo construir, no lo entiendo.

Richard Feynman

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Supongamos una sexóloga que lo sabe todo sobre el sexo pero nunca hubiera tenido una experiencia sexual, ni siquiera autoerótica. Supongamos que un dia la sexóloga encuentra novio y comienza a tener sus propias sensaciones sexuales.
La pregunta es: ¿Añade algo este conocimiento subjetivo a los que ya sabía que era teóricamente todo? ¿Le faltaba algo por saber? ¿Podria explicarle eso que le faltaba por saber a otra sexóloga en sus mismas condiciones?

La mayor parte de ustedes sometido a este experimento mental dirán que una cosa es la teoría y otra cosa la práctica: dicho de otro modo, que no se puede saber nada sobre el sexo sin haberlo experimentado en primera persona.

Pero esa respuesta es muy discutible y sólo bordea de lejos el problema epistémico que quiero alumbrar en este post y que es una versión psicológica de otro experimento mental conocido como «El cuarto de Mary», propuesto por Frank Jackson y que trata de una investigadora científica sobre el color (que lo sabe todo sobre el color) pero ha vivido en un entorno de blancos y negros. Se trata de experimentos mentales algo forzados pero que nos hacen pensar en cuestiones difíciles de la consciencia humana y sobre todo en ese binomio que conocemos como saber (ciencia) y experiencia (empirismo). Y que Thomas Nagel nos describió en aquel artículo ya de culto titulado. ¿Qué se siente al ser un murciélago?

Del saber se ocupa la ciencia: la sexóloga lo sabe todo sobre su disciplina pero carece de experiencia. La mayor parte de nosotros estaremos persuadidos con la idea de que sin experiencia personal uno/a no puede saber nada de nada, pero como he dicho más arriba esta idea es muy discutible por lo siguiente:

Un electricista puede arreglarle sus averias domésticas en un abrir y cerrar de ojos sin saber nada de la electricidad, un cirujano puede operarle de algo sin saber lo suficiente de medicina, un labrador puede predecir el tiempo sin saber meteorología, un vendedor puede endosarle cualquier cosa sin saber una palabra de psicología, un pianista puede ejecutar a la perfección a Bach sin saber nada del Barroco. Y al revés: un psicólogo puede saber mucha psicología pero carecer de habilidades sociales o personales,  un erudito puede conocer todo sobre cualquier cosa y ser incapaz de hacerla práctica, ganar dinero con ella o de transmitirla a sus alumnos. Su pareja sexual puede decirle que disfruta mucho con el sexo pero usted no podrá nunca estar seguro de ello.

Estamos solos frente a nuestras experiencias personales puesto que la sexóloga no podría nunca saber si su experiencia es la misma que tiene usted con el sexo, es por eso que construimos consensos. Dicho de otra manera, la experiencia personal, la cualidad de lo subjetivo, es inefable, intransmisible y aunque podamos consensuar que el sexo es divertido y placentero para todos, lo cierto es que no podemos estar seguros de ello, puesto que la experiencia se vive en primera persona y por tanto existe un cierre categorial a la experiencia ajena. Damos por buenos los consensos y asi decimos que el sexo es placentero como damos por bueno que la música de Beethoven es mejor de la de Bisbal. Esto es lo que sostenemos en publico, pero ¿es cierto?

La verdad del asunto es que cuando oigo en un concierto una pieza musical que a mi personalmente me emociona no puedo estar seguro de que mi experiencia sea la misma que la de mi vecino del asiento de al lado. Todo parece indicar que si, mi vecino también tiene esa cara beatífica que se nos pone a todos cuando escuchamos una pieza que nos gusta, tambien puede reirse al mismo tiempo que yo, o puede ponerse a llorar si la pelicula es de esas emotivas. Pero nadie puede estar seguro de que está llorando, riendo o emocionándose por lo mismo que yo.

Dicho de otro modo: la experiencia subjetiva es un qualia.

Los qualia se definen como eventos cualitativos del cerebro y que se identifican con nuestra subjetividad, aquello que nos hace diferentes de los demás como por ejemplo las preferencias o los sentimientos. Se trata del enigma más peliagudo de las neurociencias y que ha dividido a los investigadores en dos grupos: en uno de ellos se encuentran aquellos que piensan que entre un evento electroquímico y un qualia hay un salto demasiado grande para ser conceptualizado con nuestros intrumentos de medida actuales y otros que piensan por el contrario que los qualias son tan estudiables y comprensibles como el movimiento o la contracción muscular.

Y yo soy de los que piensan que los qualia no son nada, pero nada comprensibles. Fingimos que los compartimos pero no es cierto.

Todo procede de una discusión que tuvimos el otro dia en cierto foro a partir de este artículo donde los autores se preguntan si los animales tienen sexo por placer. La idea políticamente correcta es suponer que sí, nosotros los humanos tenemos sexo por placer, entonces antropomorfozizamos a los animales y concluimos que también. Hasta los curas lo dicen, Dios hizo que el sexo fuera tan placentero para asegurarse la reproducción. Pero la verdad es que cuando pensamos en nosotros, estamos pensando en un mamífero muy evolucionado, que tiene consciencia, libre albedrio y que construye planes para hacerse la vida más divertida. Y cuando pensamos en animales estamos pensando también en mamíferos, perros, gatos, cerdos, etc.

Pero no se nos ocurre pensar en los insectos, los peces o los gusanos. ¿Se reproducen los animales por placer, incluyendo a los ovíparos, a los que ponen los huevos en el agua o a los hermafroditas o reptiles? Por no hablar de la escala unicelular. ¿Tienen orgasmo los paramecios?

¿Y si el sexo es tan placentero por qué los animales no lo usan con más frecuencia como hacemos nosotros?¿Por qué ceñirse a los estros? ¿Por qué no hacer como los bonobos y construir una sociedad lúdica basada en el intercambio sexual  libre?¿Por qué el sexo está teñido de tragedia y el coito aparece casi siempre como algo forzado, impuesto por el macho hacia la hembra?

Lo cierto es que no podemos estar seguros de que los animales tengan sexo por placer, ni siquiera podemos saber si los animales tienen placer cuando copulan. Puesto que el placer de cada animal es un qualia de su especie y todo parece indicar que cada especie tiene su especialidad de qualias. Y el placer es un qualia y no puede reducirse a un hecho fisico, el placer es algo que va más allá de lo que entendemos como placer, nosotros los humanos.

Mi conclusión es que la sexóloga puede saberlo todo sobre el sexo pero si no tiene la experiencia y el aprendizaje concreto su saber es un saber cientifico, es decir un saber sin alma (fisicalista y cojo), descascarillado, un saber que no conoce. Experimentar el sexo por sí misma es un buen bagaje que le permitirá rebotar sus conocimientos con su propia experiencia, pero ese conocimiento no le permitirá generalizar la idea de que el sexo es bueno, saludable, benéfico o que existe una manera especial de gozarlo que es por definición mejor que otra.

Cada uno en este sentido es el administrador-gestor de sus propios qualias.

Y después de todo es posible que haya gente a la que no le gusta el sexo.

Padres aniñados

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Habia oido hablar de un programa que dan por la Cuatro y que se llama Supernany. Alguna vez haciendo zapping habia visto alguna de las escenas que discurren en esos reportajes donde una psicóloga con sentido común lleva a cabo un trabajo de campo en el propio domicilio de padres victimizados y tiranizados por sus hijos.

El programa es bastante interesante para los legos en psicología pero banal para un profesional salvo por algunos aspectos que me propongo reelaborar ahora.  Quizá por eso habia pasado casi por encima de las recomendaciones de la nany, pero esta vez me detuve un poco más a reflexionar sobre algunas cuestiones que he tratado aqui o en otro lugar: me refiero a lo conflictos educativos y a la incompetencia de los padres para poner límites y reglas de convivencia a sus hijos.

Lo cierto es que los niños de hoy no son como los de antes. Lo dijo Flynn: que el CI va creciendo cada vez más en la población y yo mismo escribí hace poco un post donde hablé precisamente de esa asimetria entre inteligencia cognitiva y emocional. Una grieta que se manifiesta en continuos conflictos domésticos y en pequeñas guerras y desafíos cotidianos entre padres e hijos.

Por de pronto me parece interesante indagar sobre el cambio del encuadre: pasar del despacho al domicilio de los clientes me parece una buena idea y es comparable a lo que hacen los etólogos en comparación con los zoólogos con sus especímenes enjaulados: se colocan una serie de cámaras en el hogar de los susodichos papás y se graban algunas interacciones, sobre todo a las horas conflictivas, comidas, deberes, llegada del papá a casa, bajar la inevitable mascota a la calle o la dramática hora de ir a dormir. La psicóloga asiste en principio como espectadora y sin intervenir en las sucesivas escenas que van dándose en su presencia y tomando notas sobre los comportamientos y las interacciones de la familia malcriadora.

Viendo este cambio de encuadre recordé esa polémica tan actual sobre Uber o BlaBlaCar, ya saben ese servicio de transporte que se lleva a cabo a través de Internet y que está llamado a convertirse en una economia cooperativa que dejará sin trabajo a los taxistas y sin licencias a los ayuntamientos. Es imparable.

Como imparable será que los psicólogos abandonen sus despachos y comiencen a meterse en la arena y la harina que no está en otro lugar sino en el domicilio de los sufridores. Aquí hay un articulo que dice algo parecido «lo que los psicólogos deberian aprender de Uber»

Pero sin duda lo que más me impresionó del último reportaje de supernany es la paciencia y la enorme tolerancia que los papás han desarrollado frente a las barrabasadas casi continuas de los niños. Hay como una inversión de roles: los niños imponen su ley, gritan, desordenan, juegan cuando quieren, no atienden, lloran, berrean y no siguen ninguna pauta asignada por parte de la atribulada mamá que sale en en documental con cara jesuitica y rostro impasible.

Los niños ya no son lo que eran porque están muy estimulados, bien alimentados pasan casi todo el tiempo enjaulados en pisos, y su CI crece dia a dia casi al mismo tiempo que sus recursos emocionales decrecen. Pero esto no es lo peor. Lo peor es que los papás han dejado de ser papás y juegan con ellos a la wii, con tanta pasión que uno se pregunta quién es en realidad el niño y quien el papá.

Dicen que los papás actuales malcrian a sus hijos porque se sienten culpables por prestarles tan poca atención. Es posible que en algunos casos sea verdad pero lo cierto es que a nosotros tampoco nos hacian demasiado caso y nuestros padres no mostraban ninguna culpabilidad. Al contrario los padres actuales -al menos los que vi en supernany- son padres comprometidos en la crianza de sus hijos -demasiado quizá- , padres normales por así decir que invierten prácticamente todo su tiempo en estar en casa con sus hijos, tomarles los deberes e intentar poner disciplina y predictibilidad en su hogar.

Pero no lo consiguen.

Y no lo consiguen porque ellos mismos han abdicado de su papel normativo y como no saben que las normas han de imponerse se empeñan en negociarlas continuamente. Se han convertido en hiperpadres, en padres perfectos, colegas de sus hijos. Un neoperfeccionismo se ha instalado entre nosotros, un perfeccionismo extendido e hiperreal propiciado por el discurso de la ciencia y lo politicamente correcto.

Necesitamos recuperar a los padres imperfectos de antaño. Aquellos que frustraban a sus hijos, ¿les recuerdan?

Y lo cierto es que a veces es muy dificil saber imponerse:

La función de la mirada

ojo

Mirar y ver son cosas bien distintas, del mismo modo que oir y escuchar lo son. Todo el mundo sabe que podemos oir sin escuchar, algo que solemos hacer a diario cuando nos fuerzan a escuchar algo que no queremos o algo que nos han repetido muchas veces. Del mismo modo los discursos reiterativos nos resultan pesados y tendemos a aislarnos.

Dicen ahora que las voces demasiado agudas de las mujeres agotan los recursos cognitivos de los hombres y por eso los hombres no las escuchamos a ellas, al menos es una queja universal. Debe ser cierta.

Pero no es del oido de lo que quiero hablar sino del ojo, ese artefacto tan bello y perfecto que se acopla tan bien a ese mundo que nos conviene percibir para nuestra supervivencia. Pero el ojo tiene una función doble tambien como la oreja, sirve para ver, una función puramente pasiva y femenina como beber y sirve para mirar, la parte activa de la cuestión, como comer.

Del ojo que mira para espiar ya hablé aqui a propósito de aquella pelicula magistral de Hichtcock que se titulaba «La ventana indiscreta», de modo que no voy a volver sobre esta pulsión escópica que se oculta entre las funciones del ojo. Hoy voy a hablarles de la mirada.

Y para hablar de la mirada lo mejor es recurrir a una comparación con lo que oimos a través de ese otro agujero que es la oreja.

Cuando hablamos con alguien y mantenemos un diálogo con ese alguien, hay dos maneras de hacerlo: para seguir el hilo de la conversación es necesario que oigamos lo que dice nuestro interlocutor, eso hacemos todos, pero hay una diferencia muy importante y esencial en cómo lo hacemos: podemos oir para contestar (eso es lo que solemos hacer casi siempre) y podemos escuchar para comprender.

Escuchar para comprender es algo que no suelen hacer las personas comunes y por eso se inventó el oficio de psicoanalista. Aquel que escucha no para contestar o seguir una conversación sino para comprender las razones, el discurso, la narrativa del otro, atendiendo a la totalidad de lo que se dice y que incluye lo que no se dice. De hecho una terapia comienza cuando termina la conversación y es por eso que las conversaciones entre colegas, amigos o parejas no son terapia.

Al ojo le pasa un poco lo mismo que al oído. Se puede mirar para ver y se puede mirar para transformar lo que se ve. El ojo no es solo un agujero, es sobre todo una lente que proyecta hacia el exterior algo que viene muy de dentro. Esa lucecita que destella a través de la pupila, eso es lo que se proyecta, el alma o la esencia de cada cual si queremos llamarla asi.

Es por eso que sentirse mirado es esencial en nostros los humanos, hablamos entonces que el otro nos hace de espejo, nos refleja o nos especula. Un espejo que puede reflejar nuestra parte más abyecta, pero tambien la más sublime. En algunos casos sin embargo lo que refleja el espejo es el vacío.

espejos

Dice Paulina Kernberg que no debe existir una experiencia más aterradora que la de no no ser reflejado por la mirada de alguien, algo de lo que hablé aqui a proposito de la reverie: un captar de golpe una totalidad, las necesidades de un bebé para ponerles remedio, claro está.

Los espejos deforman nuestra imagen, pero lo interesante es que todos nosotros nacemos como encapuchados, es decir cubiertos de la imposibilidad de reconocernos. Necesitamos espejos y los espejos más importantes son aquellos que tienen la capacidad de devolvernos una idea de nosotros mismos tranquilizadora. Es por eso que necesitamos ser reconocidos y que la indiferencia es peor que el rechazo. Indiferencias y rechazos que se  traducen en distorsiones como estas:

gato

¿Qué le pasa a este gato?

gorda

¿Y a ésta muchacha?

Cuerpo y corporalidad no son pues la misma cosa.

La corporalidad es una mirada, una mirada que atraviesa de parte a parte el ojo y lo convierte en autoconcepto. Lo real se transforma en sutil.

La materia en aire.

El dinero y las heces

dinero

Al dinero le pasa como al sexo, existen varios niveles de definición, significa muchas cosas a pesar de tener un valor por sí mismo, en este caso el valor que le dan sus consumidores avalado o no por las expectativas compartidas.

Hay un sexo instintivo casi animal y hay otro sexo sosegado y práctico, un sexo doméstico y reproductivo, como hay un sexo transgresor -al que Bataille ha llamado erotismo- al limite del sentido común y otro sexo metafísico, espiritual. Y hay tambien la ausencia de sexo, la castidad impuesta o electiva.

En realidad el dinero no es más que un papel (o una moneda) y he aqui precisamente el eje de su distorsión, es dinero no solo el billete de banco, sino tambien la tarjeta de credito-débito, la chequera y sobre todo los depósitos, esos ahorros que tenemos en el banco y que guardamos por si vienen mal dadas.

Lo interesante del dinero es que emergió como un valor de intercambio, algo que venía a medir el valor de los trueques. ¿A cuantos huevos equivale un litro de leche? Asi apareció el dinero, como una forma de normalizar o de medir los intercambios.

Pero hecha la ley hecha la trampa, porque el que inventó el dinero estaba inventando a su vez al intermediario entre el ciudadano y el Estado que es el garante del valor del dinero. Asi se inventó la Banca: ese lugar donde guardamos el dinero y donde acudimos cuando lo necesitamos para comprar cosas. Y por eso se llama billete bancario, un invento de un francés para financiar guerras y prescindir de las pesadas monedas.

Pero eso que llamamos deuda es -a su vez- dinero. Dinero virtual que se vende como dinero real, como dinero fisico a pesar de ser -esta vez si- solo un apunte contable, solo papel.

Dicho de otra manera, el dinero en un momento determinado de su propia historia se independizó de su valor y generó a su vez dinero, que es deuda y que alguien tiene que pagar.

Tenia razón Freud cuando hizo equivaler el dinero a algo sucio, a las heces según la clasica ecuación:

Pecho=niño=falo= heces

Significa que para el inconsciente son equivalentes en tanto que vienen a compensar aquello que nos falta y que es el eje de torsión del deseo. Pecho en la fase oral del desarollo, falo en la fase fálica, niño en la genital y heces (poder) en la fase anal.

Las heces sin embargo se pueden retener o expulsar pero el dinero tiene más complicación: se puede gastar (diarrea), se puede guardar (estreñimiento) pero tambien se puede doblar (o perder) en forma de inversiones, preferentes o  ahorros. El dinero llama al dinero, algo perverso que ningún intestino puede llevar a cabo ni ningún cerebro puede imaginar.

Y esto es el capitalismo, la hegemonía del dinero, poderoso caballero que puede transformar a un truhán en un señor, pero el capitalismo se puede mejorar si se hace inclusivo (y se hará) aun manteniendo la propiedad privada. No cabe ninguna duda de que es el dinero -su capacidad virtualizante- el culpable de eso que aqui llamamos crisis y que ha puesto a Europa al borde del desastre económico. El asunto es que mientras exista el dinero como máquina de hacer dinero el peligro no pasará, hemos de inventar alguna otra forma de medir los intercambios que vaya más allá de ese trozo de papel que es capaz de multiplicarse a si mismo en miles de clones o de desaparecer llevando a la ruina a la mitad del mundo.

En realidad el dinero es poder tal y como Freud vino a describir, un poder que el niño comienza a ensayar cuando regala o retiene las heces, una educación esfinteriana que tiene mucho que ver con maniobras de poder frente a su cuidador, aquel que le impone dónde depositar sus preciosos excrementos.

Y es poder y por tanto codicia de poder tanto para los que manejan el dinero como aquellos que no lo poseen en absoluto y aspiran a tenerlo pues mientras exista el dinero existirá la codicia.

Y no se trata de una utopía. Ni es un dogma de fe pensar que el dinero tiene una parte buena que hace que las personas que mas se esfuerzan sean recompensadas o mantengan la expectativa de serlo. Es cierto que todos tenemos derecho a ambicionar esto o aquello, eso que se llama progresar en la vida. ¿Pero qué tiene que ver el progreso en la vida con la acumulación de excedentes que nunca podremos consumir?

Lo cierto es que el bienestar no puede estar continuamente en ascenso, una vez estamos rodeados de un cierto nivel de bienestar es imposible alcanzar una vida mejor: llega un momento en que poder cambiar de coche, de casa o de móvil ya no añade nada a la vida. Hay algo en el humano que le hace insensible a la acumulación. ¿Qué sentido tiene ganar más cuando ya lo tenemos todo?

Es verdad que el deseo es infinito y siempre podemos esperar más de la vida pero lo cierto es que en realidad eso que llamamos deseo es una mala copia de eso que llamamos dinero. Nuestro deseo cabalga a lomos de una expectativa irrazonable de riqueza. O lo que es lo mismo, poder y notoriedad.

Es por eso que no sólo necesitamos un cambio en ese modelo de desear cosas, algo que no alcanzaremos hasta que una minoria critica tenga la suficiente masa, para decir: hasta aqui hemos llegado y esto es lo que podemos ofrecer.

Una muda de la conciencia.

Un documental interesante sobre dinero y deuda: